Atobe don´t cry

Capítulo V

¿Preguntarte si quieres ser mi novio? No, ¿para qué? Si desde siempre me has pertenecido.

Interesante, Jiroh ya estaba despierto, eso cambiaba la cosa, haberle besado o tocado estando dormido era casi como violarlo, pero ahora estaba consiente, así que todo dependía de su talento como seductor para conseguir que esa misma noche el castaño terminara siendo su novio, ¡era casi un hecho! Después de todo ¿quién podría resistir la tentación de dormir en la misma cama con Atobe Keigo… en paños menores?

-¿Lecho? ¡sugoi! ¡Dormiremos juntos!-

-¿Ah?-

-Siendo así tomaré otra siesta bajo este árbol- sin tardar más tiempo, se dejó caer con alegría sobre la alfombra de suave y verde textura, contemplando entretenido el gratuito show de coloridas y nacaradas luces que se expandían por el inmenso firmamento.

-Si quieres puedo llevarte de una vez a tu habitación, no hace falta que te arrastres aquí una vez más- el menor negó con una bonita sonrisa.

-Nop, prefiero ver como anochece, además no me traiciones ¡tu dijiste que dormiría contigo y eso es lo que haremos!- los ojos violetas del capitán se abrieron con sorpresa al notar la intensidad de las ultimas palabras del dormilón, con ese carácter mejor que se quedara dormido.

-Como digas niño- el aludido le miró con los ojos entrecerrados algo ofendido por lo de "niño".

-¿Por qué no te acuestas como yo? ¡Anda dejate de poses por un rato!- después de analizar lo que había dicho sintió como si un balde de agua le cayera encima, sin duda sus pensamientos eran más rápidos que su razonamiento, con Atobe siempre le pasaba lo mismo, decía las cosas sin pensar olvidándose de la "magnificencia" de su capitán, bueno, lo dicho dicho estaba y tampoco iba pedir disculpas, después de todo tampoco mentía.

-¿Poses?- la pregunta de Keigo llevaba una evidente muestra de interés, y crear interés en el mandamás era toda una hazaña.

-¿Uh? Jeje si, eres muy presumido- una vez más su boca actuaba más rápido que su mente y la venita en la frente de Atobe delataba la paciencia que el muchacho le estaba brindando al castaño - es sólo que siempre estas como preocupado por ser siempre perfecto- el control volvió a las manos del elegante Hyotei, la sonrisa triunfal que guardaba para ocasiones especiales salió a flote, causando una severa confusión en Akutagawa.

Era el momento de atacar y orillar al menor a confesar voluntariamente que estaba enamorado de Ore-sama.

-¿Crees que soy perfecto?- conocía al derecho y al revés la respuesta ¡claro que era perfecto! Y aún más perfecto para Jiroh, no tuvo que pasar mucho tiempo para darse cuenta que detrás de todos esos vítores, alabanzas y brillos oculares del menor, se escondía una fuerte atracción. Así que sólo faltaba que el holgazán lo confesara.

Nervioso, estaba incómodamente nervioso ante tal cuestionamiento, reía como tonto, se sentía tonto y la penetrante mirada violeta no ayudaba mucho con su hostigamiento. ¿Razón de su torpeza? Ignorancia, desconocía por completo esa corriente suave y escurridiza que se paseaba divertida por todo su cuerpo, sensación causada por la persona que estaba a su lado, él y sólo él la causaba, él y sólo él la intensificaban… mejor dejaba de buscar la respuesta a su torpeza y se enfocaba en callar esa risita nerviosa que aún no se detenía.

-Por eso eres Ore-sama ¿no?-

-Jajaja, Jiroh, sólo tienes que decir si o no-

-Entonces creo que si-

-Mmm… no me gustó el creo, pero y bien ¿te gusta esa perfección?- no estaba en sus planes el acosar tanto al joven, pero esas respuestas tímidas acompañadas de cómicas muecas y ademanes le provocaban una necesidad de seguir contemplando a un castaño vulnerable y extrañamente avergonzado.

-¿Uh? Estas muy extraño Atobe ¿qué podría importarte lo que opine?-

-Me interesa la opinión de mis jugadores-

-Ohhh…-

-En especial la tuya- aquella respuesta no había sido meditada por el máximo líder, era de esas frases que se escapan por los labios sin tener la posibilidad de frenarlas. Las orbes avellana por fin volvieron hacer contacto con la fuerte e hipnotizante marea violeta.

-¿En serio? ¡Sugoi! ¡Porque porque porque!-

-Porque ¿qué?- ¡maldiciones y más maldiciones! Eso no tenía que pasar, el interrogatorio estaba a cargo de Ore-sama no del niño que se revolvía sobre la suave hierba haciendo quien sabe que cosas, ese muchacho era un misterio, con el en serio era todo o nada, estaba dormido o estaba despierto, no había espacio para medias tintas. Si se trataba de holgazanear por la vida, Jiroh era el mejor, si se trataba de hacer gráfica una muestra de emoción, alegría o sus derivados, Jiroh también era el mejor.

Atobe meditó un poco antes de hablar, si deseaba algo con ese chiquillo era momento de mostrarse un poco sincero con él, decirle cosas que nadie más escucharía de labios del gran capitán, simplemente con el deseaba ser diferente y ver que tanto podía aprovechar del divertido niño que se entretenía arrancando esas curiosas florecitas llamadas "diente de león".

-Si, ¿por qué te importa mi opinión?-

-Porque desde un principio creíste en mi- Jiroh se medio enderezó con tranquilidad quedando semi acostado, recargando todo su peso sobre sus codos. Ladeó su rostro para contemplar el bello perfil griego de su inigualable capitán, si ese hombre era narcisista ¡por Zeus que lo entendía! No había nada que criticarle a ese cincelado rostro, no había de otra, Atobe le gustaba, y le gustaba mucho. Tragó saliva discretamente, consiente de que aquel ambiente a su alrededor era el momento ideal para disfrutarlo y volverlo un atardecer memorable, al menos para el.

-¿Y tu como lo sabes?-

-Sólo lo se y ya-

-Mmm que modestia la tuya-

-¿Entonces me equivoco?- la pregunta del mayor provocó una mueca tierna en los labios de Jiroh, quien dejó de admirar el rostro de Atobe para ahora contemplar la inmensidad del nacarado cielo.

-No, no te equivocas, desde un principio deje todo mi entusiasmo y confianza en ti, a decir verdad aún lo hago- se dejó caer suavemente sobre el pasto, cruzando sus brazos detrás de su nuca y cerrando los ojos con absoluta tranquilidad. ¡Que maravilloso estado el de Jiroh! El muchacho le gustaba con su eterno sueño, con sus berridos y desfiguros que hacía cada que estaba feliz, pero esa serenidad y tono tan suave de su voz eran adictivos.

-Ore-sama esta complacido con tu respuesta- su voz no sonaba con una canteleta agradecida, todo lo contrario, parecía más seria de lo habitual, algo ronca y muy pausada. En verdad que el emblemático líder estaba complacido, pero la insensible tonalidad de su hablar era todo lo contrario a la satisfacción que en verdad sentía y no sabia como expresar… aunque tal vez si había una manera.

Era el momento más ridículo y perfecto del mundo, no podía desperdiciarlo.

Teniendo la precaución de no hacer movimientos bruscos, se movió con toda la ligereza que le resultó posible, se recostó de lado apoyándose sobre su codo izquierdo a la vez que se acercaba suave y sutil al tierno rostro que descansaba. En el eterno trayecto fue entrecerrando sus ojos, ocultando la sorpresa de sus orbes ante la acción que estaba por ejecutar, mientras la electrizante mirada violeta se iba entrecerrando los escarlata labios se entreabrieron con dudosa ansiedad.

Preso de su inexistente control emocional y de su siempre confiable lado pasional, acortó finalmente la diminuta distancia que lo separaba del inicio de una vida con sentido. Un roce ligero de labios que suplicaba una respuesta afirmativa por parte de Akutagawa, el castaño evidentemente fue sorprendido por el inesperado contacto, su tensión muscular fue evidente para el mayor quien no desistió y esperó un poco más. Su perseverancia trajo consigo la reacción del de ojos marrón, pues después de la impresión por fin logró salir de su fugaz estado de sorpresa para entonces si capturar el labio inferior de Keigo entre los suyos, deslizándolos con todo ese toque de inocencia que inspiraba la grácil figura del muchacho.

Cuando el guía de Hyotei pudo sentir que sus labios eran besados con empalagosa dulzura entonces si acarició con su mano derecha la mejilla tersa e infantil del muchacho, resbalando su dedo pulgar sobre esa zona encendida con un ligero tono rosado, prueba total del bochorno al que estaba sometido el cuerpo debajo de él, porque para ese entonces Atobe ya permanecía semi recostado sobre el pecho de Jiroh.

Sus mejillas ardían intensamente, siendo consiente de la vergüenza que estaba sintiendo ¡Atobe lo estaba besando! Y en serio que lo hacía de maravilla. Le gustó desde la primera vez que le conoció, quedo prendado de su seguridad, de la motivación que desprendía, cada rasgo en la conducta de Atobe era fascinante. Luchando contra su propia timidez se aventuró en abandonar su antigua posición y permitirse conducir una de sus manos a la nuca del mayor, acarició con debilidad el cabello grisaceo del otro, dejándose seducir por la suavidad y abundancia de las delgadas ebras. Dedicó mayor esmero en el crecimiento capilar, en ese lugar donde los cabellos de su líder son más cortos, una y otra vez, arriba y abajo degustando del contacto con la pálida nuca.

Dejandose guiar por la satisfactoria respuesta de Jiroh, abandonó la abochornada mejilla para ahora darle conocimiento a la cintura del menor, no era morbo ni ganas de llegar más, sólo quería darle mayor sentimiento al contacto; aunque el sabía que era así el castaño tal vez podría pensar lo contrario, entonces dejando que esa posibilidad se concretará, mejor regresó su extremidad a la mejilla del niño.

Nunca es suficiente la gama de sensaciones que un beso proporciona, de hecho ese primer beso se le antojaba eterno, pero en serio deseaba contemplar el rostro del joven con el que tantas consideraciones tenía.

"¿Dónde están los pétalos de sakura cuando se necesitan?" pensó con sarcasmo el seductor "rey del tennis". Sin duda le darían al ambiente ese toque empalagoso y romántico que envuelve a esos momentos de película; Keigo agradeció la ausencia de ellos, pero en cuanto detuvo el beso y abrió los ojos se encontró con la mirada avellana de su acompañante… sin olvidar mencionar los sin fin de residuos que dejaban esas florecillas, volaban por los aires ocasionando un momento encantador.

"¿Qué el destino no entiende de sarcasmos?"

¡Mala suerte la suya! Ahora eso se había vuelto más mágico de lo que en realidad era; atardecer en plena decadencia, tonos tornasoles en las rasgadas nubes, una suave brisa que presagiaba lluvia, pétalos brillantes circulando sin control por el aire, un beso bajo un árbol, Jiroh con el rostro teñido de un leve tono rosado… o quizás ambos, no no, esa reacción corporal no podía existir en Atobe Keigo… miradas intensas y melosas caricias faciales: ¡Maldiciones que era perfectamente patético!

¡Inmoral, inmoral! Mil veces inmoral lo que hacía…

Más le valía hablar si no deseaba que ese momento se extendiera aún más.

-Atobe Keigo sabe agradecer- sentenció con seriedad el joven de porte aristocrático.

-¿Cómo?- en seguida recibió un beso más, breve pero lo suficientemente duradero como para atesorarlo.

-Así agradezco-

-¡Qué! ¿así le agradeces a todos?- fue evidente el rostro de decepción de Jiroh, por lo que el mayor despeinó los rebeldes cabellos en un gesto juguetón y hasta cierto punto burlón, le gustó que sin proponérselo había ocasionado celos en el muchacho, una muestra más para confirmar que el holgazán sentía algo más que una abrumadora admiración y respeto por él.

-Claro que no, deberías notarlo niño-

-¿Notar que?-

-No seré yo quien te lo diga, esfuerzate- no entendió, ese muchacho parecía hablar con acertijos y él no era bueno con ellos, así que opto por guardar silencio y mirar al cielo, prestando discreta atención a los movimientos del joven de noble cuna. ¡Al fin dejaba sus poses! y se dejaba reposar boca arriba, imitando su misma posición. De reojo lo veía sereno, ajeno a todo lo que pasaba a su alrededor ¿Cómo podía estar tan tranquilo después de haberlo besado?

¡Demonios!... hasta ese momento recapacitó y ordenó de manera lógica la desorientación gramatical que existía en su hasta ahora distraida mente. Consiente estaba de lo mucho que le gustaba Atobe desde que lo conoció, lo vio como el ser donde depositaría gran parte de sus ideales e ilusiones, le gustaba pero nunca hizo gran esfuerzo en demostrarselo, o al menos eso es lo que el jovencito exactitud no supo cuanto tiempo estuvo meditando aquel asunto, pero de seguro fue bastante tiempo, porque para cuando recupero la conciencia el cielo ya estaba obscurecido.

-Vamos adentro Jiroh, esta por llover- el aludido identificó a su interlocutor ya de pie, tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse y emprender el camino a un lugar mas apropiado.

Pero ¿apropiado para qué?

No tardaron mucho en llegar a la que sería la habitación de su invitado, Atobe abrió la puerta invitando a Jiroh a pasar siendo obedecido al instante.

-¿Por qué dormiremos aquí?- preguntó curioso el jovencito.

-¿Eh?-

-Esta no es tu habitación-

-Lo se, tu dormirás a…-

-¡Ni loco! No dormiré solo, la última vez me fue imposible dormir, entiendes eso ¡no pude dormir!-

-¿Y eso a mi que?-

-Lo prometiste, además aunque me dejes aquí, de igual modo te seguiría a tu recámara-

-De acuerdo, si no hay mas remedio-

Abandonaron dicha habitación y se trasladaron a la principal, ahí cambiaron sus ropas por unas más cómodas. Atobe rió burlón ante la visión del castaño contemplando lo grande que le quedaban las ropas de Keigo, agitaba sus manos viendo como las mangas las cubrían en su totalidad. Sin perder más tiempo buscó alojo en su cómoda e inigualable cama, dejando de lado la presencia del inquieto muchacho… ojalá que ese niñato no resultará ser del tipo nocturno ¡porque el sueño de Ore-sama era sagrado!

Su labor por ignorar al castaño iba a pedir de boca o más bien el cansancio lo tenían tan distraido que su percepción no captaba los movimientos del menor. Se acomodó de lado, sintiendo a los pocos segundos un claro movimiento en el colchón, alertándolo de la presencia de su compañero de equipo. En primera instancia creyó que se iniciaría una serie de preguntas incesantes por parte de su invitado, sin embargo eso nunca paso, situación que francamente le aliviaba en gran proporción. ¿Qué diría si Jiroh le cuestionaba el beso anterior? ¡Estúpido! ¿En que carajos pensaba cuando lo besó?

Más bien no pensó, sólo sintió.

Bueno, bueno, con maldecirse no solucionaba nada, era una persona pasional y punto, muchas veces sus instintos eran por demás atrabancados, aunque muchas otras ocasiones la razón era su mejor aliada. Optando por luchar y conciliar el sueño, realizó su mejor esfuerzo por llegar a velocidad óptima al mundo infinito de los sueños, deseando con todas sus ganas quedar esclavizado al mundo de Morfeo. Abrió con duda uno de sus ojos, espiando el estado del jovencito con quien compartía lecho, le vio dormido y envidiablemente sereno, hasta manso se le antojaba el cuerpo pequeño del despeinado adolescente.

¿Cómo le hacía ese sujeto para dormir cuando se le antojaba? ¡Bendita suerte! O bendita flojera.

El reloj caminaba, ya había dado más de dos vueltas completas y para desgracia del rico y famoso Hyotei él seguía despierto e impaciente ¿su compañero? Dormía placidamente, o eso es lo que creía el mayor. Pese a que ambos mantenían sus ojos cerrados, los dos muchachos permanecían inmoviles, fingiendo descansar. Akutagawa abrió de golpe sus almendradas orbes, parecía estresado y visiblemente alterado.

¡Demonios! el sueño no estaba cooperando, lo que más dominaba en el mundo se le estaba dificultando, ¡no! en realidad se le estaba negando… cruel ironía de la vida, el ser que podía proclamarse el protagonista de todos sus más frecuentes sueños, era precisamente el culpable de no poder alcanzar su objetivo de dormir. ¡Todo por culpa de Atobe y su endemoniada perfección!

Contempló el pasivo e inexpresivo rostro de su capitán, llegando a la conclusión de que nada perturbaba a ese hombre, bueno después de todo ¿Qué perturbaba a ese poderoso líder? ¿Qué le hacía pensar que Atobe pudiera estar desconcertado por el anterior beso? ¿Qué no tenía ni una pizca de curiosidad por conocer su opinión? Peor aún ¿Qué significaba ese beso? Demasiadas preguntas y ni una sola respuesta.

"Coqueto desconsiderado, tan ajeno a mi incertidumbre… " Sonrió solitario y con tintes de melancolía, lo mejor era no pensar, quizás engañarse por un rato sería gratificante para su noble corazón, para su motor emocional que por tanto tiempo había suspirado en silencio por la completa atención de Keigo. "Que bien te ves sin gestos premeditados"

Un beso robado e inexperto.

Un roce tan singular y único en la vida, candoroso y vitalmente necesario, su impulso y cariño habían tomado tal fuerza que le fue imposible no acercarse al agraciado rostro y tomar por asalto los vulnerables labios. Efímero y frágil resultó el roce, mismo que se repitó en la fría mejilla del omnipotente tenista. Para su buena suerte aquel atrevimiento no tuvo consecuencias, pues el durmiente jamás despertó.

Ante su falta de sueño y reciente exceso de calor, abandonó el lugar que segundos atrás había sido testigo de aquel silencioso beso. Sintiendo hasta la cabeza ese agradable pero bochornoso calor, se despojó del pantalón de la pijama blanca que amablemente le había sido prestada por su anfitrión, quedando en sus graciosos boxer de cuadritos, aunque la parte superior de la pijama técnicamente le quedaba como camisón. Sin hacer el menor ruido llegó hasta el enorme ventanal en donde corrió un poco las pesadas cortinas, mirando asombrado la belleza de aquel jardín y la mágica alberca que reflejaba la incansable luz de las estrellas custodiando a la enorme y legendaria luna plateada.

Tomó asiento a un lado del ventanal, echó un vistazo a la cama para certificar que Atobe seguía durmiendo y que la luz plateada no le había despertado, sonrió satisfecho al comprobar que el muchacho aún descansaba, situación que para nada era cierta.

"Que niñato tan extraño, ¿ahora que hace?" en efecto, Keigo seguía despierto, así que fue perfectamente consiente de la intromisión que había sufrido su boca y pómulo. ¿Por qué no hizo nada? Simple, si abría los ojos y se daba por enterado de la situación, tenía dos opciones: corresponder el beso y dar explicaciones posteriores o aguantar el rostro inocente y soñador que seguro lo convencerían de brindarle un abrazo protector al infante de cabellos castaños. Ambas opciones eran abominables… quizás no tanto, pero después del involuntario y meloso encuentro en el jardín, tenía que enfriar un poco las cosas, aunque sus planes iniciales era convertir a Jiroh en su novio… por más desvergonzado y escabroso que resultará, después de todo ¡por su madre que eran hombres!... pero por encima de sus profanas intenciones estaba la necesidad de sentir suyo a ese jovencito tan peculiar.

"Después de lo de hoy ¿qué sigue?" pese a su intento de no seguirse auto cuestionando, las preguntas se remolinaban una y otra vez en su cabeza, tal vez para el capitán engreído que tenía no significaba nada aquello, pero para él que era un alma plenamente soñadora y sentimentalista hasta decir basta, aquello significaba todo. Encogió sus piernas, flexionando sus rodillas a las par que las abrazaba, recargando su barbilla sobre ellas.

-¿Sabes que eres un niño muy molesto?- aquella inconfundible voz lo trajo de vuelta al mundo real, mirando sorprendido al recién despierto muchacho.

-¡Oye!-

-La gente normal duerme a estas horas con las cortinas corridas, en su cama, y con pijama- lo último fue acompañado por una mirada insistente que observaba la ausencia de pantalón en Jiroh. El castaño rió levemente, atendiendo el suspiro que escapaba del cuerpo del mayor para después verlo sentarse justo detrás de él, colocando sus piernas a un lado de sus caderas, mientras que recargaba su pecho sobre su espalda y lo envolvía en un protector abrazo, dejando su entumido cuerpo más tenso que nunca, ahunado a la pausada respiración de Atobe que se iba a estrellar directamente a su cuello, todo gracias a que su galante líder había encontrado comodidad en la curvatura de su cuello.

-¿Atobe?-

-Sólo necesitas saber que deseo estar contigo-

-¡Atobe!- ¿era eso una declaración? Si lo era que poco romántico era su acompañante.

-¿Qué?- extraño, muy extraño, lo más normal del planeta es que siguiera indagando, más bien que empezara a indagar porque hasta el momento no lo había hecho, pero extrañamente no sentía que hubiera necesidad de, aquel abrazo le transmitía cosquilleos tan fascinantes como inquietantes, concluyó no necesitar más palabras que las que tacañamente le había obsequiado el de cabellos grisaseos, inexplicablemente todo estaba dicho en ese abrazo. Relajando sus sentidos, echó sutilmente su cabeza hacía atrás, temiendo que cualquier movimiento brusco rompiera el encuentro.

-Aclaremos cualquier duda-

Aprovechando aquel meneo en Jiroh, tomo la barbilla del menor girándolo levemente para capturar nuevamente el adorable sabor de su boca, sabor que no pudo dejar de recordar todo ese tiempo en el que intentó dormir, le besó sin prisas y con deseos de no soltarlo en un largo rato.

"Ore-sama es un pervertido inmoral…ja, mañana me torturaré el día completo"

¿Declaración? No, ¿para qué? Si desde siempre supo suyo al tierno dormilón.

Continuará…