ANA Y LOS CATORCE CABALLEROS.

Capítulo 9:

Dando la Cara.

Varios días después (8:39 AM):

Shion ha permanecido encerrado en su habitación desde que fue encontrado por su mejor amigo, Dohko. Se aisló voluntariamente, a fin de calmar de una buena vez su poderoso deseo sexual, mediante la meditación y el ayuno. Por lo que fue explícito con sus subordinados al decirles que estaban bajo su propio riesgo si se atrevían a pisar el cuarto piso.

Milo vio esto como una oportunidad para escabullirse todos los días para visitar a Ana y cerciorarse de que estuviera bien. Después de todo, ella sólo era una víctima de los dioses. O una doble víctima, si tomamos en cuenta lo ocurrido con las galletas:

– ¿Estás seguro de que quieres ir sólo? –Preguntó Camus mostrando una leve sonrisa.

–Sí, no hace falta que vaya más nadie. –Respondió Milo distraído mientras se peinaba rápidamente la melena rizada – Creo que ya la señorita Ana puede controlarse a sí misma, cualquier cosa le hecho agua fría y la regañaré antes de mandarla a su habitación.

–No lo decía por ella, sino por ti. –Comentó Camus.

Milo se detuvo repentinamente y miró a Camus sonrojado:

– ¿A qué te refieres con eso? –Preguntó él nervioso.

– Que me di cuenta de que estuviste a punto de ceder durante nuestra última visita. – Respondió Camus mirando a su mejor amigo con desconfianza.

– ¿Y qué con eso? Tú también te sonrojaste mucho cuando me acompañaste la primera vez y no pasó nada. No soy un pervertido como Saga, sé controlar mis impulsos con esa cosa que afectó a la señorita Ana y al Patriarca. –Respondió Milo avergonzado.

Camus sabía que era mentira: Milo se esforzó mucho por no tocar el honor de su amiga mientras cuidaba de ella. Por eso insistió en ir acompañado por Camus durante todo éste tiempo, para que alguien le congelara lo testículos por si acaso las cosas se salían de control:

–Lo sé, pero trata de no complicarle la vida a tu amiga más de lo que está. –Dijo Camus serio.

Milo carraspeó su garganta y dijo:

– Estoy seguro de que (ahora sí) ya pasaron por completo los efectos del hechizo ese, y podré conversar gratamente con la señorita Ana… a solas. Y como sé perfectamente que eres un hombre muy ocupado Camus; prescindiré de tus servicios como chaperón y tomaré el riesgo de visitarla –Respondió Milo sonriente.

Camus suspiró, se dio por vencido y no iba a esforzarse más en evitar que su amigo tuviera sexo con una mujer:

– ¿Y supongo que debo reportarle a nuestro jefe de facto que tú también estás muy ocupado con tus deberes? ¿O me equivoco? –Preguntó Camus fastidiado, provocando una risotada en Milo.

– ¡Por supuesto! Y si las cosas salen mal, me clavaré una Aguja Escarlata en los testículos… lo prometo.

Milo no le dio chance a su amigo de responder. Porque salió del edificio saltando desde el balcón y se dirigió rápidamente hacia el apartamento de Ana. Esquivando ágilmente los obstáculos que se encontraban en las azoteas de los edificios de la zona.

De repente, algo llamó su atención: se trataba de un balcón adornado hermosamente de muchas plantas, perteneciente a un edificio más moderno del que ellos estaban utilizando como refugio. Milo se acercó por curiosidad, y notó que había muchos puntos rojos que destacaban entre el verde follaje. Y supuso que podría tratarse de un rosal, que por alguna razón le hizo preguntarse si a Ana le gustaban las flores:

« ¿Y a qué mujer no le gustan las flores?» –Pensó él sonriente.

Recordó que había visto un vivero al noreste de la ciudad, y se prometió así mismo que si todo salía bien hoy, le llevaría una rosa ésta noche como gesto de agradecimiento. Milo siguió su camino y llegó en pocos minutos a su destino. Sin mucho esfuerzo y con precisión felina, entró por el balcón de la sala sin derribar nada.

Milo se miró en el espejo que tenía al lado y se secó el rostro con un pañuelo que había traído consigo. No quería que Ana lo viera sudado como un cerdo, a pesar de que lo más probable es que ella estuviera dormida a ésta hora. Costumbre que no entendía, dado que él era un hombre madrugador.

Por precaución, Milo tanteó cualquier reacción fisiológica fuera de lugar antes de adentrarse al apartamento. Y suspiró aliviado cuando notó que no había nada extraño dentro de sus pantalones. Caminó hacia la cocina y sacó de su chaqueta un envase de Nescafé. Artículo que según Ana se había convertido en un objeto de uso exclusivo para la gente rica en su país; debido a la terrible crisis económica que experimentaba desde hace años.

También trajo consigo mermelada y pan para el desayuno. Tenía muchos deseos de comer con ella y ver como estaba antes de partir hacia la cima del Ávila con sus compañeros. Milo tostó el pan en una sartén y preparó café en unos minutos. Sirviendo cuidadosamente el desayuno que le daría una cálida bienvenida a Ana.

Milo dio un respingo cuando escuchó la puerta de la habitación de Ana. Y comenzó a sentarse y a pararse de una de las sillas de la cocina, debatiéndose cuál sería la mejor forma de recibirla:

– ¿Milo? ¿Eres tú? –Preguntó Ana temerosa desde el baño, luego de notar el olor a café que provenía de la cocina.

–Sí, soy yo señorita Ana. Discúlpeme si la asusté. –Respondió él en voz alta.

–Tranquilo. Sólo dame unos minutos, por favor. –Dijo ella aliviada.

Ana salió del baño apresurada y entró a su habitación para acomodarse, antes de recibir a Milo:

– ¡Eh eh eh! Alto ahí, señorita Ana. –Dijo Milo al ver a Ana en el umbral de la puerta – Antes de cruzar por el umbral de esa puerta necesito que usted responda la siguiente pregunta: ¿Me desea? –Preguntó él desconfiado.

– ¿Ah? –Respondió ella confundida.

– ¿Me ve con ojos lujuriosos? –Preguntó él escudriñando a Ana con los ojos entreabiertos.

– No. –Respondió ella ruborizada.

– ¿Está usted segura? Porque yo soy muy atractivo. – Preguntó él con voz sensual.

–¡Milo! Estoy bien. –Respondió ella ofendida, al caer en cuenta de lo que se estaba refiriendo – Ya no siento los efectos de esa cosa… lo juro.

– ¿En serio? –Preguntó él aliviado.

– Sí, es en serio. Y me disculpo por intentar besarte el otro día, no era yo. –Respondió ella.

El rostro de Milo se tiñó de rojo:

– ¿¡B-beso!?¿Cuál beso? –Preguntó Milo nervioso – ¡Yo no recuerdo ningún beso! ¿Y usted? –Preguntó él con los ojos abiertos como platos, evitando cruzar miradas con Ana.

– Pues sí, en el sofá… –Respondió ella pensativa.

– ¡No nos besamos, punto y final! –Exclamó Milo tajante – Ahora siéntate y come lo que te preparé.

Ana se encogió de hombros y se sentó a comer, mientras Milo la estudiaba:

– ¿Y a qué hora vamos a subir? –Preguntó ella luego de tragar un bocado.

– ¿Vamos? – Preguntó él mirando a Ana de arriba abajo –Usted no irá a ningún lado, señorita Ana. Se quedará aquí en su casa, es por su bien.

– ¿Y eso? –Preguntó ella confundida.

– Porque esa montaña no es un lugar seguro.

–Pss…nunca lo ha sido, y eso no ha sido un impedimento para que la gente vaya a trotar todos los fines de semana. –Dijo Ana con sorna.

–Esto es algo totalmente diferente. –Dijo Milo serio.

–Lo sé, sólo estaba bromeando. Aunque sería muy extraño que subieran al Ávila tipo comando, y se encontraran a un montón de turistas fotografiando la estatua de tu diosa. –Comentó ella divertida.

Milo se atragantó con un pedazo de pan. La sola idea de que la estatua de Athena estuviera rodeada de turistas lo había espantado:

– ¿Estás bien? –Preguntó ella divertida. Milo asintió con la cabeza, a lo que ella añadió –Cuida mi cámara, por favor. Mira que con la crisis económica cuesta un ojo de la cara.

Milo le dedicó una hermosa sonrisa a Ana y le dijo:

– La cuidaré con mi vida.

Ella le devolvió la sonrisa:

– ¿Recuerdas como colocar el video, verdad? –Preguntó ella levemente preocupada – Anoche la cargué y vacié el contenido, así que sólo tendrás 5 minutos para grabar. Aprovéchalos bien.

Milo miró a Ana con picardía:

–Le recompensaré bien por este favor, se lo prometo.

– ¿En serio? ¿Con qué, si se puede saber? ¿Con oro, joyas o plata? –Preguntó ella divertida.

Milo recordó por unos momentos las prendas de oro que él y los demás habían encontrado entre las cosas robadas por Mu, pero prefirió no mencionarlo:

–Una cena.

– ¿Una cena? –Preguntó Ana confundida – Pero si estamos en toque de queda, Milo.

–No hace falta que salgamos de aquí para comer bien, señorita Ana. Porque además de ser increíblemente atractivo, soy un excelente cocinero.

Ana se rió a carcajadas con el comentario, y añadió:

–Jajaja…¡Me parece una excelente idea! Aunque me conformo con más envases de Nescafé. Por cierto Milo… ¿Qué ha pasado con tus amigos en todo éste tiempo? ¿Están bien? –Preguntó ella cambiando el tema.

– ¿Camus? Él está bien… creo. –Respondió él despreocupado mientras untaba otra rebanada de pan.

–No me refería a él sino a los otros amigos tuyos… tú sabes…– continuó ella ruborizándose – el tipo con dos lunares en la frente y… el otro.

Milo cayó en cuenta a quienes se estaban refiriendo Ana, a Shion y a Saga:

– ¡Ah!... pues, están mejor. Ya no parecen bestias en celo como hace unos días. Aunque me temo que el Gran Maestro Shion quedó muy afectado por lo ocurrido y no ha querido salir de su habitación desde entonces. –Respondió él sin prestarle mucha importancia al asunto.

– ¿Quién es ese? –Preguntó Ana confundida.

– El de los puntos en la frente. –Respondió Milo serio.

– ¿Y-y el o-otro? –Tartamudeó ella desviando la mirada ruborizada.

– ¿Saga? También está mejor, y te mandó saludos. –Respondió Milo sarcástico.

– ¿¡En serio!? –Preguntó ella sorprendida.

–No.

Mientras tanto, en el refugio de los caballeros dorados (10:50 am):

Shion miró los alrededores tranquilo y reconoció la lujosa sala de estar del Templo principal. Estaba recostado sobre un suave mueble de tapicería carmesí que se encontraba en el amplio balcón de la sala, que daba hacia el Santuario y el antiguo pueblo de Rodorio:

–Más vino. –Ordenó él sin quitar sus ojos sobre el hermoso paisaje griego, extendiendo la copa de oro que tenía en sus manos hacia su copero.

–Sí, mi señor. –Respondió una voz femenina.

Shion miró extrañado las amplias mangas color café que cubría los brazos de su copero, debido a que no correspondían a ningún uniforme utilizado en el Santuario. Obligándolo a desviar su mirada para satisfacer su curiosidad:

– ¿Quién es usted? –Preguntó sorprendido al encontrarse con a una monja franciscana de mediana edad que cargaba una botella de vino.

–Soy la hermana Concepción, Gran Maestro Shion. Su nueva esposa. –Contestó la mujer con tono sereno.

– ¿Qué? ¡Eso es imposible, yo no recuerdo haber tomado como esposa a una monja! – Exclamó el lemuriano espantado.

–Mi señor, le recuerdo que usted me robó la virginidad con su lujuria desbocada. –Respondió la mujer sonrojada, abrazando la botella de vino mientras suspiraba de amor – Y por eso ahora somos marido y mujer.

–Nosotras también nos convertimos en sus esposas, Gran Maestro Shion. –Dijeron un coro de vocecillas detrás de él.

Shion giró su cabeza y se vio rodeado de muchas franciscanas que se encontraban arrodilladas en el piso, cargando bandejas de plata llena d frutos y manjares delicados:

–Y usted me robó mi virginidad trasera, picarón… jujuju. –Añadió la más anciana del grupo, una monja de sesenta y tantos años de edad. Que intentaba ocultar su rostro detrás de la bandeja mientras reía con picardía.

– ¡Eso es imposible! Yo nunca atentaría contra la nobleza de un grupo de monjas… esto debe ser una broma de mal gusto –Exclamó Shion alterado, al mismo tiempo que se ponía de pie de un brinco.

–Pero señor, –dijo la más joven, arrastrándose hacia los pies de Shion –usted entró a nuestro convento con su enorme falo erecto y nos hizo suya una y otra vez. Luego de obligarnos a jurarle lealtad a Athena y desnudarnos ¡A las quince! Sin distinción de edad o atributos físicos.

– O género… –Shion giró su cabeza y se encontró con un desconocido en tangas – ¿O es que acaso usted no recuerda como se gozó a este negrote? –Preguntó el hombre acariciando su propia desnudez con la punta de sus dedos.

– ¿¡Quién eres tú!? –Preguntó Shion evitando ver la entrepierna del recién llegado.

– Uno de los diez hombres que pasaron por sus manos antes de convertirse en sus esposas, Gran Maestro. –Respondió el desconocido meneando sensualmente sus caderas.

Shion ahogó un grito cuando se vio rodeado de varios hombres semidesnudos. Incluido un tipo obeso, de tez oscura y cubierto de densos pelos ensortijados, desde la cabeza hasta los pies. Que dramáticamente se tiró a los pies de Shion:

– ¡Por favor Gran Maestro, hágame sentir como una flor delicada de nuevo! ¡Se lo ruego! –Suplicó el hombre desesperado

–No, no, no Gran Maestro, –Interrumpió una sensual voz femenina a pocos metros de distancia: Se trataba de Ana y estaba recostada en un taburete similar al suyo. Completamente desnuda y abrazada por Saga; quien no dejaba de mirar a Shion con una sonrisa lasciva en sus labios– usted tiene que desposarnos primero, y concluir lo que habíamos comenzado.

Shion sintió una fuerte sensación de dureza en su entrepierna, y como pudo se zafó de los brazos del hombre obeso para alejarse lo más posible de Saga y Ana:

– ¡Un momento zorra inmunda! –Exclamó una voz afeminada dentro de la habitación, captando la atención de los presentes – Primero el Gran Maestro tiene que aclarar en qué quedaremos nosotras ¿Si vamos a ser sus esposas o sus esposos? –Preguntó el extraño molesto.

Shion miró con los ojos abiertos como platos a las tres desconocidas de voz gruesa que lo miraban molestas y con los brazos cruzados. Eran las mujeres más extrañas y feas que había visto en toda su vida, y llevaban puestas unas ropas de latex a la que Shion les parecieron vulgares:

– ¿A qué se refieren con eso? ¿¡Y quiénes son ustedes!?

–Nosotras somos las Divas de La Avenida Libertador, Gran Maestro. Y usted apareció de madrugada en la calle, completamente desnudo y con ganas de probar nuevos horizontes con nosotras. –Shion se espantó al notar que se trataban de tres prostitutas hermafroditas, con enormes senos y un enorme bulto debajo de sus faldas– Pero fue tan buena la experiencia que no le cobramos el servicio, y ahora vinimos a reclamar la paternidad del niño.

–¿¡C-cuál niño!? –preguntó Shion confundido.

–El que usted lleva en su vientre. –Respondió la prostituta señalando la enorme panza del lemuriano.

Shion gritó despavorido.

Su propia voz lo regresó a la realidad, y se encontró acostado sobre la cama con el cuerpo empapado por el sudor. Odiaba tener la piel pegajosa; y como pudo, se levantó de la cama sin deseos de hacer nada en absoluto, salvo olvidar aquella horrorosa pesadilla:

– ¿Está todo bien por allá? –Preguntó una voz conocida al otro lado de la puerta.

Shion lo pensó dos veces antes de responder:

–Sí, lo estoy.

– Ya un grupo salió hacia el punto de encuentro. –Comenzó a decir Dohko serio –Afrodita y Máscara Mortal prefirieron quedarse con las prisioneras. Yo por mi parte, decidí esperarte.

–No tienes porque comportarte como si fueras mi madre, Dohko. –Interrumpió Shion con tono grave – Estoy bien, y puedo dar la cara ante mis hombres.

–No pongo en duda eso último, amigo mío. –Dijo Dohko con tono preocupado – Lo que me inquieta es que tengas que volver allá.

–Tengo que hacerlo, Dohko. Tengo que ver con mis propios ojos lo que hice bajo el hechizo de esa maldita bruja... –Espetó Shion apretando los puños.

–Lo sé. –Murmuró Dohko recostado en la puerta –Por eso quiero recordarte que esa estatua blasfema no la ideaste tú, fuiste utilizado por las ninfas. Así que no te tortures a ti mismo por eso.

Dohko no obtuvo respuesta alguna; y un minuto después, la puerta se abre. Shion miró fijamente a su mejor amigo con el seño fruncido; y salió de la habitación en silencio y con paso firme hacia el exterior. Decidido a encarar al mundo.

Minutos después, en el Cerro el Ávila:

– ¿Sólo están ustedes tres? –Preguntó Milo mirando molesto a Camus, Kanon y Aioros.

Los tres intercambiaron miradas, extrañados por el mal humor de Milo:

– Sí. –Respondió Aioros confundido.

– ¡Pero se suponía que debíamos aparecer todos en el video, así lo acordamos entre todos! ¿Dónde está el resto? – Exclamó Milo molesto.

– Ese acuerdo lo supusiste tú sólo, Milo. – Dijo Kanon malhumorado – Afrodita y Máscara Mortal están tratando de sacarle información a nuestras prisioneras. Mu, Aioria y Shura fueron claros al decirte que no querían ser grabados y Shaka no ha salido de su meditación desde hace días.

Milo tocó su sien molesto, ya que sentía que se aproximaba una jaqueca. Y emitió un gruñido antes de dirigirse nuevamente a Kanon:

– ¿Y tu hermano? –Preguntó Milo arqueando una ceja.

–Anda más raro de lo normal, así que no cuentes con él. –Contestó Kanon serio.

Milo suspiró vencidoy sacó la cámara de Ana de una mochila:

– Malditos maricas… –Murmuró Milo molesto mientras encendía la cámara – Bien, supongo que nos tocará hacer de presentadores de televisión y explicar las cosas con claridad. Recuerden que sólo tenemos 5 minutos para grabar el mensaje y… ¡acción! –exclamó Milo apuntando hacia Aioros.

Aioros no dijo nada, sólo veía la cámara confundido, al igual que Camus y Kanon:

–Dije acción chico. –Dijo Milo molesto tras un largo minuto de silencio.

– ¿Qué estás haciendo, Milo? –Preguntó Aioros confundido.

– Te estoy grabando, Aioros.

– ¿En serio? Pero eso parece una cámara fotográfica. –Comentó el muchacho confundido.

– Lo es, pero también puede grabar videos. –Respondió Milo fastidiado.

– ¡ Wow! – Exclamaron los tres fascinados.

– Bienvenidos al siglo veintiuno, cavernícolas. –Dijo Milo con tono sarcástico –¿Saben qué? Mejor hago esto solo…ejem… a ver… hola soy yo, Milo de Escorpio. Y espero que este mensaje sea recibido por la Excelentísima Athena, Diosa de la Tierra…–Milo graba primero a sus compañeros antes de apuntar la lente de la cámara hacia él –… Mi señora… nos han regresado a la vida, a los catorce… aehm… ¿Quién fue y con qué fin lo ha hecho? No lo sabemos exactamente, pero lo más probables es que quieran utilizarnos como carnada. Por eso le suplico Mi Señora, que se mantenga a salvo en el Santuario y confíe en plenamente en nosotros. Mataremos al enemigo en Su Nombre y volveremos a la tumba tranquilos. Por favor, pase lo que pase no caiga en este tipo de provocaciones por parte del enemigo…–Milo apunta la cámara hacia la estatua creada por Shion.

– ¿Qué estás haciendo Milo? –Preguntó una voz masculina detrás suyo.

Milo dio un respingo al reconocer la voz de Dohko; y sin querer dejó caer la cámara de Ana en el piso. Lo que llamó la atención de Dohko mientras Kanon le aplaudía a Milo a modo de burla:

« ¡Mierda!» –Pensó Milo mirando a Dohko con los ojos abiertos como platos.

– ¿Qué es eso Milo? –Preguntó Dohko señalando la cámara de Ana.

«¡Oh mierda, Shion también está aquí! » –Exclamó Milo dentro de su cabeza al ver al lemuriano a varios metros de distancia, observando la estatua con expresión sombría.

– Es una cámara, Anciano Maestro. –Respondió Milo disimulando su sorpresa.

– ¿En serio? Qué pequeña es – Comentó Dohko observando la cámara fascinado. – ¿Y qué haces con una cámara en éste lugar, hijo? –Preguntó de nuevo Dohko, con una sonrisa pícara en los labios.

– ¿Yo? Estoy recopilando pistas –Mintió Milo.

– ¿En serio? –Preguntó Dohko arqueando una ceja.

–Decidí modernizar mis métodos, Gran Maestro.

– ¿Con una cámara rosada? –Preguntó Dohko divertido.

– ¡El rosa está de moda, Gran Maestro! –Interrumpió Aioros, quien se había arrodillado ante la presencia de Shion.

–Y por eso su novia le prestó la cámara. –Añadió Camus inclinándose junto con Kanon.

–En realidad Milo decidió meterse a marica, Gran Maestro. –Comentó Kanon por lo bajo.

Milo miró a Kanon con expresión asesina, pero se vio obligado a volver a mirar a Dokho:

–Sí…–y Milo añadió –es la usanza del siglo veintiuno. Se toman imágenes para usos posteriores.

– O para enviar mensajes usando nuevas tecnologías, según tengo entendido. –Interrumpió Dohko ampliando su sonrisa; lo que produjo un silencio incómodo en el ambiente.

Por su parte, Shion estaba completamente concentrado en la figura de piedra que se alzaba delante de él. Una blasfemia esculpida por sus propias manos; una obra que se convirtió en el acto más vergonzoso que ha cometido en toda su vida. Y a pesar de que técnicamente estaba bajo los efectos de un embrujo poderoso, no se podía perdonar así mismo el haber sido derrotado y utilizado por el enemigo.

Un par de lágrimas recorrieron lentamente sus mejillas y la vergüenza se transformó en ira contenida. Shion apretó los puños y la mandíbula con fuerza. Deseaba con toda su alma destruir aquel lugar con todo su poder, pero no podía dejar enceguecerse por la rabia. Debía mantener su mente fría para utilizar toda su astucia en contra de los dioses y llevar a sus hombres a la victoria.

Pero primero tenía que encararlos:

– ¿Ustedes son los encargados de hacer guardia en éste lugar? –Preguntó Shion acercándose al grupo.

– Kanon y yo, Gran Patriarca Shion. –Respondió Aioros tocando el duro granito con su frente.

– ¿Y que reportan? –Preguntó Shion serio.

– Encontramos los cadáveres de 2 caballeros de Athena, posiblemente se trataban de exploradores. –Respondió Kanon con voz grave – También descubrimos que la montaña está rodeada de una especie de barrera similar a la que existe en el Santuario, ya que repele a los visitantes y evita que este lugar sea visto desde los helicópteros militares que sobrevuelan la ciudad.

Shion sintió un desagradable vacío en el estómago al recordar esos cuerpos putrefactos en su cabeza:

– ¿Alguna pista sobre la fuente de ese poder? –Preguntó Shion mirando la estatua con desprecio.

–Sospechamos que se trata de la misma Cloris, Gran Patrarca. Pero no hemos podido encontrar pistas sobre su paradero, la barrera hace que todo permanezca en una especie de quietud intrigante. –Respondió Kanon serio.

–Afrodita y Máscara Mortal llevan días interrogando a las ninfas capturadas, pero no han tenido mucho éxito. –Dijo Dohko observando detenidamente a su amigo.

–Me encargaré de eso después… –algo en el piso llamó la atención de Shion – ¿Qué es eso? –Preguntó él señalando la cámara.

–Es una cámara fotográfica, Gran Patriarca. –Se atrevió a decir Milo, que se había arrodillado en el piso cuando vio a Shion caminar hacia él – Le pertenece a mi amiga Ana.

– ¿Qué?¿Una amiga? –Preguntó Shion confundido, mirando por un instante a Dohko.

–Usted la conoció, Gran Patriarca. Pero no era usted mismo… –Respondió Milo incómodo.

Shion se sonrojó cuando recordó a Ana, la chica pelirroja que él estuvo a punto de tocar impúdicamente:

– ¿Aquella chica era tu amiga? –Se animó a preguntar él tras un largo y desagradable minuto de silencio.

–Sí.

– ¿Y está bien?¿No le hice daño, verdad? –Preguntó Shion desviando la mirada por la vergüenza.

–Sí, está a salvo. –Respondió Milo esbozando una sonrisa en sus labios.

Shion suspiró aliviado, al menos alguien se salvó de su líbido desbocado. Y tras unos largos minutos de silencio, ordenó:

–Llévame donde se encuentra esa chica, Milo. Necesito hablar con ella.

En el apartamento de Ana:

Ana observaba aburrida la calle desde la ventana. Caracas se había convertido en una especie de pueblo fantasma desde que se instauró el toque de queda. Nadie se atrevía a salir de sus hogares en horas de la tarde; salvo los soldados que sobrevolaban la ciudad en helicópteros.

Dos personas paradas en la azotea del edificio del frente captaron su atención. La primera, no la reconoció, pero la segunda sí: era Milo, que por alguna razón tenía cara de pocos amigos. De repente, los dos se esfumaron ante sus ojos como por arte de magia. Lo que la obligó a sacar la mitad de su cuerpo fuera de la ventana para vers habían saltado hacia su azotea o algo así:

–Hola. –Dijo una voz detrás suyo.

Ana dio un fuerte respingo por el susto:

–¿Milo? –Preguntó ella al encontrarse cara a cara con el caballero de oro – ¿Por dónde entraste?

–El Gran Maestro Shion me teletransportó hasta acá. –Respondió él señalando a un hombre que la observaba detenidamente a pocos metros de ella.

– ¿Quién? –Preguntó ella confundida, mirando en la dirección señalada por Milo.

Ana se congeló en seco, reconoció al instante el rostro de Shion. Y con la mirada le suplicó ayuda a su amigo:

– ¡Oh no, no se preocupe señorita Ana! –Exclamó Milo alarmado por la reacción de ella –El Gran Maestro no le hará daño, se lo prome… – Ana se aferró a él asustada, chillando como un ratón.

El rostro de Milo se ruborizó, no esperaba esa reacción por parte de Ana. Ni mucho menos esperaba que hiciera eso delante de su jefe, por lo que su rostro se puso tan rojo como un tomate cuando miró a Shion. Sin notar la expresión de vergüenza del lemuriano, al ver el enorme daño que había causado a una persona inocente, aún sin haberla tocado.

Pero Shion no podía dar marcha atrás, ya estaba delante de la joven y debía dar la cara como hombre:

– Yo... vengo a perdirle perdón, señorita. –Y al decir esto Shion, se arrodilló a los pies de Ana.

Ana no esperaba aquello, y miró a Milo buscando una explicación. Por su parte, el caballero de Escorpio no dejaba de mirar a Shion con la mandíbula desencajada, hasta que sintió el peso de la mirada de Ana sobre él y se vio obligado a hablarle:

–Señorita Ana, el Gran Maestro Shion le está pidiendo perdón, por favor hágalo.

–¿¡Qué!? –Preguntó Ana confundida.

– ¡Señorita Ana, el hombre más importante del planeta (mi jefe) se está humillando ante usted para pedirle perdón! ¡Acepte sus disculpas!– Exclamó Milo tomando a Ana por los hombros.

–No la obligues Milo. –Interrumpió Shion aún de rodillas. Le molestó el comportamiento inmaduro de su subordinado – Déjame a solas con ella.

Ana miró fugazmente a Shion y le dijo a Milo:

–No.

Un silencio incómodo llenó la habitación por unos instantes:

–Es muy testaruda, Gran Maestro. Se lo suplico, no la castigue.

Ana miró a Milo ofendida, pero éste se había desvanecido ante sus ojos como por arte de magia. Shion lo había teletransportado a quien sabe dónde, ya que estaba arruinando el momento. Aprovechando la confusión de Ana, se puso de pie y se dirigió a ella con voz solemne:

–Milo está a salvo, cerca de aquí. No se preocupe por él. –Comenzó a decir Shion – Pero su creo que es mejor hablar con usted en claro y en privado, debido a que deseaba pedirle disculpas personalmente. Es lo que haría cualquier persona honorable, dar la cara.

Ana estaba petrificada, por una parte quería salir huyendo de su apartamento y por otra quería seguir escuchando aquella voz solemne que se dirigía a ella con sinceridad:

–Tal vez usted aún no lo sepa, pero yo fui secuestrado y embrujado por unas criaturas malignas, que me convirtieron en una especie de… bestia. Y lamentablemente esa magia afectó a muchas personas que se encontraban cerca de mí, y lamentablemente usted fue una de ellas.

Ana, se ruborizó al escuchar eso último, y notó que Shion había desviado su mirada:

–Eso no me exime de mis acciones, y como hombre y caballero de Athena debo buscar la manera de limpiar mis pecados… empezando por usted. Y a pesar de que sentí un enorme alivio cuando Milo me dijo que yo nunca pervertí su honor, me siento obligado a hallar una manera de saldar esta enorme deuda que tengo con usted.

Por unos momentos Ana se vio tentada a decirle ¡Cállate y tómame, guapo! Pero era obvio que lo que menos deseaba Shion era tener sexo con ella. Estaba realmente sorprendida por esto, debido a que era la primera vez que alguien era tan sincero con ella. Y no sabía qué hacer al respecto o pedir a cambio:

– Vamos a tomar café. –Fue lo único que vino a su mente.

– ¿Eh? –Shion la miró confundida.

–Necesito cafeína y creo que usted necesita ánimos, vamos a tomar un café. Por allá está la cocina.

Shion inclinó levemente su cabeza y siguió a Ana.

Tiempo después, a los pies del Cerro El Ávila (2:45 PM):

–Me han dejado sin palabras ¿Y ustedes dejaron a mi maestro a solas con aquella mujer? –Preguntó Mu preocupado.

–Milo está con ellos. –Respondió Camus probando un sorbo del café que trajo el lemuriano consigo.

–Milo no tiene suficiente poder para enfrentarse a mi maestro, si éste decide… decide… –El rostro de Mu se encendió, no quería asociar la palabra abuso sexual con su maestro.

–Shion está bien, chico. –Interrumpió Dohko en defensa de su mejor amigo– Sólo quiere redimirse y buscar algo de paz interior, luego de haber pasado por algo tan horrible.

Mu frunció el ceño y miró hacia la ciudad de Caracas preocupado:

–No estoy tan seguro de eso, Anciano Maestro.

Dohko miró a Mu con esa especie de compasión con la que vemos a los niños pequeños. Probó un bocado de la comida traída por Aldebarán y añadió:

–Shion es un hombre de honor, Mu. Sólo quiere pedirle disculpas a la amiga de Milo… no como otros que yo conozco. Que prefieren quedar como unos pervertidos ante una dama ¿Verdad Saga? –Preguntó él mirando en dirección hacia el caballero de Géminis.

La pregunta y las miradas de reproche por parte de los presentes tomaron por sorpresa a Saga. Cuyas mejillas se tiñeron levemente de rosado:

– ¡Es cierto, Saga tocó a la novia de Milo y no le ha pedido disculpa a ninguno de los dos! –Exclamó Aioros espantado con la idea.

–Pervertido. –Le reprocharon Kanon y Aioria.

Camus y Saga se ahogaron con el almuerzo casi al mismo tiempo. Al primero fue porque le pareció gracioso el comentario casi inocente de Aioros sobre la novia de Milo. Y al segundo, porque no se había percatado de que atentó contra el honor de una dama, hasta ahora:

–Saga intentó disculparse con la novia de Milo, pero falló. –Comentó Aldebarán mirando a Saga de reojo. –Creo que debería bajar ese orgullo que lo caracteriza y pedirle disculpas a la dama hoy mismo, a más tardar.

– ¡Pfff… eso es imposible! –Comentó Kanon divertido – Saga no le pide disculpas a nadie. No tiene los testículos para hacerlo.

El rostro de Saga se ruborizó debido a la vergüenza que le causaba las miradas de reproche de sus camaradas. Se puso de pie y desapareció de ahí en un parpadeo, fingiendo que le importó un comino las palabras de sus compañeros.

Un par de horas después, en el apartamento de Ana:

Milo había permanecido encerrado en el baño de Ana, moviéndose de un lado a otro como si fuera un tigre encerrado en una jaula. Temía lo peor para Ana; y a pesar de eso, decidió darle un voto de fe a esos. Ya que ella había probado que no estaba bajos los efectos del polen de las ninfas.

¿Pero podía pensar lo mismo de Shion? La respuesta era no:

–Jijiji…

Una risita chillona y unos cuchicheos provenientes de la cocina, hicieron que pensaran lo peor: ¿Es posible que esos 2 estuvieran teniendo relaciones en la cocina? –Pensó él espantado – De ser así, debería hacer algo al respecto, como atreverse a castrar a Shion con su Aguja Escarlata mientras estuviera distraído o algo por el estilo.

«Al diablo con que se trate del Gran Patriarca, no voy a permitir que la toque. ».

Milo dejó la cámara de Ana sobre el W.C.. Y cuidadosamente, abrió la puerta y caminó sigilosamente hacia la cocina. Tomando la precaución de que su cosmos no fuera detectado por Shion:

–…Aquel día, me chorreaban los mocos por la nariz de tanto llorar. Parecía una loca, hasta hice que Milo huyera como marica asustada. No sé como ese hombre volvió para ayudarme… supongo que pensó que le contagié algo, porque estaba furioso. –Comentaba Ana divertida, recordando el dia que conoció a Milo.

Shion contuvo la risa tapándose la boca con una mano, y notó unos mechones azules que se sobresalían de la puerta de la cocina. Pero decidió ignorar aquello:

–…Desde ese entonces hemos sido amigos. –Continuó Ana con el mismo tono alegre de voz – De hecho él fue quien me cuidó cuando… cuando… usted sabe… las hadas nos pegaron ese herpes extraño que nos puso cachondos a los tres.

Shion escupió sin querer su café, y prefirió cambiar la conversación:

– Milo es un buen chico, y un caballero honorable.

– Sí, de hecho íbamos a cenar hoy para celebrar que ya estoy curada. –Comentó Ana sonriente.

– ¿En serio? –Preguntó Shion interesado.

–Sip… pero usted lo desapareció ¿El está bien, verdad? –Preguntó ella cayendo en cuenta de lo sucedido.

–Sí. Milo está encerrado en su baño, señorita Ana. –Respondió Shion viendo la puerta de la cocina con malicia.

– ¿En serio?¿Y por qué no ha salido? –Preguntó ella girando su cabeza hacia la puerta.

–Porque Milo es un caballero honorable y obediente, señorita Ana. –Respondió Shion con una sonrisa – Y por lo que me he dado cuenta, también está muy interesado en usted.

Milo dio un respingo al escuchar ese comentario, y tapó su boca espantado por la indiscreción de Shion:

– ¿Ah sí? –Preguntó Ana confundida con el comentario.

–Pero ambos deben comprender que la situación tan extraordinaria que estamos viviendo no le da cabida al amor. Dado que la reaparición en este mundo de los catorce es sólo una triste ilusión creada por algún ser maligno. –Shion ignoró la expresión exagerada de Ana, y continuó hablando – Por lo que le suplico que su relación sea lo más casta posible, porque no sabemos cuándo volveremos a morir.

Ahora Ana fue la que por poco se atragantaba con las galletas que había servido:

– ¡Maestro Shion! –Interrumpió Milo desde afuera de la cocina. Arriesgándose a ser castigado por Shion por desobediente.

Ana giró su cuerpo y se inclinó para ver mejor a Milo:

– ¡Milo, me alegra mucho ver que estás bien! –Exclamó ella emocionada – Te guardé algo para picar, ven.

Milo miró a Shion, y éste le devolvió una sonrisa maliciosa:

–Lamento informarle señorita Ana, que mi tiempo acá se acabó. –Comentó Shion levantándose de la silla, sorprendiendo a Ana. – Muchas gracias por su hospitalidad y su buen corazón.

Ana sonrió y se sonrojó al ver como Shion se inclinaba en dirección a ella, como si fuera el personaje de alguna serie caballeresca:

–Disfrute su velada, señorita Ana.

Y Shion desapareció de la cocina, haciendo que Ana mirara a Milo buscando una explicación:

–Voy a buscar la cámara. –Fue lo único que se le ocurrió decir a Milo.