La noche y sus secretos

"El techo fue completamente construido a base de pastas de arcilla y decoración pictórica al fresco"… "Con las lluvias, todo se está deteriorando, el agua cae como cataratas por las paredes llevándose parte de un patrimonio maravilloso que es universal"… "Dejaremos el proyecto en sus manos, confiamos en que llevará a buen fin la reparación y restauración completa antes de que sea el aniversario… son casi 450 años"… "Confiamos en su capacidad"…

Shun despertó sudando…

El cuello le dolía por haberse quedado dormido en aquella incomoda posición y sentía la boca completamente seca. Trató de humedecerse los labios, pero no consiguió sentirse aliviado con ello, quería beber algo fresco con prontitud. Notó con algo de molestia que no había un reloj a la vista y por tanto, no sabía que hora era. Sin embargo, por la ventana, se apreciaba claramente que el día se había ido y las estrellas ya acompañaban la noche.

-He dormido todo el día – Murmuró en el silencio del cuarto – Pero me siento igual de cansado.

Se estiró y bajó sus pies, aún con los zapatos puestos, de la cama. Agradecía que nadie intento ir a hacerle más cómodo su dormir, porque de haber sido así, se hubiera sentido groseramente invadido. Ikki al igual que él, también había crecido, ya no le ahogaba con sus abrazos ni con desconfianza por todo. Ahora el tenía otras muchas cosas de las que preocuparse, más si pensaba en el pequeño que venía en camino. Sonrió al darse cuenta que sentía celos por él. Sí… como si fuera el hermano mayor que queda a un lado… temeroso de que ya no lo quieran sus padres.

Se incorporó por completo y abandono el cuarto, encontrándose con el corredor a oscuras, lejos, al final, podía apreciar la luz suave de alguna lámpara encendida aún en la sala. Caminó en esa dirección esperando encontrar a alguien, pero no había nadie allí. La luz provenía de un farol encendido en el jardín, el cual lograba alumbrar parte de la sala a través de los grandes ventanales de la casa. En verdad era un lugar hermoso, ideal para formar una familia, candido y acogedor. Se dejó caer en el mullido sofá, aún sentía sed.

Miró todo con calma, al llegar no había podido apreciar todos los detalles, pero ahora, a solas, se daba cuenta que todo estaba organizado y en orden. Sonrió al deducir que eso era obra de Esmeralda, ya que su hermano jamás había sido muy dado a la organización. Frente a él un gran estante de madera, sostenía una gran hilera de enciclopedias y revistas de colección, pero en particular, su vista se desvió a lo que reconoció como los álbumes que por la tarde estuvieron observando. Su estómago se revolvió dolorosamente. Recordar lo que había pasado tan sólo horas atrás, le hacía sentir nuevamente miserable. Pensó en que pasaría si llamaba a Hyoga por teléfono y se disculpaba, he incluso que pasaría si él le visitaba y le pedía perdón en persona y entre tantos pensamientos, pensó también que pasaría si se declaraba... si le confesaba el verdadero motivo de su apatía.

Era otra vez de noche y él estaba solo y pensando en él. ¿Era esa su condena? Entregar cada pensamiento a ese amor no correspondido que se alejaba cada vez más y más. ¿Qué diría de tenerlo enfrente nuevamente? Porque era seguro que se volverían a ver. Aunque no sabía si Ikki lo quería ver o no en su fiesta de aniversario.

¿Y qué dirían los demás al enterarse de su pelea?....

-Maldición ¿Por qué? Soy un estúpido, un estúpido… Hyoga – Apretó un cojín a su lado, lo abrazó y luego lo mordió, ahogando un grito de desesperación mientras lograba relajar en parte su espalda. Se mantuvo quieto un rato y volvió a sentarse derecho en el sofá. Junto a la mesita en donde había estado sentado Hyoga por la tarde, había un pequeño bulto negro.

Inmediatamente sus ojos se abrieron de par en par. ¿Podría ser ese algún objeto que el ruso hubiera olvidado? Después de todo, había abandonado abruptamente la casa.

Se levantó a prisa y tanteó el borde del cojín para sacar por completo el objeto… era una billetera negra. En un costado estaba gravado el nombre de una compañía aérea, supuso sería en donde trabajaba.

La examinó con la vista un largo momento, sin atreverse a abrirla. Miró a todas partes, olvidando el hecho de que parecía que el resto de los habitantes dormían profundamente. Miró entonces la hora en la pared, advirtiendo que eran cerca de las tres de la madrugada.

-Tengo mucha sed… - Buscó una excusa para atrasar aquel momento, parecía tener en sus manos un tesoro de valor incaculable y sentía demasiada expectación al respecto. Dejó la billetera en el sofá y caminó rumbo a la cocina, pero regresó apurado sobre sus pasos para mejor asegurarse y llevarla con él, no fuera que desapareciera.

El corazón le latía tan fuerte que pensó podría despertar a Ikki y Esmeralda con su palpitar, aunque la casa fuera tan enorme parecía que lo escucharían. Encendió la luz de la cocina y buscó un vaso para servirse enseguida agua del grifo y la bebió desesperado, ahogándose con el líquido para terminar tosiendo. Cuando recuperó la compostura, mantuvo un largo silencio, el mini escándalo formado podría haber despertado a medio vecindario. Se rió de si mismo y sus labios se apretaron al confirmar que aquella billetera aún estaba en su pantalón.

Existía y no era una alucinación.

Regresó a la confortable sala y se quitó los zapatos para acurrucarse en el sofá alumbrado por la tenue luz del farol. Las plantas que adornaban el jardín, lograban hacer ahora sombras delicadas sobre todo los muebles y su propio cuerpo, mariposas negras que mecidas por una débil brisa nocturna de ciudad, le daban tranquilidad. Esa tranquilidad que tanto le hacía falta.

Tomó entre sus manos nuevamente la billetera, en su corazón, deseaba con fuerzas le perteneciera, como si fuera un perrito que olió a su amo, la presencia de Hyoga para él, estaba marcada. Por fin sus dedos se decidieron, hurgando delicadamente en el cierre para tener el tesoro abierto de par en par.

-Tarjetas… - Suspiró mientras observaba la VISA y otras tantas apiladas de forma desordenada, sin respetar los gabinetes correspondientes para organizarlas de forma ascendente – Eres un desordenado Hyoga – Las acarició con cariño – Te pareces a Ikki en esto.

Por detrás del compartimiento de tarjetas, había guardados muchos papeles, algunas facturas, cuentas y números de teléfono, que supuso nunca traspasó a su móvil. Abrió algunas descubriendo que el ruso aún disfrutaba de nadar, muchos vales de piscinas temperadas se apilaban aglotonadas dentro de la billetera.

-Aún eres un niño… - Sonrió mientras las regresaba a su lugar, tratando de que no se notara su inspección cuando el objeto fuera devuelto a su dueño. Al costado derecho, parecía haber una pequeña agenda, pero que dentro no tenía nada escrito, jamás la había ocupado al parecer, lo más gracioso es que al verificar la fecha, descubrió que era de unos cuantos años atrás.

-No me lo creo – Murmuró con risa – Eres aún peor que mi Ni-san – Divertido regresó la agenda a su lugar y continuó hurgando hasta sacar una fotografía doblada a la mitad. En ella estaban casi todos, excepto Mino. Quizás ella había tomado la foto, no lo sabía.

Recordaba ese día, fue para el cumpleaños de Shiryu en que todos se reunieron a festejarle. Todos lucían tan felices, Hyoga sonreía resplandeciente mientras le abrazaba por la espalda.

-"Soy yo" – Moduló con los labios sin dejar salir su voz. Por primera vez en toda su vida, estaba junto a Hyoga en una fotografía. Pero él no recordaba ese instante ¿Cómo podía no recordar ese momento? Haber estado entre los brazos del rubio y ¿No recordarlo? En la foto, Fler era un personaje secundario, alejado de ellos dos con sus amigas.

Su rostro, su propio rostro, era de incomodidad. Su corazón lloró dentro de su pecho. Era un mal amigo, un pésimo amigo. Nunca preguntó por él, porque así, no sufriría sabiendo que estaba feliz, pero debió hacerlo, si tanto lo amaba entonces, debió cerciorarse de su felicidad. ¿Qué pasaba con lo que Ikki le había dicho entonces? Hyoga quizás sufrió todos esos años, si bien no por amor, quizás por soledad.

¿Por qué no estaba feliz en la foto? ¿Por qué no sonreía entre los brazos de Hyoga si lo que más quería era estar con él?

Hyoga odiaba la soledad, a pesar de que estaba acostumbrado a vivir solo, vivir con ellos no fue un problema, todos eran felices en esos tiempos incluidos él y el rubio. Era feliz porque estaba con sus amigos, con personas que lo querían… si marchó a Rusia para ser piloto, quizás volvió a estar solo y triste, quizás recordó amargos momentos y se mortificó sabiendo que otros tenían felicidad mientras que él no.

¿Podía ser que fueran igual de desdichados?

-Soy un egoísta – Suspiró - Me he dicho a mi mismo que lo que hago es por bien de los demás, alejarme de todos ellos y sus vidas para no hacerles sufrir con la mía, pero todo está mal, ellos también han sufrido… ¿Por qué guardaste esta foto Hyoga? ¿Soy importante para ti? ¿Lo era?

Guardó la foto en la billetera una vez más. Podría ser que el rubio siempre esperó saber de él, que fueran amigos como antes a pesar de la distancia, que le demostrara interés, pero él se alejó de todos y aún más de su amor.

¿Podía Hyoga haberse comunicado con él si siempre estaba de viaje? Él único que lo hacía era Seiya, pero era él mismo quien le informaba de su paradero, y jamás le preguntó por el ruso, tenía miedo de saber que había encontrado el amor.

E Ikki, su hermano y su vida de casado, su hermosa vida de pareja, su envidiable felicidad… ¿Estaría tranquilo teniéndolo, lejos? Sabía que su hermano lo amaba y aún así, se mantuvo alejado… alejado de todos a los que quería para que no le lastimaran con su felicidad, mientras su corazón se marchitaba en desesperanza… en soledad, en desamor.

Si amaba tanto a Hyoga, entonces, debía ser feliz al verle con Fler, debería ser feliz de verlo bien, enamorado, con planes en su vida, con amor. Y él debía ser feliz con eso… aceptarlo y ser valiente, enfrentar su destino. ¿Todos tienen alguien en su vida a quien amar? Probablemente sí, pero no está escrito que todos ellos quienes aman, sean correspondidos. El amor es generoso… no necesita recibir, aunque sea maravilloso ser correspondido.

No es amor si no puedo ser feliz con tu felicidad Hyoga, puede que todos estos años, sólo fuera un niño caprichoso, que al no tener lo que quería, se enfuruñó y alejó del resto, castigándolos a todos con su ausencia, con su desinterés, castigándolos a todos sobre todo a él, a quien le hacía pensar en su amor no correspondido noche y día.

-Sé que te amo Hyoga, es una certeza en mi vida, no hay más significados, ni nuevas palabras para lo que siento, no vendrá alguien más para borrarte de mi corazón, porque yo no quiero que salgas de ahí, nunca – Se aferró a la billetera, inhalando el aroma a cuero que despedía sutilmente, buscando alguna esencia, pero sin tener victoria – Te diré la verdad amor… te diré todo y dejaré de ser tan estúpido. Al menos, sé mi amigo.

Cuando miró el reloj de la pared, ya eran pasadas las cuatro de la mañana. Se levantó llevando la billetera con él hasta su cuarto, quizás debería entregársela a primera hora. Entregársela y hablar. Hablar también con Ikki.

Entró al dormitorio y fue por ropa limpia, se daría una ducha y se vestiría, sabía que era imposible volver a dormir y tampoco tenía sueño. Después de una ducha, podría pensar tranquilamente, esperar el amanecer y decidir que haría con todos esos sentimientos tan confusos y cambiantes.

La noche terminaría pronto.