Lunática

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Capítulo uno


Comencé a correr del estudiante de medicina cuando supe que algo quería hacer él. Me había venido a dejar a casa después de llevarme a comer, ésta habría sido mi tercera cita con él. Sé que quería que fuese su novia y que moría por besarme pero no era lo que exactamente buscaba de él. Era una buena persona, aunque no como novio, no había alguna atracción a él por parte de mí. Tampoco buscaba deprimirlo con una negativa directa, por lo que caía rendida al juego coqueto de correr como si quisiera que me atrapase.

Al alcanzarme, estaba abriendo la pequeña reja blanca de mi casa y me sujetó por detrás, posando sus manos en mi cintura y hundiendo su cabeza en mi cuello como intento de llenar sus pulmones con mi perfume. No lo consideré repugnante en ese momento ya que se trataba de un simple amigo. Un amigo que se moría por mí. Desvié mi vista para ver si alguien estaría despierto a esas horas de la noche, no quería que este pequeño encuentro se supiera, y pude ver que mi vecino entraba a su casa y cerraba la puerta tras sí. Me quedé estoica unos segundos y decidí hablar antes de que me comiera a besos el cuello.

— ¿Sabes quién es él? —pregunté sólo para separarme de él, era una mínima excusa, pero él pareció entrar en sí y encontrar rápidamente la respuesta en su cabeza. Con Joe solíamos ser amigos hace un tiempo, y sabía que él vivió acá mucho antes que yo, era prácticamente nueva en el vecindario.

—Debió ser Koushiro.

— ¿Quién? —insistí divertida, cada vez que tenía que responder algo, sentía la necesidad de separarse para pensar muy bien la pregunta. Terminó por quedar fuera de los límites de la reja, al yo separarme completamente y cerrarla tras de mí, al igual que mi vecino incógnito.

—Es uno más del campamento, en el que me conociste.

—Pues no recuerdo —dije al fin como queriendo que él se desesperara tratando de hacerme recordar, estaba cansada y me encantaba cuando le entraban los ataques de histeria a él. Me crucé de brazos para enfatizar mi molestia al no reconocerlo, creo que le fascinó mi reacción, ya que no dejó de mirarme de esa forma. Mimí contrólate, no puedes estar haciéndole eso a todos los hombres que conoces. Claro que una llamada de atención de mi conciencia no lograba que dejara de hacerlo, estaba en mí encantar y fascinar. —Creo que es hora de irme, nos vemos.

— ¿Volveremos a salir?

—No lo sé, dale tiempo al tiempo.

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Salí a regar el jardín a media tarde. Como podrás imaginar no tengo mucho que hacer y salir al aire libre me pareció buena idea. Estar de vacaciones continuamente podía ser agotador algunos días, en las que mi buen amigo médico está ocupado con sus exámenes. No siempre era divertido estar todos los días en casa.

Mi cabello estaba totalmente despeinado y atado en una cola, podrás imaginar que recientemente me había levantado por los regaños de mi mamá. Había veces que me arrepentía de haber tomado unos años sabáticos y este era uno de esos días. Me preguntaba que qué estaría haciendo mi amigo médico en estos momentos y que si sería pertinente entablar una relación sentimental con él.

Miré a la casa de mi vecino, era exactamente igual a la mía, sólo que mi jardinería era más sofisticada. Ambas tenían ese horrible color blanco y esa reja de madera que me recordaba a una casa de muñecas. Busqué entre las ventanas de la casa contigua, quería saber si mi habitación era igualita a la de allí y si por casualidad me encontraba con mi vecino, tal vez podría ser más vago que yo, y vivir de noche, ya sabes, por la hora en la que entró a la casa. No tenía ni la menor idea de cómo era. Sólo conocía a Joe que vive cerca de acá y a una chica de lentes que parece explotar de felicidad al verme, sé que ella estudia algo con la computación, eso me comentó el otro día.

Di con mi habitación en la otra casa, pero ésta estaba con las cortinas cerradas, impidiendo que pudiese espiar algo de mi querido vecino. No imaginas la curiosidad que llevo a cuestas, de no saber si realmente vio o no lo que no quería que alguien viese. No es que me avergüence, nada más por que no es algo que quiero.

Decidí entrar a la casa, quizás con el vaivén que el viento provocaba en las cortinas podría ver cómo es que se puede ver mi habitación en manos de otro, y a mi vecino de paso. Vagué por la casa antes de subir, tenía que ver que estuviese todo en orden antes de que mis padres llegaran después de un largo día de comprar víveres. Quizás invitarían a alguien a cenar, normalmente lo hacen los viernes, así que tuve que entrar a la ducha y salir de las batas de baño que usaba para salir al jardín.

Salí envuelta en toallas, dispuesta a espiar un rato antes de prepararme para las posibles visitas. Llevé una silla del comedor a mi habitación y la puse frente la ventana y, en espera de que alguna forma de vida apareciera en mi ventana vecina, me dispuse a acomodar mi pequeña colección de cactus, estaban por todas partes, aprovechando cada rayo de luz a estas horas. Mi casa, a diferencia de la otra, era más iluminada por lo que no me imaginaba cómo vivían allá. Siempre asocié que casas oscuras esconden algo, quizás mi querido vecino tiene algo en su vida que perturbe a la comunidad, por eso llegó tan tarde ayer en la noche. Posiblemente había estado enterrando algo sospechoso en el parque de enfrente.

Después de unos minutos, vi cómo una persona se movía detrás de esas cortinas. Un logro, la casa pasó de estar muerta a contener una forma de vida interesante. Deambuló por la habitación y luego se sentó dándome la espalda, quedándose allí como momia por horas. Qué estaría haciendo, no lo sé, me aburrí a los diez minutos y, al volver en la noche, seguía ahí.

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Me senté al pié de la cama, algo incómoda, y estiré mi brazo para cerrar la ventana que usé para espiar hace unas horas. Joe, por su parte, se sentó en la silla que anteriormente había subido. Jamás lo había dejado entrar a mi casa, menos a mi habitación, y al momento de llegar mi mamá con él de la tienda me quedé horrorizada. Se había encontrado con él mientras compraba algo casi no comestible, según ella, y al ser mi buen amigo lo invitó a cenar. El silencio se hacía presente y su necesidad de hablar era demasiado obvia. Sé que me quiere pero no logrará nada.

Comencé a mirar por la ventana, como último recurso de evitar su cara con esa mueca de tenemos que hablar, y pude ver que mi querido vecino había encendido la luz y que por las cortinas se traslucía todo, era casi como no hubiese cortinas, y lo vi por primera vez. Ahora estaba frente a la ventana con un montón de papeles en la mano y era como si las estuviese corrigiendo, puesto que con un lápiz tiraba unas rayas para después de cambiar de hoja y repetir lo mismo. Era pelirrojo, un poco flaco y, hasta podría decir, intelectual, nunca había tenido interés en una persona así.

—Koushiro. —dije yo, para que mi buen amigo olvidara el tema, nuevamente. El dirigió la vista hacia la ventana por la que miraba y se sonrió, al parecer eran buenos amigos. —Y cómo van tus exámenes. —pregunté casi como un arrebato, estaba harta que pensara todo lo que estaba pensando. A veces me daba la impresión que quería que me casara con él o que tuviéramos un hijo, ya que siempre que me abrazaba tenía un algo con mi vientre y una mueca peculiar.

—Bien, de hecho, si todo sale bien comenzaría a ir al hospital público pronto. —sus conversaciones normalmente me aburrían, empezaba a hablar de diagnósticos clínicos que poco entiendo, hablaba de exámenes con nombres tan rebuscados que desde el principio no entendía y me perdía en su conversación. No me imagino qué es lo que quiere conmigo, debería tener una novia enfermera o medico. —Y cómo va tu vida. —me preguntó tímido, quizás no sabía de qué hablarme, me había parado en medio de su comentario y en mi pequeño escritorio, había comenzado a sacarme los zarcillos a espaldas de él.

—Como siempre, todavía no sé qué hacer con mi vida. Aún estoy entre ser diseñadora o algo más, pero algo saldrá de este tiempo para pensar. —bostecé levemente, no es que tenga sueño ya que dormí la mayor parte de la tarde, es sólo que quiero que se vaya para evitar la conversación. Me recosté sobre la cama y luego lo miré, es tan asertivo que captó muy bien el mensaje.

—Se hace tarde, mejor me voy.

— ¿Enserio? –pregunté como sorprendida, no es que sea mala, sólo que sé como manejar a este médico.

—Se hace tarde y tienes que descansar, por mi parte, todavía tengo que estudiar un poco. —me sonrió para luego desaparecer por la puerta, no lo acompañé por que fue muy rápido como para seguirlo y, además, quería quedarme a admirar a mi vecino, algo debía estar ocultando.

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A la mañana siguiente se me ocurrió revisar mi correo electrónico, llevaba tiempo sin entrar a ese mundo y al estar tan aburrida de repetir mis días comencé a hacer lo que jamás hacía. Estaba repleto de cosas sin importancia, gente desconocida que me vendía productos ilícitos o cadenas que me amenazaban de algo forma si no cumplía una condición, no fue difícil deshacerme de tremenda cantidad de correo sin leer. Lo horrible, fue ver uno que venía de los Estados Unidos, estaba al final de toda esa pila de basura, con un nombre tímido que simbolizaba una cara sonriente.

La carta electrónica era demasiado simple, me decía que estaba feliz, que había encontrado a una chica que lo hacía más feliz y que ahora tenían una relación muy feliz, además que quería decírmelo primero, antes de que lo supiera por un tercero. Qué noble, prefería no haberlo sabido jamás, thanks. No pensó en que todavía pensaba, cuando estaba en vías de entrar en el mundo de los sueños, en que vendría a este país, arrepentido a rogarme que volviésemos a estar juntos y que no le importaba perder nuestra amistad después. Es gratis soñar.

Anyways, esta gran noticia no me afectó para nada, lo tomé muy bien. Esa misma tarde, llamé a mi amiga de la infancia, Sora, a quien no había visto desde que me fui del país. Desde que había llegado, sólo tenía a la chica de los computadores, y una vieja amiga de mi propia edad no me vendría mal. Ver a todos los del dichoso campamento no me parecía mala idea, es más, recordaba muy bien a ese chico rubio que cuidaba celosamente a su hermano pequeño. Debe ser un buen partido a estas alturas y yo fácilmente podría reemplazar a su hermano, ya estaría grande ahora y no lo necesitaría. Pero al llegar al pub en donde nos encontramos por primera vez en mucho tiempo, el panorama era completamente distinto, déjame explicarte desde el principio.

El ambiente estaba repleto de humo, música muy fuerte y el aroma alcohólico que me hizo vibrar en seguida, era tal cual el territorio yankee, ya lo podía ver entrando al lugar completamente arrepentido. La pelirroja entró unos minutos después, el tiempo que había pasado se sentía, había pasado de ser la chica futbolista a una femenina y curvilínea mujer. Le grité tal rubia tonta y la invité a la barra como una completa golfa. No sabía lo que me había pasado, estaba tan enojada por el asunto del correo electrónico que era capaz de hacer cualquier cosa y mi vieja amiga lo había notado, pues ocultó un pequeño rubor bajando levemente la cabeza. Qué desvergonzada, pensé.

—Qué quieres tomar—le pregunté rápidamente al momento en que se sentó junto a mí, yo ya estaba bebiendo un gran daikiri y podía sentir sus efectos. Iba por el segundo y el tipo que servía ya me había estado etiquetando como una chica fácil y exageradamente joven. Mientras ella se decidía con qué trago partir, yo, con el evidente estado que llevaba a cuestas, me quedé mirando sus labios carnosos. Qué belleza. —Dios, debes besar excelente. —dije arrebatadamente y ahora sé lo que la pobre pensó de mi, bajo una vez más la cabeza y pidió, tímida, una cerveza. No podía dejar de hablar fuerte, era como si estuviese sorda de mi oído que estaba a su lado. —No me malinterpretes, tuve novio allá, pero me botó por una perra.

Sé que a Sora le impresionaba la forma con la que me expresaba, y no la culpo, debí haber salido con el médico. Jamás me dejaba beber por que sabía lo mucho que me gustaba conducir su auto de vuelta. Reí sonoramente a la vez que el barman llegaba con el pedido de mi amiga, y este me reprendía con la mirada cuando yo le decía que se encontraba en un severo estado demente al verme como una loca. Tenía razón pero le ordené que le trajera más licor a mi amiga, ya que, según yo, ella se moría de sed cervecera.

Al rato, Sora era otra, era una zorra más y fue en ese momento en donde me confesó mi segunda gran desilusión del día.

—Matt es el amor de mi vida, y él me quiere tal cual soy. Creo que me casaré con él y le daré una parejita. —era evidente la ebriedad que traía a cuestas, decía incoherencias, en efecto, una nunca se casa con su primer novio y vive un final feliz como los de los cuentos ¡Estaba loca! Me había contado su historia con él, el mejor amigo de ambos había estado enamorado de ella desde el campamento, y ella hace sólo un mes se había dado cuenta que adoraba al otro. Creo que el estaba en medio de una tocata cuando en una estupidez del momento, se abrazaron y el flechazo los atravesó. —Él me ama.

—Niña, no te ilusiones tanto, no sabemos lo que pasará en el futuro. —pasé de la ebriedad a la filosofía, pero alguien tenía que decirle a la pobre que las cosas no son como uno quiere que sean. —Estas cosas terminan en cualquier momento por que una puta se atraviesa, los hombres son así, confían más en sus pelotas que en nosotras. —ella me odió, lo sé por la cara que puso después de mi comentario. Lo dije con rabia y creo que más bien estaba dirigido a otra persona. Luego la pelirroja se normalizó.

—Él es distinto, él…—no siguió y rompió en una mezcla de risa y llanto. —él no puede saber que estuve con Tai la semana pasada. —al rato, me hizo jurar que no le diría a nadie. ¿Sus razones? Nadie sabe, debe ser su poca resistencia al alcohol lo que la forzó a engañar al amor de su vida. Con el rubio en una relación, decidí apartarme de ese tipo de hombres por un tiempo, y no pude alejar la imagen de mi vecino, él no parecía ser igual al resto, tenía ese aire de persona erudita y totalmente seguro en sus conocimientos, no como el médico, podría ser inteligente pero esa aura de inestabilidad emocional e inseguridad hasta para caminar me alejaba involuntariamente.

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A la mañana siguiente, comprenderás que abrí los ojos con un enorme dolor de cabeza y que el lindo día sólo acrecentaba la molestia, pude escuchar la voz de la chica que sólo hablaba de circuitos y no estaba sola, hablaba con alguien, hombre por cierto, como si estuvieran charlando en mi jardín. La voz desconocida era amable y con un timbre que me deleitó, era la de mi querido vecino. Cuando me levanté para correr para ir a la ventana a espiar, pude recordar que, bien temprano en la mañana, estaba quejándome al llegar de lo caluroso que estaba el mundo por el calentamiento global y había abierto completamente la ventana para que la atmósfera se ventilaran con todo el aire limpio que estaba en mi habitación. Sabía mucho del tema, se preguntarán por qué, es simple, Joe siempre me hablaba de los nuevos documentales que veía cuando estaba de turno. Juro que muero cuando empieza a hablar de eso.

Siguiendo con el tema que nos interesa. Pude ver que él vestía como intelectual, me imagino que es un Einstein en progreso o algún profesor de la universidad a su corta edad. Me encantaría que me hablara de todas las teorías que tiene sobre quién sabe qué. Hablaba moduladamente, a diferencia mía, que uso muletillas cuando hablo y casi uso las mismas palabras cada vez que abro la boca. Era perfecto, necesito un polo opuesto, alguien que me diga por qué se atraen. Sentí la necesidad de hablar con él, por lo que bajé y busqué algo en la casa que me hiciera salir, y vi la basura lista para ser transportada hacia el vertedero. Qué oportuno, y como había llegado temprano a la casa, no me había sacado la ropa y estaba perfecta para ir, con el maquillaje a medio correr por las pocas horas de sueño, pero hermosa de todas formas.

—Hola Yolei, cómo estás. —llegué como toda una cínica, pero sería la primera vez que hablaría con mi vecino estrella. Dios, tenía una belleza distinta, me agrada.

— ¡Mimí! Iba directo a clases, pero me encontré con Izzy y justo me toca una clase con él. — ¿Izzy? Creí que su nombre era Koushiro, da igual, le acerté a su profesión. Lo supe desde que lo vi corrigiendo exámenes a un lado de la ventana. Soy una completa psicópata, brillante, pero psicópata al fin y al cabo. — Él me hace las ayudantías de Cálculo tres. Supongo que se conocen.

—No, no nos conocemos. —dije delicadamente, estaba segura de que él caería a mis redes sólo con escucharme hablar con ternura, pero al parecer, en sí era demasiado diferente a los demás, no cayó jamás.

—Eres la novia de Joe ¿cierto? —y ese tipo me penaba en todas partes ¡Es un amigo! Y jamás estaría con un amigo… así. —Bueno, es hora de que me vaya. Tengo que preparar la práctica. —se despidió con un gesto y desapareció. Tan sereno y libre, y yo me sentía como la gran loser del momento, con la basura de mi familia en una mano, pero una única cosa me molestó más, a él no le importé ni un solo poco, no me miró mucho, es más, estoy segura de que no me miró. Jamás me había pasado eso con un hombre, siempre había sido el centro de atención. ¡Qué pasa con el mundo! Parece que me quiere castigar de alguna forma, ¿Por qué? No sé, las cosas malas siempre les pasan a las personas buenas.

Es gay.

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Era tarde y me pasé el día completo pensando en lo mal que estoy, es decir, quiero olvidar a Michael con otro, y ninguno está disponible. Uno tiene novia y el otro es claramente gay. Mi radar debió descomponerse de tal forma que trato de atraer a la gente equivocada. Cada vez me desilusionaba más, tenía que empezar a moverme y darle a mi vida un nuevo sentido. Hacer nada realmente agotaba. Podría salir a trotar y ser totalmente espectacular y traer de vuelta de la perdición a mi vecino. No era que ser homosexual era malo, es simplemente que estar conmigo es mejor que mil hombres. Además, no se veía como el tipo de persona que saliera en una cita muy seguido ¡Necesitaba de los encantos femeninos! Pero, la pregunta era otra, cómo quitarle de la cabeza al profesor que yo estaba con el médico. Sé que el pelirrojo llegará a eso de las nueve de la noche y para eso faltaban dos horas, podría ir a hablar con él, pero simplemente la idea me parecía muy extrema. Le parecería muy demente y fácil.

Y un rato después mi ampolleta interna se encendió. Comencé mi macabro plan citando al joven medico a mi puerta un poco antes de las nueve.

Estaba sentada afuera de mi casa, sobre el césped, a la espera de mi amigo. Me había arreglado completamente, sólo para que el académico viera la escena. A la hora del ataque, ambos llegaron casi al mismo tiempo. Joe estaba muy feliz de verme, y de que yo lo haya llamado por que siempre era él el que me citaba. Me paré y le abrí el pequeño portón blanco para que pasara, pero lo detuve allí mismo, Izzy estaba con su campo de visión solo hasta ese punto. Comencé.

—Joe, quiero que me digas algo, sé sincero, por favor. —él empezó con sus inseguridades, típico, podía ver cómo su corazón latía con más fuerza, chocando visiblemente con su pared torácica. Puso su cara de pregunta y no aguanté, el pelirrojo estaba sacando sus llaves para entrar a su casa y perderse de todo. —Dime por qué te gusto.

—Por que eres linda…—dijo entrecortado, acomodándose sus lentes que continuamente se le resbalaban por el sudor que le brotaba de los poros. Pobre, sudaba como un cerdo.

—Y qué más. —dije como sentencia, él no supo qué responder, sabía que habían mil cosas que le gustaban de mi pero con los nervios a cuestas, su mente estaba nublada y no podía articular ideas ni menos palabras. Sé cómo es él y lo usé para mi conveniencia. Realmente soy malvada. —Eso no es suficiente. —finalicé y entré a la par con mi vecino. Sé que Joe quedó destrozado, pero tiene que entender que la vida no es siempre como quieres que sea.

Corrí a mi habitación, sin encender luces que delataran mi presencia en territorios vecinos, y me asomé en la ventana. Pronto, Koushiro o Izzy, cual sea su verdadero nombre y su nombre artístico, entró en la suya, como usualmente lo hacía, dejó unos exámenes en su escritorio, probablemente para corregir después, y se sacó su chaqueta para colgarla inmediatamente en el perchero. Qué ordenado, nunca había tenido un novio como él. Después, encendió, lo que ahora sé que es, su computadora y se quedó dándome la espalda un par de horas. Típico, pero quiero saber qué es lo que piensa de mi ahora.

¡Juro que soy soltera!


Nota: Gracias por leer. Nos vemos en el próximo cap.