Lamentablemente (para mi) Axis Powers Hetalia y todo lo que ello signifique pertenecen al (genio) Hidekaz Himuraya.


La cálida noche de verano los abrazo y reconfortó. Era una noche ideal, de fines de primavera, por fines de mayo. Los árboles ondeaban suavemente repletos de hojas verdes y brillantes y las flores perfumaban cualquiera de las casas además de llenarlas de colorido.

- Es que no se lo que vallan a pensar los demás, Italia…- se escuchaba por demás desde la casa del alemán. Al parecer Italia había ido a la noche y el silencio acogedor de la noche se transformó en oídos atentos de los países circundantes.

- Pero yo no le veo nada de malo…- cantó el italiano en un tono casi ronroneado. Un silencio perduró en aire.

- Esta bien, esta bien, tu ganas…- contestó el alemán, rendido al fin. Se podía oír su frustración a millas de distancia. Y de hecho, se oía a millas de distancia. – Bueno…solo tómalo así, ponle un poco de esto y solo frótalo así…-

- ¿Así?…- preguntó Italia. La noche parecía aumentar sus voces a la lejanía y repercutirse entre las montañas y mares que rodeaban la casa alemana.

- No Italia, no…tienes que tomarlo así y luego lo frotas así…- se escuchó y unos pequeños quejidos se escucharon unos pequeños quejidos. Aparentemente Alemania había tomado las riendas ahora…

- Ale…Ah…nh…detente me duele alemania…- lloriqueó como solía hacerlo el italiano. A lo lejos, Francis parecía regodearse simplemente con escuchar la situación que estaba pasando.

- Ya lo había dicho…- susurró en un tono meloso y romántico, repasando una rosa roja por sus labios – Cuando l'amour llega, no distingue género…- agregó riendo para si mismo como si estuviera viendo una película romántica.

- ¡Si no te quedas quieto es obvio que te dolerá más, solo déjame hacerlo! –farfulló en un grito bastante importante. Sonaba molesto, como si cada interrupción fuera importante e interrumpiera algo.

- Lo único que le faltaba a mi dolor de cabeza…- dijo frotándose la frente con los dedos, como si fuera el único remedio existente. Tenían miles de días para…hacerlo… ¿por qué hoy?

- ¡Pero alemania! ¡Me duele, y ya está sangrando! – gritó compungido Veneciano, intercalando gemidos y otros ruidos de por medio, mientras parecía forcejear.

- Ahh west, me hiciste perder la apuesta con el pervertido… - Susurro Gilbert guiándose por el sonido que venía desde arriba de su casa. Había pasado a tomar cerveza en la taberna y volvía a la casa con paso cansado y quizás un poco borracho.

- ¡Solo falta un poco más y termino, así lo harás bien la próxima vez! – soltó el alemán con un poco de apuro. El italiano seguía emitiendo quejidos por lo bajo y lloriqueando como solía hacerlo.

- ¡¡AGH!! ¡¡Al menos tendrían que tener la decencia de hacerlo en voz baja!! – gritó furioso el suizo mientras se estiraba sobre la mesa para cubrir los oídos de su hermana.

-En serio, Ale…- un nuevo quejido lo interrumpió – de veras me duele, termina ya- sollozó rendido y poniendo un tono meloso y cansado. El alemán farfulló por lo bajo.

- ¡No puedo leer a Poe y disfrutar un té si hacen esos ruidos…vulgares! – reprochó el ingles sonrojándose un poco y tomando un sorbo de te.

- Esta bien…ya puedes enjuagarte si quieres…- aseguró la voz del alemán volviendo a atravesar la negrura de la noche.

- Ehm… - Japón había llegado de su viaje desde su casa e intentaba pensar una opinión ambigua para los ruidos que acababa de oír. – Ah, hem, lo pensaré, no…¡estoy demasiado viejo para esto! – terminó mientras su cara se tornaba de un color rosado sobre su piel.

- Pero…estoy sangrando y me va a arder…- sollozó el italiano. Se escuchó un suspiro y un quejido del alemán, bastante frustrados.

- ¡Macho patatas! ¡Más le vale que no le hallas tocado un pelo! – gritó colorado como un tomate mientras Antonio reía de las caras e insultos que largaba el sureño.

- No querrás quedarte pegajoso y chorreando como estas, ¿no? – la voz del alemán sonó cansada, como si quisiera terminar con eso e irse a dormir de una vez por todas.

- ¿Hacía falta incluir tantos detalles? – protestó asqueado el austríaco frotando con más fuerza su mente mientras la húngara parecía disfrutar con una sonrisa todo lo que escuchaba.

Finalmente pareció que los ruidos terminaron por calmarse y nada más se escuchó esa noche. Lo que pareció un secreto se expandió por los países europeos como el aire primaveral y la brisa veraniega que los invadía.

Y para el alemán era un poco ridículo tener que admitir que el italiano no sabía cepillar sus dientes.

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- ¡¡Oye Nii san!!- gritó el italiano al día siguiente al encontrarse con Romano en su casa. - ¿Quieres ver cuan blancos quedaron mis dientes? -

-¡Eres un asqueroso! Alejate de mi, pervertido! - dijo sonrojándose e imaginándose la situación.

Y como siempre, Veneciano no entendió nada.


Bueno. Esto lo saqué de un chiste que leí hace unos años por un mail que me mandaron. Y ayer me acordé de ésto y me decidí a transformarlo en algo Hetaliano. Asi que los tomates, bananas, té y coments y críticas que me quieran dejar se los agradecería ^^.