HEROE
La tarde se les fue en un suspiro. Kagome empleó apenas dos minutos en quitarse la ropa mojada y, para cuando terminó, el Traje de Rata de Fuego de Inuyasha se había secado por completo. Luego, sentados en el bode de la cama de ella, hablaron durante horas.
La joven bombardeó al hanyou a preguntas sobre el tiempo que habían pasado separados. Él, no queriendo preocuparla demasiado, suavizó su historia todo lo que pudo. Le contó acerca de la oscuridad que lo había envuelto durante esos cuatro años, y de cómo su recuerdo había sido lo único que impidió que perdiera la cabeza. Después le explicó cómo estaban sus compañeros en el Sengoku, le habló sobre la pequeña Kagome y de cuánto la echaban de menos en el pasado. Claro que omitió decirle que en un primer momento, no había sido capaz de recordarla. Eso no tenía por qué saberlo.
La muchacha acarició suavemente los labios del hombre, todavía sin creerse que fuera real. Pero lo era, y estaba allí, con ella. Y, si lo que decía era cierto, se quedaría a su lado, quizás para siempre.
- Tu turno. – dijo él al terminar su historia.
- No hay mucho que contar… - murmuró ella, desviando la mirada – Los años se me fueron yendo a la escuela, no hay nada interesante, la verdad.
- Mentirosa – la acusó él.
Ella lo miró nuevamente. El hanyou la contemplaba con las cejas arqueadas, dejándole más que claro que no se había creído ni una sola palabra. Pero ¿qué podía hacer? No quería contarle todo el sufrimiento, la soledad, la tristeza que había tenido como compañía durante ese tiempo. ¿No era mejor dejar las cosas así? Esbozó una sonrisa triste.
Quiero ser tu héroe…
- Allí donde estaba, en el infierno – empezó él – creí sentirte… Pero no estabas bien, estabas sufriendo. Sentía tu dolor como si fuera mío, y eso me hacía hervir la sangre. Porque no podía estar contigo.
- Ahora estás aquí – susurró ella, acercándose un poco más.
- Y tú no quieres hablar de ello ¿verdad? – él pasó un brazo por encima de los delgados hombros femeninos. Ella negó con la cabeza.
- Forma parte del pasado.
- Algún día me lo contarás.
- Puede – ella se acurrucó un poco más contra el pecho masculino – Pero será dentro de muchos, muchos años.
- Estaré ahí para recordártelo.
- ¿Estás seguro? – rió la muchacha.
- ¿Acaso lo dudas? – los ojos dorados del hanyou se clavaron en los labios femeninos. – No pienso separarme de ti.
- ¿Qué quieres decir con eso? – Kagome tragó saliva, no sabiendo si había entendido bien.
- ¿No lo sabes?
El hanyou deslizó con suavidad una garra por el muslo de la joven, despacio, sabiendo que tenía todo el tiempo del mundo para amarla. Mientras se miraban directamente a los ojos, pudo sentir contra su mano como se erizaba delicadamente la suave piel de Kagome. Las mejillas de ella se ruborizaron, dándole un aspecto más deseable si cabe.
Si una vez
Yo pudiera llegar
A erizar
De frío tu piel
A quemar
Que se yo, tu boca
Y morirme allí después
Sus labios se rozaron con infinita ternura, saboreando el momento de intimidad, ajenos a todo lo que ocurría a su alrededor. Kagome se movió ligeramente para tener un mejor acceso a la boca del hanyou, quien respondió acariciando la espalda de la joven y apretando más el abrazo contra su cuerpo.
Volvieron a besarse, aumentando ligeramente la intensidad, probándose, saboreándose el uno al otro. Ambos eran nuevos en eso. Nunca habían experimentado ese tipo de intimidad física, y la sensación los abrumaba ligeramente. Pero tenían tiempo para equivocarse, para aprender. Atrás quedaban esos años de duras batallas, de peligro constante, esa larga separación forzosa. Solo importaba el presente. Que más daba lo que ocurriría al día siguiente. En ese momento, solo les importaban ellos mismos.
Kagome separó sus labios, otorgándole un acceso completo a la lengua de Inuyasha. Él gimió suavemente al sentir el sabor de la joven. Era mejor de lo que nunca había imaginado, suave y dulce, único, especial. Sus dientes chocaron con suavidad, mandándoles descargas a través de su espina dorsal. Inuyasha paseó la punta de sus garras por los brazos de Kagome, quien dejó escapar un suspiro.
Inuyasha se dejó llevar por sus instintos y ahondó aún más el beso, encantado al comprobar que Kagome respondía a la perfección. Sus lenguas se enlazaron en una dulce batalla, luchado por ganar terreno en la boca del otro, acariciándose mutuamente, jugando, bailando juntas.
Fue al sentir un pequeño mordisco en el labio inferior cuando el hanyou se apartó bruscamente.
- ¿Te he hecho daño? – preguntó la joven, alarmada.
- No – jadeó él, mirándola con las pupilas extrañamente dilatadas. – Pero no podemos seguir.
- ¿No? – se avergonzó de si misma por sonar tan desesperada. - ¿Por qué?
- Porque no estamos casados.
Y si entonces
Temblaras por mí
Y lloraras
Al verme sufrir
Ay sin dudar
Tu vida entera dar
Como yo la doy por ti
- ¿Casados? – Repitió ella, como si fuera la primera vez que escuchaba esa palabra. – ¿Casados?
- Tenemos que unirnos primero. No hay otra forma de hacerlo – se apartó un poco, turbado por el aroma a excitación que emanaba de la sorprendida muchacha.
- ¿No hay otra forma? – Se sentía estúpida, repitiendo sin cesar todo lo que él decía, pero su boca tenía vida propia y su cerebro no conseguía hilar un solo pensamiento coherente.
- Sería peligroso si no nos unimos antes – explicó él.
- Con "unirnos" quieres decir… ¿casarnos? Creo que no te sigo, Inuyasha.
Él sonrió. Claro que no lo entendía, después de todo, solo era una humana. No tenía por que saber nada acerca de los rituales de apareamiento youkai, ni de los riesgos que entrañaban. Lo más sensato era explicárselo todo, y dejarla escoger.
- El acoplamiento de un youkai, o de un hanyou, puede ser algo… Violento. – ella asintió, sin retirar la mirada – Y cuando la hembra es una humana, podría resultar peligroso para ella.
- No tengo miedo. – trató de acercarse nuevamente a los labios masculinos pero él la sostuvo por los brazos.
- Tu cuerpo no lo soportaría. Podría matarte.
- No lo harás.
- No es algo que pueda controlarse.
Ella lo miró, abatida. Ambos habían sufrido tanto para llegara ese punto… Y el simple hecho de que ella fuera humana podía destruir todos sus sueños y esperanzas. Sintió un nudo en la garganta, fruto de la infinita frustración que la embargaba.
- ¿Entonces? – se animó a preguntar.
- Tenemos que unirnos. Es decir, casarnos.
- ¿Te refieres a una boda con flores, sacerdote y banquete nupcial? – él la miró, sin comprender una sola palabra de lo que había dicho.
- No sé de que me hablas. Me refiero a una ceremonia de unión youkai.
- Ahora soy yo la que no entiende.
- Si nos unimos en una ceremonia youkai, tu cuerpo asimilará parte de mí y serás más resistente. Ya no sería peligroso para ti.
Kagome no necesitó más que unos pocos segundos para tomar una decisión. Sus revolucionadas hormonas le exigían que apagara ese fuego que el hanyou había encendido en su bajo vientre con solo besarla. Y ella estaba más que dispuesta a obedecer.
- ¿Qué tengo que hacer?
- No era eso lo que tenías que preguntar – Él se asombró de la resolución de Kagome. Pero no podían unirse porque sí. Al menos, no hasta que ella comprendiera la magnitud de lo que estaba a punto de hacer. -¿No quieres saber que implicaría nuestra unión?
Si pudiera ser tu héroe
Si pudiera ser tu dios
Que salvarte a ti mil veces
Puede ser mi salvación
- ¿Qué implicaría?
- Una unión youkai es para siempre. Tú serás mía y yo seré tuyo, hasta el fin de nuestros días. La unión implica exclusividad, por lo que solamente podremos copular el uno con el otro. – ignoró como Kagome levantó las cejas ante la palabra "copular" – En resumen, estaremos vinculados, compartiremos parte de nuestra sangre, y será de forma irreversible. Por eso debes pensarlo detenidamente, Kagome.
- Entonces… - ella le retiró el flequillo de la cara, en un gesto delicado – Quieres decir que si nos unimos estaremos siempre juntos y nunca me serás infiel ¿Es eso?
- Algo así. – que forma tan simple de resumir siglos de tradiciones youkai.
- ¿Y eso es lo que quieres?
- Quiero que seas mía – susurró él con voz ronca.
- En ese caso… ¿Qué tengo que hacer?
Si supieras
La locura que llevo
Que me hiere
Y me mata por dentro
Y que más da
Mira que al final
Lo que importa es que te quiero
- ¿Estás segura? – preguntó él, con los músculos en tensión.
- Completamente.
Se fundieron en un beso hambriento, que dejó a Kagome sin respiración, literalmente. Inuyasha se apartó cuando la escuchó jadear, en busca de oxígeno.
- Te dije que no lo soportarías.
- Muy gracioso. – él le apartó el pelo de la cara.
- ¿Cuándo quieres que lo hagamos? – Ella se estremeció involuntariamente.
- ¿Ahora? Es decir… ¿Puede hacerse? – Inuyasha asintió - ¿No necesitamos un testigo, un sacerdote… algo?
- Solo a nosotros dos. ¿Es lo que quieres?
- Quiero estar contigo.
Inuyasha tuvo que reprimir la ansiedad que sentía por estrechar ese pequeño cuerpo humano contra su cuerpo. Sabía que un exceso de ímpetu por su parte bien podría costarle algún hueso roto a la humana. Tranquilízate, se dijo a sí mismo. Después de unirse con ella, la tendría para el resto de sus días y podría tomarla sin temor a triturarla entre sus garras.
Con infinito cuidado la hizo tumbarse sobre la cama, con los brazos y las piernas estiradas. Acarició su pelo, sus mejillas, su cuello, sumiéndola en un estado de relajación tal, que por un momento pensó que se había dormido.
- ¿Estás nerviosa?
- No ¿Debería?
- No lo sé – reconoció él – Es la primera vez que hago esto.
- Me alegro – rió ella, feliz como no lo había sido en años.
Inuyasha deslizó sus manos bajo el camisón de la muchacha para dejar al descubierto su abdomen y su ropa interior. Aunque ella no se movió, el hanyou pudo percibir perfectamente la tensión que comenzaba a hacer mella en Kagome. Acarició su vientre haciendo delicados arabescos con una de sus garras.
- Voy a morderte aquí. Dicen que duele, pero después el placer ocultará cualquier otra sensación. Nuestra sangre se mezclará, y pasaremos a ser uno. Es tu última oportunidad para echarte atrás.
- Hazlo. – ordenó ella.
Si pudiera ser tu héroe
Si pudiera ser tu dios
Que salvarte a ti mil veces
Puede ser mi salvación
Lo primero que sintió Kagome fue el tibio aliento de Inuyasha acariciándole el vientre. Sonrió cuando la lengua de él se movió sobre su piel, tratando de anestesiar la zona. Si eso era todo…
Entonces un grito luchó por salir desde lo más profundo de sí misma al sentir como los caninos de Inuyasha se clavaban profundamente, rompiendo su piel, probando su sangre y succionando con avidez. El dolor amenazaba con partir su cuerpo en dos. Ella se retorció sobre las sábanas, aferrándose con fuerza al deseo por no gritar. Aún así, un gruñido se escapó entre sus dientes apretados.
Y todo desapareció tan rápido como había llegado. Inuyasha ya no succionaba, pero seguía allí, con la cabeza hundida sobre su abdomen, haciendo Dios sabía que. Kagome empezó a sentir una especie de cosquilleo que empezaba en la boca del hanyou y la recorría hasta el último cabello de su cabeza. Retorció los dedos de los pies cuando una oleada de placer infinito la tomó desprevenida. Después de la primera llegó otra, y otra, y otra. El ronco gemido que lanzó fue del todo inevitable.
Finalmente, se quedó dormida.
Oh, déjame tocarte
Quiero acariciarte
Una vez más
Mira que al final
Lo que importa es que te quiero
Al despertar lo primero que vio fueron un par de ojos dorados que la miraban con infinita ternura. Sonrió perezosamente al recordar la deliciosa sensación que se había apoderado de ella durante el momento de su unión. Su mano viajó hasta el punto donde Inuyasha la había mordido, encontrando cuatro marcas perfectamente palpables. Se preguntó que aspecto tendrían.
- Me has marcado.
- Ahora eres mía – explicó él.
- ¿Y tú eres mío? – Él asintió - ¿Dónde está tu marca?
- En el mismo sitio que la tuya.
- Me gustaría verla.
- ¿Cómo te encuentras? – Preguntó Inuyasha, disimulando la risa e ignorando la proposición.
- No he estado mejor en mi vida – ella volvió a sonreír - ¿Podemos hacerlo otra vez?
Si pudiera ser tu héroe
Si pudiera ser tu dios
Que salvarte a ti mil veces
Puede ser mi salvación
El hanyou rompió en carcajadas. Nuevamente, ella lo sorprendía. Se acercó a su boca y se apoderó de ella, esta vez sin contemplaciones, sin reprimir un ápice el deseo que lo inflamaba. Kagome respondió de igual forma, igualando su pasión, aumentando su temperatura con cada beso.
Mientras el sol se ponía, dos personas encontraron su lugar a pesar de todas las adversidades.
Quiero ser tu héroe
Si pudiera ser tu dios
Porque salvarte a ti mil veces
Puede ser mi salvación
Puede ser mi salvación
Quiero ser tu héroe
FIN
Terminé!!!! No tenía ganas de hacer un lemon en este fic, creo que no le pega demasiado ¿no? He arreglado un poco las cosas y dejo el resto para la imaginación del lector. ¿Qué os ha parecido? Se aceptan todo tipo de críticas (dichas con respeto, por supuesto). Siento haber tardado con este capítulo pero en el trabajo no doy abasto y… que os voy a contar.
AGRADECIMIENTOS ESPECIALES A TODOS LOS QUE HAN DEJADO RW
Alice-Ryusaki, Angellasttrue, Asuka, Bastis, ChieAbi, CHOBITS080, Danikita-chan, Dika, dyelbi, elechan, Hidari Kiyota, Kamis_InuxKAg_4e, kariko-12, Karina Natsumi, Katys Camui, Kyome-chan, Lady Indomitus, Lolichan36, MikoAucarod, viduccA.
Y a todos/as los que hayan leído sin dejar mensaje y a los que vayan a dejármelo en el capítulo final.
Un millón de gracias!