A menudo, los labios más urgentes no tienen prisa dos besos después.
Joaquín Sabina.
1. Urgencia.
- ¿¡Qué madres crees que haces, Malfoy!?
A sus dieciséis años, Ron utilizaba un vocabulario ligeramente más vulgar que el del promedio; sin embargo, a pesar de sus movimientos toscos – vanos intentos de liberarse - y de su voz endurecida, el percibir en su mirada la vulnerabilidad y la confusión fue casi tan sencillo como lo había sido quedar a solas en aquel enorme baño de prefectos.
¿Hechizos? Hay cierta magia en casi todo lo que nos rodea, incluso cuando no existen varitas implicadas. Draco acababa de descubrirlo, hacía realmente poco tiempo; Ron estaba por comprenderlo. Era cuestión de tiempo.
- Cierra tu mugrosa boca.
Era extraño que una persona a la que creías odiar, de pronto, te tocara como si estuviera en todo su derecho, como nada de aquello fuese abrumadoramente inusual, como si las explicaciones fuesen innecesarias para algo tan violentamente bizarro. Porque Ron no entendía nada; la rabia con la que solía recibir cualquier acción por parte de Draco había sido reemplazada por genuino terror. Y es que no comprendía por qué se veía incapaz de golpearlo y ya, por qué le intrigaba tan chocantemente tal… contacto fortuito.
Y es que no siempre, tu peor enemigo – humano, claro – llega y te acorrala en un baño vacío con la no tan clara – aunque posteriormente, fue evidente – intención de comerte la boca a besos. Y no precisamente de los de la primera cita. Y precisamente, aquello no era ni un sinónimo lejano de lo que era una jodida cita.
Draco estaba molesto. Molesto era poco. Y encima, claro, por partida doble.
Recordaba perfectamente la sonrisa socarrona del idiota de Blaise apuntándolo con su barita, la risita chillona de Parkinson, entre otras cosas menos relevantes que de toda manera, no hacían más que irritarlo. Y por otro lado, estaba ese ser pelirrojo, tan débil y hosco a la vez, que de pronto se le había hecho humillantemente adictivo.
Se había visto en la inexplicable necesidad de estar a solas con Ron. Ronald Weasley. Es estúpido y pobretón Weasley, por favor; era como una mala broma y a Draco no le hacía gracia por el hecho de que estaba sucediendo. Él mismo se estaba encargando de domar a ese cabrón que lo miraba como si estuviera poseído, sin adivinar, como lo habría hecho alguien con un cerebro de talla normal, que no era precisamente él mismo en esos instantes.
Es un hechizo que mata tu fuerza de voluntad. Te vuelves como un animal, sólo buscas lo que quieres, no importa lo que sea.
Un método ideal para descubrir tus deseos más ocultos, esos que ni tú sabes que están dentro de ti…
Recordó, también, que Zabini le había asegurado – cuando ya le había echado ese sortilegio del demonio- que el efecto se desvanecía junto con el objetivo, que una vez que la meta fuera alcanzada, él, Draco, volvería a ser quien era, como era.
Supuso, en un arranque de objetividad – cosa que no le gustaba para nada-, que ni el mismo Merlín habría podido prever las consecuencias que aquella broma inocente tendría.
- ¿¡Qué es lo que quieres?! ¡Suéltame! ¡¡Suéltame!!
Aquello era como una película de terror que no podía detener, como si él hubiese estado actuando contra su voluntad, cosa que por cierto no se alejaba para nada de la realidad.
Y fue cuando sucedió. Sin pensarlo, sin adivinarlo. Sin que ninguno de los dos, que minutos atrás descansaban en sus respectivas salas de estar, con sus amigos – supuestos amigos, en el caso de Draco- lo sospechara ni por asomo.
Besar a otro chico era una idea tan lejana para Draco que, sencillamente, jamás se había preguntado qué se sentía. Había besado a Pansy, cómo no, y a otras tantas Slytherins – las únicas mujeres pasables de la escuela, todo sea dicho-; pero nunca se le había pasado por la cabeza una situación como aquella.
Besar a Ron era como una lluvia de cristal, como volar una escoba alrededor de la Luna: algo improbablemente delicioso, como un corte sin dolor, sin sangre, un miedo innecesario seguido de un alivio placentero.
Sus labios parecían atraídos por un imán que lo hacían explorar más y más; apenas y notó cuándo los forcejeos cesaron, cuándo los ojos azules, muy abiertos, adoptaron una expresión entre ida y confundida, casi resignada. Algo extraño. Pero no malo.
Draco estaba consciente de pocas cosas: una de ellas era el calor que de pronto llenaba aquella estancia grandiosa, plagada de sirenas y agua fresca y construcciones mil veces más decentes que las de los baños normales; otra: los labios de Ron eran tibios, como agua dulce, el propio Ronald era como un cojín que no podía soltar; por otro lado, casi llegó a pensar que nunca podría retirar sus manos de los botones de la camisa ajena, que había desabrochado hasta la mitad.
Y no era suficiente. Aquello lo plasmó más de lo que habría esperado, incluso dentro de aquellas circunstancias inesperadas.
En última instancia, había imaginado un beso robado, una amenaza, una pelea y ya; por eso, cuando el Slytherin se vio considerando la opción de hacer suyo a su rival ahí mismo, fue como una bofetada, algo humillante, doloroso, un impacto indeseable.
Por eso, luego de una larga descarga de besos, no carente de caricias bruscas, jalones de cabello y un nuevo braceo – y Draco que pensaba que Ronald estaría desmayado a esas alturas-, con la respiración agitada y un gusto metálico peligrosamente agradable en la boca, el hijo de Lucius, utilizando aquella mirada plateada y amenazante heredada de una ascendencia aristócrata y perversa, jalando por el desordenado cuello de la camisa – abierta- a su víctima de ojos azules, pronunció aquella palabras, cerrojo de un secreto violento cuyo fin, al contrario de lo que ambos pensaron en aquel efímero instante, no llegaría entonces:
- Una palabra y te mato, Weasley.
- ¡Tú n…! Mmh.
No, aquello era un comienzo. Un espeluznante e inesperado comienzo.
Siento tus labios en los míos y en este momento, tú eres mi universo.
Continuará…
En cuanto una nueva sobredosis de azúcar asalte mi mente yaoista. Por supuesto, habrán lemon, masoquismo y mucho angst. Todo a su tiempo.
Agradezco la oportunidad. ¡Gracias por leer!