Respuestas Review (y gracias por dejarlos):

Sabbath DJ: Yo también fangileo pensando en cómo se vería a Kanda con un bebé en brazos, así que no te preocupes xD, sólo que no te lo imagines femenino por favor, eso sería traumante u.u

Panqquesiita: ... no quiero sufrir tu agresión por favor, soy demasiado joven para morir ToT, me hizo gracia tu review n.n

Leluto: No estaba muy convencida por cómo me había quedado el Allen-Diego xD, pero me alegro que te haya gustado. Seguramente meta yaoi, no tengo tanta fuerza de voluntad como para resistirme (inserte aquí cara pervertida) pero no me decido aun por qué parejas, así que iré improvisando sobre la marcha.

Apple_Rin: doble review, doble agradecimiento. No te preocupes, Lavi no es para nada tonto, sólo se lo hace. Además, el papel del Bookman será muy importante en el fic, ya verás. De momento todo es guasa y tal, pero ya vendrán los momentos serios.

The Hawk Eye: Kanda es Kanda, no podía ponerlo de otra forma xD. Recuerda que al principio del manga, Lavi era más o menos así, despreocupado y hablador, sin medir sus palabras, pero ya irá cambiando. Lo que está tramando Allen, bueno, ya lo irás descubriendo (en este capi hay un adelanto).

Disfruten~


CORAZÓN ACORAZADO.


Noche 2: El pañal.

Lloraba y lloraba. Era una máquina de llorar. Incluso preferiría al molesto de Lavi hablando sin parar antes que los berrinches de esa bolita de carne. No había duda de que tenía unos pulmones sanos, porque llevaba más de una hora y media llorando. Los tres hombres estaban desesperados porque no sabían qué más hacer para agradar a la pequeña y ruidosa criatura.

Por suerte se había mantenido callada el tiempo suficiente para que se alejasen de la posición de los Akuma. Kanda seguía sin fiarse del albino que tan amablemente se había ofrecido a guiarles, sabía que tramaba algo por lo que no le perdía de vista ni un segundo. Allen lideraba el paso con aire ausente, sintiendo los fieros ojos del Exorcista japonés en su nuca pero sin dejar que eso perturbase su serenidad. De vez en cuando se giraba a encararle, agravando la mirada de Kanda. Había un aura de malas vibraciones en el ambiente creado por ellos dos, pero Lavi estaba demasiado ocupado cargando con una llorosa Lenalee que le estaba produciendo dolor de cabeza, tanto a él como a los otros tres.

–¡Haz que se calle! –exclamó Kanda de pronto, cuando ninguno de los tres lo soportaba más.

–¿Qué crees que llevo intentando todo este tiempo? –bufó Lavi, que tampoco estaba de muy buen humor.

–Atraerá a los Akuma como siga así –le dijo Allen.

–Es que se retuerce –se defendió Lavi mientras intentaba poner recta a Lenalee, que no paraba de moverse, llorar y patalear.

–¡Porque la coges mal! –exclamó Kanda, con la vena de la frente hinchada.

–¡La cabeza! –se alarmó Allen, al ver que la colocaba boca abajo.

–Déjala en el suelo –le ordenó Kanda, al ver la incompetencia del pelirrojo.

–Cógela, déjala, hazle, mi mi mi –replicó Lavi, también harto, mientras la dejaba sobre una pequeña roca rectangular que había cerca.

Se detuvieron en torno a la roca donde Lenalee seguía con su rabieta. Tenía los mofletes rojizos del esfuerzo por llorar tanto. Las manitas las llevaba cerradas en unos pequeños puños y las piernas encogidas hacia arriba, como todo bebé. Lavi se había dado cuenta de que el cabello oscuro, de reflejos verdosos, le había crecido en el tiempo que llevaban andando.

–Tiene la boca seca –se percató Allen, acercándose a examinarla.

–Eso significa que algo va mal –declaró Lavi, muy agudo, en medio de los otros dos.

–Necesita beber algo –le contestó Allen.

–¡Toma y yo! –exclamó Lavi, mientras se secaba el sudor de la frente.

–Lleva uno de esos chismes de bebé –les dijo de pronto Kanda, mirando con desagrado el pañal–, tenemos que llegar a un pueblo antes de que haga pum.

–¿Pum? –se burló Allen, alzando una ceja. Kanda estuvo a punto de desenvainar a Mugen para hacerle otra cicatriz idéntica en el otro ojo al albino.

Lavi había puesto cara de asco.

–Los bebés son asquerosos –no pudo evitar comentar, con desagrado.

–Bueno, habrá que comprobar si ha hecho pum –la última palabra la dijo Allen con un deje de burla que al japonés no se le pasó desapercibido.

–Tú, compruébalo –le ordenó Kanda a Lavi, quien puso una mueva de desagrado.

–¡¿Qué?! ¡¿Por qué yo?! –se escandalizó el pelirrojo, al que le habían salido una orejas de conejo imaginarias.

–¡Porque insististe en acompañarme, porque eres un estúpido y molesto conejo, y porque te rebanaré con Mugen si no lo haces! –habló muy rápido Kanda, con una mirada que daba mucho miedo y una cercanía que Lavi clasificó como muy peligrosa.

–¿A-algo más? –se atrevió a decir.

–¡Que-lo-ha-gas! –recalcó cada sílaba el japonés.

Lavi le sonrió nervioso y se acercó de nuevo a Lenalee, que seguía llorando a pleno pulmón. Allen los había contemplado divertido.

Finalmente, el pelirrojo se dispuso a quitarle el pañal mientras Kanda se masajeaba las sienes para que se le fuera un poco el dolor de cabeza que tenía y Allen miraba alrededor para situarse. Lavi hizo gruñidos de desagrado mientras le quitaba el pañal, sorprendiéndose de encontrarse algo que no esperaba.

–Ah pero... ¿es una niña? –se sorprendió, atrayendo la atención de Allen.

–¿Qué esperabas que fuera, un mono? –ironizó Kanda, harto ya de su estupidez.

–Creía que era un chico –hinchó de nuevo sus mofletes, mirándole con reproche.

–Tsk.

–¿Tiene nombre? –preguntó Allen, que había vuelto a acercarse.

–Lenalee –respondió sin más Kanda.

–Bueno, bueno, cuidado que voy –advirtió Lavi, que ya le había quitado el pañal del todo y lo había cerrado en forma de bolsa.

Comenzó a hacer el tonto como que se tambaleaba y daba vueltas balanceando el pañal.

–¡Eh! –rugió Kanda.

–¡Deja ya de menear eso! –rugió también Allen.

–¡Oh, oh...me resbalo! –exclamó intencionadamente Lavi, quien acabó lanzando el pañal a Kanda a propósito.

El pañal se abrió en el aire y estuvo a punto de caerle a Kanda en el brazo, pero éste lo cortó con Mugen antes de que eso ocurriese. A Lavi le cayó una gota de sudor por la cabeza.

–Bien hecho genio, ahora no tenemos pañal. Estaba limpio, por cierto –le dijo, mientras cogía de nuevo a Lenalee.

La vena de la frente de Kanda se hinchó tanto que culminó el límite de su paciencia, por lo que le arreó un golpe a Lavi en la cabeza, que al parecer, la cara que puso hizo reír a Lenalee. Pero cuando Lavi volvió a la normalidad, comenzó a llorar de nuevo.

–Vuelve a hacerlo, le gusta –le dijo Allen a Kanda.

Kanda repitió el golpe y Lenalee volvió a reírse.

–A mí también me gusta –sonrió de forma espeluznante el samurai.

–Anda, cógelo tú ahora –le pidió un aturdido Lavi a Allen, quien le pegó de la misma forma que Kanda.

Lenalee volvió a reírse.

–¡Bueno, ya está bien! –se quejó Lavi. Lenalee movió una de sus manitas para pegarle también; él la miró enfurruñado y le cogió la mano para pararla–. Sois una mala influencia para la niña.

–Déjame a mí ahora –le pidió Allen, colocando a Lenalee sobre la roca de nuevo–. ¿Dónde está el bebé?... ¡Aquí está! –quizás fue la cercanía de la cicatriz del ojo o tal vez fuese la mano deforme, pero al segundo cucu, Lenalee comenzó a llorar con más fuerza aun.

–¡La estás asustando, Moyashi! –exclamó Kanda, mientras le daba un empujón.

–¡Al menos he intentado calmarla, Bakanda! –le respondió en el mismo tono.

En ese momento, el estómago de Lenalee rugió y Lavi parpadeó.

–Claro, tiene hambre.

–¿Leche? –se preguntó Kanda en voz alta.

–¡Oh sí, me encantaría! –bromeó Lavi.

–¡Para ti no idiota, para el bebé! –exclamó Allen, acercándose peligrosamente al otro.

–Resulta que un servidor no tiene recursos lácteos –respondió Lavi, sin dejarse intimidar.

–¡BASTA YA! –rugió Kanda de tal forma, que hasta Lenalee dejó de llorar. Los tres se giraron a mirarle.

El samurai también tenía hambre, estaba cansado por el viaje y le dolía la cabeza de escuchar a Lenalee llorar, a Lavi decir tonterías y la simple presencia de Allen le molestaba. Quería llegar de una vez a la Orden y poder comer el delicioso soba de Jerry, darse un buen baño y meditar para relajarse, pero aun quedaban unas tres semanas para poder realizar todo eso, tres semanas que debía compartir con ese trío molesto, así que si querían llegar vivos a Inglaterra más les valía no tentar a su paciencia.

–¿Cuánto queda para el próximo pueblo, Allen? –le preguntó Lavi, de forma confidencial para que Kanda no se molestase.

–Hemos cogido la ruta del norte, así que hasta mañana a mediodía nada.

–Lavi, quédate con Lenalee aquí. Moyashi, vas a acompañarme a buscar comida.

–¿Vas a perderte si no voy, Kanda? –se burló Allen.

–No, pero me fío más de él que de ti –le reveló–. Andando.

–Mandón –murmuró por lo bajo el albino.

Buscaron comida por los alrededores. Encontraron frutos silvestres que, aunque no parecían llenar mucho, era mejor que nada. A Kanda le cayó una gota de sudor al ver la exagerada proporción de frutos que había cogido Allen.

–Tengo mucho apetito –le dijo sin más, a lo que Kanda no hizo ningún comentario.

De pronto, el ojo de Allen se activó alarmado ante la presencia de Akumas. Corrieron en busca de Lavi y Lenalee.

–¡¿No dijiste que por aquí no habrían Akumas?! –le recriminó molesto Kanda.

–¡También dije que el llanto de Lenalee podría atraerlos! –contestó, apresurándose por llegar.

–¡No culpes al bebé de tu incompetencia! –exclamó Kanda, molesto y molestándolo.

Al llegar a la roca donde Lavi los esperaban, le encontraron golpeando a un Akuma con su martillo mientras sostenía a Lenalee con el otro brazo. Allen activó su brazo y Kanda sacó a Mugen. No tardaron mucho en deshacerse de los Akuma.

–Será mejor que sigamos, en cualquier momento pueden encontrarnos –opinó Allen.

Hicieron una improvisada bolsa con las grandes hojas de los árboles de alrededor para guardar la fruta dentro. Lavi les dijo que se agarrasen a su martillo, ya que así irían más rápido. En una hora llegaron a la otra punta del bosque.

–Podrías haberlo hecho antes, idiota –le dijo Kanda, cuando bajaron.

Lavi se rió nervioso pero le salvó de la mirada malhumorada de Kanda la voz de Allen haciéndole un avioncito con la fruta a Lenalee, quien le miraba expectante porque la fruta llegase a su boca.

–Mírale, ¿no es tierno? –le dijo Lavi, a lo que Kanda le ignoró y fue a por leña en silencio. Ése parecía un buen sitio para acampar–. Parece que no se te dan mal los críos –le dijo el pelirrojo, sentándose junto a ellos.

–Mejor que a Kanda seguro –bromeó Allen, mientras le daba otra mora a la pequeña.

–Sí, creo que sí –sonrió Lavi, a la vez que cogía un puñado para él.

–¿Y a dónde ha ido?

–A por leña supongo –se encogió de hombros Lavi.

–No le gusto nada, eh –sonrió de una forma extraña el albino.

–A ella parece que sí –comentó Lavi, refiriéndose a la pequeña que le miraba sonriente.

Allen le dio otra mora sin decir nada más.

Para cuando Kanda volvió con un buen puñado de leña, el sol casi se había puesto. Hicieron una hoguera –les llevó su tiempo hacerla–, y se sentaron en torno a ella.

–¿De dónde eres, Allen? –le preguntó Lavi, tras la cena.

El muchacho, que tenía la vista perdida en el fuego, desvió su mirada hacia el único ojo visible del pelirrojo.

–Soy inglés –le contestó con simpleza.

–¿Y la Inocencia, cómo la conseguiste? –Lavi preguntaba con un tono que no incomodaba para nada, por eso Allen no supo como evadir sus preguntas.

–Nací con ella.

–¿En serio? –se sorprendió el Bookman.

–Tsk. Seguramente la conseguiste de muy pequeño y no lo recuerdas –le corrigió Kanda–, nunca se ha dado el caso de que alguien nazca con Inocencia.

Allen frunció el ceño molesto.

–¿Vas camino a la Orden, Allen? –siguió Lavi con su interrogatorio.

–¿Eh?

–Dijiste que querías acabar con el Conde, el camino más rápido es uniéndote a la Orden –le explicó, mientras se acomodaba en el suelo.

Lenalee estaba sentada entre Allen y Lavi, jugando con unas piedras y unas hojas. Kanda estaba algo más apartado, pero en frente de la pequeña para no perderla de vista.

–No había pensado en ello, la verdad –desvió la mirada al fuego.

–Tsk, inútil –murmuró Kanda.

Allen iba a replicarle cuando Lavi comenzó a exclamar:

–¡Allen, Allen, Ah! –señalaba a la pequeña, que le miraba divertida.

–¿Qué?... ¡Ah! –Allen se levantó y cogió a Lenalee por debajo de los brazos, alejándolo de sí mismo–, ¿qué hago Lavi?

–¡No sé, no sé!

–¡Idiotas, alejadla un poco de aquí! –les ordenó Kanda con repulsión.

Allen y Lavi corretearon sin saber qué hacer, esparciendo la orina por todos lados. Finalmente la llevaron hacia unos matorrales, pero para entonces ya había acabado.

–Ya decía yo que era raro que aguantase tanto... –comentó Lavi, con un goterón en la cabeza–, si alguien no se hubiese cargado el pañal... –miró intencionadamente a Kanda.

–Tsk –se limitó a chistar.

–Bueno, al menos se ha quedado a gusto –dijo Allen, con un suspiro, mientras Lenalee les miraba sin comprender.

La pequeña bostezó y se acomodó en el pecho de Allen dispuesta a dormirse ahí mismo.

–Te ha confundido con una cama –rió Lavi.

–¿Qué hago? –preguntó de nuevo sin saber el albino.

Kanda se había levantado y acercado a ellos. Cogió a Lenalee de los brazos de Allen sin decir nada y se la llevó de vuelta a su posición frente al fuego. Se tumbó, abrazándola de forma protectora. Allen y Lavi se miraron sorprendidos y también regresaron. Allen se tumbó de lado mirando hacia el fuego y Lavi bostezó sonoramente, acercándose a Kanda, ya que había encontrado una roca, no demasiado alta, para usar de almohada.

–Anda, dale un besito de buenas noches a tu amigo Lavi.

–Shh, está dormida –le contestó Kanda.

–Te lo estaba diciendo a ti –puso morros nuevamente, recibiendo una mala mirada del japonés.

Lavi se tumbó junto a la roca rascándose la barriga por debajo de la ropa.

–Vale, buenas noches –dijo entre bostezos.

Se tumbó primero boca arriba espatarrado, luego se giró de lado opuesto a Kanda, dándole la espalda, después boca abajo bostezando de nuevo mientras la paciencia de Kanda iba disminuyendo considerablemente. Volvió a cambiar de postura, colocándose mirando al japonés y al bebé, con una pierna flexionada haciendo de soporte de la otra a la vez que hacía un ruido extraño con la boca y volvía a girarse para darle la espalda de nuevo. Volvió a bostezar para acabar boca arriba como al principio, cuando Kanda no lo soportó más.

–¡¿QUIERES PARAR DE UNA VEZ?!

Su grito hizo que tanto Lenalee como Lavi diesen un respingo, pero la pequeña no llegó a despertarse.

–Sólo estaba acomodándome... –murmuró Lavi, que finalmente adoptó una postura fetal, con una pierna flexionada y la otra estirada.

Kanda miró a Allen que parecía haberse quedado dormido ya que su expresión facial estaba muy relajada y su respiración era lenta. Si habían Akumas cerca su ojo les alertaría y si éste intentaba algo, al menor ruido él se despertaría, así que decidió que podía dormirse tranquilo.

Un rato después, cuando lo consideró oportuno, Allen abrió los ojos de pronto, iluminados de una forma siniestra. Se levantó sin hacer ningún ruido y se acercó a Kanda tras comprobar que ambos estaban dormidos. Intentó coger a la pequeña, pero un ronquido de Lavi le alarmó. Le miró mal y volvió a intentarlo, aunque esta vez, Kanda, en un acto involuntario, la abrazó más posesivamente. Allen desistió. Escuchó el ruido de unos matorrales cercanos moverse, pero no hacía viento, así que sólo podía significar una cosa.

Se acercó con sigilo al borde de la pequeña colina que los guarecía y activó su brazo, para luego abalanzarse de un salto contra quien estaba tras el matorral. Detuvo su ataque en el aire cuando se dio cuenta de quién se trataba.

–¡Tú!

–¡Ah, va a matarme! –exclamó el muchacho rubio que estaba bajo él.

–¡Estoy trabajando! –rugió, de mala forma.

–¿Muy frustrado, Allen? ¿Rastrear a bebés desvalidos te resulta duro? –le preguntó su gemelo, con burla.

–¿Qué hacéis vosotros aquí? –les preguntó en el mismo tono desagradable.

–Lero nos lo dijo –le contestó el moreno del pelo corto–, el Conde se harta de esperar.

–Sí, sí, ha dicho que... o vuelves con el bebé, ¡o no vuelvas, jamás! –exclamó de forma un tanto alocada el de la melena larga y rubia, a la vez que se reía.

–El Conde no ha dicho eso –le miró alzando las cejas en un gesto despectivo– pero yo tengo otro mensaje para el Conde –les dijo muy serio ahora–, dile que además del bebé, les llevaré un Exorcista y un Bookman.

–¿Un Bookman? –se sorprendió Devito, que miró a su gemelo incrédulo.

–Los Bookman son difíciles de encontrar –negó con la cabeza Jasdero.

Allen se acercó hasta el borde de la colina, para dejarles la visión de los otros que dormían apaciblemente.

–Pues este además de ser idiota viaja solo –les informó–, les conduzco hasta Inglaterra, una vez allí me rebelarán la posición de la Orden, entonces podremos atacarla y hacernos con toda la Inocencia que tienen.

–Si el bebé es el Corazón no hará falta –se burló Jasdero.

–Pero si no lo es, habremos dado un paso importante –le miró fieramente–. No os acerquéis más o me descubriréis, ¿queda claro? El Exorcista es bastante desconfiado, si quiero que me rebele la posición de la Orden tengo que ganármelo.

–Está bien –accedió Jasdero–, le daremos tu mensaje.

–Mmm, un Bookman, me muero de ganas por jugar con él –dijo felizmente Devito, mientras los gemelos se marchaban.

Allen esperó a que desapareciesen para regresar con el grupo y retomar el lugar donde había fingido estar dormido. Miró a sus nuevos compañeros y al bebé con una mirada fría, para finalmente quedarse dormido.