Hola! Aquí os traigo el segundo oneshot de esta colección, esta vez de C. Queen y titulado originalmente "She's my soul". Disfrutadlo!
Segundo oneshot: Es mi alma
El vigente capitán de la Tercera División del Gotei 13, Gin Ichimaru, se despertó de su sueño bañado en sudor, completamente pálido y buscando aire desesperadamente. Rápidamente se incorporó, apoyando su sudorosa frente sobre sus rodillas, mientras llenaba sus ardientes pulmones de aire. La idea de estar viviendo un sueño se rompió al instante, cuando observaba la incómoda oscuridad de su habitación. Su celda. Por supuesto, se trataba de una prisión específicamente diseñada para él, así que no tenía razón para quejarse.
Mientras sonreía por su deducción, Gin levantó suavemente la cabeza, fijándose en los escasos muebles y ropas con los que contaba el lugar. Nada que lo individualizara o, al menos, indicara que alguien llevaba tiempo viviendo allí.
Tampoco dormía demasiado aquellos días. De hecho, las pesadillas lo perseguían incluso despierto, recordándole a cada momento el sueño que había vivido hasta el momento. En cierto modo era hasta poético, pues su vida se había convertido en una pesadilla viviente.
No se sentía merecedor de ninguna piedad. Lo llamaban "El demonio con cara de zorro" por alguna razón. El problema era que había crecido con muchas comodidades en la Sociedad de Almas. Fue entonces cuando pensó que tal vez, y sólo tal vez, fuese capaz de dejar aquellas pesadillas detrás.
En realidad no creía que pudieran desaparecer por completo; de hecho, no recordaba ninguna noche en la que no lo hubieran perseguido. Pero, durante un tiempo, fue capaz de pararlas, de controlarlas o, simplemente, de despertarse antes de que tomaran completa posesión de su mente. Tal vez fuera porque, durante aquellos días, sabía que no se despertaría solo.
Siempre se despertaba con el suave tacto de unos brazos alrededor de su cuello, mientras el cuerpo presionaba el suyo propio. Su mente le recordaba que Ran estaba junto a él y, sobre todo, que lo salvaría con su simple presencia. Si alguna vez se despertaba, ella lo abrazaba fuertemente hasta que volvía a dormirse o permanecía despierta junto a él hasta que llegaba el amanecer. Incluso en la Academia solía escaparse de su habitación para ir a la suya, deslizándose en su cama cuando tenía algún sueño extraño.
Por aquel entonces todo el mundo pensaba que él sólo lo hacía por sexo, así que tampoco trataron de corregirlo. Sin embargo, en realidad era lo último en lo que pensaba cuando se acomodaba en sus sedosas sábanas, desesperado por abrazarla. Era su refugio del mundo que no podía controlar.
Precisamente por eso había decidido aprender a luchar, poniendo todo su empeño para alcanzar un alto puesto en el Gotei 13. No buscaba la gloria o el prestigio, ni siquiera la estabilidad económica. Tan sólo se movía por la desesperada idea de que, fortaleciendo su cuerpo, sería capaz de hacerlo mismo con su mente para, al fin, ahuyentar a todos aquellos demonios. Y, finalmente, lo logró, pero pagando un alto precio.
Al graduarse, Gin comprobó que un brillante futuro se le había presentado. Pero entonces sucedió. Comprendió que Ran no estaría junto a él para siempre. Que podrían arrebatársela. Jamás había pensado que algo así pudiera suceder, así que se maldijo por no habérselo imaginado.
Ran se había convertido en una mujer bellísima, la más guapa de todo el Gotei. Había visto cómo los hombres la miraban, cómo la adulaban y flirteaban con ella, intentando robar algo de su tiempo con regalos y promesas que él nunca podría ofrecerle. Como respuesta, ella pasaba algo de tiempo con ellos, pero siempre volvía junto a él. Por ello, Gin se auto convenció de que todo marcharía bien. Sin embargo, la realidad era bien distinta.
Gin empezó a odiar al mundo como nunca antes había hecho. Todos a cuantos conocía tenían familia, amigos y gente que se preocupaba por ellos. Pero él sólo tenía a Ran; no había nadie más en el mundo que lo quisiera como ella.
La situación llegó a su punto culminante una noche cuando, el entrar en su habitación, el joven comprobó que estaba vacía. Como si de un niño pequeño se tratara, Gin se había acurrucado en su cama con las luces encendidas, esperando a que llegara. Finalmente, Ran apareció esgrimiendo una brillante y preciosa sonrisa, que se desvaneció al verlo en su cama. Al momento, ella se arrojó a sus brazos, como siempre hacía.
Sin embargo, aquella vez fue algo más violento, dejándole moretones por todo el cuerpo mientras la agarraba y suplicaba que no lo dejase jamás. Jamás. Le dijo todo aquello que nunca se había atrevido; que la necesitaba más que cualquier otra cosa en la vida, que si se quedaba con él no se arrepentiría nunca. A cambio, tan sólo le pidió ser el primero en su corazón.
Ella lo escuchó hasta el final, jurándole que así sería. Gin alzó la vista para mirarla, manteniendo la acompasada respiración. Ran cogió su mano y la colocó sobre su pecho, al mismo tiempo que situaba la suya sobre el de él, mirándolo fijamente con sus fieros y apasionados ojos grises; entonces dijo que ambos eran las dos mitades de un todo y que el uno siempre estaría presente en el corazón del otro. Ran se tumbó y unió sus labios con los de él, fundiéndose en un cálido beso.
Gin jamás dejaría que otra mujer llegara tan lejos con él. Resultaba gracioso que un simple beso hubiese cambiado a un hombre hasta aquel extremo pero, ciertamente, hasta ese momento los conceptos de amor, romance o lujuria le resultaban ajenos. No prestaba atención a ninguna otra chica que no fuera Ran a quien, por otro lado, no veía como una fémina, sino como una extensión de sí mismo. Entonces ella lo besó con tanta dulzura que por fin comprendió que aquello era precisamente lo que más necesitaba.
El amor era algo completamente extraño para él que, además, nunca se había rodeado de gente que expresara lo que sintiera por los demás. Sin embargo, sí conocía la lujuria, la necesidad y el deseo; sabía lo que era ansiar algo, desear tener algo completamente necesario para sobrevivir. Y, precisamente, Ran era lo que más necesitaba.
Desconocía completamente el sexo pero, gracias a lo que pudo escuchar de la gente, consiguió recabar la información suficiente para ponerlo en práctica. Se trataba de un tema bastante recurrente en los dormitorios, por lo que no sólo lo conoció perfectamente, sino que además supo que podía llegar a unir a dos personas más que carnalmente. Por lo visto, si una mujer se acostaba con un hombre, se volvía inaccesible para los demás. Pero, más que eso, más que querer satisfacer sus propios deseos o curiosidad, se preguntó cómo conseguiría complacer a Ran.
El sexo resultaba tan atractivo como odioso para los miembros de la Undécima División, pero si quería mantener a Ran a su lado, tendría que afrontarlo como un auténtico hombre. Por aquel entonces, ella ya había tenido algunas citas con otros hombres, tal y como dedujo por lo sociable que era, mientras que para él no existía ninguna mujer que no fuera Ran. Y, finalmente, así acabaron, ambos desnudos y completamente desconcertados por lo que realmente era el sexo, sin tener más información que lo que habían escuchado. Sin embargo, no era el momento más adecuado para echarse atrás.
Al recordar aquello, Gin se preguntó una vez más cómo había sido posible que Ran no lo hubiera echado de su habitación. En realidad, si no se hubieran criado juntos, seguramente lo hubiera hecho. Después de explicarle que algunos hombres se le habían insinuado para tener relaciones sexuales, Gin le juró que les dejaría en un enorme charco de sangre en cuanto tuviera la oportunidad, tranquilizándola. Aquella noche ambos perdieron la virginidad, aunque haciéndolo mucho más complicado e incómodo de lo que en realidad era. Sin embargo, descubrieron el sexo juntos y lo mejorarían en los años sucesivos, tan sólo ellos dos.
Durante todo aquel tiempo, Gin no tocó a ninguna otra mujer. Para él sólo existía Ran. Sólo podía ser ella. Tal vez por eso su vida pareciera más miserable de lo que en realidad era; después de todo, la falta de sexo durante tanto tiempo acabaría con cualquier hombre. Aizen creía que aquello era una idiotez pero, a fin de cuentas, él también lo era. Sí, su imbatible líder era un imbécil, un arrogante que hacía todo cuanto quería. Gin deseaba que su hegemonía acabara cuanto antes; sólo así, muerto Aizen, él sería libre.
Pero el fin de Aizen no significaba que pudiera volver junto a Ran. No; ella no le recibiría con los brazos abiertos, de vuelta al lugar que siempre había sido suyo. Querría, puesto que aún lo amaba, pero no lo haría. Era demasiado orgullosa y se respetaba demasiado como para hacerlo. Aunque le explicara por qué hizo lo que hizo, aunque lo perdonara, Gin sabía que no podría volver jamás a la Sociedad de Almas.
Tampoco podría pedirle que se marchara con él; allí tenía una vida, una familia, gente importante a la que se había acercado aún más durante su ausencia. Su relación se iba deteriorando mientras la que mantenía con los demás se reforzaba. Sobre todo la que tenía con Hitsugaya. No había nada romántico entre ambos; de ser así, ya habría matado al enano de pelo blanco hacía tiempo. Se trataba de una relación de respeto y admiración, que mantenía a Ran alejada de todos los males, mientras lo trataba como un niño.
Ran quería mucho a su capitán y habría sacrificado su vida por él sin dudarlo. Incluso le habría matado a él, al amor de su vida, si le hubiese tocado un solo pelo a Hitsugaya. Tal vez por eso lo atacase aquella noche, porque sabía que herirlo alejaría a Ran del infierno que Aizen estaba creando. No, Ran no podía acabar en aquella oscuridad; no mientras él siguiera con vida. Se lo guardaría todo para él con tal de que no le salpicara ni una gota. Después de todo, no había más que oscuridad en su interior; un enorme vacía de oscuridad, sin ningún trazo de luz o calidez. Ni siquiera había un corazón latiendo o un alma escondida detrás de aquel caos, puesto que ya se los había entregado hacía tiempo a otra persona, con el único propósito de salvarla.
Ran guardaba su corazón y su alma entre sus manos y así permanecerían eternamente. Ella había intentado darle los suyos, pero siempre los había rechazado. No quería ensuciarlos ni profanarlos. Era mejor que permanecieran puros y limpios para siempre, como su Ran, así que era mejor no volver a tocarlos nunca más.
Al levantarse de la cama, Gin giró la vista hacia la silla donde estaba colocada su ropa. Al extender su brazo, sus manos se encontraron con una suave tela, completamente distinta a su áspero uniforme. Gin asió fuertemente su tesoro entre sus manos, aquél que escondía bajo su uniforme, para evitar que incluso Aizen se diera cuenta. Lo había adquirido hacía relativamente poco, aprovechando un momento de despiste de la chica.
Al acercarse la prenda a su nariz, Gin pudo sentir el dulce y floral perfume que desprendía el pañuelo rosa. Ran.
Fin del segundo oneshot
¡Hola! Qué tal? Bueno, aquí os he traído el segundo oneshot de esta colección que, espero, sea muy larga. La verdad es que me lo he pasado muy bien traduciéndolo, más que nada por lo distinto que aparece Gin en la historia. Por fin se le ve preocupado por Rangiku, viva! A ver qué traigo a continuación, aunque espero que os guste de todas formas. Un beso!
Karina Natsumi: hola! Gracias por dejar un review en el fic anterior; espero que éste también te haya gustado. Un beso!
Sherrice Adjani: hola! Muchas gracias por el review anterior. A mí también me encanta esta pareja y espero muy sinceramente que Tite la retome en cualquier momento. A ver cuando entra Gin en batalla y entonces, tal vez, veamos algo más… que ya es hora! Espero que este cap también te haya gustado mucho. Un beso!