Inglaterra, en venta

AlfredxArthur

FrancisxArthur

Fecha de inicio: 14 de agosto de 2009

Últimamente, la vida en el palacio de Buckingham se hacía bastante aburrida. La reina Isabel II pensaba a veces, ante la perspectiva de que lo único que hacía últimamente era lidiar con escándalos de su hijo y nietos, que ya había vivido suficiente y era tiempo de morir.

La mujer estaba vestida con un sencillo traje de falda color salmón y se encontraba sentada enfrente de una ventana, mirando hacía los jardines del palacio. Estaba tan sumida en sus pensamientos, que no notó cuando un muchacho depositó un servicio de té en la mesilla que tenía a un lado.

-Es hora del té, Isabel-

La reina volteó, con una ligera sonrisa en los labios. La única persona (si así se podía denominar) que la tuteaba era Arthur Kirkland. El muchacho, que iba vestido con un traje negro muy elegante, acercó una silla para sentarse junto con la reina.

-¿Cuántos cubos de azúcar?-le preguntó, mientras tomaba una taza y la llenaba de té.

-Dos, por favor-

Arthur preparó la infusión tal y como siempre le gustaba a la Reina Isabel. La mujer tomó la taza que le ofrecía y sonrío picaronamente cuando Arthur se le quedo viendo.

-¿Qué pasa?-preguntó confundido.

-Oh, bueno- respondió la otra con un ligero toque de emoción en su voz- sólo estoy ansiosa de saber cómo te fue con el joven Alfred- finalizó, sonriendo aún más ante la expresión que puso Arthur: frunció el ceño y se puso rojo como tomate.

-¡Una perdida de tiempo!- exclamó enojado- ¿Por qué tengo que ser yo él que tiene que lidiar siempre con semejante idiota? ¡Tiene la cabeza llena de ideas absurdas!-

La mujer soltó una leve risa, logrando que Inglaterra se desesperara aún más. Arthur estuvo a punto de reclamarle por su reacción, cuando empezó a hablar con un toque soñador en su voz.

-Me gusta que la relación especial entre Reino Unido y Estados Unidos se mantenga fuerte; en especial la de ustedes dos, Arthur-

El chico volteó a verla como si se le hubiera zafado un tornillo de la cabeza, causándole más risa a la reina. Aunque lo negara, cada vez que ella le preguntaba acerca de los encuentros con Alfred, siempre se sonrojaba violentamente y farfullaba mil cosas en su contra, aunque en realidad no era siempre lo que de verdad pensaba

-Te estás volviendo chiflada con la edad, mujer- se limitó a responder, tomando un sorbo de té. La reina empezó soltó una carcajada.

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Apenas 20 minutos después, Inglaterra abandonó el palacio de Buckingham, echando humos por la actitud de la reina; quien había osado correrlo por una cita con el mentado Primer ministro. En ese momento la mujer lo veía partir desde una ventana, mientras pensaba en su situación actual.

La monarquía ya no tenía el poder de antes. El destino del Reino Unido era manejado ahora por un parlamento, y la figura de reina no era más que un lindo adorno en la parte más alta del pastel. Si había algo en lo que destacaba la monarquía Inglesa, era por sus frivolidades y escándalos publicados en las revistas de chismes.

-Su majestad, El señor Gordon Brown ya esta aquí…-

La reina volteó ante el aviso del mayordomo, sonrió cortésmente y fue al encuentro con el Primer ministro, que para su desgracia, lo que traía no eran buenas noticias para nada.

La reunión entre la reina Isabel y el Primer ministro Gordon Brown fue fría y llena de un ambiente muy pesado. El Primer ministro le comunicó una terrible situación: por culpa de la crisis económica mundial, los precios se habían elevado demasiado y la construcción de la infraestructura faltante para los juegos olímpicos del 2012 se había hecho casi imposible de soportar para la economía. Se necesita inyectar capital extranjero para soportar los gastos.

Isabel II suspiró con amargura cuando terminó de escuchar las malas nuevas. El mundo estaba vuelto patas para arriba por culpa de la crisis y no había modo sustentable para obtener el dinero que hacía falta…o al menos eso creía, hasta que una idea perversa y suicida cruzó por su cabeza.

-Primer ministro- preguntó con cautela, mirando fijamente al otro y con un gesto de firme decisión en el rostro- ¿Cuánto dinero necesitamos?-

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Arthur Kirkland seguía furioso con Isabel II al día siguiente de su encuentro. Ahora se encontraba en el Palacio de Westminster, tomando el té tranquilamente mientras veía el Río Támesis por la ventana. Lo bueno de ser él, era que podía pasearse a sus anchas en cualquier lugar, ya fuera palacio, casa de verano o calle de Reino Unido, sin que nadie pudiera detenerlo o ponerle algún pero.

Las hadas revoloteaban felices alrededor de su cabeza, dejando una estela de polvo dorado a su paso. Kirkland las miró mientras apuraba su té. ¡Tenía que reclamarle a la Reina por su descortesía! Pensó enojado. De repente, una melodía empezó a sonar con estruendo. Inglaterra miró con sorpresa como su celular se saturaba de mensajes mientras seguía sonando ruidosamente la melodía de mensaje recibido, causando que las hadas se escandalizaran y le lanzaran miradas de desaprobación al pobre chico.

-¿Pero qué diablos?- susurró molesto y sorprendido al mismo tiempo. Uno a uno fue abriendo cada mensaje.

De: Francia, el wine bastard.

Es increíble ver el cambio radical. Hace algunos años rechazaste ser mi esposo y ahora te vendes. ¡Y te atreves a decir mentiras! ¿Buen cocinero? ¿En donde, en el infierno? Te voy a comprar y te convertirás en mi esclavo. Francia Onii-chan te dará mucho amor y así dejaras de ser un amargado y un mentiroso.

De: Sealand.

¡ERES UN COPIÓN, INGLATERRA! ¡¿Cómo te atreves a venderte, si tú perteneces al (Próximo-a-ser-reconocido) Gran Imperio de Sealand!?

De: Japón.

¡Inglaterra-san! ¿Por qué? ¡NO VENDAS TU CUERPO!

De: Rusia.

Pronto serás uno con Rusia, puedes asegurarlo.

De: Estados Unidos

Sé que mi pequeñísimo (y casi inexistente) resfriado esta causando problemas a todo mundo, pero no sabía hasta que punto. Lo que estás haciendo para ganar dinero es francamente triste. Pero como yo soy un héroe, voy a ir a tu rescate.

Arthur se quedo impactado después de leer la oleada de mensajes, cada uno más disparatado que el anterior. Al parecer todo el mundo se había vuelto loco por culpa de la crisis económica y sólo decían idioteces, cosa que le sorprendía viniendo de Kiku… o tal vez se habían organizado muy bien para hacerle una broma pesada.

Guardo su celular cuando empezó a sonar de nuevo. Un nuevo mensaje de texto había llegado:

De: Francia, el wine bastard.

Como estoy segurísimo que no tienes idea de lo que pasa, como tu próximo dueño y señor, te ordeno ver este link.

Inglaterra soltó un bufido de indignación y abrió el enlace. Cuando la página de Internet se cargó en su celular, puso los ojos como platos por la sorpresa.

La página que estaba abierta no era otra más que eBay y el producto que estaba en subasta… ¡ERA ÉL!

La descripción, que estaba acompañada de una foto en donde sonreía, decía:

Arthur Kirkland, Inglaterra.

Muchacho amable, guapo y servicial. Con una sonrisa adornando siempre su rostro y dispuesto a escuchar todos tus problemas, por muy infantiles y ñoños que sean. Tiene un buen genio y es excelente cocinero, con una sazón exquisita. En pocas palabras, tu compañero ideal.

Ubicación: Londres, Inglaterra.

Vendedor: Monarquía Británica.

Precio inicial de la subasta: 100, 000,000 de Euros.

-¡¿PERO QUE DIABLOS ES ESTO?!-

Arthur gritó tan fuerte que inclusive la Reina Isabel II, que se encontraba en el palacio Buckingham, lo escuchó.

-Oh bueno, al parecer ya se enteró- dijo la mujer, sonriendo.

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*Se esconde*

¡Hola! ¡Primer fic de Hetalia!

Por que este fandom me gusta mucho y el que escribiera un fanfic era cuestión de tiempo. Y más ahora que ando depresiva por no ir a la Comiket y por que me espera un encuentro bastante desagradable e imposible de evitar, así que si ven un error garrafal, por favor no sean muy crueles al momento de hacérmelo notar. Espero que les haya gustado este primer capitulo, y también espero que el segundo venga pronto, jo.

Sé que la Reina Isabel me quedo al más puro estilo de Tomoyo (TCR) pero estoy segurísima, cof, que se comportaría así…enserio.