Este es un one-shot que de repente se me ocurrió y con miedo a que se me olvidase la idea lo escribí al instante, aunque claro, acabó siendo de un drabble a un one-shot. Escribir es un vicio :3
Espero que les guste, y doy las gracias especialmente a Kuroi Sakura, por betearme el fic.
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PIES SOBRE LA ARENA.
Sus pies de deslizaban a través de la fina arena de suave color dorado. Aquello podía ser tonto: Caminar por las afueras de su aldea descalza; pero sus pies lo querían y disfrutaban de ello.
Notaba cómo se resbalaban los pequeños granitos de arena por los dedos de sus pies y luego se arrodilló, envió sus manos a acariciar la arena y cogió un puñado delicadamente.
La arena resbaló por su mano y lentamente cayó al suelo de nuevo, mientras ella decidía cuando cortar el paso de la arena entre sus dedos.
Alisó la superficie que había removido con las manos, creando ondas imperfectas en el suelo. Su dedo dibujó un reconocido emblema, un muy familiar escudo que era portado por todos los miembros de su ahora nuevo clan.
Un escudo formado por un círculo que era surcado por el medio, lo más parecido a aquel signo de la portada del Icha Icha… Un "prohibido".
Una mano en su hombro le reconfortó, y la risa que resonó en sus oídos pareció relajarla y marearla a la vez, todo por la impresión. Su hombre tenía una risa atrayente, despreocupada; como siempre la recordaba ella.
Ahora era su mujer, la nueva Nara; el nuevo miembro de interés en el que muchos habían puesto sus críticos ojos. Ella era perfecta, así lo había asegurado su novio; y tras esas palabras, la curiosidad de los ancianos del clan aumentó. El interés que aquel shinobi había cogido por la rubia era inquietante, puesto que parecía que nunca se interesaría en una mujer que desde un principio renombró como problemática.
Ella había sido presentada ante el consejo de ancianos como su prometida, algo que sin duda sorprendió a varios y enfadó a muchos. Nunca se debía tomar una decisión sin consultar antes con aquellos sabios, y menos una decisión tan importante.
Pero eso a él no le había importado y tras siete meses de miradas culpables, todos cedieron a ese matrimonio. Después de una boda al gusto de la rubia, ahora estaban unidos por un gran lazo; quizás un lazo inquebrantable que sólo podía dar frutos del amor de ambos.
Ahora ella caminaba por las dunas de Sunakagure No Sato, seguida del mejor esposo que podía imaginar: Una persona que pudo apreciar el cambio que se formó en ella junto a la nueva actitud de su hermano menor, una persona que estuvo entre las sombras todo el largo camino que ella formó con su nueva vida.
Shikamaru Nara fue la persona que condujo a Temari a su vida, uniéndola a su destino.
Su caminar a través de la arena se tornó risueño y atrevido, pero a la vez delicado mientras el viento azotaba su cabello y balanceaba su kimono. Sabaku No Temari era el aire, y desde luego él encantado sería su arena.
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¿Qué les pareció?