Ámame
Mis recuerdos de ti (Parte 1)
Estaba llegando la primavera, las lluvias eran cada vez más sorpresivas e impredecibles y en el reporte meteorológico, sólo hablaban de las fuertes nevadas en los Alpes y el vertiginoso descenso de la temperatura. Shun corrió refugiándose bajo la capucha de su impermeable justo cuando el reloj de la catedral daba las 20:00 hrs en punto. El tren que lo llevaría desde Berna a Roma partiría a las 20:10 hrs, y ya casi era tiempo de abordar según le indicaban las manecillas del reloj. Había comprando un ticket hacía ya varios días por que pronto sería el aniversario de matrimonio de su hermano Ikki con la bella Esmeralda. Llevaban casados un par de años muy felices y querían festejar, rememorando la fecha en que se habían jurado amor eterno, con todos sus amigos más queridos de testigo.
Recordaba aquel día, cuando la sonrisa del peliazul era radiante y luminosa, lucía tan apuesto con su esmoquin negro y sus ojos chispeantes, que sintió una leve envidia de su felicidad. Lo había abrazado con fuerza y en ese instante juraba que sus corazones habían palpitado al mismo tiempo.
"Ya sabrás lo maravilloso que es el amor, cuando conozcas a esa persona" le había susurrado al oído "Y en ese momento, promete que podré abrasarte de la misma forma en que lo hago ahora".
"Lo prometo ikki, que seas muy feliz" Había sido su respuesta mientras su mirada se perdía en la primorosa Esmeralda, que dando vueltas lucía su vestido blanco de velo abultado, a un rubio vestido de esmoquin, que la ayudaba a danzar sujetándola gentilmente de una de sus manos.
Su hermano se separó de él para ir en busca de su amada, y la separación le causó una sensación de frío terrible. De una ausencia que le calaba muy profundo y le hacía vibrar, quizás de miedo.
"Shun… Shun, ¿No son la pareja ideal?" Le había dicho Shiryu acercándole una copa de champagne. El sólo miró como Ikki besaba la mano tan blanca de la chica para luego ayudarla a subir a una tarima, desde donde arrogaría su ramo de flores.
Las chicas se habían arremolinado a su alrededor… entre ellas Saori, Mino, Sunrei, Eris, Hilda y su pequeña y hermosa hermana… Fler. Recordaba como la cara de Seiya lucía descompuesta ante las bromas de sus amigos… "¿Cuál de todas tendría el ramo y el corazón del castaño?"… él sólo deseaba que ninguna, podía verlo en sus ojos café oscuro tan profundos, él estaba enamorado ya de otra persona, de la misma forma en que él lo estaba también.
"¡Fler… que afortunada!" Había escuchado el gritó de Mino a lo lejos y el barullo que se había formado alrededor de la ganadora, el alboroto a penas logró distraerlo de los movimientos que aquel ser tan apuesto realizaba acercándose a la jovencita.
"Parece que los siguientes, serán Hyoga y Fler" Sonrió con ternura su amigo, bebiendo tranquilamente de su copa, mientras un latido brusco y desconsiderado remecía el corazón del peliverde. "Al parecer está fascinado con ella" había sonreído Shiryu a su lado sin sospechar el daño que esas palabras le causaban. ¿Su corazón se había rasgado?
No recordaba nada más con claridad después de eso. Algunos recuerdos de ver a su hermano abordar un auto con su ahora esposa y alejarse entre aplausos y lluvia de arroz. El después caminó tras las huellas en el asfalto, mientras todos se dirigían a la fiesta ofrecida en honor a los ahora esposos, él no podía dejar de observar la esquina por donde el auto unas cuadras más allá, había desaparecido.
"Qué seas muy feliz Ikki… que seas todo lo feliz que yo nunca seré".
-¡Señor!… ¿Va a subir al tren? – Le sacó de sus pensamientos una muchacha.
-Sí, estaba distraído – Se disculpó el peliverde y abordó la maquina sacudiendo de las solapas de su impermeable las gotas tupidas de lluvia.
Dejó su pequeño bolso de mano sobre la repisa del tren. Era un largo viaje hasta la casa de su hermano, pero de todas formas, no pensaba quedarse más que para el evento. Había decidido que estar cerca de él, de esa persona tan inalcanzable, era aún más doloroso que tratar de olvidarlo a lo lejos, y por eso llevaba una vida errante, en busca del alivio en su corazón, lejos de cualquier noticia que le causara aún más malestar.
Llevaba ya en Berna casi medio año, trabajando en la restauración del palacio de la Chillona. No había ido precisamente huyendo, no, los palacios y los castillos eran su pasión y en especial, las leyendas que estos guardaban en sus viejos muros. El quería rescatarlas todas, por que se sentía menos solo, menos diferente y mucho más humano.
Sacó de su bolsillo la carta de su hermano, sentándose en la butaca del compartimiento. Observó con mirada nostálgica la letra desordenada y apurada, las manchas de tinta al azar que ahora humedecidas por la lluvia, parecían distorsionarse de forma macabra. Seguro escribió muchas de esas misivas antes y probablemente la suya fue la última de todas. No porque no lo quisiera, si no porque confiaba en él. Sabía que no tenía que preocuparse de enviarle una nota con caligrafía perfecta, entre ellos se perdonaban esos detalles superfluos. Percibía en la intensidad de los trazos, que sin duda Ikki le había escrito a él con mucha más pasión que a los demás. Apretó la carta en sus manos, seguramente Hyoga había recibido su propia invitación… ¿Asistiría? ó ¿Se disculparía enviando un sutil arreglo de rosas rojas?
La lluvia fuera comenzó a caer más fuerte y el sonido de las alargadas gotas rozándose entre si y estrellándose en el piso, cubrió casi por completo la alarma de que pronto el tren se pondría en marcha.
-¿Seiya? ¿Eres tú? – Preguntó con felicidad el menor.
-Sí, Ikki me dio tu número ¿Cómo va todo en Paris?
-¡Genial!, no te imaginas la de cosas que he visto.
-¡¡Que envidia me dan tu y Hyoga!! El otro que de piloto en las líneas aéreas de Siberia y tú recorriendo prácticamente toda Europa – Shun supo que ese era el momento preciso, podía preguntarle al castaño por su amigo ruso, pero ¿Cómo hacerlo sin parecer desmedidamente interesado? Sabía que su tono de voz no guardaba reservas cuando era ese nombre el que armaban los sonidos. Entre sus dudas, el momento pasó, repentinamente hablaban de la prensa, de lo que pasaba en la política del Japón actual, era increíble como el castaño se había interiorizado tanto en el tema.
-¡Cuídate Shun, espero verte pronto! - Esa fue la despedida, contestó con apañamiento, sin querer terminar, con la ilusión de encontrar otro momento en que su pregunta quedara bien… "¿Está Hyoga saliendo con alguien?"... de cualquier forma, sonaba demasiado comprometedor y pronto la línea quedó desocupada.
Dudas como esa le abordaban a menudo, le daban tantas ganas de preguntarles a sus viejos amigos por él, por si ya estaba decididamente de noviazgo con Fler o si quizás ya hasta se habían casado. Pero siempre llegaba a la sabia conclusión de que "Ojos que no ven, corazón que no siente" y por lo tanto, prefería no saber con quien compartía su vida él… la única persona que le había robado el corazón sin siquiera proponérselo, porque no podía culparlo, él se enamoró sin provocación alguna, sin excusa, sin razón… simplemente lo había mirado un día a los ojos y lo deseó, como jamás nunca había deseado algo en la vida, tanto así… que desde aquel momento, no volvió a ser feliz.
Muchas veces meditó si era una obsesión, pero al pasar el tiempo, había comprobado que sus sentimientos eran demasiado profundos para serlo, demasiado cálidos y angustiosos, si eso que sentía no era amor, entonces el amor no existía.
El tren se puso en marcha con un movimiento brusco, miró por la ventana el atardecer opaco debido al clima. Había preferido viajar de noche para dormir en el camino y no sentirlo tan pesado, pero no tenía sueño. Llevaba ya un tiempo trabajando en la restauración del castillo Chillón en Berna, Suiza y pretendía pasar allí, debido a los pormenores, unos meses más. La sorpresiva invitación de Ikki, con sólo unas semanas de anticipación, lo había pillado muy desprevenido, pero aún así logró agendar un viaje hasta Japón, para reencontrarse con él en esta fecha tan importante, pero estaba agotado y sin embargo, no tenía una pizca de sueño.
Su primer viaje fuera de Japón, había sido un mes después del regreso de Ikki y Esmeralda de su luna de miel. Recordaba cuan duro había sido ese tiempo, mientras comprendía que ya no podría correr en las noches a los brazos morenos y fuertes cuando estuviera triste, ni sentir su apoyo cada vez que un problema se presentaba. No era que no quisiera la felicidad para él, su querido hermano… es sólo que le dolía demasiado perder el protagonismo, saber que su corazón latía por alguien más que él y su propio corazón se detenía en desesperanza y soledad.
Se removió en su puesto, mientras una chica entraba a su compartimiento y le ofrecía la cena. Se sirvió gran parte del menú, con la intención de probar de todo y distraerse, pero entre los postres, un Mouse de chocolate, lo regresó a sus ya torturantes pensamientos.
-¿Tu lo preparaste? – Decía impresionado Hyoga al tiempo que tomaba una porción y la servía en su plato.
-Sí, lo he hecho esta tarde mientras mi hermano arreglaba el desagüe – Sonrió acercándole la bandeja a Seiya que no desviaba su vista del televisor.
-Shun, cuando salgas de la universidad ¿Has pensado en ir a España o Italia? Hay muchas ruinas allí, estoy seguro de que tendrías mucho trabajo – Preguntó Seiya mirando un documental en la televisión.
-Yo también creo lo mismo – Intervino el rubio – A veces me da envidia tu carrera.
-No lo sé, nunca lo había pensado realmente, aquí en Japón hay muchos lugares que necesitan restauración y conocimientos arqueológicos, yo he pensado en quedarme aquí – Contestó mirando intensamente a Hyoga que le prestaba más atención que el castaño.
-Lo que es yo, creo que apenas termine, me iré a Rusia, he leído que necesitan pilotos allí, la carrera no es muy popular entre los rusos en estos tiempos – Se acercó la cucharada a su boca y miró con los ojos brillantes al menor – ¡Está delicioso!
-Gracias…- Le dijo admirando su expresión de placer al devorar otra cucharada de Mouse. Buscó un lugar donde sentarse y llevó distraídamente una porción a su boca, en ese momento la cucharilla de Hyoga había chocado levemente con sus dientes, ocasionando un sonido seco y apetitoso que erizó la piel del peliverde. "Lo hice especialmente para ti, por favor, no te vayas a Rusia" suplicó en sus pensamientos.
Dio un pequeño saltito cuando la muchacha abandonaba su compartimiento y lo dejaba otra vez a solas. Tomó una cuchara brillantemente pulida y probó el postre. No le supo realmente muy dulce, probablemente no porque no lo fuera, si no porque en su boca se había instalado un sabor tan amargo que le quitó el apetito.
-Esmeralda tiene los ojos más hermosos que jamás he visto – Dijo Ikki en medio de la película, cuando una muchacha sonreía a la cámara juntando las pupilas a modo de mueca graciosa. Su traje de baño era de un calipso fuerte casi encandilador y jalaba a Hilda de un brazo para que ella también saludara, más el objetivo se mantuvo en la rubia, apenas se mostró el brazo de la otra chica.
-¡Miren a Hyoga, que imbécil! - Se reía Seiya cuando la toma iba directo al rubio que se preparaba por tiempo exagerado para lanzarse de clavado a la piscina – ¡Por dios!, ni que el trampolín estuviera a metros de altura – Se burlaba el otro.
-Que yo sepa nunca te tiraste siquiera una sola vez – Se defendió el rubio ante las burlas de todos. La cámara captó justo el momento en que se lanzaba provocando que chorritos de agua salpicaran a un grupo que tomaba sol en la orilla. Entre esas personas estaba Fler, con su cabello recogido en una cola alta y su bañador tan provocador y sexy. La muchacha se quejó con voz fingida, a Shun se le revolvieron las tripas al escucharla. Al instante el rubio salió de la alberca con el bañador ajustado a su piel, húmedo y sumamente erótico. Su corazón latió fuerte al verlo en las imágenes. Ese día había estado estudiando con sus compañeros y no estuvo cuando todos se juntaron a pasar el rato, tenía que conformarse con las tomas filmadas.
-¡Hey hey! Ruso, esa te tiene ganas – Le decía animadamente Shiryu alentado en su vocabulario por una cerveza extra y pasando por sobre el audio de la grabación.
-No sé que le vio a este – Decía Ikki mientras le pasaba a su hermano el plato con las papas fritas.
En la imagen Hyoga tomaba en brazos a Fler y se lanzaba con ella al agua, cuando salieron a la superficie, ella estaba atada a su cuello y la imagen cambió repentinamente a una donde se veía llegar a Saori con Habu y Mino cargando más cervezas.
-¿Quiere una manta señor? – Le preguntó la auxiliar con amabilidad.
-Sí, por favor – Se levantó y recibió un paquete sellado con mantas dentro y una pequeña almohada, sin duda estaba subiendo la temperatura a medida que se alejaban de Suiza, pero esto no significaba que ya hubiera dejado de hacer frío, en especial por la noche. Cuando ella abandonó el cubículo, las acomodó en su asiento para estar más cómodo y arropado. Intentaría dormir hasta la mañana. Se recostó inquieto, removiéndose incesablemente de un lado a otro sin poder apartar ese último recuerdo de su mente. Hyoga, su Hyoga… siempre tan lejos y tan distante.
¿Qué estaría haciendo ahora?
¿En que lugar comenzaba a cerrar sus ojos… en que brazos?
¿Se acordaría de vez en cuando de él?
La marcha constante del tren lo arrulló con un particular hipnotismo y al menos, por algunas horas, dejó de pensar en aquellos recuerdos punzantes y simplemente soñó.
Continuará...