Buenas! perdón por el retraso aquí el nuevo capi! mil gracias por los reviews!
Capítulo 19
Quedaban dos días para que empezara la fiesta, la casa debía empezar a adornarse el 19. Kreatcher le había dicho que en el sótano aún debían estar los antiguos adornos de la casa. Sin embargo, estar tanto tiempo encerrados había ocasionado que estos se estropearan, por lo que él y Remus tuvieron que ir a Diagon Alley a buscarlos. Aunque Harry no lo admitiría en voz alta, había disfrutado de esa salida. Cuando era pequeño siempre había sentido envidia de Dudley. Le veía con sus tíos, escogiendo juntos los adornos para la casa y el árbol, colocarlos mientras cantaban villancicos, haciéndolo en familia. Mientras eso pasaba, él estaba encerrado en su alacena, imaginando que tenía unos padres que decoraban con él la casa y lo alzaban en brazos mientras bailaban al son de la música navideña, que le dejaban poner la estrella en lo alto del árbol para después sentarse juntos frente al fuego a comer galletas de jengibre.
En ese momento, durante esa mañana en la que había paseado con Remus, entrando en las tiendas, discutiendo que adornos serían los mejores para la casa, buscando el árbol adecuado, por fin había sentido que tenía aquello que por tantos años había deseado: una familia. Había momentos en los que se descubría sonriendo, pero eso no era bueno. Le aterraba la facilidad con la que su máscara era capaz de caer estando en presencia de ese hombre. En esos momentos, su carácter cambiaba de golpe y lo pagaba soltando algún comentario mordaz contra el castaño. Sin embargo la eterna paciencia de este y el amor que sentía por el más joven hacían que no se molestara. Simplemente se alejaba del chico para dejarle espacio para calmarse y fingía no darse cuenta de la taciturnidad que lo envolvía.
Cuando llegaron a casa, Harry ya tenía ganas de empezar con los preparativos, pero sabía que aún faltaban dos días. Así pues, y sabiendo que quizás luego no tendría tiempo, decidió emplear esos dos días para hacer los deberes. No salía mucho de la habitación, solo a las horas de comer, que era cuando se veía con el mayor. Éste aprovechaba esos momentos para hablar con él. El día antes de empezar Yule, Harry bajó a la sala donde Remus tomaba el té leyendo un libro. Al licano le sorprendió verlo fuera del cuarto a esa hora, pero se limitó a preguntarle si necesitaba algo. Harry se sentó junto a él, llevaba uno de los libros que el Lord seguía enviándole en sus brazos. Ya había acabados sus tareas del colegio y se había puesto a leer uno de los nuevos. Sin embargo por alguna razón se sentía inquieto. Había una pequeña parte de él al que la idea de bajar a leer en compañía de Remus le parecía bastante agradable. Molesto por no poder concentrarse en la lectura cedió a ese pensamiento y bajó en busca del mayor.
¿Necesitas ayuda en algo?
No, solo me cansé de estar en mi cuarto. – y sin más volvió a abrir el libro y desconectó del mundo que le rodeaba.
Remus no dijo nada y se limitó también a volver a su libro. Sin embargo, ahora una enorme sonrisa adornaba su rostro, su libro parecía mucho más interesante ahora que sentía la presencia del joven junto a él. Llevaban un buen rato en silencio cuando Remus notó como su acompañante se tensaba. Levantó la vista para mirarlo y vio como palidecía ligeramente y su mano apretaba su antebrazo izquierdo. El pánico se apoderó de él al entender lo que eso significaba.
¿Tienes que irte? – preguntó, con un nudo apretando su garganta.
Sí – respondió frío el chico mientras se levantaba. – Volveré para la cena supongo.
Con un movimiento de varita su indumentaria cambió a la típica de mortífago y llamó a su elfo.
Kreatcher, tengo que irme. Prepara la cena, si a esa hora no he llegado, sírvesela a Remus. Yo comeré cuando llegue.
Sí amo, kreatcher hará lo que se le ordene. ¿Necesita el amo que Kreatcher haga algo más?
Tráeme el traslador que hay en mi cuarto.
Cuando el elfo le tendió el objeto, se giró hacia el mayor para despedirse.
Nos vemos luego.
Ve con cuidado, por favor. – Harry se sintió un poco incómodo al ver la mirada que el hombre le enviaba, asintió con la cabeza y se fue.
Al encontrarse Remus ya solo en la habitación, no pudo evitar soltar un suspiro. Había aceptado el hecho que Harry servía a Voldemort porque estaba bajo un hechizo, pero aún así verlo vestido igual que aquellos con los que tantas veces él y sus amigos habían luchado le había hecho sentir incómodo, triste, descorazonado. Volteó la vista hacia el libro que Harry había dejado en el sofá. Lo cogió para ver de que trataba, y entonces lo sintió. Un leve cosquilleo en la palma de su mano. Magia oscura.
Su ceño se frunció. Se levantó del sofá con paso decidido y fue hasta el cuarto del muchacho. No había entrado allí ninguna vez y le sorprendió lo que encontró. La habitación era enorme, había un balcón que daba a los jardines, la cama de matrimonio en la pared izquierda con dos mesitas de noche a cada lado y una lamparilla en cada una. Había un escritorio que estaba frente al ventanal del balcón. Había también una cómoda junto a la pared a la derecha de la cama. Sobre a ella había tres marcos de fotos.
Se fue hacia ellos, en una había la antigua foto de la Orden que Sirius le diera el año pasado. De alguna manera había conseguido que en ella solo quedaran sus padres, su padrino y él mismo. Sintió un calorcillo en el pecho al ver que pese a todo no lo había borrado de su vida. En la otra estaban Blaise, Pansy, Draco y Harry en algún lugar de los terrenos de Hogwarts. Blaise estaba en una punta, pasando su brazo sobre los hombros de Draco, ambos con una sonrisa de suficiencia pero un brillo divertido en sus ojos. Junto a Draco, Pansy estaba cogida del brazo de Harry con una enorme sonrisa. Harry tenía una sonrisa de lado, pero su rostro estaba relajado como no lo había visto nunca ni con Ron ni Hermione antes. En los años que hacía que le conocía, nunca lo había visto tan libre de preocupaciones y tensiones como en ese momento. La última foto le desconcertó. En ella, Harry y Draco estaban en alguna sala del colegio, ambos sobre un sofá. Sin embargo, lo sorprendente era que el rubio se encontraba entre las piernas del moreno mientras este lo abrazaba de la cintura. Ninguno miraba a la cámara, como si no supieran que les hacían la foto. No había ninguna máscara que cubriese la cara de los chicos, y el sentimiento que en ella se veía le dejó claro a Remus que esos dos eran ahora mucho más que amigos.
Se quedó unos minutos contemplando esa foto, viendo en la cara de Harry la misma sonrisa y el mismo brillo que veía en James cada vez que miraba a Lili. Salió de su estupor, recordando la verdadera razón por la que estaba allí. Se volteó hacia la pared que quedaba frente a la cama. Allí había dos puertas. Una llevaba a un enorme baño de mármol, la otra a un vestidor con mucha más ropa de la que nunca le había visto a Harry. Y entre las dos, una librería que contenía una gran cantidad de libros de todo tipo. En los estantes superiores había los antiguos libros del colegio, los otros eran clarísimamente los libros que Voldemort le estaba mandando. Eran todos libros de Artes Oscuras, Pociones, Protocolo, Tradiciones, Historia de la Magia… Tomó uno al azar y lo volvió a sentir, ese cosquilleo. Fue tomando todos los libros, y se horrorizó al notar ese rastro de magia en todos. Al ser él una criatura oscura podía notar la magia más fácilmente que los magos corrientes. Supuso que los que estaban más arriba eran los que ya había leído. Tomó uno e hizo un hechizo para duplicarlo. Dejó la copia en el estante y se llevó el original a su habitación. Tendría que esperar a estar con Severus para estudiarlo más a fondo.
Colocó su capucha de forma que fuera imposible reconocerle nada más llegar a la puerta de la Mansión. Cuando llegó a la habitación notó que había más gente de la esperada, normalmente solo estaba el círculo interno. Esta vez, sin embargo, estaban los más jóvenes, y representantes de todos los rangos, desde el más bajo hasta todos los del círculo interno. Harry fue hasta donde se encontraban los de su edad y se colocó junto a Draco. El rubio le reconoció de inmediato, pues solo había uno de su grupo que tuviese permitido taparse el rostro.
Bienvenidos, mis queridos amigos. – saludó Voldemort desde el centro del círculo que habían formado entre todos alrededor de la sala. – Siento tener que llamaros a tan poco tiempo de un evento tan importante, mas lo que debo comunicarles es algo de vital importancia.
Hace días llegó a mí la información de que Dumbledore había conseguido infiltrar a uno de sus hombres. – los murmullos recorrieron toda la sala, todos mirándose unos a otros en busca del traidor. – sin embargo, como ya sabéis, yo también tengo a mis espías colocados en sus filas. Severus, acércate. – el hombre lo hizo, con pase firme. Por un momento Harry temió que el hombre hubiese sido delatado. Notó como junto a él Draco se removía inquieto, probablemente con su mismo pensamiento. Tomó su mano suavemente, ambas ocultas por las mangas de las túnicas. Draco la apretó levemente, agradeciendo el gesto.
Severus ha sido quien ha conseguido desenmascarar a ese iluso, y por ello recibirá una gran recompensa. – el profesor hizo una pequeña reverencia y volvió a su sitio. Entonces Voldemort empezó a andar a través del círculo, el silencio tan tenso que a los presentes les costaba respirar. El hombre de ojos rojos se paró frente a un joven. No llegaba a los 30 años. – Dime, ¿qué te ha prometido ese viejo falso a cambio de traicionarme?
Harry no lo reconoció, no era alguien de la Orden. Tenía el pelo castaño y los ojos marrones claros. Sin embargo, se veía que no era alguien con muchas luces, le costaba creer que Dumbledore se hubiera arriesgado infiltrándolo en lugar de buscar a alguien más capacitado.
¿Y bien? – presionó el Lord, ahora más molesto por la falta de respuesta del traidor. El hombre ni siquiera había alzado la vista para verlo. Sin más lo tomó de la túnica y lo arrojó al centro de la sala, donde cayó como una muñeca. - ¡¿Cómo te atreves a ignorarme? ¡Osas desafiarme a mí! ¡A Lord Voldemort! ¡Mereces la muerte más dolorosa que pueda darte!
Sin embargo, y para la sorpresa de todos los presentes, el hombre no hizo más que pararse y quedarse en medio de la sala sin temblar si quiera. Y entonces la chispa se encendió en la cabeza de Harry: Imperius. El hombre estaba hechizado, estaba siendo controlado, por eso no reaccionaba a las palabras del Lord. Probablemente Dumbledore no le había ordenado como obrar si era descubierto.
Voldemort no parecía haber llegado a esa conclusión, y ahora el agente del director se encontraba retorciéndose en el suelo bajo el letal crucio del Señor Tenebroso. Todos los presentes observaban sobrecogidos como una maldición tras otra impactaban contra el ya maltrecho cuerpo. Apelando al hecho que si lo mataban no podrían sacarle nada de información, se atrevió a interrumpir a su amo, temiendo las consecuencias que eso podría acarrear.
Cuando dio un paso al frente y habló, toda la sala quedo en silencio, oyéndose solo los lamentos de aquel pobre desdichado. Todas la cabezas se giraron hacia él, mirándole como si de un loco se tratara, pues ¿quién se atrevería a interrumpir al Lord?
¿Hay algo que quieras decir? – le preguntó el mayor en un susurro que hizo que a todos se les erizara la piel. La mirada era tan peligrosa, que habría hecho que cualquiera saliera despavorido. Apelando al valor que otrora le hubiera colocado en la casa de los leones, dio otro paso y habló.
Mi señor, ¿no le parece que el comportamiento de este hombre es algo inusual? Un mago de su categoría ya debería estar llorando y suplicando clemencia ante su grandeza.
Sintió como la mirada del Lord lo examinaba, probablemente asegurándose que no estaba intentado salvarle el pellejo por algún sentimentalismo Gryffindor.
No soy nadie para cuestionar sus órdenes, Mi Señor, pero no puedo evitar pensar que tal vez Dumbledore recurrió al Imperius para conseguir su tan ansiado espía. Al fin y al cabo, no creo que haya ningún mago lo suficientemente estúpido como para pensar que puede engañarle.
Supo que sus palabras habían sido las correctas al volver a ver esa sonrisa sádica adornando la cara del de ojos rojos. Volvió a posicionarse en el círculo junto a Draco, esperando a ver cuáles eran las medidas que adoptaría el Lord.
Vaya, vaya, vaya. Así que el viejo chiflado a recurrido a la magia oscura para intentar acabar conmigo. Parece ser que no es tan buen hombre como aparenta.
El Lord se paseó a través de la sala que seguía en silencio. Parecía estar meditando qué hacer con la nueva información. Harry se encontraba bastante sorprendido. Cierto era que este año había empezado a ver cuan manipulador podía llegar ser el Director, pero le sorprendía a lo que había llegado. Ese hombre había arriesgado la vida de alguien contra su voluntad. Y se suponía que él lideraba el bando de los buenos. Estaba claro que su cambio de ideales había sido correcto, a saber qué planes tenía para él. ¿También iba a sacrificarlo como un peón más en la batalla?
La sentencia del Lord hacia el desdichado muchacho fue cruel y sanguinaria. El Lord usó su propio Imperio sobre la maltratada mente del chico y le ordenó que volviera. Sin embargo, antes le envió una maldición de su cosecha. Esta era como si en el interior de la víctima se instalara una bomba, i dicha bomba se activaba con una palabra, que al ser dicha provocaba micro explosiones por el interior. Obviamente no iba a ser una explosión y ya, no, el Lord era demasiado sádico para eso, él necesitaba ver como las víctimas agonizaban en el suelo y suplicaban la muerte. Junto con la orden de volver junto al viejo, le dijo que también que cuando estuviera en su presencia, mejor si no estaba solo, debía decir "Traidor", palabra que activaría el hechizo.
Todos vieron como el hombre se desaparecía de la sala sin ser consciente que pronto iba a morir entre terrible sufrimiento. Después de eso, el Lord los despidió deseándoles a todos un buen Yule y, uno a uno, los mortífagos fueron abandonando la casa.
Feliz Yule. – le susurró Harry al rubio cuando pasaba junto a él para ir hacia la salida.
Feliz Yule, nos vemos el 23. – le respondió, también en un susurro.
Harry llegó a la casa que Remus estaba empezando a cenar. En cuanto lo vio, le sonrió como si él no acabara de volver de una reunión con el asesino de sus padres y esperó a que se sentara junto a él para seguir comiendo.
¿Todo bien? – no pudo evitar preguntar. Le preocupaba que el hombre le pudiera hacer daño a Harry.
Igual de aburrido que siempre. – le contestó mientras tomaba asiento frente a él. – Igualmente supongo que ya te enterarás en la próxima reunión con la Orden.
¿Es acerca del agente de Dumbledore? - le preguntó, deseando que fuera eso y no otro ataque a alguna familia.
Ajá, pero quiero esperar a ver qué versión de los hechos cuenta.
Remus no entendió qué era lo que quería decir, pero no presionó, sabiendo que si quisiese contárselo ya lo hubiese hecho.
¿estás preparado para mañana? Es cuando empieza todo el ajetreo y con lo grande que es esta casa va a llevarnos tiempo acabar con la decoración.
Pronto se enfrascaron en una conversación acerca de los preparativos para Yule, Remus se alegraba de ver que debajo de esa fría capa aún podía apreciarse, si alguien se tomaba la molestia de observar a consciencia, ese brillito de emoción por conocer algo nuevo.
La mañana del 21 Harry amaneció bastante nervioso. Esa noche iba a vivir su primer ritual mágico y quería hacerlo bien, pero el hecho de tener que pasar 12 horas despierto hablando con Remus y sin poder escudarse en sus libros lo hacía más difícil.
La casa ya estaba toda decorada: los colores más abundantes eran el verde y el plateado, pero también había rojo, dorado y azul. Harry no había querido que su casa pareciese Gryffindor, pero las tradiciones debían cumplirse al pie de la letra. Por eso aunque poco, los colores de su casa también estaban. Habían puesto algo de muérdago en algunas salas deshabitadas, pues solo estaban ellos y su relación no incluía ese tipo de amor. Lo que más le había gustado a Harry había sido el árbol. El primer día se habían dedicado exclusivamente a la casa, y el segundo al árbol. Harry había disfrutado muchísimo decorándolo mientras en la radio mágica sonaban canciones de temporada. Le daba un poco de pena quemarlo después de todo el esfuerzo, pero todo fuera por tener a la magia contenta.
Después de comer ambos habían ido a sus habitaciones a hacer una pequeña siesta, si querían aguantar toda la noche antes debía descansar. Para la hora de la cena, los dos habitantes de la mansión bajaban al comedor ataviados con sus mejores galas: la túnica de Harry de un verde tan oscura que casi parecía negro, y en los puños y alrededor del cuello había runas que hablaban de la festividad que hoy celebraban, resaltando en prístina plata; Remus en cambio había escogido una túnica más simple de color azul eléctrico que, pese a no verse tan costosa como la de Harry se notaba de buena calidad. Este hecho sorprendió al más pequeño, pues que él supiera su exprofesor no tenía trabajo ahora. El hombre pareció notar lo que desconcertaba al chico, pues mientras entraban en el comedor dijo:
Esta túnica me la regaló Sirius el primer Yule en que fue mayor de edad. Hacía tiempo que no la usaba, pero estoy seguro que estaría contento de ver que aún la conservo.
Harry no dijo nada ante eso, el tema Sirius aún era algo que le costaba tratar. La cena pasó sin más contratiempos, la radio sonaba de fondo y Harry escuchaba atento las anécdotas que el licántropo le explicaba de aquellos años en los que se juntaban para celebrar y pasaban las horas riendo entre cervezas de mantequilla.
Justo cuando el reloj dio las 5, Remus empezó el ritual para hacer arder el árbol. El profesor le había explicado antes el procedimiento, pero aún así atendió bien a cada paso que hacía. El año siguiente el ya sería mayor de edad y, por tanto, ya podría participar en esa parte del ritual. El comedor se llenó de sombras que se movían al ritmo de las llamas de la hoguera que se hallaba en el centro de la habitación. Ambos habían caído en un silencio cómodo, oyendo el crepitar del fuego. Harry sabía que en esas 12 horas era cuando había que hablar de los problemas que podías tener con alguien o temas que te incomodaban, pues con la hoguera se quemaban los problemas y así el nuevo año empezaba limpio. Así pues se atrevió a preguntar algo que llevaba rondándole la cabeza des de hacía tiempo:
¿Cómo has podido aceptarlo tan bien?
¿A qué te refieres? – preguntó el licano desconcertado.
A esta situación. Tenías una vida, unos amigos que eran casi tu familia, y de repente dos de ellos mueren y uno se va a la cárcel. Todo porque yo nací. Años después recuperas a uno de ellos, pero lo vuelves a perder. Por protegerme. Y luego descubres que yo me he unido a aquél que te ha arrebatado a tu familia. Y estás aquí celebrando Yule conmigo y tratándome como si no supieras todas las atrocidades que he cometido.
Para empezar, Harry, tu no tienes la culpa de nada de lo que le pasó ni a tus padres ni a Sirius, así que no esperes que tenga algún resentimiento hacia ti. Por otro lado, como bien dices tenía una familia, familia que murió por culpa de Voldemort, y por eso le odio. Pero como ya te dije, tú eres ahora la única familia que me queda. Es cierto que me duele pensar que hayas podido olvidar todo el daño que ese hombre te ha causado, pero si eres más feliz así, yo no voy a obligarte a nada. Te quiero, y voy a seguir queriéndote siempre. Eres listo, confío en las decisiones que tomes por ti mismo.
A Harry le sorprendió la respuesta. Le costaba entender que Remus no puediera guardarle ningún rencor por todo lo que había causado. E, igual que el día en que le ofreciera a Peter, cuando descubrió que Remus ya sabía su verdad, algo en él se removió. No sabía bien qué era, pero le hacía sentir triste y mal.
Las horas pasaron mientras ambos mantenían ahora una conversación más trivial. La hora de los presenten se acercaba. Al final, Harry había hecho 5. Su primera intención era hacerle regalos solo a Draco, Pansy y Blaise. Esos habían sido fáciles de decidir. Para Draco, había hecho un marco a mano, tallando en la madera de cerezo un dragón que recorría todo el borde. En el interior había colocado una foto en la que salían ambos, bastante parecida a la que él tenía y que Draco no sabía que existían. Para Pansy, se había dedicado a preparar pociones aromáticas. Para Blaise había sido el más fácil, había escogido uno de los muchos libros que tenía en la biblioteca que ya se había leído, y había decidido dárselo.
Sin embargo, pensó que debía hacerle algo a Remus. Aunque ahora no se llevaran muy bien, el hombre parecía tenerle aprecio y, siendo sinceros, él había sido alguien especial en la vida de Harry por bastante tiempo. Removiendo entre las cosas del sótano había encontrado un viejo álbum de fotos de Sirius, donde había muchas fotos de su tiempo de escuela. En ellas aparecían casi siempre los merodeadores. Había hecho una limpieza, quitando aquellas en las que Peter aparecía, o borrándolo de las grupales. Había arreglado un poco el álbum para que no se viera tan viejo y atrotinado, se le daban bien las manualidades.
El último le había sorprendido en sobre manera, algo en su interior le había obligado a hacerle un regalo a Neville. Al principio se había resistido, pero recordando el trato cordial que el chico aún le diera a pesar de su cambio, acabó rindiéndose. Se limitó simplemente a hacerle una postal para desearle suerte y prosperidad en el nuevo año.
Había dudado sobre si regalarle algo a Tom o no. Al final no lo había hecho, si al empezar el nuevo año veía que estaba molesto con él ya sabría que el año siguiente no debía olvidar tener con él un detalle.
Cuando los regalos llegaron ambos se dedicaron a abrirlos. Remus solo recibió tres presentes: uno de Snape, uno de Dumbledore y uno del propio Harry. El del chico provocó en el mayor una sonrisa nostálgica y unas pocas lágrimas.
Harry había recibido de parte de Blaise y Pansy un juego de ajedrez, la mitad de las piezas era de uno y la otra del otro; Neville le había enviado un libro sobre tradiciones mágicas, al parecer era suyo pero ya no lo necesitaba y por eso se lo daba; Draco le había hecho un cuadro donde aparecía su patronus, era realmente muy hermoso. El de Remus era un collar de oro blanco con dos diges, un ciervo con su imponente cornamenta, y una cierva, más pequeña.
Tu padre le regaló la cierva a tu madre en su primer aniversario. Un año más tarde, Lili le regaló el ciervo a él. Sirius se los quedó al morir ellos, esperaba el momento para dártelos pero no tuvo ocasión. Creí que era un buen regalo.
Era el primer objeto que tenía de su madre, de su padre ya tenía la capa. Se lo puso de inmediato. No hubo palabras de agradecimiento, pero Remus sabía leer lo que realmente sentía.