No le resultaba fácil al capitán Jack Harkness ver ahora a la que había sido su amiga y compañera de viaje Rose Tyler. Sabía todo lo que había ocurrido con su desaparición y porque no podía regresar con el Doctor, pero aún así le partía el corazón verla caminar por las calles de un Londres que no era en el que ella había nacido, un mundo que no consideraba suyo y lejos del que siempre sería el amor de su vida.

Jack llevaba un par de días observándola moverse como un zombi errante, entraba en Torchwood, trabajaba y volvía a casa día tras día, sin ningún tipo de inquietud en su vida.

No le hacía falta leerle la mente para saber que había perdido toda esperanza de volver a ver al Doctor y aún así, la joven rubia, que Jack había adorado por su encantadora sonrisa, caminaba sin rumbo a casa.

No había sustituido el amor que profesaba al Doctor tres años atrás por alguien que hubiera aparecido en su vida o simplemente por el incansable Mickie, que permanecía a su lado, enamorado de ella, esperando que en algún momento, sintiera por él una milésima parte de lo que sentía por el Doctor.

Rose vivía tan concentrada en su mundo, en sus recuerdos del Doctor y de los viajes que habían hecho juntos, que por mucho que pasaba al lado del capitán, ella ni se percataba de su presencia. Se comportaba como un fantasma, fuera del espacio y del tiempo que la rodeaban y que por mucho que lo intentaba por su madre, no le gustaba nada. En realidad, no lo soportaba.

"¿Estás seguro de lo que vas a hacer? Tu mismo dijiste que no podemos jugar entre realidades sin causar ningún daño." Tan preocupado por las consecuencias como siempre, Ianto dudaba del plan de Jack.

"Tranquilo estoy completamente convencido de esto, es una tecnología completamente segura."

Había encontrado el aparato revisando los aparatos que tenía en la base, siempre recopilando cosas y a veces desconocía lo que tenía o en su momento no había conseguido saber para que servía algo.

Entonces lo encontró. El pequeño aparato que ahora tenía en la mano mientras observaba a Rose había estado a la vista de todos durante mucho tiempo, esperando que alguien comprendiera su utilidad, que alguien se encontrara en una situación desperada como para necesitarlo.

"Cuanto tiempo." Rose se había detenido frente a un escaparate, aunque no parecía muy interesada en lo que estaba viendo. Cuando escuchó la voz del capitán, que había echado de menos durante tanto tiempo, se dio la vuelta rápidamente, creyendo que se trataría de una nueva locura de su propia mente. Pero aquella vez lo tenía delante. "Hola preciosa, te creía perdida."

"Jack." Rose le abrazó cariñosamente. Por mucho que se encontrara en otra realidad, sabía con total seguridad que aquel era su capitán Harkness, que esa sonrisa amplia y bonita la había visto cientos veces y que esos ojos azules le habían acompañado desde que lo había creído muerto hasta ese momento. "Pero tu…"

"Eso creía yo también, hasta que me salvaste la vida." Rose lo miró extrañada, sin saber de que estaba hablando. "El vortex, ¿recuerdas? No sólo acabaste con todos los Dalecs, si no que me devolviste la vida a mi. En realidad, me diste la vida eterna, no puedo morir."

"¿Cómo has llegado aquí? Se supone que no podemos, el Doctor me dijo… Lo intenté tantas veces, busqué muchas formas de regresar, pero nunca encontré nada que funcionara y ahora tu… ¿Eso quiere decir…?"

A pesar de ser una chica fuerte como había visto pocas, Jack se dio cuenta que Rose había empezado a temblar con fuerza, se apoyó en el cristal de la tienda y bajó la mirad para que el capitán no la viera llorar.

"He venido a buscarte. Él no lo sabe, estaba seguro que se enfadaría porque pensaría que estoy jugando con el espacio-tiempo. Así que pensé en darle una sorpresa, que tu le dieras una sorpresa realmente." Jack le mostró a su amiga el pequeño aparato con el que había viajado entre realidades. Apenas parecía un botón, pero desprendía una energía invisible, increíble. "¿Qué me dices, quieres venir?"

Sin llegar a decir ninguna palabra en respuesta a su propuesta, Rose se abrazó a Jack como tantas otras veces había hecho; sólo que en esta ocasión, la fuerza que unió los dos cuerpos fue mucho más intensa.

"Jack no se que decir, claro que si, gracias… este mundo estaba acabando conmigo, su monotonía, todos los días lo mismo sabiendo lo que hay al otro lado y sin él." Jack la sostuvo todavía con más fuerza al notar que estaba llorando, ocultando el rostro contra su hombro. "No puedo vivir sin él."

"Lo se, por eso estoy aquí. Vamos." Al separarse, Jack le ofreció la mano y sin pensárselo dos veces ella la tomó con fuerza y decisión. "¿Cuál será mi recompensa por devolverte a tu príncipe azul?"

Rose se elevó ligeramente y le dio un tierno beso en la mejilla. Jack se la quedó mirando y colocando una mano a cada lado de su rostro le besó en los labios, mientras ella continuaba sonriéndole.

"Como en los viejos tiempos." Dijo Rose al separarse.

"Como en los viejos tiempos."

Volvieron a tomarse de la mano, Jack cerró la otra sobre el pequeño aparato que le había llevado aquella dimensión y cerró los ojos, concentrándose, como había hecho en el camino de ida.

"¿Sabes lo que estás haciendo verdad?"

"Claro… Bueno estoy casi seguro… Bastante… Eso creo." Por fin el capitán vio sonreír a Rose de la misma forma en la que lo hacían cuando viajaban juntos por el universo, pero antes que pudiera decir nada, el portal se abrió ante ellos. "¿Lista?"

- o -

En cuanto estuvieron en el otro lado, los sonidos, tan familiares para Rose, que no los había podido olvidar en tres años, provenientes de la TARDIS al llegar a algún sitio, sonaron a su alrededor.

Dio un par de vueltas sobre si misma, sin poder creer que realmente estuviera allí, que todo el sufrimiento había merecido la pena, que los años de espera, habían servido para algo.

"Jack, si no te conociera mejor y si no supiera que tienes un novio encantador, diría que me estás echando los tejos porque no haces más que seguirme a donde voy."

Rose se quedó clavada en el sitio, aunque sonaba lejana, por los metros que la separaban de la nave, la voz del Doctor sonaba exactamente igual que la última vez que la había escuchado.

Entonces él apareció en la puerta, el mismo corte de pelo despeinado, como a ella le gustaba, la misma gabardina, las adorables gafas negras de pasta y las mismas convers, todo era exactamente igual. En un primer momento no la vio, tan sólo se fijó en Jack, que lo miraba de una forma extraña, como si intentara decirle algo que el Doctor no sabía traducir.

Entonces Jack se apartó, dejando paso a que los dos se vieran por fin. "¿Jack que has hecho? Te dije que no podíamos…" Dijo el Doctor alterado, intentanado controlarse como siempre lo había hecho, siempre anteponiendo lo que era mejor para el universo, antes que sus propios sentimientos.

"Todo está bien Doctor, no he cruzado por la grieta, se trata de tecnología avanzada. Así que deja de preocuparte por la fractura del universo y ven de una vez a darle un beso."

Como si de una orden se hubiera tratado, Rose y el Doctor echaron a correr todo lo rápido que pudieron; les separaban unos pocos cientos de metros, pero parecían propiamente kilómetros insalvables y la arena de la playa, les impedía correr con mayor rapidez para alcanzar los brazos del otro.

Por fin y casi sin aliento, Rose se abalanzó sobre él, abrazándose a su cuello y el Doctor la elevó del suelo. Por primera vez y sin importarles nada, se besaron con intensidad, con todo el sentimiento y todos los sentidos puestos en los labios del otro.

No había habido nadie más en sus vidas, los años no habían significado nada para los dos corazones rotos, que ahora, por fin podían recomponer las piezas echas polvo por el tiempo separados.

El Doctor tomó el rostro de su amor entre sus manos y se la quedó mirando, sonriendo embelesado, al comprobar que era la misma Rose, sólo que parecía algo más cansada y adulta, pero era ella, su Rose.

"Casi no puedo creerlo, eres tu de verdad. Te he visto en mi mente tantas veces que pensaba que me estaba volviendo loco cuando te he visto ahí delante."

Ella sin embargo, le revolvió el pelo, como siempre le había gustado hacer y sin haber recuperado todavía el aliento, volvió a besarle, por todas las veces que no lo había hecho en el pasado, por todas las que lo había hecho en sueños y por no separarse de él ahora que lo había recuperado.

El agua de las olas les mojó los zapatos, pero ellos se quedaron allí, pensando que pudiera tratarse de un sueño y que si se movían, el momento de felicidad se volvería a terminar y tendrían que separarse otra vez.

"Te he echado tanto de menos, pensé que no volvería a verte y eso me mataba día a día." Dijo Rose entre lágrimas.

"Lo se, he pensado en ti todos los días, todos los días Rose, buscando la forma de estar contigo, de cruzar al otro lado sin poner en peligro las dos realidades. Aunque a veces he pensado en mandarlo todo a la mierda y cruzar."

La tarde comenzaba a volverse fría y Rose con su camiseta de tirantes, se estremeció. El Doctor la abrazó bien, oliendo de nuevo el dulce aroma del cabello de su compañera, sosteniendo entre sus manos el frágil cuerpo, en apariencia, con el que tantas veces había soñado.

"Vamos a dentro, vamos a casa."

"¿A casa, significa eso que puedo quedarme? ¿No romperá eso las realidades?" Cuando el capitán le había ofrecido ver al Doctor, Rose casi se había convencido que se trataría de una visita fugaz, como en las películas y que al final del día tendría que regresar a casa, después de su momento de felicidad, pero ahora resultaba que no era así.

"Con este aparato puedes moverte por las dos realidades como quieras." El capitán se había acercado a ellos, con el pequeño dispositivo bailando en su mano. "Es como un teléfono que tan solo tuviera línea con tu mundo y este. Es seguro, discreto y no incumple ninguna norma."

"Jack…

"No digas nada, no hace falta, os conozco a los dos y se que no podéis estar separados el uno del otro sin haceros daño." Puso sus brazos sobre los hombros de sus amigos y caminaron hacia la TARDIS. "Salvar el universo no tiene porque significar sacrificaros a vosotros mismo. Además, Rose ya sabes que te debía una muy grande y en cuanto a ti Doctor…"

"Yo soy el que te debo una muy grande ahora."

"No te preocupes ya habrá tiempo de cobrármela cuando nos volvamos a encontrar."

"Cuando nos despedimos en el satélite, me diste un beso de "hasta siempre" porque pensabas que íbamos a morir. Piensa en este como un "gracias de todo corazón", bueno de dos corazones." Sin previo aviso, el Doctor besó a Jack, mientras este le dejaba en la mano el aparato.

El capitán se separó de sus amigos, viendo como estos, cogidos de la mano como todas aquellas veces que habían estado juntos, entraban en la TARDIS y la puerta se cerraba tras ellos. Jack los había vuelto a unir, enfrentándose al terrible destino que los había separado.

Tal vez estaba mal y tal vez estaba escrito que tuvieran que estar separados, pero mientras estuvieran en esa nave, mientras creyera escucharlos reír como de costumbre y disfrutar del tiempo juntos, las cosas estarían en su sitio, al menos por el momento.