Simetría.

1.

Es el segundo partido del año, Ravenclaw contra Gryffindor, que desde hace un par de años se ha convertido en todo un clásico. Sigue existiendo esa rivalidad entre Slytherin y Gryffindor, pero la emoción de verdad, la competitividad y las apuestas están en ese otro encuentro. La culpa la tienen Al y su hermano. No importaba que el hermano pequeño de James Potter, demasiado parecido a su padre, acabase en Ravenclaw contra todo pronóstico. Ni león ni serpiente. No importó hasta que fue elegido buscador del equipo y su hermano mayor le declaró la guerra en el Gran Comedor hace dos años. Se olvidan del apellido y de la sangre cuando vuelan, uno detrás de la quaffle y el otro de una snitch.
Scorpius se sienta entre sus compañeros en las gradas. Se ajusta la bufanda y el cuello del abrigo. Todos son vítores y gritos y aún faltan diez minutos para que empiece el gran partido. Es el tiempo suficiente para las apuestas de última hora. Esta vez la gente confía en que Ravenclaw se hará con la victoria.
La ve en una de las gradas, sentada con su primo Hugo, los dos mirando al cielo y riendo. El león que cubre la cabeza de Lily ruge y capta la atención del resto de los Gryffindor que les rodean. Aplauden entre más risas. Entonces le ve. Si es fácil divisar el pelirrojo entre grana y dorado, aún más fácil es el "rubio Malfoy", como lo llama James, entre el azul. Le dice algo a su primo y los dos agitan los brazos saludándolo con efusividad. Scorpius lo devuelve con una sonrisa.
Dos horas y once minutos, frío, llovizna y voces afónicas después, Gryffindor gana a Ravenclaw.

2.

Lily va porque se supone que es el lugar donde se tienen las primeras citas y la mayoría de las chicas de Hogwarts hablan de Madame Puddifoot como si fuese la cazuela donde se cuecen todos los romances del colegio. Como diría su abuela, es el caldero del amor. Pero a ella le parece el lugar más hortera que ha visto en su vida. Lo único que se puede cocer en un sitio así es cursilería. Está todo lleno de lacitos rosas y bordados, querubines y ángeles tocando el arpa y ese olor dulzón que le revuelve el estómago cuanto más tiempo pasa. Parejas que cuchichean entre risitas tontas. Seguramente las parejas de verdad, que no son estúpidas, están tomándose una cerveza de mantequilla en Las Tres Escobas.
-Hey, Lily.
Lily levanta la vista. Scorpius Malfoy y Mary Howard, una Ravenclaw de su mismo año con la que sale desde hace un par de semanas le sonríen parados frente a su mesa.
-Hola –dice, y es de esas veces en las que desea que le trague la tierra.
Si hay algo peor que ponerse colorado como un Weasley es hacerlo también como un Potter. A veces Lily odia a sus padres por cosas como esas. Y Scorpius, que como mejor amigo de su hermano, la conoce desde que era una niña lo nota pero no parece darle mucha importancia.
-¿Dónde está tu cita? –pregunta Mary.
-Ha ido a pedir algo para beber.
Scorpius mira y luego asiente.
-¿Mark McGilligan? –Lily asiente.- ¿Saben tus hermanos que estás aquí?
-Merlín, no. Y no se lo digas. James me hizo jurar hace años que jamás vendría aquí, o sea, que nunca saldría con ningún chico y Al seguramente se avergonzaría más que yo…
Scorpius ríe. Siempre le sorprende cuando ocurre. Ha oído tantas historias sobre su familia que no cree que nadie más que él se ría entre los Malfoy.
-No te preocupes, no diré nada.
-Gracias.
Mark aparece con dos tazas de té. Mira incómodo a Scorpius y Mary y le ofrece a Lily una de las tazas.
-Pásalo bien –dice Scorpius.
-Nos vemos –se despide Mary con jovialidad.
Lily sonríe sin ganas, aburrida, preguntándose qué tipo de pareja son Scorpius y Mary. A ella no la conocía, pero ha pasado el tiempo necesario con él para saber que no es estúpido.

3.

-Mi padre estudió con el suyo y me dijo que era un mortífago.
-¡Venga ya!
-Te lo juro. Draco Malfoy fue un mortífago. ¿Por qué iba a luchar si no junto a Voldemort?
-No tenía por qué serlo –dudó una de las voces.
-Seguro que sí. Lucius Malfoy también lo fue –añadió la primera voz.
Lo demás no importa. Scorpius siente como si se le hubiese helado la sangre en las venas. Espera escondido en el servicio hasta asegurarse de que está solo. Cuando sale se mira en el espejo. Es consciente de lo mucho que se parece a su padre, aunque haya heredado los ojos azules de su madre. Trata de imaginar que es su padre con su edad, la guerra, Voldemort y las alianzas. Toda su vida lo ha sabido, proviene de una familia de traidores. Es algo que muchos le han echado en cara desde que puso un pie sobre Hogwarts. Mientras eran solo traidores era más fácil dar la cara y acostumbrarse a ser un Malfoy. Pero ser un mortífago es otra cosa. Es vender tu alma al diablo. Es más que estar equivocado en algún momento.
Su padre no pudo ser un mortífago. Es incapaz de imaginarlo. Tal vez su abuelo lo fue. Él ya está muerto, pero siempre hubo algo siniestro en aquel hombre al que no llegó a conocer del todo. Nunca hablan del pasado si pueden evitar hacerlo pero siempre ha creído que no lo hacían porque hablar de una guerra, sin importar el bando, es doloroso.
No es que le importe lo que digan los demás, le importa lo que piense él.
De pronto lo único que importa de verdad es que lo que su padre vaya a contestar.

4.

Lily sube las escaleras de dos en dos.
-¿Y qué te dijo? –pregunta su hermano.
-No lo negó –contesta su mejor amigo.
No suele escuchar conversaciones ajenas. Tan solo cuando sus padres están planeando algún castigo para ella o sus hermanos se permite usar las orejas extensibles o pegar la suya directamente a la puerta. Una vez espió a sus hermanos y oyó algo que deseó durante meses no haber escuchado nunca y que la incapacitó para mirarles a la cara durante semanas.
Sin embargo, Lily es una persona curiosa. Y está escuchando de una forma totalmente accidental.
-Lo siento.
-Tiene la marca. Me la enseñó. Era un mortífago y ni siquiera se ha molestado en negarlo.
En el piso de abajo suena el reloj de pared, una de esas antigüedades que se mantienen en Grimmauld Place. Lily recuerda entonces a qué ha subido. Llama a la puerta que ya está entreabierta y asoma la cabeza.
-A comer, chicos.
-Ahora vamos, Lil –contesta su hermano.
Se fija en Scorpius Malfoy. Lily le sonríe cuando le mira pero él aparta la vista y le da la espalda. Por un momento teme que sepa que les ha escuchado. Al se encoge de hombros y niega con la cabeza.
Lily baja y termina de ayudar a su padre con la comida, que se resume en mantener a James alejado hasta que estén todos sentados a la mesa. Cinco minutos después, Al y Scorpius entran en la cocina. Las Navidades pasadas su tío Ron le enseñó algunas fotos de los equipos de Quidditch de los tiempos en que sus padres y él jugaban. A Lily le encantan las historias que cuenta su tío Ron sobre cuando iban a Hogwarts. En una de las fotos del equipo de Slytherin aparecía Draco Malfoy y entonces pensó que a pesar del parecido físico, Scorpius no tenía nada que ver con aquel chico de pelo plateado y expresión altiva.
Cuando Lily le ve, con esa sonrisa que es todo menos una sonrisa de verdad, es como si Draco Malfoy fuese a comer con ellos.

5.

James y Al están en uno de esos momentos en los que parece que el mundo depende de quién gane algo, esta vez una partida de ajedrez. A veces Scorpius les envidia y le gustaría tener un hermano y, otras, le hacen alegrarse por ser hijo único. Aprovecha para pasear por la casa. Al le dijo el día que llegó que Grimmauld Place ya no es el mismo lugar que habitaban los Black, pero hay rincones, muebles y libros que no han cambiado.
Lo que siempre será nuevo es la música que proviene de la habitación de Lily Potter. La puerta está abierta, igual que la gran ventana que da a la calle, y las finas cortinas blancas se balancean como si estuviesen bailando. Está tumbada en la cama, boca abajo, con las piernas dobladas hacia arriba y un mechón de pelo entre los dedos. La música para y al levantarse para cambiar la cara del disco, le ve parado en la puerta.
-No me lo digas. James y Al están demasiado ocupados sacándose los ojos o jugando al ajedrez.
-Lo segundo. Aunque seguramente acaben haciendo lo primero –contesta.
-No me extrañaría.
Lily sujeta con cuidado el vinilo y lo vuelve a dejar en el tocadiscos. Mueve la aguja sobre él y la coloca con suavidad. Suenan los primeros acordes de Within You Without You.
-¿Te gusta Grimmauld Place? –pregunta Lily.
-Es un lugar un poco raro para pasar el verano –confiesa.
Lily enarca una ceja.
-Ven, te voy a enseñar algo –dice.
Entra en la habitación mientras ella aparta un gran libro de la estantería. Se sienta sobre la cama de espaldas a la puerta. Duda durante unos segundos y se sienta a su lado. Se fija en que en realidad es un álbum. Pasa las páginas y está lleno de fotos muy viejas. Se para en una de ellas y señala con un dedo.
-Mira, este de aquí es mi abuelo James –dice.- Al se parece a él, ¿verdad?
Un chico con pelo revuelto, sonrisa seductora y gafas saluda y guiña un ojo. Lily mueve el dedo sobre la foto y Scorpius lo sigue hasta que se para sobre otro chico. También sonríe, pero hay algo triste sobre él que no sabría explicar.
-Este es Remus Lupin, el padre de Teddy. Y este –Lily señala ahora a otro chico de pelo negro y que revuelve el pelo a James Potter aún más- es Sirius Black. Era el mejor amigo de mi abuelo y fue el padrino de mi padre. Tuvo una vida horrible, sabes –acaricia la foto con las yemas de los dedos y de pronto suena apenada y nostálgica.- Supongo que has oído hablar de los Black alguna vez, ¿no? Tu abuela y él eran primos. Toda su familia estaba a favor de Voldemort, algunos hasta fueron mortífagos –se acuerda de su padre y se tensa,- incluso su hermano pequeño, Regulus. Supongo que todos esperaban que él lo fuese también. Pero no lo fue, y encima era Gryffindor. ¿Te imaginas? Y toda su familia le odiaba, y él a ellos. Él no quería ser uno más y no lo fue –finalizó.
Scorpius se da cuenta cómo dice "no lo fue". No lo conoció y todo lo que sabe de él deben habérselo contado sus padres y tíos, pero habla de él como si de verdad supiese quien era Sirius Black.
Y él no era un Black más.

6.

Ha leído sobre ellos infinidad de veces. Ha visto algún que otro dibujo pero nada parecido. Su madre le ha hablado alguna vez de ellos, pero nunca ha visto uno y su padre nunca dice nada de esas cosas, así que todo lo que sabe no le prepara para la impresión. Ni siquiera había pensado que ahora podía verlos. Scorpius no se siente en absoluto fascinado por los threstals. Hay algo en ellos, y sobre todo lo que significan, que le inquieta. Aunque tampoco son tan siniestros como esperaba. Se mueven de una forma bastante grácil.
-¿No tienes que hacer alguna cosa de prefecto?
Se gira y se encuentra con Lily Potter y eso que Al jura que no es un gato normal y corriente. Debe imaginarlo porque su gesto cambia perceptiblemente.
-Oh, ¿los ves?
-¿Tú no?
Es una pregunta estúpida, porque si pudiese lo sabría, pero le haría sentir un poco mejor conocer a alguien que también los ve.
-No. Nunca he visto a nadie, bueno, ya sabes –dice.
-Ya.
-Siento lo de tu abuela, por cierto.
Scorpius asiente y Lily sonríe ligeramente.
-Ya nos veremos por ahí.

7.

La culpa es suya. Hugo se lo dijo. Roxanne se lo dijo. Hasta Fred le advirtió. Lily sube corriendo por las escaleras hacia la torre de Ravenclaw. Se lo va a decir a Al. Normalmente ella se encargaría de ello, pero se siente tan estúpida y utilizada que necesita que uno de sus hermanos la defienda. Si se lo dice a James es probable que acabe en Azkaban.
-¡No corras por los pasillos! –le grita alguien.
Sube los escalones tan deprisa que al llegar al último tropieza y el suelo es lo único que besa a Lily esa tarde.
-Te dije que no corrieras.
Sabe que no ocurrirá, pero de verdad espera que quien sea, la deje allí tirada y siga con sus asuntos. Es como esperar un milagro. Contra todos sus deseos la coge por el brazo y la obliga a sentarse en el primer escalón.
-Merlín, Lily. Te has partido el labio –dice Scorpius y la coge por la barbilla.
Se lleva los dedos a la boca y ve la sangre. Scorpius saca la varita y apunta hacia su cara. Pronuncia Episkey en voz baja y Lily se pasa la lengua por el labio. Lo nota curado, pero la sangre aún está ahí.
-Gracias.
-¿Ahora vas a decirme por qué ibas corriendo como una loca?
De pronto se da cuenta de lo ridícula que es la situación, de lo estúpido que es correr para que tu hermano le dé una paliza a un chico. De haberse caído delante de Scorpius Malfoy y de tener que darle una explicación cuando no quiere. Va a pensar que es tonta y con toda la razón.
-No es nada –contesta.
-No debe ser nada si estás llorando.
Desde cuándo Lily es incapaz de controlar sus emociones es un misterio hasta para ella. Se pasa las manos por las mejillas y se esfuerza por no llorar más.
-¿Es por algún chico? –aventura Scorpius.
Ojalá pudiese decir que no. Asiente con la cabeza tan avergonzada que si el suelo se abre bajo sus pies, le dará un beso en la boca, dirá adiós y se dejará caer por el agujero sin importar a donde vaya a parar.
-Ya veo.
-Pero la culpa es mía. En el fondo sabía que era un capullo. Solo había salido conmigo para darle celos a otra chica –finaliza y aún sigue esperando al agujero.
Lily no quiere reconocer que más que dolida y avergonzada, se siente humillada. No le gusta la palabra y tampoco lo que implica. Y tampoco quiere contarle todos los detalles de su fracaso sentimental.
-Todo un capullo. Pero la culpa no es tuya, Lily.
-¿Todos los chicos son así?
-Claro que no –contesta con una sonrisa.

8.

Es el primer partido de James como capitán. Es de las únicas cosas que hacen que su hermano sea un manojo de nervios insoportable. Desde que recibió la carta con la insignia de capitán no ha hecho otra cosa que jurar y perjurar que ese año la Copa la gana Gryffindor. Hugo se sienta a su derecha y a su izquierda, Scorpius y Al con esa chica a la que lleva persiguiendo desde quinto y que parece que por fin le hace un poco de caso. Emma Bridge. A decir verdad, Lily cree que no merece tanto esfuerzo.
-¿Por qué Hugo y tú no jugáis? –pregunta Scorpius.
-Eso mismo se pregunta mi padre –contesta Hugo.
-Es más emocionante verlo –dice Lily.
Es normal que les guste, viniendo de una familia donde el Quidditch es prácticamente una religión. Y no es que más de la mitad de sus familiares hayan jugando en el equipo de Gryffindor cuando eran adolescentes y que ella misma y Hugo lo hagan cuando van a La Madriguera. Pero a Lily le gusta formar parte de la afición, la bufanda y los colores, el gorro que le regaló su tía Luna para animar en los partidos y pintarse la cara con Hugo para animar a su hermano mayor y su prima Rose.
-¿Y tú por qué no juegas? –pregunta al mejor amigo de su hermano.
-Porque se le da fatal –responde Al, que se acuerda de que no está solo con la tal Emma.
Scorpius se ruboriza un poco y agacha la cabeza.
-Seguro que hay un montón de cosas que se te dan bien.
La mira, sonríe y dice algo que Lily no llega a escuchar porque el equipo de Gryffindor ya sobrevuela el campo y las gradas y todo el mundo grita a su alrededor. Lily observa un último segundo a Scorpius Malfoy, que sigue mirándola con esa extraña sonrisa en los labios.
Esa tarde James está a punto de romperle varias costillas cuando la abraza en la fiesta de celebración.

9.

Al duerme en una de las sillas con una postura que le dolerá por la mañana. Es el día después de Navidad y por primera vez siente que debería estar en casa, con sus padres y toda esa familia y amigos aunque desease estar en cualquier otra parte. Es la primera vez, desde aquel primer verano con los Potter, en el que Scorpius sabe que ese no es su lugar.
Lily sujeta la mano de su padre entre las suyas. Le habla aunque su voz no es ni un murmullo en la habitación de San Mungo. Lo peor ya ha pasado, pero los médicos han dicho que estará inconsciente por lo menos un par de días más. Ginny Potter y James entran en la habitación sin hacer ruido, con un par de vasos humeantes.
-¿Te importaría sacarla un poco de aquí? –le susurra la madre de Al.- Solo a que tome un poco el aire, por favor.
Scorpius asiente con seguridad y ella sonríe agradecida.
-Lily, cariño –le dice su madre, cogiéndola por los hombros y obligándola a levantarse.- Acompaña a Scorpius a comer algo.
Lily mira a su madre y accede a regañadientes. Salen de la habitación y caminan en completo silencio. Pone una mano con suavidad en su espalda y la guía hasta una de las pequeñas salas de espera. Hay un sofá pegado a la pared, una planta y un par de cuadros adornando las paredes. Lily se sienta. Él prefiere quedarse de pie.
-¿No vas a sentarte? –pregunta ella, con voz entrecortada.
-No te preocupes por mí, estoy bien así.
Murmura algo, o simplemente es un "hum". Le da la espalda y mira por la diminuta ventana de cristal que hay en la puerta al pasillo. San Mungo no es como lo imaginaba, no tan vacio. Seguramente, en otro tiempo no lo fue. La oye de nuevo, es un ruido extraño. Al girarse la ve con las manos cubriéndole la cara, los hombros le tiemblan y Scorpius no tiene que ser el genio que es en otras materias para saber que está llorando.
-¿Estás bien, Lily?
Mueve la cabeza, pero no es ni un sí ni no. Se acerca al sofá y se sienta a su lado. La observa un momento antes de dudarlo otros segundos más y rodearla con un brazo. En cuanto se da cuenta del contacto, Lily se apoya sobre él y Scorpius termina abrazándola.
-En serio, Lily, no te preocupes. Tu padre se va a poner bien.
-Podría haber muerto –dice, sus palabras vibran contra su pecho. Añade con voz débil:- está tan quieto.
Scorpius no dice nada más. Pasan un par de minutos hasta que Lily se calma. Se incorpora y se frota las mejillas con las manos.
-Qué vergüenza, -dice.- Mira como he dejado tu camisa.
Scorpius mira hacia su pecho. Lily intenta estirar su camisa, la pequeña mancha azul oscuro justo arriba del corazón. La coge de las manos para que pare y le hace mirarle.
-No pasa nada.
Tiene los ojos enrojecidos, pero a pesar de eso puede ver la diferencia que las lágrimas han originado en el color. Es una mezcla entre miel líquida y gris. Las pestañas húmedas y el rubor en las mejillas.
Si alguien le pregunta después, no sabrá qué decir. No será capaz de formular en palabras que compongan frases algo que le dé sentido a eso. Todo sonará a excusas. La repentina vulnerabilidad de Lily Potter, la densidad del aire en esa sala o la carencia de cualquier pensamiento coherente por su parte. No lo piensa y no espera a hacerlo.
La besa y es como si el tiempo se hubiese parado durante un instante eterno. Tan solo son labios rozándose, apretando levemente. Abre los ojos y ella los tiene cerrados y la boca entre abierta.
-Lo siento, Lily –susurra.
Ella reacciona por fin, se levanta cabizbaja y se para frente a la puerta.
-Sí, eh, hasta luego –contesta en voz alta antes de salir.