PIRATAS DEL CARIBE

Prefacio de una Autora Descuidada:

¡Hola de nuevo! ¡Tanto tiempo sin leernos? ¿Cómo han estado? Me enteré que algunos de ustedes sufrieron la Gripe A… ¡qué mala suerte! Pero espero que ahora estén bien : ) En fin, aún no terminé de escribir el fic de Mujercitas, casi no he leído ningún otro fic (es inútil, o leo o escribo, no puedo hacer las dos cosas a la vez, es un terrible castigo para mis ojos, ¡y cada vez veo menos!), por lo que tendré que escribir dos fic a la vez seguramente serán capítulos más cortos que los anteriores...¡Porque tengo que tener tiempo para estudiar! Pero los fic de Flint y D4rk sid3 con muy buenos, se los recomiendo ^_^ Como verán, regresé con la tercera y última entrega de mi trilogía de Piratas del Caribe. Es en esta parte en que los destinos de todos los personajes quedarán decididos para bien o para mal, sobre todo el destino de nuestra entrañable pareja. ¡Espero que les guste y no se pierdan el final, será inolvidable!

PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN

PRIMERA PARTE: LA SAGRADA ESPADA DE ODÍN

Prólogo:

Los majestuosos picos helados de las inhóspitas regiones congeladas del norte de Noruega se alzaban impertérritos a través de la inmensidad del despejado cielo azul. Muy dentro de aquellas tierras salvajes e inclementes, se encontraba la entrada a los límites del mundo humano y el de los dioses: Midgard y Asgard. Allí mismo existía un magnífico templo de hielo sólido enclavado a los pies de un maravilloso puente de arco iris llamado Bifrost, hecho de fuego para que los gigantes de escarcha del reino de Jotunheim no pudieran atravesarlo y llegar hasta Asgard. En aquel templo se encontraba una de las armas más poderosas del mundo, una espada, que según las leyendas vikingas estaba consagrada por el mismo Dios Supremo de Asgard: Odín. Dicha espada le otorgaba un poder inimaginable para el que la portara siendo capaz de hasta quitarle la vida al Dios más poderoso de todos, por lo que el dueño de dicha espada podría llegar a dominar el mundo entero, casi convertido en un Dios.

Ésa era la espada que el malvado y sanguinario pirata, el capitán Bartolomé "Sangre Negra" Morgan, hermano menor del famoso pirata que respondía al mismo nombre, quería obtener para derrotar al espadachín más poderoso de los siete mares: el almirante George Jacobson, a quien ya conocía con la verdadera identidad de Isabel Jacobson, una mujer. Y era más por ese motivo que "Sangre Negra" quería esa legendaria espada de la que todos dudaban de su verdadera existencia, quería vengar su orgullo tras haber sido derrotado vergonzosamente por una mujer.

Dentro del majestuoso y solitario templo habitaba una mujer hermosa, esbelta, de largos cabellos dorados, tez blanquísima, orejas puntiagudas, boca de labios finos pero atrayentes, el color de sus ojos oscilaba entre celestes o violetas clarísimos, poseedores de una mirada intensa y embrujadora. Vestida con ropajes largos de seda, tan finos que hacía creer que allí el clima no era implacable. Su andar era como el de un fantasma, deslizándose silenciosamente por los abovedados salones del templo. Esta mujer etérea y delicada era la guardiana de la sagrada espada de Odín y estaba muy enterada de que muy pronto aquel hombre perverso llegaría a sus dominios para arrebatarle la poderosa arma.

De pie, con las manos delicadamente cruzadas sobre su regazo, la bella mujer miraba a través de una de las alargadas ventanas del templo hacia el basto mar casi congelado que se extendía frente a sus ojos.

—¿Está segura de que permitirá que ese horrible mortal tome la sagrada espada, mi señora? —quiso saber, Egmont, su fiel sirviente que la había acompañado durante siglos en su deber de custodiar dicha arma.

Ella no se volvió hacia él para contestarle, sus ojos seguían clavados en el horizonte mientras el ocaso llegaba a su fin.

—Nunca he estado tan segura como ahora, Egmont. El destino predice una gran batalla entre el bien y el mal en las lejanas aguas de Midgard. Además… —volvió su impasible rostro hacia él—. Mi hija Alwine está con él.

—… ¡¿Q-quéee…?! —apenas pudo exclamar el incrédulo hombre de lo sorprendido que estaba, pues sabía que el regreso de la niña a los límites de las tierras de Asgard enfurecería terriblemente a más de un Dios.

—¡Pero, mi señora! ¡No puede permitir que ella ponga un pie sobre este lugar sagrado, le está prohibido! —le rogó.

—Eso ya lo sé —replicó con un leve dejo de furia en su voz—. Pero hasta una madre como yo desea ver a su hija aunque sea una vez en su vida, y eso es lo que deseo con todo mi corazón.

—Pero le está prohibido a usted también, mi Señora… —rogó más que opinó—. El rompimiento de esta prohibición podría significar su muerte…

—Eso también lo sé —replicó en un susurro, resignada a su suerte, volviendo su atención hacia las azuladas aguas del extenso mar—. Y ése es un riesgo que pienso correr por mi hija.

Egmon guardó silencio, preocupadísimo por su señora Alrun, que así se llamaba la sabia y noble mujer. Egmon era un elfo también, pero de una clase más baja. Era más alto que ella pero su cabello era largo y negro, su piel también era pálida, delgado y de profundos ojos azules, sus delgadas cejas se arqueaban hacia arriba. Vestido casi igual que su señora le profesaba una gran devoción hasta el punto de ser capaz de dar su vida por ella. Si ella era una poderosa hechicera, él era un espectacular guerrero.

Lentamente se aproximó a ella y se detuvo a su lado, contemplando él también el inmenso mar.

—Entonces esto significa el principio del fin… —murmuró.

—Sí.

La triste y nostálgica mirada de Alrun se perdió en el horizonte, sumiéndose en los distantes recuerdos de su pasado, recuerdos de un amor encontrado y perdido, recuerdos de un castigo cruel y un destino sin esperanzas. Aún así, deseaba reencontrarse con su hija así tuviera que desafiar los designios de los Dioses, aún si eso significara su propia muerte.

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El barco pirata navegaba lentamente por las desconocidas y casi congeladas aguas del norte de Noruega, aquellas aguas que muy pocos se atrevían a navegar por su peligrosidad: los témpanos podrían abrir el casco de una embarcación como si fuera una nuez o las bajísimas temperaturas podrían congelar la sangre de cualquier desdichado que se aventurara a navegar por aquellas latitudes. Las leyendas se seres mitológicos o artefactos poderosos habían atraído a un montón de incautos que perecieron en extrañas circunstancias.

Aquellas regiones estaban cubiertas por un manto de misterio y peligro, pero el capitán Bart "Sangre Negra" Morgan no estaba dispuesto a perder el premio que tanto buscaba, recompensando sus esfuerzos. Sus ojos enrojecidos observaban los enormes témpanos que se alzaban a ambos lados de las aguas en donde su barco se encontraba navegando silenciosamente, buscando alguna formación que no fuera natural, aquella que muy posiblemente fuera el templo que tanto buscaba.

—¡¡Allí, capitán!! ¡¡A un cuarto entre la proa y babor!! —gritó el vigía que se encontraba en el palo mayor, llamando la atención de toda la tripulación quienes inmediatamente se apiñaron hacia babor, sobrecogidos por el inmenso templo de hielo que se alzaba hacia esa dirección, cimentado sobre una enorme masa del mismo material, a varios metros de altura.

—¡Ese es el templo que guarda la Espada de Odín! —exclamó Smith, el aventurero cazatesoros, el encargado de descifrar el mapa que los llevaría hacia ése lugar.

Morgan sonrió satisfecho, muy pronto sería el espadachín más poderoso de los siete mares y derrotaría definitivamente al odiado almirante Jacobson.

Mientras tanto, en una de las celdas de la bodega del barco, el capitán Seagull Hood y la pequeña Alwine, prisioneros del cruel pirata, intentaban por todos los medios de ver aquel lugar misterioso a través de las diminutas rajaduras del casco.

—Creo que ya llegamos a nuestro destino —le dijo Seagull a la niña, sonriéndole simpáticamente.

—Nos matará ¿verdad? Cuando ya no le sirvamos más —replicó la preocupada Alwine. El bandido la miró muy preocupado.

—Jamás permitiré que te hagan daño, jamás. Hice una promesa y la cumpliré —volvió a sonreírle, enmarañando los dorados cabellos de la niña con la mano.

Ella sonrió también, pero fue una sonrisa efímera.

—No sé por qué —dijo mientras volvía a mirar a través de la rendija—, pero éste lugar me provoca mucha tristeza…

Notas de Una Autora Descuidada:

Alrun, la guardiana de la Sagrada Espada de Odín es la madre de Alwine… ¿Podrán ambas reencontrarse? ¿Cuál es el verdadero pasado de Alwine? ¡Muy pronto nos enteraremos de su historia!

Lamentablemente no he visto ninguna peli esta semana pero he descubierto en el canal de TCM que dan series viejas muy buenas: Invasión Extraterrestre y Luz de Luna. Sigo leyendo Vivir la Historia en la Grecia Clásica y volví a intentar seguir leyendo El Conde de Montecristo. ¡Es una novela bastante densa! Pero la terminaré, sí señor. Sigo viendo los anime Mujercitas, Sailor Moon y Detective Conan.

¡Nos leemos pronto!

¡Muchas gracias por leer!

¡Cuídense!

Sayounara Bye Bye!

Gabriella Yu