Lo difícil de crecer

Capitulo 1

En la oscuridad de una habitación una joven de largos cabellos azules se encuentra recostada contra el marco de la ventana mirando como la ciudad en la que vive de a poco se despierta y las personas comienzan con las actividades del día.

La peliazul ya no es la niña que salvo ese otro mundo junto con sus dos amigas.

Ahora es una chica madura, que enfrenta día a día con decisión las situaciones que le plantea la vida.

Sin embargo, en su mirada se puede observar un dejo de tristeza que oculta con todos sus esfuerzos para que la gente que la rodea no se de cuenta. Su mundo se cubrió de falsas sonrisas que no expresan todo el dolor que su alma y corazón sienten.

A si mismo, su cuerpo también sufrió un gran cambio y se pueden observar las delicadas formas que ha tomado, convirtiéndola en una de las personas mas deseadas y buscadas de su facultad.

Marina Riuzaki, paso de ser una niña de 14 años a una mujer de 18, y a nadie le pasaba desapercibido.

Marina mirando hacia la calle y aprisionando su pecho con ambas manos, se encontraba pensando. Por una de sus mejillas corren pequeñas lagrimas y trata de calmar sus sollozos que amenazan con salir de su boca y despertar a la gente de la casa.

"Hoy se cumplen cuatro años desde la ultima ves que te vi. No se como hice para seguir con mi vida guardando por tanto tiempo este sentimiento que me oprime el corazón."

Se acerco a su cama y se sentó en ella mientras seguía expresando sus sentimientos.

"Cada día siento que te necesito mas, y el no saber que es lo que vos sentís me hace sentir impotente. No puedo hacer nada para llegar a vos… Clef!"

Sin aguantar más, su sollozo se convirtió en llanto. Era la tercera vez en la semana que pasaba lo mismo. Llorar se había convertido en un hábito para poder sacarse la opresión que sentía en el pecho cuando se encontraba sola.

" Por que me enamore de vos? Solo era una niña y tú me robaste el corazón. Desde ese momento mi corazón te pertenece a vos y a nadie mas!!! Quiero volver a verte!!! Si por lo menos supiéramos la manera de regresar. Pero ya lo hemos intentado tantas veces y siempre fracasamos."

Marina con mucho dolor de cabeza se paro y se enfrento al espejo que colgaba de una de las paredes de su habitación. Miro su reflejo y con una mano se limpio las lágrimas que mojaban sus mejillas.

"Tengo que seguir adelante, por mas que mi corazón halla quedado en Céfiro, tengo que seguir por mi y por la gente que me quiere, sobre todo por mis amigas"

Se dirigió a su armario y saco de el un vestido largo que le llegaba un poco mas debajo de las rodillas, de color celeste, que se ajustaba a su cintura con una cinta de color azul fuerte, que resaltaba su figura. Se vistió.

La prenda se agarraba de sus hombros con dos tiras; en sus pies se puso unas sandalias con tiras que se ataban en sus piernas.

Agarro las cosas de la facultad y bajo al comedor para desayunar y así empezar un nuevo día.

Sabía que antes de llegar a la facultad tenía que reunirse con sus amigas en la Torre de Tokio para "celebrar" el cuarto aniversario de su vuelta.

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En otro mundo todavía no había amanecido, sin embargo uno de los habitantes del castillo ya se encontraba despierto caminando por los largos pasillos.

Una noche mas el gran mago de Céfiro no pudo dormir. Hacia ya mucho tiempo que se había acostumbrado a no conciliar el sueño por las noches.

Su vida se había convertido en una rutina monótona y aburrida, y su carácter había empeorado: si antes era reservado y callado ahora lo era mas, solo hablaba lo necesario. Con la única persona con la que se abría era con su discípulo y amigo, Latis.

"Una noche mas sin poder dormir, pensando en… ella. Por que me tiene que pasar esto? Ella debe estar contenta, feliz en su mundo y yo acá como un egoísta pidiendo, no, suplicando que vuelva. Como me pudo haber pasado algo así?

El mago ya no era el mismo de siempre, a parte de su carácter también su apariencia habla cambiado. Ahora era un joven alto que aparentaba tener unos 25 años de edad. Había crecido luego de que las guerreras mágicas regresaran a su mundo, con la esperanza de que ella algún día volviera, pero con el paso del tiempo sus ilusiones se fueron apagando, hasta convertirse en el hombre frío que era ahora.

" Como enseñarle a Paris a gobernar este mundo dejando de lado sus sentimientos si yo mismo no puedo hacerlo? Si yo mismo me he dejado vencer por este amor que te tengo y que ya no cabe en mi cuerpo".

Sin darse cuenta sus pies lo llevaron por inercia al gran salón en donde se festejaban las reuniones más importantes. Una vez allí se sentó en el trono que se encontraba en el mismo, y con una mano se agarro la cabeza.

"Debo seguir adelante y guardarte como un recuerdo. Como el más hermoso recuerdo. No puedo hacer otra cosa"

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Caminando por una de las calles iba una rubia que llevaba agarrado con las dos manos su maletín.

Esta joven era alta, sus cabellos caían un poco mas abajo que sus hombros y en sus ojos se vislumbraba unos anteojos que disimulaban la tristeza de los mismos.

Su vestimenta estaba compuesta por una pollera que llegaba a las rodillas de color blanco con flores verdes, una remera que se ataba al cuello de color verde pastel y unas sandalias que hacían juego.

Anais Houogi, al igual que su amiga había crecido, y si antes era la más madura de las tres, ese aspecto de su carácter se intensifico con el correr de los años.

En sus ojos se reflejaba esa determinación y esa sabiduría obtenida no solo a través de sus peleas en Céfiro sino también por sus vivencias en su mundo.

Sin embargo, nunca pudo borrar de su mente y de su corazón a aquel chico del cual aun seguía enamorada. No podía olvidarse de ese joven moreno, de cabellos verdes y de ojos tan radiantes como el sol que había despertado un sentimiento desconocido en una niña de 14 años.

"Ya cuatro años desde nuestra vuelta. Como te extraño Paris! Si tan solo te tuviera acá conmigo para ser totalmente feliz"

Anais siguió caminando con un rumbo fijo: la torre de Tokio. Cuando llego a su destino se detuvo y contemplo la gran estructura que yacía frente a ella.

"Como me gustaría volver para verte. Es lo que mas deseo. Pero eso no es posible"

Dando un suspiro se introdujo a la torre y tomo el ascensor que la llevaría al último piso de la misma, en donde seguramente la estarían esperando sus dos mejores amigas.

Mientras el ascensor subía la rubia se miro en el espejo y trato de poner una sonrisa en su rostro para no preocupar a las demás.

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En Céfiro, el sol ya había aparecido. En un cuarto que se encontraba en la parte este del castillo se encontraba el príncipe terminando de arreglarse para ir a encontrarse con su maestro.

Últimamente estaba más cansado que lo habitual. Si bien el no tenia problemas para dormir, sus ánimos día a día iban empeorando y a esto había que sumarle que pronto tendría que asumir el mandato de rey. Con lo cual, estaba estudiando mucho para hacer lo mejor posible.

Pero esto no era lo que mas lo estresaba, sino la idea de que en algún momento le tendría que dar una reina a su pueblo y para el la única persona que podría lograr este cometido era su guerrera.

Fue a su escritorio y de allí saco una caja de oro, que tenia incrustada piedras preciosas de color verde. La abrió y extrajo de su interior dos intercomunicadores que tenían una forma ovalada y de color rosa. Por un momento se quedo observándolos.

"Si tan solo te lo hubieses llevado con vos. Tendríamos algo que nos uniera para siempre. Pero por lo visto nada puede ser llevado de un mundo a otro, por eso volvió a mi cuando te fuiste"

Luego de esto, los guardo nuevamente en la caja, que era su más grande tesoro, y puso la caja dentro del cajón.

"Si por lo menos estuvieras al lado mió. Se que serias una gran reina… Anais"

Sin mas, salio de la habitación y se encamino rumbo al salón del trono en donde lo esperaba Guru Clef para seguir con sus lecciones

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En el último piso de la Torre de Tokio, una pelirroja se encontraba mirando toda la ciudad que se extendía ante sus ojos. Al mismo tiempo, se encontraba agarrando un medallón muy importante para ella, el cual llevaba a todos lados.

Lucia Shidou también había sufrido un gran cambio. Había crecido un poco más pero al lado de sus amigas seguía siendo la más bajita. Su cuerpo se había desarrollado bastante y en cuanto a esto no se había quedado atrás de las otras dos.

Llevaba puesto un Jean suelto color gris, una remera musculosa roja, una campera color rojo y gris que hacia juego con el pantalón y llevaba puesto unos tenis blancos. Su cabello seguía sujeto en una trenza.

A pesar de la madurez que había obtenido en estos años, su inocencia permanecía latente y su mirada seguía siendo la misma, tan penetrante y tan apasionada como el elemento que manejaba.

"Ojala algún día pueda volver a verte… Latis. Pero no quiero volver solo porque nos necesiten para pelear. Prefiero que Céfiro este en paz aunque eso signifique no volver nunca mas"

Dos lágrimas cayeron por sus mejillas. Lucy nunca dejo de ser la niña alegre y con gran corazón que había sido y ahora con unos años más esas cualidades se intensificaron.

Ella nunca perdió las esperanzas de volver, sin embargo con cada año que pasaba poco a poco esas ilusiones se iban apagando como el fuego de su interior.

Cuando sintió que detrás suyo un ascensor se abría, rápidamente seco sus lagrimas con el puño de su campera y se dio vuelta regalándole una gran sonrisa a una de sus amigas.

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En uno de los jardines interiores del castillo, un hombre alto, de tez blanca, ojos negros penetrantes y cabellos del mismo color se encontraba sentado en una fuente que le traía muchos recuerdos.

Su mirada estaba fija en un punto perdido y la gran tristeza que sentía su alma no lo dejaba moverse. Había pasado toda la noche en vela sentado en ese mismo lugar. Su cuerpo estaba frío a pesar de que las noches de Céfiro eran calidas, pero no se debía al clima sino al sufrimiento que experimentaba en su interior.

Latis nunca fue muy expresivo y menos en el momento de decir lo que sentía, pero era inevitable sentirse de la forma en la cual se sentía.

Mirando el cielo y apretando sus puños para apaciguar el dolor comenzó a hablarse para si mismo.

"Lucy… Por que me haces tanta falta? Tú me enseñaste a reír, me enseñaste a no rendirme nunca, me enseñaste a amar. Algo que nunca me hubiese imaginado. Y Desde que te fuiste mi vida cambio para siempre"

Haciendo silencio y escuchando el agua de la fuente caer invoco su imagen.

"Ojala que hayas podido ser feliz. Ya hasta me debes haber olvidado. Como acordarte de una persona tan fría como yo, que nunca tuvo y todavía no tiene nada que darte".

Sintiéndose de esa forma se puso de pie y entro al castillo. Había quedado en encontrarse con el mago y el príncipe en el salón del trono para ayudar a este ultimo con sus estudios. Era lo único que hacia que se distrajera y por un rato pudiera sacar de su mente a la guerrera del fuego.

Lentamente, se fue cabizbajo hacia su destino

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