Disclaimer: No me pertenece ninguno de los personajes de Naruto.

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¡Hola a todos! ¿Cómo están? Espero que bien. Acá yo de regreso con una nueva historia que realmente espero les guste. Como siempre, para los que no saben y para los que saben nunca está de mas recordar, que YO ACTUALIZO TODAS LAS NOCHES, por lo que en 23 noches van a estar leyendo el final. Indiscutiblemente, es una promesa que me hago a mi misma y no pienso faltar a mi palabra. Así que dicho esto les agradezco desde ya por tomarse la molestia de leer. Espero que les guste ¡Nos vemos y besitos!


Últimos suspiros

I

"Últimos suspiros"

Jadeó agitada, el aire en aquel lugar era tan denso y húmedo que se sentía sofocar. Asfixiar. En la espesa neblina que ahora la envolvía. Que se arremolinaba a su alrededor.

Miró a todos lados, empuñando el kunai con firmeza. Todo a su alrededor se veía en sombras de intensos grises. Como un manto impenetrable que la alejaba del mundo.

Ya no veía el cielo, aquel vasto firmamento azul que hipnotizaba y solía alzarse por encima de ellos había desaparecido. Ya no veía el sol, sus dorados rayos cálidos no parecían poder llegar hasta allí. En aquel lugar todo era frío y desolación. Por momentos se sentía perder ella misma, como si fuera un fantasma. Así como tampoco veía a Anko, Naruto y Kiba. Sus compañeros en aquella misión. Se preguntaba que habría sido de ellos ¿Dónde estarían? Y si estarían bien.

Volvió a examinar sus alrededores, sin embargo no pudo vislumbrar nada. Ni siquiera una sombría figura que pudiera indicarle la presencia de alguien más. Estaba sola. Sola en aquel frío lugar, sola en aquella niebla.

Entonces oyó un ruido, un crujir no muy lejos de donde se encontraba. Como pasos, cada vez se acercaban más. Cada vez más próximos. Aprisionó aún con más fuerzas el kunai entre sus dedos, sin embargo toda firmeza había desaparecido. Las manos le temblaban, al igual que las piernas.

—¿Anko? —llamó, más no recibió respuesta. Sin embargo los crujidos se oían cada vez más y más cerca—. ¿Naruto? —solo recibió silencio. Sepulcral y fantasmagórico. Se sentía observada, acechada—. ¿Kiba? ¿Akamaru? —nada.

Respiró profundamente, intentando serenarse y detener los escalofríos que se apoderaban de su cuerpo a cada segundo. Escalofríos que nada tenían que ver con el frío del lugar. Más con el miedo.

—¿Quién está allí? —chilló, intentando esconder la angustia en su voz. Sin éxito, aquella situación era simplemente desesperante. Necesitaba de alguien, rogaba porque de un momento a otro apareciera alguno de sus compañeros a ayudarla. Sin embargo aquello no pasó.

Hubo un soplo de aire y de pronto sintió un golpe seguido de un dolor agudo en el hombro. Jadeó, alguien acababa de cortarla. Sin embargo no tuvo tiempo de reponerse antes de volver a sentir aquel dolor punzante en uno de los brazos.

Sus inmensas orbes azules se abarrotaron de lágrimas. Aún el cuerpo le temblaba y en la mano aferraba el kunai. Con todas sus fuerzas, esperando el próximo ataque. El cual llegó de improvisto desde atrás. Provocándole una incisión en la espalda, más en concreto en el omóplato derecho.

—¡Ahhhgg! —exclamó, llevando su mano libre a la herida. Comprobando que sangraba, al igual que en el brazo y el hombro.

Intentó concentrarse, ubicar el atacante entre aquella tupida niebla. Sin embargo el shinobi era ágil, escurridizo. Y parecía conocer el terreno a la perfección. Pudiéndose manejar entre la neblina sin problemas, actuando como una sombra o un fantasma.

—¡Ah! —sintió una vez más aquel dolor, acababa de cortarle en la rodilla. Y su estabilidad empezaba a flaquear.

Inhaló profundamente y cerró los ojos, enfocándose únicamente en los sonidos a su alrededor. Sirviéndose solo del oído para guiarse. De todas formas estaba ciega en aquel lugar. Perdida. Un leve crujido, a sus espaldas. Uno más fuerte a su izquierda ¡La atacaría por la derecha! Entonces rápidamente se giró y evitó el impacto con su kunai, oyendo solo el replique de los metales al chocar. Apenas si pudo ver sus ojos, de un color gris oscuro. Más oscuros que las misma niebla que los rodeaba.

Y en ese momento no supo porque pero sintió un escalofrío descenderle por la espalda.

Así, una vez más dejó caer sus párpados y se dejó guiar por las ondas sonoras de su alrededor. Otra vez lo sintió moverse, con agilidad por detrás de ella. Esta vez lo interceptaría a tiempo, y lo mataría.

Su corazón latía con violencia contra su pecho, su respiración se hacía más agitada con cada movimiento. Lo podía oír escabullirse en la oscuridad, sabía que pronto atacaría pues podía escucharlo acercarse. Con lentitud al principio. Sin embargo pronto el lapso de tiempo entre sonido y sonido disminuyó indicándole a Ino que el shinobi había aumentado la velocidad. Se volteó y empuñando el kunai lo atravesó. Provocando que el sujeto muriera al instante. Y haciendo que la joven cayera de rodillas contra la hierba. Sujetándose con fuerza el pecho.

Había sentido el frío metal atravesarle la carne, todo el camino hasta el corazón. Miró hacia abajo, con la mirada enturbiada por las lágrimas que ahora se abarrotaban por salir. Con los ojos vidriosos. Allí estaba, el kunai permanecía enterrado en ella. De la empuñadura del pequeño cuchillo goteaban ínfimas motas carmesí. Una tras otra, caían hasta morir contra la esmeraldina hierba. Manchándola de un intenso rojo.

Jadeó, como intentando atrapar en cada bocanada algo de oxigeno. Que de pronto parecía escasear. El dolor punzante y agudo se esparcía más y más con cada inhalación.

Cayó finalmente de espaldas, su larga cabellera dorada esparcida contra el césped. Sentía el corazón golpear impetuosamente contra su cuerpo mientras percibía su respiración cada vez más superficial y agitada. Un extraño frío la invadió, uno que nada tenía que ver con el clima.

En ese instante lo supo, que estaba muriendo. Que su vida estaba expirando en cada suspiro, evaporándose en cada jadeo. Fluyendo en cada gota de sangre. Hacia el exterior de su cuerpo.

Quiso gritar, más su voz la había abandonado. Al igual que lo estaba haciendo su existencia. Pronto desaparecería, y no quedaría de ella más que su cuerpo inmóvil. Perecedero.

Jadeó una vez más, intentando respirar pero podía percibir que cada vez se le hacía más dificultoso.

Llevó lentamente sus manos al pecho, sintiendo el cálido líquido escarlata escapar por el vacío de su corazón. Dejando escapar un leve gemido, a pesar del inmenso dolor que sentía. Y que repercutía en todo su cuerpo. Entonces una fría lágrima escapó, finalmente, de sus ojos azules y lentamente cayó por su pálida mejilla. Su vista empezaba a enturbiarse, a oscurecerse. Mientras contemplaba con dificultad hacia arriba, pudo vislumbrar por apenas una décima de segundos, una solitaria nube blanca.

Shikamaru… fue todo lo que vino a su mente. Cientos de momentos junto a él pasaron por delante de sus ojos. Momentos en la academia, de niña había sido tan tonta y el Nara no le había parecido más que un fastidio. Entrenamientos, la primera vez que se habían reunido como equipo. Aquella vez Ino había actuado de forma egoísta, aún lo recordaba y se arrepentía. Misiones, infinidades de ellas juntos. La invadió inmediatamente la soledad, y cayó en la cuenta de que moriría allí. En ese instante, sola y lejos de su hogar. Lejos de las personas que había amado a lo largo de su vida. Moriría con tan solo 18 años.

Y todo lo que podía pensar era en cuanto lo había maltratado a lo largo de los años. Cuando él siempre había estado allí para ella, cuidándola. A su manera. Ella siempre le había gritado y ordenado que hacer, cuando Ino era plenamente conciente que de ellos tres. Del antiguo equipo 10. Shikamaru era el más inteligente, más apto, más capacitado y quizá mejor shinobi de todos.

Se preguntaba si la extrañaría, si lloraría por ella. Si lo haría Chouji, si lo harían sus padres. Seguramente.

También Sakura acudió a su mente en aquellos últimos instantes. Recordó todos aquellos momentos juntas, cuando eran niñas. Escenas de ambas jugando felizmente. Aquel día en que la pelirrosa había confesado su amor hacia Sasuke. El trágico día en que decidió terminar su amistad con ella. La partida del Uchiha, la cual destruyó el corazón de Sakura. La muerte de Asuma.

Asuma… su sensei. ¡Dios! Cómo lo había extrañado. Aún lo hacía, sin embargo le reconfortaba la idea de volver a verlo. A donde fuera, estaba segura de que él estaría allí. Quizá fumando un cigarrillo, y ante la absurda idea no pudo evitar sonreír. Aunque sus labios permanecieron completamente rígidos. Lo que temía estaba sucediendo, su cuerpo prácticamente ya no respondía.

De repente el frío había desaparecido, ya no sentía dolor. Sus párpados se cerraban pesadamente. Todo parecía darle vueltas, mientras la oscuridad se cernía a su alrededor. De forma aterradora.

Su corazón comenzaba a ceder, los latidos se hacían cada vez más y más forzados. Lentos. Así como su respiración, el aire parecía colarse por el vacío en su pecho.

Quiso llorar, quiso gritar. No quería que todo terminara de aquella forma, no allí. No quería morir sola, no quería hacerlo lejos de su hogar.

Deseó más que nada que él estuviera allí, no supo porque, la simple idea de tenerlo junto a ella la tranquilizaba. A pesar de saber que estaba desapareciendo lentamente. Todo lo que había hecho pronto se volverían meros recuerdos.

Imaginó sus intensos ojos café, su mirada aburrida y desinteresada. Su apática actitud ante todo. Recordó como se veía su cabello azabache, tan similar a la oscuridad en la que ahora se encontraba. Recordó feliz, la última vez que lo había visto. Él y Chouji habían ido a despedirla, como era su costumbre. Siempre que tenían misiones separadas, aquella era su tradición desde que Asuma había muerto.

—¡Vinieron! —exclamó feliz la rubia—. ¡Se tardaron! ¡¿No creen?!

—Por supuesto que vinimos, Ino —exclamó feliz el Akimichi. El Nara bufó fastidiado.

—Mira que eres problemática mujer, encima que venimos a despedirte ¡Te quejas! —Ino frunció el seño.

—Por supuesto, cinco minutos más y me habría ido. Me imagino que fue culpa tuya que llegaron tarde —Chouji rió—. Eres tan perezoso ¡A veces me desesperas!

—Si tanto te molesta, la próxima vez no venimos y listo —replicó él, con su habitual expresión de aburrimiento.

—¡Me molesta que lleguen tarde! —bramó—. Mira si yo me iba y ustedes no llegaban, y luego no vuelvo de la misión —él arqueó una ceja— ¡Cargaría en tu conciencia Nara! Y me aseguraría de hacerte la vida imposible como fantasma. Te fastidiaría hasta el cansancio —el chico sonrió.

—No necesitas ser fantasma para hacer eso, Ino. Ya lo haces bastante bien —en respuesta ella lo golpeó—. ¡Ouch!

—Te lo mereces, por pasarte de listo conmigo.

—Como sea… Mira que eres problemática.

La joven rubia sonrió, abrazó a sus dos amigos y se marchó. Junto a Anko, Naruto y Kiba en la que sería su próxima misión.

Sonriendo todo el camino, sin voltearse a mirar.

Adiós…

Y finalmente sucedió, el corazón de Ino se detuvo de repente en un último latido. En un último suspiro. Su vida se había extinguido en cuestión de segundos. Que frágil era la vida humana.