†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦ 10|.Todo.o.nada. ◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†


HOROKEU.


Abrí los ojos no sin esfuerzo, la verdad es que no recordaba la última vez que había amanecido realmente descansado, sin la sensación de que todo el condenado mundo yacía sobre cada uno de mis párpados.

Aún adormecido, me senté sobre mi lugar, casi resultaba doloroso separarme de la tibieza perfecta de mi almohada.

- ¡Hermano…! ¿Eh? ¡Es un milagro, estás despierto!

Por primera vez en mucho tiempo, mi despertar se había adelantado a los rutinarios chillidos de Pilika, quien acababa de quedarse parada en el umbral de mi puerta, su mano aún sosteniendo el pomo de la misma y con una expresión sinceramente incrédula.

En otras circunstancias, me habría burlado abiertamente de su semblante; sin embargo, un bostezo interrumpió cualquier posible intención de ello, y sólo atiné a pedirle que se marchara para vestirme.

- Está bien, pero apresúrate, hermano. – me respondió ella, antes de salir.

Suspiré, la verdad es que cada vez me gustaba menos levantarme tan temprano, sobre todo porque no existía una razón verdaderamente buena para hacerlo casi a diario.

Ren…

Excepto por una.

Abandoné mi cama, tratando de ignorar el frío matutino dándome los buenos días, y recolecté un poco a lo loco las distintas prendas que conformaban mi uniforme, esparcidas por diversos rincones de mi habitación.

De algún modo, me arrastré hasta el cuarto de baño, en donde me duché rápidamente; en cuanto el agua de la regadera comenzó a enfriarse, deslizándose sin piedad por entre mis cabellos, me volteé y alcé la cabeza para que el chorro diera de lleno sobre mi cara.

Bajé a desayunar ya vestido, mis padres hablando sobre algún asunto aburrido y Pilika dándoles su opinión como si realmente hubiese estado en sus planes considerarla, era todo rutinario; estaba tan acostumbrado que simplemente no reaccionaba ante ello, era casi como un innecesario rodeo antes de empezar el día.

Sin embargo, no pude abstenerme de buscar con la vista algo que me sacara de aquella idea, que contradijera aquellos amargos reflejos que me impulsaban a verlo todo con una naturalidad casi indiferente.

Por alguna razón, algo me había hecho saber, desde mi primer instante consciente aquella mañana, que Ren no estaría esperándome en el primer piso. Es decir, no que fuera un acuerdo ni mucho menos, ni siquiera era algo que hiciera a diario, supongo que eso diferenciaba su presencia de los seudo-hologramas que representaba mi familia; a pesar de que el verdadero motivo, yo lo sabía, era distinto.

Era el hecho de ser él.

- No comas tan rápido, Horo-horo.

Gruñí una disculpa que hizo reír a mi madre, aunque no me esforcé mucho por acatar su consejo. Sin saber por qué, podía decirse que tenía prisa.

El camino hacia la escuela tampoco calificó como divertido, aunque por lo menos Pilika siempre tenía algo nuevo qué decir; llegamos hasta el ya familiar portón, bastante temprano por primera vez en años.

Aparentemente, el timbre aún no había sonado, puesto que el patio aún estaba lleno. Pude ver a Yoh conversando con Nichrome en uno de los rincones, Kyouyama también estaba con ellos; pero pasé de largo antes de que al primero se le ocurriera invitarme a participar en su conversación.

- ¡Nos vemos, hermano! – tras despedirse tranquilamente, Pilika se dirigió hacia algún lado, probablemente acababa de divisar a sus amigas.

Fue así como quedé solo en medio de todas aquellas personas, todos esos chicos y chicas que vestían el mismo uniforme y hablaban de cosas parecidas, buscando con la vista lo único que me hacía falta para no perderme entre todos ellos.

Pero no vi a Ren por ninguna parte.


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Me sentía vacío.

Veía todo lo que pasaba a mi alrededor, las mismas caras de siempre, los mismos muros blancos de siempre, y sin embargo, todo parecía nuevo y más triste porque Ren no estaba conmigo.

Llevaba diez días así, diez días durante los que ni siquiera había podido dormir, no porque no quisiera o porque no lo necesitara; simplemente, cada vez que cerraba los ojos, el vacío parecía intensificarse y por más que hubiese buscado todas las formas posibles para distraerme y pensar en otra cosa, demostrando un poco de dignidad, era inevitable.

Era anormalmente inevitable.

Desde el día en que nos habíamos topado con el tal Hao, cuyo origen yo aún desconocía – no terminaba de creerme lo que Yoh había dicho-, Ren no había vuelto a aparecer en mi casa por la mañana, ni lo habíamos encontrado, Pilika y yo, camino a la escuela.

Tampoco había asistido a clases, y nadie abría la puerta en casa de mis vecinos, quienes, aparentemente, aún no volvían de su viaje.

Comenzaba a desesperarme, aunque trataba de disimularlo y de negarme a mí mismo hasta qué punto me había vuelto dependiente de quien se había transformado en mi mejor amigo.

- Es raro verte así de pensativo, Horo-horo.

Yoh me sonrió tranquilamente, sentándose en el puesto anterior al mío para luego voltear la silla, de modo que quedáramos frente a frente. Aparte de nosotros, la sala de clases se encontraba vacía, puesto que era la hora de almorzar.

Rascándome la cabeza, no respondí nada; no porque no quisiera, simplemente, no tenía nada qué decir al respecto porque posiblemente él estaba en lo cierto: estaba dándole demasiadas vueltas a aquel asunto.

Me limité a permitir que mi vista se perdiera en las numerosas y diversas pulseras de macramé que cubrían sus muñecas. Definitivamente, Yoh era bastante hippie.

- Es curioso que hayan cambiado tantas cosas desde el último año que pasamos aquí.

- Hablando de eso –desviando el diálogo hacia algo que no me trajera tan malos recuerdos, enfoqué la conversación en algo que sí que me parecía curioso y que, en el último tiempo, había olvidado:-, ¿Dónde demonios te habías metido cuando empezamos el curso? Apenas sí te vi un par de veces los primeros días de clase, hasta los profesores pensaban que te habías cambiado de escuela o algo.

- Ji,ji,ji, es sólo que tenía algo que hacer.

- Ya veo…

Tras suspirar involuntariamente, crucé ambos brazos sobre mi pupitre y apoyé mi cabeza sobre ellos. Estaba exhausto.

- Dime, Horo, ¿no te has preguntado por qué nunca te presenté a Hao?

Me sorprendió la pregunta, así como el hecho de que fuera él quien sacara el tema, pero no modifiqué mi posición para responder.

- Me parece extraño que tengas un hermano que yo nunca haya visto.

- Eso es porque hay distintos modos de ver las cosas.

- ¿Qué quieres decir con eso? – acomodé mejor mi rostro, de modo que mi mejilla se acomodara perfectamente sobre la tela suave de mi viejo blazer de colegio. Yoh volvió a reír.

- Hao y yo no llegamos juntos a este mundo, pero somos hermanos de todas formas.

Entonces, sí me enderecé para mirarlo.

- ¿Qué quieres decir?

- Pronto lo entenderás.

Alcé una ceja, últimamente a la gente le daba por hablar en acertijos y eso comenzaba a ponerme de mal humor.

- Vaya, Anna debe estarme buscando… - se puso de pie, y aprovechando que había respondido más o menos a algunas de mis dudas, le hice una última pregunta.

- Oye, y ¿qué es lo que pasa entre tú y Kyouyama, exactamente? – no era algo que me incumbiera, pero tampoco estaba siendo grosero ni nada de eso. Si había algún problema con darme una respuesta, Yoh me lo iba a decir.

- ¿Con Anna? – se puso de pie, sin prisas, supuse que para ir a buscar a la persona que acababa de nombrar.

- Sí.

Sonrió, para variar. Pero aquella sonrisa fue distinta. No tenía la mirada tranquila de siempre, era algo más, como si un resplandor lleno de todas las cosas buenas de este mundo se hubiesen fundido dentro de sus ojos.

Sin quererlo, lo envidié un poco.

- Verás, Horo… por mi parte, ella es todo lo que me hace estar completo. Creo que es el modo más preciso en que puedo decirlo.

- …

- Nos vemos luego.

Se alejó hasta desaparecer por el umbral de la puerta. Instantáneamente, sentí caer un doloroso peso sobre mis hombros, como si la estancia se hubiese llenado de tristeza intempestivamente y aquella carga hubiese llegado hasta lo más profundo de mí.


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Tres días después, nada había cambiado.

Cada vez que pasaba junto a la casa de Fausto VIII –es decir, muchas veces al día-, clavaba la vista en la ventana que correspondía a la habitación de Ren, tratando de disimular mi desesperación mediante una constante caminata, de modo que mi hermana, cuando íbamos hacia la escuela, no se percatara de que mis ojos estaban atentos a cualquier señal de vida.

Ya me habían preguntado por Ren en casa, después de todo, mis padres se habían acostumbrado a verme con él técnicamente todo el tiempo, y Pilika, obviamente, no paraba de inquirir si nos habíamos peleado, si yo le había dicho algo ofensivo y cosas por el estilo, a lo que yo siempre respondía con una terminante negación para dar por zanjada toda discusión posible.

No recordaba ninguna pelea seria que se hubiese dado entre Ren y yo, sino todo lo contrario. Había creído que todo marchaba bien, y no obstante, llevaba dos semanas sumergido en la vida que había conocido antes de que Ren apareciera en el vecindario.

A veces, cuando no encontraba nada para distraerme, me atormentaba hasta llegar a la conclusión de que mi vida en la actualidad era tal y como si él nunca hubiese existido, a pesar de que yo no era el único que notaba su ausencia, por lo que una alusinación quedaba descartada.

Otras veces, cuando la angustia era muy grande – y cada vez iba peor-, consideraba la idea de que era yo quien nunca había existido para él, porque no concebía el hecho de que le hubiese sido tan sencillo desprenderse de mí.

- ¿Te encuentras bien?

Sobresaltado, dirigí la vista hacia Lyserg, que me contemplaba atentamente.

Hacía un par de días que habíamos comenzado a hablar más, o mejor dicho, que él había comenzado a hablarme más durante los descansos, si bien nuestra teórica salida había quedado relegada por mi supuesta falta de tiempo – que no era otra cosa que una desmesurada carencia de ánimos.

Nos encontrábamos sentados sobre una de las mesas del patio, aún no era la hora de comer por lo que no había mucha gente a nuestro alrededor.

- Disculpa, no he dormido mucho estos días.- me excusé. Él realmente me caía bien, me sentí mal por haber perdido el hilo de la conversación.

Sin embargo, Lyserg sólo me sonrió.

- No te preocupes.

Parecía que iba a agregar algo más, pero entonces algo detrás de mí pareció llamar su atención. Me volteé, más por curiosidad que por otra cosa, pero sólo vi a Kyouyama gritándole a Yoh, que se reía, y otros chicos de la escuela que cruzaban el patio divididos en grupos. Nada fuera de lo normal.

- Tengo que irme.

- ¿Eh?- Lyserg se había puesto de pie, su vista seguía fija en un punto desconocido para mí, y había perdido la sonrisa amable que solía llevar.

- Por cierto, hace días que no veo a ese chico que siempre está contigo.- observó.

Era la primera vez que hacía alusión a Ren en una de nuestras pláticas y temí que fuera cierta mi vacilante teoría de que éste le gustaba.

- Sí, él está enfermo. – mentí automáticamente, aunque me pareció ridículo responderle con tal naturalidad cuando, para mí, era obvio que no era así, pues era la preocupación y el dolor de mis muchas especulaciones lo que me tenía convertido en algo infrahumano.

Pero para él, mi mentira pareció bastar. Lyserg se despidió amablemente y se retiró, supuse, hacia su sala de clases.

Lo observé brevemente. Su cabello verde, igual que sus ojos, era lo único medianamente alegre de la figura uniformada que se alejaba de mí.

Me permití borrar de mi rostro la falsa sonrisa que había esbozado en su presencia, sintiéndome, como era costumbre por aquellos días, increíblemente solo.


†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦ N i c t o f i l i a ◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†◦†


Me había resignado, esperaba que todo siguera igual, a pesar de que sentía que una parte de mí se caía a pedazos progresivamente; Ren había desaparecido y aunque aparentemente, yo permanecía en estado de shock, sabía perfectamente que no había nada que pudiera hacer.

Esa mañana, sin embargo, en cuanto entré al salón, lo primero que vi fue su inconfundible silueta, perfectamente sentada en su pupitre detrás del mío.

- ¡Oye, no te detengas tan de repente!

No me percaté del momento en que mis pies habían dejado de funcionar, posiblemente por la sorpresa, hasta que un chico de mi clase hizo la exclamación, lo que provocó que la mirada de Ren recayera sobre mí.

No sé cómo, pero conseguí reiniciar mi caminata hacia mi puesto, dividido entre los deseos de haber pasado desapercibido por Ren y los de que me dijera enseguida algo que me ayudara a superar el desbarajuste que aquellas solitarias semanas me habían producido.

Sin embargo, llegué hasta mi mesa, lo observé brevemente y lo único que obtuve fue silencio.

Y al contrario de lo que había pensado durante todo ese tiempo, descubrí que sí era posible sentirme peor.

Las horas que siguieron me parecieron una cruel mentira, era imposible que se tratara de intervalos de apenas sesenta minutos: tenía la vívida sensación de que llevaba días sentado, sintiéndome miserable, con unas apenas contenibles ganas de voltearme y preguntar qué demonios…

Estaba tan desmoralizado que necesitaba concentrarme en las palabras de cada maestro – cosa que nunca, nunca antes me había sucedido- y, de ese modo, me dediqué a anotarlo todo de forma robótica, aunque era cuestionable el hecho de que usaría mis apuntes en el futuro.

Así estaban las cosas, cuando sonó el timbre de la hora de almuerzo. Mantuve los ojos fijos en el pizarrón, escuchando el sonido de las sillas al chirriar contra el suelo, los pasos de mis compañeros, los cierres de las mochilas, las risas de los demás. Hice un esfuerzo tal por no volverme hacia Ren, que me olvidé momentáneamente de respirar.

Y luego, tras un lapso indefinido de tiempo, me percaté de que había terminado, una vez más, solo dentro del salón vacío.

Hice lo que pude para ignorar un montón de preguntas que me bombardeaban por dentro de manera tal que llegaba a ser doloroso, por tomar mi almuerzo – un sándwich no muy prolijamente hecho por mí mismo- y retirarme hacia algún lugar apartado que no fuera aquella aula deprimente o la mesa del patio en la que había comido tantas veces en compañía de Ren.

Finalmente, terminé instalado sobre los primeros peldaños de la escalera menos concurrida a esas horas, en el ala oeste del establecimiento. Comí rápidamente, sin darme cuenta del sabor o del hecho de que ni siquera tenía hambre, porque lo único que cabía en mi mente era que debía oprimir como fuera la impotencia que comenzaba a brotarme de todos lados.

Había sido débil tantas veces, no quería volver a serlo, y menos aún respecto a lo que estaba sucediendo a presente. Tal vez, porque era más importante y por ende, peor que todo lo demás, o simplemente fue una especie de intuición premonitoria que en esos momentos ignoraba.

- ¡Hermano!

- ¡Ah!

Fue un chillido estúpido, claramente; pero mi hermana me había sacado de golpe del trance en que me encontraba, así que no fue sin razón.

Pilika me observó, sonriente, y luego se sentó a mi lado.

- ¿Hoy tampoco vino Ren?

- No lo sé.

- ¿Por qué ha faltado tanto?

- No me ha dicho.- me esforzaba por sonar natural, pero era igual que el día anterior, con Lyserg.

Una mentira insoportable.

- ¿Por qué? ¿No han hablado? Apuesto que lo estuviste molestando otra vez. Escucha, hermano…

- ¡Ni siquiera se lo pregunté, ya deja de regañarme! – rezongué. Intenté no ser brusco, porque lo cierto es que no estaba molesto con ella y no quería que se diera cuenta de que era un mal momento; sólo esperaba que me dejara solo de una vez, no tenía ganas de discutir.

- No tienes por qué alterarte así, hermano. ¿Ya comiste?

- Sí…

- …

Era extraño que Pilika no emitiera unas quinientas palabras por minuto como mínimo, pero agradecí la calma y sobre todo, que hubiese dejado de preguntarme por Ren.

- Por cierto, hermano, ¿desde cuándo hace que conoces a Tamao?

- ¿A Tamao? – me sorprendí de que la mencionara.- Algo así como un año, aunque hemos hablado muy pocas veces. ¿Por qué?

- Es una vieja amiga. No sabía que te conocía, ella nunca…

- ¿Podemos hablar?

- ¡Ah!

Esta vez, el sobresalto fue tanto por parte de Pilika como mía, aunque algo inmediatamente se encendió dentro de mí, pues había reconocido la voz.

- ¡Ren, cómo estás! Justamente, estábamos hablando de ti hace poco. ¿Estabas enfermo? Hace mucho tiempo que no te vemos en casa, y tampoco te he visto aquí, en la escuela. Como sea, luces más pálido; aunque no me malentiendas, te vez bien de todas formas.

- Estuve indispuesto por algunos días.

Mientras yo me dedicaba a guardar un inerte silencio, sentí sus ojos en mí; mas mi vista se había centrado en Pilika porque me sentía incapaz de verlo a él directamente. Por otro lado, era extraño; Ren nunca había sido muy efusivo al momento de dialogar, pero estaba prestando a mi hermana menos atención de la que, por cortesía, acostumbraba.

- ¿Podemos hablar?- repitió. Era como si su voz me tocase, ni siquiera necesitaba nombrarme para que quedara claro a quién se dirigía.

Recogí mis cosas y me puse de pie, más que nada para no tener que hablarle, aunque eso fuese justamente lo que íbamos a hacer.

- Bueno, los veo luego.- Pilika se despidió alegremente, ignorando a la perfección la tensión que inundaba el aire.

Ren y yo caminamos – más bien, yo lo seguí- en silencio y a buen paso; atravesamos el patio, subimos hasta el último piso de la escuela y cuando me di cuenta, él se dedicaba a abrir la puerta de acceso al techo del establecimiento.

- Espera un momento – era lo primero que le decía en mucho tiempo, pero la extrañeza pudo más que mi resentimiento-, ¿qué es lo que pretendes?

- Creo que es obvio.- sin decir nada más, subió un último tramo de escalones y se sumergió en el aire helado y vacío que reinaba en aquellas alturas, y resolví que lo mejor sería hacer lo mismo, ya que lo había seguido durante cinco mudos minutos con la meta de escuchar lo que fuera que pretendía que decirme.

El frío me recibió peor de lo que pensé, pero al escuchar el portazo que provocó el modo violento en que aventó la puerta metálica, sólo pude concentrarme en su persona.

- Hay cosas de las que no tienes idea.- abrí mucho los ojos, sin la menor idea de lo que él quería decir; pensé en replicarle que fuera al grano, pero no me dio el tiempo de hacerlo:- Deja de molestarte por tonterías y escúchame.

- ¡No son tonterías! – lo contradije apresuradamente, sabía que a Ren le gustaba manejar las cosas completamente y que no entraba en sus planes cederme la palabra, así que tuve que alzar bastante la voz y hablar atropelladamente.- Tal vez lo sean para ti, pero para mí no es ninguna tontería que mi único amigo desaparezca de la faz de la tierra durante semanas sin decirme nada, como si no te importara que me preocupe o que piense que todo lo que ha pasado no—

- Tengo que estar seguro de que una vez que te lo diga…

- ¿Decirme qué? – lo interrumpí, exaltándome más de lo que habría querido.- ¡Es que ¿te aburriste de mí y no tuviste tiempo de decírmelo este maldito mes?!

Una frágil y peligrosa calma sucedió mi quebradiza interrogación, hasta que, nuevamente, tomó la palabra.

- Escúchame un momento.

Me irritó tanto su afán de ignorar cada cosa que decía, que ni siquiera me inmuté en cuanto sus manos heladas tomaron mis mejillas sin la menor suavidad o intención alguna de separar espacios personales, pese a que sus ojos me intimidaban tanto o más que de costumbre. Aunque sabía que era inútil, comencé a forcejear con él para liberarme, no era justo que usara sus estúpidos encantos para salir ganando.

- Te estoy escuchando- aclaré, sintiendo cómo automáticamente, su tacto desintegraba la sensación de abandono en la que me había sumergido desde hacía tanto-, pero no son tonterías; nos hicimos amigos, te conté mi vida a pesar de que nunca me has dicho nada sobre ti, te he confiado cosas que nadie más sabe, luego me gustas… - titubeé, pero ya no valía la pena disimular lo obvio- ¡ Me gustas, y decides desaparecer!

- ¿Quieres entender por qué no sabes nada sobre mí o prefieres seguir quejándote? – su aliento fresco inundó mis labios, me había costado decir todo eso y sentía que aún había tantas ideas que quería expresar, pero no sabía cómo y temía que no le interesaran tanto como a mí.

Era frustrante y al mismo tiempo, aterrador.

Dejé de hacer el intento de desprenderme de sus manos, al mismo tiempo que noté que prácticamente me había acorralado contra la puerta cerrada y fría por la baja temperatura.

Mi voz sonó a derrota cuando espeté:

- Habla.

- Promete que vas a creerme.

- No puedo prometerte eso.- me quejé no sin sorpresa, pero al verlo más serio de lo común, suspiré con impotencia, sin poder evitar fijarme en que tal y como había observado Pilika, Ren estaba más pálido que de costumbre, quizá tanto como el primer día que nos habíamos visto, y que tenía unas ojeras violáceas bastante llamativas.

No pude evitar preocuparme, a pesar de estar molesto.

- No es nada, sólo estuve algo débil estos últimos días.

No me asombró tanto lo suavizado que se había vuelto su tono, en contraste con el firme agarre que mantenía sobre mí, como lo hizo el hecho de que no le había dicho nada respecto a su apariencia; si bien Ren siempre demostraba ser insoportablemente intuitivo y observador, era imposible que supiera lo que yo estaba pensando justo entonces.

Y volví a asombrarme, aún más, cuando me dijo que luego me explicaría lo que me estaba preguntando en esos momentos.

- ¿Cómo puedes…? – sus labios interrumpieron mi pregunta, ahogándome en un beso que me hizo recordar por qué la había pasado tan mal a causa de su ausencia.

Sentí como si parte de la frialdad que él siempre parecía expeler se estuviese filtrando hasta mis huesos, hasta el instante funesto en que vinieron a mi mente imágenes de memorias que no me pertenecían.

- Qué… - cerré los ojos, intentando ignorar a toda costa pensamientos que se introducian en mi mente sin mi permiso, como una lluvia de fotografías vivas y sonidos ajenos que realmente me asustaron, y cuyos temas olvidé instantáneamente cuando terminaron, no así su existencia.

Respiré agitadamente, sentía la frente de Ren casi pegada a la mía, y cuando volví a mirarlo, toda mi expresión era una interrogación, pero, contra lo esperado, él no se burló de mí.

- Lo que voy a preguntarte… - sus labios todavía tan cerca de los míos, eran como un imán que me incitaba a acercarme nuevamente, sobre todo porque con cada palabra, nuestras bocas se rozaban - quiero que lo respondas con total seriedad.

- ¿De qué hablas? No entiendo nada… - irracionalmente, quise sonreírle, pero una cierta aprensión aplacaba todas las emociones posibles en aquel momento, como dejando espacio para algo mucho más grande que relacioné con el sincero miedo que comenzaba a sentir.

- A veces, ¿te has preguntado si existen cosas que ignoras?

No respondí, mas me inquieté profundamente al descubrir, en su mirada, cómo la respuesta volaba en el aire, a través de nosotros.

- ¿Cosas… - por un instante impresionantemente breve, vi en su rostro una clara expresión de tristeza; pero tras un abrir y cerrar de ojos, era el mismo Ren de siempre, más serio que de costumbre y con su voz susurrándolo todo.- que, tal vez, darías lo que fuera por no conocer?

- ¿De qué me estas hablando? - articulé apenas, algo me impedía hablar con normalidad y el helado contacto sobre mí comenzaba a aparecerme como una mala señal, como si se estuviera despidiendo o algo parecido.

Sin mencionar que sus palabras eran de por sí alarmantes.

Entonces sucedió. Él bajó la vista, apenas un par de grados, pero me bastó para entender que algo cambiaba.

El mundo enumdeció durante instantes que se me hicieron eternos; el aire que nos rodeaba pareció dejar de moverse, como si todo en el planeta se detuviera. Fue como una terrible quietud que precedía una gran avalancha…

Y lo único que supe con certeza, fue que no me separaría de él.

- Soy un vampiro.


Más vale tarde que nunca, ¿o no?

Es un regalo de Navidad adelantado, sobre todo porque el capítulo termina en un punto importantísimo del relato en general. Esta "escena" por así decirlo, será dividida en dos capítulos, uno con el POV de Horo y el otro, con el de Ren.

Espero no haber decepcionado a nadie, he cambiado un poco mi forma de ver las cosas este año... pero en fin, fue hecho con cariño, como siempre. Además, estaba listo hace bastante en teoría, pero no me convenció. Por eso lo dividí, para darle la calidad necesaria en una cantidad no muy agobiante (?)

Mil gracias por la paciencia a quienes todavía leen y comentan. Nos vemos.

PS - por desgracia, el título no tiene el mismo estilo que los demás... la página no me guardaba el formato u.u pero son detalles, ¿no?