¡Hola queridos lectores! En fin, ya es costumbre que tarde en traer los capítulos, y de verdad que lo siento. Pero éste es largo, y era increíblemente difícil de escribir. Espero sinceramente que os guste, nos leemos abajo!

Hogar

Corrió tras él como pudo, y subió las escaleras a trompicones, casi cayéndose en el camino. Y mientras gritaba un desesperado «¡Detente, Sasuke-kun!» y extendía la mano para pararlo, él cerró su habitación de un portazo.

De hecho, le cerró la puerta casi en las narices. La puerta a su mundo, del que la había echado bruscamente.

-¡Sasuke-kun! – insistió.

Pero nada. Por más que chillaba una y otra vez su nombre, por más que repetía con una voz rota aquel último lamento, él no hacía nada.

Cada vez más nerviosa, más ansiosa al saber que necesitaba alguien a su lado, al saber que estaba sufriendo, golpeó la puerta numerosas veces con sus pequeños puños. Y fue entonces que él, desde el interior, dio un puñetazo que la hizo callar bruscamente. Casi pudo escuchar en el ensordecedor ruido un grito de pura ira. Si tan sólo pudiese verle la cara…

Se percató en ese instante de las rojizas manos que tenía, después de haberlas estampado tantas veces con la dura madera. Y también del dolor que éstas empezaban a ocasionarle. Las dirigió a la puerta, y a pesar de los continuos tembleques, fue capaz de apoyarlas suavemente en ella. Pegó la frente y cerró los ojos, atenta.

O dolida.

Al fin y al cabo, intentaba con todas sus fuerzas servirle de algo. Quería que el sintiese su presencia, que saliese y la utilizase si aquello servía para aliviar su dolor. Su sufrimiento. Sus mudos gritos. Su vacía existencia. Todo.

Su expresión de absoluto sufrimiento no era comparable al que recorría sus entrañas. Porque era mil veces peor saber que Sasuke estaba mal a estarlo ella misma. Poco después se dio cuenta que seguir concentrándose en lo que él estaba pasando en aquellos momentos la carcomía aún más. Así que intentó dirigir el flujo de sus pensamientos a cualquier cosa que no fuese él. A no imaginárselo con las manos sobre la cara, aparentemente con determinación. O controlando sus impulsos agresivos y violentos para destruir todo aquello que viese a su paso. O saber que a apenas unos centímetros de distancia estaba él, precisando de una ayuda que jamás diría en voz alta. Y ella sin poder salvar esas distancias.

Sakura se deslizó hasta quedar de rodillas, aún con las manos presionando la madera, probablemente llevándose alguna astilla por el camino. Y llorando sin lágrimas, llorando por él.

Sasuke permaneció inmóvil en aquella posición. Tenía el brazo extendido, clavado sobre la grieta que había dejado su puño en la pared. Desde su espalda se podía leer la tensión que sentía. Aún no podía creerse aquella estúpida historia. Era como un cuento, un cuento que probablemente hubo deseado hacía muchos años, ¿pero ahora? Sasuke se había lanzado sin preocupaciones al camino de la venganza, o más bien intentando apartar aquellas distracciones. Desde hacía días que sentía que aquello había sido una pérdida de tiempo, pues la presencia de Naruto y Sakura se palpaba fácilmente en cada uno de sus gestos, que inevitablemente, se volvían más suaves. Su expresión ya no era tan rígida, era simplemente dura. Salvaje. Como siempre.

Y definitivamente, no ayudaba saber que probablemente había hecho aquello para bada. Cada vez más el peso de un sufrimiento inútil cargaba sobre él derribándole. Sus hombros se doblaban ya sin fuerzas, y su espalda se arqueaba con impotencia. Con dolor. Nadie, absolutamente nadie, podía hacerse una idea de lo mucho que dolía. De los latigazos que cada latido de su corazón le propinaba, y más que huir de la muerte le arrancaba vida. Cada segundo que pasaba le hacía sentirse más lamentable, más patético, más humillado.

Entonces, ¿por qué? ¿Por qué? Sasuke era indiferente. Era chulo. No sentía nada por nadie. Y era terriblemente frío. Sasuke no se habría dejado guiar por aquellos sentimientos tan horribles, tan humanos. Y aquello era peor. Saber que había cambiado, que definitivamente Sasuke se estaba volviendo como el resto. Frágil hubiese sonado muy delicado en su vocabulario, casi un consuelo ante la gran verdad. Él era débil. Y no había más que eso.

No supo en qué momento se había dirigido a la puerta, ni cuánto tiempo habría pasado hasta que sus pies caminaron. Sus pasos lentos sólo le sirvieron para calcular que, por la rigidez de su cuerpo, había estado varias horas en la incómoda posición reflexionando y hundiéndose más en su miseria. Deseó volver a la oscuridad, al punto donde nada le afectaba. Y también deseó no abrir esa puerta, ni encontrarse a Sakura, abatatida, en la puerta.

Casi se sintió feliz. Casi.

Porque el hecho de que Sakura alzase la vista y encontrase una increíble semejanza con sus ojos, era una clara prueba de su culpabilidad. Se equivocaba. Había alguien que podía comprender su dolor, sólo una persona. Y para su desgracia, tenía que ser ella. Porque cuando Sakura sonrió sin ganas, sin alegría, sin espíritu, y tuvo un impulso de agarrarla con fuerza y abrazarla, para después preguntar sin esperar una respuesta qué había hecho de él.

También se percató de que era una contradicción viva. El sentimiento de felicidad propio se arrancaba a sí mismo, porque Sasuke no podía permitirse el lujo de amar y querer ser amado. O no debería habérselo permitido, y ya era tarde para remediarlo. Y eso le jodía como nada en el mundo podía hacerlo.

Y lo peor es que la esperaba. La anhelaba allí anclada a su puerta, sin salida, sin escapatoria. Y sin querer perderse por ahí en su busca, tratando de encontrarle. Comprendió la verdad de que Sakura nunca andaría vagando por alguien que no era, y así la irremediable certeza de que eso le había hecho ser esa persona. El que no era.

Ése que se agachó, agarró a la chica por las muñecas y la llevó dentro. Ése que la empujó contra la pared, que la vio cerrar los ojos y estremecerse, quizá de miedo, de deseo, o tal vez de sorpresa. El mismo que en un estrangulador abrazo la apresó.

Sí. Ése era el que no era él.

-¡Sasuke-kun!- sollozó ella. - ¡Sasuke-kun, dímelo, dímelo! – le rogó.

Él alzó el rostro de sus hombros, donde había decidido ocultarlo para simplemente centrarse en el dulzón olor de su pelo. Y la miró con aquella oscura mirada, en la que se leía cada uno de las contrarias emociones que le estaban llevando por el camino de la confusión. Y le preguntó así, en silencio, qué quería escuchar.

-¡Abre de una vez la puerta!- chilló, sin siquiera esperar ser comprendida.

Se alejó lo poco que los fuertes brazos de Sasuke le permitían, y golpeó sin fuerza con los puños su pecho. Él la miró entre desconcertado y abatido, por el mismo motivo. Por entenderla.

-¡Sé Sasuke-kun, sé lo que sientes! – insistió, al no obtener respuesta. - ¡Pero debes decírmelo tú, si no yo no podré hacer nada!

Como si le hubiese clavado un puñal, él la soltó de repente y se alejó varios pasos de ella. Le dio la espalda, y Sakura exigió que la mirara un par de veces, por supuesto, sin que él pareciese escucharla.

-¡Quizá éste es tu hogar! – le dijo.

Él se giró y sus ojos llamearon. Ardían en un intenso rojo carmín. Y Sakura ahogó un grito. Estaba tan furioso que había activado el Sharingan, probablemente, en un arrebato de ira. Y aún así, no se hizo callar.

-¡Aquí está todo aquello que siempre deseaste, Sasuke-kun! ¡Aquí está…!

-¿Es que no lo entiendes? – la interrumpió.

Su voz siempre había sido grave, y siempre había hecho que Sakura temblase ante aquel tono. Pero nunca había sentido algo semejante.

-¡…tu familia! – concluyó.

Se ganó otra mirada dura de Sasuke, infinitamente dura que le degolló el alma.

-Yo no tengo familia – espetó Sasuke.

Nadie sabía tanto como él cómo hacerle daño. Porque si alguna vez había sentido algún sentimiento triste, no se compraba a aquel. Nada se comparaba a aquello. A la fusión de todo lo inimaginable. Esa explosiva química, retorcida y venenosa que les envolvía.

-¿Ah no? Puede que ellos sean unos extraños Sasuke-kun, y entiendo que estés confundido – vaciló.- Yo también lo estaría. Pero, aún así, debes darles una oportunidad, debes intentar…

-¿Crees que ahora perdonaré tan fácilmente todo lo que me han hecho sentir? – rió con amargura. – No, Sakura, si hay algo que sé es que me abandonaron. No les importó que viviese una pesadilla día tras día, y ahora pretenden que seamos todos una familia. No Sakura, definitivamente las cosas no son así de fáciles.

- ¡No tenían elección, y lo sabes! Pero el rencor te está cegando – insistió. – Rencor que probablemente, no debería ir dirigido a ellos.

Sasuke avanzó temerariamente en su dirección, pero Sakura no temió ningún golpe. Sabía que él no se lo daría, por más que sus brazos temblasen de la ira que ella había hecho emerger de nuevo. Estaban a muy poca distancia, y tuvo que alzar la barbilla para mirarle. Quiso que fuese con rabia, con desafío, para que sus palabras pareciesen más fuertes de lo que eran —a pesar de que la firmeza era algo que estaba a años luz de su voz—.

-Sakura, ellos no lo entienden – murmuró, como si intentase controlarse de nuevo, mirando al suelo para tratar de convencerla. Como si estuviese diciendo cosas sin sentido, chillando y pataleando. Y probablemente lo habría hecho de no ser porque era él al que tenía enfrente.

-¿Qué no entienden? ¿Lo solo que has estado? – suavizó su tono, casi creyó estar llegando hacia donde quería.

Sus ojos se clavaron en los verdes de ella, de nuevo, con increíble dureza. Pero ésta vez, Sakura leyó la duda. Quería que continuase, por fin se había interesado en lo que ella decía. Era como si ya no le pareciese una locura cada una de sus palabras, como si le estuviese haciendo recapacitar. Y antes de que ese instante pasara, ella continuó. Le partía el alma saber que tenía que hacerle daño para llegar a él.

-¿Y qué hay de nosotros? – se le quebró la voz. Sonó casi tan dramático como lo sentía. – Sé…que pasaste mucho tiempo sin nadie que pudiese ayudarte, Sasuke-kun, pero…pero nosotros también intentamos estar ahí para apoyarte. Creí que habíamos logrado espantar tu soledad – por la dificultad que tuvo para respirar, se dio cuenta de que sollozaba constantemente. – Sasuke-kun, ¿es que no hemos sido nada? ¿No te hemos entendido nunca…?

-Sakura… - desvió la mirada, torturado. Ella estaba llevando las cosas hacia otro lado, eso no tenía nada que ver.

-¿…no te hemos amado?

Por un breve momento, un pensamiento cruzó su mente. ¿Y si no fuese el Sasuke oscuro el verdadero? ¿Y si, en vez de haber cambiado, había vuelto? Quizá no era el que no era, sino que era el que fue. Quizá no había muerto para deambular en sus memorias.

Pero el momento pasó. Aquello era imposible.

-¡Oh vamos Sakura! – dijo, con un cinismo que rozaba la crueldad. - ¿Quién querría a un tipo como yo?

Sus labios perfilaron una sonrisa, y hasta la miró con sorna. Y con socarronería. Ese orgullo único, detestable y deseable. También sus ojos brillaron divertidos entre aquel perturbador mar de agonía.

Sakura, que sintió la falta de saliva y de voz a partes iguales, sólo pudo sonreír con tonta franqueza.

Él pareció sentir aún más satisfacción al ver su reacción, y después se acercó aún más a ella. Se inclinó, para besarla, o para abrazarla, o para susurrarle algo burlón al oído. O eso esperó Sakura. Pero Sasuke se quedó estático, en aquella proximidad mucho más peligrosa que toda la ira que circulase por sus venas.

-Deberías dejarnos, Sasuke-kun. Si…si tan sólo nos dejases entrar en tu corazón…estoy segura que tendrías una familia. Que tienes una familia.

Sasuke la estudió. La miró con una intensidad que nunca antes habría sido capaz de imaginar. Era ella. Nadie más podría estar con él, a su lado, y rendirse a su oscuridad. Y llenar su vacío. Los ojos jades de la muchacha brillaban con aquel sentimiento de ser el momento. Con una felicidad y amargura que no fue capaz de ignorar. La misma que la suya. Porque la besaría, y se rendiría por pocos segundos a sus labios. Ya era débil, ¿qué importaba un poco más?

-¿De verdad no lo crees, Sasuke-kun? – susurró, nerviosa.

-¿El qué, Sakura? – le preguntó ronco.

-Que tienes un hogar.

Sasuke tuvo el sentimiento más tierno que jamás llegaría a tener; su hogar era ella. Y en cada momento de su vida, volvería a Sakura. La sinceridad brillaba entre todas aquellas mentiras que se obligaba a creer.

Y entonces la besó.

Con fiereza, con rabia, con ira. De hecho, la dulzura de su pensamiento no llegó a su beso, sino más bien toda la crueldad infinita. Pero ella sí que lo recibió con lo más suave y hermoso que llegaría a probar y a tener. Con un cariño que nunca tendría más que de ella. Y se resignó a fundirse con esos labios, o más bien a morderlos y tirar de ellos sin compasión.

Qué más daba. De todas formas, sus brazos ya la habrían impedido fugarse aterrorizada. Aunque sabía, por la manera en que Sakura le acariciaba las mejillas con el único gesto delicado de aquel momento, que nunca lo habría hecho.

La historia se retomaba a años atrás, cuando Itachi acabó con todos los Uchiha excepto con uno. Pero ésa no era la verdad. Daii les dijo todo lo que ella sabía respecto al tema: Itachi, en realidad tuvo que atacar al Clan por obligación de rangos superiores para evitar que se rebelasen. Y lo cierto era que no lo hizo solo, sino que los Jounin de la aldea recibieron la misión de acabar con ellos en una sangrienta batalla, sellando, por supuesto, sus labios para siempre. Sin embargo, el Tercero no estaba de acuerdo con todo esto, así que decidió salvar a cuantos niños se le fue permitido a escondidas. Y aún así, hubo jóvenes que acababan de llegar a adultos y tuvieron que morir y pagar por pecados de otros, al ser mayores de edad. Por eso, en la aldea todos tenían ese aura de familiaridad; no era sólo físico, sino también espiritual. Y por eso mismo, los más adultos eran aquellos que tenían la edad de Daii.

Sí, sonaba como un cuento. Hinata, mientras repasaba todo lo que Daii les había contado, no dejaba de pensar en la rigidez de la postura de Sasuke, y aún más, en su reacción. En su venganza. Por lo que sabía, todo aquello para lo que había vivido Sasuke había muerto. Y para colmo, había estado sumergido en un engaño, inmerso en las mentiras de otros. Todo en lo que creía se había destruido también.

Y lo peor, es que para ello, Sasuke se había destruido a sí mismo.

Se estremeció. No quería ni pensar en aquello que debía de estar sintiendo, ni tampoco Sakura. Y por su manera de correr tras él cuando se esfumó al acabar la historia, aquella iba a ser una ardua batalla entre vacío y supervivencia. ¿Elegiría, Sasuke, la supervivencia? ¿Vivir, sin venganzas ni más muertes?

También recordó la expresión que había adoptado el rostro de Daii al haberle comentado si vivían a escondidas. En realidad, su aldea era conocida y comerciaba con el resto. Sin embargo, la villa ocultaba el secreto de sus orígenes, y no lo revelaban a no ser que fuese estrictamente necesario. Daii había tenido que discutir con otros del Consejo que formaban para decidirse por contarles todo, al tratarse de un Uchiha el compañero y ver lo que se avecinaba.

Se estremeció de nuevo. Les habían utilizado, al fin y al cabo. Después, Hinata sonrió irónicamente. Lo más sorprendente, sin lugar a dudas, era saber que de hecho, Itachi estaba en los Akatsukis para protegerlos y encubrirlos. Y que él era, en términos coloquiales, el "Akage" de la villa.

Increíble.

E inaceptable. De ningún modo, Hinata podía estar de acuerdo con aquello que hacían. Porque Daii les había confesado que todo se debía a una razón, y aunque podían hacerse la idea de a cuál, era frustrante. E indignante. Y aún más los ojos de Daii, reacios a decir nada más, echándolos para que reflexionasen sobre aquello.

Itachi, protegiendo a toda una aldea. Protegiéndola de la verdad, oculto en las sombras para obtener el poder que allí nacía y así poder acabar con cualquier amenaza.

Una completa locura.

-No lo entiendo – murmuró Naruto a su lado.

Hinata alzó la vista y le miró inquisitivamente, esperando que continuase.

-Sasuke siempre ha querido una familia a su lado, y ahora que la tiene, ¿por qué se pone así?

La chica fijó sus blancos ojos en el largo camino de piedra que cubría el suelo de la calle. Sonrió con tristeza al saber que Naruto no era capaz de ver algo tan obvio. Y entonces pensó que, quizá cuando Deidara dijo que tenía unos ojos que veían mucho más de lo que lo físico le permitía, tenía razón. Era un pensamiento algo orgulloso, pero no podía evitar que cruzase su mente.

-Naruto-kun, Sasuke-san ha vivido todos estos años sin una familia, echándola de menos. Ahora debe pensar que son unos extraños, incluso debe rechazarlos. Ni siquiera les reconoció. Es…imposible que acepte así como así que ahora ellos son sus tan queridos amigos o conocidos – hizo una pausa, volvió su mirada hacia Naruto, y vio que él tenía un semblante increíblemente serio. – Creo que Sasuke-san habrá pensado…habrá pensado por qué tuvo que ser él el engañado, por qué no le ahorraron tanto sufrimiento y lo llevaron con ellos. Debe sentirse…

-¿El único con una suerte tan horrible como para que le toque a él soportar eso? – terminó por ella.

Ella abrió los ojos al ver que el muchacho sonreía con un dolor de gran magnitud. El mismo que el día que pensó que era un completo monstruo.

Debía confesar que ahora había obtenido la suficiente confianza con Naruto como para tocarle, y por eso sin darse cuenta acercó su mano a su brazo y la rozó suavemente. Y, al percatarse de lo que hacía, en lugar de echarse hacia atrás, asustada y ruborizada, le agarró con firmeza.

Ése valor que sólo reunía cuando se trataba de él brillaba en su mirada.

-Pero, Naruto-kun, ahora tienes un hogar – dijo con absoluta confianza. – Konoha, ése es tu hogar. Allí te quieren, y lo sabes. Aunque no sean tus hermanos, o tus padres. Aunque no haya conexión de sangre. Es…difícil de explicar.

Le ardía la piel que estaba en contacto con la mano de Hinata, al igual que su corazón latía desbocadamente. Día a día se había acercado más a ella, y tenía la certeza de que era lo que buscaba. Porque sentía que nadie más podría darle lo que Hinata tenía. El amor exclusivo que poseía. La luz de la flor del jardín.

La misma luz que iluminaba su piel bajo la luna llena. Sí, era de noche, pero podía ver cada uno de sus rasgos bañados en el manto azulado y blanquecino de la noche y la luna. Era una magia extraña, la misma que la del lago. En fin, Hinata relucía más que el lago, ¿qué hacía que no pudiese brillar bajo la noche?

-Creo que pertenecer a algún sitio es muy relativo. Igual que cambiamos con el tiempo, a quién amamos, o a quién dedicamos todas nuestras esperanzas, cambia ése lugar al que volver. Porque son las personas las que conforman ése lugar tan agradable en el que estar. En realidad, estás atado a todas esas personas. O tan sólo a una.

Hinata guardó silencio. Sus propias palabras la afectaron. Se dio cuenta de que ella no pertenecía al Clan Hyuga, y se dio cuenta de que tenía miedo de volver. Que prefería rechazar el puesto a heredera del Clan, las miradas frías y las expresiones severas. O más bien, tenía miedo de volver. Volver a aquella tristeza que su casa le causaba.

-¿Y tú? – la voz de Naruto la hizo sobresaltarse.

No la esperaba en medio de aquella quietud, ni mucho menos sintiéndola clavarse en su piel. La sintió como si estuviese a tan sólo centímetros de ella, y atontada se dio cuenta de que lo estaba. Le miró asustada, temiendo tener que confesarle que ella no pertenecía a Konoha, que no podría volver junto a él. Pero le cautivaron los ojos celestes de él y los vio más oscuros que nunca.

Ah, claro. Era de noche.

De noche. Se sintió más cerca que nunca de Naruto. Hinata siempre se había sentido incapaz de acercarse a él, de quemarse con los rayos del Sol. Pero Naruto estaba allí, la había alcanzado a ella y no parecía quebrarse por momentos. Como si aquello fuese natural.

Se irguió rígida. Estaba nerviosa, porque Naruto se acercaba a ella con la lentitud de aquel que tiene el poder. El poder de otorgar un sentimiento. Y ella alzaba la barbilla con la ansiedad de la espera. La infinita espera por recibir el cálido abrazo del amor.

Lo cierto, es que era Naruto el que sostenía su barbilla suavemente, mientras sentía que se quemaba por momentos. Su corazón le atronaba los oídos con sus fuertes latidos, y agradeció ser capaz de oír:

-Tranquila, éste también es mi primer beso…

Ronca. Sensual. La del hombre que había visto madurar en él.

Alcazó a ver, mientras cerraba los ojos, la pícara sonrisa de Naruto. Y leyó en su rostro el control.

Cuando se besaron, algo se rompió. No escuchó ningún latido más —de hecho, probablemente su corazón se había parado—. Ahogó un grito al pensar que olvidaría respirar. También sintió que sus labios ardían y quemaban a los de Naruto a la vez, aunque aquello sólo duró un instante, y casi gimió cuando él se separó de ella.

Tierno, dulce. Romántico.

Y mil cosas más que hicieron que Hinata se sintiese como una cursi al pensarlas. También se avergonzó de permanecer estática, sin mover ni un milímetro sus labios. Aunque lo cierto era que no había tenido tiempo. Había sido fugaz.

El pecado de la avaricia la abrumó por completo. Quería otro, y otro, y otro. Quería que Naruto fundiese sus labios a besos. Y también quería un cubo de agua fría que pudiese bajarle la temperatura, pues sentía un calor sólo aplicable a la fiebre. Bueno, y al amor.

Escuchó entonces a Naruto romper todo el hilo de sus pensamientos, al terminar la frase. Porque Hinata ahora estaba abriendo sus ojos, consciente de que apenas habían pasado unos segundos desde su beso.

-…con una chica.

Rompió a reír. Y Hinata, cuando pilló la broma de Naruto, cuando entendió aquel chiste y el por qué de la picardía de su sonrisa y la travesura de sus ojos, creyó que tanto sus orejas como sus mejillas estaban en pleno incendio. Se llevó las manos a la cara y bajó la mirada, hasta avergonzada de lo que había sentido. De aquella repentina necesidad de más, de insatisfacción.

Aunque una débil sonrisa pintó sus labios suavemente. Y creció y creció hasta reírse a carcajada limpia a su lado, deshaciéndose de toda la adrenalina que la hizo creer volar (o que volaban dentro de ella).

Y en las calles resonaban sus frágiles risas, tanto como cada uno de los sentimientos que se escapaban por sus respiraciones. Y la luna fue testigo de cómo Naruto agarraba su muñeca y le apartó la mano de la cara. Cómo Hinata, perdida en sus ojos quitaba la otra sin darse cuenta, y él acariciaba suavemente su roja mejilla para volverla a besar, y ésta vez, fue mucho más largo. Y fueron muchos más.

En fin, espero que os haya gustado, La respuesta al por qué tienen Sharingan es una parania enorme, y quizá no os guste, pero no podía evitar ponerlo. Con el avance de la historia se va sosteniendo más y más el por qué ahora introduzco esto y demás, así que espero que disfrutéis.

Y mientras, por supuesto, habrá que meter por fin a las parejas, ¿no? Quería que ambas se desarrollasen en el mismo capítulo, y de hecho el capítulo de hogar lleva en mi cabeza desde hace un año como mínimo. Y bueno, poco más puedo decir. Espero que os haya gustado, ya que por fin ha habido el NaruHina tan esperado, y espero haberlo hecho bien (con ambas parejas).

Intentaré actualizar pronto, y ya sabéis, críticas, faltas, opiniones, sugerencias, lo que sea, en un comentario.

¡Que un autor necesita lectores, y saber que están ahí!

Mil gracias por leer.

Un besazo, nos leemos!

Los personajes de esta historia no me pertenecen, pertenecen a Masashi Kishimoto, pero la idea es originalmente mía.