Londres. Mayo de 1624. 12 de la noche.
Un callejón oscuro. Seis personas: cuatro hombres y dos mujeres, con batas blancas, acorralando a una mujer contra la pared.
Dejadme! Alejaos de mi!
Tranquila. No te va a pasar nada. Ven con nosotros y te encontrarás mucho mejor. – dijo una de los hombres de la bata blanca. Un medico.
Si que me haréis daño. Mentís!
Norah, cariño. Mírame. – dijo ahora una de las mujeres, mientras la muchacha la miraba fijamente. – créeme. No queremos hacerte daño, solo queremos hacerte unas pruebas. Nada más.
No! Me harán daño. Siempre lo hacen!
Mírame bien. Te he mentido alguna vez, Norah?
No. – la muchacha parecía calmarse pero seguía estando en guardia.
Norah, vamos. Dame la mano.
Clarice, estarás conmigo?
Claro. No te dejaré ni un minuto, vale? Vale.
Norah cogió la mano de la doctora y ambos marcharon a pie hacia el hospital. Los demás médicos ya se habían retirado.
No estoy loca, Clarice.
Ya lo se, pero sabes que hay algo que no va bien, verdad?
Si, pero…
Tranquila, Norah. Solo queremos ver que es lo que anda mal y lo solucionaremos. Volverás a casa y nunca más volveremos a vernos. Ni volverás al hospital.
Pero yo no quiero que te vayas…
Tranquila. Somos amigas, no?
Si. Y te presentaré a mi hijo! – dijo ahora con tono jovial y alegre.
Me encantaría conocerlo. Cuéntame más sobre él.
Pues se llama Carlisle, y tiene cuatro años. Es muy listo. Ya sabe leer y escribir. Mi marido le ha enseñado. Él también es muy inteligente.
Espero poder conocerlos pronto.
Ya habían llegado. Clarice acompañó a Norah hasta su habitación. Una vez allí, junto al doctor Adams, la tumbaron en una camilla y le subministraron la anestesia.
Clarice empezó a hablar, contándole al doctor la historia de la paciente.
Norah cullen. 21 años. Tiene brotes de paranoia. Cree que tiene visiones. Cree poder ver el pasado, las cosas malas que ha hecho la gente, ya las que va a hacer.
Otra chalada más. – comentó el doctor.
Solo está confundida. A veces confunde los sueños con la realidad.
Vamos. Adelante. Por cierto, quien la ingresó?
Su marido, es pastor. Cree que lo que le pasa es cosa del demonio.
Es lo más probable. Esto no es normal.
Cuatro días después, el pastor Cullen, su hijo y el resto de la familia acudieron al funeral de Norah Cullen. Esposa, madre y amiga.
Londres. Mayo de 2009. 12 de la noche.
Todavía sigue en pie, pero no por mucho tiempo más. Van a derruir el hospital psiquiátrico. Lleva 85 años abandonado. Ésta es la última noche que sigue en pie.
Una muchacha de unos 20 años está ante él. Recuerda lo que años atrás sucedió allí. Va andando hasta el cementerio, no está lejos de allí.
Se para ante una tumba en concreto. Pone dos nombres y dos fechas en cada uno. Uno de los nombres le llama la atención en particular: Norah Cullen 1603 – 1624.
La chica oye un ruido tras ella. Va hacia la misma tumba. La muchacha se da la vuelta. Solo es el vigilante.
Me has asustado muchacha. A estas horas no suele venir nadie.
Lo se, acabo de llegar a la ciudad y quise visitar a la familia.
Entiendo. – dijo el vigilante a la vez que miraba las fechas de la lápida. – yo me marcho. Debo seguir con la ronda.
Yo también me voy.
Que muchacha más extraña, pensó el vigilante. Que pálida y que ojos más extraños.
Debo dar parte de las visitas nocturnas. Como te llamas jovencita? – dijo el hombre a la vez que sacaba una libreta y un bolígrafo.
Norah.
Norah, que más?
Norah Cullen.
El guarda se dio la vuelta para marcharse. Cuando se dio cuenta del nombre que había anotado, se volvió, pero la chica ya no estaba. Que raro. – Pensó - ni siquiera la ha visto ni oído marcharse. Miró de nuevo la lápida. No acabó de creerse lo que había pasado.
Otro bándalo. - Dijo el guarda en voz alta.