La Leyenda de Zelda: El secreto del Palacio Midoro

Prólogo

Tellius. Ese es el nombre de un vasto continente marcado por la guerra y la pena. Guerras y penas provocadas por las dos razas que habitan sus tierras, los beorc (que en la lengua antigua significa "hijos de la sabiduría") y los laguz ("hijos de la fuerza"). Aunque iguales ante los dioses, los beorc y los laguz siempre se miraron con profunda desconfianza, que con el tiempo se convirtió en miedo… y, finalmente, en odio.

Ese odio no tardó en engendrar motivos para generar guerras entre ambas razas. Entristecida al ver a sus hijos luchar, la diosa perdió fe en todos ellos. Su tristeza sacudió a la tierra y al mar, así que todo el mundo, menos el continente de Tellius, fue tragado por las aguas. Aunque muchas vidas se perdieron, esas aguas domaron al fuego de la guerra.

Con el tiempo la verdadera historia se deformó, y siete países se formaron en las últimas tierras del mundo: Crimea, Daein y Begnion, los países de los beorc; y Gallia, Phoenicis, Kilvas y Goldoa, los países de los laguz. Y esos siete países así se mantuvieron por muchos años. Sin embargo, hace alrededor de un año, se descubrió un pequeño nuevo país de laguz, habitado por el clan de los lobos, en lo profundo de Hatari, el insufrible desierto al este de Daein.

Pero nadie, ni siquiera los lobos de Hatari, saben que el llanto de la diosa tuvo piedad sobre un país más…

Hace tres meses llegó a Melior, la capital de Crimea, una bellísima pero misteriosa mujer con un mensaje para Elincia, la joven reina del país. La mujer se negó a dar el mensaje frente a los concejales, y sólo accedió a dárselo a la reina en privado. La mujer se fue al día siguiente y Elincia, con el rostro ensombrecido y sin revelar nada a nadie, sólo mandó llamar al castillo a un grupo de viejos amigos y aliados: los llamados "Mercenarios Greil".

Perturbados por el preocupado rostro de la reina, los mercenarios aceptaron su encomienda. Aunque ya solamente eran una sombra de lo que habían sido años atrás, el grupo de mercenarios había cruzado casi todo Tellius, de oeste a este, dos meses después. Se aventurarían en una misión dura e incierta: cruzar todo el Desierto Hatari y ver que había más allá…

Mientras tanto, en el Desierto Gerudo, un muchacho llamado Link mira el crepúsculo, la nostalgia reflejada en sus ojos…

Primera Parte: Tras el crepúsculo, la noche

Endless grief and sorrow
Hearts stumbling again
Stars frozen in their place
Darkness envelops the land
But in the spilling of blood
A hope still glimmers dim
In a reflection in the water
In a whisper in the wind
Gather your courage
It will break the bonds of night
Take wing, and dance upon the sky
Take wing, and dance upon the sky
- Fire Emblem: Path of Radiance, "Life Returns"

Capítulo 1: Desde un mundo lejano

El sol se hundió lentamente en un mar de arena tan dorada como él, dando paso al mortal aliento gélido de la noche desértica. Con la luna como reina del cielo, fue envuelta en sombras la colosal construcción que se erguía sobre el mar de dunas: un edificio circular sobre cuyos muros se alzaban seis pilares, cada uno coronado por un emblema circular distinto.

Mucho tiempo atrás les llamaban "las tierras del juez": una cárcel para los más peligrosos criminales de Hyrule. Todos, uno por uno, eran ejecutados al asomarse el sol por el horizonte. Y por esa misma razón, ese lugar también era, desde hacía mucho tiempo, la entrada a otro mundo paralelo a Hyrule: el Reino Crepuscular.

Sin embargo, gracias a Midna, gobernante del Reino Crepuscular, ambos mundos habían quedado permanentemente separados. La puerta seguía allí, pero la llave había sido totalmente destruida.

Y tras varios meses buscando cómo reconstruir el vínculo, Link tuvo que resignarse a que la separación de los mundos era para bien. Echaba de menos a Midna, pero debía convencerse de que eso era lo mejor para todos…

La luna y las estrellas podían apreciarse desde ahí, opacando la atmósfera imponente y lúgubre de la sala. Justo a la mitad, hundida en la arena, había una gigantesca lápida de roca negra, que en tiempos anteriores había cumplido dos funciones: la primera y más importante, era la puerta al Reino Crepuscular (y el pulverizado Espejo Crepuscular, la llave). Pero los sabios también encadenaban a los criminales a la roca para ejecutarlos.

Resignado a que no había forma de reconectar los dos mundos, Link ya tenía una razón más para no acercarse a ese lugar… Y sin embargo ahí estaba, visitándolo por última vez.

Su capa marrón se arrastraba por la arena, medio borrando las huellas que Link dejaba a su paso. Aunque el frío del desierto nocturno le golpeaba hasta los huesos, el muchacho se había detenido y, firme, miraba con fijeza a la lápida negra, el último vestigio del Reino Crepuscular en Hyrule.

- Creo que tendré que aceptar que ya no nos veremos jamás, amiga mía – Dijo Link como si le hablara a alguien de pie junto a él.

Después se sentó en la arena, se cubrió bien con su capa y se puso a observar las estrellas que despedían ocasionales destellos, olvidándose de la cantidad de sangre que, años atrás, se había derramado en ese mismo sitio.

Y ahí se quedó divagando hasta que la luna ya estaba justo por encima de él. Sólo reaccionó cuando escuchó unos gritos lejanos y un golpe metálico.

- Entraron ahí, ¡persíganlos! – Ordenó una voz femenina.

Link se puso se pie rápidamente y se dirigió al barandal de la escalera, a la orilla de la construcción, que daba vista al atrio varios metros más abajo. Sobre la escalinata estaba parada una mujer de cabello negro, morena y muy alta, empuñando una cimitarra en la mano derecha, y una antorcha en la izquierda.

A su orden, pasaron corriendo por su lado otras veinte mujeres morenas, la mayoría pelirrojas, blandiendo cimitarras y lanzas, y todas se introdujeron en la oscuridad de la prisión. Luego su líder marchó detrás de ellas y desapareció.

- Bandidas gerudo… – Mumuró Link – Algo se traen con alguien otra vez.

Dada la naturaleza agresiva, defensiva y (a veces) delictiva de las Gerudo, Link supo que algo andaba mal. Sin dudarlo bajo por las escaleras, preparó espada y escudo, y la oscuridad le rodeó a la vez que él también entraba a la prisión por el extremo opuesto.

La sala de juicios era una grandísima habitación circular con una plataforma, igualmente circular, alzándose como un enorme pilar sobre la arena. La plataforma era unida por dos puentes de roca a las dos salidas: uno conducía a las celdas y el otro, sobre el que Link caminaba, a la sala de ejecuciones. A paso veloz cruzó la habitación y se halló caminando por un pasillo con celdas a ambos lados. Después llegó a lo que parecía un precipicio, que en realidad era una sala también circular. Para descender al nivel inferior había que usar un escandaloso artefacto llamado "aerodisco", que era una plataforma que giraba como un engrane sobre un riel. Link bajó al siguiente nivel y halló más celdas, pero a partir de ese punto la prisión empezaba a mostrar los golpes que le daba el tiempo, pues había arena movediza por todos lados, barrotes oxidados, ratas y huesos esparcidos por el suelo.

- Por aquí – Fue la primera señal de vida que escuchó Link, una voz femenina que venía del fondo del oscuro pasillo.

Cauteloso, aminoró el paso cuando escuchó la voz y los pasos que le seguían. Puso el escudo al frente y avanzó solamente dos pasos más, se detuvo y escrutó la oscuridad con suma atención.

- Esperen… – Volvió a decir la misma mujer – Hay alguien aquí.

El sonido de pasos cesó casi totalmente, ya sólo eran dos pies en movimiento según apreció Link. Alzó la espada, asió el escudo con fuerza, y esperó.

Al principio era fácil confundir con una gerudo a la mujer que había salido de las sombras, pues tenía una cabellera de un color rojo muy intenso, como escarlata, y también era alta y muy bella. Sin embargo, tenía los ojos verdes como esmeraldas, la piel blanca, llevaba vestiduras color vino y armadura blanca, y blandía un hacha, un arma que no usaban las gerudo.

- ¿Nos dejarás pasar? – Fueron las primeras palabras que la mujer dirigió a Link – Si no lo haces voluntariamente, me temo que tendremos que abrirnos paso por la fuerza.
- Primero dime qué es lo que ocurre – Respondió Link con sequedad ante la frialdad de la fémina –. He venido a ayudar, pero no sé quién de ustedes sea merecedor de mi asistencia.

Ante la respuesta del joven Link, la mujer bajó su lanza y adoptó una posición más relajada.

- Mi nombre es Titania, segunda en comando de los Mercenarios Greil – Respondió la bella mujer con algo más de amabilidad, aunque aún había tensión en su voz –. Somos mensajeros de la reina Elincia del lejano país de Crimea, y venimos a ver a la reina Zelda de éste país. Venimos en paz, pero cuando viajábamos por el Desierto Hatari fuimos atacados por un grupo de bandidas.
- ¡Eh, Titania, esas locas ya están cerca! – Dijo una voz proveniente de la oscuridad.
- Está bien… - Respondió Link estirando la mano, a la vez que se preguntaba dónde estaban Crimea y el Desierto Hatari, pues nunca había oído hablar de ellos. Y si venían de tan lejos, de un país desconocido, ¿cómo era posible que supieran el nombre de la reina de Hyrule? –. Mi nombre es Link, de la Aldea Ordon. Mi espada es tuya – Terminó de decir a la vez que Titania estrechaba su mano.

Una luz apareció por el pasillo y, detrás, un hombre de cabello largo y rojizo amarrado en una cola, cargando una antorcha que iluminó a las demás personas en el pasillo: con él había llegado un enorme sujeto rubio cubierto en armadura azul. En el pasillo había, además, una bonita muchacha de ojos azules y cabello café, y tres hombres jóvenes de cabello verde, hermanos al parecer.

- Titania, Gatrie y yo pudimos derribar a un par de esas perras locas, pero ya vienen hacia acá – Dijo el hombre de cabellera rojiza. Cargaba un arco en la otra mano y un carcaj en la espalda.
- Muy bien, es hora de movernos – Respondió Titania –. Link, hay más de diez mujeres armadas detrás de nosotros, ¿existe un sitio aquí que sea propicio para ocultarnos, o defendernos si es necesario?
- Pues terminando el pasillo, por donde vinieron, hay una habitación amplia, oscura y llena de cajas – Empezó a decir Link con paciencia, pero cuando Gatrie, el sujeto rubio cubierto en armadura azul, tapó una flecha con su enorme y pesado escudo metálico, tuvieron que cambiar de plan –. ¡Por aquí! – Dijo, echando a correr hacia el lado opuesto.

Le siguieron Titania y el resto de los mercenarios, el arquero apoyando a Gatrie, ya que no podía correr demasiado rápido por su pesada armadura.

Llegaron a la sala del aerodisco, y Link explicó su funcionamiento. Ante el inconveniente de poder cargar a una sola persona a la vez, Titania dio indicaciones:

- Shinon, sube tu primero. Gatrie tapará la entrada y necesito que le apoyes desde lejos mientras los demás subimos.
- ¿Pero qué demonios es eso? – Inquirió Shinon, el arquero.
- ¡Sólo sube! – Ordenó Titania –. Le seguirás tú, Rolf.

Asintió el más joven de los sujetos de cabello verde, quien también llevaba un arco (contrario a los otros dos, su cabellera era de un verde más brillante). En su rostro aún había vestigios de la niñez, parecía ser menor que Link por uno o dos años.

Con algo de inseguridad, Shinon subió al aerodisco, se agachó y se aferró a sus bordes para obtener algo de soporte. Ya arriba comenzó a disparar a las bandidas que ya asediaban a Gatrie (quien, con el masivo escudo al frente, apenas se sacudía con cada golpe). Luego subió Rolf y también comenzó a disparar, aunque en la oscuridad fallaba varias veces y atinaba al muro. Luego subió la chica de cabello café y luego Link, quien también apoyó desde lejos con arco y flecha. Después abordaron el aerodisco los otros dos hombres de cabello verde (el de ellos era verde más oscuro, como el de un pino). Las bandidas retrocedieron cuando dos de sus compañeras cayeron muertas, dando tiempo a Gatrie y después a Titania de abordar y escapar.

Corrieron con Link a la siguiente habitación (la de los juicios), cruzaron el primer puente a toda velocidad, luego la plataforma, y luego el segundo puente. Olieron de nuevo, al fin, el aire del exterior.

Subieron la escalera, llegaron a donde estaba la enorme lápida negra, y Titania empezó a dar indicaciones:

- Escuchen todos, Oscar, Gatrie y yo pelearemos al frente, Mist se quedará a mi lado para apoyarme. Shinon, Rolf, Boyd y Link se quedarán atrás, y empezarán a disparar en cuanto vean a las bandidas. Link y Boyd también nos apoyarán adelante si la cosa se pone fea, ¿de acuerdo?

Link no entendía por qué Titania daba tantas indicaciones, pues él estaba acostumbrado a pelear solo, cuerpo a cuerpo, lanzándose a la batalla sin pensarlo. Y le había funcionado bien.

A su izquierda estaba Shinon, de mirada severa, ya listo con la flecha tensando la cuerda del arco. A su derecha estaba Boyd, un hombre un poco más alto que él, musculoso e imponente. Boyd había clavado su hacha en el piso para poder usar su ballesta con comodidad. Y a la derecha de Boyd estaba Rolf, delgado y con los nervios reflejados en el rostro, pero igual de preparado que Shinon.

Delante de ellos, formados para dar espacio de fuego a los arqueros, estaba Gatrie, blandiendo una resplandeciente lanza, con Titania a su derecha. A la izquierda de Gatrie estaba Oscar, un joven hombre que a pesar de la situación lucía muy calmado, casi sonriente. Llevaba la misma cantidad de armadura que Titania, pero la suya era verde, y cargaba también una lanza. Y a la derecha de Titania, muy cerca de ella, estaba Mist, quien blandía un espadín dorado en la mano derecha y un báculo en la izquierda. Llevaba puesto un vestido anaranjado y una extraña capa blanca de dos colas.

Esperaron en silencio hasta que la primera señal de fuego apareció por la escalera, Link escuchó la cuerda de Shinon tensándose. Apenas se asomó la cabeza de una de las bandidas y cayó muerta, Shinon le había puesto una flecha justo entre los ojos. Eso no detuvo a las demás, que salieron del sótano como una plaga de cucarachas. La primera en recibir ataque fue Titania, pero ella y Mist hacían muy buena dupla y derribaban a sus enemigas rápido. Gatrie no hacía tanto una labor de ataque, sino de defensa, desviando ataques y avanzando lentamente hacia la única arquera del bando enemigo, a la vez que Oscar se batía con dos mujeres al mismo tiempo. Shinon no fallaba ni una sola ocasión, aunque dichas ocasiones en las que disparaba eran escasas. Por falta de confianza, Rolf tampoco disparaba muy seguido, pero atinaba casi todas las veces. Boyd dio unos tiros muy certeros al principio, pero las obstrucciones y el hecho de no estar de lleno en el campo de batalla hicieron que se desesperara rápido, así que tiró la ballesta, alzó su hacha y fue a apoyar. Link se mantuvo disparando, acertando en varias ocasiones (aunque definitivamente Shinon y Rolf eran mejores).

Cuando una lanza pasó zumbando por el oído de Rolf, clavándose en la arena detrás de él, Shinon le tomó por la muñeca y lo llevó a ocultarse detrás de la gran lápida de roca. Para no ser blanco fácil, Link los siguió.

Sorpresivamente, la pelea había acabado mucho antes de lo que Link esperaba. Cuando no escuchó más ruido, se asomó por un lado de la lápida y vio a casi todas las bandidas tumbadas en el suelo, la mayoría de ellas sin vida, tiñendo la arena con su sangre.

- Retrocedan y quédense con sus vidas, y juren no acercarse a nosotros jamás – Ordenó Titania a una de las sobrevivientes: una cortada profunda le surcaba el hombro y parte del pecho –. Es mi última advertencia – Entonces le apuntó directo al pecho con la pequeña pica que coronaba su gran hacha.

Con una mezcla de humillación, dolor y odio en el rostro, las sobrevivientes se pusieron de pie como pudieron, dejando sus armas en el suelo y retirándose con tanta rapidez como les permitían sus heridas. Cuando estuvieron totalmente fuera de vista, los mercenarios bajaron sus armas y voltearon a verse unos a otros. Link, Shinon y Rolf salieron de atrás de la roca.

- ¿Están todos bien? – Inquirió Oscar, su rostro aún apacible
- Creo que sí – Mist habló por primera vez desde que Link le había visto. Envainó su espadín y dijo –: si alguien tiene una herida, venga conmigo para que lo cure.
- Te digo que estoy bien, niña – Bufó Shinon con un tono arrogante que combinaba bien con su cara afilada –. Yo siempre estoy bien.
- Ahí va de nuevo… - Murmuró Boyd con cierto tono de molestia.
- Ya fue suficiente – Dijo Titania tirando su hacha al suelo, los demás mercenarios le imitaron –. Descansemos aquí por un rato, esas bandidas no llegarán lejos con esas heridas, será imposible que avisen a las demás, si es que las hay.
- ¡No te saldrás con la tuya, estúpida! – Chilló una voz detrás de Titania.

Antes de que siquiera Shinon pudiera reaccionar, la gerudo de cabello negro, la líder, corría hacia Mist con la espada en el aire. No había participado en la batalla anterior, así que estaba intacta. Titania no alcanzó a alzar su hacha para defenderla, y Mist sólo pudo poner su frágil báculo entre las dos para defenderse.

- ¡Cuidado!

Link había echado a correr en dirección de Mist en cuánto vio a la bandida aparecer. Logró alcanzar a la muchacha y con un fuerte empujón la derribó, quitándola de en medio. Sin embargo, antes de que pudiera interponer su escudo o desenvainar su espada, un dolor muy intenso le recorrió todo el brazo, y luego sintió mucho calor. La cimitarra de la bandida le había hecho una cortada profunda en el brazo, donde no le protegía la cota de malla. No pudo evitar gritar, pero su mirada nunca dejó los ojos amarillos de la gerudo. Hizo uso de todas sus fuerzas para jalar la espada de su vaina, y aunque la bandida se percató de ello, no pudo alejarse a tiempo para evitar un corte letal en su garganta. Cayó de rodillas y se llevó una mano al ensangrentado cuello, desesperada por jalar aire mientras vomitaba su propia sangre. Todos la observaron a ella y a Link impresionados, hasta que la mujer murió.

Los mercenarios suspiraron aliviados, pero la tensión regresó a ellos cuando vieron a Link caer de rodillas. El chico de Ordon se arrancó la manga de la ensangrentada camisa, antes blanca, y analizó su herida con toda la calma que le permitía la visión de su propia sangre.

- Necesito medicina… pronto – Musitó.
- Tranquilo, descuida – Dijo Titania con toda calma –. Tenemos a una curandera justo aquí, te arreglará el brazo en un segundo – Volteó a ver a Mist.

Mist asintió, blandió su báculo y se arrodilló junto a Link. Él alzó la cara y la miró, encontrándose con sus ojos azules. Y entonces Mist le sonrió.

- Gracias.

Su sonrisa era sedante, cautivadora. Súbitamente, todo el dolor se fue… aunque ella ni siquiera había comenzado a curarle.

- Tus orejas están raras.

Boyd había sido una verdadera bestia en el campo de batalla, seguramente una de las últimas personas a las que Link se hubiera querido enfrentar. Pero con la tranquilidad, su rostro había adoptado cierto aire juguetón, casi infantil.

- Incluso aquí en Hyrule, tener éstas orejas ya es una rareza – Señaló Link –. Antes eran bastante comunes, se decía que los antiguos hylianos las tenían para estar en comunión con la magia y, principalmente, con los dioses.

Por una razón que no supo explicar, varios de los mercenarios se lanzaron miradas furtivas, salvo por aquellos que estaban muy ocupados en consumir las escasas provisiones que Link les había compartido. Tras sepultar a los cadáveres en la arena, fueron a la sala del juicio e hicieron un buen fuego con madera vieja de la prisión y las armas abandonadas. Titania había explicado que el desierto les había arrebatado a los animales de carga brindados por la reina Elincia de Crimea, imposibilitándoles el traslado del agua y los alimentos también obsequiados por ella.

- Pero claro, aunque algunos aún tenemos orejas puntiagudas, no escuchamos las voces de los dioses ni nada de eso… quizá es una cualidad que se perdió con el tiempo – Terminó de explicar Link.
- Como sea, yo aún digo que están raras – Declaró Boyd para luego llenarse la boca con pan.
- Me recuerdan a las de los sub-humanos – Murmuró Shinon tras darle una mordida a su rebanada de pan, pero Link alcanzó a escucharle.
- ¿Sub-humanos? – Le preguntó a Shinon con curiosidad, pero también cierta molestia por ser comparado con algo "debajo de lo humano".
- Los laguz… -Empezó a decir Titania con severidad antes de que Shinon pudiera abrir la boca – son la otra raza que vive con nosotros, los beorc, en Tellius. A primera vista son similares a nosotros los beorc, excepto que algunos tienen orejas de animales, cola o alas, demostrando a qué tribu y a qué clan pertenecen (y algunos, sobre todo dentro de las tribus de las aves, tienen orejas puntiagudas). El término de "sub-humano" es sólo despectivo y estúpido, en Tellius ha habido una larga historia de odio y desconfianza entre beorc y laguz, lo que dio lugar a muchas guerras. Pero tenemos fe en que, gracias a eventos recientes, ésta situación cambiará para generaciones futuras.
- Ya veo – Dijo Link, dando después un trago a su frasco de leche –. ¿Y los laguz tienen otras habilidades que los diferencien de los beorc, además de tener cola o alas?
- Su principal habilidad es que pueden transformarse en animales – Oscar fue el que habló ésta vez, su voz concordaba con su rostro perpetuamente impasible –. En la tribu de las bestias están los clanes de los leones, los tigres, los gatos y los lobos (los lobos viven en el Desierto Hatari, al otro lado de las montañas rocosas que ves al oeste de éste desierto), mientras que a las tribus de las aves pertenecen los clanes de los halcones, los cuervos y las casi extintas garzas. Finalmente está la poderosa tribu de los dragones, cuyos clanes se dividen en dragones negros, blancos y rojos.
- Y también hay un pequeño grupo de gente que pertenece a la mezcla de sangre entre laguz y beorc – Añadió Titania –. Existe la creencia que, aún perdura, tristemente, de que la procreación entre laguz y beorc va en contra de la voluntad de los dioses, por lo que los beorc le dieron el nombre de "Los Marcados" a esa nueva raza, mientras que los laguz les llamaron "Desparentados". Es un grupo muy reducido, y aún viven marginados.
- Teníamos a un compañero así – Dijo Mist. Link no la había oído hablar en casi toda la noche, y los dos se volvieron a quedar en silencio cuando sus ojos se encontraron. Sin embargo, Mist alcanzó a reaccionar y continuó –. Gente como Soren, el compañero del que te hablamos, luce como beorc ordinarios. Pero tengo entendido que la sangre laguz les da habilidades que sobrepasan a la mayoría de los beorc, aunque también les deja una marca en la piel, como un tatuaje.
- Así que tú también te percataste de eso – Musitó Titania al escuchar a Mist.
- Obviamente nunca le quiso decir a nadie, supongo que por miedo – Dijo Mist –, pero es difícil ocultar algo así cuando Rolf y yo ya somos más altos y nos vemos más grandes, mientras que Soren luce igual desde hace años. – Se tornó hacia Link y explicó –: Todos los hijos de laguz y beorc envejecen a un ritmo muchísimo más lento.
- Todo eso es muy interesante – Declaró Link con intriga. Mist, Oscar y Titania hablaban de un mundo tan diferente a Hyrule… mientras Boyd, Shinon y Gatrie competían en eructos, haciendo reír a Rolf en el proceso –. Es muy diferente a lo que hay aquí en Hyrule.
- ¿Qué quieres decir? – Preguntó Mist inclinándose hacia el frente.
- Bueno, aquí en Hyrule los hylianos vivimos con otras razas, y exceptuando a las gerudo del desierto, las otras razas y nosotros no nos parecemos en nada. En la Montaña de la Muerte viven los goron, son gente muy alta que come rocas, muy amables y tranquilos a pesar de su apariencia. Los Zora viven en el Lago Hylia y tras la cascada, son guerreros acuáticos.
- Pero, ¿cómo lucen? – Inquirió Titania.
- Pues si los beorc y los laguz son similares entre sí, los goron y los zora lucen como nada que hayan visto antes. Son muy buenas personas, al contrario de las gerudo, claro – Link no pudo hacer más que sonreír al ver los rostros confundidos de Mist, Oscar y Titania –. Ya pronto verán a los zora, el Lago Hylia no queda lejos de aquí. Si vienen a ver a Zelda, seguro pasarán por ahí después de cruzar el desierto.

Por alguna razón, Mist, Oscar y Titania se quedaron callados, su silencio atrayendo al resto de sus compañeros. Los tres voltearon a verse, y luego Mist asintió silenciosamente.

- Queremos pedirte un favor, Link – Dijo Titania al fin.
- Sí, díganme.
- Nos gustaría que viajaras con nosotros como un guía para que nos muestres el mejor camino a la capital – Explicó la mujer –. Pagaremos por tu servicio si así lo deseas.
- Acepto – Respondió Link con una sonrisa –, pero el dinero no será necesario.
- ¿Estás seguro? – Dijo Gatrie con una sonrisa, y luego le arrojó a Link una bolsa llena con…
- ¿Qué es esto, monedas de oro? – Inquirió Link con desconcierto.
- No, son galletas, idiota – Respondió Shinon con sarcasmo.
- Um… nosotros no usamos el oro como moneda en Hyrule.
- ¿Qué dices? – Saltó Oscar -. Entonces, ¿qué usan?
- Rupias.
- ¿Qué es eso? – Link escuchó a Rolf dirigirse a él por primera vez.
- Bueno… son algo como esto – Contestó el hyliano mientras desamarraba un pequeño costal de su cinturón, sacando una de las llamadas rupias.
- Tienes que estar bromeando – Dijo Boyd.
- ¿Usan joyería como moneda? – Titania lucía sorprendida.
- Éstos "hylianos" son unos malditos ricos – Musitó Shinon.
- Como sea, aunque les aceptara el pago, no me serviría de mucho – Declaró Link –, así que no tienen más remedio que dejar que los guíe gratis.
- Gracias Link – Dijo Mist una vez más. Ésta vez, Link estaba en condiciones para responder a su sonrisa, aunque sintió las piernas como gelatina.
- Pero si no quieren que su tiempo de sueño se convierta en una rosticería, será mejor que nos movamos, despertar con la luz del desierto es horrible, y dormir con ella es imposible. El Lago Hylia ya no queda nada lejos, puede que lleguemos ahí al amanecer, entonces podrán reabastecerse de agua y tomar un agradable descanso.
- Suena bien para mí – Dijo Boyd poniéndose de pie, con un entusiasmo casi infantil que parecía típico de él.

Así que todos los mercenarios recogieron sus armas y lo poco que quedaba de comida, se sacudieron la arena de las ropas, y se marcharon de la prisión desértica.

- Vaya… es hermoso… - Mist fue la única que pudo hablar ante tal vista.

Enmarcado por las afiladas rocas frente a ellos (lo último de desierto que les faltaba por recorrer) estaba el impactante paisaje nocturno del Lago Hylia. Agua clara, cristalina, como un espejo transparente que reflejaba las desfallecientes estrellas (como encaraban al este, la luna no aparecía en el reflejo, aunque ya rozaba el horizonte), verdes pasturas, una cascada al fondo y, muy arriba del agua, un grandioso puente de roca que unía a las dos peñas que rodeaban al lago. Quizá lo único que rompía con la armonía del paisaje era la colorida choza en un islote a medio lago.

- Sólo hay que cruzar éste montón de rocas, bajar por la ladera, y estaremos ahí – Anunció Link, orgulloso ante la reacción de los mercenarios al ver el paisaje (ni siquiera Shinon pudo evitar la quijada suelta).

Salvo una herida leve que se hizo Rolf al tropezarse con las rocas, cruzaron con facilidad. Bajaron por la ladera, con rocas y pasto relativamente seco, y pudieron beber agua justo cuando los primeros rayos solares les dieron en las caras, desde el este.

Había múltiples islotes en la zona suroeste del gran lago, la mayoría unidos por puentes de madera. Después de bajar y tomar agua, el grupo cruzó al islote donde había un par de árboles para poder tomar un merecido descanso bajo la sombra. Mist, Rolf, Gatrie, Shinon, Boyd y Titania se quedaron dormidos, mientras que Oscar se quedaba de guardia.

Link decidió no dormir tampoco. Los miró a todos y cada uno de ellos, incluso al sonriente Oscar que estaba despierto. Todos lucían como buenas personas (incluso Shinon, en el fondo). Pero había algo sospechoso sobre ellos. Hyrule nunca había conocido sobre reinos vecinos ni nada parecido. Y si la reina de Crimea había dado provisiones a los mercenarios, sabía que el viaje abarcaría una gran distancia. Si Crimea estaba tan lejos, ¿cómo era que la reina Elincia se había enterado de la existencia de Hyrule?

Titania tampoco se había dormido, pretendía estarlo para echarle un ojo a Link de vez en cuando…