Los personajes no me pertenecen, son obra de mi más admirada sensei Rumiko Takahashi la cual hizo que mi mente quedara tan traumada que tuve que ir a dar a un consultorio y por lo tanto mi siquiatra me recomendó desahogarme en algo, por lo que no tuve más opción que sacar las ideas que se quedaron en mi mente al no ver el tan ansiado final que muchas de nosotras (os) deseamos (Ranma y Akane casados y diciéndose lo enamorados que están uno del otro finalizando con un apasionado beso.)

-los personajes hablan-

"Los personajes piensan"

:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:- Cambio de escena

Notas de la autora.

(La opinión de Akane irónica)

Capítulo Dieciséis.

Querido diario: Eso es lo único que me han dicho que paso, recuerdo que entre mi neblina negra pude sentir la calidez de su alma junto a la mía, e instintivamente su desesperación ahogo mis oídos desgarrando mí interior, no obstante yo estaba perdida y sin ganas de ser encontrada, me había cansado, cansado de pelear, de ser tan inferior, de no ser ni lo suficiente mente buena ama de casa ni lo suficiente mente buena artista marcial, ni lo suficientemente bonita y mucho menos habilidosa, ahora solo me quedaba sumergirme en la ignorancia y tratar de olvidar esos sentimientos de deteriora miento y angustia. Flash back.

La ambulancia llego al hospital, inmediatamente las puertas de esta se abrieron para bajar dos camilleros con una joven desvanecida y un chico más pálido que una vela el cual se negaba a soltarla, al momento llegaron a el área en donde la llevarían a cirugía.

-Lo siento Ranma pero esta es área restringida, la llevaremos al quirófano por lo que tú tienes que esperar aquí y llamarle a toda la familia.- Le dijo el hombre de lentes, miraba con pena y temor al joven de ojos azules que en ese momento parecía ido y sin ganas de nada, la opacidad de su mirada era deprimente y las lagrimas ya secas de sus mejillas devastaban a cualquiera, al momento le miro con toda la angustia que su alma sentía y la desesperación nublándole la razón.

-Por favor Tofu tienes que salvarla, por lo que más quieres no dejes que se valla, no la alejes de mí… no dejes que la pierda… no lo hagas porque yo… sin ella… yo sin ella… yo sin ella no se vivir.- Le dijo agarrándole las solapas de la bata mientras caía con lentitud y derrotado de rodillas llorando amargamente, aquella escena le calo en lo más hondo al joven doctor, sabía que estaban muy unidos y que se amaban, pero nunca se imagino ver a aquel joven de porte orgulloso, mirada soberbia y siempre sonriente de aquella manera, derrotado, a la espera de lo peor.

-Tranquilo Ranma, hare lo posible por traértela de vuelta.- Le dijo mientras él lo soltaba, al momento giro encaminándose lo más rápido posible al área en donde se cambiaría para la cirugía.

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El joven de la trenza miro tristemente el teléfono, acaba de dar la noticia a la familia por lo que todos armaron un alboroto, a lo lejos se escuchaba el llanto de Soun gritando que su bebé, una a una repitió las palabras de lo que Tofu le había dicho en la ambulancia, lo del golpe y la consecuencia que trajo, que el coagulo en cualquier momento se podría haber desprendido y que era lo que bloqueaba las arterias de la retina, que lo que temía tanto Tofu había se hecho realidad y podría provocar un derrame más grande que le incitara una embolia, un paro cerebral o la muerte. Sintiendo el peso de cada una de sus acciones cayó lentamente con la espalda pegada a la pared al piso, dentro, en un quirófano, su pequeña iinazuke, la que siempre había creído que sería la madre de sus hijos se debatía entre la vida y la muerte sin que él pudiera ayudarla, él, que siempre se había auto proclamado su protector y defensor, él que daría todo por tenerla a salvo no había logrado nada, con fiereza apretó los puños mientras abrazaba sus piernas y las lagrimas inundaban nuevamente sus ojos, era un estúpido, él era el único culpable, él y nadie más, por seguirlo, por protegerlo había recibido ese golpe, golpe que ahora a cuenta gotas le arrebataba la vida.

-Akane… por favor Akane… perdóname… Por piedad perdóname… no me dejes… no te alejes… ¡No te vayas!- Gritó con fuerza lo otro sintiendo la desesperación y el dolor doblegándole el alma, cada aspiración de sus pulmones le encajaba miles de alfileres en el pecho por la agonía y el sufrimiento.

-Te amo… no me dejes…no me dejes porque te amo.

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La luna lentamente empezaba a desvanecerse entre la obscuridad, dentro del edificio una familia miraba las horas pasar muy despacio, las dos jóvenes sentadas en un sillón llevaba un brazo en sus hombros del padre que ya había cesado de llorar por el cansancio, aún así en ese abrazo trataba de transmitirles un poco de ánimo.

El hombre-panda se encontraba sentado en un sillón frente a ellos mirándolos acongojado por la tristeza que reinaba en el lugar, la joven madre llego con café y uno a uno los repartió entre la apesadumbrada familia, en una esquina frente a un ventanal su único hijo observaba la obscuridad con el dolor marcándole la mirada y la tristeza atenazando su expresión, le dolía tanto verle así, tan desprotegido, tan solo. Todos en la familia sabían que el más devastado era ese joven de trenza el cual miraba al vació esperando encontrar consuelo o cordura, desde que llegaron casi no había hablado, su dolor se reflejaba en cada una de sus facciones y ante el asombro de todos cuando vio a su madre se derrumbo llorando como niño chiquito y gritando que la perdería, que Akane se iría, y que él tan baka no la protegió lo suficiente, que era su culpa todo aquello, la madre lo miraba con dolor y con el consuelo que solo ella le podía dar lo tranquilizo hasta que las lagrimas se le a acabaron, todos le miraban tristemente viendo el guiñapo en que se había convertido, más sin embargo ninguno le podía decir nada, todos sentían la misma pena embargándoles el corazón, en el interior el temor era angustioso para la madre, temía que si ella perecía él fuera tras ella como siempre lo había hecho. La mediana de las Tendo en un momento había estado a punto de gritarle que era su responsabilidad, que por él ella estaba así, sin embargo al final calló, verle así era más que suficiente y su tortura ya era demasiado grande.

Al momento llego el joven doctor mientras se quitaba la gorra de cirugía, con velocidad todos lo rodearon haciéndole incesantes preguntas mientras la demás gente los miraba con estupefacción.

-Cálmense, todo salió bien, afortunadamente Akane está fuera de peligro, por lo pronto la tenemos en observación para ver si no hay una secuela así que solo uno puede pasar a verla.- Les dijo, al momento todos empezaron hacer revuelo hasta que un joven firmemente anuncio.

-Yo pasare, yo quiero verla, necesito verla.- Todos le miraron sorprendidos sin embargo ya no replicaron nada, lentamente llegaron a la habitación en donde la bella joven lucía tendida con tubos saliéndole de los brazos y una mascarilla en la cara, el marca pazos a lo lejos sonaba lentamente anunciando el suave latido de su corazón y una gran venda le cubría la cabeza ocultando el fino cabello de reflejos azulados.

-Bien Ranma, puedes estar con ella diez minutos, mientras tanto yo rendiré el informe de su estado a tú familia, te dejo a solas.- Sin embargo el chico no le prestaba atención, su mirada y concentración estaba puesta en la pálida figura tendida en la cama, con suavidad se acercó para poder observarla mejor y sintiendo el intenso peso que había machacado su pecho abandonándolo quedamente le miró la blanca tez.

-Eres… eres una tonta… tú no tenías por qué haber recibido ese golpe…- le susurro mientras acariciaba una de sus mejillas. Se sentó en la silla que se encontraba próxima y como un bebé lloro de alivio, a pesar de confundirse con la blancura de las sabanas ella estaba bien, el intenso miedo que le había calado en el alma las últimas horas se desvaneció como bruma, estaba bien sin embargo quien sabe por cuánto tiempo, porque él era un imán para los problemas, y para la próxima tal vez no saldría con tanta suerte, el sonido del marcapasos sonaba por toda la habitación mientras el tomaba la decisión más dura e importante de su vida, esta vez no dejaría que nadie la lastimara, esta vez cumpliría su promesa así tuviera que alejarse de ella para siempre, eso era mejor a perderla eternamente por su ineptitud de no protegerla como debía.

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La mañana coloreo con sus tonos cobrizos al distrito y lánguidamente se adentro por la ventana. Con suavidad lentamente se despejo, sintió la sabanas frescas y el olor inconfundible del desinfectante por toda la habitación, movió la mano y al momento sintió la incomodidad de las infra-venosas por la parte interna de su ante brazo, el sonido suave y constante del marca pazos inundo sus oídos y la presión de su cabeza empezó a hacer mella, a lo lejos le vino la voz de su prometido llamándole, pidiéndole perdón, rogándole que no se fuera, que no lo dejara, eso fue lo que al final la hizo recordar el camino de vuelta a casa, de vuelta a él. Adoloridamente trató de levantarse pero la voz calmada de su hermana llego hasta ella.

-Buenos días Akane, no te levantes, voy a hablarle al doctor.- Le dijo sin darle tiempo a nada. -¿Dónde… dónde estoy Kasumi?- Preguntó, a lo que su hermana desde la puerta le dijo. –En el hospital hermana, Ranma te trajo.-

Rápidamente le llego el inconfundible aroma del joven medico el cual la revisó haciéndole preguntas de su estado, checando sus actividades motrices y de memoria, habiéndole informado de cómo se sentía este hablo.

-Muy bien Akane, parece ser que estas perfecta, bienvenida, estuviste dos días dormida desde que te llevo Ranma a mi consultorio. Te dejo con tu hermana y dentro de una hora vengo a quitarte las vendas para revisar tu vista, esperemos que no haya secuelas, por lo pronto puedo ver que todas tus actividades motrices están bien.- Le dijo mientras salía.

-Kasumi ¿y Ranma?- Le preguntó suavemente tratando de seguir su delicado perfume.

-No está hermanita, pero no te preocupes.- Le dijo su hermana, la nube de dolor otra vez obscureció su día, parecía que solo había alucinado el que le llamara, a final de cuentas no sabía que había esperado, como bien dijo Shampoo, ella solo era una carga para él, tal vez ya no recuperaría la vista causándole lastima por siempre.

-Entonces… entonces no ha venido…- Dijo en un susurro mientras apretaba entre sus puños las sabanas.

-No he dicho eso, he dicho que no está ahorita, pero ha estado todo el tiempo junto a ti desde que saliste del quirófano. No obstante, hermanita me parece que debo decirte que está haciendo sus maletas… se va a ir.- Le dijo en un susurro sintiendo pena por su hermana. Las palabras cayeron una a una, el se iba, la dejaba ahora que ya estaba bien, tal vez se había dado cuenta de que no quería la carga de una invidente en su vida, de que no quería estar al pendiente de una ciega, sintió las lagrimas escociéndole los ojos por lo que tuvo la necesidad de estar sola.

-Kasumi… Podrías por favor dejarme sola, me siento cansada y quisiera dormir.-

La mayor de las Tendo observo la expresión triste de su hermana, a pesar de tener vendajes en la mitad del rostro a ella más que a nadie no la podía engañar, la conocía a la perfección y sabía que le dolía profundamente el que su prometido se fuera, había tratado de convencer al chico de que no lo hiciera, sin embargo parecía muy decidido.

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Había salido temprano ese día del hospital, su último día junto a ella, toda la noche había revisado que respirara, que su corazón latiera, todo el momento siempre al pendiente, sentía el dolor y peso de sus actos pero ya no había vuelta de hoja, necesitaba hacerlo, por el bien de ella, no soportaría si le llegase a suceder algo más por tratar de protegerlo, una a una guardo sus cosas, cada uno de sus recuerdos de eso años en el único lugar que conoció verdaderamente como su hogar, lentamente sacó del fondo del armario sus más preciados objetos, dentro de un baúl pequeño guardaba algunos cabellos de la joven peli-azul cuando se los cortaron por error, también la bufanda que hacía algún tiempo le había tejido por navidad y la envoltura del pequeño corazón de chocolate que le regalo en San Valentín, lentamente las metió en su mochila de viaje al igual que unas cuantas camisas y pantalones, con todo hecho salió por la ventana, la única que sabía era Kasumi, se lo había dicho para que después se lo informara a las demás chicas y dejaran de perseguirlo, habían logrado su propósito de alejarlo de la joven Tendo, no obstante eso no quería decir que ahora eligiera a alguna, al contrario, más que nunca las repelía con mayor fuerza.

Sin saber cómo sus pasos lo llevaron al hospital, miró la ventana del segundo piso en donde se encontraba su iinazuke con nostalgia, su corazón le gritaba que no se fuera, que no huyera como la última vez, aun así la decisión ya era un hecho, a pesar de eso se permitió una última alegría, con energía escalo el árbol más cercano y cual artista de gimnasia camino sobre una delgada rama, necesitaba verla, despedirse aunque no le oyera, tratar de explicarle y decirle una última vez lo mucho que la amaba.

Al momento entro por la ventana ya que se encontraba abierta, la suave brisa mecía las cortinas indicándole el camino hacia donde se encontraba el pequeño cuerpo de su prometida tendido sobre la blanca cama, despacio sin hacer ruido se acercó observando el suave vaivén de su pecho, la mitad de su rostro lo cubría una venda por lo que no podía ver sus preciosos ojos. Sintió la opresión en el pecho y creyéndose de lo peor dio la vuelta cuando ya se encontraba a la orilla de la cama, sentía la culpabilidad punzándole y el dolor de las horas pasadas sintiéndola perder clavándose en su alma, al momento la pequeña mano de ella envolvió la suya impidiéndole escapar y dejándolo estático cual estatua.

-Viniste.- le dijo en un susurro, de inmediato la volteo a ver muy sorprendido observando que aunque tenía todavía le venda, en sus preciosos labios aquella exquisita sonrisa que tanto le robaba la respiración los adornaba. Estaba despierta, había despertado, se sintió temblar como una hoja. –A… Akane… Des… despertaste.- Le dijo en un susurro acercándose como autómata para confirmar lo que sus ojos veían.

-Viniste… no me dejaste sola.- Le murmuro nuevamente y solo en ese preciso momento noto las notas tristes y angustiadas de su voz.

-Por supuesto que vine… yo no me podría ir… sin verte aunque sea un segundo más.- Le susurro inclinándose hasta quedar al nivel de la cama donde ella se encontraba sentada, sintiéndose intimidado y con burbujas en el estomago de felicidad le acaricio una de las mejillas que eran cubiertas a la mitad por la venda.

-Te vas… te vas para siempre…- Le dijo nuevamente, sintiéndose de lo más miserable y sin poder contener más sus ansias la tomo en brazos aspirando el perfume único y aromático de sus cabellos al igual que regocijándose de la suavidad y delicadeza de su cuerpo, la sintió estremecerse en sus brazos.

-Lo siento ¿te hice daño? Soy un baka, por favor discúlpame.- Dijo palpándola de arriba abajo tratado de encontrar algo que le hubiera lastimado, sentía la garganta rasposa por las emociones que le carcomían.

-No… estoy bien.- Le dijo en un susurro la chica, solo en ese momento sintió que ella estaba llorando, y aunque no podía verle sus hermosos ojos la conocía muy bien.

-Tenía miedo… mucho miedo… miedo a perderte… miedo a que te alejaras de mi para siempre… miedo a no saber qué hacer… y a que fue mi culpa.- Le susurro mientras la abrazaba nuevamente queriendo sacarse la angustia en el pecho con la calidez de su cuerpo, al momento las rebeldes lagrimas se le escaparon de la garganta.

Rápidamente la chica se separo de él, con suavidad palpo una de sus mejillas y en un susurro le dijo.

-Yo estoy aquí Ranma, siempre estaré aquí para ti, siempre, no es tu culpa lo que me paso, tú me trajiste de vuelta con tu voz, si regrese es por ti, no obstante… eres tú el que ahora te vas… y te entiendo… no quieres a una carga como yo en tú vida.-

Al momento las palabras le sonaron como bombas, sintiéndose el más tonto del mundo y la sangre hirviéndole por lo que ella creía se separo de su lado. – ¿Cuando te quitan las vendas?- Le preguntó abruptamente, algo que de inmediato desconcertó a la joven heredera. –No… no sé, dentro de un rato ¿por… por qué?- le dijo, con suavidad el chico lentamente desato el ajuste de sus ojos para dejar caer las vendas que los cubrían y mantenían cerrados, al momento le alzo la barbilla con un dedo.

-Porque a mí no me importa si estas sin ver o no, así te quedaras sin ver toda la vida te amaría igual, yo te amo por lo que eres, porque eres mi iinazuke, porque eres soberbia, orgullosa, mala para la cocina y mala para las manualidades, torpe, algo tosca y muy agresiva, cabeza dura, mal pensada y celosa, no obstante eso es lo que te hace ser tú… y eso es lo que yo amo, amo tu sonrisa, tu alegría, el que seas la única que me acepta tal cual soy, la que siempre está dispuesta a defenderme aunque sea más débil que todas las demás, la que aunque no parezca se esfuerce día con día en mejorar esa comida que mataría a un batallón, la que está conmigo en las buenas y en las malas, por todo eso y más te amo.- Le susurro.

-No me voy por ti, me voy por mí, porque soy un baka insensible y grosero, porque te hice y temo hacerte mucho daño, porque soy el imán más grande para los problemas y… y… y porque si algo te pasara… si algo te pasara nuevamente yo… me volvería loco o me moriría… prefiero estar lejos de ti y dejarte ser feliz… a tenerte a mi lado causándote problemas.- Susurro nuevamente junto a so oído.

La joven heredera lentamente abrió los ojos, los rayos se filtraron en la negrura que cubría sus pupilas como la luz del sol en un nuevo amanecer entre neblina, parpadeo un par de veces hasta que las nubes de colores tomaron poco a poco forma, lentamente el azul se intensifico encontrándose que eran los ojos más bellos y abrazadores que jamás había visto, no obstante ignoro por completo el que regresara su visibilidad, lo único que le importaba era que podía verlo a él, solo a él.

-Te amo… ¿te lo dije antes? Creo que no… te amo… amo al tonto baka insensible, grosero, pedante, engreído, orgulloso, que se convierte en chica, lindo, amable, atento, siempre dispuesto a salvarme de cualquier cosa o persona así tenga que dar la vida, amo tu sonrisa, el color de tus ojos y tus bobadas, amo el que me traigas problemas y vitalidad a mis días pero lo que más amo es el tenerte a mi lado y saber que siempre vas a estar ahí cuidándome y protegiéndome… y si tú te vas mi vida se convertirá en un infierno y no querré seguir más porque no estarás tú en ella.- Le dijo mientras le acariciaba la mejilla, lentamente le dolor que vio reflejado en sus preciosos ojos azul-grisáceo desapareció cual vapor al sol, una hermosa sonrisa adorno sus labios y el sol del nuevo día brillo para ambos.

-Yo también te amo… Kawaiikun.- Le dijo mientras la abrazaba con suavidad para después acercarse y darle un beso lleno de amor, devoción y entrega, la vida sin ella no tendría sentido y ahora más que nunca lo sabía, igualmente ella reconocía que si él desapareciera de la suya el color de los días acabaría como se marchita una flor, las emociones bailaron en ese beso con total entrega y deleite burbujeando en sus estómagos y pintando el nuevo día de diversos tonos y pinceladas que les hacía sentir completos y más felices de lo que nunca habían estado porque estaba hechos para estar juntos, en las buenas, en las malas y en las peores, juntos hasta la eternidad y más allá, se complementaban, eran el oxigeno de sus almas, la locura, la tranquilidad y el delirio, la brújula, el camino, la magia de sus espíritus, la ilusión de su existir.

La puerta se abrió dejando ver a un hombre de bigote y cabello largo llorando a mares, a su lado un enorme oso panda gravaba todo lo sucedido con una cámara de video y con una de sus patas sostenía un cartel que decía YA ERA HORA, al frente de ellos se encontraba la mediana de las Tendo tomando fotos y la mayor sonreía gustosa con las manos entrelazadas y el brazo del doctor Tofu sobre sus hombro mientras este reía como loco con los vidrios de sus lentes completamente empañados, la mujer de quimono y katana sonreía complacida ante la escena mientras sostenía la pancarta que decía FELICIDADES.

Los jóvenes se apartaron de inmediato completamente avergonzados viéndolos con la cara más roja que un tomate maduro.

-¡Muchas felicidades chicos, ya se habían tardado!- Gritaron al unisonó para después abalanzarse sobre ellos con cientos de preguntas dejando que la puerta del cuarto se cerrara lentamente.

-¡PARA CUANDO LA BODA!- Fin del Flash back.

Así es, para cuando la boda, aún no lo decidimos, por lo pronto ya estamos inscribiéndonos en la universidad, tal vez dentro de un año, todavía no logro que el baka de mi novio me dé un beso frente a todos sin que se quede inconsciente o hecho polvo por lo que va a tardar, bueno mi querido diario, te dejo no sin antes agradecer que hayas escuchado cada una de mis penas, cada una de mis alegrías y mis tristeza, de mis aventuras buenas y malas, después de transcribirte todo lo que grave con la grabadora de Nabiki necesito ir a poner la mano en una bandeja con hielos, espero que el día de mañana, cuando te habrá y vuelva a leerte me ría de las bobadas y tonterías aquí dichas, que continúe con lo pausado y que describa a cada uno de mis hijos para que cuando estos lo lean conozcan la historia de nosotros dos.

Atte.: Akane Tendo

Fin.

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Primero que nada quiero agradecer fervientemente a todas las que me leyeron y aún más a las que me dieron el placer de dejar algún review, se que tarde mucho en escribir pero por ser el último capítulo la musa no se inspiraba, probablemente a muchas no les guste el final pero me pareció que era lo más correcto dejarlo hasta aquí, ahora bien esperen porque habrá un pequeño epilogo para resarcirme de todo lo malo que pude haberles hecho pasa, ojala les haya parecido interesante y fue un placer poder escribirles, sayonara.