Hola, soy nueva en la pàgina y como primer Fic, les traigo este, espero sea de su agrado y cualquier crìtica o comentario maduro serà bienvenido.

CAPITULO 1

LA AMABILIDAD DEL PRINCIPE

Hoy he decidido comenzar con un diario, por que el príncipe me lo ha regalado, así que creo debo empezar con eso.

Mi nombre es Mana, tengo 8 años y vivo en el palacio del faraón.

Esta mañana me levanté mas temprano de lo acostumbrado, así que me dirigí a la habitación del príncipe, para ver si ya había despertado, pero como era de esperarse, aún dormía. Luego fui a la habitación de Mahad, pero al igual que el príncipe, aun no despertaba. Decidí salir al jardín a pasear un rato.

Después de un rato de caminar, mi estómago comenzó a gruñirme de hambre, pero el desayuno no lo servirían hasta que el faraón y el príncipe se levantaran. Decidí regresar al palacio, y en el camino vi un árbol de manzanas. Me acerqué al árbol para tomar una, pero me quedaban demasiado altas, así que comencé a saltar lo más alto que pude, pero una mano agarró mi objetivo, al voltear, vi al príncipe con una sonrisa.

-Toma Mana- me dijo y me dio la fruta.

-Gracias príncipe- agradecí devolviéndole una sonrisa.

El, es el príncipe Atem, hemos sido amigos desde que recuerdo, él tiene un año mas que yo.

Comencé a comer la fruta cuando llegó Mahad y enseguida empujó al príncipe para tomar su lugar en la mordida de una serpiente que estuvo apunto de lastimar al príncipe. En su lugar, Mahad fue herido.

El príncipe actuó de inmediato y succionó el veneno del brazo de Mahad, lo único que pude hacer fue llorar, por que pensé que perdería a un amigo.

Cuando el príncipe salvó a Mahad, no pude dejar de llorar; el príncipe y Mahad se acercaron a mí para consolarme.

-Ya no llores Mana- me dijo el príncipe mientras ponía una mano sobre mi hombro.

-Estoy bien- me dijo Mahad enseñándome su brazo con dos marcas de los dientes de la serpiente- Esto cerrará pronto.

Ambos se preocupan por mí, siempre me cuidan, aunque la prioridad de Mahad, es proteger al futuro faraón de Egipto, como él lo diría. Mahad tiene cuatro años mas que yo, es muy serio y siempre sigue las reglas, yo creo que debería divertirse de vez en cuando.

Simón, el consejero del faraón, llegó para llamarnos a desayunar.

-¿Qué sucedió?- nos preguntó al ver mis ojos llorosos.

Simón vio el brazo de Mahad y enseguida se lo llevó para curarlo.

-Ya no llores Mana- volvió a decirme el príncipe- ¿No tenías hambre? Vamos a desayunar, Mahad estará bien.

Finalmente nos dirigimos al comedor. Cuando llegamos, el faraón ya estaba en la mesa.

-Buenos días alteza- saludé aun un poco triste.

-Buenos días padre- saludó el príncipe.

-Buenos días niños- saludó el faraón-¿Dónde está Mahad?

-Una serpiente lo mordió y…- dije, pero el faraón me interrumpió.

-Se lo llevó Simón para curarlo-

-Iré a verlo- dijo el faraón y se levantó de inmediato de la mesa.

-Bueno-dije al ver al faraón irse- Con permiso.

Estaba a punto de irme a la cocina donde debo comer yo, pero el príncipe me detuvo.

-Espera Mana- me detuvo el príncipe-No quiero desayunar solo. Acompáñame por favor.

-Gracias príncipe- dije feliz-Yo tampoco quiero estar sola.

Ambos desayunamos junto y al acabar, el faraón llegó con Mahad.

-¡Mahad!- exclamé levantándome de la mesa-¿Ya estas bien?- le pregunté mientras corría hacia él.

-Si- me contestó tranquilamente.

-Vamos a desayunar- dijo el faraón a Mahad.

El príncipe se levantó de la mesa con una sonrisa.

-¡Que bueno que estés bien!-dijo el príncipe a Mahad.

-Fue gracias a usted alteza- agradeció Mahad.

Seguido de esto, Simón entró al comedor.

-Ya es hora de sus clases alteza-dijo Simón al príncipe.

-¿De verdad tengo que ir padre?-preguntó el príncipe al faraón muy triste.

-Si hijo- contestó seriamente el faraón-Tienes que aprender todo lo posible para cuando gobiernes Egipto.

Volteé a ver la cara de tristeza del príncipe.

Cuando menos me di cuenta, el príncipe tomó mi mano y echó a correr.

-Vamos Mana- me dijo mientras me jalaba-Lo siento mucho padre, pero me tomaré el día-gritó al faraón mientras nos alejábamos corriendo.

-¡Esperen!-nos gritaron, pero el único que salió tras nosotros fue Mahad.

-Esperen- nos siguió gritando-Alteza, tiene que tomar sus clases.

-Apúrate o nos alcanzará- me dijo el príncipe.

Yo corrí con todas mis fuerzas, hasta que llegamos al jardín y el príncipe me jaló hacia unos arbustos.

-Sh…-me dijo con el dedo índice en la boca.

Escondidos entre los arbustos, burlamos a Mahad que nos buscaba.

-Ven, vayamos al río- me dijo el príncipe.

Escondiéndonos de los guardias, llegamos al río donde nos sentamos en la orilla.

-Es una lástima que Mhad siga al pie de la letra las órdenes de mi padre- dijo el príncipe después de recuperar el aliento.

-Si, pero lo hace para protegerlo- le dije sonriendo-Solo que debería divertirse mas.

-Vamos a nadar- me dijo el príncipe mientras señalaba el río.

-Si-contesté alegre y levantándome-¡Tonto el último en entrar al agua!-dije mientras me quitaba mi sombrero y mi calzado.

-¡Eso es trampa!- me dijo el príncipe riendo-Tu ya estabas levantada.

El príncipe se quitó su calzado y algunas joyas, al igual que su camisa.

Comenzamos a jugar como acostumbramos en las orillas del Nilo. Durante mucho tiempo estuvimos ahí, hasta encontramos una pelota con la cual nos divertimos mas, pero se nos fue lejos.

-Yo iré por ella- me ofrecí ya dispuesta a nadar hacia la pelota.

-¡Espera!- me detuvo el príncipe jalándome del brazo-Mejor iré yo.

Intenté detenerlo por que recién recordé que Mahad nos había advertido que entre mas hondo hay plantas largas que podrían enrredarse en los pies.

-No vaya príncipe-le grité, pero era demasiado tarde.

-No te preocupes-me gritó con la pelota en las manos-Estoy bien.

Me sentí aliviada al verlo bien, pero cuando se dispuso a regresar, solo vi como si algo lo jalara dentro del agua.

-¡Príncipe!- grité asustada y comencé a nadar donde lo por última vez.

Al llegar al lugar, me sumergí para buscar al príncipe. Dentro, él estaba desmayado. Me sumergí mas y vi como su pie estaba atrapado por las plantas que nos había advertido Mahad.

Jalé con todas mis fuerzas para romper esa planta hasta que lo logré y con las pocas fuerzas que me quedaban, llevé al príncipe a la orilla.

-¡Príncipe despierte!- grité asustada mientras lo movía.

Estaba desesperada y no sabía que hacer. Lo único que se me ocurría era la respiración boca a boca, pero ¿Cómo iba yo a hacer eso?

Solo miré al príncipe tendido en la arena y sentí como mis mejillas se ponían coloradas.

Mientras lo veía, alguien se encontraba detrás de mí.

-¡Sabía que estaban aquí!- exclamó en voz de regañó Mahad.

Al oírlo, me asusté tanto, que caí sobre el príncipe azotándome contra su cuerpo, recibió tal golpe en el pecho que el agua salió de sus pulmones y enseguida despertó tosiendo.

-¿Qué ocurrió aquí?- nos preguntó el recién llegado.

Enseguida me volteé a verlo.

-Nada-contesté moviendo las manos torpemente-¿Qué haces aquí?

El príncipe sacó toda el agua de su cuerpo y dejo de toser.

-¿Está bien príncipe?-preguntó Mahad.

Sinceramente si el ya sabía lo que había pasado, no se para que me preguntó.

-Estoy bien-contestó el príncipe levantándose de la arena.

-¿Qué les he dicho sobre nadar lejos de la orilla?- nos regaño Mahad clavando su mirada en mí.

-Lo siento mucho- se disculpó el príncipe-Fue mi culpa.

-No debería hacer eso alteza-volvió a regañar Mahad-Debe tomar sus clases por que…

-Lo se, lo se-dijo el príncipe-Por que soy el futuro faraón de Egipto.

El príncipe me ofreció su mano para ayudarme a levantar.

-Gracias por salvarme Mana-me dijo el príncipe mientras me levantaba.

-Regresemos al palacio-dijo Mahad con nuestras cosas en la mano-No dejaré que se me vuelvan a escapar.

Mahad puso sus manos en nuestras espaldas y nos empujó. Ahora que recuerdo, casi todo el camino lo hizo.

Al llegar al palacio, el príncipe tuvo que tomar sus clases, en cuanto a Mahad, pues hoy era el día en que tenía que iniciar sus clases de magia, pero por irnos a buscar llegó tarde y lo castigaron.

Con mis dos amigos en clases, yo no tenía nada que hacer, así que me senté cerca de uno de los balcones y después de un rato comencé a aburrirme.

-¡Que aburrido!-exclamé por desahogo.

-Mana- me gritó alguien.

Volteé mas por impulso que por querer hacerlo y tras de mí vi tras de mí al faraón.

-Ven aquí por favor- me dijo y enseguida me acerqué.

-¿Si alteza?-pregunté alegre por salir de mi aburrimiento.

-Necesito pedirte un favor- me dijo sonriendo-Necesito que Atem tome todas sus clases.

-Si, para que sea un buen gobernante- le dije.

-Si, pero también necesita divertirse- me dijo – Y cuando pase algo como lo de hoy, voy a necesitar que estés junto a el para no haga cosas peligrosas.

-Pero eso lo hace Mahad-dije extrañada.

-Pero Atem te llevará a ti cuando se escape- me dijo mientras se agachaba para verme de frente- Atem es responsable, pero siguen siendo niños. Por eso necesito que se cuiden entre ustedes.

Recordando lo que había sucedido en el río comencé a llorar.

-¿Qué pasa?-preguntó el faraón.

-Es que no pude evitar que el Príncipe se hundiera- dije aun llorando.

Le conté todo lo que había sucedido y cuando acabé, solo me miró con una sonrisa.

-Ahora sé que Atem tiene unos excelentes amigos- me dijo.

-Pero fue mi culpa- dije triste.

-Es inevitable que los accidentes sucedan- dijo el faraón- Pero lo importante, es saber quienes están a tu lado en los momentos difíciles.

Cesé mi llanto al oír las palabras del faraón-Le prometo que no dejaré que les pase nada malo al Príncipe ni a Mahad-le dije con entusiasmo-Después de todo, ellos son mis mejores amigos y no quiero perderlos.

-Se que lo harás Mana- me dijo mientras se levantaba- Pero no quiero que te arriesgues, ellos tampoco querrán que te pase nada malo. ¿Entendido?

Yo solo sonreí y el faraón se fue, pero me entró una gran duda ¿Cómo voy a ayudar a mis amigos cuando estén en problemas?

Soy muy torpe y no tengo ninguna habilidad, además, cuando pasa algo malo solo me pongo a llorar.

En ausencia de mis amigos, me puse a pensar con desesperación como podría ayudar a mis amigos en momentos de problemas.

Llegó el momento en el que el príncipe y Mahad salieron de sus clases y me vieron preocupada.

-¿Qué te sucede Mana?- me preguntó Mahad.

-Nada- le contesté aun con desánimo.

-Acabo de recordar algo- dijo el príncipe y se fue corriendo de ahí.

Cuando vi eso, me puse mas triste por que pensé que no le interesaba y comencé a llorar.

-El príncipe se enojó conmigo por lo que pasó- grité llorando.

-No creo que haya sido por eso- me consoló Mahad y comencé a llorar mas fuerte.

-¿Y ahora que pasa?- me preguntó sin saber que hacer.

-Es que no tengo ninguna habilidad y seguro por eso ya no le intereso al príncipe- le dije muy triste.

-Ya no llores- me dijo-Eso no es cierto.

El maestro Aknadín llegó en ese momento.

-Mahad, necesitamos hablar contigo- le dijo.

A él, definitivamente no le intereso, es un viejo regañón. Pero no puedo pensar en esas cosas delante de él, por que posee el ojo del milenio y puede leer la mente.

-Déjala- dijo el viejo Aknadín- Ella estará bien.

Mahad terminó obedeciendo, pero antes de irse…

-Regresaré pronto- me dijo.

Una vez mas me quedé sola. No podía parar de llorar, pero una voz muy familiar me habló.

-¿Por qué lloras- me preguntó preocupado.

-¡Príncipe!- exclamé dejando de llorar-Es que me sentía sola- contesté.

-Ya no estas sola- me dijo sonriendo- Además, te tengo un regalo.

-¿De verdad?- pregunté feliz.

-Si, toma- me entregó lo que tenía en las manos-Esto es un diario.

Yo tomé el libro rojo que tenía una cerradura grande al frente.

-Es en agradecimiento por haberme salvado- me dijo el príncipe entregándome la llave-Puedes escribir ahí lo que quieras.

Yo me sentí muy feliz y comencé a sentir unas extrañas rosquillitas en el estómago.

-Gracias príncipe, ya me siento mejor- le dije felizmente secándome las lágrimas.

En ese momento el príncipe y yo, oímos que alguien andaba cerca.

-Es la voz de mi padre- dijo el príncipe-Ven, vamos.

Yo lo seguí y nos escondimos para oír.

-Un ejército viene a atacarnos alteza- informó Simón al faraón.

-Se supone que acabamos con nuestros enemigos hace años- dijo sorprendido el faraón.

-Pero no son los mismo alteza- aclaró Simón- Parecen ser sombras y no hemos podido tocar a ninguno, pero ellos a nosotros si.

El príncipe y yo queríamos oír mejor, pero en nuestro intento por acercar nuestras cabezas sin movernos de nuestro lugar, perdimos el equilibrio y ambos caímos.

-¿Quién anda ahí?- preguntó el faraón.

El príncipe y yo nos levantamos enseguida y corrimos antes de que nos vieran.

El día acabó como cualquier otro, pero el simple hecho de pensar en esas sombras me da miedo, aunque estoy feliz con el regalo del príncipe