Por convertir mis momentos de frustración y tristeza en algo mejor con solo escucharme.
Porque eres el oído que se presta para escuchar mis sandeces.
Porque estas dentro de la lista de mis personas importantes.
Porque eres mi ídolo en el tipo de fanfics rositas (XD!)
Porque… porque sí XD
Para Kea Langrey
Tebayo-Producciones Presenta:
Un fanfic de Naruto.
Por Zusaku Kaze.
Declaratoria: (que todo mundo se sabe, y solo pondre en el primer capítulo) Naruto ni sus personajes me pertenecen, pero los usaré para mi fanfic, en el cual (¡oh mala suerte la mía!), la gente tiene tan buen juicio que no me da ni un centavo por él.
De que va: Itachi se encarga de su hermanito, al mudarse a un nuevo poblado conocerán a un par de rubios que no solo les cambiarán la vida. UA. Yaoi. Lemon en capis futuros. Y… XP… si, no me sale bien, pero intentaré hacer un fic rosita y si se puede, un poco cursi. Deséenme suerte.
MinatoxItachi NarutoxSasuke
Sin Título
1
Sasuke contó otra vez las manchas en el asiento delantero. No fuera a ser que se le hubiera pasado alguna. Está bien, la verdad es que estaba demasiado harto.
El clima era espantoso, exageradamente soleado para poder fijarse en el exterior. Tenía que conformarse con distraerse gracias a la colección de suciedad del transporte.
-Itachi…
El joven a su lado giró apenas los ojos para verle. Se limitó a retirar la mano del libro, unir los dedos índice y medio, estampando las puntas en la frente de su hermanito. Un movimiento que el pequeño no se esperaba.
Llevó ambas manos a la pequeña frente justo en el lugar afectado, frunciendo las cejas.
-Aún no llegamos, Sasuke.
-¡Pero!...
-Me has hecho la misma pregunta tres veces.
Cruzó los bracitos. Itachi apenas dibujó una diminuta sonrisa en sus labios, Sasuke tenía ese puchero encantador que tanto le gustaba lograr al mayor de los Uchiha.
El llegar al país de fuego les daría comienzo a su nueva historia.
Posiblemente se hubiera dado cuenta del momento en que cruzaron el portón de bienvenida de la ciudad, pero el constante movimiento del autobús había terminado por dejarlo dormido.
Itachi esperó pacientemente a que todos bajaran, dedicándose a delinear en un además acariciante las delgadas cejas negras del pequeño. Finalmente lo movió, Sasuke había estado largo tiempo recargado en el brazo de su hermano mayor.
-Es hora.
Se talló los ojos, poniéndose perezosamente en pie. Si fuera un poco menos orgulloso, le hubiese pedido a Itachi que le cargara. Pero eso no era digno de un Uchiha, según le había dicho su padre un sinfín de veces, cuando el pequeño de siete años emitía el mínimo quejido.
La ciudad tenía edificaciones demasiado rústicas. Sasuke hizo lo posible por no parecer sorprendido, aunque sus ojos negros estuvieran bien abiertos, como si esperase encontrar algo que les saltara de entre los profundos (y al parecer sin fondo) callejones entre muchas de las casas.
Sasuke elevó lentamente la mano, de forma inconciente la aferró a la de Itachi. El mayor estaba al tanto de que no sería algo sencillo venir de una agitada ciudad, para terminar en un poblado que tenía posiblemente el doble de personas y la mitad de espacio. Ya ni hablar de las comodidades a las que estaban acostumbrados.
Todos parecían conocerse, algo que a ninguno de los dos les agradó. No es que fueran excesivamente ariscos, sino que la mirada de condescendencia no era algo que se les diera bien soportar.
Itachi pasó las manos debajo de las axilas del más pequeño, jalándolo sorpresivamente hacia arriba para depositarlo en el asiento. Itachi tuvo que sonreírle un poco aunque no lo deseara, para que el niño le soltara los antebrazos a los que se había aferrado ante el desconcierto. Tras dar la dirección correcta, el hombre que era dueño del transporte comenzó a jalar la carretilla de dos ruedas.
Sasuke miró la punta de sus zapatos para evitar preguntar porqué una persona era la que hacía el trabajo de un animal. Al menos era lo que había visto en las ilustraciones de los libros.
El niño se alegró de traer puestos los horribles botines que mamá había insistido en comprarle, aunque él había demostrado con un gesto realmente hastiado que los odiaba.
La calle a la que habían llegado no tenía pavimento. El pequeño de oscuros cabellos arrugó la nariz, mirando el cielo para buscar al menos algún rastro de nube. Había demasiado lodo como para creer que con ese día soleado sus zapatitos estuvieran embarrados.
Cuando el hombre de la carreta partió, Sasuke estuvo a punto de llorar. Se había amontonado en el borde de la rueda un montón de lodo, al girar terminó supliendo la función de una catapulta que violentaba el rostro del pequeño.
Si, también había manchado la ropa del mayor, pero a Sasuke le importó muy poco que Itachi, con toda la dignidad del mundo, hubiera quitado de su camiseta el lodo como si fueran migas de pan.
Estaba acalorado, con las mejillas que normalmente eran pálidas, tan coloradas que parecía se las hubieran pellizcado. El sudor le pegaba la ropa y hacía su piel pegajosa. Tenía hambre y estaba sucio.
-¡Quiero ir con mamá! –Pasó el antebrazo por la cara para limpiarse.
La declaración no había sido entre lágrimas, sino la exigencia digna de un adulto muy molesto. Itachi sonrió negando suavemente con la cabeza.
-Estas oficialmente secuestrado.
Maldita buena educación que le permitía saber el significado de demasiadas palabras. A pesar de que intentó ocultarlo con toda el decoro plausible en un Uchiha, Sasuke lloró.
Sorbió lo más calladamente posible la mucosidad que estaba por pender de su nariz. Solo uno que otro grueso lagrimón se le escapó. Itachi había comprendido su necesidad. Para no seguir ofendiendo al pequeño, se adelantó unos pasos dándole la espalda.
Sasuke no era tan estúpido como para escapar lejos de él, en un lugar donde a nadie conocía, era como un mundo totalmente distinto a aquel en el que había nacido. La ciudad era como un universo alternativo.
Tuvo que caminar un lapso más, el carro no había podido pasar por él angosto espacio. Las personas que estaban trabajando en los arrozales no pudieron dejar de notar los buenos mozos que pasaban a su lado.
Itachi llevaba la barbilla un poco más elevada, haciendo que su fina nariz se viera más respingada. Sasuke miró de reojo a los costados, con las manos pequeñas en los bolsillos.
El menor de los Uchiha tuvo que pasar el dorso de su mano por la frente, para poder secar un poco del sudor que le estaba escurriendo hasta los ojos, causándole un molesto escozor parecido al de las lágrimas aguantadas. Se estremeció, dejando avanzar a su hermano. Se quedó mirando aquella serie de casas diminutas.
Aquella en la que estaba por entrar Itachi, era una pequeña construcción de adobe, cubierta de bálago en el techo. La abertura, muy baja por cierto, mantenía cierto frescor en el interior. Itachi había levantado la cortina roída que fungía como puerta, indicándole a Sasuke que pasara antes.
Con un suave empuje, lo guió unos pasos hasta que quedaron frente a un tapete. En él estaba sentado un anciano con más arrugas que una nuez.
Ambos se habían tenido que descalzar para entrar, a pesar de que el suelo no tenía piso, solo barro aplanado. Sasuke movió sus deditos, sintiendo como entre ellos se estaban colando las piedrecillas, casi tan diminutas como arena.
Una vez que se sentaron escuchó que su hermano estaba presentándolo ante el hombre. Se horrorizó al saber que en ese pequeño lugar vivían cuatro personas más, solo había una habitación aparte de esa en donde estaban.
Su mortificación bajó apenas al saber que ahora todos ellos se irían para cederle el lugar a Itachi. Ahora irían a vivir a la casita vecina, dando un total de dieciséis personas en un espacio más reducido todavía que el de ellos.
No es como si notara que a Itachi parecía importarle, pero hasta a él le dio un poco de pena. Tampoco es como si fuera a abrir la boca, no se atrevería a interrumpir a su hermano, mucho menos a ofrecer de buena voluntad algo tan pequeño e inmundamente malo, que apenas servía apenas para sufragar su corta existencia.
Itachi le ordenó entrar a la otra habitación, para despedirse él solo del hombre. Sasuke estaba siendo demasiado grosero con su silencio y los gestos despectivos. Ni siquiera el correctivo regalado a su cabeza, que le hizo ver su propia cabellera oscura mecerse en el aire, pudo disminuir la tensión de la situación.
Descolgó de su espalda la mochila, el hermano mayor puso en la frontera de ambas habitaciones la costosa maleta con las pertenencias del pequeño.
Colocó los brazos flexionados en el borde de la ventana, mirando como la casa era sombreada por buganvillas rojas y blancas de troncos cercanos. Una vecina sentada en una especie de tejado inclinado, movía con el pie un balancín de madera para descortezar arroz. Era la segunda actividad que le había llamado la atención, aunque no por ello pensó que era mejor que comprar en el supermercado empaquetado el producto.
Asomándose un poco hacia el lugar por donde había entrado, los arrozales se extendían alrededor de la choza, con apenas unos montones pequeños de tierra para poder pasar entre ellos. Le parecieron más cortos en terreno cuando pasaron entre ellos, pero ahora se le perdía de vista el inicio. O a fin de cuentas, el final para salir de ahí.
-Ven Sasuke, iremos a conocer el parque del pueblo.
Sasuke aferró las manos a la madera, escondiendo la boca en los antebrazos. La mezcla de odio y cariño profundo que sentía por su hermano en ese instante no podía aclararse. Tenía miedo de él, del hecho de que no le dejara despedirse de sus padres, a la vez estaba contento de que fuese él con quien acabara, sintiéndose protegido.
Al inicio, cuando lo despertó a media noche moviéndolo insistentemente con esa sonrisa que solo le brindaba a él, lo había emocionado.
-Voy a raptarte -le susurró Itachi,- así que toma tu mochila, saca cuantos libros puedas y mete las cosas que más quieras en ella.
Sasuke obedeció, su hermano solía decirle eso cuando lo llevaba de campamento, luego de convencer a sus padres.
Se lamentó una vez que al subir al avión, Itachi había dicho que no había viaje de regreso. Entonces se preguntó cómo es que había sido tan malvado de decirle que empacara sus pertenencias más amadas. ¡Sus padres no eran tan pequeños!
Quiso creer que era una broma. Itachi lo hacía rabiar a menudo, pero solía ser bueno la mayor parte del tiempo.
Desde el momento en que el viaje se alargó para acabar en el lugar más alejado del mundo real, supo que no era un juego. La realidad le golpeó, haciendo que su rostro comenzara a tener ese gesto enfadado todo el camino.
Caminaron por las laderas de los arrozales. Los canales de riego centellaban como encaje blanco con el brillo del sol, cuadriculando el campo tupido. Pasaron por una especie de bosquecillo de bambú, para acabar en un aplanado, con árboles con maya de hilo grueso alrededor.
Había bancas hechas de algo parecido al concreto, pero se sentían al tacto más caliente. Le sorprendió ver pocos niños, la gran mayoría habían estado cumpliendo distintas labores para ayudar a sus padres, en vez de jugar como pensó que deberían.
-Ve a los columpios, yo leeré bajo este árbol un rato.
Sasuke suspiró otra vez, sentía una irremediable necesidad de soltar lágrimas cada que su hermano le hablaba. Al menos había tenido un buen entrenamiento soportando la voz dura del gesto adusto de su padre. Fugaku siempre le regañaba, como si cualquier cosa no estuviera bien hecha. Aún así el niño le tenía la profunda admiración a su progenitor, esforzándose cada vez por al menos una mirada de aprobación.
¡Estaba seguro que le hubiera faltado poco para ello! Por eso estaba odiando más a Itachi. Ahora no podría demostrarle lo bueno que se había hecho en matemáticas.
Se sentó en el columpio. Había solamente dos, colgaban de una gruesa rama en un árbol apenas alejado del que Itachi había elegido para cobijarse del sol. Se sentó, aferrando sus manitas alrededor de la gruesa soga. Frunció el seño. La sombra del árbol daba del lado contrario a donde estaban los columpios.
En menos de cinco minutos se había visto invadido por una molestia mayor. En hombros de un alto hombre venía un chiquillo escandaloso. Entrecerró los ojos, ellos venían de la dirección del sol. Por eso casi juró que había confundido sus cabelleras.
Al acercarse más supo que no se equivocó. Ambos eran rubios. El pequeño era un poco más moreno que el otro.
El niño rubio, con sus enormes ojos azules refulgiendo, saltó antes de que su propio padre lo pusiera en el suelo. Su delgado cuerpecito se removía entre las cosquillas del gozo, como si el sol, el sudor que corría por su frente y la atmósfera asfixiante no lo molestaran. De hecho lucía demasiado fresco.
El alto rubio se cruzó de brazos. Su nariz finamente alargada, los ojos más rasgados pero con la misma intensidad de azul.
En el momento en que el azul se fijó en la oscuridad de Sasuke, al niño le recorrió el escalofrío más intenso del que hubiera vivido jamás.
Ese hombre era demasiado imponente. Le sonrió apenas, girando la vista nuevamente hacia su escandalosa cría. El niño perseguía su sombra, ordenándole torpemente que se detuviera.
-Hijo…vas a caerte Naruto.
Avisó lo inminente. El niño dio un lerdo giro, piso su propio pie cayendo de bruces. El hombre maduro sonrió un poco. Sasuke sintió envidia. ¿Cómo es que un padre puede ser feliz con la torpeza de un hijo? Si Fugaku hubiese visto aquello…
Naruto extendió los brazos, moviendo los dedos en dirección del rostro del padre. Él negó con la cabeza.
-Levántate por tí mismo.
El pequeño hizo un mohín de disgusto, pero finalmente volvió con el griterío al que Sasuke no podía habituarse. El padre le había puesto sobre los hombros una especie de gabardina de tela delgada color blanco.
Los observó un rato más. Parecía que el mundo exterior se eliminaba para ellos, solamente existían para el otro. Sasuke dio un respingo cuando el niño corrió hacia el columpio. Se paró firmemente frente a él sonriéndole. Sasuke eliminó el repentino gesto de sorpresa, volteando la cara groseramente.
Naruto colocó en su rostro un breve gesto de decepción, bajando la cabeza. El rubio mayor le guiñó el ojo cuando su pequeño le miró, con esa tranquilidad que parecía desbordar sabiduría en cada acto.
Con el elegante andar se acercó a ambos. Sasuke había cerrado los ojos, con tal de no ver esa enfermiza felicidad. Es por eso que se sorprendió más, cuando tuvo que aferrar las manos a la soga. El columpio había empezado a moverse.
Al girar el rostro, deseó decirle a ese hombre que no se atreviera a tocar su espalda. Pero era tan imponente, la voz tan congruente y profunda acorde al físico, que prefirió dejarse llevar. ¡Era tan refrescante el movimiento! Naruto gritaba de puro placer, montado en el columpio contiguo, mecido a la par por el hombre.
Más alto, le escuchó decir varias veces a Naruto. Él también deseaba alejarse del suelo, no comprendió con su mente infantil la sensación, pero supo que podía llegar a hacerlo si se quedaba con ellos. Pero su disposición natural a la amargura, bien infundida por sus padres, le despertó de la ensoñación de poder volar. Abrió los ojos, saltando del columpio cuando estaba más cercano al piso.
Gradualmente la voz de Naruto bajó de decibeles, poniendo otra vez esa cara compungida. Sasuke siguió su camino sin mirar atrás, dirigiéndose a su hermano.
-Papá, juguemos con la pelota.
Sasuke entreabrió los labios, con la clara intención de llamar a Itachi. Le diría que quería regresar a casa, que si era un secuestro, pidiera lo necesario a sus padres, seguramente le darían lo que quisiera a cambio de tener a su pequeño de vuelta. No le importaría volver a recorrer todo aquel viaje y…
Terminó por abrir a sobremanera los ojos. Sus cabellos e habían agitado al paso de la pelota demasiado cerca de su cabeza.
-Zoc –esa fue la voz de Naruto, imitando el sonido del impacto.
Esa no era precisamente una disculpa. Itachi miró hacia Sasuke con la nariz enrojecida, ahí donde había impactado la pelota. Su rostro permaneció impávido, pero el ónice de sus ojos denunciaba que estaba muy próximo a desatarse un instinto criminal en él. Cuando Naruto superó a Sasuke en distancia, el pequeño Uchiha le siguió casi pisándole los talones para llegar a Itachi.
Con la cabeza casi metida en los hombros, un poco agachada, pero elevando la mirada para ver a aquel hombre de mirada de abismo oscuro, Naruto intento emitir palabra. Infortunadamente todas se ahogaron en su boca.
Sasuke se molestó. Posiblemente Itachi le había quitado todo lo que tenía en el mundo, pero ahora él era su universo. Ese odioso niño no tenía derecho de tener tanto tiempo la mirada de su hermano sobre él.
-Buenas tardes.- Saludó educadamente la voz profunda que escuchó antes. Esa que no se había atrevido a voltear a mirar. De alguna forma sabía que si lo hacía, el tiempo se detendría, entonces no podría seguir adelante. Despegar del libro la mirada sería imperdonable, por eso jamás se dio cuenta en qué momento el aire se rompió al acercarse el balón.
-Lamento mucho si mi hijo le ha hecho daño. -El azul intenso se encontró con el negro de su mirar.-Mi nombre es Namikaze Minato.
Cuanto odiaba tener razón. El tiempo dejo de existir para inmortalizarse en aquella mirada.
Continúa.