El fin de una era, el fin de Fanteras

Agosto 03 de 2009. Cafe Du Monde Coffee Stand, Nueva Orleans, Lousiana. Estados Unidos.

Esa mañana todo parecía distinto, toda había terminado. Fanteras esperaba tranquilo para ver luz al día siguiente.

Una parte de él estaba triste y vacía, ya no habrían nuevas noches en vela contando al mundo sobre el aguerrido héroe. Ya no quedaba nada de aquel Darien que soñaba con ver su primera novela publicada.

Él era Fanteras, y juntos habían crecido. El amor hacia sus escritos y sus mundos mágicos había rodeado a su protagonista, pero Fanteras merecía su final, no podía vivir en la incertidumbre de no saber qué pasaría con su corazón.

Tal vez eso era lo único que podía darle, un fin, él se lo merecía. Y sonrió, porque la felicidad podía más que la tristeza. Fanteras había sido su más grande logro y eso merecía que lo despidiera con una sonrisa, ya había derramado demasiadas lágrimas antes de dar punto final y guardar. Ahora sólo quedaba sonreír y decir hasta luego.

Agosto en Nueva Orleans, caluroso y húmedo, lleno de turistas buscando historias de nosferatu, zombis, magia vudú entre tantas cosas.

Tal vez debería escribir una historia de vampiros, pensó Darien mientras se acercaba a su mesa de siempre en la cafetería. Las mujeres amaban las historias de esos chupasangre, pero odiaban a los mosquitos, ¡viva la paradoja!

Siguió caminando y reflexionando. Había crecido tanto ese año, no podía creer cuánto había cambiado. Sus padres vivían casi todo el año en Estados Unidos junto a él, Japón era para los Chiba, un lugar de vacaciones. Ahí era donde vivían sus recuerdos más felices, y también los más tristes.

Enseguida vio a Speir, sentado en medio del café, orgulloso de tener a su pequeño en brazos. Elizabeth había tenido un embarazo tranquilo y sin problemas, por lo que no imaginaron que su pequeño retoño iba a ser la piel de judas en sus primeros meses. Actualmente, casi nueve meses después de su llegada al mundo, el chiquito controlaba a todos, incluido a su padrino, quien se babeaba siempre que lo veía.

-Es tu ahijado, si querés llévatelo. Hoy se levantó cruzado.- Dijo Speir mientras dejaba a su hijo en manos de Darien.

-Hoy no puedo, pero si querés mañana me lo llevo todo el día. Y te doy tiempo para que le busques una hermanita.- Darien llenó de besos la cara de su ahijado mientras él le regalaba miles de carcajadas.

-Tenemos que ir a la presentación del libro. ¿No te acordás?- Inquirió Speir antes de atacar uno de sus beignet.

Darien se encogió de hombros.

-Entonces si no vas, no voy. Yo ya me despedí de él también, no necesito hacer todo ese circo. ¡Ah! Por cierto, Elizabeth y Gaby pasaron toda la noche en vela leyendo las copias que les diste. Cuando me fui estaban casi en el final. Así que supongo que en un rato van a estar acá.- Dijo mientras sacaba de su morral de cuero una mamadera y se le daba a Darien.

-¡Aaaah! Creo que me equivoqué de ciudad, no sabía que estaba en San Francisco. Pero debo aceptar que el bebé es igualito a ustedes dos.-

-Nick, cerrá el orto. No hablés así delante de mi hijo.- Si las miradas mataran, Nick caería muerto en ese momento.

-Es una joda chicos, no se lo tomen tan a mal. Hablando de otra cosa, alguien sabe donde está mi hija, sé que todavía está en el vientre de su madre. Pero ayer las vi salir y todavía no volvieron.- Suspiró cansando, Gaby estaba más impredecible desde que había quedado embarazada.

-Están en casa, pero ya no tardan en llegar…- Dijo Speir, justo antes que la puerta se abriera.

-¿POOR QUÉEEE? Por qué le hiciste eso.- Gritó Gaby mientras las lágrimas caían por su rostro.

-Lo mataste, lo mataste y nunca pudo llegar a ella. Eso es cruel.- Los ojos de Elizabeth estaban rojos de tanto llorar. –Dame a mi hijo Darien.- Dijo antes de arrebatárselo de los brazos.

Al menos yo tengo a mi Fanteras.- Llenó de besos el rostro de su pequeño. –¡Y vos!- Miró con odio a su marido. –¿Cómo lo dejaste hacerle eso a Fanteras? Si vos también lo amabas. Nuestro hijo lleva su nombre, y vos dejás que él lo mate. Tus manos están tan manchadas de sangre como las de Darien.- Sin dejar de echarle la culpa, Elizabeth siguió llorando.

-Sos un desgraciado Darien, estoy tan triste… Nick, pegale, gritale, hacele algo.- Exigió Gaby mientras forcejeaba con su marido.

-El futuro nombre de tu hija Nick, está en mis manos. No me hagas ponerle Filomena.- Darien río mientras se levantaba de la mesa.

Se acercó despacio a Gaby, la abrazó, aunque ella se hizo la arisca y le susurró al oído. –Sayatea.-

Gaby sonrió, habían pasado casi seis meses desde que ella le pidiera a Darien que buscara un nombre para su hija. Pero además ese era el nombre de la nueva heroína de los libros de él y sus ojos se llenaron de expectativa. –¿Para cuándo?-

-La semana que viene lo tienen las dos. No podemos dejar a Eliz fuera de esta nueva empresa.- Saludó a todos y se marchó.

-¡Darien!- La voz de Speir lo detuvo en la puerta del café. -¿Se murió?- La incredulidad de su amigo lo sorprendió.

-¿Qué leíste vos?- Una sonrisa malvada cruzó su rostro.

-Sos un hijo de puta, te van a matar cuando tengan el libro en las manos.- Speir comenzó a reír a carcajadas. –¿A dónde vas ahora?-

-A casa.-

´¨·.S&E.·´¨'

"Volver a casa, ¿cuánto hacía que no veía su hogar? Mil quinientos años habían pasado desde que había salido de ahí.

Podía recordar el color del pasto sobre las colinas, el aroma a su tierra. El ruido del mar rompiendo contra los peñascos, el olor de las herrerías, las curtiembres, del cebo de las velas.

Pero por sobre todo recordaba el perfume de ella.

Aunque él la buscara, no estaba en ningún lado. Ella se había quedado en Bragham, jurando que esperaría por siempre a que él volviera.

Y él nunca regresó, ahora cargaba con el peso de los siglos en su espalda. Con la culpa de no haber vuelto por ella.

Aminoró la velocidad de su vehículo, Bragham estaría pasando una colina. Sabía que su castillo se mantenía en pie, él había conservado durante años ese lugar.

Nunca había tenido la fortaleza suficiente para volver a su hogar. Pero hoy, ya nada importaba, el ciclo se había cumplido.

Ya no quedaban motivos suficientes para seguir con vida, ella ya no estaba junto a él.

Pero tenía que volver a casa, algo más allá de lo comprensible lo hacía volver. Debía desandar cada paso dado en su vida y regresar al punto exacto donde todo había empezado.

Detuvo el automóvil, descendió y comenzó a caminar el sendero que lo conduciría a su hogar.

Bragham apareció erguido y majestuoso, como si los años no hubieran sido más que minutos. Una corriente de aire lo envolvió, se estremeció al sentir la dulzura conocida que se transportaba en él.

Escuchó el eco de su tierna y melodiosa voz. Las lágrimas se agolparon en sus ojos, su voz… el podía reconocerla entre un coro de ángeles celestiales. Sin poder reprimir un segundo más la agonía, corrió los metros que quedan hasta la solemne puerta. La empujó y esta cedió al instante.

De pronto todo cayó bajo un silencio sepulcral, nada tenía vida dentro de Bragham, pero todos sus sentidos lo impulsaban a entrar. A revisar cada rincón, por extraño que pareciera, todo parecía en perfecto estado, como si nunca hubiese sido abandonado.

Los latidos de su corazón comenzaron a resonar fuertemente, rebotando contra las paredes, aturdiéndolo con la celeridad e intensidad de los mismos. Siguió caminando hasta que sus pies se detuvieron delante de la alcoba principal.

El palpitar de su pecho dejó de aturdirlo, y el silencio volvió a reinar en el castillo.

Tomó coraje y abrió la puerta...

Su corazón dio un salto de júbilo y finalmente lloró.

Lloró por todos los años lejos de ella, por haber sido él el culpable y dejarla. Por amarla más allá de toda razón y porque ella estaba donde había prometido estar.

Estaba en casa, esperando a que volviera, para nunca más dejarlo ir.

Corrió al cálido refugio de sus brazos y ella lo estrechó fuertemente antes de comenzar a besarlo.

Era real, ella no era parte de un sueño, podía sentirla pegada a él, encajando perfectamente contra su cuerpo. La miró a sus hermosos ojos celestes y ella le sonrió.

-¿Por qué?-

-Porque no es necesario que me busques Fanteras. Yo siempre estoy acá.-

La besó, dejando en ese beso todo el amor que sentía por ella. Prometiéndole sin palabras que la amaría por siempre.

Mil quinientos años la había amado, y a partir de hoy, lo haría por la eternidad…

The End.

-¡Es hermoso!-

La voz de ella lo alcanzó cuando entraba en su cuarto, tirada en la cama con el único ejemplar real de Fanteras que había salido de la editorial. En realidad era especial, era el único ejemplar que tenía en su tapa el escudo de su héroe, y era sólo para ella. Se quitó la ropa y se acostó a su lado pegándose a ella, buscando su calor.

-Lo sé.- Respondió mientras acariciaba la leve ondulación que recién aparecía en vientre de ella.

-Muy modesto Mí Lord Fanteras.-Dijo mientras entrelazaba su mano con la de él. –¿Y ahora?-

-Ya volvimos a casa Serena, es tiempo que Fanteras y yo hagamos la única cosa que realmente deseamos.- Se interrumpió antes de llenar de besos la panza de ella.

-¿Y eso sería?- Preguntó Serena interrumpiendo la sesión de mimos de Darien.

-Amarte para el resto de nuestras vidas. Hacerte feliz Serena.- Respondió él mirándola a los ojos.

-¿Entonces tengo que ser yo, la que haga de vos un hombre decente?-

Darien rió ante la ocurrencia de ella. Salió de la cama, a pesar de no querer hacerlo y Serena comenzó a llorar su suerte, siempre los hombres la dejaban sola en el lecho después de hacerle el amor. Él rió envolviéndola en el calor de su hechizo, tras unos pocos minutos, Darien volvió.

Tomó la mano de Serena y le sacó su viejo anillo ante la mirada atónita de ella.

-Le prometí a mamá que iba a hacer las cosas bien, pero nuestro o nuestra cosita/o se nos adelantó.- Dijo acariciando nuevamente el vientre de Serena. La miró a los ojos antes de seguir hablando y vio el amor que ellos reflejaban. Un amor que era sólo de él y por el que estaría agradecido todos los días de su vida. –Hagámoslo bien esta vez amor. Haceme el hombre más feliz del mundo y aceptá ser mi esposa.-

Serena miró el perfecto anillo de compromiso que Darien le ofrecía, después de diez años escuchaba las palabras con las que siempre había soñado. Él era todo para ella y finalmente estarían por siempre juntos.

Rió y lo besó hasta que los dos perdieron el aliento.

Darien la miró. –¿Entonces es un sí?-

-Sí amor, estemos juntos para siempre. ¡Te amo!-

Darien limpió las lágrimas que caían por las hermosas mejillas de ella y Serena hizo lo mismo con él.

Se besaron nuevamente dejando que sus cuerpos hablaran por ellos, recordándose que eran uno del otro. Amándose sin palabras, uniéndose profundamente, volviendo a ser uno.

Un año había pasado desde que la volviera a besar, y ese beso había sido un adiós. Adiós a esa vida de estar separados, una vida incompleta, media vivida.

Su deseo de cumpleaños del año anterior se había cumplido, ella estaba junto a él. Y el de este año crecía con fuerza en la matriz de Serena.

No podía desear nada más, él era un hombre completo, un hombre radiante.

Y como su Fanteras, ambos tenían un final feliz…



¡Desde los brazos de mi amado Ash, siendo bien amada!

Me da cosita terminar con Fanteras, espero que todas lo hayan disfrutado tanto como yo. Realmente él es un amor y yo no pude dejar de amarlo desde que apareció en mi cabeza jajaja.

Gracias a todos lo que leyeron y a todos los que también dejaron su review. Nos vemos pronto, cuando la facu me dé un poco de vida!!

Gracias:

Amsz88Chiba, Angie Bloom, Darien lover, Elizabeth Chiba, Forever Serena, Ginnyg, Isa1181, Isabel, Isis Janet, Ivo, JennySol, Kaoly, LoveMamoru, Lumar 27, Marin Lucero Chiba, Marta, Misao.Tenoh de Chiba, Nubia, SAN, Sere&Darien, TrisChiba, Usakito Pau, Yami Kamagatha, Ydiel!!

Besos Suyi