Notas de la autora:

¡Buenos días, tardes, noches! Hacía ya un tiempo que no me pasaba por aquí. O eso, o tengo lagunas mentales. Pero eso es lo de menos. Creo que aún hace más tiempo que no estaba por la labor de escribir algo que no fuese un Drabble o un Oneshot, pero esta vez vengo dispuesta a realizar un proyecto más largo si me lo permitís.

Como no, voy a crentrarme en mis personajes favoritos y en otros que no lo son tanto, pero que no me queda más remedio que incluirlos. Ante todo esto es un intento de romance ItaSaku (sí, intento, porque voy a tratar de que sea realista espero xD), que resulta ser de mis parejas preferidas por amplias y morbosas razones.

En el primer chap he decidido incluir un pequeñito spoiler o avance, así que luego volveremos el tiempo atrás.

En fin, este fic ya está avanzado unos cuantos capítulos y lo que puedo señalar es que lo bueno se hace esperar y realmente lo creo necesario. Si alguien me conoce un poco, pues sabrá que me tomo mi tiempo para ir al grano. Ya me contaréis.

¡Ojalá os guste!

Disclaimer: Me duelen los dedos de tanto escribirlo... Naruto no me pertenece, pero el hecho que realmente me preocupa es que Itachi tampoco, aunque al menos me conformo sabiendo que Kishimoto es una buena persona que estará dispuesto a dejar a una chica tan responsable (¿responsable?) como yo sus personajes para manipularlos con fines nada lucrativos.

Advertencia: Me parece que aún no es necesario añadir nada al respecto xD Peeeeeero soy una seguidora del manga, así que es inevitable el chorro de spoilers sobre la historia original. Porfa, tenedlo en cuenta, no quiero fastidiar nada a nadie.

Dedicatoria: Pues sí, siempre tengo que ponerlas ^^ A mis queridas escritoras y lectoras de ItaSaku, a mi querida mexicanita Ryuzaki_Yadi, a mi hijis postiza Karla y a mi compañero de lágrimas durante el manga, Dani.


El valor del silencio

por Shizenai

Capítulo I – Una noticia esperada

En la penumbra de aquella celda, los ojos verdes pestañearon dolorosamente ante el inconstante haz de luz de la lamparilla que en cuestión de unos pocos segundos iluminó por completo aquella sala cubierta de suciedad, desconfianza y miedo.

La sequedad de su boca apenas le otorgó la oportunidad de aliviar su aflicción ni con el más leve gemido. Sus manos, enredadas en torno a una fina mata de hilos de chakra tras su espalda, aún mantenían la posición contraída y agarrotada de quien se aferra desesperadamente a algo. O a alguien.

Un minuto después de aquel estremecedor silencio que auguraba el resultado de sus acciones pasadas, la mujer de cabellos dorados que había tomado asiento al otro lado del escritorio pronunció las primeras palabras con un deje de decepción y ternura en sus orbes ambarinas.

Chunin de Konoha con identificación: uno, dos, seis, cero... —Su voz resonó con dureza en cada una de las paredes—. Haruno Sakura, ¿eres consciente de la situación en la que te encuentras ahora mismo?

La joven alzó levemente la cabeza tratando de enfocar con dificultad la silueta de su ex-maestra al otro lado. De hecho, apenas podía distinguir con claridad la expresión de su rostro, aunque no le hacía falta para imaginar la mueca mustia de quien ha fracasado en su intento de hacer de su alumna toda una eminencia.

Se retorció. Sintió dolor en cada uno de sus músculos, en cada uno de sus huesos, pero antes de poder manifestar cualquier clase de reacción agonizante a través de su cuerpo, la lluvia de imágenes comenzó a taladrar su mente igual que la cinta que es jalada con fuerza de un viejo carrete de película.

Al principio, todo era tan turbio, tan impreciso, que de no haber sido por la fuerte memoria de sus sentidos no habría considerado aquellos hechos como la historia de su propia vida. Y aquello sí que dolía, por encima de cualquier otra raspadura en la superficie de su piel nívea y helada.

—En tu condición actual estás acusada de traición a tu país y a tu cometido como ninja, además de crímenes contra el honor, la seguridad pública y... siendo considerada una enemiga de nuestra Villa, serás condenada como tal. —Se detuvo dejando caer pesadamente el abrupto fajo de documentos que se esparcieron sobre la mesa—. Sakura...

El drástico cambio en el tono de su voz no pasó desapercibido para el pelotón ANBU que custodiaba la entrada y salida del lugar.

Dime que todo esto ha sido una mentira. Mírame a los ojos mientras te exculpas de cada uno de estos delitos y entonces podré creerte y despertar de una maldita vez de esta pesadilla.

La faz adormecida se elevó repentinamente por encima de la altura de sus hombros sin que su mirada, fija en algún lugar inconcluso del muro, lograra en realidad ver más allá de sus pupilas.

Hubo un tiempo no muy lejano en el que ella misma había sido incapaz de pronunciar esas mismas palabras y con esa misma sintonía. Pero tratar de alejarse así de su sufrimiento se había convertido después de todo en su infierno en vida.

El suave temblor en sus labios de color similar al de sus cabellos, liberó una ronca y exhausta bocanada de aire cuando fue plenamente consciente de aquel pasado pulverizado, del rubor ausente en las mejillas que con tanto vigor se habían coloreado alguna vez, y de la hormigueante sensación en cada poro de su piel donde ahora no hallaba rastros de su tacto.

Una lágrima resbaló de forma involuntaria hasta llegar al fin de su garganta al sentirse brutalmente traicionada y, pocos segundos después, su voz se expandió tibia y contundente bajo el despejado cielo donde jamás hubiese imaginado que regresaría...

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La cálida brisa acompañaba al atardecer en aquel pedacito de naturaleza donde cada flor y cada nube parecía haber sido escrupulosamente teñida con la paleta de colores más vivos que haya existido sobre la tierra.

El césped desprendía un intenso olor a fresco y sobre las alas de las mariposas jugueteaban un sinfín de estampas que hacían caso omiso a las leyes perceptivas, creando en ellas una imagen diferente cada vez que se las miraba.

Junto al tímido deambular de algún lago algo lejano se unía el refinado cantar de las aves, creando todo un fragmento digno de cuento en donde resultaba un placer sucumbir al mundo de los sueños. Tal y como le ocurría a aquel cuerpo que descansaba sobre la hierba cubierto escasamente por un kimono de fina seda y arropado bajo la sombra de aquel cerezo, cuyos pétalos caían sin prisa alguna sobre sus delgados cabellos haciéndolos prácticamente indistinguibles.

Sakura se relajaba en aquellas contadas tardes libres en las que su sosegado alrededor ayudaba a aparcar por unos momentos las inquietudes de su mente, los tormentos de su corazón, el resentido estado en el que su organismo respondía a sus abusivos entrenamientos, y sobre todo, a los traicioneros recuerdos que abundaban en su pasado.

Los arrítmicos y grotescos choques entre las pequeñas varas de metal alertaban de que la campana no estaba siendo tocada por el viento, pero sólo hasta que una voz familiar pronunció con fuerza su nombre, no logró emerger de su sueño. Frotó con desgano sus párpados y acudió a paso lento al interior de la casa dejando a su paso un camino de ramillas y hojas que fueron desprendiéndose de su silueta.

A pesar de su respuesta, el escándalo persiste al otro lado de la puerta.

—¿Se puede saber a qué vienen esos gritos? ¿No sabéis que a estas horas la gente está descansando? —dijo con un gesto molesto que corrigió automáticamente al percatarse de la nefasta situación que tenía ante sus ojos.

—¡Sakura! ¡Sakura! ¡Esta vez si fue importante! ¡Esto fue...! ¡Yo quise ir...!

—¡Konohamaru, deja de brincar o lo vas a terminar de matar! —gritó su pequeña compañera de equipo al tiempo que arrebataba el pequeño polluelo de sus manos para entregarlo a la kunoichi.

La joven caminó hasta el salón de la casa seguida de los irritados muchachos, y depositando a la criatura sobre la mesa, analizó detenidamente la dañada ala que hacía piar de dolor al animal.

—Estábamos guardando en el almacén de la escuela el cargamento de nuevos materiales para las clases de habilidad con armas, cuando a Konohamaru se le ocurrió la magnífica idea de probar la calidad de uno de los shurikens contra un árbol...

—¡A simple vista parecía que eran de plástico para principiantes! Además, ¿cómo iba yo a saber que había un nido de pajarracos en ese maldito hueco? —interrumpió claramente alterado.

—¡Eres un inconsciente! ¡Mira lo que conseguiste!

—Vamos, vamos, tranquilizaos... —añadió la chūnin con una sonrisa.

—¡... pues si tú no hubieras dejado caer la caja por el suelo, tal vez yo no habría visto nunca ese shuriken!

—Aaah... ¿conque ahora la culpa es mía?

—Venga. En serio, dejad de pelearos. No me concentro —insistió la más alta.

—¡Eso he dicho, sí!

—¡Pues que Ebisu-sensei decida eso y...!

—¡Diablos! ¡Que cerréis la maldita boca! —exclamó haciendo un hoyo en la mesa con el puño—. Bien... Así mejor. —La dulce sonrisa volvió de nuevo a su lugar ante la palidez repentina en el par de genins—. Parece que tiene rasgado uno de los cartílagos.

—Sakura... —insistió el muchacho, esta vez, con cierto respeto—. ¿Hay algo que puedas hacer? Me daría bastante miedo recurrir a la vieja. Está demasiado estresada en esta época del año con el acto de apertura de la academia y dudo de mi supervivencia si me atreviera a molestarla para este tema... —Kohohamaru prosiguió inmediatamente tras sentir la enfadada mirada de su compañera traspasándole la nuca—. Bueno, y luego está ese otro asunto de no tocar el material de la escuela sin autorización y el posible sermón que pueda soltarme.

La mayor miró con enojo a los inexperimentados ninjas. No hacía tanto tiempo que ella también creía que lloriquear o desear con mucha fuerza que algo no hubiese pasado justificaba el daño hecho, pero, seguidamente lo olvidó. Por aquel entonces el mayor de sus problemas sólo era una travesura de aquel calibre.

—No os preocupéis. Creo que solucionaremos este incidente en unos minutos.

—¿Sólo unos minutos? ¿En serio?

—Te lo prometo. —Sonrió ampliamente, mostrando esa inocencia y dulzura que no había perdido a lo largo de los años.

Sakura posó la palma de su mano sobre el cuerpo del polluelo de forma sutil pero firme, y unos instantes después, un espumoso y resplandeciente chakra verde comenzó a envolver el pequeño cuerpo del ave ante la mirada atónita de Moegi y Konohamaru.

Antes de que acabara su intervención necesitó detenerse por unos segundos mientras en su rostro se dibujaba un mohín que trató de ocultar. Durante las últimas semanas había hecho un sobreesfuerzo del que ya había sido advertida por su maestra, y el dolor en los músculos y la falta de resistencia era el resultado de ignorar los consejos de la Hokage.

—Bueno, esto parece que ya está.

La joven detuvo el flujo del chakra y flexionó delicadamente el ala del ave consiguiendo que ésta intentara echar a volar en varias ocasiones.

—¡Vaya!

—¡Te dije que podría ayudarnos!

—Sí. Es como por arte de magia —murmuró el muchacho acercando el rostro al lugar del daño.

La kunoichi rió sonoramente. Aún les quedaba mucho por aprender si pensaban que ese simple hecho era fruto de una habilidad sobrenatural que no requería de esfuerzo e incontables lágrimas.

Acomodó el animal entre sus manos y lo acarició cariñosamente para terminar de darle un beso en la coronilla.

—Ya pasó todo, pequeño —le susurró antes de dirigirse a los ninjas—. No recuperará toda la movilidad, pero un par de semanas será tiempo suficiente para que pueda volar y defenderse por sí mismo. Alguien tendrá que atenderle mientras tanto. He leído que algunas aves rechazan a sus polluelos una vez que estos han sido captados por el enemigo.

—Hey, hey... ¿qué intentas decir? Creía que el bicho ya estaba curado. Ya se las apañará solo. Además, seamos positivos, confiemos en la buena voluntad de su madre —añadió el chico con aire desinteresado.

—De eso nada. De todas formas, en cuanto la madre observe que tiene un pequeño defecto lo arrojará fuera del nido y morirá. Alguno de los dos tendrá que encargarse del pequeño Riko —insistió rozando su nariz con el diminuto pico del polluelo.

—¡Rayos! ¿Y por qué no lo haces tú, Sakura? Se ve que ya le has cogido cariño. Hasta le pusiste nombre.

—Ni hablar. Mis obligaciones me lo impiden.

—Moegi, a ti se te dan mejor estos animales. ¿No era verdad que te encantaban? —insistió como último recurso.

—Así es. Pero tengo un gato y ya le conoces. Es muy poco sociable.

—Ni que lo digas... —corroboró raspándose cierta cicatriz cercana a una de sus cejas—. Pues yo no puedo hacerlo. No voy a detener mi entrenamiento por un pajarraco tullido.

—¡Konohamaru! —exclamó detenidamente Sakura—. Si pretendes ser un buen protector de tu aldea el día de mañana, deberías empezar por ser más responsable y respetar su naturaleza.

El joven torció los labios en un gesto que a Sakura le resultó demasiado gracioso. Transcurridos unos segundos de meditación, el joven tomó el pájaro de manera torpe entre sus manos y asintió de forma rotunda.

—En fin, si sólo yo puedo hacerlo...

—Muchas gracias, Sakura. Llegará el día en que pueda llegar tan lejos como tú y entonces dejaremos de molestarte.

La kunoichi volvió a sonreír gratamente sin percatarse hasta el momento de la presencia de una persona más entre ellos.

—Oye, tú, creo recordar que te gustaban los animales. ¿No te importaría...?

—De eso nada —interrumpió tajantemente el recién llegado mientras elevaba la palma de la mano—. A mí sólo me atraen cuando están inyectados en tinta.

—Maldición. Estaba claro que este trabajo sólo estaba hecho para alguien como yo.

La risa de Sakura perduró hasta el momento en que los ninjas más jóvenes desaparecieron de la casa cerrando la puerta tras de sí y disipando paulatinamente el alboroto de sus voceríos. Después de aquello, Sakura no encontró en la otra persona intención de seguir con las carcajadas.

—¿Qué ocurre, Sai? ¿No leíste en ningún lado que antes de entrar en las casas hay que llamar a la puerta para que te reciban? —se bufó alzando una ceja.

—La puerta estaba abierta, y además, creo recordar que me habías invitado a que me sintiera como en mi casa. Eso he hecho.

La chica elevó la otra ceja al tiempo que sus brazos se cruzaban y su mirada quedaba intensamente fija sobre el miembro de Raíz.

—Era una broma. Se supone que ahora deberías reírte

—Olvídalo... —suspiró antes de volverse y comenzar a ordenar el ligero barullo de su sala de estar—. Lo siento mucho, Sai, pero hoy es mi día libre. No creo que vaya a entrenar a ninguna parte. Quizás dentro de un rato pue-...

—Me ha enviado la Hokage. Quiere que nos reunamos con ella ahora mismo para hablarnos de ese asunto. Creo que ha llegado el momento.

La pieza de cristal cayó de sus manos hasta hacerse añicos frente a sus pies, siendo el estallido el único sonido que escuchase a partir de entonces.

Con la expresión atónita de su rostro, hizo que sus ojos rodaran hasta el joven y rezó por que la expresión de su cara no fuese uno de sus muchos errores de emotividad.

—Esto no será otra de tus bromas, ¿verdad? —pronunciaron sus temblorosos labios, inmóviles tras la negativa.

—Yo jamás jugaría contigo en algo como esto.

La inmovilidad siguió patente en su rostro mientras el muchacho aguardaba con gran interés una reacción en aquellas perlas verdes. No le hizo esperar demasiado. Inmediatamente después, Sakura saltaba sobre sus brazos al tiempo que sus gritos de alegría ensordecían hasta lo más profundo los oídos.

Una vez más, Naruto volvería a Konoha.

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Cuando la Hokage tomó el sitio que le correspondía en su despacho, los jóvenes saludaron y se irguieron en señal de respeto. Ordenó la salida de toda persona del lugar, exceptuando a su fiel ayudante, Shizune, y tras unos segundos en los que los ruidos en los pasillos se desvanecieron por completo, se dispuso a encarar los sonrientes rostros de los ninjas.

—Sai. Sakura. Ruego que me disculpéis por esta reunión tan precipitada, pero los últimos sucesos me han forzado a tomar una decisión inmediata —aventuró antes de carraspear varias veces y comprobar que no era ninguna molestia para ambos—. Hace varias semanas que envié un escuadrón ANBU a verificar el estado en el que se encuentra Naruto.

—¿Y...? —interrumpió cierta impetuosa haciendo fruncir el ceño de su maestra—. Perdón, perdón...

—Bien —continuó, tanteado un par de documentos que había sobre la mesa—. Como ya sabéis, Naruto decidió libremente seguir con su entrenamiento fuera de la Aldea en custodia de uno de nuestros mejores hombres, y efectivamente, las noticias son bastante favorables. No esperaba menos del maestro Jiraiya... —expresó con cierto desliz en sus ojos y comprobando que, ciertamente, había dicho aquello en voz alta.

—Con todos mis respectos, maestra Tsunade, no estoy en nada de acuerdo con esa libertad con la que Naruto abandonó Konoha. Ese par de ancianos le forzaron directamente a marcharse.

—Ellos sólo sugirieron la mejor alternativa para todos.

—Para ellos... —corrigió sin poder frenar su lengua.

—Sakura, ya hemos hablado de esto —suspiró con molestia—. No fue sólo por el bien de Naruto. Es nuestro deber protegerle, pero también lo es mantener al margen de sus circunstancias especiales a todos los ciudadanos. Él mismo era consciente del peligro al que exponía a su Aldea estando aquí y por eso mismo decidió aceptar la propuesta del Consejo.

—Naruto es el ser más noble que he conocido. Haría cualquier cosa por proteger Konoha, incluso si es necesario no volver a pisarla nunca más. —Sus ojos se apenaron ligeramente.

—No seamos tan dramáticos, por favor. Tampoco es que nos hayamos desentendido de él. Actualmente reside en una de nuestras instalaciones secretas. Ni siquiera está en documentos su localización. Está a salvo, alcanzando los límites que posee un ninja de sus características.

—Perdone que la interrumpa —intervino el miembro de Raíz por primera vez—, pero, ¿cuál es el motivo de esta reunión entonces? Imaginé que estaría de regreso, pero las cosas no han cambiado mucho durante su ausencia. La recuperación de Konoha es lenta, y aunque los progresos de Naruto son sorprendentes, aún no parece segura su estancia aquí.

—Me explicaré lo más brevemente posible. Tampoco tenemos tiempo que perder. —Cruzando los dedos frente a sus labios, prosiguió con gravedad—: Desde que recibimos el último reporte con las noticias del ave del capitán, no hemos vuelto a saber nada de ese equipo. El escuadrón tenía órdenes estrictas de informarnos de cada uno de sus movimientos. Y la ausencia de cualquier señal es ya de por sí una información bastante valiosa.

—Comprendo —murmuró endureciendo sus gestos.

—Además, hace unos días que la invocación de este ave desapareció repentinamente. El capitán nunca se habría deshecho de lo único que nos podría mantener en contacto de su posición.

Ninguno de ellos se atrevió a romper el silencio siguiente, sin embargo, todos apretaron con fuerza el puño en señal de impotencia ante aquella sospecha que tomó autenticidad una vez que la entonó la Hokage.

—Creo que podemos darlos oficialmente por muertos. —Tras comprobar que su ayudante anotaba lo pertinente en su libreta, prosiguió con el asunto que tenía entre manos desde el principio—. Puede que las causas sean otras, pero no escatimaré en precauciones. En cualquier caso, el paradero de Naruto ya no tiene la fiabilidad que precisa. ¡Maldita sea! Tenemos que seguir lidiando con esa sombra que parece estar en todos lados.

Los ojos de Sakura se abrieron al percatarse de lo que todos asumieron como evidente.

—¿Se refiere a Akatsuki...?

—Preferiría que no fuera el caso, pero mucho me temo que estás en lo correcto.

—Entonces... ¿pretende que tengamos un enfrentamiento con ellos? —quiso saber no sin cierto recelo.

—Ni mucho menos. El caso Akatsuki ya está en buenas manos —aseguró entregando una carpeta a los ninjas—. Las instrucciones ya están dadas. Partiréis lo más pronto posible. Para no levantar sospechas, os desplazareis como el Equipo Kakashi en representación de Konoha para retomar y mantener el contacto con un país vecino. Sin embargo, vuestro verdadero destino serán las instalaciones en las que ha estado residiendo Naruto durante todo este tiempo, y por consiguiente, traerlo de vuelta a salvo. En este momento nada es más importante que él. Del resto nos encargaremos nosotros. ¿Tenéis alguna pregunta?

—Bueno... —murmuró Sai en un tono casi imperceptible—. No me gustaría ser pesimista, pero ¿qué haremos suponiendo que Naruto ya no se encuentre allí?

—¡Sai! —le reprochó con enojo la kunoichi más joven.

—Está bien, Sakura. Después de todo, hay que meditar cualquier posibilidad. Pero no debéis preocuparos por eso. Simplemente regresaríais sin más. Como os he dicho, ya están todas las órdenes dadas.

—Esto... Sigo sin querer ser un aguafiestas pero, ¿está segura de querer involucrar a Sakura en todo esto?

—¿Pero es que te he hecho algo yo? —inquirió fulminándole con la mirada.

—Sé que últimamente tu salud ha estado decayendo por el sobreesfuerzo físico.

—Oye, eso no tiene nada que ver...

—Realizas demasiadas misiones, Sakura —se sinceró, volviendo la cara hacia su compañera y con más preocupación que arrogancia en el tono de su voz. Seguidamente se dirigió a la Hokage—. Sinceramente, pienso que podría retrasarnos. Puede caer enferma en cualquier momento y lo que necesitamos en el equipo es una ninja médico que esté a nuestra disposición, y no al contrario.

—Pero qué... —insistió la joven.

Tsunade esperó en silencio mientras contemplaba el entusiasmo en el rostro de los muchachos, y sobre todo, la creciente emoción que mostraba el de su alumna más allegada.

Conocía a Sakura a la perfección. Su quehacer diario consistía en pasar horas con ella para cumplimentar su entrenamiento, y en ninguna de esas ocasiones había visto una sonrisa tan sana en ella desde la partida del portador del Kyūbi.

La situación era peligrosa, pero lo menos que podía hacer para compensar su esfuerzo y dedicación a pesar de su abatido estado físico, era dejarla traer de su propia mano a una de las personas que más espacio acaparaba en su corazón.

—Estoy segura de que haréis un buen trabajo juntos. Que tengáis un buen viaje —concluyó con una media sonrisa en los labios.

Los ojos de jade se dilataron gustosamente, y tras realizar la última reverencia, Sakura salió apresuradamente del despacho golpeando el hombro de su compañero para que imitara su gesto.

—Sai, esto es más difícil para ella de lo que te piensas —añadió la Hokage antes de que el chico partiera—. Cuídala y no permitas que haga ninguna tontería.

—Estoy al tanto de los sentimientos de Sakura, maestra Tsunade. Trataré de estar a la altura en todo momento.

La Hokage asintió complacida dando punto y final a aquella reunión, tras lo cual el muchacho marchó tan rápido como pudo en busca de su preciada amiga.

Sakura corría entre las calles de la Villa con la misma agilidad de un lince, perdiéndose entre el tumulto de gente mientras comenzaba a escuchar las llamadas de Sai a su espalda. Le resultó imposible detenerse. Era tal la emoción que estallaba a modo de burbujas en su estómago que no encontraba mejor forma de relajarse que corriendo sin parar.

Estaba feliz. Por fin podría dar utilidad a sus progresos como kunoichi, demostrar que ella tampoco había estado perdiendo el tiempo. Pero lo que más le importaba era dar esquinazo a la soledad, ya que aún rodeada de sus compañeros, siempre echó en falta ese pilar que la apoyaba constantemente. Tenía la fortuna de estar arropada por buenos amigos, pero Naruto era como su familia. Siempre le dolería de forma especial.

—¡Sakura, vé un poco más despacio!

—¡Oh, vamos, Sai! —rió enérgicamente—. Esto no debería ser un problema para ti y supuestamente soy yo la que no está en forma.

La muchacha encabezó la carrera en todo momento. Esquivaba con facilidad cualquier obstáculo que se colocara ante sus narices aunque eso no la salvaba de la regañina de algún que otro ciudadano despistado. Sin embargo, nuevamente, sintió la alarma aclamando dentro de su pecho.

Los jadeos se ahogaron en su garganta hasta hacerla arder de dolor. No tenía rumbo, no deseaba llegar a ningún lugar en concreto, pero el azar hizo que sus piernas dieran de bruces contra el suelo en la calle más desierta de la ciudad. Cerró con fuerza sus ojos y sostuvo su pecho tratando desesperadamente de retomar el ritmo normal de su respiración.

Lentamente abrió sus parpados mientras dirigía su mirada hacía el enorme edificio que se encontraba a su derecha. Cuando en su iris se reflejó el símbolo de aquellos viejos manteles que el viento azotaba sin piedad, no pudo evitar que una capa cristalina envolviera por completo sus orbes.

—Incluso cuando no quieres acabas aquí, ¿eh? —sonó la voz suave de su compañero a su espalda—. También le echas de menos a él.

El joven artista se agachó frente a ella y observó la grandeza muerta de aquel territorio que alguna vez había sido gloria y supremacía entre todos los clanes.

—Sakura —susurró tratando de captar la atención de la chica—. No ocurrirá lo mismo con Naruto. A él jamás vas a perderle. Y si te consuela, a mí tampoco.

La kunoichi contuvo su respiración y clavó los ojos en su peculiar amigo. Encontraba en su rostro una sonrisa que, aunque lejos de reconfortarla, la forzaba a creer que sus palabras eran ciertas. Ni Sai le mentiría ni ella estaría dispuesta a perder a un amigo más jamás.

La sonrisa volvió a adornar nuevamente sus labios. El tiempo de los lamentos había pasado y ahora debía centrarse en reponer energías; en enfrentarse a sus mayores miedos.

A la mañana siguiente estaría lista para partir hacía la misión más desastrosa de toda su vida.

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Continuará.


Pues hasta aquí llegamos en este capi. ¿Qué tal? ¿Impresiones? ¿Algo? Sé que aún no profundizamos en el tema, pero no es algo que no hubiese avisado al principio xD

¡Nos leemos pronto entonces!

Shizenai