Aquí está el último capítulo del fanfic... Así que se resuelven vuestras dudas sobre si acaba de manera triste o feliz, vuelvo a decir que tengo otro fanfic, llamado la vida perdida. También trata sobre Alice, la cual se convierte en humana y de problemas familiares por los que pasan los Cullen.

Muchas gracias a todos los que lo seguisteis y me dejasteis reviews para que supiera si os gustó o no, lo aprecio. ¡Espero que os guste el final!


33. Mi príncipe azul

De repente me encontraba en mi casa. ¿Cómo había llegado hasta allí? ¿Cuándo?

- Te quiero Alice... – me dijo Carly, sonriente. Sus ojos con lágrimas. Me tomó mi fría mano entre sus manos cálidas y la apretó con su fuerza.

Oí un golpe, di un respingo y me alarmé, abrí los ojos y miré a mi alrededor. Sonaba lejano, también voces. Me giré para encontrarme con Oliver, recostado en la pared, con su aire indiferente, pero triste, por Michelle supuse.

- ¿Dijiste algo? – otro golpe, fuerte, me asusté de nuevo. Él se limitó a negar con la cabeza y me sonrió sin rastro de felicidad aparente, sólo una sonrisa falsa para comunicar que no pasaba nada, pero si que pasaba algo.

Otro golpe. Voces. Risas.

Todo cambió, ahora estaba tumbada con los ojos cerrados, me asusté mucho, no me había movido ni antes ni ahora. Sonó un golpe cerca de mí, algo metálico. Me calmé. Otro golpe. No me alarmé, mantuve la calma a pesar de lo extraño que me resultaba todo. Cambiaba rápidamente de escenas.

Todo era negro. Oí risas familiares. No eran las risas de la pequeña Carly, pero tampoco era la voz de Oliver.

- ¡Vamos bella durmiente! ¿Llamo a tu príncipe azul para que despierte tu letárgico sueño con un beso cursi? – tras eso, esa voz rió.

Una luz me enfocó la cara y me dejó ciega a pesar de tener los párpados cerrados. Moví un dedo para comprobar de algún modo que ese cuerpo era mío y de que estaba consciente. Moví la mano y me cubrí los ojos con la palma de mi mano.

- Le molesta la luz, amor… - dijo otra voz masculina. Tras ese pronunciamiento de palabras, la luz se desvió.

- Alice, ¿puedes oírme? – una voz femenina esta vez, preocupada y dulce.

- Déjala descansar… Vayámonos abajo. – dijo una voz que ya había hablado antes.

Oí unos pasos y unos suspiros, salieron de la misma habitación en la cual yo me encontraba y cerraron la puerta tras de sí.

Me di cuenta de que estaba cubierta por una fina manta. Me incorporé retirando la mano de mis ojos pero con estos cerrados. Los abrí. Me encontraba en la espaciosa cama de Rosalie y Emmett. Suspiré como cansada. Estaba cansada, supuse que se parecía al estado después de haber dormido durante días… ¿Dormido? Pero… ¿Cuándo?

- ¿Carly? – dije al tiempo que me frotaba los ojos. Palpé a mi lado, pero estaba vacío y plano. Miré. No había nadie en la cama.

Noté como un peso se unía a la cama haciendo que mi cuerpo bajara ligeramente. Un suave y templado tacto me tocó la mano. Oliver.

- Oliver, donde… - pero no era Oliver. Cuando giré el rostro hacia él me encontré a alguien a quien no esperaba.

Jasper. Mi príncipe azul.

Tenía la piel normal y corriente, pálida y suave. Me miraba confuso pero con una media sonrisa. Bajó la mirada a su mano y acarició el dorso de mi mano con su dedo pulgar. Suspiró.

- J… ¿Jasper? – se me quebró la voz al mencionar el nombre.

Alzó la vista para encontrarse con mis ojos dudosos.

- ¿Sí, amor? – Alzó una mano para acariciarme con sus yemas mi mejilla. Fruncí el ceño y un escalofrío cruzó mi columna de arriba a abajo. - ¿Qué te preocupa tanto? – él también frunció el ceño al notar con su don mis sentimientos.

- Jasper perdóname… - llevaba siglos planeando el discurso… Pero ahora parecía perdido en algún lugar de mi mente – Lo siento, de veras que no… no te vayas… Por favor, no…

- Cálmate, no me iré a ningún lado, ¿entendido? Pues anda que no estás confundida…

- Tú, pero, ¿y Carly? Como, por que o sea como… - me puso un dedo sobre los labios. Tras eso se acercó con lentitud a mí. Me puse nerviosa perdida. Me tomó el rostro con sus yemas bajo mi barbilla y me dio un pequeño beso en los labios. Me mareé. Me separé de él.

- ¿Dónde está Carly? – dije con desesperación. Me levanté y abrí la puerta. Me encontré con mi madre que llevaba la colada. La dejó en el suelo ante mi mirada confusa de nuevo.

Se movió rápida, no me dio tiempo a analizarlo y me echó los brazos al cuello.

- Bienvenida de nuevo pequeñita… - me dijo. Se medio separó y me dio un beso sonoro en la mejilla para después volver a apretarme. Le rodeé la mitad de la espalda y entrelacé mis dedos. Apoyé la mejilla en su hombro y suspiré entre contenta y confundida. - ¿Cómo te encuentras? – me preguntó.

- Bien pero, ¿cómo está Carly? – le dije, se separó y me miró.

- Habla con Edward, hija… - me dijo y me sonrió con compasión, piedad, entendimiento…

Sin decir nada, me fui en busca de mi hermano. Miré en su habitación y allí estaba, tumbado y mirando por la ventana. Giró el rostro con lentitud para mirarme y me sonrió. Palpó el sofá al lado suyo para que me sentara y así lo hice.

- Primero de todo… Emmett te dio un golpe en la nuca sin querer mientras se peleaba con Bella y te dejó inconsciente. – Me tocó la nuca y di un respingo – Y menudo un golpe… Siendo vampira y todo, nunca madurará, eso ya lo sabes.

- ¡Au! – me quejé y él me sonrió.

- Bueno… Te quedaste ocho días en estado inconsciente y desde el primer momento, empezaste a soñar algo muy raro… He estado atento y va de una niña pequeña y es como tu propia historia… Lo desarrollaste tú misma con…

- ¡Espera, espera! – grité. – ¿Nada de eso existe? Carly y Oliver no…

Negó levemente con la cabeza.

- Carlisle dijo que estabas sencillamente soñando, una pesadilla muy larga, cosa rara según él, una historia que parte de tus propios miedos. Me comentó que él la soledad es tu mayor miedo. A ratos te dabas cuenta de tu propia pesadilla y lo ibas remediando poniendo a personajes como Carly, que alivian el dolor. Carlisle dice que es raro que un sueño dure muchos días, que es imposible y que estabas en un trance que no podías evitar y no podías despertar.

Empecé a jadear lentamente. Carly no era real. Carly jamás existió. Carly no vivía. Nunca ocurrió. Sus sonrisas jamás se proyectaron en la realidad, sus brazos nunca me abrazaron mi cuerpo "verdadero".

Para cuando me di cuenta no tenía aire en los pulmones, jadeaba con fuerza y horror. Tenía los ojos abiertos de par en par. Entre los jadeos se mezclaban sollozos que me ahogaban.

- Tranquila Alice, que te da algo… - me dijo. Me puso una mano en el hombro y la otra en el brazo.

- He… de… ha… blar con… pa. – dije con esfuerzo me levanté y salí corriendo a ver a mi padre, choqué contra Rosalie pero no me molesté en volverme.

Llegué con Carlisle. Estaba sentado en su despacho con el ceño fruncido y concentrado en su tarea. Entré dando un golpe y casi rompiendo la puerta. Dio un respingo por puro susto. Me miró y suspiró aliviado al ver que era yo.

Me senté en una silla y cabizbaja, traté de controlar la respiración mientras movía una pierna nerviosa.

- Estás híper ventilando… Cálmate Alice. – me dijo. Traté de calmarme y lo logré.

- ¿Era un sueño? Dime la verdad Pa, tengo mucho miedo – dije gimiendo.

- Entraste en la inconsciencia y empezaste a soñar de manera constante… Una cosa extraña ya que tu sueño no se detenía en ningún momento. Y era un sueño, pequeña… O mejor dicho una pesadilla, pero ya pasó todo y no nos va a pasar nada.

Me levanté y me fui de nuevo. Salí a fuera donde nevaba. Me senté tranquila en la escalera del portal de mi casa.

Carly no existió. Era tan solo un producto de mi propia imaginación, un sueño. Nada fue real. Nunca hubo ningún Dios, ni Oliver, ni explosión, ni muertes, nada.

Sentí un alivio, todo sería normal, pero algo me arrastraba a la miseria y la más profunda tristeza, una fuerza superior a mí. Era peor que si Carly hubiera muerto. Ella siempre estuvo muerta, no existía. Algo hacía que mi pecho doliera fuertemente. Miré hacia donde supuestamente estaban las tumbas, pero no había más que terreno llano.

Lloré en silencio. Carly, mi Carly, mi llama entre la oscuridad, mi fuego, mi esperanza, mi hija, mi mundo, mi todo… Carly era un sueño.

Hundí el rostro en las palmas de mi mano y suspiré entrecortadamente. Todo volvería a la normalidad. A mi vida sosa, con mi familia, la gente de antes. Los amaba plenamente pero nadie me devolvería a Carly. Me pellizqué, nada.

Los sueños vienen de la inconsciencia. Mi pesadilla no era real, no me gustaba eso. Mi mente creó a esa criatura, con los rasgos que yo quería. No existía una niña llamada Carly, de gran corazón, gran sensatez. Perfecta y única. Un ángel. Una vida que sobrevivió junto a mí. Nunca tuve a una hija sonriente.

Ahora volvería con mi madre y su encanto personal, mi padre con su gran sentido de la amabilidad, Emmett y su fuerza, bromas y sus golpes, Rosalie y su sonrisa cálida, Edward y su bondad, Bella y su personalidad hermosa. Jasper y su ser, único y perfecto.

Tenía que empezar de cero, revivir de mi pesadilla, dejar atrás mi mundo, aquella pesadilla… pero a la vez mi mejor sueño, mi cuerpo se estremeció.

Nada de eso pasó. Sentí nauseas y mi estómago se removió mientras me despedía con un suspiro de la pequeña Carly y me aventuré a la casa a encontrarme con mi antigua vida, la vida con los Cullen.

Al cabo de dos meses nada cambió… Estaba tan vacía y faltada de emociones que mi familia estaba cada día más preocupada y más encima mío, me escapaba de casa siempre, por no soportar tanta presión, la mezcla de bromas, de alegría con el contraste de la tristeza y preocupación me mareaban.

Paseaba por el parque, donde había estado con Carly. Me senté en el columpio, miré hacia abajo pero no había ningún charco, nada parecido al sueño, a mi pequeño mundo y mis ilusiones, mis tristezas, mis miedos. Lo echaba todo de menos, excepto el hecho de perder a mi familia.

Mi vida era penosa y sin sentido, no tenía rumbo fijo y nada me sacaba de ello. Observé a mi alrededor, al mundo vivo y tierno, pero a la vez fiero y bestial. Observé a los niños, ajenos al sufrimiento. Los del tobogán, el caballito, la arena, la niña que se sentaba en el columpio al lado mío, curiosa.

La miré un segundo. Jadeé. Esa niña… Llevaba un moño, la cara redonda y los ojos grandes y oscuros. No llevaba el vestidito blanco, tejanos y camisa azul. Me sonrió. Ella, esa niña, era Carly.