Pareja: Kai&Takao

Advertencia: Shounen –ai

"Pensamientos"

–Diálogos.

EL ZORRO

–Kaily Hiwatari–

Continuación...

&&&Kai&Takao&&&

Eran ya las once de la mañana. Takao miraba con disgusto el traje que había encima de su cama. Una camisa de seda blanca con volantes en las muñecas, un pañuelo rizado para el cuello, también del mismo color. Un chaleco color oro con estampas de hojas dibujadas sin botones y unos pantalones negros. Por si fuera poco para él, los botines también eran negros. Odiaba ese color, no le quedaba bien.

No se pondría eso el día de su boda, ni nunca. No quería casarse. Es más, desde que un soldado le llevó el traje a la habitación envueltos en papeles de color marrón, depositados dentro de una caja, sabía perfectamente que le daría igual lo bien o mal que le fuera a quedar el traje.

Era sólo una excusa, pero no se pondría eso. Pero por otro lado, por más que intentase retrasarlo, ya sabía que no podía hacer nada. Se cruzó de brazos indignado. En eso momento, escuchó cómo tocaron la puerta. No se molestó ni en contestar, no tenía ni ganas.

–Takao, ¿estás listo? –era la voz del Teniente. Seguramente ya estaría con su traje y todo, dispuesto a ir a la ermita. Volvió a tocar insistentemente– Takao, ¿estás listo o no? Date prisa o llegaremos tarde.

"¿Tarde? Si faltan más de dos horas", ruló la vista con enfado.

–Voy a entrar –le avisó empujando la puerta y para su desagrado el joven de cabellos azules no estaba vestido con el traje nupcial– ¿Por qué no estás vestido aún?

–No me gusta el color –se quejó.

–Pues lo siento por ti, pero es lo que he podido conseguir y la tela es cara. Así que póntelo sin discutir, además… –le miró de arriba a abajo– No pretenderás ir así, ¿no?

–¡Me gustaría ser libre en mi decisión de ir cómo me plazca a mi propia boda! –le contestó con enfado.

–¡Te vistes ya! –le exigió, viendo que el joven de cabellos azules ni siquiera se molestaba en mirarle a la cara, así que lo volteó, amenazándole con el dedo índice– Escúchame bien, será mejor que te vistas tu solito y no me hagas tener que hacerlo yo. Hoy es el día más importante de mi vida, y no dejaré que nada ni nadie lo estropee, ¿entendido?

Takao pensó en esas palabras. Le daba igual quien le estropease el día o no, después de todo a él le había estropeado su vida, pero sin embargo consideró la propuesta o amenaza que Yuriy le había hecho sobre vestirle él mismo. Sabía que era capaz de eso y quizás de mucho más, así que no se arriesgaría a eso.

–Está bien –contestó obediente, pero con cara de pocos amigos.

–Bien –contestó y caminó unos pasos hacia atrás con una sonrisa– Por cierto. ¿Qué tal estoy? –le preguntó, dándose una pequeña vuelta para que el joven de cabellos azules viera cómo iba vestido. Unas botas altas que tapaban casi su pantalón de color blanco ajustado, ya que llegaba por las rodillas. Una camisa blanca sin volantes en los puños y un chaqué de color azul marino y borde y botones dorados, además de su espada.

–Sin comentarios –agregó.

Yuriy se miró a sí mismo–. Estoy radiante –confesó, ya que el menor no estaba dispuesto a echarle un piropo, lo haría él–. Te quiero listo en diez minutos, sino, yo mismo entraré y ya te puedes imaginar lo que pasará –le comentó con severidad.

–Cuanto antes se vaya, antes empezaré –le restregó de esa manera tan fría que sobraba de ahí.

–Bien –contestó– Ah, se me olvidaba. Responde un "no" en la ceremonia y te juro que buscaré a Hiwatari y lo mataré yo mismo –amenazó saliendo de la habitación y cerrando la puerta tras de sí.

&&&Kai&Takao&&&

Diez minutos después…

Takao estaba listo como le había prometido al Teniente. Cuando éste estaba dispuesto a entrar a la habitación para buscarle, se encontró con que Takao salía de la habitación, eso sí, con cara de pocos amigos. No pudo ni quiso disimular que el joven de cabellos azules estaba más radiante incluso que él. Lo agarró de la mano sin importar si Kinomiya quería o no hacerlo, sólo lo guió hasta el carruaje que ya estaba listo a la salida del cuartel.

–Tú primero –le invitó Yuriy sin soltarle la mano para ayudarle a entrar, lo cual hizo sin reproches. Después el Teniente subió la primera escalera y miró hacia un lado antes de ingresar en el carruaje para decirle algo a un soldado, que lo esperaba ahí desde hacía rato impaciente–. Tenedlo todo listo, ya sabéis qué hacer. No dejéis nada en pie.

–Sí, señor –contestó– Si me lo permite señor, en mi nombre y en el nombre de mis demás compañeros, les deseamos una feliz boda, señor.

Sonrió– Gracias. Podéis retiraros –le indicó, entrando ahora en el carruaje. Cerró la pequeña puertecilla e indicó al cochero que podían marcharse dando unos cuantos golpes en ella. Pronto se pusieron en marcha, podían sentir el movimiento–. No te pongas así, Takao –sonrió– No soy tan malo cómo piensas y yo al contrario que otros, te seré de gran ayuda en todos los aspectos –sonrió con fanfarronería.

Takao miró con fastidio el paisaje, ni quería mirar al Teniente a la cara.

&&&Kai&Takao&&&

Al fin habían llegado. Un lugar retirado del pueblo, situado en la cima de una colina un tanto pendiente y peligrosa. Cabe destacar que la ermita no era más que una pequeña casa de piedra construida hace más de cien años. La cual en su tiempo sólo servía para hacer una misa en la calle y guardar en ella, en un cofre de oro, el cáliz y la hostia sagrada y algunos bártulos como candelabros, velas, incienso…

En la calle había un altar de mármol y frente a él, un banco del mismo material. Santa Clara disponía de su propia iglesia, más lujosa y enriquecida de belleza y tamaño, pero para los que preferían casarse en el anonimato, sin invitados, era el sitio perfecto. La ermita tenía solamente una pequeña ventana de cristal para que entrara la luz en el interior y una cruz blanca encima del tejado.

Por otra parte, la ermita estaba rodeada por un frondoso bosque y el terreno era algo engañoso. Por la seguridad de los demás, siempre se había advertido no ir más allá de la ermita porque en la cima de la colina, ya se habían desprendido algunas rocas, que por suerte, no habían causado daños mayores al estar el pueblo en la dirección opuesta.

–Bien –indicó el Teniente al asomarse por la ventana y ver el paisaje–. Hemos llegado ya –estaba deseoso de bajar de ahí de una vez.

Kinomiya desde hacía rato se fijó en que el joven de ojos azules llevaba su espada, pero ¿por qué? Ni se atrevía a preguntárselo, seguramente sería para evitar que se escapase corriendo antes del "sí quiero".

Yuriy bajó del carro, ya detenido– Vamos –le invitó con la mano, la cual fue aceptada sin ningún ánimo– Oh. No pongas esa cara, pronto serás el señor de Ivanov. –Agarró al menor del brazo y caminó para ver a su cochero– Vuelve dentro de dos horas –éste asintió y puso a trotar a los caballos– Oh, mira.

Takao miró hacia el frente, viendo lo evidente. El sacerdote ya estaba preparando la mesa para recibirlos– Genial –susurró con menos ánimo todavía.

–No hay que hacer esperar al sacerdote, jajaja. –decía entusiasmado.

El cura levantó la vista y vio cómo ambos jóvenes se acercaban a él–. Bienvenidos, hijos míos –les saludó– Hoy es vuestro gran día –se dirigió a ambos con una sonrisa, pero la borró al ver cómo el joven Kinomiya parecía estar triste– Hijo, ¿te sucede algo?

–No es nada –interrumpió Yuriy –Le duele un poco el estómago, pero se le pasará de inmediato. No hay qué preocuparse de ello. Empiece ya –sonrió falsamente.

–Pero tenía entendido que había invitados –miró a su alrededor– ¿Y vuestros padres? –preguntó el cura.

–Los míos están muertos y… -concretó Yuriy, mirando al cura.

–Mis padres –aclaró rápido Takao–. No me caso si mis padres no están aquí –anunció con severidad.

–¡Je! –Miró al menor– Pero tus padres quizás no están enterados –le susurró con tintineo en la voz, a la vez que apretaba el agarre a Takao.

–Pero el sacerdote no nos puede casar sin los testigos –aclaró el menor, insistente.

El cura asintió mirando a ambos jóvenes–. En eso lleva razón. Hay que esperar a los testigos, para que conste en apta sus firmas y presencias.

–Está bien. Esperaremos –sonrió– Discúlpenos un momento, padre –sin soltar al moreno de piel, se retiraron un poco del sacerdote– ¿Qué crees que estás haciendo? –Le preguntó– ¿Pretendes alargar esto?

–No se trata de eso. –le reprochó–. Al menos quiero que mis padres estén presentes. Después de todo, ya estás consiguiendo lo que te proponías desde un principio –le aclaró en el mismo tono.

–Si esto es una jugarreta de las tuyas, los vas a pasar mal después. –le siseó el pelirrojo.

–Haga lo que le dé la gana, pero yo no me caso sin mi familia presente. –le susurró irritado.

–¡Je! Diez minutos… sólo eso. Si aparecen mejor para ti, y si no, mala suerte –sonrió mirando al sacerdote como si nunca hubiese roto un plato y se acercaron a él.

–Pueden sentarse a esperar si así lo desean –les dijo el cura.

–Claro –contestó Yuriy, tomando asiento en unas sillas que había preparado el hombre para los novios y los padres de los novios. Takao permaneció de pie unos minutos, antes de que Yuriy lo cogiese del brazo y estirase de él hacia abajo, haciendo que así, tomara asiento junto a él.

El sacerdote enarcó una ceja, sin entender el porqué ese comportamiento extraño por parte de los dos. Ni que se fueran a casar a la fuerza. Aunque por otra parte, pensaba que el joven Kinomiya estaba destinado a casarse con el joven Hiwatari. Era algo que todo el mundo sabía. Que desde pequeños estaban comprometidos. No entendía porqué ahora ese cambio tan repentino de pareja. Pero imaginaba que detrás de esto, solamente se ocultaba el amor verdadero y eso la iglesia no podía impedirlo.

Seis minutos habían pasado, y los padres de Takao no hacían aparición. Aunque Yuriy había corrido la voz de que se casaba, dudaba que en tan poco tiempo, los padres de Takao se hubieran enterado del acontecimiento.

–¡Esperad! –era el grito de una mujer.

Los dos jóvenes y el anciano, de inmediato vieron cómo la señora Kinomiya iba subiendo la cuesta de la colina, seguida naturalmente por su esposo y el señor Hiwatari.

Todos entendían el porqué sobre la presencia de los padres del joven de cabellos azules, pero, ¿por qué el señor Hiwatari estaba ahí también?

–Bien, ya podemos comenzar –anunció Yuriy mirando al sacerdote.

–Espera a que estén aquí –le reprochó Takao mirándole con seriedad.

La fatigada mujer pronto abrió los brazos y estrechó en ellos a su hijo–. Hijo.

–Mamá –la abrazó muy fuerte y pronto sintió el abrazo de su padre también.

–Te hemos echado tanto de menos –le hizo saber el padre.

Yuriy ruló la vista, girando su cara hacia otro lado–. Por favor –susurró. Toda esa escenita le ponía enfermo– ¿Vos qué hacéis aquí? –Preguntó mirando al señor Hiwatari–. Vos no sois de la familia y ésta es una ceremonia íntima.

Takao de inmediato intervino –le invité yo. El señor Hiwatari es como un padre para mí. Así que es mi invitado y se queda.

El Teniente lo miró de soslayo con enfado– Está bien –le contestó de mala gana, sacando su reloj de bolsillo para hacer creer que miraba la hora– Pero ya es muy tarde –miró al sacerdote– Cásenos ya de una vez.

–Claro –sólo atinó a decir– Ocupen cada uno sus puestos –abrió la sagrada biblia y comenzó a leer– Jesús dijo… –fue interrumpido por el pelirrojo.

–Padre… al grano. Váyase directamente al grano.

–Pero es que entonces… –intentaba explicar el cura, pero fue interrumpido por el pelirrojo.

Miró al cura con cara de pocos amigos–. He dicho, al grano –siseó.

–Está bien –contestó no muy convencido, girando las páginas para irse casi al final de la ceremonia.

Todos miraron al Teniente confundidos, incluso el propio Takao. Pero sabía que Yuriy deseaba casarse con él a toda costa.

El cura continuó con la lectura–. Estamos aquí reunidos para unir en santo matrimonio a estos jóvenes. Si alguien conoce un motivo por el cual ésta ceremonia no pueda llevarse a cabo, que hable ahora o calle para siempre –todos se miraron, ninguno podía decir nada.

En los pensamientos de los padres de menor, estaba reflejada la idea de que su hijo entonces iría a la horca y en la del menor, estaba reflejada la idea de que Yuriy mataría a Kai si se oponía a la boda. El señor Hiwatari poco podía hacer, entendía las razones del porqué los señores Kinomiya estaban soportando todo esto.

–¡Yo me opongo! –escucharon decir alto y claro tras sus espaldas. Todos voltearon boquiabiertos y se quedaron confundidos al no ver a nadie– ¡Aquí arriba! –anunció, subido en una robusta rama de pino, viendo cómo ahora era el centro de atención.

–¡Zorro! –le nombró más subido de ánimo el menor.

Yuriy sonrió confiado– ¿Cómo os atrevéis a impedir mi boda? Lo vais a pagar caro.

Permanecía de forma despreocupada, con una de sus manos apoyada en el tronco y la otra apoyada en su cintura– ¿No me diga? ¿Era su boda? Cuanto lo siento –se notaba que en su voz había cierta burla.

–¿Sabes? Tú y yo vamos a acabar con esto de una vez por todas. –Se dejó de formalismos– ¿Qué me dices? –vio cómo el otro miró a su alrededor–. Tranquilo, no hay ningún soldado. Sólo seremos, tú y yo. Un pequeño desafío con un solo ganador. – Anunció.

–Una oferta tentadora. Venía a proponerle lo mismo –le contestó, y de un salto bajó del árbol para el asombro de todos los presentes–. La acepto –dicho esto, fue aproximándose hacia ellos con pasos pausados.

–Bien, bien –sonrió– Las reglas serán, que no hay reglas. Un duelo a muerte –el pelirrojo sacó su espada de la vaina y el Zorro lo imitó, deteniéndose en el acto–. Takao, volveré enseguida. –Miró al menor–. Así que no te relajes. ¿Un besito de buena suerte? –El joven de cabellos azules se alejó de él sin decir una palabra–. Vaya, eso creo que es una negativa… por ahora –siseó esto último, concentrándose en caminar hacia el enmascarado.

–Damas y caballeros, les ruego que se alejen. Esto será peligroso –les comentó el enmascarado.

Los dos estaban cara a cara por fin. Está sería la última batalla que librarían, ¿pero quién de los dos saldría ganador?

–Bien, Zorro –se detuvo frente a él–. Acabas de firmar tu sentencia de muerte –le dijo poniendo la espada en alto como era el protocolo.

–O vos la suya –le contestó, imitándole el gesto con seriedad. Sólo debían de esperar que alguno de los dos comenzara a golpear su espada contra la del adversario, y entonces la batalla podría comenzar.

Empezó el joven de ojos azules con un ataque lleno de fuerza, el enmascarado rápidamente lo evitó con su espada.

–Vaya, veo que después de todo, estás en forma, y eso que la herida de tu brazo aún no ha debido de sanar –comentó.

–¿Me pregunto si ha envenenado de nuevo la espada? –comentó sarcástico.

–Ganas no me han faltado –seguía atacando–. Pero la verdad, prefiero ésta vez ocuparme de tu muerte personalmente –le confesó. Empezó a agilizar su ataque y a aumentar la velocidad–. Desde el principio siempre me pareciste un chico de lo más interesante y la verdad es que he de admitir, que incluso a mi me tenías engañado. –Confesó, consiguiendo rasgarle el antifaz un poco.

–No sé de qué me habla –empezó a atacar él con la espada, de manera que Yuriy ahora era el que retrocedía en sus pasos. Por haber pensado en esas palabras, no se dio cuenta de cuando el pelirrojo consiguió rasgarle el antifaz en su lado izquierdo.

–Oh, ¿no lo sabes? –Sonrió, respirando con más dificultad–. Sé quién eres en realidad. Sé quién se esconde tras esa máscara.

–¿Nunca le han dicho de pequeño, que si miente le crecerá la nariz? –consiguió hacerle un corte en la mejilla. ¿De verdad le había descubierto o era un farol?

Se tocó la mejilla con la mano libre, sólo para ver que efectivamente le sangraba–Ja, ja, ja. Muy gracioso. Pero esto no es una broma, sé quién eres –chocó su espada contra la otra y retuvo el ataque lo más que pudo– Me pregunto, ¿qué pensarán los aquí presentes? –le siseó lo más cerca posible de la cara para ver su reacción. Aprovechando que el Zorro lo miraba con rabia, levantó la rodilla y le golpeó en el estómago.

–¡Ah! –en un rápido reflejo, al saber lo que Yuriy pretendía, el bicolor golpeó el filo de su espalda contra la de su oponente y ésta salió despedida por los aires.

Yuriy al verse sin protección, de inmediato sacó un arma del bolsillo interior de su chaqué, apuntando al bicolor con ella. –Nt, nt, nt.

–Eso es trampa –se quejó, con la espada en alto, aunque sin moverse y con su mano en el estómago.

–Ya te lo dije antes, no hay reglas. Te mataría ahora mismo, pero… no sería interesante así. Jajaja.

–¡Zorro! –le llamó Takao, el cual al ver la escena, salió corriendo hacia él. Yuriy lo veía llegar. No haría nada por evitárselo, al contrario, lo quería bien cerca.

–¡Takao, aléjate! –le pidió el que vestía de negro, al verlo venir.

En un rápido movimiento, el Teniente tomó a Takao por sorpresa, rodeando con su brazo el cuello de éste y apuntándolo con el arma–. Mira a quien tenemos aquí.

–¡Suélteme! –le pidió Takao, ante las miradas atónitas de los presentes.

Yuriy miró al enmascarado–. Tú, la espada al suelo –le ordenó, viendo cómo éste la dejaba caer en el suelo–. Así está mucho mejor. Dime querido Takao, ¿nunca te has preguntado quien hay detrás de esa máscara? –Le preguntó el Teniente, llamando la atención del menor–. Es curioso, porque es alguien que todos conocéis muy bien –comentó.

–¿Te conozco? –preguntó entonces el menor mirando fijamente al Zorro.

Yuriy decidió continuar–. Como, ¿no lo adivinas? Y yo que pensaba que ya sabrías su secreto –sonrió– Te daré una pista. Por fin mataré a dos pájaros de un solo tiro. Al zorro y al amor de tu vida. Al maldito fantoche. –Especificó– ¿Qué te parece? –con una sonrisa retorcida, esperó impaciente la respuesta del menor.

El enmascarado decidió intervenir–. Suéltale, él no tiene nada que ver en esto –le recordó.

El joven de cabellos azules miró al enmascarado– No puede ser –negó con la cabeza varias veces, sintiendo un nudo en su garganta.

–Oh, lo es –asintió el pelirrojo con la cabeza. –Quítate la máscara –le ordenó divertido, al desarmado.

–Jamás –sentenció éste.

Soltó el gatillo y acercó más la boca de la pistola a la cabeza del menor– ¡Ahora! –exigió–. O lo mato aquí mismo. –siseó.

Kai no tuvo más remedio que obedecer a regañadientes. Se llevó las manos hasta la cabeza y se quitó el sombrero, echándolo lejos–. Como le toques un solo pelo, te juro que… -Yuriy no le dejó finalizar la frase.

–Vamos –intervino acercando más la pistola.

Hiwatari tiró del pañuelo negro que le envolvía toda la cabeza, para dejar salir su cabello bicolor.

Takao negó con la cabeza– Kai –susurró–. Todo este tiempo, has sido tú –lo contemplaba atónito, pero no más que los padres ahí presentes. El señor Hiwatari sólo puedo llevarse una mano a la frente, su hijo había sido descubierto. La señora Kinomiya se tapó la boca y su marido y el cura simplemente estaban con la boca abierta.

Kai le miró con compresión–. Takao, yo… también te quiero –le confesó, aunque no era el momento.

El menor sonrió al escuchar esas palabras, sintiendo alivio en su corazón, por esa parte. Su primer beso, no se lo había robado un extraño, ¡había sido Kai! Kai lo había estado cortejando y protegiendo en secreto. Incluso cuando estaba herido de gravedad en la cueva, lo había estado cuidando toda la noche sin saber que se trataba de él. Lo cierto es que varias veces se le pasó por la cabeza o más bien deseó, que se tratasen de la misma persona, pero es que todo era tan contradictorio. Sin duda había sido un buen disfraz.

El Teniente interrumpió–. Oh, qué conmovedor. Lástima que no os dure la felicidad por mucho –les aclaró.

–¡Suéltale! –exigió Kai. Se desabotonó la capa y la dejó caer en el suelo.

–Mnn… interesante –comentó al ver a Kai ahora más ligero de ropa– Bien –le dio un empujón al menor hacia un lado, haciendo que éste cayera al suelo.

Fue ese el momento que Kai aprovechó para abalanzarse sobre él, cayendo los dos al suelo. Ambos forcejeaban por tener el control de la pistola en la mano, los dos cambiaban de posición. Hasta que finalmente Kai optó por darle un puñetazo al Teniente en la cara, ya que así perdería el control y abriría su mano, dejando a Kai que libremente cogiera la pistola sin ningún esfuerzo.

Le apuntó con la pistola en la frente–. No se mueva –le advirtió, viendo por primera vez pánico reflejado en la cara del Teniente. Él estaba encima del pelirrojo, así que se puso en pie y se alejó de su lado, sin dejar de apuntarle. Viendo que éste se ponía en pie, el joven de ojos color carmesí pensó en las opciones. Los dos estaban casi a la misma distancia de sus espadas.– Takao –le llamó.

–¿Sí? –le preguntó sin perderle de vista ni un segundo, aunque a cierta distancia.

–¿Quieres casarte conmigo? –le pidió.

–Claro –respondió– Pero este no es el momento –le recordó.

–¿Bromeas? Es el momento perfecto. Padre, si no le importa. –decía sin quitarle la vista al pelirrojo de encima.

–Enseguida –respondió éste de inmediato.

–¿A qué esperas para matarme? –le preguntó el joven de ojos azules, con las manos a la altura de la cabeza.

–A hacerlo más interesante –le contestó, apuntando la pistola hacia el cielo y disparando hasta terminar las balas–. Ahora estamos en condición de igualdad –tiró la pistola descargada al suelo.

–¡Je! –Sonrió confiado– Pero qué idiota eres –echó a correr hacia su espada, a la misma vez que Kai lo hizo. Pronto se pudo escuchar el sonido de las espadas chocar.

–Vamos, padre –le apresuró el bicolor.

–Takao Kinomiya, aceptas a Kai Hiwatari como legítimo esposo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad. ¿Hasta que la muerte os separe?

–Sí, quiero –contestó sin perder la vista del combate.

–Kai Hiwatari, aceptas a Takao Kinomiya como legítimo esposo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad. ¿Hasta que la muerte os separe?

–Sí, quiero –contestó, intentando mantener a raya al Teniente en sus ataques, que eran cada vez más agresivos.

–Lo que a unido Dios que no lo separe el hombre. Amm… podéis besaros –indicó viendo la situación en la que estaban.

–Eso para después, padre –le susurró con nerviosismo Takao sin perder detalle del duelo.

Yuriy decidió intervenir– ¡Lástima! ¡Takao jamás besará a alguien como tú, porque estás muerto! –sentenció, cuando un olor reconocible llenó sus sentidos. Kai evitaba las estocadas que el Teniente intentaba propinarle. Poco a poco su sentido se puso alerta. Empezaba a oler a quemado, cada vez con más insistencia– ¿No es maravilloso? Mientras tú estás aquí, el pueblo entero está siendo quemado. Jajaja. ¿Ahora cómo podrás arreglar esto? –le preguntó divertido.

–¡Era una trampa, ¿no es así?!

–¡Por supuesto! ¡Sabía que vendrías! ¡Por eso anoche hice correr la voz de que me casaba aquí! ¡Y tú como un pobre imbécil enamorado has caído en mi trampa! –Comentó empezando a guiar al otro hasta la cima un tanto inestable del lugar– ¡Y tú no tienes opción! ¡Si te vas, pierdes a Takao! ¡Si te quedas, pierdes a tu pueblo y a Takao! ¡Porque juro que después de esto, me lo llevaré bien lejos! ¡Jajaja! –Reía a carcajadas.– ¡No eres nada, no eres nadie!

&&&Kai&Takao&&&

Unos soldados montados a caballo se estaban acercando al pueblo de Santa Clara. Sus uniformes eran distintos al de los soldados que dirigía el Teniente o el Comandante. Sus chaquetas eran de color rojo. Les cruzaba una banda dorada desde uno de los hombros hasta la cintura y sus pantalones eran blancos, cubiertos por una bota negra hasta la rodilla. Llevaban en sus cabezas unos largos sombreros del mismo color que la chaqueta y a sus espaldas una escopeta atada.

Estaban partidos en cuatro filas y custodiaban un carruaje. El primer grupo iba delante, extendido con más de quince hombres a la izquierda y a la derecha. Detrás del carruaje la misma cantidad de soldados. Un soldado montado a caballo a la puerta izquierda y otro a la derecha del carruaje. Al parecer lo que había en su interior era muy importante.

No les costó nada cruzar el puente. Y al igual que los demás pueblos, sólo había una cosa destacable… silencio. La entrada del pueblo ya estaba cerca y a primera vista no había nadie. Pero sin embargo las casas no estaban totalmente destruidas, aunque si parecían más viejas por descuido. El soldado que estaba junto a la puerta izquierda del carruaje escuchó el tintineo de una campanilla. Procedía del interior del carruaje y de sobra sabía lo que significaba.

–¡A pie! –pronunció con firmeza, haciendo que todos se detuvieran, bajando de sus caballos, al igual que el carruaje se detuvo.

La puertecilla se abrió con lentitud mostrando a un chico joven de ojos color miel, piel morena y cabello largo y negro, recogido en una trenza. Vestía de forma bastante elegante comparado con ese lugar ahora tan tétrico. Éste bajo del carruaje y extendió la mano, al parecer para ayudar a bajar a alguien más. Pronto su mano fue aceptada por una mano que estaba cubierta por un guante blanco. Su identidad estaba oculta por una capa que llegaba casi hasta el suelo y una capucha que ocultaba su rostro.

–Quiero que seis soldados se queden vigilando el carruaje. Quince os repartís de dos en dos para inspeccionar la zona. Los demás seguidme. Tú también, Rei –le pidió el encapuchado, a lo cual el dueño de los ojos color miel, asintió sin replicar.

Caminaron un poco más hacia delante, viendo ahora otro panorama bien distinto. Los soldados de Yuriy alrededor de la plaza con una antorcha en la mano. Por otra parte, la multitud estaba agrupada en dirección opuesta, asustada y mal vestida.

–Detenedles –les pidió el que ocultaba su identidad a sus soldados, viendo cómo los otros pretendían prenderles fuego a las casas.

Los soldados corrieron al escuchar esa orden descolgándose sus escopetas–. Deteneos –les ordenó el que estaba al mando de los recién llegados.

Los soldados del Teniente miraron a uno de sus compañeros que ahora ejercía como su superior, antes de continuar con las órdenes estrictas del Teniente, pero algunos ya habían lanzado sus antorchas al interior de algunas casas.

–¿Quién lo dice? –preguntó el que estaba al mando. Ahora estaba hecho un lío, ¿quiénes eran esos soldados?

–Vuestro superior, en el nombre del Rey. –aclaró el que estaba al mando de los soldados recién llegados.

–Pero estas órdenes son de un Teniente. Tú eres de mi mismo rango. No puedo obedecerte. Sabes que seré castigado si desobedezco las órdenes de un mayor. –le recordaba.

–Serás castigado en nombre del Rey si no lo hacéis. ¡Todos! –sentenció.

Mientras hablaban, la paja que los soldados habían esparcido minutos antes en el interior de las casas para ayudar a la propagación del incendio, estaba siendo devorada por las llamas. El humo negro que salía por la ventana, insinuaba que el fuego estaba empezando a tomar fuerza.

–¡Ah! –gritó la dueña de la casa al ver ahora cómo efectivamente las llamas empezaban a tomar terreno, saliendo por las ventanas.

–¡Rápido, apagad el fuego! –ordenó el encapuchado.

Inmediatamente el que iba de parte del Rey, levantó su brazo derecho y con una señal de atrás hacia delante con la mano, indicó que sus soldados fueran a apagar el fuego. Y sin perder tiempo así lo hicieron, se encaminaron hacia delante.

–¡Soltad las antorchas al suelo, ahora! –ordenó cogiendo ahora su escopeta de la espalda y apuntando hacia el que tenía el mando del bando contrario.

El otro miró a sus tropas y asintió con la cabeza. De modo que todos hicieron lo mismo.

El encapuchado analizó la situación. Sus soldados intentando apagar el fuego, los otros con las manos arriba, indicando que se rendían. La gente asustada, ¿pero dónde estaba el Teniente?– Soldado, ¿y vuestro Teniente?

–Está… casándose.

–¿Casándose? ¿Dónde?

–En la ermita, a la salida del pueblo. ¿Puedo saber quien pregunta por él?

–Eso no os concierne –intervino el soldado que le apuntaba con la escopeta.

–Tranquilo, Mystel –intervino el encapuchado– Lo busca vuestro futuro Rey.

Abrió los ojos a más no poder– ¡Majestad! –se arrodilló en el suelo y agachó la cabeza, al igual que el resto de sus camaradas.

El encapuchado ahora se dirigió a unos de sus hombres–. Mystel, ya sabéis qué debéis de hacer. Rei, Rick, Michael, seguidme. –Empezó a alejarse de allí con sus acompañantes.

La ermita no quedaba muy lejos de ahí. Pero debería de ser rápido. Con dos soldados de confianza y su criado, nada tenía que temer. ¿Pero con quién se estaría casando el Teniente? Justo pensaba en ello al pie de esa montaña, cuando escuchó los claros sonidos de disparos. Miró de inmediato hacia la cima de la montaña. Más que un casamiento, parecía todo lo contrario por el ruido– ¡Vamos! –Echó a correr– ¡No hay tiempo que perder! –decía agarrándose la capa para no pisarla al subir la montaña.

Cuanto más se acercaba, más notorio era el sonido de las espadas chocando una contra la otra, una y otra vez. Pronto la visión para él fue clara. El Teniente parecía estar librando una batalla contra alguien. ¿Pero contra quién? Pronto lo averiguó al ponerse en su punto de mira. Mejor guardarían las distancias, sin ser descubiertos por ahora.

–¡Y tú no tienes opción! ¡Si te vas, pierdes a Takao! ¡Si te quedas, pierdes a tu pueblo y a Takao! ¡Porque juro que después de esto, me lo llevaré bien lejos! ¡Jajaja! –Reía a carcajadas.– ¡No eres nada, no eres nadie!

–¿Le detenemos señor? –preguntó uno de los soldados, que al igual que el encapuchado, estaba escondido tras unos árboles.

Extendió su mano derecha, impidiéndole así que avanzaran– No. Esto es algo que deben de acabar de una vez por todas –finalizó con voz apagada.

–Como vos digáis, majestad.

–Dime, ¿y ahora qué vas a hacer fantoche? Jajaja –continuaba Yuriy riendo sonoramente.

–¡Acabaré contigo, puedes estar seguro! –afirmó, retrocediendo ante los ataques del pelirrojo.

–¡Je! ¿Sabes lo que nos diferencia a ti y a mí? Que yo he matado muchas veces y he disfrutado con ello. ¿Pero tú cuantas veces lo has hecho? –ante el silencio del otro, decidió responder–. No has matado nunca, de lo contrario en lugar de malherir a mis soldados, podrías haberlos matado. Y si esperas que me rinda, lo vas a tener crudo –un ataque lleno de fiereza le hizo a Kai retroceder de sobremanera. Así que pronto, los dos escucharon cómo las piedras se desprendían del borde de la montaña al precipicio–¡Primero tú, y luego Takao! –le amenazó, viendo que el bicolor dejaba de mirar hacia atrás con el rabillo del ojo al escuchar el ruido, para mirarle por fin a él– ¡Adiós Hiwaidiota! –llevó su brazo hacia atrás para dar el golpe final.

Así lo hizo Kai a su vez frunciendo el ceño. Después de todo, estaba sin salida. No podría seguir retrocediendo, o de lo contrario caería por el precipicio. Quien fuera más rápido sería el vencedor. Los dos con su mano libre se abrazaron por el hombro para profundizar así su golpe, al tiempo que apuntaban hacia delante con la espada.

–¡Kai! –gritó Takao, decidido a echar a correr, pero los brazos de su padre lo retuvieron por unos instantes.

–¡No vayas! ¡Es peligroso! –le advirtió.

–¡Tengo que ir! ¡Suéltame! –le pedía.

El pelirrojo miró con viveza al bicolor y poco a poco sus labios empezaron a estirarse para demostrar su sonrisa. Los dos se separaron con lentitud, permaneciendo en silencio. Pero uno de ellos soltó su espada, dejándola caer al suelo, para llevarse las manos al estómago, ya que por desgracia, no había podido acertar en ningún lado, por culpa de la habilidad de su adversario para desviar la hoja de la espada.

El bicolor miró al Teniente y le habló con seriedad–. Lástima que me haya subestimado.

El pelirrojo se miró sin poder dar crédito a su herida, viendo cómo la espada estaba en su interior. Llevó una de sus manos con esfuerzo hasta la empuñadura para intentar quitársela, pero Kai lo hizo en su lugar, guardándola dentro de su vaina. Éste por el dolor, se arrodilló en el suelo, respirando con dificultad.

–¡Je! Has ganado –le anunció con voz ronca, mirando al suelo.

–¡Kai! –lo volvió a llamar el joven de cabellos azules, librándose por fin del agarre de su padre, echando a correr hacia el bicolor.

–¡Takao! –sonrió, olvidándose por completo del Teniente y echando a correr también en la dirección en la que se encontraba el menor. Él sólo quería abrazar a su esposo. Pronto el menor se abalanzó en los brazos del mayor y se unieron en un deseado beso. Sus manos buscaban desesperadamente el rostro del otro, hasta que finalmente se separaron para buscar lo que tan ansiosamente necesitaban. Todo bajo las atentas y felices miradas de sus familiares, quienes guardaban aún las distancias.

–¿Estás bien? –Le miró de arriba abajo con los ojos atormentados– ¿No te ha herido?

El mayor sonrió–. No, tranquilo. Esquivé su ataque. Ahora que te tengo estoy mejor que nunca. –confesó con una sonrisa.

El encapuchando miró a sus soldados. Aún permanecían tras los árboles para no interrumpir en nada. –Bien, es el momento –sonrió. Los soldados al escuchar la orden, se adelantaron, seguidos por los otros dos.

Takao le sonrió de forma cómplice y lo abrazó de nuevo, viendo algo extraño por su parte. Mientras, Kai veía cómo su padre y suegros, caminaban ahora para acercarse hasta dónde ellos estaban.

–Kai –le llamó Takao preocupado al ver cómo se acercaban al Teniente, quien se arrastraba por el suelo, dos soldados con distintas vestimentas a las que él estaba acostumbrado a ver por ahí. Un chico joven y a alguien al que no podía ver por culpa de una capa con capucha–. Creo que tenemos un problema –se separó del bicolor sin dejar de mirar a esos extraños.

El bicolor al escuchar eso, volteó y miró la escena unos segundos–. Quédate aquí– le pidió.

Le cogió de la mano– Yo voy contigo –contestó con decisión.

–Como quieras.

Un soldado se detuvo frente al Teniente, el cual al ver una bota negra frente a su cara miró hacia arriba– Teniente Yuriy. Por orden de su majestad el Rey, queda detenido por posesión de robo, traición a la corona, impuestos fraudulentos en nombre de la corona, engaño… –decía una larga lista de los delitos que había cometido, pero el pelirrojo decidió que no estaba dispuesto a soportar que alguien le calentase la cabeza con eso.

–Cállese –le ordenó, tosiendo sangre. Realmente eso era patético. ¿Acaso no veía que estaba herido de gravedad?– ¿Cuál es el castigo? –preguntó, más por curiosidad que por el hecho de que fuese a cumplir tal orden.

–Primera línea en el frente. –contestó el otro. Yuriy sabía que esa sería una muerte segura en la guerra y no estaba seguro tampoco de salir vivo de esta situación.

–Levantadle –pidió el encapuchado. Los dos soldados levantaron al Teniente, agarrándolo de los brazos– ¿Te retractas de los asesinatos cometidos injustamente?

Yuriy sonrió, soltándose del agarre de los soldados. Él podía quedarse de pie perfectamente– Nunca. –Alargó la frase–. Es más, si se me diera la oportunidad, volvería a hacer cada uno de los crímenes que he cometido– sonrió mostrando un hilo de sangre que le bajaba por la comisura del labio.

–Entonces espero que Dios se apiade de su alma. –contestó ese personaje misterioso.

–¡Je! A ese no lo necesito para nada –dejó de fijarse en el encapuchado, para ver a Takao– Puede que en el infierno, me tengan reservado un trono –sonrió con descaro ante la cara de indiferencia del menor. Miró a quien tenía delante–. Y ahora si me disculpa, he quedado –empujó a uno de los soldados para en pocos pasos tirarse al vacío del precipicio.

Los dos soldados de inmediato se asomaron y pronto se hicieron hacia atrás al ver la escena tan desagradable que se había creado ahí abajo.

–Soldados. Recoged el cuerpo sin vida del Teniente –pidió, sabiendo que tirándose desde esa altura nadie podría haber burlado a la muerte. De inmediato sus órdenes fueron cumplidas. Miró al bicolor bajo la atenta mirada del joven de cabellos azules y siendo seguido por Rei–. Parece que he llegado justo a tiempo. Gracias por pedir ayuda. –le decía al bicolor.

El blanquecino de piel se acercó con una sonrisa al encapuchado– Siempre es un placer. Majestad –le hizo una reverencia y se arrodilló en el suelo.

–¿Majestad? –preguntó Takao confundido. Y no era el único, también los demás lo estaban.

El joven misterioso, llevó sus guantes blancos hasta su capucha para descubrirse. Pero el joven de ojos color miel, de inmediato lo detuvo con su mano–. Tranquilo Rei. Son gente de confianza –le aclaró, descubriendo por fin su identidad.

–¿Kane? –Preguntó Takao totalmente pasmado, al ver de quien se trataba– ¿Tu eres…? –Miró a Kai el cual miraba a Kane sin decir nada– ¿Tú lo sabías? –preguntó confundido.

–Sí –contestó.

–¿Por qué no me lo dijiste? –preguntó arrodillándose al igual que permanecía Kai. Después de todo, estaba frente al futuro Rey, que tomaría el trono una vez falleciese la Reina, pues el Rey había muerto hacía unos meses.

–Jajaja –echó a reír Kane– Levantaros los dos, no es necesario eso –miró a Takao, levantando a ambos del suelo al cogerles de la mano– No te enfades con él. Me juró hace muchos años que guardaría el secreto. Por cierto Kai, ya no tienes de qué preocuparte. El Comandante Brooklyn ha sido capturado y arrestado, su castigo será el frente. A Santa Clara le va a costar levantar cabeza, pero no es imposible. Mis hombres en estos momentos habrán apagado el fuego y estarán repartiendo dinero suficiente, para que las cosechas y los hogares destruidos se recuperen. También están repartiendo algunas semillas para la plantación. En un año no será necesario pagar los impuestos y me ocuparé personalmente de venir cada cierto tiempo para ver cómo están las cosas por aquí.

Kai fue el primero en hablar–. Kane, te lo agradezco. En nombre de mi pueblo, te doy las gracias –extendió los brazos para unirse con su amigo en un abrazo amistoso.

Tan pronto esos dos se habían separado, Takao decidió continuar–. Kane, yo… siento mucho cómo me he comportado contigo. Estaba celoso –reconoció.

Sonrió– Lo sé, pero recuerda mis palabras en la carta, os doy mi bendición –al escuchar esas palabras, el joven de cabellos azules lo vio todo más claro. Sin la firma del futuro Rey no era válido ningún tipo de acto como el casamiento o el bautizo. Así que en aquel entonces, ya les estaba dando las bendiciones por adelantado, sin necesidad de firma– Rei –sacó unos saquitos de dinero del interior de sus ropas, y se los dio al chico–. Repártelos –le ordenó

El chico asintió, ya que era mudo y no podía hacer otra cosa que comunicarse por gestos.

–Tienes que partir, ¿verdad? –preguntó el blanquecino de piel.

–Sí, así es amigo. Hay pueblos todavía en la misma situación. Esos dos han causado verdadero caos.

–¿Qué va a suceder con los soldados de Santa Clara? –preguntó Takao.

–Ayudarán a construir todo aquello que se han visto forzados a destruir. La gente no podrá hacerlo sola –completó la frase, viendo cómo Rei se ponía a su lado– Bien, he de revisar que toman nota de la gente que recibe los impuestos –sonrío.

–Kane –lo llamó Kai.

–¿Sí? –contestó.

–Vuelve pronto. Hay cosas que quiero que me cuentes y he de contarte.

–Dalo por hecho, siempre y cuando Takao y vuestros padres estén dispuestos a recibirme.

–No hay ningún problema –contestó Takao guiñándole el ojo.

Su majestad abrazó al menor, siendo correspondido–. Cuídale mucho, ¿vale?

–Lo haré siempre –le contestó, separándose de él.

De nuevo se unió en un abrazo con el bicolor– Sé feliz.

–Tú también –le susurró, apartándose de él cuando lo creyó necesario.

–Buen viaje, de parte de todos –dijo Yoshie.

–Gracias –contestó alegre.

Kai silbó, llamando así a Tornado y éste no se hizo de rogar. Salió de entre los árboles y claro estaba que iba en busca de su dueño.

Kane se quedó maravillado al ver al animal–. Un caballo salvaje, pura sangre. Igual que el dueño –aclaró en un tono gracioso–. Imparable y valiente –finalizó, poniéndose de nuevo la capucha– Algún día te pediré montar en él.

–Claro –sonrió.

–Bien, vamos Rei. Hasta pronto –se dirigió a todos.

–Hasta pronto –fue la contestación de casi todos. En cuanto Kane empezó a alejarse, todos empezaron a abrazarse.

El primero en hablar fue el padre de Kai–. Ese gato ya no arañará a nadie más. Estoy muy orgulloso de ti hijo y tu madre también lo estaría –fueron las palabras de Shibure hacia su hijo.

–Gracias papá.

–Pero no me des un susto así jamás, ¿de acuerdo? –le palmeó la espalda.

–De acuerdo –sonrió, dejando marchar a su padre para recibir a su suegra.

–De modo que eras tú quien cada noche nos hacía saber cómo se encontraba Takao, y fuiste tú quien nos puso en aviso sobre el adelantamiento de la boda.

Asintió– Así es.

–Ya estaba orgullosa de que mi hijo se fuera a casar contigo, y después de lo sucedido, veo de lo que eres capaz de hacer por él. Estoy más feliz que nunca. Siento que tu madre no se equivocó con vosotros dos. Estoy muy orgullosa de ti, Kai –vio la sonrisa apenada del joven y sonrió por ello.

El señor Kinomiya se acercó a ellos–. Felicidades, ya eres por fin mi yerno. Espero que puedas soportar a tu suegro. –finalizó con gracia.

–Jajaja. Lo haré sin problemas. Por cierto, ¿dónde está el sacerdote? –cayó en la cuenta que desde hacía rato no le veía.

–Se sintió indispuesto por la batalla. Pero tranquilo, me prometió que como sacerdote, tu identidad sería acogida a secreto de confesión –aclaró Yoshie.

–Bien. Es bueno saberlo –miró a Takao y le cogió de la mano, echando a correr hacia Tornado con una sonrisa, el cual los esperaba impaciente.

–¿A dónde vais? –les preguntó Yoshie, viendo cómo el caballo se arrodillaba, ambos subían a él y éste se ponía en pie.

Kai miró a Takao, quien con una sonrisa estaba sentado delante de él, pero con la cabeza girada para verle la cara y saber qué contestaría el bicolor.

–Vamos a recuperar el tiempo perdido –aclaró, dándole un beso corto a Takao en los labios– ¡Jia tornado! –golpeó las riendas para que el caballo echase a correr.

Los tres se habían quedado solos. La mujer se dirigió al padre de Kai– Señor Hiwatari. Los chicos no creo que regresen pronto. ¿Le parece bien comer con nosotros en casa? Tengo tarta de arándanos.

–Claro –asintió– Esto hay que celebrarlo de alguna forma.

–Pues entonces, vamos a ello –les invitó sonriente el gobernador.

&&&Kai&Takao&&&

Dos jóvenes enamorados estaban subidos a lomos de un caballo negro que se detuvo al llegar a su destino. Ahora el joven Kinomiya podía ver con otros ojos aquel hermoso sitio. El agua brillaba como nunca y seguía siendo tan cristalina como siempre. Su esposo ya le estaba ofreciendo los brazos desde el suelo, para bajar del caballo. No se iba a negar a ello, así que con una sonrisa, puso sus manos sobre los hombros del blanquecino de piel, y pronto estuvo junto a él. Éste emocionado lo agarró de la mano y lo ayudó a meterse en la cueva que ocultaba la cascada.

Kai parecía apresurado por entrar. No, qué va. Los dos estaban deseando de pasar hacia dentro. Habían perdido tanto tiempo sin estar juntos. Habían desperdiciando tantas veces la oportunidad de decirse que se querían, de besarse, de abrazarse… ahora que estaban casados, nada ni nadie se lo impediría.

El caballo les seguía de cerca cabeceando con cada paso que daba. Sus dueños ahora se pararon al lado de la estantería. Kai llevó su mano hasta la estantería y ahí, ante los ojos de Takao, vio cómo levantaba un libro. Automáticamente escuchó un crujido y pronto vio cómo el bicolor arrastraba la estantería, como si de abrir una puerta se tratase. Con sus ojos vio una entrada, parecía una puerta hecha a medida.

–Vamos –le invitó, ante el asombro del otro joven.

Sólo se podía apreciar un corto pasillo, pero a continuación había una habitación enorme. Todo lo que una cueva subterránea de piedras podía dar. Eso era inmenso, al igual que el techo. Pero a su manera estaba decorada. Paja como un pequeño pesebre para Tornado. Baúles y herramientas, sobre todo espadas, sobre una mesa vieja de madera. Una cama junto a una mesita, sobre la cual había una zafa y jarrón vacíos. Candelabros de siete velas por el suelo, rodeando todo el lugar…

–De haber sabido que esto se encontraba aquí, no te hubiese curado en el suelo –aclaró Takao. Mirando ahora la cama.

–Es que no había tiempo que perder y no podía ver muy bien –le aclaró, mirando en la misma dirección que el menor.

Tornado pasó de largo de ambos, para irse a buscar su porción de avena. Por fin había dado con ella con ayuda de su olfato, así que empezó a comer un poco, sin escuchar ningún tipo de conversación por parte de sus dueños. Sólo su propio masticar.

–¡Ah! –escuchó de forma suave.

El animal movió un par de veces su cola de un lado para otro, al igual que sus orejas. Quizá hubiese sido cosa de su imaginación, así que siguió comiendo. Pero de nuevo, escuchó el mismo ruido. Decidió girar su cabeza hacia un lado, para ver que estaba sucediendo.

Poco podía decir ante la imagen de su amo con la camisa desabrochada encima del joven Takao. Los dos besándose y manteniendo una respiración fuerte sobre la cama, mientras sus manos no paraban de recorrer sus rostros, sus cabellos, pecho y espalda.

–Brrrr… –añadió al ver cómo el menor besaba el cuello de su amo con bastante impetuosidad. Relinchó para saber que estaba sucediendo ahí. Sólo así obtuvo la atención de su acalorado amo, quien lo miró desde su posición, indicándole con una sola mano una cosa.

–Tornado –le dijo en señal de advertencia, haciendo que Takao también mirase al caballo. Con su dedo índice mirando hacia abajo, empezó a hacer círculos. Takao sonrió al ver cómo Tornado empezó a darse media vuelta mientras relinchaba y asentía con la cabeza, a la vez que daba un pequeño golpeteo en la tierra con su pata delantera. Parecía que Tornado se estaba riendo de lo que su dueño pretendía hacer.

De inmediato miró a Takao– ¿Dónde nos habíamos quedado? –preguntó sonriente.

Ahora su atención fue dirigida nuevamente a Kai–. Creo que por aquí –le indicó divertido, atrayéndolo hacia él, al poner ambas manos sobre su cuello.

Sólo Tornado y la cueva serían testigos ese día del gran amor que se tenían los dos.

No habían tenido la boda deseada con invitados y demás, debido a las circunstancias que se los habían impedido, pero por fin estaban casados y eso era lo importante. Ya harían una fiesta a parte con invitados otro día. Ahora lo importante para ellos era celebrar su enlace por todo lo alto, los dos solos.

&&&Kai&Takao&&&

&FIN&

Bien, he aquí el último capi de este fic. Espero que os haya parecido interesante desde el principio hasta el final. Creo que todas las dudas han sido respondidas, pero de no ser así, basta con que en vuestro comentario me dejéis escrita la duda que yo por mensaje privado o bien por aquí os lo contestaré encantada.

Gracias a:

Misaki

Vampire Princess Miyu

Wuonero

Valery Hiwatakinomiya

Takaita Hiwatari

Zumolove

Ds

Bfly–ronaldita

Sheena–yukiko–25

Phoenix

Shinrine Shuichi Elric

Gaby–chan

Miavid

Raiden

Dark–ekin

Miru

Maritessa Perez Cortes

Monacore

AdeTaka–KinoTary

Maritessalu

Megan–Hiwatari

Saori Sanada

De todas formas agradezco el apoyo y los ánimos que me habéis dado todos. Tanto a las personas que me dijeron lo que pensaban, como a las que no lo hicieron, pero si leyeron la historia.

Eso es todo, cuidaros mucho, xao.