21. Un Mundo Contigo

¡Cuán extraño puede llegar a ser el ser humano! Tal pareciera que aunque se esforzara por mantener la línea de su vida no podía conservar algo. Cualquier cosa, que no fuera material ni hueca. Tenía a sus amigas, sí. Siempre las iba a tener. Tampoco había oído a Guru Clef tan molesto desde que lo conoció. La frase "¿Para qué lo intentaste entonces?" seguía atormentándola. Mientras más lo pensaba, más ganas le dan de regresar a Tokio. ¡Qué ironía! Se había prometido nunca regresar ahí. Pensó con toda la madurez que su propia personalidad le permitió, establecerse en Céfiro, aunque no fuera en el castillo. Vivir una vida de una manera más simple, viajar por Céfiro, conocer, disfrutar. Todo se había derrumbado por el miedo a ser rechazada, es fácil decirlo, pero el amor no correspondido puede doler tanto, que se puede desencadenar en odio hacia esa persona que una vez amamos tanto. Ella no quería eso, ¡Jamás iba a odiarlo! Por eso, lo mejor era regresar. Hablaría con sus padres y se casaría con Shinji. Terminaría la escuela y conseguiría un trabajo acorde a la empresa de su papá, y tendría una vida llena de comodidades, sin sacrificios, sin complicaciones. Claro, sin amor. Pero si ella de cualquier forma iba a quedarse sola, ¿Qué más daba si estaba sola y a la vez con Shinji? Así se le iba a ir la existencia, acompañada, pero sola.

El cantar de varios pájaros la despertaron. Le dolían los ojos de tanto llorar y se miró al espejo, lucía horrible. Aquel día, ella y sus amigas iban a decidir quedarse en Céfiro o irse, porque el Portal ya no aguantaría más. Guru Clef prometió ayudarles con un hechizo muy complicado, que las orientaría a inclinar sus deseos y poder regresar o no. Comenzó a peinase, perdida en pensamientos, cuando una figura estaba tras ella le habló.

-¿Te fuiste a dormir muy temprano, no crees?

-¡Presea! – saltó – Me has asustado.

-Toqué la puerta, pero nadie me abrió. También sabía que estabas dentro, perdón por haberte importunado.

-Está bien – sonrió - ¿Sucede algo?

-Quisiera hablar contigo, Marina.

Marina se levantó del tocador, mirándola con extrañeza. Un terrible presentimiento se le vino a la cabeza. La plática de ayer con Clef, su repentina desaparición de la fiesta, todo. Trató de serenarse y se sentó a su lado en la cama. Presea tenía una agradable sonrisa, semejante a la de Linda, pensó.

-Tal vez te preguntas el porqué vengo a buscarte – empezó – eso es porque me he dado cuenta de muchas cosas. Desde que regresaron son más fuertes, más lindas y sobretodo más mujeres.

-Me harás sonrojar, Presea.

-Déjame terminar – rió – han pasado cosas terriblemente peligrosas y dramáticas. Ustedes son las más grandes heroínas que jamás ha tenido Céfiro. Eso no debo dudarlo. Aunque no creo que sea suficiente para que estén felices. Sé que hablo como Airmed, pero necesito decirte todo para que me entiendas. Tú has luchado no sólo por éste planeta, sino por muchas cosas más. Por tu amistad con Lucy y Anaís, con nosotros, y sobre todo con alguien pienso es el ser más especial para ti.

"Por favor, no quiero que te alteres. Sé muy bien cuales son ahora tus sentimientos y veo que sufres. Tendría que decirte que comprendo a la perfección el porqué de tu sufrimiento, y es porque yo misma lo he llegado a sentir. Pero a lo largo del camino podemos detenernos a recoger algo, también a pensar que camino seguir tomando, pero no podemos detenernos para siempre. Yo me he quedado parada en el camino de mi vida, sin saberlo, porque jamás abrí mi corazón ante ésa persona. Ahora ya es muy tarde, porque las cosas no son como lo eran al principio. Mi corazón sigue sintiendo de la misma forma, pero las circunstancias en las que empecé no son las mismas, tampoco sería correcto continuarlas por varios factores."

"El primero es, querida Marina, que no revelé mi sentimiento por un secreto que no puedo contarte. Solo te diré que es de suma importancia, pero no me lo preguntes, porque jamás, ni aunque muera, lo diré. El segundo es que me he dado cuenta de que otra persona (que también es muy importante para mí) se ha enamorado de ésa persona. Sí, lo sé abiertamente porque noté como lo mirabas, como le hablabas, y pude reconocer tus ademanes y miradas porque lo hacías de la misma forma que yo. Lo mirabas de la misma forma, no como Lucy y Anaís. No quiero dejar a tu criterio que he dado una derrota declarada sin haber luchado, he luchado toda mi vida, desde que lo conocí. En verdad traté de que no me gustara. Pero te entendí, entendí porqué te habías enamorado de él y no solamente lo entiendo, Marina, sino que lo acepto y me da gusto. Quiero desearte toda, toda la suerte del mundo para que puedas decírselo, y si ya lo has hecho ya no tengo nada que aconsejarte. Ya estás hecha. Y el tercero…es que también he notado que él te tiene por completo en su corazón."

"Por favor, no me mires así, no sé que tan en cuenta estés de las cosas, pero la realidad es que siempre te ha preferido a ti. Yo lo conozco muy bien, sé cuales son sus modos de actuar con las personas…pude ver el resentimiento y el cariño que tenía por Airmed, pude ver también la preferencia que tenía por Látis sobre sus demás alumnos, el respeto que tenía por la princesa Esmeralda y eso era algo también más asemejado a verla como si fuese algo muy valioso. También la simpatía por Lucy, y la admiración por Anaís, también un poco de menosprecio por Ascot, y por lo cual también entiendo ahora muchas cosas. Así mismo, sé que a veces se burla de Caldina y Paris, pero es una burla sana y sin malicia. He visto muchas cosas en él, así como he visto el gran amor que te profesa. Por favor, no me hagas preguntas, no te las responderé porque no me conociere a mí. A lo mejor te preguntas porqué te digo todo esto, pues la respuesta es sencilla, porque si no puede ser feliz conmigo, quisiera que lo hiciera con alguien más, y que mejor que con una muchacha que lo ama profundamente."

Presea la abrazó y ella le correspondió. Estaba llorando, se levantó y con lentitud salió de la habitación. Dejándola completamente desconcertada y el corazón palpitante.

Que cosas tan impresionantes y maravillosas acababa de decirle Presea. La bondad y humildad que tenía era enorme, la capacidad de entender sus sentimientos, de compartirlos y sobre todo, de dejarla libre para ser feliz con la persona que quería, aún si ella renunciaba por completo a ésa felicidad. No tenía idea de cual sería el secreto del que habló, pero tampoco pretendía indagar en eso. Por otra parte, la idea de que Clef pudiera sentir algo por ella le hacía desvariar ¿Sería posible? Era cierto que lo conocía muy bien. Pero también creía conocer a Ascot y jamás le creyó capaz de las cosas que cometió, también creyó ver en Rommel maldad y crueldad, y no era más que la expresión de la trágica vida que hasta ahora había llevado. ¿Y si otra ves se equivocaba? Ya no quería equivocarse, ni sufrir más.

El día se pasó lleno de dudas y confusiones, y cuando menos se dio cuenta, ya hora había llegado. Se reunió con sus amigas en el jardín residencial, habían quedado de hablar juntas antes de que se tomara una decisión.

-Bien, aquí estamos – empezó Lucy, que generalmente era la que siempre tomaba la iniciativa de las cosas.

-Así es, y menos seguras que nunca – dijo Anaís encogiéndose de hombros. En su rostro reflejaba preocupación.

-Ustedes no tienen nada de que sentirse inseguras – les dijo Marina – tengo la certeza de que decidirán quedarse aquí.

-No sé – dijo Lucy – Látis no me dijo nada en concreto. Es muy diferente la situación de Anaís, que hasta comprometida está ya.

-Tranquila, Lucy – advirtió la susodicha – no puedo responder ahora. La verdad es que no puedo dejar tantas cosas. ¡Mi casa, mis padres, mi hermana! Mi vida está en Tokio.

Tampoco podría vivir sin ver a mi familia, nunca más – sollozó Lucy – sería para siempre.

-Ya no hay marcha atrás – dijo Marina. – No sé que hacer.

-¡Marina! Dijiste que te quedarías en Céfiro desde el principio – dio Anaís - ¿También dudas ahora? ¿Acaso no piensas decirle a Guru Clef lo que sientes por él?

-Lo hice – sonrió con tristeza – tuvimos una…pequeña pelea anoche.

-¿Qué pasó? – inquirió al instante Lucy - ¿Qué te dijo? ¿Cómo reaccionó? ¿Siente lo mismo por ti?

-Calma, Lucy – dijo Anaís – vas a bombardearla con tantas preguntas.

Lucy bajó la vista apenada. Marina le sonrió.

-Está bien, Anaís – respondió – déjala. Lucy siempre ha sido curiosa y dudo mucho que eso llegue a cambiar. No tengo problema en contestarles, la verdad es que prácticamente fui yo la que habló. Reaccionó muy tranquilo, y no sé si sienta lo mismo, porque me marché de ahí antes de oír su respuesta.

-¿¡Por qué?! – gritó Lucy impaciente - ¿¡Por qué no lo esperaste?!

-Marina, debiste haber escuchado su respuesta.

-Tenía miedo, chicas – dijo – miedo de saber que pensaba. Ahora, por otro lado, Presea me contó algo que me dejó más confusa que antes. Me dijo que posiblemente él me quiera.

-¿Cómo lo sabe? – preguntó Anaís.

-Dice que lo conoce muy bien, y no hay forma de que sea de otra manera. ¡Me siento muy extraña! Debería irme de aquí y listo.

-Pero Marina…- empezó Lucy.

-¿Guerreras Mágicas?

Atrás de ellas una voz las llamó. Cuando se giraron vieron a Guru Clef, acompañado de Airmed. Marina bajó la vista muy contrariada y nerviosa.

-Ya es la hora, niñas – advirtió Airmed – espero estén listas.

-No lo estamos – dijo Lucy – pero qué remedio.

Caminaron hasta la puerta, cuando unos ojos la llamaron.

-Ya no puedes esconderte. – le dijo Clef.

-No pretendía esconderme de ti, - dijo ella tratando de no mirarlo – sólo decidí terminar con esto.

-¿Así nada más? – preguntó.

Airmed y las chicas ya estaban muy encaminadas, imposible era que los oyeran. Ella se detuvo, tratando de que el pánico no se apoderara de ella nuevamente.

-Mejor hubiera sido no decir nada, ¿verdad? – dijo Marina.

-No deberías hablar así. Menosprecias mucho tus sentimientos, por eso no has logrado ser feliz. Para poder querer a alguien, debes empezar por quererte a ti misma.

-Estoy en ello.

-No creo que el haber sabido esto antes hubiera causado un resultado distinto. Mi opinión sobre ti siempre ha sido la misma. No importa cuán perfecto por igual pueda aparentar ser, somos muy parecidos Marina. Ambos somos testarudos y orgullosos. Sí, lo soy, he alejado de mi vida a las personas que más quería. He cometido errores, he tropezado, pero sobre todo; me he arrepentido de muchas cosas. Si hubiera tenido la oportunidad de escoger, hubiera querido ser campesino o artesano.

"Mi lugar arrogantemente importante me impidió siempre tener palabra propia contra las reglas de Céfiro. Quise muchas veces gritarle a la princesa ¡No es justo, debes ser libre! y no lo hice. También quise ayudarla, pude hacerlo un poco, no como yo hubiera querido, pero algo le ayudé. No creas que estoy satisfecho con todo lo que he hecho. De cualquier modo, cuando te conocí debo decirte que creí que ustedes (y sobre todo tú) no podrían ser las Guerreras Mágicas. Eran solo unas niñas inexpertas. Nuevamente me equivoqué, porque si no fuera por ustedes Céfiro se habría destruido hace ya mucho. También me arrepentí mucho de no haberles dicho toda la verdad sobre el Pilar, sobre la guerra, sobre muchas cosas. Siento que he sido el más responsable de todo el dolor que han pasado, pero sobre todo el tuyo. De haber sabido que te dolería tanto muchas cosas, hubiera preferido regresarte a tu mundo. Aunque una persona me dijo que eso no era lo correcto, que te estaba reprimiendo, pero no es así. ¡Estaba protegiéndote! ¿De qué? ¡De todo! No podía soportar que algo les pasara, pero sobre todo a ti."

"Mi sentido sobre protector como alto mago se fueron muy lejos de mis verdaderas intenciones. Cuando se fueron, me sentí feliz, porque podrían ser libres y encontrar la verdadera dicha en su mundo. ¡Regresaron! Yo no me esperaba eso. Céfiro marchaba bien y no había razón para regresar. Mi antigua riña con Ascot no tenía otro motivo más que tú. El mantenía sus recuerdos y sentimientos vivos por ti, mientras que yo…sólo me puse en mi plan de maestro y a él en su plan de discípulo. Nunca pensé en el Ascot como hombre, ni en ti como mujer. Después de mucho indagar sobre el asunto, comprendí que la única causa por la que yo no podía aceptar que Ascot pensara en ti era porque quería que esos pensamientos fuesen míos. No toleraba la idea de que alguien más ejerciera control sobre las Guerreras Mágicas, no, sobre ti, sobre una Guerrera Mágica en especial. Ascot no tenía la culpa y fui demasiado estricto con él, el motivo de su renuncia a mis clases fue solamente porque se dio cuenta de todo."

"Cuando Ascot me hirió, comprendí por fin el porqué de su desagrado hacia mí. Él también se había dado cuenta, o si no en su totalidad, sospechaba de que mi agrado era más que simple cariño y preocupación. Cuando me encontraste, te di la joya porque sabía que nunca más iba a volver a verte, y al menos yo sí quería que alguna vez te acordaras de mí. También había depositado todas mis esperanzas en ésa gema, para que tuvieras una prueba de que no era un sueño, y que reaccionara solamente si tú deseabas recordarlo. Por eso fue que no funcionó con Lucy y Anaís, quiénes en ése momento no sabían lo que pasaba y fueron transportadas a su mundo sin saber absolutamente nada de lo que ocurrió. Y cuando fui prisionero, mi alma trató de hablarte muchas veces, algunas estaba tan cerrada que no podía entrar, otras logré asomarme para poder ver un pedacito de ti, y finalmente lo logré, entrando en uno de tus sueños. Me abriste tu subconsciente e intenté mandarte un mensaje, que, exitosamente recibiste e interpretaste."

"Y finalmente cuando te volví a ver, estabas completamente deshecha. Podía sentirlo en tu corazón, y en el mío, y ahora comprendo tus palabras, cuando dijiste que el corazón no te pertenece, lo sientes como si no fuera tuyo, y es porque realmente no lo es, es de ésa persona. Yo sentí lo que sentiste, vi lo que viste y escuché lo que escuchaste. Solo me hacía falta una palabra de ánimo, algún pequeño reflejo de luz en ésa espesa oscuridad que te hiciera ver, que yo estaba ahí. Que no solamente tú eras capaz de realizar sacrificios, sino que yo también estaba dispuesto a dar la vida por ti. ¡Y me escuchaste! Abriste un diminuto orificio de confianza, creí que ya no volverías a creer en nadie, puesto que muchos te habían hecho mal y a la vez que no había nada malo en ti. Tardé mucho en plantearme la posibilidad de un enamoramiento, porque a lo largo de mi vida muchos me han traicionado y es por eso no creí depositar amor en nadie. A veces confío demasiado en las personas, o tal vez solo confié en la persona incorrecta. Sigo culpando a todo el mundo por mis problemas de confianza, y la verdad es que en quién no confiaba era en mí mismo."

"El día de la fiesta te busqué. No sé porqué, porque sentía una parte encendida en mi alma, que no podía ver a nadie más que a ti. Necesitaba asegurarme de que estabas bien. Me preguntaba si era verdad, si mi lugar realmente estaba junto a ti, o quizá no. Cuando bailé contigo, algo dentro de mí dudó. Tenía miedo de volver a sentir lo que sentí el día que te salvé, me preguntaba que iba a pasar. Y empecé a sentir lo mismo que la primera vez. Náuseas, tristeza, dolor, acongoja, amargura y temor. Me preguntaba hasta cuando se acabaría ése tormento y hasta cuándo podrías ser una mujer equilibrada y libre del hechizo al que estabas sometida. No sabía que sentía por ti, pero mi corazón me decía que no te abandonara, que te entendiera, que aunque no lo comprendiera, te consolara. Me tenías ahí, como un tonto, sólo velando por tus pensamientos y cuidándote como si fueras un tesoro, que si lo pierdo, perdería la vida. Me entiendes, ¿pequeña? Ahora no puedo más que decir que la primera impresión que tuve, pensar que eras la Guerrera Mágica equivocada, resultó ser la chica correcta para mí"

Marina nunca había sentido un silencio más sepulcral y vacío que ése. Tenía la sensación de que aquello no era real, que estaba viviendo en un mundo paralelo y que en cualquier momento pasaría, como si no fuera necesario hablar, ni mirar, ni pensar, solo sentir. Seguía mirando a Clef con los ojos nublados, porque ahora, sin darse cuenta había comenzado a llorar. Sonrió, no sabía porqué sonreía, porque dentro de aquella realidad abstracta que jamás había tocado su vida, pensó sentirse alguna vez tan maravillosamente feliz. Las palabras de Guru Clef apenas si las había procesado, y el permanecía estático frente a ella, callado como si nunca hubiera dicho nada.

Ella, con la mano sobre los labios y las mejillas encendidas, y él, fija la mirada, aunque también tenía los ojos nublados, ya no había más que decir para él. Para ella, sus palabras eran inmensas ráfagas de viento con un olor exquisito, y se sintió entonces plena. Qué importaba si después se acababa el sueño en el que ahora estaba existiendo, qué más daba si dentro de unos minutos regresaba a Tokio, o se quedaba, porque lo que siempre había querido escuchar, por lo que había vivido y luchado, al fin, después de tanto, se había cumplido.

- Mi pregunta es… - dijo Clef entonces, con la voz más ronca que había percibido Marina - ¿Qué harás ahora?

Marina parpadeó unos segundos. ¿Qué haría ella ahora? ¿Por qué razón le preguntaba eso? Si acababa de decirle que la quería, que no había nadie más importante para él que ella, y aquel sueño hecho realidad que no tenía nada que ver con esa decisión. ¿Acaso se lo dejaba todo a ella como responsabilidad?

- ¿Qué significa eso? – dijo ella en tono somero - ¿Quieres que elija y ya, como si nada significaras?

- Lo sabía – dijo Guru Clef casi en un susurro – Marina, tú llevas otro modo de vida… y aunque yo quisiera… no sé. Querrás regresar a tu mundo, del que estás hecha. Aunque nada me haría más feliz que te quedaras… no quiero atarte a mí.

- Sigues diciendo lo mismo desde el primer día que me viste aquí – le retó ella – sigues subestimando mi cariño, o simplemente crees que no podría cambiar mis artículos suntuarios por estar a tu lado. ¿Es eso lo que piensas de mí?

- No pongas palabras en mi boca, Marina – rogó Guru Clef, que parecía ahora más cansado que nada - ¿Sabes qué edad tengo realmente? Sí, ya sé que me veo joven. ¿Crees que nunca pensé en ti? Si es por eso mismo que dudé tanto de decirte mis sentimientos.

- ¡¿Y sabes cuántas veces me pregunté qué dirías de que una simple chiquilla de diecisiete años te dijera que te amaba?! ¡¿A ti, al gran mago de Céfiro?! Cuántas veces traté de reprimirlo, y tragármelo, para no hacerte sentir mal, para no comprometerte… y tú crees que no me adaptaré a la vida cefiriana, ¿verdad?

- Ya basta – dijo él – no quiero discutir ése punto. No ahora, que por fin te he encontrado. Quisiera que las cosas fuesen más sencillas, pero la vida no es así. Sólo… - dijo entonces acercándose – sólo quisiera tener la certeza de que serás feliz… a mi lado.

Marina se rió entre lágrimas. ¡Qué ironía que le pidiera eso! Era un vil pleonasmo. Pedirle que fuera feliz a su lado, si ella no concebía otra forma de pensar en la felicidad que no fuera con él.

- Clef… no entiendo si crees no conocerme, o si piensas que nunca terminarás de conocer a las personas. Pero… ¿Sabes qué? Ahora, no hay otra posibilidad que elegir. Y tú piensas que he estado confundida todo este tiempo como tú, pero no es así. Ya estoy agotada de vagar sin un rumbo fijo, mirando hacia una pared en blanco. Si nada de lo que me acabas de decir tiene sentido para ti, trataré de comprenderlo. Pero compréndeme tú, que jamás, en toda mi vida creí sentir algo tan fuerte como esto.

- ¿Aunque pueda terminarse? – inquirió él dándole la espalda de pronto – Y entonces, con el paso del tiempo, te des cuenta que solo era adrenalina del momento, euforia esporádica, ¿a lo que realmente llamas felicidad ahora? Y que a pesar de que quieras regresar, ése momento ya no volverá…

- ¿Tratas de persuadirme? – preguntó Marina con rabia - ¿Quieres alejarme de ti así como así?

- ¡Lo nuestro no tiene ninguna base! – se impacientó Clef – aunque acabes de decirme todo eso, en realidad ni siquiera te conozco, no sé si…

- En realidad me conoces más de lo que crees – dijo Marina – nuestras vidas penden de un hilo invisible, que al conocerte creamos entre los dos. Y no sé si no creas en el destino, en la suerte, en los encuentros especiales. No me importa, pero… por favor… no pongas en duda que lo único que quiero es estar contigo. Eres una de las pocas cosas buenas en mi vida, si me lo quitas, en verdad no tendrá sentido nada de lo que he hecho…

El silencio más doloroso que pudo sentir hasta ése momento Marina había impregnado el hasta hace poco alegre jardín. No podía concebir tanta testarudez en Clef, lo que ella no sabía, es que las personas tenemos una persiana distinta en cada par de ojos, lo que Clef veía no era lo mismo que veía Marina, en aquel momento, su amado no pensaba más que en el bienestar de ella. Tenía mucho miedo de dejarla sola, a merced de cualquiera, y deseaba atarla al árbol más cercano para que n se fuera. Claro que en ésa parte Marina tenía mucha razón, Clef subestimaba los sentimientos de ella más que los suyos propios, y creía en el ardiente amor adolescente por el que ella podía ser víctima. En realidad no estaba ni cerca de adivinar lo enorme que era su amor. Por eso, y por muchas cosas más, Marina, en un arrebato emocional, y como si la vida se le fuere en ello, se puso de puntillas y lo besó. Él no se movió. Pareciera que acababan de congelarlo completamente, Marina permanecía también inmóvil, sintiéndole explotar el corazón y desmoronársele las piernas, impregnada del más dulce sabor del deseo, y sin la menor intención de despegarse de ahí en mucho, mucho tiempo.

Ahora lo entendía. Como un momento así, por un momento así tanta gente buscaba para siempre. Por un momento así las personas esperaban una vida entera, por algo tan sencillo como un beso especial. Y Marina no podía creerlo, en su mente solo pasaba la frase "no puedo creer que esto esté pasándome a mí".

Mientras ésa maravillosa magia ocurría, había otros acontecimientos que también se daban en otro rincón del palacio. Lucy había dejado de llorar y escurrirle la nariz lo suficiente para jamás volver a llorar en la vida, Látis, con la mirada más ecuánime que nadie más en el universo, comprendía con la paciencia digna de cualquier héroe. Así era Látis.

- Perdóname.

- Lu, está bien. Deja de atormentarte con eso. Y de paso a mí también.

- ¡No! – soltó ella abrazándose a su cuello – no puedo perdonarme a mí misma por esto.

- ¿Por querer estar con tu familia? Lucy, por favor. Es completamente lógico. Además…sabes que yo te recordaré siempre.

- No quiero vivir más de recuerdos. No sabes la agonía que pasé cuando nos fuimos, pensaba en ti todo momento…nunca me imaginé tener que decidir algo como esto.

- Éste tipo de decisiones son las que marcan tu vida. Pero estaré feliz de saber que me amas, como yo a ti, Lu.

- ¡Látis! ¡Me has hecho llorar de nuevo!

- Yo no he hecho tal cosa. Tú eres la que insiste en despedirse con lágrimas.

Lucy lo miró con ternura. Látis estaba profundamente dolido, pero era lo suficientemente fuerte como para jamás demostrárselo en la cara a Lucy. Estaba también decidió a despedirse con una sonrisa en el rostro, aunque después se alejara de todos por muchos días. Aunque no quisiera hablar con nadie. Solo Lucy podría sentirse como él.

Nada diferente era el escenario de unas cuantas habitaciones más allá, donde Paris y Anaís n estaban para nada felices, pero tampoco era el mismo ambiente triste. Paris estaba muy molesto, no porque fuese egoísta al querer quedarse con Anaís para siempre, sino por la perversidad del destino que de nuevo les lanzaba una sucia jugarreta. ¿Nunca existía la solución simple?

- Paris…

- Está bien, Anaís. Lo entiendo.

- No, no lo entiendes – le dijo ella jalándolo del brazo – tú eres la persona que siempre soñé. ¡Eres mi príncipe azul verdadero! Pero no puedo tirar diecisiete años de mi vida como si no existieran, no sé si mis padres se darían cuenta… ellos me dieron todo, no puedo…

- Lo sé.

- Paris…

- Anaís. – dijo él girándose – no me casaré con nadie más. Eso ya lo sabes, y por favor no me insistas de nuevo. Viviré recordándote todos los días, y rezando con la posibilidad de que algún día quizá pueda volver a verte, como si fuera la primera vez, mi amor estará igual de vivo por ti.

- Paris, tú eres el príncipe de Céfiro. ¡No puedes marcharte del palacio! ¿Qué dirá Guru Clef? Le dará mucha tristeza saber que te entrenó tanto tiempo para que…

- No me importa – dijo él cerrando los ojos – nunca me ha importado. Guru Clef entenderá mi dolor, y si no lo hace mejor olvidarlo. Céfiro ya no es poseedor de un Pilar, así que no hay razón para alarmarse. Te amo y eso es todo.

Paris comenzó a reírse. Aunque en ésos momentos tenía más ganas de gritarle a todo el mundo, no podía permitir otra despedida trágica. Anaís no se lo merecía.

- Solo necesito pedirte algo.

- Lo que quieras. – dijo ella con seguridad.

- Quédate con el anillo.

- ¡Pero…! ¿Qué haré si…?

- Por favor. Es lo único que me hará feliz, Anaís. Si después tienes que poner uno más en su lugar, lo entenderé, pero por lo pronto, quédatelo, y después, guárdalo. Sé que servirá para que me recuerdes.

- Paris…

Los dos se acercaron hasta que sus labios se juntaron. El beso de Anaís y Paris era un beso hermoso, pero con sabor a lágrimas.

Marina se separó con lentitud. Frente a ella, estaban los ojos más profundos y atrayentes que jamás haya visto, que la hicieron sonrojarse de nuevo. Aunque el reflejo que daban sus pupilas solo decía una cosa: debemos separarnos.

- Lo entiendo – dijo ella – Quieres que me vaya.

- Marina… no…

- Sí. Y lo sé porque me amas tanto que solo deseas verme feliz.

- Así es.

- No creí tanta posibilidad en una persona para hacerme sufrir. Tú, quien supuestamente me ama y dice protegerme, eres la persona que más me ha dañado, indirectamente, pero así ha sido. La lección que me acabas de dar solo dice una cosa, dejar de ser honesta conmigo misma es la verdadera opción para vivir en mi perverso mundo. No sé francamente que hago aquí, pero no me arrepiento de nada, ni de haber arriesgado mi vida para salvarte, ni de gastar todos mis pensamientos, fuerzas y emociones en ti, porque sigues siendo lo más importante que existe en el mundo.

- Marina… en verdad no comprendes nada. ¿Ya olvidaste como me evadiste anoche? ¿No crees que si hubiéramos hablado hubieras tomado una decisión con más calma? Pienso que como ahora sabes que tus sentimientos son correspondidos planeas toda una vida aquí, en Céfiro. ¿Sabes realmente lo que dices? Marina, no se trata de cambiar solo hábitos y costumbres. Te estoy hablando de que vas a modificar completamente tu existencia en ése mundo. Tú desaparecerás. Las personas que te conocieron no sabrán que existes, tus padres, tus amigos, todos se quedarán en la idea de que Marina no es nadie, y estarás encerrada en un mundo donde el tiempo transcurre tan lentamente sin que estés acostumbrada, ¿Soportarás todo eso?

- Yo siempre fui un cero a la izquierda en mi mundo. Creo que no necesito repetirte todo lo que te dije el día de la fiesta, y si en verdad me entendieras como dices, comprenderías que nada, nada de lo que hay en ése mundo tiene algún tipo de validez para mí. ¡Te lo he dicho cientos de veces! Incluso tuve que imponerme a la elección de mis amigas, que prefirieron irse. Aun con todo eso, y ni siquiera porque acabo de tener el instante más maravilloso de mi existencia, me pides que me quede.

Marina se adelantó lo suficiente como para que a Clef no le diese tiempo de reaccionar. Sentía un profundo rencor, más fuerte ahora que su amor mismo. Entendía la preocupación de Guru Clef, pero ¿Qué no lo que más esperas es estar al lado de la persona amada? ¿por qué todo tenía siempre que complicarlo con deberes y cuestiones? El amor no había por que cuestionarse, era porque era, ya se lo había dicho la princesa Esmeralda, Lucy, Anaís, Presea, y ¿porque no podía entenderlo?

Intentó todo. Ser la niña traviesa que jugaba a ganarse su corazón, ser una mujer sensible, dispuesta a decir sus emociones sin remordimientos. Ser la poderosa guerrera, fuerte y luchadora, que no le tenía miedo a nada. ¿Qué clase de Marina tenía que ser para convencer a Guru Clef?

Con la vista empañada de lágrimas se giró, por última vez.

- ¿Por qué te detienes? – le preguntó Guru Clef, porque ella se volteó de repente.

- No lo sé – medio sonrió ella entre lágrimas. – Creo que cuando llega el momento de la despedida, siempre esperamos, en algún instante que el ser amado nos detenga, ¿no lo crees?

- Marina, eso no va a pasar. – dijo Clef, y esas fueron las palabras más dolorosas que pudo pronunciar.

Ella asintió, sintiéndose romper en llanto, y se adelantó con rapidez. Ya no podía mirar más atrás. Cuando llegó a la sala del Trono no se sintió incómoda, porque todos tenían caras de funerales, y Lucy y Anaís lloraban desconsoladamente. Anaís en silencio, Lucy más fuertemente, como una niña pequeña. Marina se enjugó la cara con la manga, y se puso frente a Airmed, que tenía cara de no saber que estaba pasando.

- Niña, ¿Te vas así como así?

- Él no quiere estar a mi lado, Airmed. Ya lo entendí.

- ¡Pero…! ¡Es absurdo, el te ama!

- No tanto como pensaba, claro está.

- Pero… ¿Qué paso? ¡Presea! ¿Cuánto tiempo nos queda?

- No más de cuatro minutos, Airmed – dijo Presea - ¿Dónde está Guru Clef? El Portal se cerrará pronto.

- Date prisa – dijo Marina – Acabemos con esto pronto y regresemos a Tokio. No puedo más.

- ¿Marina? – dijo Anaís que estaba a su lado - ¿Has decidido regresar, pero…?

- No preguntes Anaís – la cortó ella – les explicaré allá.

Hubo muchos abrazos y besos de despedida. Caldina no cabía en si de tristeza, y las asfixió muchas veces. Ráfaga les deseó la mejor de las suertes, dándoles palabras graves de aliento, Presea, quien es otra de las madrinas de las niñas, sufrió muchísimo. Y el abrazo que más duró fue el de Marina. Ella sintió la sincera preocupación y agradecimiento por parte de la armera, también un fuerte cariño. Látis y Lucy se despidieron de forma muy seria, ella ya estaba seca de tanto llorar.

- Lu…

- Látis…gracias por haberte conocido.

- Cuídate mucho, Lucy. Sonríe todo el tiempo por favor.

- Sólo será cuando piense en ti.

- No digas eso…

- Te amo, Látis.

- También yo, más que a nada en el mundo.

Y la del príncipe y Anaís no fue la excepción.

- Paris…prométeme que te levantarás temprano. Por lo menos un día a la semana, sería un bonito regalo para Guru Clef.

- De acuerdo.

- Y por favor, reconsidera lo del compromiso…

- Eso no hay nada en que reconsiderar, tú eres la única.

- Paris – sonrió Anaís abrazándolo – nunca, nunca te voy a olvidar.

- Gracias, Anaís.

Las guerreras Mágicas sacaron las Runas del Poder. Al contacto con ellas, y al unirse en el Triángulo del Poder, las tres fueron envueltas por una cálida energía. Las tres voces dulces, pero diferentes, se escucharon a sus oídos.

- Guerreras Mágicas…

- ¡Guardianas! – dijo Lucy, la que siempre toma primero la iniciativa, por ser la más valiente – necesitamos un único favor…sabemos de sus ilimitados poderes y queremos solo una cosa. Nosotras somos originarias de un mundo, de un planeta llamado Tierra. Por favor, quisiéramos regresar ahí.

Las tres se miraron con aprensión. Las Guardianas tardaron más de diez segundos en contestar.

- Eso será cumplido, niñas. ¿Ese es su verdadero deseo? Solo les preguntaré una vez.

- S-sí – dijo Lucy mirando a sus amigas.

- Así es… - dijo Anaís mirando el piso.

- Eso es lo que deseamos – dijo Marina lo más segura que pudo, aunque los labios le temblaban.

Al momento de decirlo levantó la vista, Guru Clef estaba parado a pocos metros de ella, y como estaba envuelta en la poderosa energía no podría verlo con claridad, sin embargo, ahí estaba.

- ¿Vas a dejarla ir? – preguntó Airmed.

- No puedo atarla a mí, Airmed.

- ¡Pero eso es engañarte a ti mismo!

- Ya lo sé. Pero necesito saber si está en verdad lista… por favor confía en mí, Marina.

Marina sintió como las piernas le temblaban, se desprendía del piso y el corazón se le aceleraba. Miró a Guru Clef un instante, que duró una eternidad. Sus ojos solo la miraban a ella, y pudo verlo, de sus labios se formaban las palabras "Te amo, Marina" y ella cerró los ojos. No podía ser. No podía concebir una vida así. Torres…golf los domingos…sesiones de belleza…torneos de esgrima…las resonantes voces de su madre y amigas…el estómago se le revolvió. No quería. No quería marcharse…

Había cometido el error más grande de su vida.

Pudo ver la Torre de Tokio. Divisó la tienda de suvenires y la heladería con gran cantidad de gente. Los cerezos en flor hacían que pareciera que llovían pétalos de los enormes ventanales. Y entonces, casi de la nada, un grito desgarrador de Lucy la hizo volver a la realidad. Abrió los ojos mirando un techo altísimo, y varias manos le ayudaron a incorporarse. El aroma que percibía era delicioso, pero no era de un platillo o de flores, era de una persona.

- ¿Guru Clef?

Marina abrió los ojos y casi se desmaya de la impresión. Guru Clef estaba sosteniéndola para que no se cayera de nuevo, y Anaís estaba arrodillada en el piso, Lucy ya estaba rodeando el cuello de Látis.

- ¿Cómo…pero…qué…qué está pasando? – preguntó.

- Calma, Marina. Te pondrás bien, solo deja que se te pase el mareo. – le dijo él. - ¡Pero estás aquí!

Él la abrazó con fuerza, Marina experimentó una necesidad de pegarle y de besarlo de nuevo, no entendía nada.

- ¿Por qué seguimos en Céfiro?

- Las Runas te preguntaron cual era tu verdadero deseo. Tú dijiste que lo que más deseabas era irte, pero la verdad es que no estabas ni cerca de querer marcharte – dijo Airmed – por eso ni tú ni tus amigas pudieron regresar.

- ¿Quiere decir que el verdadero deseo de nuestro corazón era quedarnos? – preguntó Lucy.

- Así es, recuerdo bien las palabras de Marina: "Eso es lo que más deseamos" pero no era sincero. Así que las Runas no pudieron cumplir un deseo inexistente.

- ¿Tú sabías todo? – le preguntó Marina a Clef. Él asintió.

- Airmed me contó el verdadero comportamiento de las Runas. Si yo solamente te pedía que te quedaras por mí, quizá lo harías, pero no estaría seguro si ése era tu verdadero deseo. Confiaba en ti, pero necesitaba estar seguro de que no pondrías en duda lo que sentía, y que estabas dispuesta a afrontar el riesgo de en verdad poder irte. Solo las Runas podrían averiguar el verdadero deseo de tu corazón.

- ¿Y por eso casi lo rompes de nuevo?

- ¡Marina! – dijo él sonrojándose – nos están escuchando.

- ¡Diles! ¡Cuéntales que me rechazaste de nuevo! – rugió ella.

- ¿De nuevo? ¿De qué hablas? – dijo él girándose

- ¡Mil veces lo has hecho! ¿No te basta todo lo que ya he pasado? ¡Eres un ingrato!

- ¡Lo haría mil veces más si así siguieras queriéndome! – dijo él.

Ella se quedó callada. Parpadeó un par de veces y se sonrojó, ante la mirada de varios más.

- ¡Deberían castigarte por lo que haces! Me has robado el corazón y no es justo. ¡También quisiera robar el tuyo! – dijo Marina secándose los ojos.

- ¡Tonta! El mío no es tan fácil de robar.

- ¿Qué dices? ¡Cómo puedes ser tan insensible!

Caldina se rió abrazando a Ráfaga, y entonces, las lágrimas dejaron de salir de los ojos de las Guerreras Mágicas. En la Sala del Trono se llenó una atmósfera llena de paz y alegría, y aunque Anaís y Lucy estaban convencidas de que jamás volverían a ver a sus padres, y sentían melancolía, confiaban en la magia, y sabían que la magia que las llevó a Céfiro y con la que habían luchado no podía traicionarlas, ni conspirar en su contra de tal forma que les acarreara la infelicidad. Por eso, las tres suspiraron varias veces ése día, pero entendieron que sus padres en realidad nunca sufrirían, porque nunca habrían tenido una hija Lucy ni Anaís. El caso de Marina como sabemos, era un poco diferente. Ella permanecía satisfecha de que sus padres al fin tendrían la vida que siempre quisieron tener. Sin ser masoquista, sin una hija a la cual manipular. Podrían vivir su vida y ella la suya.

Lucy ya había corrido a los brazos de Látis, más feliz que nunca. Anaís tardó un poco en asimilar que era lo que pasaba, pero al entender la tarea de las Runas, comprendió la faena de su destino, no podía estar más satisfecha.

- ¿Podrías ponértelo? – le preguntó Paris al mostrar el anillo.

- Nada me haría más dichosa, mi príncipe.

Se besaron rápidamente, pero no pasaron inadvertidos para los demás. Marina los vio con ternura, y entonces sintió una mano en su hombro.

- ¡Ascot!

- Sabía que te quedarías, Marina. – le dijo él con timidez - ¿Sabes? No imagino como será su vida aquí, pero te deseo la mejor de las suertes.

- Gracias, Ascot – dijo ella - ¿En verdad vivirás en el Bosque del Silencio?

- Por supuesto. Ahora es un bello bosque y no veo porqué no. Mis criaturas estarán muy cómodas, No queda muy lejos del Palacio, así que podré visitarte.

Con aquellas palabras Marina meditó durante unos segundos. Vivir ahora en Céfiro era una completa realidad, fuera de sus más deseados sueños e ideales. Era demasiado para poder creérselo. Ascot se despidió y lo siguiente fue hablar por horas con todos sus amigos. Ahora, a pesar de que no había prisa por que ellas se marcharan, tenían demasiado que decirse. Marina, cambiada por un vestido cortesía de Caldina en color durazno, permanecía al lado de sus amigas escuchando lo que ahora serían supuestos y futuros planes. Airmed no estaba de acuerdo, porque sus niñas acababan de pasar por demasiadas emociones y necesitaban descansar. Sin embargo, las tres se negaron a tal cuestión. No importaba que ahora fueran a llevar su vida en ése lugar, querían estar porque no les importaba nada más. Marina tenía los ojos escocidos de tanto llorar, y no precisamente de sólo ese día.

Nada le hizo más feliz que, en un momento cuando Paris anunciaba el compromiso de Anaís y de él, Guru Clef tomó su mano con suavidad.

Lo demás, será todo un placer relatarlo. El siguiente día estuvo plagado de dicha y emoción, porque se dio una enorme fiesta en anuncio de que Céfiro, al fin, tendría un rey. No sería el soporte del mundo, ni de él dependería la estabilidad y la existencia del planeta, pero sí sería un líder, capaz de decidir por el bienestar de su pueblo. También, sería una maravillosa prueba de historia, de que alguna vez existió el Pilar más recordado de Céfiro, la princesa Esmeralda. Y su propio hermano, fue el encargado de llevar al mundo por el camino, sin la necesidad de sacrificarse nadie.

En todas las calles y provincias había celebración. Fuegos artificiales, comida deliciosa y bailes estaban inundando el lugar. Los festivales estaban protagonizados por danzas increíbles, donde los cefirianos ahora estaban conscientes de que un futuro prometedor les esperaba. No menos que las Guerreras Mágicas, que en aquel momento estaban agotadas de tanto bailar.

- ¡Ya no puedo más! – jadeó Marina tirándose en la silla mas cercana - ¡No creí que bailaras tan bien!

- Tengo mis dotes – le dijo Paris – espero que no te moleste, porque Anaís estaba ya cansada de tanto bailar.

- ¿Ah, me usas como último recurso, eh?

- Algo así.

- Eres despreciable. Y dime, ¿ahora sí estarás dispuesto a responsabilizarte de tus actos?

- ¿Qué se supone que significa eso?

- Quiere decir que si no puedes siquiera con tu entrenamiento, no creo que puedas gobernar un planeta.

- ¿Y yo soy el despreciable, eh?

- Marina siempre ha tenido tacto con la gente.

Ella se giró sonrojándose. Clef había escuchado casi toda la conversación con el príncipe, y éste la miraba con sarcasmo. Paris se retiró con una sonrisa burlona y Marina se encogió de hombros.

- Tengo una sorpresa para ti.

Marina lo siguió hasta un piso muy alto. Pareciera una especie de torre, porque en extremo de la ventana había un balcón con una terraza que guiaba hacia un mirador. Cuando entró se dio cuenta de lo maravilloso que era Céfiro. El atardecer estaba frente a ella, coloreando de naranja y marrón el cielo, haciendo brillar el mar que estaba lejano al Palacio.

- Es hermoso. – suspiró ella.

- ¿Ves esa colina, la que está después de los árboles más altos?

- Sí. Es muy alta.

- Pues detrás de ella existen unas praderas muy bellas. Creo que es un lugar increíble para vivir…

- Lo supongo. – dijo ella mirando hacia el ocaso, luego se sonrojó y lo miró con sorpresa - ¿qué quieres decir con eso?

Guru Clef sonrió.

- Aunque sé que estás contenta aquí…sé que siempre has querido vivir cerca del mar. Ahí la vista es estupenda. Y yo ya no pienso seguir en el Palacio.

- ¡Pero…! ¿No instruirás a Paris? ¿No serás su consejero como con la princesa Esmeralda?

- Muchas cosas han cambiado ya, Marina. No quiero seguir en lo mismo. Alguna vez te conté que quería vivir mi vida independientemente, solo que no tenía con quien hacerlo.

- Bueno…yo…no sé qué decir. ¡Sí…sí! – se colgó a su cuello sollozando - ¡Mil veces sí!

- ¡Hey, calma! – se quejó él - ¡no te lo dije para que te pusieras tan triste y lloraras!

- ¡Oh, Clef! ¿Se puede morir de felicidad? – dijo Marina separándose ligeramente.

- Lo que menos quiero es que eso pase, me quedaría muy solo. – le guiñó un ojo.

- Y lo que más quiero es quedarme contigo todos los días, todas las noches, todos los instantes de tu vida… porque te amo.

- ¡Auch! Creo que haces un buen intento. Mi corazón ha sido robado un poco.

- ¿Te burlas de mí? – le espetó dándole un golpe en el hombro – eres cruel.

- ¿Cruel? No recuerdo haber sido tan considerado con una persona, tomando en cuenta de que jamás me he enamorado de nadie más.

Guru Clef se encaminó hacia la salida, y ella lo siguió. Luego, Marina se detuvo un momento.

- ¿Por qué? ¡Mi corazón ha sido robado de nuevo!

- ¿Qué? ¿Pues cuántos corazones tienes?

Junto con el impresionante espectáculo de fuegos artificiales, la noche estuvo lleno de sorpresas y anuncios. El mayor que se llevó Marina después de la propuesta de Clef, fue la que recibió por parte de Ascot. Al parecer, Guru Clef había charlado con él, proponiéndole que éste asumiera su puesto, ahora que él había decidido dejar el Palacio. Ascot no cabía en sí de gozo, porque se prometió a todos los amigos de confianza no revelar que fue lo que sucedió con él, y que solamente había estado bajo el dominio de una magia oscura muy poderosa, y que al estar libre de ella, siguió siendo amigo de todos. Así, bajo las instrucciones de algún tiempo de Guru Clef, Ascot estaría listo para ser el nuevo asesor espiritual y enseñaría magia en Céfiro a aquellos que dieran el potencial y desearan hacerlo. Marina se alegró muchísimo, porque en cierta forma sentía un poco de tristeza por Ascot, por el hecho de que tuviese que irse a vivir solo al Bosque del Silencio, y aunque él había dicho que había sido por decisión propia, Marina pensaba que aún estaba afectado por la pasada situación. Ésta nueva oportunidad le haría sentirse de nuevo parte de todos, y teniendo un oficio mucho más definido que solo cuidar criaturas, sería mucho más retribuyente y enriquecedor. La persona encargada de seguirlo apoyando sería Airmed, que a diferencia de Clef, ella había llegado para quedarse. Deseaba ver al príncipe Paris como rey absoluto, y ser su consejera particular, a lo que Caldina se reía de que iba a ser una especie de "nana", cosa que avergonzó a Paris y divirtió a Airmed. Por supuesto que Caldina seguiría siendo la modista real, y ahora que tenía dos bellas chicas más a las cuales vestir, se sentía deliciosamente estimulada; porque una de ellas sería nada menos que la princesa y futura reina del mismo Céfiro, debía lucir hermosa y elegante, y aunque Anaís se negó varias veces, terminó aceptando humildemente.

- Quisiera hacer un brindis – dijo Paris levantándose – antes de que estemos lo bastante ebrios y no pueda decir algo coherente.

- Eso es solo algo que él diría – le susurró Marina a Presea, quien rió por lo bajo.

- Hoy celebramos más que sólo el haber solucionado nuestros problemas de guerra, ante un enemigo que en verdad nos dio muchos problemas. Luego, nos dimos cuenta que ése "enemigo" no era más que una persona cegada por la ambición. A lo cual hemos de entender que debemos seguir tan unidos como siempre, y que eso evitará en un futuro, nuestro planeta corra el grave peligro que corrió recientemente. Estoy al igual que ustedes creo yo, muy sorprendido del avance que llevamos en tan sólo dos semanas después de la batalla. Ha sido gracias a todos, pero sobre todo, a las tres personas que llegaron a cambiar nuestra vida, girándola, volténadola de cabeza, solo para bien. Ésas tres personas son las Guerreras Mágicas, que hoy, son parte de Céfiro más que nunca.

"Lucharon, sufrieron, pero sobre todo, siempre mantuvieron la esperanza de salvarnos y de encontrar el bienestar de nuestro planeta. Por eso puedo decir hoy, y mi maestro no me dejará mentir, que gracias a ellas, Céfiro existe como lo que es hoy en día. Y que trajeron la más grande alegría que nadie más pudo conseguir. Hoy se ha decidió que una de ellas será mi esposa, y cambiará también la historia para siempre. Las tres están atadas a nuestras vidas, y son las heroínas que marcaron nuestros destinos para siempre. Gracias, Anaís, Lucy, Marina. ¡Por las Guerreras Mágicas!"

Paris levantó su copa y todos brindaron animados. Siguieron bailando y brindando, más de la cuenta, sintió Marina, cuando ya muy avanzada la noche, creyó que no podría más. Se encaminó hacia su cuarto diciendo algunas tonterías, que Clef escuchaba con paciencia y otras se reía de ella, otras también la regañaba.

- Te dije que el vino era fuerte.

- Estoy bien – dijo ella enderezándose - ¿Acaso no he llegado hasta aquí?

- Sí, pero apuesto que te habrías perdido.

- ¿Qué eres, mi papá? – le espetó – Además…

No pudo terminar la frase, porque torpemente se tropezó hacia adelante, por suerte, Clef la sujetó.

- Sí, veo que tienes todo bajo control…

- Tal vez deberías quedarte a cuidarme. Digo… por si acaso…

Guru Clef arqueó las cejas.

- ¿No es muy atrevida ésa proposición?

Marina rió con malicia y lo besó. Él correspondió como solo él sabía hacerlo, de la forma más deliciosa y suave que podría besarla. Y como siempre, se sentía en las nubes. Era perder el conocimiento en una dulce adicción.

Basta decir que ésa fue la noche más especial y maravillosa de la vida de ésta Guerrera Mágica, y aunque muchos piensen que la decisión fue precipitada, ella llevaba ya mucho tiempo amando a Clef, y él amándola a ella.

A partir de ése día siguieron miles de planes para todos. Todos diferentes, pero con el mismo objetivo: ser feliz. Presea siguió siendo la armera real, y aunque ya no había mayor necesidad de crear tantas armas, pudieron implementarlas para la exportación, siendo un atractivo nuevo para planetas como Farem y Chizeta. Ella por lo pronto se encontraba sola, pero no hay que contemplarla así para siempre. Porque siendo la extraordinaria mujer que es, no cabía duda que pronto encontraría a alguien, que la acompañara incondicionalmente. Caldina y Ráfaga se quedaría en el Palacio, eso no había porqué cambiarlo por la ocupación de él. Airmed se había ofrecido para instruir a Anaís ahora con su nuevo rol de princesa, y orientarla en todo lo que su experiencia podía ayudarle.

Por parte de Lucy y Látis, la primera había pensado en la posibilidad de ayudarle a Ascot con sus criaturas, podría cuidar de ellas y aprender mucho, pero la segunda oportunidad fue ayudarle a Látis a sus labores. Él era muy independiente, y le encantaba viajar por muchos planetas. Esto hizo que el asumiera el cargo diplomático, atendiendo relaciones bilaterales entre éstos, siendo el portavoz del mismo príncipe. Hemos de decir que todo esto llevó algún tiempo, y Lucy decidió acompañarlo en todo momento. Nada podía hacerla más feliz que permanecer a su lado, y en temporadas también se quedó en el Palacio.

En cuanto a Anaís y Paris, no podría haberles ido mejor. Anaís era el complemento del orden y el pensamiento, la parte intelectual y prudente que el reinado necesitaba. Paris tenía la determinación y la simpatía para ganarse el cariño de su pueblo, si no es que lo tenía todo ya. Anaís pasó por una crisis nerviosa de responsabilidad muy fuerte, pero gracias al apoyo y las recomendaciones de Airmed pudo superarlas, siendo así, la primera princesa de Céfiro que además de ser venida del mundo Místico, era una Guerra Mágica. La primera etapa mientras estuvieron comprometidos tenía como objetivo la supervisión de la reconstrucción de las áreas afectadas por la guerra, que no les tomó mucho tiempo, porque los ciudadanos estaban tan felices de tener un gobernante, que la voluntad de las personas ayudó en tiempo y esfuerzo.

Marina y Clef se marcharon a Thender antes de la coronación de Anaís. Por supuesto que Marina estaba deseosa de permanecer al lado de su amiga en un día tan importante, pero la cercanía del lugar y la ansiosa necesidad de conocer su nuevo hogar la hicieron irse antes de lo previsto. Clef tenía toda la razón. El lugar estaba al pie de una zona rocosa, orillado por arenas y areniscas, que daban a la playa en todo su esplendor. El mar era el mundo que siempre soñó, donde los atardeceres y amaneceres eran un espectáculo todos los días. El lugar tenía muy pocas casas, que les permitió una mayor privacidad. En cuanto llegaron, en resumen, Marina ya no quiso irse más.

Cuando la esperada boda llegó, encontró el Palacio más bello que nunca. Incluso mucho más adornado y brillante que lo había estado la última fiesta, y Marina casi llora al ver a Anaís. No había visto novia más bonita en su vida. El vestido color perla, completamente ajustado del pecho y con una caída libre la hacían ver como una auténtica princesa. En su tocado llevaba una tiara de zafiros y diamantes, que fue el accesorio que Caldina más aduló durante la ceremonia. Paris estaba definitivamente muy apuesto, llevaba un traje en azul claro y blanco, y hemos de decir que ése día sí madrugó. Aunque estaba muchísimo más nervioso que Anaís, se mantuvo firme hasta el final. Marina, que permaneció sentada todo el tiempo al lado de Lucy, (que no dejaba de suspirar y sollozar) se divirtió mucho más con los comentarios de Clef, que estaba a su derecha. Advirtiendo los defectos en todo momento que cometía el príncipe, así como las ganas que ese estaba aguantando la misma Caldina de llorar fuertemente, todo para jamás perder el estilo, no fue vista por ninguna persona. A pesar de todo el lujo y popularidad al que ahora se vería involucrada Anaís, no sintió la menor envidia. Se alegraba de todo corazón que al fin estuviese al lado de la persona amada para toda la vida, pero nunca de lo demás. Sabía que aunque no fuese un Pilar, sería siempre el centro de atención, y eso era precisamente lo que Marina siempre quiso evitar. Muy por el contrario, la amplia casa en la que ahora vivía junto al mar era su más sagrado refugio, donde poseía de algunos sirvientes para que le ayudasen, pero jamás que guiaran su vida.

Anaís había nacido con ésos dotes de bondad y confianza, que le proporcionaban la seguridad de que sería una excelente compañera para Paris, guiándolo por las decisiones correctas. Siempre pensando en los demás, la casi perfecta intuición que poseía los protegerían de las malas compañías, y la amabilidad y dedicación que demostraba no dejaba duda alguna para que su pueblo llegara sinceramente a adorarla.

Lucy cumplió con su propósito de ser una valiente Guerrera Mágica, y nuevamente haber salvado Céfiro. Su faena ahora sería algo distinta, porque su capacidad de apreciar solo lo bueno en las personas, haría más fuerte la relación de Céfiro con otros planetas. Junto con Látis, viajaría por muchas partes del universo, siendo siempre curiosa y encantada de conocer nuevas personas, nuevas experiencias. Complementaría su vida con el deseo de ayudar a los cefirianos, y ella sí permanecería instalada en el Palacio. Dándole a Látis la emoción y simpatía que a él a veces le faltaba, y a ella la capacidad de regresar a la realidad por parte de él. Látis siempre orientaría a Lucy en decisiones precipitadas, aunque el persistente corazón de la pelirroja muchas veces lo sonsacaría para cometer uno que otro error, que no sería visto como un error como tal, sino como una experiencia más de vida.

Marina no podía pedir más. En muy poco tiempo aprendió demasiadas cosas. Entendió que por más que se intente, no se puede obligar a querer a nadie. Tampoco se puede atar de pies y manos y juguetearla como un títere, porque sí esa persona posee la voluntad suficiente para deshacerse de aquella maldición, el resultado no será para nada bueno. Tal es el caso con sus padres, no importa cuantas veces lo intentó, las cosas no pueden forzarse. Experimentó la complicidad de compartir un capricho, de contar un secreto. De caminar de la mano con alguien y reír hasta el cansancio. De preocuparse por el peligro de la otra, del sufrimiento de una más. Sus amigas, las más preciadas amigas que jamás pudo conocer, supo verdaderamente lo que significa la amistad. Desinteresada, constante, tan fuerte que ni siquiera los malentendidos pudieron separar. Supo al conocer a Ascot lo que es realmente romper un corazón sin querer, de ver el resentimiento hacia uno mismo en los ojos de alguien más, y el arrepentimiento más grande, junto con el dolor de lo que es un amor no correspondido. Sintió el cariño y la protección de una persona al escuchar sus consejos, al entender cuando nadie más podía entenderla, Airmed le mostró lo que verdaderamente tenía que hacer, siempre sin flaquear. Fue la única persona que supo guiarla al estar perdida, desconsolada, y eso siempre lo iba a recordar. Caldina y Ráfaga le apoyaron en todo momento, y ellos pudo ver el aprecio desinteresado que sentían por los demás. Incluso brindando interés en quienes ya no se podía confiar, y finalmente, no se equivocaron. En Látis y Paris encontró los compañeros más leales que pudo conocer, viéndolos luchar por un amor, por un objetivo común, levantándose incluso de las cenizas cuando ya no había más de dónde rescatar; ellos siguieron siempre en pie. En Presea, no tenía más que un sincero agradecimiento. No cabía en sí de agradecerle todo el cariño que sentía por ella, toda la suerte que le deseó, porque si ella no hubiese hablado, quizá ella no estuviera ahora en Céfiro. Ella demostró que realmente la madurez y la capacidad de amar eran superiores a cualquier capricho, era admirable y ejemplar. Vio como un corazón puede deformarse si no se cura a tiempo, como un alma es tan fácil de manipular, incluso causando su propia destrucción. Sin duda Rommel fue la persona que a Marina más intrigó, porque con todo el daño que le causó, no hubo perdón más conmovedor que el de él mismo. Supo lo que es perderse en la oscuridad, no querer salir de ella, y destruirse completamente. La lástima que seguía sintiendo por él era algo inevitable, porque en su mismo planeta jamás se le vería como un muchacho que cometió un terrible error, sino como el abominable enemigo que casi termina con el planeta. Finalmente estaba Clef. Por más que seguía pensándolo y re pensándolo, no podía entender que fue realmente lo que le hizo sentirse atraída por él. Lo que sí sabe, es que es el ser más increíble que puso el universo frente a ella, que desde que lo conoció, atesoró la soledad que compartían juntos, y que cada risa que daba, cada mirada que le dedicaba, era un hilo del que pendía una maravillosa intención de deseo, protección y calor. La mejor de las situaciones por las que uno espera toda la vida, y eso ya lo habíamos repetido antes, es el tipo de cosas por las que las personas viven, viven por esperar a alguien así. Marina lloró más de lo que se pudo imaginar llorar jamás, luchó como nunca creería luchar por alguien, porque en su afán de egoísmo e individualidad nunca creyó compartir un sentimiento tan fuerte con alguien. Al menos no con alguien que no fuera ella. Superó sus miedos, intentó hasta lo imposible por no mirar de nuevo hacia atrás, y lo logró. Conquistó (aunque no de la forma más fácil) el más preciado deseo de la existencia humana, el amor.

- ¿Marina?

Ella abrió los ojos y se enderezó. Ahora estaba recostada sobre la suave y blanca arena, escuchando el canto del mar como todas las noches desde que dejó el Palacio. Clef la acompañó imitándola.

- ¿En qué piensas?

- En todo y en nada.

- ¿Qué se supone que significa eso? ¿No es muy tarde ya?

- Clef… ¿Crees que lo que nos pasó habría resultado de alguna forma diferente? Quiero decir, si antes de que regresáramos la segunda vez, cuando derrotamos a Deboner, y te hubiese dicho lo que sentía, ¿Habría terminado igual?

- No creo en los destinos premeditados, Marina. Creo que uno mismo crea el momento, ya sea de su felicidad o desdicha.

- ¿No crees en que tenemos una felicidad premeditada, entonces? Quiero decir, un lugar reservado para alguien más…

- No sé cuál sea tu definición de felicidad…Podría yo decir ahora que me encuentro muy satisfecho.

- ¿No eres feliz entonces?

- La felicidad para mí es un sentimiento de euforia. Es adrenalina, en el momento en el que tu cerebro y tus emociones hacen corto circuito, paralizándolo todo. Es por eso que muchas personas la confunden, y tantas relaciones terminan cuando la celebración acaba y la realidad aparece.

- ¡No sabía que tenías ése lado tan romántico! – le espetó Marina con sarcasmo.

- ¡Vamos! – rió él – si fueras cualquier otra persona, tal vez diría lo que quieres escuchar. Pero tú eres diferente…

- Pues ten cuidado…estoy cerca de sentirme muy satisfecha. – dijo ella acercándose a él.

- Entonces me malévolo plan está dando resultado.

Se besaron bajo la oscura noche estrellada. Ella y Clef tenían definitivamente conceptos de la vida diferentes, pero iban encaminados hacia el mismo lugar. Ninguno de los dos pretendía fingir algo que no era, y sabían lo que querían, sin ceder. Él la conocía demasiado bien. Lo suficiente para tolerar algún berrinche, para ignorarla inocentemente cuando se desesperara. También para callarla cuando quisiera silencio, para echarla cuando quiera estar solo. Sabía cuando necesitaría ella un abrazo, y cuando solamente asentir, sabiendo que recordaría quizá algún momento difícil. Mientras, ella trataría de jugar un papel en su nueva vida, como verdaderamente era. Comprendió que no había nada más reconfortante que saber que era ella misma, con defectos y virtudes, y que lejos de tener un plan de vida, estaba construyéndola poco a poco. No sería fácil, pero la certeza de que no se detendría ante la adversidad era un hecho. Tenía muchas cosas ahora por las cuales luchar, que eran reales, no eran sueños ni idealismos. Estaban ahí, junto a ella, y no miraría ya jamás hacia atrás, ni dudaría de sus palabras, ni tendría miedo de sonreírle al pesar, porque aunque se tropezara, tendría de donde sujetarse. No más tablas ante el abismo, ni agarraderas pendidas de la nada. Ahora tenía la base de su corazón, claro y firme. Podría llorar sin dejar a un lado la esperanza, los arrepentimientos de su vida anterior siempre serían parte de ella, como lo dijo antes, con lo bueno y lo malo, porque no puedes desechar las cosas malas porque también son tuyas, y ella, como entera que estaba, podría arrepentirse de muchas cosas. Solo había una cosa de la que jamás se arrepentiría: de aquél sábado soleado haber accedido ir a una excursión a la Torre de Tokio.

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FIN

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Sólo puedo decir GRACIAS a todas las personas que leyeron esta enorme historia. Comenzo en el 2006 y terminó casi en el 2009. Aun no puedo creer haber tardado tanto, pero quedó justo como quería que quedara. Quizá venga un epílogo próximamente, con algunos detalles o cabos qe atar, pero e resumen, así está. a Serena, ReayerthFan y hay más, a todos gracias por sus consejos, insistencias y comentarios, los quiero!!! =). Por favor dudas, etc, pueden hacerlo por acá. aun no sé si habrá una segunda parte, lo pensaré.

Gracias por todo, les mando muchos besos:

Kayleigh