EL PADRE LEGAN

Por

Astrid Ortiz

(eiffel27)

CANDY CANDY está escrita por Kyoko Misuki y Yumiko Igarashi, y producida para televisión por TOEI ANIMATION.

PROLOGO

Había partido camino al hogar de Pony. Nunca había estado allí, aunque conocía el lugar por referencias por lo que no tendría inconveniente en llegar. Allí la vería, le diría en la cara lo estúpida que había sido al rechazarlo y haberlo delatado con el tío abuelo, quien no era nada menos que-

Prefería no recordar nada. La humillación…el "abuelo" Albert desenmascarándolo ante todos, desmintiendo los comentarios sobre el mandato de matrimonio, y revelando aquella noche de engaño, la noche que la joven que hoy ocupaba sus pensamientos muy sumisamente acudió a la cita pensando que se encontraría con… Despejó sus pensamientos ya nublados por el exceso de alcohol en su sangre, y continuó su incesante marcha, ajeno a que el vehículo en el que viajaba zigzagueaba de un lado a otro del camino debido a la falta de concentración de su conductor, quien se caracterizaba por su estilo errático de manejar automóviles.

Había acelerado la velocidad del coche, y justo cuando estaba a punto de pasar una curva, sintió cómo su volante parecía escurrirse de entre sus dedos, y su cabeza comenzó a dar vueltas mientras el auto rodaba por la carretera… luego por el césped… hasta encontrarse de frente con un enorme árbol. 'Es enorme…el padre de todos los árboles', pensó el joven mientras el coche se estrellaba contra el tronco haciendo que su cabeza diera contra el volante, y se sumió en una profunda oscuridad.

No alcanzaba a ver nada; parecía como si una fuerza lo estuviera tomando por los hombros, intentando bajarlo a las más desconocidas profundidades. '¿Qué es esto?', trataba en vano de preguntar en voz alta. '¿Acaso estoy muerto? ¿Por qué no puedo ver nada?' No le quedó otro remedio que dejarse llevar por esa fuerza que continuaba pesándole sobre sus hombros y descendiéndolo hacia las frías tinieblas.

Fue entonces cuando lo vio.

Aunque nunca había sido religioso, en medio de sus nublados alrededores distinguió la reconocida figura de modesta túnica y largos cabellos. 'No puede ser', se dijo, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. Trató de cerrar los ojos, descubriendo que no los tenía abiertos desde un principio; intentó preguntar al ser que tenía ante sí quién era, pero no lograba proferir palabra alguna de su boca.

"Neil…", dijo El, "¿Hasta cuándo vas a seguir negándome como hizo Pedro? Anda, aún no es momento de reunirte conmigo… porque sí vas a ir al Reino de los Cielos… pero antes tienes que cumplir un propósito en la Tierra…"

El joven palideció en total confusión.

La Visión continuó. "En este momento debes estar pensando en todos los actos que has cometido, en todas las atrocidades y atropellos de los que has sido partícipe, pero has sido sólo una oveja descarriada, y ya es tiempo que regreses a Mi rebaño…tratarás de seguir Mi ejemplo y obrar según Mis caminos, pero para eso debes comenzar por limpiar tu propia alma y enmendar todo el daño que has ocasionado. Pensarás que nada de esto tiene sentido, pero pronto verás que todo tiene un Orden Divino. ¡Anda, te están esperando!"

Abrió los ojos. El árbol que no tenía fin parecía alargar sus ramas hacia él, y a través de una de ellas el sol se asomaba con intensidad. Miró a su alrededor; todo era silencio, con excepción del cantar de un ruiseñor. No había nadie que pudiera ayudarlo a bajar del auto, y aún en medio de su estupor y de la contusión que acababa de sufrir, sentía una presencia en el lugar. ¿Qué era? Entonces recordó claramente el encuentro que tuvo en la oscuridad, y supo que la voz que le había hablado y llevado de regreso al accidentado cocheseguía allí, en alguna parte. No lograba verlo, simplemente sabía que estaba allí, acompañándolo. "No me dejes", suplicó. "Ahora puedo decir que te conozco. ¡Por favor, no me dejes!", exclamó, y sin contener más la emoción, estalló en un desconsolado llanto.

PARTE I: Servir al prójimo

Lakewood, Illinois

Un año después

La voz de Eliza resonaba por toda la mansión Legan, y esta vez su madre no podía contenerla. "¡Me niego a verlo!", gritó con furia. "¡Jamás le perdonaré que se haya ido a estudiar para convertirse en sacerdote!"

"Yo tampoco estoy muy contenta con la idea", añadió la señora Legan. "Hubiera deseado que se casara con una joven a la altura de su prestigio social, e incluso yo estaba dispuesta a complacer su capricho de contraer matrimonio con esa chica del establo… pero Neil estaba tan decidido en marcharse y comenzar su seminario… desde que lo vi nacer no lo había visto tan convencido de algo."

"No me importa cuán 'seguro' o convencido esté, ¡su deber era estar a mi lado y no abandonarme nunca!"

"Sé que debes extrañarlo mucho, pero como ya sabes hoy regresa a casa para tomar un mes de vacaciones y luego volver al seminario. Por esta vez, hija mía, vamos todos a tratar de mantener la paz."

"¡El único modo que yo pueda tener paz, mamá, es no volviendo a ver a mi hermano nunca más!"

"¡Retira tus palabras, Eliza!" El señor Legan hacía su entrada a la sala, no sin antes haber escuchado la conversación entre ambas mujeres. "¡Quieras o no, Neil es tu hermano y merece ser bien recibido por todos!"

"¿Y tú con qué derecho nos dices cómo tratar a la gente? Tú… ¡que apenas duermes en esta casa! ¡De no haberte visto hoy, casi no alcanzo a recordar tu rostro!"

"¿Cómo te atreves a hablarle así a tu padre?", irrumpió en cólera la señora Legan. "¡Discúlpate en este preciso momento!"

"¡No, no lo haré!"

"Querida", dijo el señor Legan a su esposa, "…dame un momento a solas con Eliza."

La madre de Eliza abandonó la habitación, dejando a padre e hija contemplándose en silencio. Finalmente, él tomó la palabra. "Hija, sé que por razones de trabajo no he tenido el tiempo suficiente para estar al tanto de ustedes, por lo que me siento responsable por tu comportamiento y el de Neil… aunque él ya no me preocupa. Ahora se encamina a ser un hombre de Dios, pero tú… tal vez creas que por mis prolongadas ausencias no tengo derecho de ejercer mi autoridad en esta casa, pero he decidido tomar medidas más drásticas contigo, aunque tu madre se oponga."

La incertidumbre nubló los ojos de Eliza, antes de preguntar: "¿Medidas como cuáles? ¿Ponerme a trabajar como los sirvientes?"

"No puedo obligarte si no quieres, aunque debo admitir que estarías desperdiciando una gran oportunidad en tu vida si no lo haces. Más bien hablaba de… refinarte un poco más, hacer de ti una verdadera dama…"

"¡Yo soy una verdadera dama!"

"No, no lo eres", dijo el hombre con parquedad. "Lo que necesitas es aprender a ganarte las cosas sin mirar a quién y haciendo tu mejor esfuerzo. Eliza, he decidido enviarte a…"

"¡Padre!", exclamó una joven voz masculina.

"¡Neil!" El señor Legan corrió a abrazar a su hijo, quien recién entraba a la habitación. Eliza, por su parte, se volteó de espaldas a ambos.

"¡Dios los bendiga a todos, qué gusto me da ver a la familia completa reunida!"

Eliza volteó su cabeza con evidente disgusto. "¿Desde cuándo eres el gran defensor de la unidad familiar, hermanito? Ya veo cuánto nos extrañaste… ¡tanto, que me dejaste aquí, sola!"

Neil arqueó su ceja como siempre solía hacerlo, esta vez en completo asombro. "¡Así que mi hermana ha estado triste por mi ausencia!", exclamó. "¿Pues qué te parece si recuperamos el tiempo perdido y salimos a dar un paseo?" Intentó darle un abrazo, pero ella lo esquivó.

"¡Nunca! Tú ya no eres mi hermano, dejaste de serlo el día del accidente. A partir de entonces enloqueciste con eso de que habías tenido un encuentro con Dios. ¿Eso es razón para que de la noche a la mañana quieras convertirte en sacerdote?"

"Tienes razón; todo pasó tan rápido…pero mi amor por Dios se ha mantenido intocable, y mi deseo de servirle para siempre es cada día mayor."

"Eliza también va a comenzar a servir al prójimo, y lo hará mañana mismo", interrumpió el señor Legan.

"¿De qué hablas, papá?" preguntó la joven con un dejo de temor en su voz.

"Jamás cometería ese error; además, no quisiera escuchar quejas de las monjas con respecto a la conducta de Eliza…"

Ella llevó las manos a su cintura. "¡Hablan de mí como si yo no estuviera aquí!"

Su padre la ignoró. "Neil… cerca de aquí hay un rancho cuyo dueño falleció recientemente, dejando a cargo a su hijo, con quien ya tuve una conversación, y desde mañana Eliza irá todas las tardes a ayudarlo en lo que necesite."

Eliza rechinó sus dientes. "¿Ayudar yoooo…. a un campesino? ¿Cómo crees que yo haría semejante cosa?"

"Papá…" interrumpió Neil. "¿No crees que estás llevando las cosas a un punto demasiado extremo? Deja que sea Eliza quien decida las riendas de su vida."

"¡No te pedí tu opinión!" exclamó su hermana.

"Desafortunadamente ya le di mi palabra a Tom; y aunque así no hubiera sido, de todos modos ya la decisión está tomada", terminó diciendo el hombre de negocios. Cambió de tema. "¿Ya viste a tu madre, Neil?"

"Aún no, pero me encantaría."

"¿Entonces qué estás esperando? ¡Vamos con ella!" Y dicho esto, padre e hijo subieron las escaleras que los conducirían a la habitación matrimonial de la mansión, dejando a una iracunda Eliza gritando en vano los nombres de ambos.