Capitulo 24: "No te vayas".

Byakuya estaba en el estanque de los koi, ese era el sitio favorito de Yachiru para tomar el té, pasear o simplemente sentarse a hablar de todo y nada con él, cada vez que necesitaba serenidad iba allí. Por eso estaba ahí, esperando que volviese y que las cosas para ella hubiesen salido como quería. Su esposa era tan terca... Sí, él podría haberla obligado a quedarse en casa, pero ella se disgustaría lo cual se traduciría en problemas con el bebé y estar furiosa con él, y de todas formas no habría garantías de que se abstuviese de ver a Kyoraku. Sonrió, cualquiera hubiese dicho que estaba perdiendo el toque, pero la verdad es que Yachiru era un soplo de aire fresco entre toda la seriedad y tristeza, una chispa que iluminaba un camino que para él siempre se llenaba de sombras.

De repente vio un estallido rosa en el cielo e inmediatamente sintió un reiatsu familiar.

– ¡Yachiru!- exclamó.

Su corazón se paralizó por un segundo y la adrenalina comenzó a correr por sus venas, lo que hizo que se pusiera en marcha y saliera de sus terrenos a rastrear el reiatsu de su esposa mientras silenciosamente esperaba que no hubiese pasado nada malo.

*.*

En el momento en el que Kyoraku puso un pie en el Cuartel del Cuarto escuadrón con Yachiru en brazos, todo se volvió un borrón en sus ojos. No recordaba haber usado el shumpo más rápido en toda su vida. Parecía que todo mundo en el cuartel hubiese sentido el estallido de poder, porque cuando llegó lo recibieron Isane y la Capitana Unohana en la puerta, quienes se llevaron a Yachiru en una camilla.

¿Qué había hecho? No podría perdonarse jamás si algo le pasaba a Yachiru o a su bebé por culpa de sus impulsos adolescentes.

La sala estaba llena de movimiento y Shunsui se sentía impotente al no saber nada de Yachiru, la culpa y la incertidumbre lo carcomían por dentro. Claro que, como los males no vienen solos y las malas nuevas se desplazan a la velocidad de un huracán, en menos de lo que tarda un gallo en cantar, la "sala de espera" fue llenada por la imponente presencia de Byakuya

–Exijo ver a Kuchiki Yachiru- ordenó a un par de Shinigamis que cargaban bandejas con frascos oscuros en dirección a la habitación en la que se hallaba la mencionada.

–Capitán Kuchiki, la Teniente está siendo atendida por la Capitana Unohana y la Teniente Kotetsu.-contestó con respeto uno de ellos- les avisaremos de su presencia. Le rogamos que espere aquí.

Byakuya no tuvo más remedio que esperar, le importaba más la salud de ella, que otra cosa. Fue en ese momento en el que reparó en Kyoraku.

– ¿Qué haces aquí?- espetó.

–Traje a Yachiru.-confesó.

– ¿Qué pasó?- preguntó Byakuya con un tono de voz amenazante. Sus ojos eran un reflejo de una ira silenciosa y calculadora. Si Kyoraku fuese el responsable de que algo malo les pasase a Yachiru o al bebé...

Antes de que el Capitán del Octavo escuadrón pudiese decir cualquier cosa, se presentó en la sala la Teniente Kotetsu, y dirigiéndose a Byakuya, habló:

–Capitán Kuchiki, la Capitana Unohana lo solicita en la sala de atención. Sígame por favor.

El Capitán Kuchiki siguió a la joven Teniente por un estrecho pasillo, hasta dar con una puerta que, al pasar por ella daba lugar a una habitación amplia y aséptica en cuyo suelo se hallaba Yachiru, pálida y recostada en un futòn. Arrodillada a su lado, se hallaba la Capitana Unohana.

– Capitán Kuchiki- saludó la mujer en cuanto Isane anunció la llegada de ambos.

– Capitana. ¿Qué pasó?

– Eso deberá preguntárselo a ella, si despierta- contestó la mujer apesadumbrada- El Capitán Kyoraku la trajo hace poco tiempo y ahora está en una situación crítica. Me explico: como usted sabrá, el experimento que dio lugar al crecimiento y maduración del cuerpo de Yachiru y el Capitán Hitsugaya no se llevó a cabo solo para darles a sus cuerpos la edad que más o menos les corresponden, sino para tratar de que sus cuerpos puedan contener con más eficiencia todo su poder. Como usted sabe, Yachiru tiene un gran poder espiritual.

– Entiendo.- contestó Byakuya, quien se había acercado inconscientemente al lado de la sanadora y contemplaba a su esposa tendida en la cama y rodeada por una especie de barrera.

– Pues bien, su cuerpo creció y su reiatsu se adaptó lo mejor que pudo a su nuevo tamaño. Sin embargo-continuó- cuando se embarazó, su cuerpo empezó a adaptarse a otra fuente de reiatsu en su interior: la del hijo de ustedes, que por ser precisamente suyo, tiene un increíble poder espiritual.

– Pero usted dijo que todo iba bien, que no había problemas.

– Y no los había, hasta que algo la disgustó e hizo que explotara y… -la mujer hizo una mueca- ahora tanto su vida como la de su hijo está en peligro.

Byakuya sintió como si una lluvia de dagas lo estuviese atravesando. Corría el riesgo de perder a las dos personas más importantes de su vida, justo cuando empezaba a vivir de verdad con ella –con ellos-, a reír y a disfrutar de las cosas simples de la vida a su lado.

— Yo le recomiendo esperar. Avísele a sus amigos de su estado y luego vuelva, quizás logremos despertarla unos minutos para que hable con usted antes de comenzar el plan. Aunque es un riesgo, es lo único que podemos hacer por ahora.

— ¿Qué va a hacer?- ella sonrió comprensiva, el Capitán Kuchiki no había escuchado la explicación del procedimiento.

— Trataremos de poner una barrera de tiempo en su vientre para hacer avanzar su embarazo hasta que esté a un mes de dar a luz, más o menos. Así los pulmones del bebé madurarán y estará listo para nacer sin problemas. De este modo también aplicaremos estabilizadores de presión en su cuerpo para prevenir otros problemas en el cuerpo de Yachiru.

– Entiendo.

– Estará bien, ahora salga y la preparemos.

Byakuya asintió y salió al pasillo con rumbo a la sala donde había estado previamente.

– ¿Cómo está Yachiru?

El Capitán Kuchiki oyó a Shunsui preguntándole por su mujer y vio todo en rojo producto de su impotencia y su preocupación por no poder hacer nada para salvar a su familia.

– Zembonsakura- llamó sin miramientos. Su espada empezó a dividirse en pétalos de cerezo que se disponían a cortar al Capitán de la Octava división quien, dicho sea paso, no tenía intensión alguna de defenderse.

Cuando los pétalos de Zembonsakura estaban a punto de cortar al desdichado Shunsui, la Capitana Unohana salió y llamó a Kuchiki para anunciarle que podía hablar con su esposa. La Espada volvió a tomar su forma en las manos del hombre, quien dirigiéndole una significativa mirada a Shunsui, la guardo en su vaina y siguió a la Capitana Unohana.

Encontrar a Yachiru con los ojos abiertos fue un alivio profundo para su marido, aunque su semblante estaba ceniciento y cansado, estaba consciente y eso era algo para estar aliviado. Se arrodilló a su lado y tomó su mano entre las suyas.

– Yachiru, ¿Cómo te sientes?

– Como si un mis huesos y músculos estuviesen siendo alargados y contraídos una y otra vez- respondió ella con voz queda- ¿Cómo está el bebé?

– Tú y él están en un estado delicado- espetó él con pesar- ¿Qué fue lo que pasó?

– Ya no importa- replicó ella con los ojos llenos de lágrimas y llevando una mano a su vientre redondeado- Lo siento tanto Byakuya... No supe controlarme, todo esto es mi culpa.

– No digas eso.

– Es que lo es. Por mi culpa nuestro hijo está en peligro, yo causé todo esto.- las lágrimas bajaban de sus ojos sin tregua- Les he hecho tanto daño... a tí, a Shunsui, al bebé...

– ¿Qué demonios tiene que ver Kyoraku con todo esto?- preguntó el hombre mientras sentía que la ira volvía a resurgir dentro de él.

– Olvídalo. Solo prométeme una cosa.

– Yachiru...

– Solo hazlo Byakuya y estaré tranquila mientras la Capitana Unohana y Mayuri-kun hacen lo que sea que harán para tratar de curarme.

– Te escucho- se rindió el hombre.

– Júrame que si pasa algo durante el tratamiento y debes escoger entre mi vida y la de nuestro hijo, escogerás salvar al bebé.

– Yo...- por primera vez en su vida Byakuya estaba sin palabras, los ojos de su esposa brillaban con determinación mientras esperaba su respuesta. Él jamás se había planteado un escenario tan tétrico, no podía imaginar tener a su hijo sin Yachiru para que lo guiara en el camino y lo enseñara a expresar sus sentimientos.

– Yo no podría vivir sabiendo que respiro a costa de sacrificar la vida de nuestro bebé- continuó la mujer. Tomó las manos de Byakuya y las llevó a su abultado vientre- este bebé es una parte de tí y de mí, y tendrá lo mejor de ambos. Estoy segura de que serás un padre maravilloso, y lo protegerás de todo lo que pueda dañarlo, le enseñarás a ser justo, leal y fuerte... Si me muero, le hablarás de su madre, que lo amo y que siempre estaré a su lado, velando por ustedes dos aunque no me vean.

– No, no te vas a morir- murmuró Byakuya mirándola intensamente a los ojos- No te atrevas a morirte, no ahora que nos queda tanto por vivir juntos.- ella sonrió dulcemente, y lo hizo inclinarse hacia ella para darle un cálido y dulce beso.

– Te amo Byakuya, siempre lo he hecho- susurró- no cambiaría nada de lo que hemos vivido porque nos ha unido y nos ha llevado a lo que somos ahora. Te prometo que lucharé por mi vida, que no me dejaré ir, que haré lo que pueda para que mi cuerpo soporte lo que sea con tal de que al despertar estés conmigo y con nuestro hijo. Quiero enmendar lo que hice, disculparme con Kyoraku; darle una familia a Ken-chan y estar contigo.

– Yachiru- contestó él- También te amo.

Ella volvió a besarlo. No había necesidad de palabras, esperarían lo mejor, confiarían en que el amor lo podía todo.

La Capitana Unohana entró a la habitación junto con el Capitán Kurotsuchi e hicieron salir a Byakuya para comenzar el tratamiento, asistidos por sus respectivos Tenientes.

La sala de espera era un hervidero de gente -principalmente Tenientes, Capitanes y primeros oficiales- allegada a Yachiru quien de una forma u otra se habían enterado de lo acontecido y se paseaban por el lugar para saber de ella. Byakuya no volvió a atacar a Kyoraku, sus energías estaban enteramente concentradas en aparentar tranquilidad a pesar de que en su interior estaba muerto de preocupación.

No me dejes, Yachiru. No te vayas. -pensaba en su fuero interno- ¿Por qué no le dije más veces que la amaba? He sido un cobarde. -se reñía, cada vez más desesperado a medida que pasaban los minutos- Por favor, solo quiero otra oportunidad, te haré feliz, los haré felices y los recompensaré cada día de mí vida. Solo no te vayas, Yachiru.

Tres horas después, La Capitana Urohana se asomó en la sala de espera y con una brillante sonrisa se dirigió a Byakuya diciéndole:

– Capitán Kuchiki, el tratamiento fue un éxito. La Teniente Kuchki y su bebé están a salvo. Solo deben guardar un poco más de reposo.

– Gracias. -contestó él. La sala entera prorrumpió en vítores, y Byakuya sonrió para sí mismo, tenía una gran promesa que cumplir y lo haría encantado.

Continuará...

*.*

¡Hola!

Gracias a todos los que siguen la historia, y a todos los que me hacen llegar sus comentarios. Lamento no tener tiempo de responderlos, pero les aseguro que los leo todos y cada uno y son el impulso que tengo para continuar esta historia. Espero les guste este capitulo.

Saludos, Euni. 3