Sailor Moon © Naoko Takeuchi

Adaptación de la novela "Black lace and Linen" de Susan Carroll.

ENCAJE NEGRO

Capítulo I

Aquel hombre la estaba mirando.

Serena Tsukino estaba segura de ello, aunque podía distinguir poco más que su silueta de cerca de un metro ochenta de altura en el otro extremo del aparcamiento. Mientras se agachaba para abrir el maletero del coche alquilado, lanzó una mirada nerviosa en su dirección.

"No te pongas paranoica, Serena" - murmuró, tratando de echar el freno a su imaginación desbocada.

Aquel hombre era probablemente sólo un empleado del garaje o algún huésped del hotel que no recordaba dónde había dejado el coche. Los nervios le estaban jugando una mala pasada porque estaba cansada y acalorada. Le había costado casi cinco horas conducir hasta allí desde Los Ángeles.

Su limpio y bien planchado traje de lino estaba ahora arrugado y pegajoso. Su cabello rubio estaba hecho una maraña por culpa del viento. Tenía las medias torcidas y...

Y aquel hombre la estaba poniendo muy nerviosa.

Oyó el eco de sus pasos y se dio cuenta de que había cambiado de posición. Con el rabillo del ojo, vio que ahora estaba acechando tras uno de los gruesos pilares de hormigón. Serena no pudo verlo mejor que antes, aunque se dio cuenta de que era muy alto y ancho de hombros.

Sacó su pequeño bolso de la guantera y decidió que el resto del equipaje podía esperar a una vez se hubiera registrado en el hotel.

Cuadrando los hombros, emprendió la marcha hacia los ascensores.

De pronto, los pensamientos de Serena se interrumpieron bruscamente. Boqueó al ver que el hombre se separaba del pilar. Sólo unos metros los separaban. Podía verlo más claramente ahora, bajo la luz amarillenta del techo.

Llevaba una americana blanca de cóctel y una pajarita negra, pero aquello no hacía que pareciese menos amenazador. Le bloqueó el paso a Serena, con las manos plantadas en las caderas en un gesto desafiante.

"¿S.T.?" – dijo.

Aquello no tenía sentido. Cuando dio un paso hacia ella, Serena tuvo la impresión de estar bajo una fuerza dominante, aunque él no hubiera hecho el menor gesto amenazador. Vislumbró unos rasgos pronunciados y un cutis muy bronceado y una leve cicatriz que atravesaba su pétrea mandíbula. El pelo muy oscuro sujetado en una coleta. Pero fue la expresión tormentosa de sus ojos azules lo que atrajo más su atención e hizo que el corazón comenzara a latirle con fuerza.

"Perdón, ¿cómo dice?" - balbuceó ella.

"Estaba buscando la ocasión de quedarme a solas con usted."

Su voz grave llegó a ella como un tormentoso fragor.

"No, gracias - dijo ella, esquivándole y dirigiéndose rápidamente al ascensor. - "No estoy interesada."

Apretó el botón del ascensor. El alma se le cayó a los pies cuando le oyó seguirla.

"Mire, sólo quiero hablar con usted" - dijo él en tono de creciente impaciencia.

"¡Déjeme en paz!"

Gritó de alivio cuando las puertas del ascensor se abrieron. Pero, antes de que pudiera meterse, la mano del hombre la aferró por la muñeca. El inesperado contacto la sobresaltó. Mientras pugnaba por zafarse, las llaves del coche se le cayeron al suelo.

"No abandono tan fácilmente, señorita Tsukino"- dijo el otro, apretándole la muñeca.

El contacto físico alarmó más a Serena que sus airadas palabras; el calor de su mano en torno a su muñeca, la fuerza de aquellos dedos largos y bronceados. Serena respiró hondo, pero su garganta parecía haberse quedado bloqueada. ¡Olvida el libro! Actuando por puro instinto, echó el bolso hacia atrás y golpeó con todas sus fuerzas al hombre, alcanzándole directamente entre los ojos.

Las puertas acabaron de cerrarse tras ella cuando el hombre empezaba a recuperar el equilibrio. Serena vislumbró por última vez su rostro. Tenía realmente la desfachatez de parecer anonadado.

Mientras el ascensor emprendía la subida, Serena se apoyó en el pasamano. Respiró hondo y trató de calmarse. En otra época, aquella experiencia habría bastado para producirle uno de sus ataques de asma. Gracias a Dios, había superado aquello al crecer, aunque seguía llevando siempre un inhalador encima, por si acaso.

Las llaves de su coche se habían quedado en el suelo del aparcamiento, pero no pensaba volver por ellas, a menos que fuera acompañada por un par de corpulentos guardias de seguridad del hotel. Menudo comienzo para sus vacaciones, pensó sombríamente.

La había atacado un desconocido elegantemente vestido que había murmurado siniestras proposiciones mientras la llamaba por su nombre. Serena se puso rígida al darse cuenta de aquello.

¿La habría reconocido por la biografía de la contraportada de alguno de sus libros y habría decidido ir tras ella? ¿Un admirador desequilibrado? ¿Un padre airado? Ella escribía cuentos para niños, por el amor de Dios, cuentos sobre traviesas criaturas de los bosques. Nada tan controvertido como para que un desconocido elegante y con pinta de duro la acechara en un garaje.

Claro que cabía otra posibilidad. Serena frunció el ceño. Un caso de confusión de identidad. Aún estaba considerando aquello cuando las puertas del ascensor se abrieron.

El vestíbulo del Empire Moon Hotel estaba prácticamente desierto. Ni siquiera el recepcionista estaba tras el mostrador. Los únicos signos de vida emanaban de las puertas abiertas de la sala de banquetes, de donde surgía el sonido de una voz distorsionada por un micrófono y un débil rumor de aplausos.

Serena se dirigió hacia allí.

Por los altavoces, alguien anunció - "Y ahora, nuestra última invitada, a quien tengo el placer de presentarles: la muy premiada autora de libros infantiles, la señorita S. T. Serena Tsukino."

Serena se quedó congelada mientras estallaban los aplausos provenientes de las mesas. Toda idea de guardias de seguridad, aparcamientos y desconocidos amenazadores se borró de su mente. Se llevó nerviosamente la mano a la garganta. Le costó un momento de congelado asombro darse cuenta de que ninguna cabeza giraba en su dirección.

Todos los ojos permanecían clavados en el podio, situado en la parte frontal de la sala. Serena sintió ganas de pellizcarse. Era como si estuviera inmersa de pronto en un estrambótico sueño.

Un sueño que se hizo aún más delirante cuando se vio a sí misma abriéndose paso entre las mesas en dirección al foco que iluminaba el micrófono.

Al menos, aquella joven era una plausible imitación de Serena Tsukino. Su cuerpo delgado estaba realzado por un vestido suelto de seda con un cuello victoriano y mangas rusas. Tenía el mismo rostro en forma de corazón de Serena, las mismas cejas finas y arqueadas, la misma nariz pequeña y recta. Su cabello rubio claro, del mismo tono que el de Serena, estaba recogido en un historiado moño. Y unas gafas de montura metálica fina protegían unos ojos que Serena sabía que eran color celeste, como los suyos.

«Sólo que yo no llevo gafas», pensó Serena irrelevantemente.

Cuando su asombro inicial se hubo disipado, Serena masculló - "¡Mina Tsukino! ¿Qué demonios te propones ahora?"

Avanzando un paso hacia el interior del salón, Serena contempló la actuación de su hermana gemela en el podio. Era vagamente consciente de que Mina estaba pronunciando un apasionado discurso acerca de la necesidad de incrementar la cultura literaria estadounidense, uno de los temas preferidos de Serena.

Afortunadamente fue corto. Tras la ronda final de aplausos, Mina bajó lentamente del podio. Serena no sabía qué la indignaba más, si el hecho de que su hermana la estuviera suplantando o la forma en que lo estaba haciendo. Como si ella fuera una especie de bibliotecaria solterona.

Las luces de la sala se encendieron. Mina desapareció de su vista, tragada por un grupo de comensales que se habían acercado para felicitarla y estrecharle la mano. Serena permaneció en la parte de atrás de la sala, aferrando con fuerza su bolso. Se mantuvo en su sitio, pensando en todas las cosas que iba a decirle a Mina en cuanto se encontraran a solas, todas ellas muy claras y concisas.

Pero por debajo de su ira, Serena se sentía angustiada, se suponía que las cosas no podían ser así. Cuando había conseguido acabar su último libro antes de plazo, se había sentido invadida por un raro impulso. Sabía que su hermana estaba pasando el verano en Atlantic City, en el Empire Moon Hotel. Trabajando en un ensayo fotográfico, le había dicho Mina.

Serena se había dirigido en el coche hasta allí con la esperanza de sorprender a su hermana. Una sorpresa bajo la que se ocultaba la intención de ofrecerles a Mina y a ella un poco de tiempo a solas juntas, para curar algunas de las heridas que había dejado su último encuentro...

Ecos de la discusión que Mina y ella habían mantenido seis meses antes en Los Ángeles resonaron en la mente de Serena...

"¿Cuándo dejarás de actuar como si fueras mi madre, Serena? Nuestra propia madre nunca quiso el puesto, y por mí, perfecto. ¿Qué te hace pensar que tienes que sustituirla?"

"El hecho de que te quiero, Mina. Cuando vi tu foto en todos los periódicos sensacionalistas con ese Diamante Black, no pude evitar preocuparme por ti. Como tu hermana mayor..."

"¡Mayor! Dos asquerosos minutos."

"Tú consigues que me sienta dos décadas mayor."

"Tal vez si no te hubieras enterrado en vida en esta ciudad de mala muerte con tu malditos libros..."

Naturalmente, Mina era proclive a decir todo tipo de cosas cuando estaba enfadada, cosas que no pensaba en serio. Pero las palabras de Mina tenían la suficiente verdad dentro como para herirla. Serena y Mina habían tratado de arreglar un poco las cosas por teléfono después y, en la superficie, su relación había vuelto a la normalidad. Pero, incluso con los kilómetros de hilo telefónico que las separaban, Serena había sentido cómo la tensión seguía vibrando entre ellas.

Mientras otros huéspedes pasaban por su lado, Serena fue situándose en una posición donde Mina no tuviera más remedio que verla. Cuando, finalmente, su hermana alzó la vista y sus ojos se encontraron, su boca se abrió en un gesto de asombro.

Respiró hondo y gritó -"¡Dios mío! ¿Pero qué estás haciendo tú aquí?"

"Yo también me alegro de verte" - dijo Serena secamente.

Mina avanzó rápidamente hacia ella y la abrazó con fuerza. - "Pues claro que me alegro de verte. Pero, ¿por qué no me dijiste que venías? Menuda sorpresa me has dado."

"Ni la mitad de la que me has dado tú a mí."

Mina se humedeció los labios y bajó la voz hasta un susurro. - "Sé lo que debes estar pensando, Serena. Sólo dame una oportunidad. Puedo explicártelo todo, pero no aquí."

Antes de que Serena pudiera protestar, Mina la tomo del brazo y la empujó fuera de la sala de banquetes, sin dejar de mirar furtivamente de un sitio a otro. Antes de darse cuenta, Serena se vio empujada a la opulencia entonada en rosa de un servicio de señoras. Por un breve instante, Mina y ella se vieron reflejadas la una junto a la otra en el espejo.

"¿Desde cuándo llevas gafas?" - le preguntó Serena.

"Desde que conseguí éstas en un mercadillo" – dijo Mina, quitándoselas y sonriendo irónicamente.

"Te van a estropear la vista."

"Mamá solía decirme lo mismo respecto al sexo. Pero sigo viendo perfectamente" - dijo Mina, riéndose. La rubia se apoyó en el lavabo y se puso seria. - "Esta vez sí que estás enfadada de verdad conmigo, ¿verdad, Serena?"

"¿Enfadada contigo?" - dijo Serena, tratando de no subir la voz - "¿Por qué iba a estar enfadada? Sólo he hecho trescientos kilómetros a pleno sol y en medio de un tráfico de mil demonios para pasar algo de tiempo con mi hermana, y luego me encuentro de pronto metida en una película fantástica. Primero me da un susto de muerte en el garaje un tipo vestido de cóctel, probablemente contratado por la mafia y luego..."-

Serena no dejaba de dar vueltas agitadamente por delante de los lavabos.

"Y luego logro escapar y, cuando llego arriba, me encuentro con que se está celebrando un banquete y casi me da un ataque cuando oigo que me anuncian por los altavoces. Sólo que no es a mí, sino a ti, y ya no estoy segura de quién se supone que soy yo. Y para colmo, tú me mantienes encerrada en este cuarto de baño rosa."

"Lo siento, Serena. De verdad, tengo una explicación razonable para todo esto."

"Me muero por oírla."- dijo lanzando un suspiro al aire.

"Me ha ocurrido lo más inusitado este verano." - Se rascó la nuca, pareciendo casi azorada -. "Me he medio enamorado de un tipo. Se llama Yaten Kou."

"¿Yaten Kou? ¿Qué ha ocurrido con ese tipo que era dueño de un montón de hoteles? ¿Ese tal Black?"

"Nunca hubo nada serio entre Diamante y yo. Nos lo pasamos bien juntos durante un tiempo. Pero ya es historia pasada."

¿Historia pasada? Pero si había ocurrido hacía escasos meses. Serena sabía que no tenía sentido señalarle aquello a su hermana. Mina no medía el tiempo como el resto del mundo.

"Creo que lo que hay entre Yaten y yo es auténtico" - prosiguió Mina -. "Sólo hay un pequeño problemilla. Cree que soy tú."

"¿Y de dónde crees que puede haberse sacado una idea tan tonta como esa?"

"No lo sé" - un hoyuelo de picardía apareció en el rostro de Mina -. "Tal vez porque he estado fingiendo ser tú estos dos meses."

A Serena se le abrió la boca de consternación. - "¿Me has estado suplantando todo el verano?"

"No pude evitarlo. Estaba metida en un buen lío después del asunto de Diamante Black... y no se te ocurra decir «ya te lo dije», Serena." - Serena no pensaba decirlo, pero imaginaba que no había una ley que le prohibiera pensarlo. - "Las cosas se estaban complicando con lo del divorcio de Diamante, y por alguna razón, la prensa decidió ponerme la etiqueta de la «otra mujer», aunque Diamante se había separado de su esposa mucho antes de conocerme"

Mina dejó escapar un suspiro de frustración -. "Los periodistas y los fotógrafos no me dejaban en paz, sobre todo los de los periódicos más sensacionalistas. Me venían detrás cada vez que ponía los pies fuera del hotel. Aparte de enterrarme viva en la playa, no sabía qué hacer hasta que se me ocurrió la fantástica idea de hacerme pasar por ti. Al fin y al cabo, nadie iba a querer entrevistarte, a menos que fuera para el siguiente número de Deditos Peludos."

"Muchas gracias" - dijo Serena secamente.

"Bah, ya sabes a qué me refiero. Bueno, el caso es que ha funcionado de maravillas. En tu papel, les dije a los periodistas que Mina Tsukino había salido en un largo viaje de vacaciones por Europa, y me dejaron en paz. Las cosas no se complicaron hasta que apareció este chico y me pidió un autógrafo en uno de los libros tuyos para su hermanita."

"¿Has estado incluso autografiando mis libros?" - gritó Serena.

"Siempre he imitado tu firma. Qué diantres, si me sale mejor que a ti" - la sonrisa descarada de Mina se desvaneció mientras añadía - "Ese chico era Yaten Kou. Me invitó a comer, y antes de que me diera cuenta, una cosa condujo a otra y..."

"¿Así que todo este disparate es porque has encontrado un nuevo novio?"- la interrumpió irónicamente.

"No. Esta vez es diferente, Serena, te lo juro. Creo... creo que me he enamorado de Yaten" - a Mina le falló la voz -. "No me crees, ¿verdad? "– pareció dolida -. "Bueno, supongo que no puedo reprochártelo. Pero, Serena, con todos los hombres con los que me has visto, nunca me has oído pronunciar esa palabra."

Aquello era cierto, pensó Serena, tratando de ser justa.

"Con Yaten es diferente. De verdad." - insistió Mina -. "Cuando lo conozcas, lo verás. Ni siquiera es tan maduro. Pero sí es sensible, dulce y tímido y sabe tocar el saxo de muerte. Y es muy listo, brillante realmente, y..."- Mina se apartó y su voz se puso súbitamente ronca. - "Pero lo mejor es que piensa que yo también soy lista. Me... me respeta, Serena. Cree que soy algo especial."

Serena vislumbró señales de humedad en la mejilla de Mina y se quedó anonadada. No recordaba cuándo había visto llorar a Mina por última vez.

Los últimos vestigios de indignación con su hermana se desvanecieron. Serena se acercó a Mina y le cogió una mano.

"Eres realmente algo especial, Mina Tsukino" - murmuró.

Mina se encogió de hombros. - "Al menos, Yaten y tú parecen pensarlo. Pero, como de costumbre, he organizado un embrollo de mucho cuidado. ¿Qué voy a hacer ahora, Serena?"

"Dile a Yaten la verdad" - dijo Serena suavemente, ofreciéndole un pañuelo de papel a su hermana.

"¡Ja!" - ella se limpió con la manga en lugar de con el pañuelo - "Tenía que haber imaginado que saldrías con una sugerencia tan poco práctica como esa."

"No tienes más remedio, Mina. No puedes mantener este engaño de por vida. Si Yaten te quiere, lo entenderá."

"Eres tú la que no entiende" - Mina sacudió la cabeza -. "No es tan fácil. Yaten proviene de una familia adinerada, y hay un tal tío Seiya que hace de tutor suyo. Es un tipo de lo más duro y rígido y un auténtico... y ya le gusto muy poco como Serena Tsukino. ¿Qué pensaría Seiya Kou si se enterara de que soy realmente la gemela mala, la auténtica oveja negra?"

"No tienes por qué preocuparte de lo que piense ese tal tío Seiya "- la reprendió Serena.

"Sí, me preocupa. Yaten respeta la opinión de Seiya por encima de la de cualquier otra persona."- Mina se mordió el labio inferior -." Lo único que necesito es un poco más de tiempo. Para que Yaten y yo estemos un poco más seguros de nuestros sentimientos, para que Yaten llegue a conocerme mejor."

"¿Cómo va a conocerte mejor cuando estás fingiendo ser otra persona?"

"Es que estoy muy asustada, Serena. Yaten es lo mejor que me ha ocurrido en la vida. No quiero perderlo. Tienes que ayudarme."

"¿Y qué quieres que haga? ¿Que me vaya otra vez? ¿Que regrese a Los Ángeles?"

"¡No!" - Mina se aferró a ella - "Me alegro de que hayas venido. No me viene mal un poco de apoyo moral. Incluso podrías hacer algo respecto a Seiya Kou. Siempre has tenido mano con los tíos gruñones."

"No entiendo qué podría hacer. No puede haber dos Serena Tsukino danzando por ahí."

"Noooo" - dijo Mina lentamente -. "Pero podría haber una Serena y una Mina."

Serena sintió que se le helaba la sangre. - "Ah, no. ¡Ni hablar! Ni se te ocurra que voy a suplantarte."

"Pero si no te costaría nada. Si te pusieras alguno de mis vestidos más atrevidos..."

"Este asunto ya es bastante demencial como para empeorar aún más las cosas."

"Sería por muy poco tiempo. Un día o dos como mucho. Siempre fuiste tan buenecita de pequeña que nunca quisiste que nos intercambiáramos, ni siquiera en broma. Creo que me lo debes."

Serena sentía que le debía a su hermana mucho más que aquello. Todos los cachorritos y gatitos que nunca pudo llevar a casa por culpa del asma de Serena, todos los partidos de volleyball, los espectáculos, las fiestas que Mina había pasado con Serena en el hospital.. ¿Pero dos mujeres adultas intercambiándose? Era completamente absurdo.

"Como hermana mayor tuya..." - empezó Laura. - "Por dos minutos. Dos miserables minutos...Debería poner fin a esta locura ahora mismo."

"Por favor, Serena" - dijo Mina, abriendo mucho los ojos con expresión suplicante, una expresión a la que a Serena le había costado siempre resistirse, y que la había llevado a dejar de lado el sentido común en más de una ocasión.

"Pero como una hermana que te quiere..." - Serena suspiró -. "Bah, supongo que puedes empezar a llamarme Mina."

Mina se puso radiante y abrazó a efusivamente a Serena. - "Buena chica. Sabía que podía contar contigo. Ven, estoy deseando presentarte a Yaten. Estaba conmigo durante el banquete, pero después de mi discurso ha ido a buscar a su tío. La única razón por la que he aceptado aparecer en público es porque tenía la esperanza de causar buena impresión a Seiya Kou con mis palabras, pero el viejo cascarrabias no se ha presentado."

Como si temiera que Serena pudiese cambiar de idea, Mina comenzó a tirar de ella hacia la puerta. Pero se detuvo en seco y se la quedó mirando de arriba abajo con el ceño fruncido.

"¡Maldita sea! Tenemos que hacer algo respecto a tu ropa."

Serena se alisó el traje de lino. - "Pues te advierto que esto es un traje de diseño, Mina, de una de las boutiques más exclusivas de Los Ángeles."

"¡Los Ángeles! El centro de la moda mundial" - Mina puso los ojos en blanco -. "Bueno, ahora no hay tiempo para que te pongas algo mío. Pero, al menos, quítate esa horrenda chaqueta."

Despiadadamente, Mina la despojó de la prenda y, en cuestión de segundos, la había doblado y arrugado hasta lograr meterla en el pequeño bolso de Serena, quien dejó escapar un gemido de protesta. Luego, le desabrochó varios botones de la camisa y se la quedó mirando.

"¡Ya está! No es perfecto, pero tendrá que valer por el momento."

"¡Mina!" - Laura estaba mirando consternada su atrevido escote.

Pero Mina le golpeó en los dedos cuando ella intentó volver a abrocharse los botones. - "No te preocupes en lo más mínimo. Estás estupenda" - Mina le dio otro abrazo, con los ojos relucientes -. "Oh, Serena, gracias. No lamentarás haberme ayudado."

"Creo que ya lo lamento" - masculló Serena.

Sólo tuvo tiempo de agarrar su bolso antes de que Mina la sacara a rastras del baño. El vestíbulo estaba casi tan desierto como cuando Serena había llegado al hotel, pero algunos invitados deambulaban por los aledaños de la sala de banquetes, incluido un joven con una chaqueta oscura y la pajarita torcida que miraba de un sitio a otro con expresión vaga, como si se encontrara perdido.

"Ese es mi Yaten "- le susurró Mina a Serena al oído, señalando al joven platinado.

"Oh" - fue lo único que Serena pudo decir.

Parecía muy... muy joven. Yaten Kou tenía el aspecto de lo que la mayoría de las madres habrían denominado «un buen chico».

Mientras cruzaban el vestíbulo, Mina sobresaltó a Serena al mascullar - "¡Maldita sea! parece que el tío Seiya se ha presentado finalmente."

Serena estiró el cuello para ver a quién se refería su hermana. El único otro hombre a la vista estaba de espaldas a Serena. Ella dejó resbalar la mirada por un par de anchos hombros y una chaqueta de cóctel blanca que le resultaba inquietantemente familiar.

"Mina..." - comenzó a decir, tratando de detenerse.

Pero su hermana tiró de ella mientras gritaba jovialmente - "Hola, chicos. Miren quién ha aparecido esta noche para darme una sorpresa."

Yaten sonrió a Serena, una sonrisa tímida un poco torcida pero que se reflejaba cálidamente en sus grandes ojos verdes. Sin embargo, ella apenas se fijó en él, pues su atención estaba en el imponente personaje que estaba a su lado, volviéndose lentamente hacia ella. Era el desconocido del garaje.

Serena fue vagamente consciente de que Mina le estaba presentando a Yaten Kou, quien le estrechaba la mano.

"Me alegro de haberte conocido al fin, Mina" - dijo el joven -. "S.T me ha hablado mucho de ti."

"¿S.T.?" - repitió Serena débilmente, incapaz de apartar los ojos del hombre de pétreo rostro que estaba junto a Yaten.

"Ya sabes que nunca me ha gustado que me llamen Serena" – dijo tranquilamente Mina -. "Todos mis amigos de por aquí me llaman por mis iníciales."

Todos sus amigos y alguien que no era definitivamente amigo de Mina, pensó Serena al recordar lo primero que le había dicho el desconocido.

- "Oh, no" - murmuró Serena incrédulamente, mirando fijamente aquellos ojos tormentosos. - "No... el tío Seiya."


¡Hola!

¡Feliz año nuevo!

Aca les traigo una nuva historia. Me encanto desde que lei de que se trataba y me traia a la mente estos personajes. Sobre todo es papel de Mina, le vino como anillo al dedo!.

Al comienzo es un poco dificil, porque a Serena la llaman Mina y viceversa pero uno se termina acostumbrando.

En fin, espero que les guste!

LuCyAnA Li KoU!