Crepúsculo no me pertenece.


Capitulo 40
"Una confesión más y el final"

Nunca pensé que las semanas pasarían tan rápido, fue como si hubiera parpadeado y ya nos encontráramos a un mes de la boda.

La casa de Charlie, el patio completamente transformado, más de cien invitados (por más que trate de reducir la lista), un vestido que marcaba la cintura, tacones que aún no sabía cómo usar…

—Mira al frente, Bella. —repitió por milésima vez mi amiga Alice mientras yo trataba de dar pequeños pasos con los zapatos altos.

Habíamos corrido los muebles y enrollado la alfombra para dejar la sala despejada y así poder practicar.

—Tendré a Charlie a mi lado, usaré su brazo como apoyo, no debo practicar tanto para algo que será rápido. ¿Puedo irme? —trate de zafarme para poder salir de allí, calzarme las zapatillas e ir con Edward.

Alice puso las manos en su cintura y ladeo la cabeza, no necesitaba que hablara, ya sabía cuál sería la respuesta.

—Dime ¿Qué harás después en la fiesta?

Me encogí de hombros.

—Usar zapatos planos —Alice abrió los ojos indignada. Sonreí y seguí—: Creo que las converse negras que tengo desde los diecisiete se verían perfectas con el vestido.

Ella rio sin ganas.

—Solo en tus sueños podrás usar unas zapatillas indecentes y un precioso vestido diseñado por mí al mismo tiempo —con eso dio fin al tema—. Ya, continúa. Mirada al frente, hombros atrás…

Resignada, di un paso.

Fue casi un milagro que pudiera subir las escaleras por mi cuenta después de estar horas practicando. Aún no era de noche, mas estaba agotada y recostarme un rato no haría daño. Me llevé una grata sorpresa al ver a Edward dentro, sin camisa, solo con jeans, el cabello mojado, lo que me hizo intuir que se había dado una ducha.

Lo abracé por atrás y besé su espalda, mis labios la sintieron un poco húmeda. Aunque acaricio mis manos, algo andaba mal, lo presentí cuando se volteo y nos miramos.

Fruncí el ceño, extrañada.

— ¿Qué pasa?

Soltó mis manos.

—Te hago la misma pregunta.

Abrí la boca para hablar, pero no dije nada. No sabía que ocurría, no sabía a qué se refería Edward. Me quede de pie sin hacer nada mientras él buscaba algo en la mesa de noche blanca de mi, nuestra, habitación.

Me mostró un papel blanco doblado en la mitad.

—Encontré esto, cayo de tu libreta mientras ordenaba un poco.

Me lo entregó y al abrirlo supe que era. La lista. La había hecho hace unas semanas atrás, los pros y contras de lo que podría ser mi matrimonio con Edward, hasta acompañada de un grafico con los sentimientos míos.

Pude haber roto ese papel antes, no sé porque no lo hice. Ahora, mirándola, lucia muy tonta.

—Esto fue hace bastante… —negué con la cabeza quitándole importancia.

—No es eso lo que me preocupa, tanto, si no… —Edward se sentó en el borde de la cama que compartíamos y me miro— La razón que te llevo a hacerlo. ¿Por qué, Bella? ¿No te sientes segura conmigo? Después de todo lo que hemos pasado aún tu…

— ¡No es eso! —Lo corte exaltándome— No es algo contigo, Edward, por favor no pienses eso. Sé que te amo, estoy segura, tú me amas a mí, también sé eso, pero —me movía por toda la habitación con el pecho apretado y las palabras ahogándome— a veces el amor no basta y qué pasara si lo nuestro se pierde ¿Eh? ¿Un divorcio? Como mis padres… —Negué con la cabeza— Empecé a pensar demasiado en esa posibilidad, entonces hice la lista y en ella mi sentimientos por ti le ganaron a las dudas y el miedo ¡Ya no tengo, créeme, ya no temo! Por favor, sigamos juntos y hagamos como si esto nunca paso. —Hice ademan de romper el papel, pero Edward me detuvo. No me di cuenta que tenía los ojos llorosos hasta que él acaricio mi mejilla y una lagrima se derramo.

— ¿Cómo podría ignorar el hecho de que tú, el amor de mi vida, estas sufriendo, de que el miedo te esta carcomiendo? No puedo dejar que te sumerjas, Bella, te sacaré, o de lo contrario me hundiré contigo.

Jadee y lo abrace escondiendo mi rostro en la piel desnuda de su pecho. Él acaricio mi cabello y planto un beso en la coronilla. Siempre me sentía bien entre sus brazos, eran mi refugio.

—No sabes cómo fue, nos tuvimos que separar —al principio no supo a que me refería. Giré el rostro para que me pudiera entender al hablar, no lo solté, al contrario me aferre a él como si mi vida dependiera de ello y, emocionalmente, así era—. El momento más feliz era cuando bajaba del avión y veía a mi hermano, listo para pasar el verano completo conmigo, a mi no me importaba estar en Forks, Emmett tiene el don de hacer todo divertido, construyo mi propio Titanic para ir a pescar con Charlie, aunque su obra haya tenido unas cuantas imperfecciones que provocaron su naufragio —reí atorándome un poco, reía y lloraba—. Cuando era el momento de despedirse lo abrazaba con fuerzas y a veces papá lo tenía que separar de mí, recuerdo que en el avión de regreso me contenía, mordiendo mis labios o durmiendo, para que mamá no viera en mis ojos la evidencia de las lágrimas…. Los finales felices, en los que dos personas permanecen juntas hasta el final, para mí no son más que fantasía. No creo en ellos. Cuando alguien escribe una historia en que los protagonistas terminan juntos al pasar inmensas e imposibles dificultades… Siento que el escritor me engaña, convierte a los lectores en un ser esperanzado, soñador, con altas expectativas, después al dar con la realidad y la verdad, la caída es demasiado fuerte y te puede tener horribles consecuencias.

Hablé claro y con algo de rabia, pero no dirigida a él, no sé para quien era, quizás, para mí.

Estaba siendo sincera, como nunca antes, a nadie le había dicho eso, mi verdadera postura hacía las relaciones, el matrimonio, los lazos, tan fáciles de romper, el dolor que fue para mí vivir sin mi hermano, mi incredulidad hacía el amor duradero.

— ¿Y qué hay de malo con ser soñador? Soñar, en una sociedad como esta es algo de valientes, algo por lo que hay que sentirse orgulloso, puede haber caídas, eso es verdad, unas demasiado duras, pero yo prefiero morir por haber intentado alcanzar un sueño, que hacerlo sin tener algo que me enorgullezca, la belleza de todo aquello esta en volver a intentarlo, levantarse y tratar, el que nunca se rinde no puede morir, al menos eso creo, gracias a ti. Bella —me llamo como si me encontrara muy lejos, no con el rostro entre sus manos para mirarlo fijamente—, te amo, todo lo que he dicho lo he aprendido por eso, por amarte.

Tal vez estaba cansada de discutir, de hablar, o los argumentos de Edward me habían ganado, sea lo que sea, permanecí en silencio un rato, con la vista perdida en sus perfectos rasgos.

—Te amo. —fue todo lo que pude decir, con los labios mojados por las lagrimas que ya no salían de mis ojos, la boca seca.

—Y yo a ti —beso mi frente, la mirada esmeralda más dulce que nunca—, solo el tiempo me dará la razón.

—Espero que lo haga.

Volvimos a abrazarnos.


— ¡Oh, Vamos enana! ¡Hazme caso y tu boda será un éxito! —siguió insistiendo Emmett, me seguía por toda la casa.

—Para mí el éxito de la boda no depende de un bobo baile estilo High School Musical ¿Está bien? Ahora déjame que tengo que probarme el vestido por quinta vez, espero que no haya que hacerle más arreglos.

—Eso es por lo flacucha que estas, hermanita, le diré a Edward que no te de tan du…

— ¡Emmett! —lo calle antes de que terminara la oración, hablar de sexo en la casa cuando se encontraba llena de familiares no era apropiado, ¿Qué pasaría si la bisabuela de Edward entraba y nos escuchaba?

Aleje el cabello de mis hombros y seguí caminando, con la esperanza de dejar atrás a mi hermano.

— ¡No vamos a bailar una canción de The Pussycats Dolls, Emmett, entiéndelo! —cerré la puerta y me encontré con Alice, que sonreía.

—Creo que se rendirá.

Sacudí la cabeza y comencé a quitarme la ropa, ella también me ayudaba.

—Quiere que hagamos lo que él no pudo en su boda, por cosas de tiempo. —puse los ojos en blanco mientras Alice deslizaba la suave tela blanca por mis brazos.

—Estoy segura que volverán a casarse en un tiempo más solo para hacer eso —Predijo mi amiga concentrada en que todo estuviera en su lugar—. Lista. Ahora mírate.

Gire para encontrarme con el reflejo en el espejo de cuerpo entero.

Era muy sencillo, pero no lo dije en voz alta pues seguro Alice se enfadaría, bien sabía yo, que, en realidad, confeccionar el vestido no había sido fácil. Todo estaba en los pequeños detalles, las terminaciones. Los tirantes delicados, el listón que marcaba mi cintura, la tela ligera, fresca, que no desentonaba con el clima pues, por sorpresa, el Sol había salido los últimos días y se quedaría por un tiempo, según Alice.

Sentí como tomaba mi cabello y lo elevaba, dejando expuesto mi cuello.

—Te lo arreglas en una trenza que ya tengo vista, unos accesorios ¡Y listo! La novia perfecta.

Sonreí contagiándome con su emoción.

Me sentía muy relajada, sentimiento completamente opuesto con el que debería sentir una novia a diez horas de casarse, pero esa relajación tenía que ver con lo ocurrido semanas atrás.

No fue hasta que me sincere por completo con Edward que me di cuenta de lo pesados que habían estado mis hombros todo este tiempo, que había llevado conmigo una carga que ni era consciente de tener. El miedo, era una de las cosas más pesadas que una persona podía llevar consigo, un freno que había que soltar.

Cuando lo vi, esperándome en el altar, impecable con su traje a la medida, su sonrisa, sus ojos brillando, me pregunte como pude alguna vez dudar de lo nuestro, de que él me mostraría que la vida podía ser absolutamente hermosa. Camine hacia él, olvidando el hecho de que mis pies estaban siendo torturados por un par de carceleros blancos con aplicaciones color plata, no había dolor, solo él.

Entonces el tiempo paso, no mucho, unos tres años, y en los almuerzos familiares que se hacían los domingos tenía que cargar en mis brazos a un pequeño de cabello castaño y ojos verdes.

La lista había quedado en el olvido, pues la realidad que vivía junto a Edward sobrepasaba cualquier anhelo "fantasioso" que pude tener o temí tener.

Mire a Emmett que se había retirado del boxeo, aun joven, para disfrutar a su familia, a Alice y Jasper, que mantenían los ojos fijos en la criaturita que sostenía ella de cabello rubio y en distintas direcciones, a Charlie que jugaba encantado con sus nietos más grandes, y finalmente a Edward, que me rodeaba con un brazo sonriendo, después de anunciar que se enfrentaría al campeón mundial para conseguir el título, el más importante de su vida, aunque el insistía en que el más importante ya lo había conseguido, el titulo de esposo.

Nos sonreímos y me beso.

Fin