Al principio, Severus quedó desorientado. Los exteriores silenciosos y lúgubres de Hogwarts habían sido reemplazados por algo totalmente distinto. Al fondo de la calle, dejando muy atrás el bar y las tiendas de Hogsmeade, se alzaban dos nuevos edificios. Del primero salía unas nubes blancas de humo y un ruido casi ensordecedor, (música para algunos). Justo encima de la puerta tenía un letrero muy vistoso con una imagen que iba cambiando en la que un chico y una chica bailaban con ropas de diferentes épocas. «¿Desde cuándo tenían discoteca? »

Sin darse cuenta se quedó mirando a un par de parejas que acaban de salir; Una de ellas eran dos hombres. El más bajó intentaba ayudar al otro a caminar por los excesos del alcohol aunque él tampoco iba muy recto. La otra pareja eran más jóvenes; un chico y una chica de no más de dieciocho años. Ambos se miraban como si no hubiera nadie más al rededor «¿Alguna vez fue él tan joven? ¿Alguna vez estuvo tan enamorado como ellos? » No supo si Williams sabía lo que pasaba por su mente en aquel momento, pero sintió como se acercaba más a él rozando su brazo con el cuerpo. Cuando sus miradas se cruzaron Williams le sonrió.

A unos metros de la discoteca, había una casa de dos pisos con un letrero luminoso escrito en italiano. Aquel lugar se parecía a las casas que había visto en fotos de la Toscana. En la fachada se veían varios balcones adornados con flores y enredaderas y en la parte de abajo unos grandes arcos daban entrada a un soportal. Desde donde estaban les llegó un olorcillo a orégano y otras especias.

—Tienes razón Severus, este sitio debe ser nuevo —habló Williams.

—Desde luego, no es un lugar que se pueda pasar por alto. Al menos he de reconocer que huele bien — Concedió el oscuro profesor.

El local parecía engañosamente pequeño desde fuera. En el interior había decenas de mesas redondas con manteles blancos y velas. Incluso habiendo tantas la forma en la que había sido colocadas y la luz lo hacía parecer íntimo y acogedor.

Nada más entrar, un hombre vestido con un traje elegante les atendió. Mirando en un gran libro encontró el nombre de Williams Weasley y los llevó personalmente hasta un reservado en la primera planta con una única mesa. Dentro de la habitación privada había unas puertas blancas de cristal que daban a una terraza desde la que se podía ver el jardín, incluso sin salir fuera. Las puertas estaban medio abiertas y el salón privado en el que se encontraban se llenaba del olor del jazmín y las rosas y de una brisa muy agradable.

—El señor John estará encantado de saber que al fin vino, señor Weasley —Le dijo el hombre con acento italiano mientras le retiraba la silla para que se sentaran. —Un camarero vendrá a atenderlos en un momento. Si necesitan cualquier cosa o encuentran algo que no sea de su agrado, no dude en decírnoslo.

Con una reverencia más propia de la corte que de un restaurante el hombre se despidió dejándoles a solas.

Snape se sentó de espaldas a la puerta. Desde allí podia ver si alguien entraba por el reflejo de las puertas de cristal. Severus se reprendió al pensando en los posibles lugares por los que podrían huir si los mortifagos intentaran atacarlos o cuáles serían los puntos por los que ellos podrían emboscarles. Y ahora, mientras miraba en aquellos ojos puros y marrones de Bill no pudo evitar que aquella frase apareciera en su cabeza una vez más. "Nunca podréis tener una vida normal"

Williams recogió las cartas con los menús y le tendió una a Severus.

—La última vez que fui a un restaurante italiano fue con mi familia para celebrar mi ingreso en Gringotts. ¿Has estado alguna vez en uno?—Le preguntó el pelirrojo.

Severus lo miró como si Williams pensara que jamás había salido de las mazmorras, pero se relajó antes de contestar con sinceridad—: No.

—Te gusta la pasta, ¿verdad?—Preguntó el pelirrojo. —Si no en la tercera hoja tienes ensaladas.

—Sé leer Bill. Si tengo alguna duda te preguntare.

—Perdona...—comenzó a hablar Williams hasta que Snape alzó una mano para que guardara silencio.

—Lo siento Bill. Sé que intentas que esté a gusto, pero ¿tienes que esforzarte tanto...? es que...

—Te molesta. —dijo Williams terminando la frase por él. No estaba incomodo, pero en su timbre de voz se le notaba triste.

—No, Bill, es que no estoy acostumbrado. No es necesario que te esfuerces tanto— Antes de que protestara prosiguió. —Si no estuviera a gusto contigo no habría venido hasta aquí. —Snape recogió la servilleta y la extendió sobre el regazo.

Bill resopló—: Cuando se trata de ti no creo que este esforzándome. Yo… solo quiero que…

Una libreta con una pluma dorada llegó flotando en el aire en una estela de luz.

—Buenas noches—Habló una voz aguda sin cuerpo. —Si me permiten les recomendaría la lasaña de atún y los espaguetis a la boloñesa.

— ¿Has decidido qué quieres, Severus? —El profesor de pociones se amonestó mentalmente cuando lo primero que le vino a la cabeza fue "A ti."—¿Necesitas más tiempo para mirar la carta, Severus? —habló el pelirrojo.

—Una ensalada de pasta será suficiente. Y una copa del vino de la casa.

—Perfecto señor —Replicó la voz. — Y usted caballero. — Preguntó a Williams, o al menos eso parecía porque la pluma y la hoja apuntaban hacia él.

—Una ensalada normal, por favor.

—¿Y de segundo?

Por un instante Williams pareció sopesar si pedía algo más, pero respondió que no en apenas un murmullo.

—¿Cómo ha dicho, señor?

—Solo la ensalada y agua por favor.

—¿Puede regresar en un par de minutos, por favor? —Le pidió Severus.

—Sí, señor. —Haciendo una ligera inclinación desapareció entre destellos.

—¿Estás seguro de que solo quieres esto Bill? Normalmente…

—Ya sé lo que vas a decir, como demasiado para cenar, pero a partir de ahora —Mientras Williams continuaba hablando Severus cruzó los brazos sobre el pecho y puso una expresión seria. — tengo que intentar cenar menos. Por las mañanas no me encuentro muy bien del estómago y seguramente será por la cena. Además, si quiero seguir entrado en estos pantalones tendré que empezar a hacer algo.

—Espero que esta costumbre de terminar mis frases sea solo algo pasajero, Williams.

—Lo siento.

—Y lo de interrumpirme cuando no he terminado de hablar —Williams iba a disculparse otra vez, pero la cara de Severus le contuvo. —Lo que iba a decir es que sé que te gusta la pasta y habiendo venido a un italiano me parece un desperdició que no aproveches la ocasión. Y sobre tus pantalones, yo creo, si es que mi opinión te sirve de algo, que estas muy bien así. Eres muy alto y es obvio que tiene un gran cuerpo, no veo el problema. Si quieres cuidarte por salud me parece bien, pero empieza por comprarte algo de ropa si estas incomodo y deja de mortificarte.

Williams se sonrojó aún más tratando de no mirarle. Pasó sus manos entre el cabello y dejó que cayeran sobre sus ojos.

—Te lo voy a decir una vez más, Williams. Eres perfecto y si no lo ves, no solo tienes un problema tú. ¿Me has visto bien? ¿O necesitas que te haga una lista de mis defectos?

Williams frunció el ceño—: Te dije la última vez que no quería volver a oírte hablar de ti de esa manera.

—Entonces pide lo que realmente te apetezca, Bill.

De nuevo aparecieron la pluma y el papel.

Bill soltó el aire rindiéndose antes de dirigirse al camarero—: La ensalada, pasta a la boloñesa y una jarra de agua, muchas gracias. —Severus alzó una ceja a modo de advertencia. —Y unos panecillos de Ajo, gracias.

—A ustedes señores. —pronunció la voz. Las cartas fueron retiradas de la mesa cuando la pluma terminó de escribir y se esfumó.

—¿Te gusta el sitio, Severus?

—Es más tranquilo de lo que pensaba.

—No sabía que tuvieran también reservados. ¿Quieres salir al balcón mientras nos traen la cena?

Bill no esperó a que Severus contestara. Caminó hacia él y le tendió la mano. Cuando Snape sujetó su mano la sintió tibia y fuerte. Algo le dijo que no debía dejar que lo sujetara así, pero quería saber que se sentía. Al salir a la terraza. Snape cruzó los brazos sobre sí mismo para protegerse de la brisa que llegaba hasta aquel piso. Las vistas eran preciosas con las luces de las casas. Williams lo abrazó por la espalda protegiéndole del aire frío.

—Podemos volver dentro si lo prefieres, Sev.

—No, estoy bien así —Respondió agarrándose a las manos que le rodeaban.

Bill se inclinó un poco más hasta apoyar la barbilla sobre el hombro del profesor.

Y detener el tiempo para siempre es lo que quiero. —Susurró el pelirrojo contra su oído. —Y perderme en la inmensidad de tu alma lo único que anhelo.

Y eso es todo cuanto pido en este último verso. —Severus notó la sonrisa de Bill contra su oído al terminar el verso. —Escena tres…

—…Acto segundo de "La profecía" ¿Lo conocías? —Preguntó Williams. Empezaba a pensar que era el único que me había leído ese libro en este siglo.

—Todo un clásico entre los jóvenes de mi época, Bill.

—Intemporal. ¿Vamos dentro? Hace más frio de lo que creía.

Severus asintió.

Cuando volvieron a entrar encontraron una cesta de mimbre llena de panecillos de ajo. Bill retiró la silla para que Severus se sentara y al hacerlo, no pasó desapercibida aquella mirada llenar de ardiente deseo que le lanzó su ex alumno.

—Si te parece que el olor es delicioso espera a probarlos —habló el pelirrojo antes de sentarse al otro lado de la mesa.

Un hombre de cabellos rubios apareció en el umbral. Su cabeza casi llegaba al marco de la puerta. Su piel bronceada hacia resaltar aún más unos ojos claros de color azul. Severus fue el primero en darse cuando de su presencia al verlo reflejado contra el cristal de la puerta de la terraza, lo que más le llamó la atención fue que se ayudara a caminar con un bastón a pesar de lo joven que parecía. El hombre se acercaba directamente hacia ellos.

—Por fin te has decidido a aparecer, Pecoso—El tono de voz era profundo y con un marcado acento italiano.

Williams se levantó al instante y lo abrazó con fuerza. Por un momento Snape incluso creyó que Williams lo alzaría en brazos como en una absurda película maggel. (No le cabía duda de que Williams podría con él.)

— ¿Y qué hay de ti? Te dije muchas veces que vinieras a verme Aurelio. Severus se puso en pie. Cuando Bill se separó del recién llegado. Williams le pareció nervioso.

—Deja que te presente a mí...—Comenzó Williams, pero el rubio se adelantó.

—Sebastian vino hace unos días y me dijo que estabas muy ocupado con un nuevo amigo.

Snape Carraspeó a sus espaldas—: Soy Severus Snape, su compañero de trabajo en Hogwarts. — Se presentó.

Aurelio se volvió para mirar a Snape y se quedó callado con la mano levantada a medio camino de estrechar la de Severus—: ¿E…Eric? —Logró balbucear Aurelio.

—¿Cómo dice? —Preguntó Severus extrañado. ¿De qué le sonaba ese nombre? ¿No era ese el nombre del que habló Ron en la enfermería? ¿El del amigo de Bill que murió? ¿Él que se parecía a él?

Williams sujetó del brazo de su viejo amigo, como si no quisiera que continuara diciendo nada más.

—Lo siento… es que…—Aurelio estrechó la mano de Snape con fuerza, pero no porque pretendiera hacerle daño. —Se parece muchísimo a mi difunto hermano. Soy Aurelio John. Puedes llamarme por mi primer nombre como el pecoso. Encantado de conocerte.

—Igualmente —dijo Severus.

A pesar del afable saludo la tensión era palpable.

—¿Habéis pedido ya? —Preguntó Aurelio

—Sí—Respondió Bill.

—Espero que la comida os guste. No tardaran mucho. Si algo no es de vuestro agrado hacédmelo saber. Bueno, tengo mucho que hacer en la cocina. Sí puedo nos vemos cuando estéis por el postre. Ya sabes que tengo que estar dirigiendo esto sobre todo ahora que el negocio está remontando—Le dio una palmada en el pecho a Williams a modo de despedida —Un placer conocerte Severus —habló Aurelio antes de marcharse con una sonrisa triste.

Williams clavó los ojos sobre la puerta hasta que la vio cerrarse. Una parte de él sentía la necesidad de explicarle quien era Eric, la otra intentaba asimilar la respuesta que había dado Severus sobre lo que eran. «Compañeros de trabajo» ¿Eso era todo? Solo quería una cita como el resto del mundo, un tiempo junto a la persona que quería. Inconscientemente se llevó una mano al pecho y se frotó donde notaba aquel ardor. Tal vez pedía demasiado, tal vez era lo que se merecía. Williams se puso en pie y abrió la ventana del balcón dejando que entrara un poco de aire; necesitaba respirar. «Compañeros»

Desde el otro lado de la mesa Snape guardaba silencio. No podía evitar pensar en la expresión de Aurelio cuando le miró. ¿Tanto se parecía a su hermano? ¿Era ese el motivo por el que Williams estaba con él?

Williams se sentó de nuevo. Sus cabellos rojos se movían por la brisa suave que entraba. Los dos hombres se miraron durante un rato antes de que Bill abriera la boca para hablar, pero en aquel momento se aparecieron, sobre el tapete rojo y blanco de la mesa, las bebidas y las ensaladas. Severus recolocó la servilleta sobre su regazo y sujetó el tenedor. Ninguno dijo nada durante unos minutos más.

—Aurelio es un viejo amigo…

—Ya lo sé. Eso si me lo dijiste —No quería sonar cortante, pero así fue. Mirando la copa a trasluz observó el color rojo del vino. Después de un pequeño sorbo.

—Severus… ¿Qué tipo de relación tenemos tú y yo? —preguntó el pelirrojo.

Snape removió su ensalada. Al cabo de un rato habló—: ¿Qué es lo que ibas a decirle a tu amigo?

Bill secó las palmas de sus manos sobre el pantalón.

—Solo iba a decir lo que eres, no lo que significas para mí. ¿Crees que no sé qué podríamos meternos en problemas si lo supieran?

—Bien. Si no ibas a decir nada más que eso no veo motivos para que estés enfadado.

—No estoy enfadado, Severus. —respondió, pero sus palabras no mostraban ninguna docilidad ni animo de apaciguar la situación.

El tenedor del pelirrojo pinchó con ansia su ensalada antes de llevársela a la boca.

—«Si le hincara de esa manera el tenedor a un mortifago en vez de a su comida Bill podría ser considerado la nueva arma secreta de la Orden del Phenix»—Pensó Severus y el hacerlo casi le hace esbozar una sonrisa de medio lado. Aunque entendía por qué Bill estaba molesto, (sabía lo mucho que dolía que alguien ocultara lo que eres y más con tanta brusquedad), pero tampoco podía quitarse las palabras de Ron la noche que estuvo escuchándoles a escondidas. "Bill solía venir las vacaciones con su amigo Eric, era como tener a Snape en casa, pero era el único que hacía reír a mi hermano a carcajadas." ¿Podría ser que Bill hubiera insistido en estar con él solo porque se parecía a Eric? Por mucho que la idea le desagradara no dejaba de ser la más posible.

—Severus.

—¿Si? —Preguntó con frialdad.

—Sé que te debo una explicación, pero ¿Qué somos? Necesito… Aunque no lo vaya a saberlo nadie más necesito oírlo.

—«¿Qué eran? ¿Qué era Williams para él? Más que su vida ahora que quería levantarse cada mañana, incluso cuando no podía evitar pensar que tal vez en esta ocasión el también era el segundo plato como lo fue para Lucius»—pensó Severus—¿Novio? ¿Pareja? ¿Amantes? No lo sé Williams no todo tiene que tener un nombre—Williams se mordió los labios mientras se ponía en pie la expresión de sus ojos le partía el corazón. Snape prosiguió—: Solo sé que eres la persona con la que quiero compartir mi tiempo, la persona junto a la que me gustaría envejecer.

Acercándose a él Weasley se agachó hasta quedar a la altura de sus ojos.

—No quiero saber cómo sería la vida sin ti, Sev. ¿Por qué duele tanto? Solo de pensar que no quieres esto o cuando creo que no vas a querré a alguien como yo…

—¿Alguien como tú? Y ¿Qué eres, Williams?

—No soy el buen hombre que todo el mundo piensa.

—Lo dudo, Williams, pero si es así yo tampoco soy el demonio sin corazón que creen los demás.

Williams sonrió—:¿Puedo besarte? —dijo con suavidad. Antes de que Severus pudiera responder el pelirrojo añadió—: Por favor. No entrará nadie te doy mi palabra.

Mientras hablaba Severus sentía como las puertas se cerraban sin que nadie las tocara y escuchaba el «click» del cerrojo. Severus quiso decirle que no usara su magia dado lo que había pasado hacia unas horas, pero le dio miedo desconcentrarle, le dio miedo que se detuviera y perder ese beso, esos instantes juntos. Las cortinas tapaban los cristales y una especie de hechizo como los que insonorizan pareció escaparse de entre los labios de Bill. En ningún momento uso la barita y apenas pronunció las palabras. ¿Desde cuándo era tan fuerte? Le había visto hacer eso con más frecuencia en las últimas semanas, aunque eso no le ayudaba a acostumbrarse.

Bill le besó, al principio sus labios rozaron los suyos como si pidieran permiso, después como si quisiera su perdón y al final como si quisiera su último aliento. Snape sujetó la nuca de Williams acariciándole mientras sus lenguas se tocaban podía notar su sabor a especias. Al separarse Bill tenía los labios un poco rojos.

Severus podría haber dicho cualquier cosa, haber soltado el comentario más sarcástico que se le habría pasado por la cabeza, pero en aquella ocasión se había quedado completamente en blanco. Su mano se alzó colocando un rojo mechón tras la oreja de su amante. Nadie lo había puesto a él primero en una relación, nadie había tratado de protegerlo tanto como lo hacía Williams y aun así…le entraba la duda de por qué… ¿Quién era Eric?

—Bill… ¿Por qué…?—Tal vez fuera mejor si no preguntaba. —¿Por qué no cenamos antes de que se enfríe todo?

Williams asintió antes de separarse de él.

Al llegar al segundo plato Severus vio como Williams removía su pasta una y otra vez.

—¿No te gusta?

—Sí—respondió enrollando unos tallarines y llevándoselos a la boca.

—Entonces, ¿Por qué juegas con ella? A este paso se enfriará… Empiezo a hablar como tu madre. Por compasión que alguien envenene mi vino—Severus se llevó la copa a los labios y dio un pequeño sorbo disimulando una sonrisa antes de poner los ojos en blanco.

Williams se rio—: A mí no me suenas para nada como una madre—respondió provocador. Sus ojos marrones querían devorarlo como las llamas a una aldea. Las últimas semanas parecía estar dispuesto a saltar sobre él en cualquier momento. Todo su libido se lo atribuía a Snape.

Al mirarlo, Severus se dio cuenta de que Williams tenía sudor en la frente.

—¿Te encuentras bien, Bill?

—Sí, claro. Me molesta un poco el estómago, pero estoy bien. Solía darme guerra solo por las mañanas. En un rato se me pasará.

La velada fue deliciosa a pesar de todo, a pesar de que ambos tenían una pequeña espina clavada. A punto de pedir la cuenta Bill se llevó una mano en al estómago.

—¿Te encuentras bien?

—Si… Solo… Será mejor que baje un momento al baño. No, Severus. No es necesario que me acompañes. Vengo ahora, ¿vale? No se te ocurra pagar la cuenta.

Severus salió al balcón. Pasaron unos minutos y Bill seguía sin regresar. ¿Y si le había sucedido algo? No tenía que haberle dejado bajar solo

Cuando Severus bajó al primer piso preguntó por los baños y se dirigió hacia allí. Cuando estaba llegando escuchó la voz de Aurelio.

Se acercó un poco más, pero se quedó oculto apartado de la luz desde donde podía ver parte de los baños. Lo primero que vio al acercarse fue la espalda de Aurelio. Por instinto, Severus, dio unos pasos atrás. El hombre parecía tener una discusión acalorada con alguien en italiano. Tal vez podría haber usado un hechizo para conseguir saber que decía, pero en aquel momento no le pareció lo más correcto, por suerte no tardó mucho en hablar en su idioma otra vez.

—Bill, él es mi hermano— dijo señalando hacia una esquina de la habitación que no consiguió ver—, pero te juro que si no te defiendes y dices la verdad para que se callé yo mismo le destrozo la cara de un puñetazo. Y tú—Habló dirigiéndose a su hermano. —Como te vuelva a ver empujándole, reza lo que sepas. Fue el novio de nuestro hermano y se merece tu respeto.

Severus logró acercarse aún más consiguiendo ver a Williams apoyado contra la pared y la mano en el abdomen. Su cara estaba pálida y tenía unas marcas rojas como si hubiera estado vomitando.

—Es suficiente, Aurelio. —La voz de Williams sonó tranquila. — No me importa lo que crea. Sé lo que hice y no hay escusa Aurelio.

—Ves. Tenía razón —Dijo el hermano de Aurelio. Acercándose aún más Severus vio a un adolescente. El joven se parecía mucho a su hermano mayor.

—Acabare golpeándote a ti en lugar de a Francis, Williams —Severus sujetó su varita cuando le vio acercarse a Bill, pero Aurelio se apartó como si tuviera que hacer un gran esfuerzo por no romper algo —Díselo de una maldita vez.

—Fue culpa mía —Repitió Williams—Fui yo quien no debió aceptar.

—Y encima tienes la cara de venir a restregarnos a tu novio por los morros. Mi hermano te quería y tú le engañaste. — Lo acusó el más joven.

—Eric me lo contaba todo Williams y sé que eso no es verdad. Estas engañándole a Francis y a ti mismo si te crees lo que dices. Eric dijo que…

—Basta, Aurelio…—Williams negó con la cabeza—No lo digas.

—Fue él quien te usó a ti en todo caso.

—No sigas, por favor…—Bill parecía incluso más pálido.

—Eric sabía que te gustaba alguien más. Sé que te dijo que lo intentaras… Solo eres culpable de hacer que viviera feliz durante sus últimos seis meses y culpable de sentirte responsable de su muerte durante todos estos años. Yo no te culpo y Francis tampoco debería.

El muchacho salió corriendo casi llevándose por delante a Snape, aunque no se fijó en él.

—Le utilicé Aurelio. —Severus tuvo que hacer un gran esfuerzo para escuchar aquellas palabras.

—De verdad, ¿nunca has pensado ni por un momento que pudo ser que Eric quien te uso a ti? Fue muy feliz contigo, Bill.

Williams se encogió aún más contra aquella pared blanca.

—Yo nunca...

—¿Crees que nunca le hubieras correspondido como él quería? Eso no lo sabremos Bill. Lo que si se es que estuviste junto a él y lo feliz que fue por estar contigo. Ven. —le dijo tendiéndole una mano— Anda, deja que te ayude a arreglarte para que puedas subir. —¿Puedo preguntarte algo?

Williams se mordió los labios, pero asintió—Sí…

—¿Cómo es él? ¿Te trata bien?

En silencio, Severus regresó al reservado antes de que volviera Williams.

—Siento haberte hecho esperar, Severus—Se disculpó Williams. A Snape le sorprendió verlo entrar con tanta entereza aunque seguía teniendo alguna marca roja en la cara por el esfuerzo y sus ojos tristes y doloridos no encajaban nada con aquella sonrisa.

El pelirrojo iba acompañado de Aurelio. El hombre entró caminando con la ayuda de su bastón, en la mano izquierda llevaba un plato.

—Llego a tiempo, ¿verdad? No habéis tomado el postre. He traído un par de tortillas francesas.

Snape alzó una ceja.

—Francesa, pero al estilo de mi país —aclaró Aurelio.

—No...—Bill trató de protestar, pero su amigo le acercó el plato y se agachó hasta la altura de su oído.

—Acabas de vomitarlo todo. Tomate la tortilla y tal vez no le diga nada a tu compañero—Le dijo en un susurro.

—Os dejo solos. Asegúrate que no deje nada, Severus, sino me sentiré ofendido —Antes de marchar Severus notó como le miraba Aurelio.

Cuando terminaron volvieron a salir a la calle hasta llegar al lado de la discoteca.

—¿Te apetece entrar, Severus?

—Cuando las rosas se vuelva negras, de forma natural.

Bill sonrió—: Ya veré que se puede hacer al respecto.

Ambos hombres se rieron aunque Bill volvió a ponerse serio en seguida.

—Volvamos a casa. ¿Te parece bien, Sev?

—Bien.

Williams alzó la mano para trasladar a los dos de vuelta al colegio, pero Severus le sujetó de la muñeca.

—Espera. —Si no se encontraba bien lo mejor sería no utilizarlo. Tardarían más, pero sería más seguro y podrían estar un rato más juntos —Podríamos ir en carroza —Propuso el profesor de pociones.

En el viaje de vuelta hablaron poco. Williams parecía ausente y Severus no sabía que decir.

Llegaron al hall de la escuela y Williams le acompañó hasta su habitación.

—¿Quieres entrar y beber algo, Bill?

—No. Mañana tengo que levantarme pronto.

Williams le besó con suavidad hasta que Severus tomó el control de aquel beso. Cuando se separaron el pelirrojo parecía más perdido y confundido que antes.

—Hasta mañana, Severus.

Cuando Williams se encontró a solas en su habitación se apoyó contra la pared junto al armario y se dejó caer hasta sentarse en el suelo. No estaba llorando, pero se sentía tan miserable como si estuviera a punto de empezar y no parar nunca.

—No soy una buena persona, Severus... No debería estar contigo —murmuró.

—¿No debería ser yo quien juzgara eso, Williams?

Williams miró a Severus en la puerta como si fuera una aparición al tiempo se ponía en pie. Al tratar de levantarse tan rápido se mareó. Severus le ayudó a llegar hasta la cama.

—Deja que llame a la enfermera.

—No—Se apresuró a decir. —Ya estuve en la enfermería, solo tengo que recordar tomarme las pastillas eso es todo.

—¿Qué te pasa, Bill?

—Pomfrey dice que puede ser anemia—respondió con una sonrisa. Era obvio que lo encontraba ridículo.

Severus dejó escapar el aire. —¿Puede ser? ¿Eso es todo lo que te ha dicho?

—Sí.

—Williams no me refiero solo a eso. Habló también de ti. ¿Y que hay sobre ti?

—¿De mí?

La cama apenas se movió cuando Snape se sentó junto a él.

—Sí, Bill.

—No me pasa nada.

—Si no te pasara nada no te compararía así ni te hubiera encontrado sentado en el suelo de tu habitación. Quiero que me cuentes que te pasa con los hospitales y con la familia de ese restaurante. Eso, si es que somos algo más de lo que dijimos en la cena.