Prólogo
Había muchas palabras para definir a Sakura. Ella siempre estaba sonriente, alegre y uno podía saber si estaba cerca gracias al alboroto que causaba donde quisiera que fuese. Con sólo verla, uno supondría que estaba llena de amigos; y su sonrisa expresaba una supuesta felicidad completa.
Pero Sakura se sentía sola. En público, en la escuela, en el club, en fin, donde sea que esté rodeada de gente, tapaba su soledad con una coraza de sonrisas. Ella sólo se permitía llorar cuando estaba sola. Pero estaba tan sola…
Es claro que nunca fue así. Todo había comenzado varios años atrás, cuando conoció a la persona que lamentablemente definiría el destino de su vida. Karin. La conoció hacía ya siete años en la escuela. Sakura era muy tímida y Karin era la típica niña popular. "Totalmente incompatibles" le habían dicho.
Pero aún así, quería intentarlo. Sakura quería tener una amiga. Y se encaminó a su propio sufrimiento. Poco a poco, fueron acercándose; y se volvieron inseparables. Durante cinco años, compartieron sus vidas. Pero el tiempo todo lo desgasta.
Sakura había escuchado que Karin decía barbaridades sobre ella aquella tarde. A Sakura se le encogió el corazón. ¿Karin? ¿Su querida Karin? No, era imposible. Sus compañeras continuaron contándole las "maldades" de su amiga, y a Sakura se le formaba un nudo en la garganta.
No durmió aquella noche. Sólo podía pensar en la pregunta que le haría al día siguiente en la escuela. Y en cómo debía disculparse cuando ella le dijera que todo era mentira. Es que sencillamente tenía que serlo. ¿Por qué Karin haría semejante cosa?
¡Si ella lo había dado todo! No había día en el que Sakura no se preocupara por la felicidad de su amiga. Ella siempre había estado ahí para Karin, en todo sentido... Ella simplemente no podía hacerle esto.
-Sí, yo lo dije.
Cuatro palabras. Sakura sentía como el nudo en la garganta le impedía hablar y como el corazón se retorcía de dolor en su pecho. Fue, literalmente, un patada en el estómago.
No pudo decir nada… Sólo atinó a salir corriendo. Veía borroso, las lágrimas se agolpaban en sus ojos. Se las secó con la manga de la camisa y siguió corriendo hacia el baño de la escuela. No salió hasta que sonó la campana.
Lloró durante toda la tarde aquel día. Sakura nunca había sufrido tanto en toda su corta vida. Tenía una mezcla de rabia y dolor dentro. Estaba en su casa, sus padres trabajando, o sea sola. Resonaron los sollozos por toda la casa.
Recordó la expresión de tranquilidad cuando Karin se lo dijo. ¡¿Es que acaso no valía lo suficiente como para intentar una mentira?! No. Para Karin, Sakura no merecía siquiera su compasión.
De todas las cosas que Sakura dejó pasar durante cinco años, se propuso a sí misma no perdonarla esta vez. Así pasaron cuatro meses.
Cuatro meses en los cuales aquel par de personas, que alguna vez fueron confidentes, no se hablaron. Claro que Sakura nunca supo en realidad si Karin la había considerado una amiga alguna vez, y dolía pasarle por al lado sin siquiera saludarse. Y por supuesto que nunca se escuchó la palabra "perdón" de parte de ninguna de las dos.
Pasó un año… Karin se cambió de escuela. Sakura agradeció su suerte –al menos no tendría que verla a diario- pero de todos modos no le importó mucho. Para intentar olvidarla, y evitar sufrir, se propuso odiarla con todas sus fuerzas. Y así lo hizo.
Fue una experiencia horrible que la marcaría de por vida. Y como toda su atención estuvo centrada en una sola persona durante cinco años; ahora que esa persona no estaba, Sakura se sentía vacía.
Sola, triste. Ya nada tenía sentido. Ahora Sakura no tenía un propósito en este mundo. Harta de estar deprimida, empieza a buscar diferentes cosas para hacer, y así evitar pensar en lo sola que estaba.
Convenció a su padre para que le comprase un piano. Aprendió, fue a clases y tenía talento. Veía mucha televisión. Se concentró en dibujos animados, programaba la grabadora y así los veía cuando se aburría. Pusieron Internet en su casa. Hizo amigos virtuales, y ahora incluso podía seguir viendo sus series online.
Aprendió a dibujar por sí sola, a jugar al tenis, e incluso a hablar en japonés y en inglés. Poco a poco supo también como cocinar. Sus padres usualmente llegaban tarde del trabajo y ella cocinaba para los tres. De hecho, si se ponía a pensar, sólo los veía temprano por la mañana y por la noche.
Pese a lo sola que se sentía, sus "amigas" se pasmaron con lo rápido que Sakura se "recuperó" luego de la ida de Karin. Después de todo, ella se escudaba en una muralla de sonrisas. "¿Cómo es que estaba siempre tan alegre?" se preguntaban.
Su odio siguió creciendo. Cada tanto, la sorprendían en la escuela mirando al vacío. Pero nadie sospechaba lo que ella sentía, porque seguía siendo igual de simpática y siempre sonreía.
Pero ella lo sabía: No le importaba a nadie. No era perfecta, claro, pero consideraba que era insoportable. Y aunque las personas creyesen que ella era agradable, ella no; y por eso no tenía ningún amigo cercano.
Sin embargo, había una razón aún más importante: Sakura tenía miedo. Mucho miedo de que la vuelvan a lastimar. Por eso su corazón estaba rodeado por un muro invisible: por dentro, el dolor y el odio; y por fuera, la felicidad fingida. Un muro que nadie podía traspasar jamás.
Había perdido sus esperanzas. ¿Esperanzas de qué? No lo sabía, de cualquier forma, la había perdido.
A sus quince años, todas las noches lloraba por su eterna soledad y prometía no volver hacerlo. Pero a la siguiente noche, volvía a llorar. Ella de verdad quería salir de ese infierno oscuro. Pero siempre volvía a caer. Porque era débil, en el fondo siempre fue muy blanda.
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