NUEVO CHAP. NO ME MATEN POR LA DEMORA.

AGRADEZCO INFINITAMENTE POR SUS COMENTARIOS A: GUEST, SAILOR MERCURI O NEPTUNE, ETERNA-ROMANTICA03, ASTORYA, ZARETHMALFOY, EMILYGONCALVES (TU REVIEW ME SACO UN PAR DE CARCAJADAS, GRACIAS POR TU APOYO), FEERNANDA, ANII-MALFOY, INO. ALLYSAN (TE ROBÉ UNA FRASE, GRACIAS), LUNA-MAGA, SINNOUVE (EL HOMBRE MUGGLE APARECERÁ… PERO AUN NO), ROXIIO.

LES COMENTO QUE DEBIDO A LA EXTENSIÓN DEL CAPITULO TUVE QUE QUITAR LA PARTE DE BLAISE Y PANSY, PERO LES DEJO UN ADELANTO QUE RESOLVERÉ EN EL SIGUIENTE.

GRACIAS POR SU INFINITA PACIENCIA.


Capitulo 20. Que humillante es el deseo.

-Será mejor que empieces a correr Malfoy porque cuando te alcance voy a romperte las piernas.

-¡Ron!

-¿Tú y cuantos mas , weasel?

-¡Malfoy, harías el favor de colaborar y cerrar tu bocaza!

-Hermione, esta broma no tiene ninguna gracia.

-¡Harry, no empieces tu también!

-¡Cabrón!

Hermione vio como Ron apretaba los puños con furia contenida. Gracias a Merlín se le había ocurrido desarmarlos a tiempo

-¿Qué le has hecho?

Inesperadamente las manos de Malfoy rodearon su cintura atrayéndola hacia su cuerpo. Hermione pudo sentir como los músculos de su rostro se movían para formar una sonrisa llena de cinismo – la pregunta correcta Weasel es ¿Qué no le he hecho…aun? – su aliento cálido rebotó contra su oreja y un beso suave fue depositado en la base de su nuca. El cuerpo de Hermione tembló impotente.

A Draco la afirmación de la castaña lo había tomado por sorpresa completamente. El contacto de su piel al envolver su mano lo había dejado congelado, pero aquella afirmación falsa sobre el tipo de relación que mantenían había logrado sacarlo de orbita por un par de segundo, lo que demoró su mente siempre hábil para intentar sacarle partido a la situación. No iba a desaprovechar la oportunidad que le habían servido en bandeja de plata.

Harry tuvo que retener a Ron antes que este alcanzara a Malfoy quien seguía con su sonrisa en los labios y los brazos rodeando el cuerpo de la castaña

-Esto tiene que ser una broma. – dijo Harry mirando fijamente a Hermione.

-Harry lo siento –replico ella irritadamente – Pero es lo que hay.

-¿Desde cuándo? – los ojos de Ron estaban inyectados de sangre y una vena muy pronunciada palpitaba en su cien.

Hermione sintió escalofríos. Lentamente alejó las manos de Malfoy no sin antes dirigirle una mirada de clara advertencia "Tu y yo ya nos veremos las caras" El rubio sonrió ante la promesa de confrontación.

-¿Desde cuándo? – volvió a preguntar Ron con un tono de voz intimidante. Por un instante Hermione se imaginó en una de las salas de interrogatorio de ministerio tras haber sido apresada y llamada a tomar declaración.

-Desde navidad – respondió, recuperándose lo suficiente para formar una oración coherente.

-Cuatro meses – declaró Harry, cruzando los brazos al decirlo.

-Demonios, Hermione. ¿Cuándo diablos pensabas decirlo? – inquirió Ron.

Abrió la boca para responder pero ningún sonido salió de ella. Se había quedado sin ideas. No sabía que decir. Malfoy vino en su ayuda.

-Queríamos esperar a que esto acabara – informó – Lo de Longbottom.

Harry le dirigió una mirada de creciente interés mientras Ron seguía observándolo como si fuese una mierda.

-¿Cómo es que te involucraste en todo esto?

-Hermione me lo contó

-¿Y cómo lograste conseguir información?

-Todo lo turbio e ilegal que suceda en Hogwarts puede y debe ser conocido por algún Slytherin, si es que un miembro de la casa no está detrás de todo – Malfoy se encogió de hombros antes de continuar – Pregunté a mis compañeros de clase de aquella época.

-Los que no están en Azkaban o muertos querrás decir – espetó Ron con desprecio.

El rubio lo miró con desafío – Los que me importan están a salvo y a mi lado. Los demás… no es asunto mío.

-De acuerdo – interrumpió Harry al ver que Ron abría la boca para seguir replicando – Nos quieres hacer creer que simplemente alguno confesó saber algo de este asunto.

Draco negó en silencio – Nadie dijo nada. Al parecer nadie sabía del asunto. Sin embargo, hace un par de días recibí una lechuza citándome mañana para hablar sobre Dolly.

Hermione abrió los ojos sorprendida. Malfoy era eficazmente elocuente y creíble cuando mentía, incluso ella que conocía la verdad de todo el asunto se estaba creyendo lo que el rubio decía.

-¿Dónde? – preguntó Harry

-Si hay alguna señal de aurores van a desaparecer y no se contactaran nuevamente.

El silencio reinó nuevamente en aquella sala. Harry y Ron miraban fijamente a Malfoy. Hermione paseaba los ojos de uno al otro sin saber que hacer o decir por temor de arruinar la historia de Draco y Luna… preparaba el té.

-Te das cuenta que tendremos que llevarte al cuartel para tomar tus declaraciones.

Hermione intervino enseguida – Si lo llevas perderemos la oportunidad de saber quién es Dolly. Un chivatazo de parte de alguien en el ministerio y todo se irá a la mierda Harry.

-Ella tiene razón Potter. Solo necesito un día para obtener algo.

Harry pareció meditar el asunto serenamente mientras Ron seguía con la mirada fija en Malfoy. Hermione creyó que los ojos empezarían a arderle de un momento a otro pues hacía mucho tiempo que no parpadeaba.

-Por más que lo intentes Potter no verás en mi mente nada más allá de lo que quiero que veas – declaró Malfoy, tomándolos a todos por sorpresa. -Y tu Weasley será mejor que dejes de intentarlo. Tus asedios son tan paupérrimos que hasta un niño de dos años puede evitarlos.

-¡Yo lo mato! – Exclamó Ron a nadie en particular lanzándose sobre Malfoy y logrando asestarle un fuerte golpe en la mandíbula.

El rubio se tambaleó pues el ataque lo había tomado por sorpresa. Hermione fue lo suficientemente inteligente para retenerlo por un brazo mientras Harry hacía otro tanto con Ron.

-Weasley definitivamente eres un troglodita.

Ron intentó soltarse pero Harry amenazó con hechizarlo si no dejaba de forcejear.

La escena fue interrumpida por Luna que llegó cargando cinco enormes tazas de té recién preparado sobre una bandeja. Su sonrisa y aspecto eran tan dulces que nadie se atrevió a replicar algo mientras ella iba poniendo una taza en las manos de cada uno de ellos.

-Me alegra mucho que ayudes a Neville – le dijo Luna a Malfoy cuando le entregó su taza. – Y me alegra que tu y Hermione finalmente estén juntos.

A ninguno en esa sala se le paso por alto el "finalmente" pero nadie se atrevió a preguntar.

Hermione dio dos tragos largos. Harry apenas probó un sorbo. Ron no hizo intento alguno por aparentar normalidad y beber del té. Malfoy lo bebió todo de un solo trago a pesar que la bebida estaba casi hirviendo. La tensión se podía sentir en el aire.

-Tengo que irme – dijo Draco de repente acabando con el incomodo silencio.

-De eso nada Malfoy – intervino Ron – tenemos aun muchas cosas que preguntarte.

-Y yo no tengo nada más que decirles. Por ahora.

Ron quiso replicar algo más pero Harry lo tomó por un brazo y negó con la cabeza lentamente.

Draco agradeció a Luna por el té dejando la taza sobre la bandeja. Hermione supo que algo tramaba al percatarse de la enorme sonrisa de suficiencia que lucía en aquel momento.

-Vendré a cenar esta noche – le dijo dirigiéndose a ella. Luego inesperadamente para todos y sin que Hermione pudiese hacer algo pues aun tenía la taza de té entre sus manos. Draco se inclinó sobre ella y la besó. Fue un beso suave y delicado. Nada más que un simple roce de labios.

Con una expresión de completa consternación en su rostro, Hermione vio como Malfoy fijó discretamente su mirada sobre los rostros enfurecidos de Ron y Harry, enseguida una sonrisa sardónica apareció en su rostro. Malfoy se inclinó nuevamente sobre ella y volvió a besarla pero esta vez la sensación fue tan intensa y placentera que ella no logró evitar cerrar los ojos y responderle gustosamente.

Draco se sentía en el cielo al sentir como los labios de la castaña se movían al mismo ritmo que los suyos. Harry y Ron tenían la sensación de haber caído en el poso más profundo del infierno. Hermione no sabía en qué lugar del purgatorio se encontraba (gracias AllySan) y Luna… ella orbitaba en su propio planeta, luciendo una sonrisa de satisfacción. Parecía que era la única que entendía plenamente lo que ocurría en aquel lugar.

Hermione abrió los ojos lentamente y pudo ver como la mirada penetrante y sensual de Malfoy la envolvía en un ardor placentero. Él sonrió y volvió a besarla solo que esta vez sus labios se posaron suavemente sobre su frente y sin decir o hacer algo más desapareció de la vista de todos. La discusión que se formó segundos después hizo que los cimientos de la casa de Hermione se sacudieran.

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Afuera el viento soplaba fuertemente pero ninguno de los dos sentía frio. En ese momento Theo estaba acostado y reposaba la cabeza en la suave curva de la espalda de Astoria. Sus dedos indolentes se deslizaban con suavidad sobre la tentadora curva de sus preciosas nalgas mientras ella leía con atención los documentos que su abogado les había entregado aquella misma tarde. Theo se fijó en como cruzaba los tobillos con gracia y los mecía con suavidad en el aire por encima de él. No pudo evitar sonreír ante el infantil gesto.

Besó el hoyuelo al final de la espalda y empezó a subir hasta sus hombros, en el camino se encontró con sus cabellos y los olió con placer antes de retirarlos y seguir con su tarea de alcanzar el cuello. Astoria se estremeció cuando él empezó a morderle la oreja.

-Deja eso – le susurró contra su piel.

Ella quería permanecer impertérrita – Mañana Draco va a firmarlos y necesito saber que todo está en regla.

Theo seguía acariciándola sin tregua. Sus manos habían viajado hasta sus senos y apretaban suavemente sus pezones – Los escribió tu propio abogado. No se pudo equivocar.

Astoria apretó los labios y sofocó un gemido – No – fue lo único que pudo articular.

Él dejó de acariciarla. Se dejó caer a un lado de su cuerpo incorporándose sobre su costado, descansando su cabeza sobre la mano derecha. Ella lo miró y descubrió el brillo del desafío en sus ojos.

-¿Quieres decir que esos papeles son más importantes que…? - se detuvo, no sabía que palabras usar, ¿hacer el amor?¿Tener sexo? Al final se decidió por la más burda de todas las expresiones –¿…Follar?

Ella le miró y él sintió una oleada de placer por haber captado su atención.

- Lo hemos hecho…

-Trece veces –intervino rápidamente al ver que ella empezaba a contar con los dedos – contando la noche anterior.

-No sabía que llevabas la cuenta.

Theo sonrió con orgullo.

-Pensé que habían sido doce – le dijo con curiosidad

-Trece – insistió él – hay que contar una vez en que estabas tan exhausta que te quedaste dormida.

Astoria puso los ojos en blanco. No quería llevar la conversación por esos derroteros. –Estos papeles son importantes. Necesito que los firmen mañana. Tengo que regresar a casa pronto.

Nott ignoró olímpicamente la incomodidad que le oprimió el pecho al escucharle decir aquello. Le besó el hombro con suavidad y ella le sonrió dándole un beso en la punta de la nariz.

-Déjame terminar – susurró ella – después haremos lo que tú quieras.

La promesa sonaba tentadora pero Theo no quería que ella terminara. Quería que toda su atención, toda ella se centrara en él. Eso era lo que quería. Tenía que aprovechar el tiempo que le quedaba, después de la firma de los documentos ya no tendría ninguna excusa para verla y entonces su pequeño affaire habrá terminado.

Sin previo aviso Theo le tomó la barbilla para obligarla a mirarle. Luego la besó en la boca y le tocó uno de sus pezones con el pulgar. Ella lo dejó hacer.

-¿Me deseas? - susurró Theo con lascivia. Una de sus manos le recorría la espalda y le pellizcaba una nalga mientras sus ojos la contemplaban.

-Déjame terminar – repitió mientras cerraba los ojos y pegaba su mejilla contra el papel.

Él siguió acariciando su espalda desnuda. Pasó los brazos por debajo de su cuerpo y recorrió su pecho con las manos, sumiéndola en una mezcla de éxtasis y agonía cargada de vergüenza al no ser capaz de detener aquel estremecimiento de placer.

-No lo hagas Theo. – Le dijo abriendo los ojos – Voy a terminar de leer esto y no me vas a detener

Sus ojos brillaron con suspicacia - ¿Es un desafío?

-No.

-Te propongo algo…

-No creo que… - Astoria se interrumpió al sentir como el subía sobre ella y amoldaba sus cuerpos de tal manera que su protuberante erección quedaba anclada en medio de sus nalgas. Su peso la apretó contra la cama.

-Tú puedes seguir leyendo mientras yo me divierto un poco ¿Te parece? Te prometo que no voy a penetrarte.

-¿Estás loco? – le dijo ella doblando su cuerpo para mirarlo.

Él le mordió el hombro y se apretó más contra ella. Astoria intentó apartarlo de su cuerpo, pero lo único que consiguió fue estar aún más unida a él. Theo le cubrió la garganta y el hombro de besos y le lamió la piel con frenesí mientras restregaba continuamente su erección contra sus nalgas

-Vamos cariño – le dijo con suavidad junto a su oído – lee en voz alta para que también pueda enterarme de que va el asunto.

Astoria tragó con fuerza decidida a no dejarse vencer en aquel juego. Cambió la hoja y comenzó a leer en voz alta como él se lo había pedido.

-Por una parte el señora Astoria Greengrass a quien ahora se le llamará Beneficiaria y por la otra parte el señor Draco Malfoy a quien se le denominará…¡Hay!

Astoria gimió al sentir como Theo le mordía el hombro con fuerza.

-¡Eso no se vale! – le dijo frunciendo el cejo.

Él sonrió – Continua preciosa.

Astoria volvió a fijar su mirada en el documento. – …hace constar que hará entrega, una vez legalizado ante… las autoridades… co… correspondien...tes este documento, de las propiedades… u…ubica… ¿Qué… qué estás haciendo? – se detuvo al sentir una extraña sensación entre sus piernas.

-Yo. Nada – le dijo él con una sonrisa de niño travieso al que acababan de atrapar en medio de una fechoría.

Theo había acomodado su miembro entre el hueco que formaban sus piernas y con sus propios muslos la había obligado a cerrar las piernas sobre su él. No la estaba penetrando pero la iba a follar.

Empezó a moverse con frenesí, con el mismo movimiento de caderas que hacía cuando entraba en ella. Astoria olvidó los papeles, cerró los ojos y abrió la boca al sentir aquella placentera sensación entre sus piernas. El cuerpo de Theo vibró victorioso al ver como ella se olvidaba finalmente de aquellos malditos pergaminos. Con un movimiento rápido los arrojó lejos de ellos. Astoria seguía con los ojos cerrados. Podía verla porque ella había ladeado su cabeza. La vio fruncir el entrecejo, apretar los ojos y mostrar los dientes antes de que sonido de total placer brotara de su garganta. Theo se conmocionó había llegado al orgasmo, podía sentir como su miembro se mojaba con los fluidos que brotaban de su interior.

La respiración de Theo se aceleró enseguida, era como la de un animal enfebrecido que arrojaba oleadas de calor contra su piel desnuda.

-Tócame - dijo mientras le bajaba la mano hasta el hueco formado por sus piernas, donde esperaba su húmedo y caliente falo - Sí - gimió conforme comenzaba a moverse de forma exigente contra ella - . Sí, sí… Astoria.

Con una mano entrelazada a la de Astoria y los dos apretados contra la cama, Theo deslizó la otra hasta la parte más íntima de ella, que acarició y frotó al mismo ritmo que marcaba el movimiento de su cuerpo contra el de Ella. Su miembro viril se movía entre sus piernas provocando un inimaginable placer en Astoria, una sensación que fluyó hasta sus pechos haciendo que sus pezones florecieran. Un rocío húmedo y caliente se extendió por los dedos de ambos. Astoria acopló la mano a la cabeza del miembro de él, y sintió una profunda y morbosa satisfacción al oír los sonidos que conseguía extraer de Theo

-¿Me deseas… dentro de ti? - preguntó él con una voz incisiva, insistente y extrema. – ¿O prefieres seguir leyendo los papeles?

Astoria se mordió el labio con el rostro apoyado sobre un lado contra la cama.

-Sí, te deseo - dijo con un sollozo -. Te deseo.

Astoria se puso de rodillas y él penetró muy dentro de ella mientras con las manos le cogía los pechos y le besaba la nuca. Cuando llegó al orgasmo gritó gozosa, fundiendo su voz con el gruñido masculino de Theo. Los dos eran, ni más ni menos, un par de amantes a quienes les quedaban las horas contadas.

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Draco se apareció en su casa aun luciendo una sonrisa traviesa. Enfurecer a aquel par de idiotas había logrado alegrarle el día ¡No el día, maldita sea! ¡Todo el estúpido mes! Y si a aquello se le sumaba el hecho que había besado a Hermione y esta le había correspondido… Draco suspiró hondamente mientras sentía como su corazón bombeaba con fuerza impulsado por una alegría que hacía mucho no sentía.

Era imposible que Granger negara lo evidente. En tres ocasiones la había besado y ella le había correspondido. No había forma que pudiese razonar ante los hechos y Draco estaba contento por ello. La próxima vez que la viera llegaría muy lejos. No le mentía cuando le dijo que iría esa noche a cenar. Un plan de ataque ya estaba completamente estructurado en su cabeza y pensaba ejecutarlo con total eficacia.

Encendió la chimenea e intentó comunicarse con Theo para preguntarle si sabía algo de Blaise. Pero según su secretaria ninguno de los dos estaba en las oficinas en ese momento. Tomó nota mental de llamar la atención a ese par. En la actualidad, industrias Malfoy había pasado a ser patrimonio de las tres familia, o de lo que quedaba de ellas, pero últimamente ni a Zabini ni a Nott parecían importarles lo que pasara con el dinero y las inversiones.

Draco sacó su varita y conjuró su patronus. No había logrado encontrar a Blaise y el parecía no atender sus lechuzas, la única vía que quedaba por agotar sería su patronus. La figura de un enorme lobo con gruesas patas, orejas puntiagudas y colmillos feroces apareció ante el revoloteando a su alrededor. Draco se permitió observarlo unos segundos mientras evocaba el recuerdo con el cual había, después de una larga temporada de intentos, logrado conjurar un patronus como Merlín manda.

Después que la figura desapareciera para ir en busca de Blaise. Draco le pidió a su elfina que en cuanto el señor Zabini llegará a su casa lo hiciera subir a su habitación. Malfoy necesitaba observar algunos recuerdos en su pensadero, aquella frase que Lovegood había lanzado sin pensar hizo que se preguntara que tanto sabía aquella mujercita sobre lo que él sentía por Granger. Pansy ya le había contado más o menos lo que Lovegood sabía pero no estaba seguro de cuanta información le había compartido Blaise mientras estaban en Hogwarts.

Mientras subía las escaleras que llevaban al segundo piso Draco pensó que no podía seguir ocultado lo que sentía por aquella pequeña mandona e irritante mujer. Era imposible negarlo. Estaba enamorado de Hermione Granger. Le gustaba todo de ella. Una mujer voluntariosa, inquieta y completamente leal a su familia y a los amigos. Hacía mucho tiempo que Draco había aprendido que la lealtad era una virtud poco valorada pero que para él era un completo tesoro.

En el transcurso de las últimas semanas, Draco lle gó a la conclusión que esa mujer le era completa y absolutamente irresistible, en el aspecto intelectual era simplemente fascinante: jamás lo aburriría y estaba seguro que una vez compartieran el lecho…. bueno…. tampoco lo aburriría en ese aspecto.

Era innegable la atracción que sentía por ella. Cada vez que la sentía cerca, todo su cuerpo se tensaba de expec tativas. En Hermione vibraba una energía femenina que capturaba todos sus sentidos. Cuando estaba solo por las noches, su imagen comenzaba a hechizarlo. Cuando estaba con ella, se sorprendía recorriendo con la mirada la curva de los pechos, de masiado expuestos en algunas ocasiones o totalmente ocultos bajo el uniforme de la academia de legisladores. La cintura breve y la suave redondez de las caderas lo tentaban y seducían cuan do la observaba moverse con aquel sutil balanceo que le provocaba la contracción de los músculos de la parte inferior del cuerpo.

Ella era, en una simple palabra, hermosa ante sus ojos, perfecta para sus sentidos y estimulante para su ingenio. Si todo eso no significaba que estaba enamorado, entonces tal vez nunca encontraría el amor porque simplemente no podía creer que pudiese manifestar un cumulo de sentimientos tan profundo por otra persona que no fuese Hermione J. Granger. Draco se detuvo en medio de la escalera al percatarse que no tenía idea del significado de la J en su nombre. Tomó nota mental de preguntárselo aquella misma noche.

Ahogó una maldición. No cabía duda que estaba loco por ella, por sus ojos castaños que casi siempre lo observaban con furia, por su nariz pequeña y respingona y sus apetecibles labios. Pero sobre todo por su sola presencia, aquella que lo cautivaba y le resultaba completamente irresistible y embrujadora.

Suspiró hondamente. Tenía que actuar pronto o terminaría arrinconado junto a una ventana observando tras el cristal mientras la lluvia caía fuera e imaginando estupideces como un idiota enamorado. ¡Enamorado! la palabra a un le sonaba extraña y ajena en su mente, pero el sentimiento era real y vivaz.

Cuando cruzó frente a la puerta cerrada de una de las habitaciones de la mansión. Draco se detuvo en seco al escuchar claramente el sollozo de una mujer. Sin necesidad de escucharlo una segunda vez, supo que provenía de Pansy. Frunció el cejo, la situación entre sus amigos era insostenible. Pansy quería a Blaise pero no estaba seguro de que él sintiera lo mismo por ella y Pansy no merecía sufrir nuevamente por su causa. Sin atreverse a llamar, abrió la puerta lentamente lo suficiente para asomar levemente la mirada, lo que vio lo dejó sin habla.

Su patronus, el que acababa de conjurar hacía unos minutos en su biblioteca, estaba en medio de la habitación. Draco no logró escuchar sus propias palabras a través de la figura del lobo porque los gemidos y gritos provenientes de Blaise y Pansy acallaron cualquier otro sonido. La figura plateada del lobo desapareció sin que la pareja se percatara de lo sucedido.

-Te quiero.

Escuchó decir a alguien pero no se detuvo a saber cuál de los dos lo había dicho. Era algo demasiado intimo que solo los involucraba a ellos. Cerró la puerta en silencio y escribió una nota que dejó pegada a la puerta de la habitación. Sonrió de medio lado. Finalmente las cosas empezaban a encajar.

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Hermione se dejó caer agotada sobre su sillón. A su lado Luna la miraba con una expresión llena de asombro. Ella intentó ignorarla pero era imposible ignorar a Luna, sus grandes ojos y su penetrante mirada te podían hacer sentir como un niño asustadizo.

-Siento que hayas presenciado todo esto – le dijo al abrir los ojos y mirarla fijamente – No tenía ninguna intención que Harry y Ron se enteraran hoy de….

-¡Bah! – Exclamó Luna haciendo un gesto con la mano para quitarle importancia al asunto – lo han tomado mejor de lo que llegué a imaginar.

Hermione la miró con incredulidad. ¡Merlín casi se había batido en duelo con esos dos!

-Odian a Malfoy y eso nunca va a cambiar.

Luna se removió en su asiento pues el peso de vientre empezaba a incomodarle la respiración. – Puede ser – acordó Luna – pero lo importante aquí no es lo que ellos sientan sino lo que tú sientas. Si te mantienes en tus trece Harry y Ron terminaran aceptando a Malfoy, tal vez nunca lleguen a ser amigos. Pero no van a perderte a ti solo porque estas con él.

Su argumento era bueno y valido. Sin embargo, ella y Malfoy no estaban juntos en realidad y no tenía intención de que eso sucediera jamás.

-Oye Hermione – Luna se giró en su asiento para quedar frente a ella – Ahora que Malfoy y tú finalmente están juntos. Quiero aprovechar para disculparme por lo que sucedió en Hogwarts durante el séptimo curso.

Una alarma incesantemente ruidosa se prendió en la mente de la castaña al escuchar aquellas palabras que la habían tomado completamente por sorpresa. ¿A qué se refería Luna? Inteligentemente, decidió guardar silencio y escuchar.

-Debí habértelo dicho pero… - continúo ella afligidamente – quería mucho a Blaise y no quería hacerle daño a nadie. Imagino que ustedes ya lo hablaron ¿Verdad? Tú y Malfoy

"Pero ¿de qué rayos estás hablando?" quiso preguntar – Si – respondió automáticamente – está todo aclarado.

Luna sonrió – Entonces, ¿me perdonas?

Hermione quería saber de una buena vez sobre a qué rayos se refería, pero temía que Luna se diera cuenta que ella y Malfoy realmente no estaban juntos.

-No hay nada que perdonar – le dijo poniendo una mano sobre la suya – No fue culpa tuya - se arriesgó a decir.

Luna volvió a sonreír mientras se puso en pie y caminaba para buscar su abrigo – Debo volver a la madriguera. Mañana Dean y yo regresamos a casa, el bebé está a punto de llegar.

Hermione no pudo evitar sonreír aunque el cambio brusco del tema logró descolocarla levemente – Dile a Dean que nos envié una lechuza cuando rompas aguas. Nos gustaría estar allí.

-Claro que sí – respondió mientras abría la puerta.

-Luna – Hermione la detuvo antes que se fuera. Se mordió el labio nerviosa temiendo cometer una imprudencia, pero tal vez era la oportunidad más clara que había tenido de comprobar sus sospechas – Cuando hace poco me pedías disculpas por lo que había pasado en Hogwarts ¿te referías a aquella noche en la que Malfoy y yo….?

-Blaise le ayudó con la poción multijugos – dijo rápidamente como queriendo excusarse – le abrían expulsado a él también. Hermione, el amor a veces te hace imprudente ¿Lo comprendes verdad?

Con los ojos abiertos como platos la castaña logró asentir muy lentamente. Luna acababa de confirmar sus sospechas y ella sentía que el corazón se le iba a salir del pecho.

-Es bueno saberlo – continuó Luna mientras salía a la escalinata – Adiós Hermione.

-Adiós Luna – susurró ella minutos después a la puerta cerrada.

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-¿Esto es todo lo que tienen?

Jennifer Pingnon miraba con atención a Alexander Barron, el jefe de los aurores, mientras hablaba. Barron era una un hombre maduro de unos cincuenta y cinco años con un bigote muy poblado. Tenía un cuerpo de en sueño a pesar de su edad y unos ojos encantadoramente verdes. Su temple y su seguridad le habían llevado a ganarse con méritos suficientes el puesto que ostentaba actualmente desde hace más de diez años.

Barron era viudo, tenía dos hijas de su edad, a quienes sobreprotegía a capa y espada. Según las malas lenguas también mantenía tres amantes bastante jóvenes. En ese momento mientras era víctima de su mirada penetrante y oscura, Jennifer entendió porque las chicas se dejaban seducir por él.

-Todos los testigos presentan perdida o modificación de la memoria, señor…

Jennifer se fijó en Harry y tuvo que morderse la lengua para poder concentrarse en tema principal de aquella reunión: el caso "FRAUDE EXTASIS". Harry, su compañero de cuadrilla y que en aquel momento se encontrara de pie a su lado, seguía hablando del caso mientras ella intentaba dar sentido a sus palabras. La mente le estaba fallando y eso se debía a la abstinencia sexual que practicaba desde hace dos meses. ¡Rayos! Era el único argumento que podía explicar por qué su jefe le estaba pareciendo tormentosamente atractivo en ese momento.

-Hemos intentado revertir el hechizo pero en San mungo nos han advertido que puede causar locura en los detenidos.

Jennifer desvió la mirada cuando escuchó la voz de Weasley. Harry, Weasley y ella eran parte de la cuadrilla número 12 del escuadrón de aurores y eran los segundos al mando del caso "FRAUDE EXTASIS" El pelirrojo siguió hablando y ella no pudo evitar que un ligero temblor de deseo le recorriera las piernas. A sus veinticuatro años, Jennifer Pingnon no había conocido el nirvana del placer sexual hasta el día en que se acostó con él. Weasley era un completo pelmazo como ser humano, pero entre las sabanas era un fuego que amenazaba siempre con consumirla y ella estaba constantemente dispuesta a que lo hiciera.

Jennifer había nacido en Inglaterra en el seno de una familia ancestralmente mágica. Su padre era un auror consumado y su madre una medimaga reconocida. Como única hija, Jennifer recibió todo el amor y la sobreprotección que un niño puede recibir en el mundo mágico. Pero antes de cumplir los once años, los rumores que Voldermort podría regresar eventualmente asustaron a su padre, quien decidió trasladarse a América llevándose consigo toda su familia. Retornaron a su país natal cuando Voldermort fue finalmente derrotado.

Estudió en la escuela de magia y hechicería de Salem donde aprendió todo lo que una bruja necesita saber, no era tan buena como Hogwarts pero si lo suficiente para que ella lograse entrar por sus propios méritos en la academia de aurores. Su padre nunca había estado más orgulloso.

Desde el primer día de academia se hizo amiga de Harry, él era un chico bastante majo al cual era imposible odiar y mucho menos ignorar. Era famoso, era un héroe y tenía un par de ojos verdes muy tiernos. Sin embargo, hacerse amiga de Harry trajo consigo conocer a Ronald Weasley y eso había sido su perdición. Jennifer parpadeó fuertemente, se dijo que no volvería a pensar en él. Tenía trabajo que hacer.

La reunión se alargó por un par de horas más. Obviamente ellos no se libraron de una nueva reprimenda y de una revaloración profunda de los objetivos de la investigación. Si en una semana no había resultados les quitarían el caso y esa sería una mancha muy grave en su historial sobre todo si tenían en cuenta que trabajaba al lado de dos héroes de guerra reconocidos y que ella era hija de uno de los aurores más temerarios. Suspiró en silencio.

-Señorita Pingnon – la llamó su jefe mientras Ron y Harry salían del despacho – Necesito hablar con usted.

Jennifer se asustó. Odiaba la frase "necesitamos hablar" era la misma frase que su novio había usado un día después de tres años de noviazgo para confesarle que en cuanto a sus apetitos sexuales se refería, él prefería el brusco toque de otro hombre. Indudablemente eso explicaba porque casi nunca llegaba a los orgasmos cuando estaba a su lado y también era una razón de peso para explicar porque sucumbió ante las insistentes propuestas de connotación sexual que Weasley le hacía permanentemente.

Al final resultó no ser nada del otro mundo. Su padre había pedido un favor especial en su nombre y el Jefe Barron quería estar seguro que ella estaba de acuerdo. Pignon iba a ser trasladada de cuadrilla en cuanto concluyera el caso que llevaban actualmente.

Salió del despacho sin mirar a nadie en particular mientras caminaba por el interminable pasillo que llevaba a las oficinas de su cuadrilla. Había tomado la mejor decisión dadas las circunstancias, resulta que su mente y su cuerpo le estaban jugando una mala pasada; se estaba encaprichando con Weasley y eso era totalmente impensable entre dos personas que tenían un trabajo de alto riesgo, como el de ellos. No podía permitir que esos sentimientos interfirieran en su desempeño laboral. Había trabajado mucho para estar donde estaba y no lo iba a arrojar por la bordar debido a un encaprichamiento infantil.

Cuando estaba a mitad del pasillo vio a un hombre alto y de complexión fuerte, con cabello rojizo y mirada cejuda, que hablaba con una menuda mujer menuda. A Jennifer casi se le paró el corazón. Sin perder tiempo, volvió sobre sus pasos, lo que menos necesitaba en ese momento era un enfrentamiento con él. Fue una reacción puramente instintiva; su mente sabía que necesitaba hablar con él, pero su cuerpo emprendió la huida.

-¡Pingnon! – Su voz se alzó sobre el ruido del pasillo. Aquel rugido grave era reconocible entre una multitud.

Apretó el paso y al llegar a una esquina dobló a su derecha. Miró hacia atrás, el aun la seguía y se estaba acercando. Jennifer sintió pánico. Empezó a correr, la gente la miraba con extrañeza pero a ella no le importaba. Necesitaba huir rápidamente.

Como caído del cielo, el servicio de señoras apareció a su izquierda. Se lanzó al interior, empujó la puerta y esperó de pie, con una mano en el pecho para intentar calmar el retumbar de su corazón. Miró a su alrededor. Estaba sola en la diminuta estancia provista de varios retretes. Aguardó, congelada, a que se desvaneciera el sonido de sus pisadas.

De pronto la puerta se abrió bruscamente hacia dentro obligándola a retroceder de un salto para evitar el golpe. Ron llenó el umbral, su mirada era amenazante, tenía el cejo fieramente fruncido y los ojos chispeaban furia. Obviamente no le había divertido el jueguecito de persecución al que lo había sometido además que había podido notar el mal humor que lo acompañaba desde el momento en que se lo encontró en el despacho del jefe Barron.

-¡No puedes entrar aquí!

Él dio un paso adelante y cerró la puerta.

-Ya estoy dentro

Jennifer respiró hondo, intentando serenarse.

-Es el lavado de señoras. Entrará alguna.

-Puede que sí. – Ron caminó hacia ella acortando la distancia que los separaba hasta que solo quedaron unos pocos centímetros. Jennifer tuvo inclinar la cabeza para verle a los ojos – O puede que no. Necesitamos hablar ahora y tú has escogido el sitio.

-Yo no he elegido nada - le espetó ella - Trataba de evitarte...

-Ya me he dado cuenta - repuso él secamente -. La pregunta es ¿Por qué?

No iba a decírselo ni porque las llamas del infierno le quemaran la planta de los pies

-No has contestado a mis lechuzas – continuó el al ver que ella permanecía en silencio.

-No quería hablar contigo. – Confesó sin ningún pesar.

Ron arqueó sus cejas y la miró inquisitivo - ¿Por qué? ¿Me estas ocultando algo?

Esta vez fue ella quien lo miró fijamente - No ¿Qué podría ocultarte?

-Podrías estar embarazada – le dijo – la ultima vez no….

Ella bufó burlonamente – No estoy embarazada.

-¿Cómo lo sabes? ¿Te llegó la regla?

Jennifer le dio un empujón en el hombro pero él no se movió un milímetro – ¡vete a la mierda Weasley! - Mientras hablaba, intentó deslizarse hacia un lado.

Pero Ron le puso las manos en la cintura, atrapándola.

-Esta vez no te vas a escapar - dijo en tono irritado.

Ella levantó la barbilla dignamente - ¿Y qué piensas hacer? – replicó - ¿Follarme?

Se había dicho que tenía que rehuir de su presencia, pero era imposible esconderse de un hombre que medía uno noventa. Fuera donde fuese el maldito siempre la encontraba poniendo su mundo patas arriba. Procuraría no permitir que él lo supiera, pero no podía mentirse a sí misma seguir sucumbiendo a sus deseos… ¡Maldita sea! La regla no le había venido y ella no lo recordaba hasta que él lo había mencionado

Ron empezó a sonreírle con coquetería – Te gusta – declaró – No puedes mentirme Pignon, te encanta que te folle. No intentes fingir que no es así. Cada vez que te toco tu cuerpo responde enseguida.

Jennifer se sonrojó. – En ningún momento he declarado que no me haya gustado - Calló un instante para tomar fuerzas -. Es que no quiero volver a hacerlo.

-Mentira - Tenía la mirada fija en sus pechos. Sus ojos cambiaron lentamente, igual que su expresión, que se tensó de deseo - Se te han puesto los pezones de punta. Y ni siquiera te he besado todavía.

A Jennifer se le heló la sangre. Se maldijo en silencio por ser incapaz de rechazar sus asaltos. Su cuerpo la traicionaba una y otra y otra vez, deseaba a Ron Weasley con todas las fuerzas de su alma, quería que la follara siempre, ¡Por Merlín! Quería que la follara ahora mismo, en aquel lavado de señoras. Miró a Ron con un gesto de impotencia. Su mirada también estaba cargada de deseo.

-Jennifer – susurró su nombre con sensualidad.

La tensión flotaba en el ambiente. Después de pocos segundos, Jennifer fue consciente de algo. Iban a follar allí en el lavado de señoras del ministerio de magia y ella no iba a hacer nada para evitarlo. Invadida por el pánico, apoyó las manos en el pecho de él y empujó, pero sin resultado alguno.

-No podemos —dijo débilmente—. ¡Aquí no, por el amor de Dios!

Pero él no la escuchaba. Tenía los ojos fijos en su boca.

-¿Qué? —dijo en tono ausente al tiempo que le apretaba la cintura con las manos y la atraía hacia él.

Jennifer gimió en voz alta al sentir su cuerpo contra el suyo. Él inclinó la cabeza para besarla, y ella levantó la boca automáticamente. Sus labios eran suaves, su boca ardiente. El deseo le recorrió todo el cuerpo, irresistible como la marea, y sus manos dejaron de empujarlo para aferrar con los puños la tela de la túnica de auror. Él la apretó aún más contra sí, y ladeó la cabeza para ahondar en el beso introduciendo la lengua en su boca. Jennifer respondió ansiosa y obediente.

Ron se estremeció como si hubiera recibido un golpe y tomó sus nalgas en las manos para levantarla con fuerza contra su miembro erecto. El ardor del deseo explotó en una llamarada que los consumió a los dos. Ron retiró la boca un momento y gimió:

-¡Por Merlín! - Al mismo tiempo le alzó la falda de un tirón y le bajó las bragas por los muslos.

Jennifer sintió la fría baldosa de cerámica contra las nalgas desnudas. Ron la había levantado por la cintura dejándola sentada sobre el lavado de manos.

-Ron aquí no… - sus palabras fueron interrumpidas por un sonoro jadeo al sentir los dedos de Ron en medio de sus muslos. Cerró los ojos inclinando la cabeza sobre el espejo a su espalda, abrió la boca presa de un placer incontrolable. Trago grueso e intento hablar de nuevo – Espera… no es el… - nuevamente gimió - …lugar

-No puedo esperar

Fue una afirmación rotunda. Su voz era áspera, temblorosa. La sujetó por las caderas con un brazo mientras se inclinaba para quitarle del todo las bragas. Se irguió nuevamente y la besó de manera apasionada y febril. Le separó los muslos y se situó entre ellos sin dejar sus labios. Ella le abrió la cremallera del pantalón y liberó su erección, brindándole una suave caricia que lo hizo gruñir con desesperación.

Ron no perdió un segundo más y sin ningún aviso entró en ella. Jennifer clavó las uñas en sus hombros al sentir como él se hundía en ella. Él empujó con fuerza, dilatándola hasta lo insoportable. Ella era presa de un placer indescriptible. En cuanto estuvo completamente envuelto por su intimidad, él estuvo a punto de correrse, ella no aguantó tanto y llegó al clímax solo con la penetración inicial.

Ron tragó en silencio deteniendo sus movimientos y apoyando su frente húmeda contra la de Jennifer

-Me voy a volver loco por tu culpa – le dijo – Simplemente con penetrarte ya siento deseos de correrme.

A ella le pasaba lo mismo, lo acababa de experimentar pero no dijo nada. No podía hacerlo aunque quisiera. Su cuerpo solo respondía al inmenso placer que estaba recibiendo. Temblaba como respuesta al orgasmo que acababa de experimentar y él la acarició para tranquilizarla antes de empezar con sus embestidas.

Empezó a moverse despacio y con cuidado, en pequeñas penetraciones contenidas, que provocaron espasmos de un placer doloroso e intenso que hizo que ambos se estremecieran con fuerza. Pronto se dieron cuenta que no era suficiente y él empujó más fuerte y cada vez más rápido.

Jennifer sintió como su miembro se movía hacia adelante y atrás dentro de ella, y sus músculos internos se contrajeron de puro placer. Gimió de nuevo, hundiendo las uñas en él, era su segundo orgasmo. Ron soltó un juramento, había jurado contenerse e ir despacio, pero ver como ella se corría una segunda vez, sentir como su cuerpo temblaba entre sus manos y como sus uñas se clavaban en sus espalda podría hacer perder la cabeza hasta el hombre más tozudo del mundo.

Ron la tomó por las nalgas acercándola al borde del lavado, de esta manera pudo penetrarla más profundo y con mayor rapidez. Había empezado a sudar mientras buscaba su propia satisfacción. El cuerpo de Jennifer se mantenía flácido y maleable en sus brazos, completamente satisfecha y eso hizo que su pecho se llenara de un orgullo primitivo de macho dominante.

Ron empezó a empujar con fuerza, y maldijo cuando vio que ella empezaba a alcanzar su tercer orgasmo. ¡Maldijo por lo bajo! ¿Por qué, entre todas las mujeres del planeta, tenía que dar precisamente con otra chica multiorgásmica? Aquello era demasiado para su libido, no podía mantenerse apartado mucho tiempo de ellas. Ya lo había experimentado con Hermione, pero Jennifer era una tentación mayor de lo que alguna vez fue su amiga.

En aquel momento empezó a abrirse la puerta con un crujido.

Ron se movió con la velocidad del rayo y empujó la puerta con la mano izquierda para cerrarla de golpe antes de que hubiera podido abrirse una fracción de centímetro.

-¡Oiga! - exclamó una mujer indignada desde el otro lado

-Éstá ocupado - dijo Ron con voz ronca sin cesar su persistente penetración

Jennifer lo miró en silencio. No le importaba que al otro lado de la puerta una mujer esperara para entrar en el servicio y que al hacerlo inevitablemente los habría encontrado con las manos en la masa. No pensó en lo que diría su padre ni el daño que algo así podría hacerle a su carrera. Lo único que hizo fue cerrar los ojos, apretar con sus piernas las caderas de Ron y contraer sus músculos vaginales sobre su miembro. La sensación fue inmensamente placentera.

Ron empezó a gemir con fuerza, un sonido gutural y primitivo que brotaba de lo más profundo de su garganta. El sudor le bajaba desde su rostro hasta al cuello para ir a esconderse dentro de su túnica. Cerró los ojos con fuerza anunciando que estaba a punto de alcanzar su orgasmo pero entonces sintió como Jennifer succionaba su miembro, literalmente lo hizo. Ron abrió los ojos llenos de impresión y la miró con absoluta fascinación. Arremetió con fuerza contra ella, dos, tres veces, una vez más, y al final se contrajo violentamente. La cabeza le cayó hacia atrás y de su pecho emergió un gruñido áspero y lleno de placer

Jennifer vio como empezaba a temblar y ella soltó su miembro para después succionarlo nuevamente contrayendo sus músculos otra vez. Ron gritó de nuevo esta vez más fuerte, dio tres embistes más y volvió a correrse dentro de ella, siguió embistiendo mientras se corría, simplemente sentía que no podía dejar de hacerlo. Tenía los ojos desorbitados y unas cuantas lágrimas se le habían escapado de tanto placer. Jennifer alcanzó el orgasmo una tercera vez y fue tan placentero que tuvo que hundir su rostro en el pecho de Ron y morder la tela de su túnica para sofocar sus propios gritos.

-Es usted un desvergonzado – dijo la mujer al otro lado de la puerta. Ron aun la seguía sujetando con su mano – Voy a avisar a los aurores inmediatamente ¡Que escándalo!

Ron levantó la cabeza lentamente. La expresión de sus ojos era indescifrable, como si no pudiera creer lo que estaba ocurriendo. Aspiró profundamente y explotó:

-Señora váyase – rugió furioso - ¿Es que no ve que estoy ocupado?

Jennifer no pudo evitar reírse sonoramente pero después se calmó y lo miró tan fijamente que Ron empezó a sentirse nervioso.

-Tengo que irme – fue lo único que ella dijo. Lo empujó suavemente para que él saliera de su interior. Ninguno de los dos pudo evitar un leve gemido al hacerlo.

Tenía la falda arrebujada alrededor de la cintura, las piernas abiertas, el rostro sonrojado, los labios hinchados y el peinado completamente revuelto cuando desapareció. Ron se quedó con sus bragas en las manos.

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Nunca en su corta vida había sentido un deseo tan profundo como el que estaba experimentando en aquel momento.

Draco abrió los ojos desmesuradamente al tiempo que la botella de vino que había comprado hacia tan solo una media hora escapaba de su mano para precipitarse ruidosamente contra el suelo. El estallido hizo que Hermione reaccionara lo suficiente para salir corriendo de la cocina como alma perseguida por el demonio. Draco solo atinó a escuchar el fuerte grito que profirió, el ruido de sus pasos precipitados al subir por la escalera y finalmente el golpe de una puerta azotada con violencia.

El joven brujo nunca imaginó, ni en sus mejores sueños que Hermione J. Granger tuviese por costumbre caminar completamente desnuda por su casa.

-¡Oh mierda! - exclamó Hermione totalmente avergonzada después de cerrar tras de sí la puerta de su habitación - ¡Oh mierda¡ ¡mierda! ¡mierda! ¡mierda!

"!Que rayos hace Malfoy en mi cocina!" se preguntó mientras buscaba su pijama debajo de la almohada, una escueta bata verde de tirantes que le llegaba a media pierna.

¡La había visto desnuda! - por las barbas de Merlín - ¡Draco Malfoy la había visto completamente desnuda!

Hermione se dejó caer en su cama pesadamente mientras enterraba el rostro entre los almohadones. No sabía por qué el destino tendía a jugarle tan malas pasadas. De todas las cosas que habían salido mal ese día la que acababa de pasar era la peor de todas.

El chasquido de la puerta la distrajo de sus cavilaciones. Levantó la cabeza y guió su mirada en la dirección del ruido. Malfoy había entrado a su habitación deteniéndose a un costado de su cama. Levantó la vista y pudo observar como él tenía sus ojos completamente fijos en su trasero semi descubierto. Gritó con furia antes de salir huyendo hacia el cuarto de baño. Él la detuvo tomándola por la cintura, la acercó a su cuerpo y finalmente la abrazó. Hermione se mantuvo inmóvil, completamente desarmada ante lo absurdo de toda la situación.

La deseaba. Draco se había enfebrecido de sensualidad y ansiedad. Podía notar contra su cuerpo aquellos pechos redondos que hasta hace pocos minutos había contemplado libremente. Sus muslos tentadores y sus seductoras caderas estaban lo suficientemente cerca para hacer que su corazón bombeara aceleradamente.

La necesitaba, pero quería algo más que penetrar en ella; quería poseerla por completo. Y aunque su cuerpo estaba completamente inmóvil, Draco sabía que no le era completamente indiferente. Hermione no se había puesto tensa, solo estaba prevenida, ni se había apartado asqueada, ni había dado muestras de enfado. Sabía distinguir muy bien cuándo una mujer le era hostil y cuándo jugaba a hacerse la indignada, y aquel no era ninguno de los dos casos. Solo estaba allí, quieta en medio de sus brazos sin atreverse apartarlo pero tampoco a aceptarlo del todo. Aquello era un puro infierno.

La abrazó con más fuerza y hundió el rostro en ella.

-Dime… cuando quieras que pare - dijo con voz sofocada - Dime… si no quieres que siga adelante.

Sintió como su cuerpo se tensaba ante sus palabras y Draco tuvo miedo que hubiesen salido antes de tiempo. Tenía que hacerla sentir su propio deseo, tenía que hacerla vibrar de tanto anhelo hasta que al final no tuviese otro remedio que entregarse a sus fantasías y él estaría allí dispuesto a cumplir todas y cada una de ellas.

De repente su mente se puso en blanco al sentir las manos de Malfoy rodeando su cuerpo. Él se inclinó sí mismo para acercarla un poco más a él. Había demasiada proximidad entre ellos, una intimidad tan placentera que la hacía sentirse extrañamente cómoda. Hermione sintió su propio control derrumbarse. La fragancia de su piel llenó sus fosas nasales, un indicio de colonia y jabón de afeitar, y la limpia y calidad fragancia masculina que sólo le pertenecía a él "Menta, azafrán y lima". Respirando profundamente, ella sintió una sacudida elemental en respuesta.

-Dime cuando quieres que pare.

Sintió cómo su cuerpo se tensaba ante sus palabras. Una simple frase que le daba todo el poder y el control de la situación. En su mente se libraba un lucha titánica, entre la curiosidad del deseo y la inherente razón. Malfoy no le dio tregua para declarar un vencedor. Se puso sobre ella e inclinó el rostro sobre el suyo.

-Quiero besarte Granger - susurro contra sus labios - quiero que sientas lo que yo siento. Quiero sentir el tacto de tu piel contra mis labios.

Hermione cerró los ojos y tragó en seco.

-Quiero recorrer tu hermoso cuerpo con mi manos. De arriba abajo, de abajo arriba. Sin dejar un rincón sin explorar.

Levantó una de sus manos y la posó sobre su hombro derecho. Los músculos de Draco se tensaron ante el contacto.

-Quiero ver tu mirada cuando te sea imposible controlar el éxtasis glorioso que solo nace de la unión entre dos cuerpos - la mano que rodeaba su cintura viajó hasta el inicio de sus nalgas - nuestros cuerpos

Hermione guió su otra mano hasta el hombro izquierdo y Draco sintió que con ese simple contacto ella le había hecho tocar un pedazo del cielo con la punta de los dedos.

-Quiero besar cada milímetro de ti. Conocer tu olor, escuchar tus gemidos, conocer tus secretos. No me rechaces Hermione. Te juro que puedo hacerte completamente feliz.

Ella abrió los ojos para encontrarse con su mirada penetrante fija en ella. Sintió que las rodillas le temblaban y que algo de sudor frio bajaba por su espalda. Estaba excitada y anhelante, quería sucumbir y permitir que Malfoy hiciera todo lo que le había dicho… pero tenía miedo. Miedo a lo que vendría después.

Quería gritarle que se detuviera. Debía parar. Aquello no podía ser, era imposible, Eran dos polos opuestos, vivían en dos mudos que chocaban en todos y cada unos de sus aspectos. ¡Detente Malfoy! - quiso decirle, quiso gritarle. Pero no lo hizo. Hermione podía sentir bien duro contra ella su pene erecto y la mano de él en su cadera empujándola hacia sí. Estaba a un paso de perder su propia cordura.

-Dime que pare - repitió él, pero en el fondo solo esperaba que ella no abriera su boca para otra cosa que no fuese besarlo.

Hermione puso las manos detrás de su cuello y gimoteó a la vez que se arqueaba contra él. Draco respondió con un gruñido mientras apretaba su cuerpo contra el de ella. La castaña jadeó al sentir más íntimamente su dureza. El rubio ante su anhelante respuesta: ella clavó sus dedos sobre los hombros, algunas uñas se enterraron en su piel a través de la prenda que aun vestía.

Malfoy la dominó completamente y la guió hasta su cama haciéndola caer suavemente sobre el colchón. Luego él imitó sus movimientos, se colocó encima de ella. Sus miradas se encontraron y miles de interrogantes surcaron sus mentes "¿Quién es este hombre que yace sobre mi?" - "¿Quién es esta mujer por la que quiero perder la razón?" - "¿Quiénes somos ahora?" - "¿Quiénes seremos después de esto?"

Una sensación irracional se extendió por Hermione. Un exabrupto cargado de promiscuidad salió de su garganta, un auténtico sonido animal. Por unos instantes se había visto reflejada en aquellos ojos grises, de alguna extraña manera pudo ver en ellos los pensamientos del hombre que estaba sobre ella. Y solo su mirada anhelante, solo su ojos de fuego fueron suficientes para hacerla perder la razón.

-Draco…

-Hermione… - la interrumpió él - voy a hacerte feliz. Lo juro.

Ella le acarició los hombros y la espalda. Sentía los latidos del corazón de él. Draco empezó a temblar y se apretó contra ella.

-Te voy a hacer muy feliz —repitió.

Hermione se mordió el labio y juntó su cabeza a la de él. Draco la miró intensamente. El aire caliente de su respiración golpeó sus labios, y ella sintió su cuerpo tensarse por dentro.

-Esta es tu última oportunidad "Dime" - insistió él, mientras su cabeza se acercaba a la suya.

Y los recuerdos de quiénes eran y que habían sido, de los últimos besos, de anhelos agonizantes, fueron consumidos en un rugido de deseo. Sólo existía su gemido atrapado en la boca caliente de Draco, el beso comenzó como una agresión, transformándose velozmente en un tipo de rápida y eufórica reverencia. Su lengua se hundió dentro de ella, fuerte y segura, y ella lanzó un grito ante el placer de ello, el sonido suavizado por sus labios. Él se detuvo para jugar con ella, usando sus labios, dientes, lengua, luego volviendo dentro, ahondando dentro de su boca con besos gloriosamente agresivos. Su mano se deslizó desde su cuello al final de su espina dorsal, atrayéndola más firmemente contra él. Arqueándose en respuesta, Hermione gimió cuando su palma alcanzó su trasero y la impulso contra sus caderas. Estaba desnuda bajo la bata, la única barrera que existía entre ellos eran los pantalones de Draco, pudo sentir la dura marca de su excitación.

EL placer se intensifico hasta llegar a un tono casi atemorizante.

-Alguna vez has deseado tanto algo y por tanto tiempo que lo demás pierde sentido para ti - le dijo durante unos segundos en los que tuvo que interrumpir el beso por falta de aire

Ella negó en silencio sin dar crédito a sus palabras.

Él sonrió de medio lado - Yo si - dijo antes de volver a besarla.

Draco apretó sus caderas con las de ella. Parecía que en algún momento su mente había captado el pequeño detalle de su desnudes.

-Puedo sentirte... - murmuró con voz queda cerrando los ojos con fuerza - ¡Maldita sea! Puedo sentirte condenadamente bien.

Abrió los ojos y la observó en silencio durante un instante que a Hermione se le antojó eterno.

-Me estas mojando los pantalones - le dijo sin pestañear - estas deliciosamente húmeda.

Ella se mordió el labio y el cerró los ojos nuevamente. Temía quedar en ridículo. Eran tanto los años, tanto el deseo y la situación era tan malditamente lujuriosa que Draco sintió el peligro de correrse en sus pantalones. ¡Merlín bendito no permitiera que algo tan vergonzoso le pasara en ese momento! ¡Y menos con Granger debajo de él!

Fascinada ante las sensaciones que Draco le transmitía, Hermione no pudo evitar deslizar sus manos bajo su camisa. Sus dedos pasaron sobre los músculos en expansión de su pecho, la fuerte bóveda de sus costillas. Draco se quedó inmóvil, controlándose tan severamente que un temblor debido al esfuerzo atravesó sus miembros y se puso aun más rígido cuando sus manos avanzaron sobre ambos lados de su cintura, sin poderlo evitar empezó a respirar como un caballo de carreras jadeante cuando Hermione le acarició su abdomen tenso con el dorso de sus dedos.

Entusiasmada por una repentina sensación de poder mezclado con una ardiente excitación, Hermione prolongó el momento, dejando que él se preguntara si ella se atrevería a tocarlo del modo en que él ansiaba tan obviamente. Su cuerpo estaba completamente excitado, el calor le llegaba en oleadas. Ella deseaba sentir la impecable forma masculina enfundada por los pantalones. Apenas capaz de creer su propia feroz imprudencia, deslizó sus dedos sobre el exterior de su pantalón, hasta que se curvaron con delicadeza sobre la longitud saliente de su erección. Una sacudida de placer la atravesó, los nervios en sus palmas le cosquilleaban en contacto con su carne dura, rígida. ¡por todos los magos y brujas vivos y muertos! ¡era enorme!

Draco gimió profundamente y descansó las manos sobre el colchón por temor a aplastarla con su cuerpo. Ella acarició el miembro hinchado y tirante... hacia arriba... frotando con su pulgar ligeramente la cumbre... después hacia abajo... midiendo su longitud y sopesando su grosor. Arriba y abajo... la idea de tenerle dentro de sí, de ser empalada con una virilidad tan abundante, trajo una oleada de calor líquido a sus propias ingles.

Draco volvió a besarla de una manera tan voraz y primitiva que Hermione quedó asombrada y conmovida. Sus labios avanzaron sin esfuerzo hacia las comisuras de su boca, demorándose en ellas, viajó a través de su mandíbula hasta que su lengua tocó el suave lóbulo de su oído. A tientas, Hermione volvió su boca hacia la suya, deseando toda la presión de su beso. Él se lo dio despacio, poseyéndola atormentadoramente, haciéndola gemir cuando él finalmente colocó su boca totalmente sobre la suya. Hermione se abrió a la penetración de su lengua. Él la probó con cuidado, acariciando el interior satinado de su boca con una habilidad exquisita que demolió su capacidad de pensar, de razonar y de actuar.

Su boca vagó hacia su garganta, volviendo luego a sus labios, besándola una vez tras otra, como si tratase de descubrir todos las formas en que sus bocas podrían encajar. Sus labios atraparon los suyos en un ángulo particularmente delicioso, y un gemido suave se elevó en su garganta, y ella se retorció con la necesidad de sentir toda su longitud contra ella. El movimiento de sus pechos contra el suyo provocó un áspero sonido en él. De pronto él rompió el beso con una maldición en voz baja.

Él se dio la vuelta para intercambiar una breve mirada con Hermione y ella lo observó interrogante.

-Estoy a punto de correrme - le confesó con sus labios tan rígidos que dibujaron una línea perfectamente recta en su boca

Hermione soltó un risita nerviosa. El frunció el cejo.

-No es algo gracioso - espetó molesto. Esta vez ella no pudo evitar reír abiertamente.

Draco quiso mantener su ceño fruncido. Pero verla a ella, debajo de él con sus manos tapándose el rostro para evitar que él la viera reírse fue más de lo que pudo soportar. Él también empezó a reír.

"El amor golpea duro"…le dijo Blaise un día durante su séptimo curso en Hogwarts y Draco sabía que Hermione Granger tenía una buena derecha.

Cuando ella paró de reír él también se detuvo. Aquel momento de diversión había logrado distraer su mente hasta alcanzar cierto grado de mesura. Se fijó nuevamente en sus labios, estaban rojos e hincados por sus besos. No recordaba haber besado tanto a una mujer, ni que ella le respondiese con la misma intensidad.

-Granger… - la llamó y ella se fijó en su mirada gris - Eres hermosa, realmente hermosa.

Sus mejillas se llenaron de un color rojizo que no pudo disimular. El sonrió con ternura.

-Granger - volvió a llamarle mientras posaba una mano sobre su mejilla - Te prometo que…

Hermione no logró escuchar la promesa que Draco estaba a punto de hacerle porque en ese preciso instante dos ruidos intensos los distrajeron abruptamente: un plop y un grito. El plop anunciaba la aparición de su amiga Ginny allí en medio de su habitación y el grito fue resultado de la impresión que se llevó al encontrar a la pareja en tan comprometedora situación.

-¡Por Merlín bendito! - exclamó Ginny después de unos instantes en los que nadie pareció reaccionar - ¡Cuando Harry me lo contó no quise creerlo!

Su perorada fue seguida por un profundo y feroz gruñido lanzado por Malfoy quien continuaba sobre Hermione y la miraba con absoluta intensidad.

-¡Maldita sea Granger! - graznó con ímpetu - ¿Todos tus malditos amigos pueden aparecerse en tu casa?

Ella lo miró perpleja durante varios segundos -Lo siento - fue lo único que logró decir antes de comenzar a reír.

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