10 razones para odiarte (SasuHina)
Genero: Romance/Humor
Categoría: T
Aviso: Algunos personajes pueden hacerse de odiar. Fic basado en la película "10 cosas que odio de ti".
oOoOoOoOoOoOo~ 10 razones para odiarte ~oOoOoOoOoOoOo
- Tú ganas –
Una regla tiene el juego;
Si quieres ganar, no has de jugar.
Enterró su cara en la almohada, conteniendo el grito de rabia y frustración. Definitiva y oficialmente, su hermano era un capullo y lo odiaba. No solo la había humillado, sino que por su culpa, el Nara se había salido con la suya.
El idiota de Kankuro había entrado a la cocina del restaurante después de que Gaara le amenazara con sacarla de ahí o él también se uniría con la histeria de la rubia.
El castaño la había cogido en brazos, ignorando sus gritos y patadas y la había sentado en la barra del restaurante. Le había quitado los zapatos y los había echado al contenedor de basura.
Le había impedido que se lanzara a por ellos y la había amenazado para que aceptara el regalo que Shikamaru le hacia de buena fe.
¡Ja! ¡Escupía en su buena fe y vomitaba en sus buenas intenciones! Lo peor vendría ese día… Temari seguía sin saber como presentarse en la escuela. No se atrevería a mirar a Shikamaru al rostro y no era por vergüenza, sino por no matarlo en el acto.
-¡Temari! ¡Sal de la cama! – La voz de Gaara consiguió que su ira creciera. - ¡Vas a llegar tarde a clase!
-¡No pienso levantarme!
El silencio perduró unos minutos hasta que los pasos se hicieron demasiado sonoros. Kankuro entró con el pantalón del pijama y una camisa algo vieja. De un manotazo, retiró las sabanas y la colcha de encima del cuerpo de su hermana y la dejó con su camisón a la vista, tratando de cubrirse.
-¡Ya me tienes harto! – Le gritó. - ¡Sal ahora mismo!
-¡Tú no eres mi padre! ¡No pienso levantarme!
La rubia se abrazó a la almohada con furia. Ese día se quedaría en la cama y nadie podría impedirlo, o al menos, eso pensaba ella.
Se vio en el aire, levantada en vilo por los brazos de su hermano. Trató de agarrarse a los barrotes de madera que había en el cabezal de la cama, pero llegó tarde.
El hombro de Kankuro se clavó en su cadera y tubo que sujetarse a su espalda para no caer. Colgada boca abajo y con mitad del cuerpo colgando a cada lado de su hermano, gritaba maldiciones y algún que otro insulto.
La sacó de la habitación y caminó con ella por el pasillo. En un último intento desesperado, la rubia se agarró al marco de una de las puertas.
-¡No pienso ir! – Declaró.
-¡Temari! ¡No me lo pongas más difícil! – Kankuro tiraba de ella para soltarla.
-¡He dicho que no, y es que no!
-¿Interrumpo?
El escándalo fue interrumpido de golpe. Frente a los Sabaku no, Shikamaru estaba apoyado en la puerta mientras Gaara se apoyaba en la pared, a medio vestir con su uniforme y tratando de contener la sonrisa.
-¡¿Qué hace él aquí?! – Temari bramó a todo pulmón. Con sus manos, trató de taparse para que el Nara no la viese con aquella pequeña camisola vieja y desgastada.
-Lo invité a desayunar. – Kankuro sonreía ampliamente.
-El restaurante aun no estaba abierto, así que pensé que estarías aquí.
Shikamaru se preguntaba si había hecho bien en subir al piso. Pero en aquel momento, poco le importaba. La imagen de la rubia siendo cargada al baño por su hermano mientras esta trataba de agarrarse a las paredes, no tenia precio.
Kurenai acunaba a su hijo en el pasillo del instituto. La niñera le había fallado y lo único que le quedaba, era esperar a que algún profesor se hiciese cargo de él en las horas que ella tenía clase.
El pequeño Asuma sonreía angelicalmente mientras se llenaba la cara de baba por tratar de meterse el puño en la boca. La mujer lo miraba con una sonrisa en los labios.
Vio pasar a Kiba, somnoliento y abrir su taquilla. Era de los pocos que tenía clase a esa hora de la mañana, los demás grupos empezaban una hora más tarde. El castaño abrió la boca, dando un enorme bostezo y sacó un libro. Cerró con llave la puerta metálica y caminó adormilado por el pasillo.
Cuando vio al niño, levantó una ceja. No era normal que Kurenai trajese su hijo al instituto. La mujer lo miró de arriba abajo con una sonrisa ausente y giró al bebe para que pudiese ver al joven.
-Asumita… - Lo llamó. – Dile "hola" a Kiba. – Su voz sonaba muy dulce, nada que ver con los gritos que daba en las aulas. El pequeño miró al castaño y abrió la boca, llenándose todavía más de baba. Kiba levantó una deja y puso una mueca de asco. – Kiba, dile "hola". – Ordenó la mujer al ver la mueca con la que miraba a su pequeño.
-Hola.
Kiba se apresuró a responder. No quería ganarse un castigo de buena mañana. Sacudió la cabeza para quitarse la imagen del niño de la cabeza. Cuantas babas… pensó con asco. Todavía no se explicaba porque una fabrica de porquerías como aquella conseguía tener pendientes a todas las mujeres. Suspiró. Las chicas eran raras…
Sakura puso el tazón de cereales frente al rostro adormilado de su hermano. Sus cabellos marrones brillaban por la luz que entraba por la ventana y sus ojitos grises estaban semi cerrados. Su cabeza iba cayendo poco a poco hacia la mesa, como si se durmiese sentado.
La Haruno contuvo la risa cuando dejó caer el plato con fuerza, asustando al menor y haciendo que se irguiera de golpe.
-Come. – Le ordenó.
La chica volvió al fregadero y continuó lavando los platos. Echó una fugaz mirada hacia el pasillo, viendo la puerta cerrada del dormitorio de su madre. No la había oído entrar la noche pasada.
-Escucha enano. – El menor la miró mientras comía. – Esta tarde voy a salir con mis amigas a comprar una cosa. Ves al parque y quédate jugando hasta que yo pase a por ti.
-¿No puedo venir a casa? – Se quejó.
-Hoy no. Prometo compensártelo.
Le sonrió con gracia y el niño suspiró. Los viernes era un día muy malo para estar en casa. Su madre solía traerse a algún que otro cliente para ganar un poco más de dinero, y por lo general, Sakura se encargaba de evitar que Yuri los pillase en plena faena como le había pasado a ella tiempo atrás.
Le dio un beso en la mejilla, pellizcando con los labios el moflete. El niño, acostumbrado a aquellos mimos, se dejó hacer mientras la chica lo despeinaba.
La ojiverde salió corriendo, cogiendo su mochila y desapareciendo por la puerta.
Tsunade entró en su despacho. Lo primero que percibió fue el silencio; eso era un mal augurio, muy malo. Se dirigió a la ventana y la abrió de golpe, observando a los alumnos entrar al centro de una forma paranoica.
Ese día era viernes. El ultimo dia de la semana laboral y el más frustrante de todos. Millones de hormonas revolucionadas por la llegada del fin de semana, y para colmo, ese día empezaban los partidos de fútbol.
-¡Cuidado!
Escuchó el grito demasiado tarde. Un balón de fútbol se estrello contra su rostro y el impacto la lanzó hacia atrás. Escuchó la voz de varias personas gritar su nombre y luego salir corriendo.
-¡Estúpidos niñatos! – rugió.
-¿Tsunade-sama? – Shizune la miraba desde la puerta. Tapaba sus labios con una de sus manos para evitar que su jefa viese la enorme risa que le había provocado la escena.
-¿Qué quieres? – preguntó la rubia de mal humor.
-Tenemos dos problemas. – informó.
-¿Solo dos?
La mujer se sentó en la enorme silla de su despacho, gruñendo y pateando el bacón que la había golpeado hasta dejarlo en una de las esquinas. Se pasó las manos por el rostro adolorido y se palpó la nariz. Si esos jodidos mocosos se la habían arruinado, ya podían prepararse.
-La canguro de Kurenai no ha podido ir a cuidar de su hijo hoy. – le explicó la castaña. – Así que se ha traído al niño al trabajo.
-No hay problema. – musitó Tsunade. – Ese niño es una ricura y es muy tranquilo. No creo que provoque problemas. ¿Algo más?
-Hai… - asintió con la cabeza. – El padre Hidan ya ha llegado.
Tsunade clavó los ojos en su secretaria. Si ese hombre había llegado solo podía significar una cosa. Que lo alumnos del ultimo curso le habían lanzado el balón intencionadamente en venganza. Después de todo, no era la primera vez que le hacían una faena cuando un cura venia a hablarles de sexualidad.
No apartaba la mirada de la carretera. Sin embargo, se permitía observar a la mujer que iba junto a él de vez en cuando. Cruzada de brazos y con el ceño fruncido. Los labios firmemente apretados y lo más apegada posible a la puerta. Aquello le causaba gracia.
Shikamaru aparcó en uno de los huecos que quedaban en el aparcamiento y salió del coche. Se sorprendió al ver que Temari no lo hacia. Simplemente seguía en la misma posición, quieta como una estatua de sal.
Suspiró cansado y se dirigió a la puerta del copiloto. La abrió para que la chica saliese, pero lo que recibió fue un par de zapatos golpeando sus piernas para, después, caer inertes en el suelo de cemento.
-¿Todos los hombres con los que tratas tienen que pasar por esto? – preguntó aburrido.
-Solo los que me caen mal. – refunfuñó.
-¿Y yo te caigo mal? – una sonrisa curvó sus labios.
-… Peor.
Conforme estaba la situación, el Nara sabia que aquello iba para rato. Se dejó caer en el suelo, sentándose sobre el césped y apoyando su espalda en el BMW negro. De reojo, vio los pies descalzos de la rubia balancearse en el aire mientras sus piernas colgaban desde el asiento. Le pareció gracioso ver los calcetines blancos con la forma de los dedos de los pies.
Si lo que pretendía era pasarse ahí todo el día, el podía ser igual de cabezota y se quedaría hasta que ella misma se pusiese los dichosos zapatos.
Cerró su taquilla y miró alrededor con miedo. Desde que había entrado al instituto, un nerviosismo irracional se había apoderado de ella. ¡No podía permitirse aquello! Sacudió su cabeza con frustración, logrando que sus cabellos rosados le hiciesen cosquillas en la punta de la nariz. Ella era una mujer adulta capaz de solucionar sus problemas, sin embargo, se sentía como una muñeca de gelatina.
Suspiró y apoyó la frente en el metal de su casillero. Necesitaba pensar… larga y tendidamente. Alejar la confusión en la que se había sumido su mente y dejar cada cosa en su lugar. Eso era lo correcto, lo mejor.
-Ohayo… Sakura.
La voz le provocó un escalofrío. Entró en pánico y su respiración se aceleró. Ladeó la cabeza lo suficiente como para ver los ojos azules de Naruto. No eran tan claros como siempre los había visto. Esta vez, un tono eléctrico los oscurecía.
-Me gustaría hablar contigo. – suspiró el rubio.
-… Tal vez en otro momento.
Apretó los libros contra su pecho y giró sobre sus talones, rogando a alguna fuerza sobre natural que la ayudase a salir de aquello. La mano masculina se aferró con fuerza al brazo femenino y la chica se detuvo. Mantenía sus ojos verdes clavados en el suelo, sin atreverse a levantarlos un milímetro más de lo necesario.
-¿No te gustó? – pudo ver de reojo como el chico la miraba aterrado, como si la respuesta que le diese fuese capaz de destruir todo un mundo.
-Hay muchas cosas que me gustan. – trató de salirse por la tangente.
-Me refiero al beso.
FLASH BACK
Bufó molesta. Llevaba una hora y media en aquella casa. Una hora y media aguantando la mirada de aquel rubio clavada en su figura y una hora y media resistiendo la tentación de lanzarle un puñetazo.
-Sakura, ¿Vas a salir conmigo? – volvió a insistir.
-Ie.
-Onegai.
-Ie.
-¿Hacemos un trato? – propuso con entusiasmo.
-Ie.
-Vamos… - suplicó. – Te aseguro que te interesará. – la chica levantó la mirada y lo observó con incredulidad. – Tu me haces una pregunta de la asignatura que quieras… vale cualquier cosa. Si acierto, me das un beso.
-¿Y si fallas? – preguntó.
-… Te dejo en paz.
-¿Para siempre? – esta vez fue ella la que mostró entusiasmo en su voz.
-Hai.
Ella apretó los labios y miró el techo de una forma pensativa. Debía elegir cuidadosamente la pregunta para que el rubio no acertara. Trató de recordar alguna clase en la que él no estuviese, contando con la ventaja de la personalidad olvidadiza y despistada del rubio.
Sonrió cuando recordó una clase de biología en la que se había impartido una proyección sobre el cáncer. Su mente reprodujo el recuerdo y pudo ver a Naruto durmiendo en la última fila.
-¿Qué diferencia hay entre una célula cancerigena y una sana?
El chico se llevó las manos a la cabeza y enterró los dedos en sus dorados cabellos. Aquello no se lo esperaba. Conociendo a Sakura, hubiese previsto una pregunta de otro tipo, tal vez relacionada con la economía del siglo XVIII o con alguna crisis sociocultural.
-Lo siento, Naruto… - la chica comenzó a levantarse mientras recogía los libros de anatomía Ahora que habían acabado el trabajo, ya no había excusa para que permaneciese ahí.
-Una célula cancerigena evita la muerte celular, sigue reproduciéndose y corroyendo las células de su alrededor. Por eso un cáncer crea tumores, aunque no todos. Un ejemplo de esto es la Leucemia. – Naruto miró a la pelirrosa con seriedad. – Cuando una célula queda dañada, se podría decir que se autodestruye. Una célula con cáncer, simplemente, sigue creando células dañinas. Este proceso se llama apoptosis.
La Haruno hubiese querido decir algo. Tener un margen de tiempo para encontrar algún error entre sus palabras y corregirle, sin embargo, no lo tuvo.
El Uzumaki se había levantado con una lentitud hipnotizante y la había cogido de la mano, tirando de ella suavemente y obligándola a que se apoyara en la mesa, quedando en la misma posición que él.
Juntó sus labios con los de la pelirrosa en un suave roce, casi tan sutil como el tacto de la seda. Ella únicamente pudo cerrar los ojos y abandonarse a la sensación.
FIN FLASH BACK
-Dime… - volvió a insistir. - ¿Te gustó el beso?
-… Hai. – murmuró.
-Entonces… ¿Por qué saliste corriendo? – la interrogó. – Normalmente se esperan un par de días antes de hacerlo.
Ella no pudo evitar sonreír. Realmente, después del beso, había reaccionado como una niña pequeña. Saliendo a trompicones de la casa mientras murmuraba todos los componentes químicos que conocía.
-Sakura… solo te lo pediré una vez más. – el ojiazul agacho la cabeza y la volvió a levantar con una enorme sonrisa. - ¿Quieres salir conmigo?
-… Naruto. – bufó.
-¡No acepto un no por respuesta! – la amenazó. – De manera que iremos juntos al festival de Halloween.
Vio al rubio alejarse a toda prisa mientras ella se quedaba pensando en mitad del pasillo. ¡Un momento! ¡Ese estúpido no le había dejado contestar! Arrugó la nariz con enfado cuando se dio cuenta de lo que acababa de hacer aquel cretino.
Entró al aula con desgana. Se sentía sumamente cansado y con un sueño horrible. Se había pasado toda la noche buscando los libros que Hanabi le había dado en aquella lista, y para colmo, la mayoría de los documentos que se había copiado del ordenador de Hinata, tenían contraseña.
Tendría que buscar a Sai para que le diese una idea de cual podría ser, o en su defecto, pagarle a Shikamaru para que las quitase. Después de todo, el Nara era un hacha con la informática. Una vez metió un virus en los ordenadores del profesorado solo para que las notas se autodestruyesen. Después de eso, tuvieron que aprobar a todos los alumnos, ya que si alguno reclamaba, no tenían las notas en las que basarse para defender la nota final.
Se sentó en su pupitre y dejó caer la cabeza sobre la mesa. Tal vez si dormía cinco minutos, estaría con la mente lo suficientemente despejada como para resistir aquel día. Sin embargo, lo que había descubierto no lo dejaba dormir.
La Hyuga tenía una extraña afición hacia los libros feministas, sin embargo, algunos de los títulos que había en aquella lista de papel, correspondían al género del romance con un toque de erotismo. Por no decir bastante erotismo. Puede que aquella chica tímida resultase ser toda una fiera con la que se divertiría un buen rato.
Shizune volvió a dar un buen trago a su café mientras corregía los exámenes de sociales. Plantearle un aumento de sueldo a Tsunade solo había servido para que la pusiera de sustituta en aquella clase ahora que el profesor había decidido cogerse la baja por depresión.
Alguien tenía que meter el trabajo del profesorado como deporte de riesgo. Cuando los alumnos no estaban contentos, solo podían ocurrir cosas malas. Las ruedas del coche pinchadas, la carrocería rallada, los cristales rotos, globos de agua por los pasillos que misteriosamente nadie lanzaba y que siempre aterrizaban en el rostro de alguien…
Leyó la respuesta de uno de los exámenes y empezó a reír sin poder evitarlo. Varias lágrimas caían por sus mejillas de la risa. Su cara comenzaba a ponerse roja y, sin embargo, no podía dejar de verle el lado divertido a aquella respuesta tan improvisada e ignorante.
-¿Qué ocurre? – Kurenai entró al aula con su bebé en brazos.
-Escucha esto. – se aclaró la garganta. – Explica todo lo que sepas sobre los reyes medievales. – Shizune levantó la vista y vio a la mujer asentir con su rostro, dando a entender que le prestaba atención. – Podemos ver dos tipos de reyes. Los reyes magos, los cuales, hacían regalos a todos los niños con su dinero, y los reyes normales, que con el dinero de todo el mundo, hacían regalos a sus niños.
Las dos mujeres estallaron en risas. Shizune se fijó en el nombre que había escrito en la parte superior del examen; Inozuka Kiba.
Solo por hacerle pasar ese rato tan divertido, iba a ponerle un suficiente.
La gente comenzaba a irse del comedor. Hinata suspiró con alivio al ver que ya no tenía trabajo y que todas las mesas estaban servidas. Los viernes solo había asignaturas de asistencia opcional, un pequeño refuerzo para las clases impartidas los demás días de la semana.
Sacó un pequeño zumo antes de ir a la mesa en la que estaban sentadas sus amigas y unirse a la conversación.
-No puedo creer que estés con él. – le reprochó Ino a Sakura.
-Técnicamente… no estoy con él.
-¡Te besó! – se escandalizó. - ¡Y vas a ir con él al festival de Halloween!
-¿De quien hablan? – quiso saber la Hyuga.
-…Naruto. – suspiró la Haruno.
-…Creí que pensabas que era un Baka. – murmuró la ojiblanca.
-Sigo pensándolo. – recordó.
-No eres la única. – Ino le dio un mordisco a su pastel de dulce de leche.
-Compórtense… onegai. – suplicó la peliazul. – Por cierto… ¿Vieron a Temari?
Las dos chicas abrieron la boca y luego la cerraron, hinchando sus mejillas de una forma pensativa. Movieron la cabeza de una forma negativa y trataron de buscar con la mirada a su amiga desaparecida sin tener mucha suerte.
-Ne… - La Yamanaka sonrió de una forma perversa y se pasó la lengua por los labios. – Miren quien acaba de entrar.
Los ojos blancos se centraron en la puerta, observando la figura imponente que acababa de ingresar al comedor. Inmediatamente se volvió a girar y clavó los ojos en la mesa. No se sentía capaz de mirar a Uchiha Sasuke. Desde que había hablado con él y la había invitado a salir, un miedo irracional se apoderaba de ella cada vez que lo veía.
-… ¡Hina! – Sakura la miró incrédula. - ¿Te gusta Sasuke?
-¡I-Ie! – sacudió su cabeza.
-¡Tartamudeas! – la señaló. La Hyuga agachó la cabeza y su cara enrojeció. - ¡Y te sonrojas! – la ojijade estaba pasándoselo demasiado bien a costa de su amiga. – Incluso te escondes de él, pareces un avestruz.
-N-no soy un… a-avestruz.
La peliazul se tapó el rostro con las manos y trató de concentrarse. Lo primero que debía hacer era dejar de hiperventilar. Lo segundo, hacer que la sangre bajara de su rostro de la forma más rápida posible.
Trató de imaginarse una escena horrible, algo que consiguiera dejarla lo suficientemente pálida como para volver a levantar la cabeza y tener un aspecto normal. Divagó entre sus recuerdos y encontró el adecuado. Tan doloroso como horrible. Pein confesando su engaño bajo la lluvia. El corazón se le paralizó y la sangre se le congeló en las venas. Tal vez, se había pasado en cuanto a nivel de dolor.
Realmente, no tuvo demasiado tiempo para pensarlo. Las puertas del comedor se abrieron de golpe y los gritos inundaron el lugar. Sus ojos se centraron en el Nara, con los ojos abiertos con enfado y un cigarrillo en la boca. Sobre sus hombros, una acalorada Temari gritaba y pataleaba como una niña pequeña.
-¡Cabeza de piña! ¡Bájame inmediatamente!
Sin embargo, el castaño la ignoraba de una forma muy lograda. Consiguió dejarla sentada sobre una mesa y la obligó a permanecer ahí quieta. Tubo que retirar varias veces las manos para evitar que la Sabaku no le diese uno que otro mordisco.
La campana que indicaba el inicio de la única clase obligatoria sonó, sin embargo, nadie le prestó atención. Todos miraban con atención como Shikamaru, alias; cabeza de piña, trataba de domar a Temari, alias; cara de albaricoque.
Kakashi se asomó al pasillo. Normalmente, era él quien llegaba tarde, no todos sus alumnos. Se preguntó que estaría pasando en el comedor para que hubiese tanto jaleo y ninguno de ellos acudiese a la clase.
Volvió a fijarse en el hombre que estaba sentado en su silla. Según Tsunade, ese hombre había ido a impartir una charla sobre sexualidad a los niños. Casi aguantó la risa cuando vio entrar al cura, aunque en el fondo, se compadeció de él. Si esperaba que sus alumnos se lo pusieran fácil, no lo iban a hacer.
Aun recordaba con cierto cariño como el último cura que fue a darles una charla salió del aula con media túnica quemada. En realidad, aquel accidente había sido su culpa. En primera no debió de tratar a un grupo de adolescentes de retrasados, y en segunda, no debió de meterse en el laboratorio solo porque se lo dijeran los adolescentes.
Con una sonrisa, observó como poco a poco, sus alumnos iban apareciendo y ocupando sus sitios. Levantó una ceja cuando Temari le lanzó a Shikamaru lo que parecían ser unos zapatos y este murmuraba un par de insultos.
-Chicos, cálmense onegai. – suplicó.
Cerró la puerta y señaló al cura, tratando de presentarlo. El hombre se levantó y se puso en mitad de la pizarra, mirando a los jóvenes con una sonrisa demasiado amable.
Sus labios se despegaron para dar su nombre, pero de improvisto la puerta se abrió y apareció un acalorado Kiba. Al ver al hombre, su rostro palideció y frenó en seco su carrera.
-¡Jesús! – exclamó espantado.
-No, soy el padre Hidan. – el hombre le tendió la mano y el Inozuka se retiró rápidamente, apegando su cuerpo a la pared.
-No se ofenda, señor… pero los curas siempre me han dado cierto… respeto.
-Mas bien, repelus.
La voz de Naruto se escuchó en toda la clase. Unas risas les siguieron, pero fueron calladas inmediatamente bajo la asesina mirada del Hatake. El peliblanco se aclaró la garganta y esperó a que su alumno se sentase. Una vez todos en sus puestos, comenzó con la presentación.
-Les presento al padre Hidan. Él se va a encargar de impartiros la charla de sexualidad. – ignoró los bufidos de fastidio y los murmullos. – Así que mi clase será utilizada para que todos atendáis a la información y los consejos que os dará este hombre. – se acercó a la puerta y antes de salir, amenazó a toda la clase. – Pórtense como deben y no olviden dejar el trabajo que mandé sobre mi mesa.
Tras el sonido de la puerta al cerrarse, el silencio lo sumió todo. El cura se pasó una mano por los cabellos canosos y se aclaró la garganta. Sin embargo, antes de poder decir nada, una mano apareció e mitad de la clase.
-¿Si, señorita…?
-Yamanaka. – Ino le guiñó un ojo. - ¿Cómo espera impartirnos una charla sobre algo que usted no practica? – como si de un impulso se tratase, todos sus compañeros comenzaron a reír y golpear las mesas con los puños.
-Bueno… yo solo vengo a daros consejo. – el hombre sonrió. – Tened en cuenta que la abstinencia es la mejor forma de hacerlo no haciéndolo.
-¿Está insinuando algo sobre sexo tártrico? – Pein sonrió maliciosamente.
-¿Trantri-que? – Kiba levantó una ceja.
-Tártrico. – repitió el chico. – Se puede llegar a un orgasmo y mantenerlo durante horas mediante la meditación. – inmediatamente, Kiba arrancó una hoja de libreta y se la pasó a su compañero.
-Escribe el nombre, onegai. – le rogó. La clase entera comenzó a reír de nueva cuenta.
-¡Jóvenes! – el párroco se escandalizó. - ¡Compórtense!
-Tranquilo carrocín… - Naruto esbozó una sonrisa.
-¿Qué me ha llamado? – el hombre lo miró con un pequeño tic nervioso en el ojo.
-Ya sabe… carrocín, carroza, vejete… - Uzumaki se encogió de hombros.
-¡Más respetó! – le exigió. – Soy el conductor.
-¿De la carroza? – las risas volvieron a estallar.
-¡De la clase!
El hombre comenzó a sudar frío. Cuando Tsunade le había dicho que no se mostrase amable con ellos porque se lo comerían vivo, no la había creído. Ahora se arrepentía de no haber entrado al aula con un crucifijo en sus manos y un litro de agua vendita. Esos jóvenes estaban poseídos por sus hormonas y la lujuria… y él estaba solo ante el peligro que esto suponía.
Kakashi miró el cronometro que estaba sobre la mesa. Kurenai, Asuma, Anko y Deidara hacían lo mismo que él. Todos ellos habían hecho apuestas sobre cuanto tiempo duraría el párroco metido dentro del aula.
La puerta del despacho de Tsunade se abrió y salió la directora con Shizune. Ambas cargadas con sobres y comentando el motivo que los alumnos de arte habían escogido como adorno de las invitaciones de Halloween para los carteles y las invitaciones.
Al ver a los cinco profesores, se extrañaron.
-¿Qué hacen? – la rubia los interrogó.
-Observamos. – Asuma se llevó el cigarrillo a la boca y aspiró el humo. – Hemos hecho apuestas sobre lo que durara el cura en la clase.
-¿Cuánto lleva? – la secretaria de Tsunade contuvo la sonrisa.
-Siete minutos…
Los profesores corearon el tiempo con voz de ultratumba. Las mujeres se miraron entre ellas y con una sonrisa maliciosa, se unieron a las apuestas.
Hidan se pasó las manos por las sienes. El dolor punzante de su cabeza comenzaba a ser una verdadera tortura. Con total desesperación, se sentó en la mesa para tratar de tranquilizarse y tratar de retomar la charla por donde la había dejado.
-Entonces, señor Inozuka… ¿Qué tipo de educación quiere?
-Una educación impartida por tías macizas. – sonrió. – Gratuita, para que no me cobren los trabajos adicionales… y total, para que pueda hacer permanencia y horas extra.
-Lamento decirle, señor Inozuka, que pensando así no va a ser un hombre de provecho.
-Da igual. – el castaño le restó importancia. – Lo que yo quiero es sacar provecho de ser hombre.
-¡Los tíos solo pensáis con la polla! – Konan lo acusó con un dedo.
-¡Eso es mentira! – Tobi se levantó y encaró a su compañera. - ¡Ella va por libre!
-¡Creéis que perforándonos es la única forma de mantenernos contentas! – la chica continuó.
-¿Acaso no lo es?
-Hacer el amor es pecado. – recordó el hombre.
-Para mi es un milagro.
Tobi no tuvo tiempo de reaccionar. Un conjunto de libros y estuches fue volando hasta aterrizar en su rostro. Hidan sintió las lágrimas apunto de salir de sus ojos. Quería salir de ahí inmediatamente. Sus ojos se centraron en la puerta y de repente, la inspiración divina le llamo a gritos.
Salio al pasillo hecho una furia y buscó el aula de los profesores. La encontró a unos escasos metros de distancia y entró sin llamar.
-¡Se acabó! – gritó. - ¡Prefiero dar clases a Chuky, el muñeco diabólico, antes que a esos niñatos malcriados!
Las siete personas lo miraron con una expresión de sorpresa mientras el hombre desaparecía. Anko miró el cronometro parado, el cual ella misma había detenido en cuanto el hombre había entrado al aula.
-¡Gané! – Shizune dio un salto de alegría. – Diez minutos y veintidós segundos, soy la que más se acerca.
Los profesores la miraron con un deje de rencor en sus rostros y le entregaron el conjunto de billetes que habían apostado. La castaña los cogió con alegría y los contó. Con lo que había ahí, podía irse a cenar esa noche al restaurante italiano de la esquina.
Temari se acurrucó en el rincón de la clase. Sus amigas la miraban de una forma muy intensa, casi aterradora. La única que la miraba con curiosidad era Hinata. Sabía que a ella si podía contarle lo que había ocurrido con Shikamaru, sin embargo, tenía la reacción de Sakura e Ino.
Se excusó, alegando que tenía ganas de vomitar y trató de salir del aula casi vacía. En cuanto el párroco había salido corriendo, los demás le habían seguido el paso para escaparse a los jardines. Cuando atravesó la puerta, una mano se aferró a su brazo y tiró de ella con fuerza. Su cuerpo retrocedió hacia atrás y se giró. Su mejilla choco contra algo duro y blando a la vez. El aroma masculino la invadió y levantó la mirada, encontrándose con los ojos cafés de Shikamaru.
-Ponte los zapatos. – el chico los sostuvo en el aire. Hasta ese momento, la rubia no notó lo frío que estaba el suelo a trabes de los finos calcetines que llevaba.
-…Ie. – negó firmemente. – No quiero tu caridad.
-¿Caridad? – el levantó una ceja.
-Caridad, ayuda extra, discriminación positiva… - se encogió de hombros – Lo que sea.
-Hacemos un trato. – el chico la cogió de los hombros. – Tu necesitas zapatos y yo una pareja para el festival de Halloween. Acompáñame y podremos tomar esto como un trueque.
-Ni de coña. – ella trató de separarse, pero no lo consiguió.
-Piénsalo. Solo llegaremos juntos y punto. Tu te iras con tus amigas y yo con mis amigos.
La chica lo miró durante varios segundos. Algo en sus ojos brillaba demasiado. Quiso identificarlo como compasión y pena, aunque aquello solo encendió su orgulloso carácter.
-Tú ganas.
Aquello pareció un rugido. De un brusco forcejeo, se separó de el y cogió los zapatos d un manotazo. Aquello iba a salirle caro. Ni siquiera sabia porque había dicho que si, sin embargo, lo había hecho y punto.
En vez de dirigirse al baño, salio al jardín del edificio. Se apoyó en una de las paredes y sacó un cigarrillo. Se lo puso en los labios y lo encendió. Vio a Tobi acercarse a ella, sin embargo, no se molestó en salir corriendo como otras veces.
El chico le arrebató el cigarrillo y le dedicó una sonrisa picara, haciéndole ver lo fácil que se salía con la suya. Temari sonrió y se sacó otro cigarrillo para ella. La sonrisa femenina se agrando cuando Tobi aspiro y el petardo que había dentro exploto, poniéndole negra la nariz y parte de las mejillas.
-¡Temari-san no es una buena chica!
Tobi la acuso con un dedo y ella no pudo evitar reír con fuerza. Se dejó caer al suelo y le lanzó el paquete de tabaco a Tobi para que cogiese uno y se largase. Por mucho que le había gustado hacerle aquello a su compañero, en aquel momento solo quería estar sola.
Sasuke bebió de su baso y siguió mirando la figura de la Hyuga de una forma atenta. Cuanto más la miraba, más se tomaba aquello como un reto personal. La forma en que sus caderas se movían al caminar solo lograba encender algo dentro de él, y cuando recordaba como lo había rechazado, aquel incendio interior ardía con odio hacia la ojiblanca. Le demostraría que nadie rechaza a un Uchiha.
-Mira. – Naruto hundió su nariz en la revista. – Aquí pone que los hombres pensamos en sexo cada cincuenta y tres segundos.
-Agotador. – rió el Inozuka. Las marcas de sus mejillas se movieron de una forma divertida. – ¿Y las mujeres?
-Una vez al día.
-Ojala.
Sasuke seguía la conversación, aunque estaba mucho más pendiente de la camarera que se paseaba junto a su amigo Shikamaru. Apuró el batido y se encaminó a la barra.
Esta vez, iba a salir del comedor con una afirmación a la cita. Con lo que había preparado, estaba seguro de que no se negaría, y en caso de que tuviese esa intención, no se lo permitiría.
-¿Desea algo? – la chica lo miró con cierto nerviosismo.
-Puede. – sonrió de lado, sabiendo lo que esa sonrisa ladina provocaba en el resto de las chicas. - ¿Qué tienes planeado para el festival de Halloween?
-…T-trabajar. – el Uchiha sonrió orgulloso al notar el leve tartamudeo.
-Soy del grupo de deportes… - le informó. – Así que tengo que venir a montarlo todo y luego me quedo a limpiar. Había pensado… como tú eres de la zona del bar y haces el mismo trabajo que yo, podemos venir juntos. – el ojinegro apoyó sus codos en la barra, acercándose peligrosamente al rostro femenino. Sasuke percibió el suave aroma a fresa que desprendía la chica y casi estuvo a punto de morderle la piel del cuello para comprobar su sabor.
-…N-no creo que sea b-buena idea.
-Solo te traeré al instituto y luego te llevaré a casa. – murmuró. – un inocente paseo de amigos. – la Hyuga se sintió cohibida de golpe, como si alguien hubiese elevado la temperatura a su alrededor y su cerebro se estuviese derritiendo, quitándole la capacidad para hablar. – Píensatelo.
Hinata abrió los ojos como platos cuando el Uchiha le beso la mejilla. No estuvo segura de si fue un beso o un mero roce accidental. Lo que si notó fue su cuerpo congelándose y la sangre hirviendo en sus venas. Sintió un frío por todo el cuerpo y un repentino calor en su estomago acompañado de una descarga eléctrica.
Vio al chico alejarse con lentitud y de repente, la realidad la golpeó con toda su dureza. Había aceptado una cita con Sasuke Uchiha. Después de rechazarlo, el había vuelto a proponérselo, hipnotizándola con aquellos ojos, y ella había caído en la trampa. El había ganado aquel repentino juego, y ella sabia que los perdedores nunca acababan bien en ese tipo de encuentros.
Algo en su cabeza explosionó y la palanca cedió. Salió de la barra y se dirigió a la mesa del Uchiha, donde él se había vuelto a sentar con sus amigos. Le tocó el hombro y acto seguido le abofeteó el rostro. Los chicos se quedaron serios de golpe, sin atreverse siquiera a respirar por miedo a recibir ellos también. La mano empezó a quedarse marcada en la mejilla masculina de una forma rojiza y Sasuke la miró con furia.
-No vuelva a besarme, Uchiha-san. – le advirtió con un tono firme. – Jamás.
La peliazul se dio media vuelta y volvió a la barra, frotando su mejilla para quitar la sensación de los labios del ojinegro. Por su parte, Sasuke la miraba con una sonrisa demasiado maligna. Claro que él no volvería a besarla, porque seria ella la que se lanzaría a sus brazos y suplicaría por un mínimo de su atención. Sin Saberlo, Hinata acababa de firmar su propia destrucción. Después de todo, un Uchiha siempre ganaba.
NA: Ante todo, gracias por la paciencia que tienen y por no dejar de leer los fics. A partir de ahora espero poder actualizar más seguido, y si tardé demasiado, ruego que me perdonen.
Después de tener que estar demasiado tiempo en el hospital, a mi madre le detectaron un cáncer. He ahí la demora de las contis. Afortunadamente todo está saliendo bien y espero poder subirlas todas este fin de semana.
Agradecimientos a todas las personas que han dejado un comentario y a todas las que leen. Y muchas, muchas gracias a las personas que me han enviado mensajes por medio de fanfiction de ánimos. Siento no poder contestarlos, pero me es imposible.
A partir de este momento, y dado la cantidad de reviews que debía contestar y que no he podido hacer, los contestare por medio de fanfiction. Solo los que no pertenezcan a ninguna cuenta responderé por aquí.
Ruego disculpen otra vez la demora. Cuídense mucho y disfruten con la lectura.
Dejen review onegai