Esta es mi primer fanfic, por eso he preferido utilizar la trama de Orgullo y Prejuicio para ir un poco más sobre seguro. No sé cuánto durará, pero espero llegar hasta el final y posiblemente, continuar más allá de la novela.

Disclaimer: No poseo los personajes de Crepúsculo, sino que son obra de la excepcional Stephenie Meyer, así como la trama de Orgullo y Prejuicio, de la gran Jane Austen.

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BPOV

Podía ver mi casa a lo lejos, desdibujada por la niebla, mientras caminaba de vuelta de mi paseo matutino. Podía sentir la hierba helada, todavía perlada de rocío, besando la piel de mis pantorrillas allí donde terminaba el botín, haciendo que me cobijara aún más en mi gruesa capa de paño. No solía cuidar mi aspecto tan al detalle como el resto de mis hermanas, prefería la comodidad de un buen abrigo de lana tupida a la delicadeza de las sedas con que se envolvían en cuanto tenían ocasión. Lo cierto es que los vestidos de muselina no eran en absoluto prácticos para mi afición a las largas caminatas, y sólo me embutía en ellos cuando me veía obligada a ir a algún baile en las cercanías y mis hermanas se dedicaban a manosearme como una muñeca de trapo en las horas previas a la cita.

Pero aquella mañana en la que el sol apenas atravesaba la atmósfera, pude oír el revuelo dentro de la casa aun antes de poner el pie en el primer escalón del porche. Era casi imposible no escuchar la aguda voz de Renee, mi madre, ni el coro que formaban mis hermanas pequeñas a su alrededor. Las palabras me llegaron con mayor nitidez cuando entré en la sala donde revoloteaban alrededor de mi padre como poseídas por algún demonio.

- ¡Charles! ¡Charles! ¡Tienes que ir a visitarlos! - repetía mi madre como una carraca.

- ¿Visitar a quién? - pregunté a Rosalie, la mayor de todas nosotras, y la más tranquila y reposada.

- Según parece, la mansión de Netherfield ha sido alquilada por un joven, el señor McCarthy.

- Mi querida señora Swan - interrumpió mi padre los agudos gritos de las féminas de la casa -, ya he ido a visitarlos esta misma mañana, y he de decir que es un joven de lo más agradable, y si desea casarse con alguna de vosotras, tendré que darle mi consentimiento.

Aquellas palabras desataron con mayor volumen si fuera posible la emoción y las voces de mi madre y de mis dos hermanas menores, Lauren y Jessica, que parecían no tener vergüenza alguna desde que entraron en la pubertad. Menos mal que padre había ido a hablar con el tal señor McCarthy, o ellas mismas habrían tenido la impostura de dejarse caer por la finca.

Afortunadamente para ellas, y desgraciadamente para mí, aquella misma noche se celebraba un baile en casa de mi mejor amiga, Angela Weber, al que, como siempre, estábamos todas invitadas. Una vez pasó la emoción por el nuevo vecino, las atenciones de todas mis hermanas recayeron sobre mí, envolviéndome en un torbellino de muselinas, gasas, tenacillas para rizarme el pelo y diminutas flores con que adornarlo. Unas cuantas horas después, las hijas Swan estábamos alineadas en el recibidor de nuestra casa, preparadas para que Renee revisara nuestros atuendos, bajara los escotes demasiado recatados y pellizcara mejillas poco sonrojadas.

Weber State lucía esplendoroso aquella noche, tras el breve trayecto en coche de caballos, y la gente arreciaba a la entrada de la casa, engalanada con sus mejores prendas. Angela me esperaba a la entrada del salón de baile, y nos abrazamos sonriendo.

- ¡Estás preciosa, Bella! - exclamó tomándome de las manos y mirándome de arriba abajo.

- No digas tonterías, Angela, mis hermanas me utilizan como si fuera una muñeca y tú te mueres por hacer lo mismo cuando la reunión es en tu casa y no puedes escaparte a la mía - contesté entre sus carcajadas más sinceras -. ¿Alguien interesante?

- Nadie que no conozcas, de momento. Creo que mi padre ha invitado a los nuevos inquilinos de Netherfield. ¿Has oído la noticia?

- Sí, mi madre es como el pregonero de la villa, es imposible no enterarse de todos los detalles más... "suculentos", al menos para ella. Ya quiere casar a Rosalie con él, a pesar de que ni siquiera lo hemos visto todavía. Y lo peor es que mi padre ha dicho que dará su aprobación... ¿Te lo imaginas?

- Bueno, mientras sea Rosalie y no otra el objeto de sus afectos... - bromeó dándome un codazo juguetón mientras yo sentía la sangre arrebolarse en mis mejillas.

- Vamos a por un poco de ponche...

Y mientras atravesábamos el gentío camino de una de las mesas que estaban dispuestas contra la pared, para surtir a los invitados de bebida y aperitivos, la orquesta dejó de sonar y el tumulto se separó como las aguas del Mar Rojo, descubriendo a las tres personas que acababan de entrar por la puerta.

EPOV

Me parecía ridículo acudir a un baile el mismo día que habíamos terminado de instalarnos en Netherfield, pero Emmet insistió en que rechazar la primera invitación que se nos hacía era de mala educación y pecaba de orgullo. No pude resistirme a su honesto razonamiento ni a su sempiterna sonrisa. Su hermana tampoco parecía demasiado entusiasmada con la situación, aunque tenía la sospecha de que las opiniones de Tanya no eran más que un reflejo de las mías en muchas, demasiadas, ocasiones.

La mansión Weber no estaba lejos, pero el paseo no fue agradable. Llegamos lo bastante tarde como para que todos los invitados ya se encontraran en el interior, y no lo suficiente como para poder evitar una estancia prolongada en la fiesta. Aquel gentío me desagradaba sobremanera, el salón estaba atestado de gente, y cuando entramos, la orquesta tuvo la poca elegancia de dejar de tocar mientras los allí reunidos se separaban a ambos lados para dejarnos un pasillo por el que atravesar la sala. Ridículo.

Aquellos veinte pasos se me hicieron eternos, sabiéndome observado por aquel tumulto que nos reverenciaba conforme caminábamos como si se tratara de Su Santidad escoltado por su sé no parecía más conforme que yo con aquel despliegue de respeto rural, y hacía tamborilear sus dedos contra la pernera de su pantalón, incómodo. Sólo Tanya tenía la suficiente soberbia como para sentirse adulada por la situación, y se deslizaba sobre las puntas de sus pies con gracia.

Cuando conseguimos cruzar sanos y salvos, la gente retomó lo que estaba haciendo antes de nuestra llegada.

- Esto ha sido de lo más inapropiado, Emmett, ni siquiera...

Apenas pude terminar de exponer mis quejas cuando lo que parecía una familia al completo, se aproximó a nosotros. A la cabeza pude reconocer al Señor Swan, que había acudido a primera hora de la mañana a nuestra residencia para presentar sus respetos como el vecino más cercano a la finca. El resto de las mujeres que lo seguían, supuse, serían su mujer y sus hijas. Pobre hombre, no parecía tener un heredero varón que pudiera quedarse con las posesiones familiares a su muerte. Y vivir en una casa tan poblada y rodeada de muchachas insustanciales sería todo un castigo.

- Señor McCarthy, señor Cullen, señorita McCarthy, permítanme presentarles a mi esposa, la señora Swan, y a mis hijas: la señorita Swan, Isabella, Lauren y mi hija menor, Jessica.

BPOV

Mi madre prácticamente nos arrastró en el mismo instante en que el corro se cerró para presentarnos a aquel curioso trío. Sin duda, la que peor posición tenía era Rosalie como primogénita, y su belleza rubia, de profundos ojos azul cielo, atraía todas las miradas masculinas de su entorno. Mi cabello castaño y mi complexión poco llamativa solía pasar desapercibida, exactamente lo que buscaba allá donde iba. Por ello, montar esta pequeña emboscada a los recién llegados me parecía de un gusto pésimo y una situación bastante incómoda además.

Sin embargo, el señor McCarthy pareció tomarse con buen talante nuestro asalto, y dedicó una cálida sonrisa a Rosalie. Algo en su rostro invitaba a la amabilidad y no parecía esconder tras sus gestos doblez alguno. Con cierta timidez, se acercó a ella y le ofreció su brazo para bailar. Su respuesta fue inmediata, y juntos abandonaron el grupo para integrarse con los demás bailarines.

Mis padres y mis hermanas nos abandonaron, y me vi repentinamente a solas con aquel señor Cullen de planta tan aristocrática. Serio, con el ceño levemente fruncido, observaba a los invitados sumido en sus pensamientos. La incomodidad fue haciendo presa en mí, y balanceándome sobre mis pies, me aclaré la garganta antes de hablar.

- ¿Baila usted, señor Cullen?

- No si puedo evitarlo - fue su más que seca contestación. Por muy poco cortés que resultara, no pude evitar la carcajada que subía por mi garganta y amenazaba con estrellarse en la cara de aquel joven estirado, así que tras una rápida reverencia, desaparecí de su vista riéndome con ganas en cuanto supe que no me veía.

Angela se encontró conmigo, y se unió a mis carcajadas de buena gana en cuanto le resumí la situación. Juntas buscamos un lugar apartado donde alejarnos de incómodos pretendientes, y disfrutar del baile en un segundo plano. Estábamos hablando sobre lo espantosa que era la última novela que Angela estaba leyendo, cuando distinguimos a Cullen y al señor McCarthy a escasos metros de nosotras, ajenos a nuestra presencia.

- Caramba, Edward, Rosalie es... increíble. Me lo estoy pasando estupendamente bien bailando con ella... ¿Por qué no has sacado a Isabella? Parece una joven agradable e inteligente...

- Es posible que lo sea, pero no lo suficientemente atractiva como para decidirme a arriesgar.

Pude sentir el aguijonazo de las lágrimas detrás de mis pupilas, y el rubor cubriendo mi rostro mientras la mano de Angela se posaba, preocupada, sobre el dorso de la mía.

- Eso que te ahorras. Imagínate lo molesto que tiene que ser tenerlo como pretendiente... ¡Peor que bailar con la pared! - rió animadamente.

- Sí, es cierto... - y sin poder evitarlo, me contagió su sonrisa.

- ¡Isabella! ¡Es hora de irse! ¿Isabella?

La voz de mi madre nos sacó de nuestro escondite y nos despedimos con la promesa de volver a vernos a lo largo de esa semana. Por lo que mi madre me había dicho, tenía intención de acudir a visitar a nuestros nuevos vecinos con Jessica y Lauren al día siguiente, y yo necesitaría del consuelo de Angela para no sentir vergüenza por lo habitualmente poco apropiado del comportamiento de mi madre.

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Espero que os haya gustado. Sé que Edward parece un poco estirado y orgulloso, pero así era nuestro querido señor Darcy. Os agradezco todas y cada una de las reviews que tengáis a bien dejarme, y sugerencias y comentarios.