Disclaimer: DGM no me pertenece. Esto es ocio y exceso de DGM, precisamente.

Personajes: Allen, Kanda. Desde la perspectiva de Allen mayormente.

Anotaciones: Rompí el esquema de esta historia, pero cuando comencé a escribir esto me di cuenta de que podía mezclarlo y he aquí lo que quedó. No me convenció del todo, pero ustedes dirán y espero que se entienda un poquito la idea. Prometo volver después al esquema original en que fue planteado el fic, este fue un experimento que iba a hacer otra historia pero ya que sigue la misma idea...

Blanco & Negro

—¿Qué demonios estás mirando?

Allen dejó escapar un suspiro ante aquél comentario. Llevaba poco menos de tres horas con Kanda y todos sus comentarios giraban en torno a maldiciones, a chasquear la lengua y a mirarlo como si fuera un idiota. Y cuando estabas en una misión de reconocimiento, era muy difícil conseguir información si el sujeto que está a tu derecha tiene el ceño fruncido y está empuñando un arma que no dudará en blandir a la menor provocación.

—Kanda —dijo Allen, tratando de evitar que el tic nervioso que había comenzado a manifestarse en su ojo— si no dejas de tratar a las personas de esa forma no conseguiremos información de ningún tipo.

—Son un montón de idiotas que no tienen idea de lo que les estás preguntando moyashi. Deberíamos apresurarnos e ir por los buscadores, probablemente ellos si hayan encontrado algo.

El inglés iba a replicar sobre su nombre, pero estaba exhausto después de aquél viaje —largo viaje si se trataba de estar con Kanda— y le animaba la idea de encontrarse con buscadores que seguramente si querrían entablar una conversación decente así que siguió a Kanda sin replicar.

"Por qué tenían que ponerme en una visión con el antisocial de Kanda…" pensó y es que ambos eran completamente diferentes. Sabía que las cosas en la Orden no estaban como para andar de quisquillosos y formar equipos con el que gustaras, pero él estaba seguro de que había podido hacer una simple misión de reconocimiento sin ayuda de nadie y volver y aún le quedaría tiempo suficiente para volver, comer todo lo que Jerry pudiera preparar y descansar un poco. Con aquel samurái, las cosas se complicaban. Coordinarse no era algo que se diera entre ellos y ponerse de acuerdo mucho menos. Kanda sentía que se merecía que todos le respetaran y le temieran y Allen detestaba eso. En realidad, sentía que detestaba a aquel japonés que se paseaba con petulancia por las empedradas calles del pueblo y miraba a todos con desdén. No toleraba ese tipo de comportamiento y se preguntaba por qué rayos alguien tan misántropo había sido uno de los "elegidos de Dios". Es que Walker no lo comprendía en lo absoluto.

Estuvieron caminando en silencio unas cinco cuadras más hasta que llegaron a un pequeño hostal que, según Komui, era donde se encontraban alojados los buscadores. Con un poco de suerte, los encontrarían en aquél lugar y la misión habría finalizado.

El sitio no era tan acogedor como Allen había supuesto, pero al menos tendrían un lugar para descansar un momento. La mujer que atendía el sitio, una anciana encorvada que miraba indiferente un periódico, había reconocido la rosa de los vientos de su uniforme y les había soltado el número de su habitación, que era hacia donde ambos exorcistas se dirigían ahora.

—Parece que tendremos que esperar a los buscadores —soltó Allen, harto de escuchar sólo sus pasos y de tararear la misma canción al menos un centenar de veces en su cabeza.

Por toda respuesta, escuchó como Kanda chasqueaba la lengua y abría con violencia la puerta de la habitación.

El samurái se dejó caer en una de las sillas y cruzó los brazos, meditabundo. Allen se sentó en el borde de la cama y Timcanpy se acercó a revolotear a su alrededor.

—Oye, Kanda… estaba pensando en que si quisieras irte por mí no hay ningún problema, sé que este tipo de misiones no te agradan y yo podría hacer…

—¿Saber, moyashi? ¿Qué crees saber de mí?

Buen punto, pensó el alumno de Cross. No sabía absolutamente nada sobre Kanda, excepto su afición por la soba, las masacres, su odio infinito a los buscadores, a que le mencionaran su primer nombre, a Allen, a Lavi… a todo en realidad.

—Pues no lo haces fácil, Bakanda. —Dijo el chico, sonriendo siniestramente.

—Todo lo que necesitas saber es que me tienes que dejar en paz.

"Suficiente", pensó Allen y se echó en la cama. Que nadie le diga que no lo había intentado, pero entablar una conversación con aquel tozudo sujeto era muy, muy difícil y él estaba cansado y hambriento.

Quizá a Allen le resultaba extraño el hecho de que Kanda era la primera persona con la que no lograba llevarse bien. Es que si bien no era tan popular como Lavi o tan adorable como Lenalee siempre encontraba la forma de llevarse bien con la gente que estaba a su alrededor y lo conseguía la mayoría de las veces. Era un tipo confiable, alguien que daría todo por sus amigos y no esperaba recibir nada a cambio. Quizá una sonrisa. Y a Kanda nunca lo había visto sonreír.

Allen recordó cuando, mientras comían y él platicaba animadamente con Johnny, Lenalee y Lavi, Kanda había entrado abruptamente al comedor y todo se había tornado silencioso, tan tenso como si el ambiente pudiera cortarse con un cuchillo. Los buscadores que habían estado charlando animadamente callaron y Lavi, al no recibir respuesta a su efusivo "Yuu" había optado por volver a charlar con la china. Cuando él salió, Johnny le comentó lo contrastante que eran aquellos dos. Allen y Kanda. Como el día y la noche. Lavi se había echado a reír, pero el inglés había recordado, abruptamente, cuando él era la noche. Aquella época difícil de su vida cuando vagaba errabundo, cuando buscaba consuelo, amor… cuando necesitaba importar y nadie parecía escucharlo hasta que Mana apareció en su vida y le enseñó a sonreír. ¿Era justamente así como se veía Allen en aquella época? Y si era así, ¿entonces Kanda guardaba algún dolor profundo que no quería compartir por miedo… por vergüenza… por qué?

La puerta se abrió súbitamente.

—Walker-san, Kanda-san, no los esperábamos aún.

—Sí, nos hemos adelantando un poquito —dijo Allen incorporándose— ¿han hallado algo?

—No, aún no hemos encontrado lo que nos habían indicado —confirmó otro de los hombres.

—Menuda pérdida de tiempos con estos inútiles —murmuró Kanda.

—Ah… eh… lo que mi compañero quiere decir es que iremos por los akumas que han estado atacando este sitio, no nos gustaría que se siguieran multiplicando.

—Los acompañaremos, exorcistas.

—No es necesario —dijo el japonés, pasando a su lado— sólo estorbarían. Con ese niño tengo suficiente.

"Ya. Basta", pensó Allen y apretó los puños.

—Pueden acompañarnos si gustan, serían de gran ayuda.

—Un estorbo.

—¡Suficiente, Kanda! — Gritó Allen, exasperado.

El samurái lo miró furibundo.

—¿Qué has dicho, moyashi?

—He dicho que ya es suficiente —los nudillos de Allen se tornaron blancos— basta de tratarnos a todos los demás como si fuéramos unos idiotas. No eres el único, ¿sabes? Todos estamos aquí para luchar contra el Conde del Milenio y si no quieres cooperar con nosotros en esto acabarás muerto, ¿entiendes? Somos un equipo. Sé que eres muy poderoso, pero… incluso tú necesitas de los demás, ¿por qué no lo puedes ver?

—Te equivocas. Te equivocas por completo. Estoy aquí para destruir akumas, no para ser tu amigo ni el amigo de ellos. Soy un destructor, no un salvador como tú. Y no te necesito. Estuve en misiones mucho antes de que tú supieras controlar tu brazo maldito, estúpido enano. Me largo, porque tengo una misión que cumplir.

Y dicho aquello, el exorcista salió dando un portazo. Allen se dejó caer nuevamente en la cama. Ahora estaba seguro. Detestaba a aquél sujeto por completo y no le importaba en lo absoluto lo que le ocurriera, se lo merecía por arrogante.

—Bueno, creo que… nosotros también tenemos una misión, ¿no? —dijo el chico y sonrió. Bien. Sin cooperación. Eso no tendría por qué estar en el reporte.

**************************

Eran cinco en total. Lo supo desde el primer momento que salió del hostal, aquél en que la mujer ni siquiera se inmutó en mirar quien era aquél que bajaba rabiando y echando maldiciones a diestra y siniestra. Sabía que lo estaban observando, el uniforme lo delataba y sabía que aquellos bastardos estarían ansiando su Inocencia, su vida. El sitio era muy estrecho, así que corrió lo suficiente para mantenerse alejado del pueblo y aguardar a que esos monstruos lo atacaran.

Los vio asomarse. Dos de ellos con pentáculos completamente visibles, tres no. Estos últimos mostraban sonrisas cínicas que se verían aterradoras para cualquier humano normal pero, justamente, él no lo era. Así que tres de ellos eran de nivel tres y desconocía por completo sus habilidades, así que empuñó a Mugen con fuerza y esperó a que estuvieran suficientemente cerca.

Y fue cuando todo comenzó. Los akumas de nivel dos dispararon sorprendidos cuando aquél exorcista salió de la nada y los destruyó con facilidad. Los otros tres aguardaron, rodeando lenta pero eficazmente al samurái hasta que estuvo completamente arrinconado.

"Maldición".

Así que eran agujas. Uno de ellos tenía agujas que hicieron que Kanda profiriera un grito de dolor. Las punzadas eran espantosas, porque escocían y la sangre comenzó a mancharlo todo. Y sacárselas de su cuerpo sería un problema, pero tenía que vencerlos; era su misión. Otro de los akumas también había comenzado a atacar y, Kanda estaba seguro de que aquél hielo que arrojaba era preferible evitarlo en la medida de lo posible pues cuando aquél caía al suelo lo reducía todo a polvo. Sintió como otro de los akumas maniobraba una espada con facilidad y cómo ésta lo rozó. Eran demasiados para pelear contra ellos y aquellas agujas le estaban adormeciendo los músculos y la visión, tenía que sacárselas lo antes posible antes de que acabara inconsciente en aquél sitio.

De repente, escuchó un "¡Kanda!" proveniente de algún sitio que no pudo identificar. Apenas podía mantenerse en pie, pero al menos, al idiota del hielo había logrado destruirlo en una rápida maniobra con ningetou aunque ahora, había perdido de vista a los otros dos. En realidad, todo había comenzado a desdibujarse.

—¡Kanda!

Sintió como alguien tiraba de él hacia algún sitio, lejos de una explosión que seguramente lo hubiera fulminado si se encontraba ahí.

—Te dije que me necesitarías —Era Allen y esbozaba una sonrisa que a Kanda le parecía estúpida.

—Cállate estúpido moyashi, sólo has venido a estorbar.

—¿Es qué nunca escucharé un gracias de ti? —Bufó Allen resignado— ¿puedes pelear, te encuentras bien?

—Mucho mejor antes de que llegaras —espetó Kanda y apoyándose en Mugen se puso de pie.

El alumno de Cross pretendió que lo ignoraba por completo, así que se enlistó para pelear contra los akumas.

—Cuidado con el de las agujas —dijo Kanda limpiándose un hilillo de sangre que le escurría de la boca—, se mueve demasiado rápido.

—Sí, lo pude observar… ¿seguro que estás bien?

—Deja de preocuparte por sandeces y destruye a ese maldito akuma.

—Pero…

—¡Qué tengas cuidado, imbécil!

Una ráfaga de agujas se clavó en el cuerpo de Kanda. El exorcista se dobló de dolor y cayó de rodillas, con más sangre salpicándolo todo. Allen se había quedado petrificado unos segundos, pero justo había reaccionado para disparar al akuma y convertirlo en polvo y tinta, nada más.

—¿Por qué… hiciste eso? —preguntó el inglés sorprendido.

—¿No te parece suficiente con un herido, moyashi? Vamos, aún queda uno de ellos, tenemos que apresurarnos antes de que ataque el pueblo.

El exorcista japonés, tambaleándose, logró ponerse de pie. El akuma que venía hacia él maniobraba una espada y, para un espadachín como Kanda, era algo sencillo de vencer. Y así fue, un corte limpio que destruyó al akuma en cuatro.

—Creo que nunca voy a entenderte. —Dijo Allen, acercándose a su compañero que estaba apoyado sobre Mugen.

—Y es mejor así.

—Gracias, Kanda.

—No lo hice por ti. Fue por la misión.

—Como quieras.

Misión o no, Allen por fin había comprendido algo. No era que lo detestara de hecho. Es que ambos tenían formas diferentes de ver las cosas y, después de todo, seguían el mismo objetivo. Quizá sí, Kanda era un malhablado, grosero y arrogante exorcista pero ya le había demostrado a Allen que por inercia o no, también era capaz de proteger a los demás aunque, claro, él nunca lo aceptara. No eran tan diferentes después de todo. Al fin y al cabo, ¿no eran aquellos contrastes lo que hacía que la Orden no fuera un sitio aburrido?

—Deja de mirarme de esa forma, idiota.

Sí, era justo a eso a lo que se refería.

**********

N/A: Esto es un pre-arca. ¿Por qué? Porque olvidé incluir a Link e iba a hacerlo, pero ya llevaba la mitad. Duh.

Para quienes no estén familiarizados. Moyashi es el apelativo que utiliza Kanda en el anime para Allen y Bakanda es un juego de palabras que hace Allen. Ya saben, de baka: idiota y todo eso.

Yay, me alegra volver a este fandom.

¡Saludos!