Ùńă Vëż Мåš

Acotaciones:

& Cambio de escena

- Diálogos

" " Pensamientos

Pequeña nota: Hello! Ésta es una historia algo diferente, hace tiempo que no escribo y espero no estar oxidada, espero les guste y el concepto de cronología (los primeros capítulos es algo de presente al principio intercalado con algo del pasado) diferente quede bien. Muchos saludos.


Estaban abrazados, desnudos dormitando cuando la mañana los sorprendió con un par de tenues rayos colándose entre las cortinas, él aspiró el dulce aroma de su mujer una vez más y afianzó con un poco más de firmeza los brazos alrededor de ella, en verdad

Estaban abrazados, desnudos, dormitando cuando la mañana los sorprendió con un par de tenues rayos colándose entre las cortinas, él aspiró el dulce aroma de su mujer una vez más y afianzó con un poco más de firmeza los brazos alrededor de ella, en verdad la amaba y tenerla así abrazada por la espalda era como la droga más dulce.

- Ya amaneció… -dijo Lin con la voz adormilada.

- Sí… desafortunadamente. Tengo que ir a trabajar…

- Renuncia.

- No puedo, Inuyasha lo echaría todo a perder. –contestó en semi-automático Sesshoumaru.

- Repórtate enfermo.

- No puedo, es el mismo caso anterior, no te imaginarías qué tan inútil es.

- No te creo, siempre lo menosprecias, pero te entiendo ¿quieres que prepare el desayuno?

- No, no quiero dejarte ir ahora. –besó con suavidad su cabello y respiró sobre él.

- Pero tienes que ir al trabajo…

- Cinco minutos más. –pidió él con voz profunda. En ese momento un celular se escuchó proveniente de algún lugar cercano.

- Tu teléfono…

- No voy a contestar. Ahora sólo existes tú. –y ella se acomodó más entre sus brazos.

- ¿Alguna vez lo pensaste? Es decir… cuando nos conocimos… creo que jamás pensamos en… creo que ni siquiera sabíamos que esto existía… -y sonrió ante el recuerdo de la primera vez que lo vio.

- Es una pregunta difícil… -se acercó buscando su cuello para plantar ahí un nuevo beso, con el que ella se estremeció. - ¿Estás bien?

- Claro, estoy bien y voy a estarlo. Estás conmigo y eso es todo lo que importa. –entonces Lin sintió como Sesshoumaru se tensaba de pies a cabeza. – Tranquilo, entiendo las condiciones… no sé… qué va a pasar después pero… ahora el mayor problema es qué vamos a desayunar.

- Está bien. –y paseó sus dedos por el contorno de la figura femenina desde su cintura hasta la mitad de sus muslos. – Lin… necesito tenerte a mi lado siempre… no podría vivir in ti.

- ¿Te enamoraste de mí? –preguntó ella con la voz medio temblando y los ojos inundados de lágrimas.

- Lin… siempre te he amado, desde el principio, desde que no sabía qué era amar a alguien, desde que no parabas de hablar y yo no escuchaba a nadie… te amé en cada carta y cada llamada...

- ¿Me amabas cuando te casaste?

Y ese fue como un golpe bajo que no se esperaba, guardó silencio y nervioso como nunca estuvo antes se mordió un poco el labio inferior… la respuesta era un simple "sí, sólo que no lo sabía", pero en esas circunstancias sonaría tonto… muy vacío y como una treta barata ahora que estaban en esa situación. ¿Cómo decirle? ¿Cómo hacérselo saber? Simplemente se dio cuenta de que se había enamorado de ella hacía un par de meses pero… la amaba desde la primera vez que la vio…

Muchos años atrás…

En una mañana soleada la casa estaba vestida de fiesta, se estaba celebrando una unión de negocios de forma poco habitual, con muchas personas reunidas, desde los dueños de los negocios, pasando por cualquier empleado que deseara asistir y todos los niños que quisieran llevar. Por dentro los meseros se paseaban con charolas de bebidas y bocadillos entre todas las personas, cada quien tenía un área determinada para atender y debían tener paciencia en la cocina, donde los organizadores del banquete no se daban abasto. Mientras tanto, en el gran jardín de la casa varias niñeras contratadas también para la ocasión se esforzaban por mantener a todos los niños bajo cuidado.

En uno de los rincones había muchos árboles que daban una gran sombra, ahí estaba sentado un niño de unos trece años que recriminaba en silencio a su padre, por haberlo obligado a asistir a aquella aburrida reunión donde sólo había adultos en el interior y niños tontos afuera, lugar en que lo obligaba a permanecer, además, tenía el deber de vigilar a su medio hermano, quien a sus siete años no era merecedor de nada de aprecio de su parte.

De repente algo interrumpió su tensa paz, una bola de tres niños corriendo y gritando con una pelota rosa entre manos y mucho alboroto alrededor. Detrás de ellos una pequeña bandada de niñas corrían gritando para recuperar su juguete. En un principio Sesshoumaru pensó sólo en retirarse pero cuando se dio cuenta de que entre los maleantes de encontraba Inuyasha, no pudo más que ponerse de pie e ir para hacer justicia, y de paso calmar aquellos gritos que tanto lo importunaban.

- ¡Dámela! –dijo una niña de cabellos negros y grandes ojos castaños, a quien no conocía, pero quien parecía tener todo el valor del mundo corriendo en sus venas. Sin dudarlo la pequeña se arrojó sobre Inuyasha para recuperar su pelota y aunque no consiguió mucho, sí hizo que el chico se tropezara con su hermano mayor, quien estaba justo detrás de él.

- Inuyasha, dásela. –fueron simples y frías sus palabras, el otro, varios años y centímetros más chico, reaccionó obedeciendo, aunque con la mirada de ojos dorados fulminó a Sesshoumaru.

Ya sin más Lin le dio a sus amigas la pelota y las niñas corrieron, al igual que los chicos que acompañaban a Inuyasha, y él mismo… quien al pasar empujó (con o sin querer… sólo él lo supo) a Lin haciéndola caer al suelo. La niña cayó sentada con ambas manos a los lados, enterrándose en una de ellas una piedra algo filosa y llena de tierra. Por instinto llevó la mano hasta su pecho sujetándola con fuerza. Sesshoumaru llamó a gritos a Inuyasha pero éste no escuchó y se fue corriendo. No dejándole al mayor otra opción que verificar el estado de la pequeña.

- Déjame ver. –tomó su mano casi por la fuerza sin mirarla, seguramente estaría llorando y no soportaba a nadie que lo hiciera. La herida era algo fea, pero no sangraba demasiado, seguramente no era de cuidado.- Te llevaré dentro. –soltó su mano pensando en escoltarla hasta sus padres.

- No es necesario, yo puedo, gracias. –habló con voz tranquila, como si no estuviera asustada en lo absoluto, mucho menos llorando.

Él la miró levantando una ceja y luego la tomó en brazos, si su hermano era responsable de esto, él no podía dejarla sola, menos ahora que la había visto bien y se había dado cuenta de que no era como todas las niñas, ella tenía algo muy especial. Lin no se resistió en lo absoluto, sólo conservó la calma y le indicó quiénes eran sus padres. Sesshoumaru notó que esas personas eran los anfitriones que en un inicio se presentaron y justo en ese momento conversaban con su papá… la otra mitad del importante negocio cerrado.

- Padre. –llamó la atención de su progenitor y al mismo tiempo voltearon los otros dos e Izayoi, la madre de Inuyasha, notando todos la sangre en la mano de la pequeña.

- ¿Qué pasó? –preguntó la mamá de Lin tomándola en brazos y viendo la herida, por fortuna no sería nada de cuidado.

- Fue un accidente. –aclaró la niña.

- Fue Inuyasha. –delató Sesshoumaru con su tono serio de costumbre.

- Fue un accidente. –lo contradijo ella.

- Piensa lo que quieras. –y sin más dio media vuelta para ir a buscar algún nuevo rincón solitario donde pasar el tiempo.

- Lo siento, no sé qué decir… -fue esta vez Inutashou quien muy apenado intentó disculpar a su hijo menor.

- No, no te preocupes, son cosas de niños, además fue un accidente. –dijo jovial como siempre el padre de la pequeña.

- Vamos a un baño y con unas venditas todo estará bien. –intervino Izayoi, quien era pediatra de profesión.

Ya cerca de la puesta de sol varios invitados se habían retirado y el jardín lucía los restos de la comida de los niños y la cantidad de los mismos muy reducida. Sesshoumaru estaba esta vez en un lugar mucho más difícil de descifrar, sentado bajo la sombra de la misma casa, en el estrecho corredor que comunicaba el jardín trasero con el frontal. Ahí había encontrado un buen lugar para no tener que comer, en realidad sí estaba hambriento pero no pensaba sentarse a la mesa con todos esos pequeños demonios que gritaban y lanzaban las cosas por todos lados, y su padre le había prohibido ir con los adultos, no dejándole más opción que buscar algún rincón para estar solo.

- Eres difícil de encontrar. –escuchó una voz que ya conocía.

- No entiendo para qué me buscas. –volteó a verla con discreción y notó su mano vendada sosteniendo un plato con helado de sabores y galletas.

- Vine a darte las gracias y algo de comer, debes tener hambre. –él alzó una ceja y la miró inspeccionándola de pies a cabeza. – Bueno, eso pensé, porque no fuiste a comer hace rato con todos, así que… supuse que te gusta el helado, a todos les gusta.

- No tenías que hacerlo.

- Lo sé. –sonrió tranquila y se acercó más hasta extenderle el plato a un par de centímetros, justo para que lo tomara.

- ¿Cuántos años tienes enana? –preguntó tomando el obsequio y con su tono indiferente.

- ¡No me digas enana! No lo soy, soy muy grande para mi edad… voy a cumplir ocho. Además, no es mi culpa que tú seas un fenómeno anormal y midas diez metros. –le enseñó la lengua a forma de juego. Él ignoró el gesto, pues a sus doce años le resultaba natural ser mucho más alto que ella.

- ¿Por qué no lloraste?

- No era necesario, mi mano va a estar bien… mis padres siempre dicen que sólo se debe llorar cuando las cosas no tienen solución. El chico que me tiró es tu hermano ¿cierto? Se parecen mucho. –para ese momento ella se había sentado a su lado y él disfrutaba como pocas veces del helado… sin embargo, no había tomado conciencia de ninguna de las dos cosas.

- Ese idiota no es mi hermano, no tenemos la misma mamá, él es hijo de mi padre y su esposa.

- ¿Y lloraste? –Sesshoumaru sólo la miró arqueando una ceja sin entender su pregunta- Sí, cuando tu mami se fue –aclaró ella mirando hacia el vacío- porque mis abuelitos se fueron al cielo y entonces lloré y mi mamá dijo que estaba bien porque ellos no regresarían. ¿Lloraste cuando se fue tu mamá?

- Claro que no, yo no lloro. –pero lo que Lin no sabría hasta mucho tiempo después era que Sesshoumaru ni siquiera pudo llegar a conocer a su madre.

- ¿Y no te dan ganas de llorar a veces?

- Ya te lo dije, yo no lloro.

- Eres el primer niño que conozco que no llora, todos lloran por algo.

- Yo no soy un niño, si no lo has notado soy más grande que tú.

Así entre conversaciones se siguieron mucho tiempo, quién sabe cuánto, hasta que estuvo el cielo oscuro y el plato quedó vacío. De alguna extraña manera los dos habían congeniado bien, en ella no era nada extraño, siempre hablaba con todo mundo, pero era la primera vez que Sesshoumaru establecía una conversación con alguien menor de edad… en ese tiempo Lin llegó a sacarle muchas más palabras que todo sus compañeros de clase en años de conocerlo.

- ¡Lin! –escuchó una voz llamándola desde el jardín delantero.

- ¿Mamá? –respondió ella poniéndose de pie, de inmediato escucharon los pasos de la mujer acercándose hasta ellos, al llegar abrazó a su hija de inmediato.

- ¿Dónde estabas? Hace rato que te estamos buscando… ¿estás bien?

- Sí mamá, estuvimos aquí todo el tiempo. –fue hasta ese momento que la señora notó a Sesshoumaru y lo miró con algo de desconcierto era él quien había llevado antes a su hija en brazos… y era mucho más grande que ella.- Tus padres también te están buscando. Vamos dentro.

Los tres regresaron a la casa, al parecer eran los últimos en despedirse luego de no encontrar a ninguno de los dos nuevos amigos. Mientras él se perdía por la puerta principal ambos se miraron a los ojos sellando un extraño pacto de complicidad que duraría para siempre sin importar las circunstancias.

&

Desde esa ocasión en la que el padre de Sesshoumaru y los padres de Lin cerraron el negocio la pareja se volvió extrañamente amiga, al parecer Izayoi y la madre de la pequeña compartían muchos gustos en común y se frecuentaban en sus tiempos libres, además de que ahora la esposa de Inutashou era quien atendía a Lin cuando resultaba necesario. Poco más de un año después, en un cumpleaños de Inuyasha y la fiesta era grande, en un salón lleno de las cosas más vistosas que su padre pudo conseguir, ya que su hijo mayor eran tan serio y cerrado, el menor recibía todas las excentricidades. A esa fiesta también asistió Lin, quien en realidad tenía pocas migas con Inuyasha pero su extraña amistad con el mayor estaba bastante desarrollada.

- Ya eres muy grande y puedes tener novia, consíguete una.

- No digas tonterías, las niñas no me interesan.

- ¡Pero yo soy una niña! –reclamó Lin entre un bocado de pastel y otro.

- Pero no eres mi novia ni jamás lo serías, entonces no cuentas como niña. –razonó tranquilo Sesshoumaru.

- Tonto, claro que cuento como…

- Disculpa –interrumpió un niño casi de la edad de ella, mirándola con unos ojos azules que parecían emanar ternura.

- ¿Yo? –preguntó Lin.

- Sí, Inuyasha me ha dicho que te llamas Lin, pero no me dijo si tienes novio. –las atrevidas palabras del pequeño la sorprendieron mucho, ya que nunca había recibido ningún tipo de insinuación.

- Emm… emm… no….

- Entonces sería un honor que me permitieras ser el primero. –y acto seguido extendió una pulsera, la cual colocó con seguridad en la muñeca de la chica.

- Déjala en paz. –esta vez fue Sesshoumaru quien habló conteniendo el enojo.

- ¡Miroku! –se escuchó desde lejos la voz de Inuyasha llamando a su amigo.

- Esperaré tu respuesta, Lin. –y sin más se fue corriendo para continuar con el juego en proceso.

- ¿Ves? Sí soy una niña… -dijo todavía sin saber bien qué pensar.

- Solamente está jugando. –argumentó muy celoso el mayor.

- ¡Qué feo eres! –se quejó mientras se alejaba unos pasos- Regreso. – al final iba entre enojada y aún confusa, definitivamente los chicos eran muy peculiares.

- Hijo, ¿dónde está Lin? Sus padres quieren despedirse. –llegaron Inutashou y los padres de la niña después de unos minutos.

- No lo sé. Sólo dijo que regresaba.

- Entonces la esperaremos.

- Ustedes se llevan muy bien ¿cierto? –inquirió el padre ella, quien hasta cierto punto se encontraba confundido por la extraña relación de su niña de ocho años y el chico de trece.

- Ella es muy ingenua y necesita un hermano que la cuide de todos los que se quieren aprovechar.

- ¿Aprovecharse?

- Sí, como el idiota amiguito de Inuyasha que quiere que sea su novia. Yo sólo la cuido.

- Vaya… -respondió apenas anonadado el hombre, quien se esperaba todo menos que ese chico cuidara a su niña de otros niños… ella todavía era muy pequeña para estar atrayendo miradas.

- ¡Papá! ¡Mamá! –les dijo emocionada Lin cuando iba llegando con dos vasos, uno para ella y el otro para Sesshoumaru. – Espera –dio a su amigo ambos vasos. - ¿Ya se van?

- Sí hija. Te veremos más tarde en casa ¿Segura que quieres quedarte? No me siento cómoda dejándote que vayas sola a casa.

- Son sólo cinco cuadras mamá, yo puedo.

- Yo la acompaño –intervino Sesshoumaru serio como siempre.

- Está bien… -suspiró resignada su mamá. –Ten cuidado. –y ambos le dieron un beso de despedida para luego marcharse a otro compromiso no apto para llevar niños.

- ¿Vas a ir a mi recital? –preguntó la pequeña para obtener una respuesta a lo que llevaba ya un tiempo preguntando.

- ¿A sentarme entre una bola de gente para ver a unas niñas tocando música?

- ¡Yo quiero que vayas!

- Aburrido. –y se dio la vuelta para darle la espalda y poder hacerla enojar un poco más, aunque hiciera días que estaba seguro de asistir.

Un par de horas más tarde, cuando comenzaba a caer el sol, Sesshoumaru insistió en llevar a Lin a su casa, no quería arriesgarse a hacerlo de noche y que algo pudiera suceder. Y aunque le costó mucho convencerla, y fue sólo con la promesa de quedarse con ella a ver televisión que pudo hacerlo, ambos emprendieron el corto camino.

- ¿Qué es eso? –preguntó Lin al ver unos arbustos alborotarse de repente.

- No te muevas. –ordenó él con el tono autoritario que por lo general usaba.

- ¿Qué pasa? –pero antes de que pudiese recibir respuesta un perro de unos 30 kilos saltó justo frente a ella, lucía bravo y muy agresivo, gruñía y la miraba como esperando a que hiciera cualquier movimiento para atacarla, sin embargo Sesshoumaru fue más rápido.

- ¡Ey! –le gritó al arrojarle con todas sus fuerzas una piedra cercana, la cual golpeó al animal con éxito pero tuvo el nocivo efecto de atraerlo hacia él.

De inmediato el chico cayó al suelo defendiéndose con su brazo izquierdo y tratando de alcanzar una rama o algo con el otro, por fortuna lo logró pronto y al encajársela al animal éste desistió del ataque llorando y corriendo. No dejó atrás más que dos niños asustados y uno con un brazo muy ensangrentado.

-¡ Sessh! –lo llamó como sólo ella tenía permitido y únicamente a solas- ¡Estás herido! No te muevas voy a la fiesta por Izayoi.

- No, estoy bien. Vamos a tu casa, no quiero que nada te pase y no sabemos si el perro va a volver.

- Pero estás herido, no te puedes quedar así. –habló ella ya con lágrimas resbalando por sus mejillas, esta vez en verdad se había asustado.

- Vamos a tu casa, ahí me lavo y ya. –se puso de pie con trabajo y le dedicó una de esas medias sonrisas que siempre tenía escondidas y muy bien resguardadas. En el fondo le dolía mucho y también se había asustado, aunque más por Lin que por él, pero no podía dejarle ver eso, él tenía que ser fuerte y cuidarla siempre.

Caminaron lo que les quedaba hasta la gran casa azul donde vivía ella, fue algo lento y duro pero llegaron juntos, Lin sirviéndole a Sesshoumaru de apoyo. Entraron y de inmediato fueron a lavar la herida, cada gota de agua y roce del jabón parecían arder como fuego bajo la piel, pero él continuó inexpresivo, mirándola cómo lo ayudaba con todo el cuidado y la delicadeza del mundo… y cómo todavía seguía derramando lágrimas en silencio. Era la primera vez que la veía llorar. Cuando dejó de salir sangre ella no pudo más que poner unas gasas y una venda alrededor de la herida y pedirle que llamara a su padre.

- Yo puedo regresar solo.

- Pero el perro puede seguir ahí.

- Ya no.

- No lo sabes… -suspiró a punto de llorar más, él lo notó.

- Está bien, llamaré a alguien para que vengan por mí. Pero me debes una.

- Es… es… es que… -tartamudeó antes de abrazarlo como una explosión de ternura. Se dejó ir sobre él y lo rodeó llorando y sollozando palabras de agradecimiento.

- Ya, tranquila… -la calmó, ahora ya no le importaba el dolor en su brazo, no podía soportar verla llorar más así. – Estoy bien, siempre voy a estar aquí para protegerte. Te lo prometo. –y con su brazo sano la rodeó también él para quedarse un rato de esa forma y sellar una promesa que ni con la distancia, ni el tiempo podría romperse.

- Llama… -suspiró al fin separándose. Él lo hizo y en cinco minutos apareció en la puerta Izayoi. Al ver la cortada le pareció que necesitaba pocas puntadas pero debían encontrar al animal para revisar que no estuviera enfermo.

- Yo lo conozco, vive a pocas casas… después te llevo a él, siempre está ahí por las mañanas...

- Está bien… vamos al auto, tenemos que pasar al consultorio para que te dé un par de puntadas. Voy a llamar a tu papá, está preocupado. –la mujer salió y los dejó solos, Sesshoumaru se despidió de Lin pero ella no quería dejarlo ir, insistía en acompañarlos.

- Tus padres te dejaron quedarte si regresabas a casa temprano. No vas a desobedecer. Nos vemos. –y ya sin darle oportunidad de réplica salió de ahí.

Un rato después llegaron los papás de la niña y ella les contó todo lo sucedido, ambos muy preocupados la abrazaron y verificaron que estuviese bien, era muy extraño verla llorando. Después tomaron el teléfono para llamar a Inutashou y saber cómo estaba Sesshoumaru, pero en ese momento el timbre los distrajo. Era el chico que visitaba a Lin para cerciorarse de que se encontraba bien. Ella lo vio y lo abrazó otra vez, en el brazo izquierdo lucía una venda algo larga y de nuevo mintió diciendo que no dolía y que todo estaba bien, que ya ni sentía las heridas. Lin no lo creyó todo pero la tranquilizaba saber que por lo menos se curaría por completo, aunque la cicatriz quien sabe si desistiría alguna vez.

- Ve a descansar, te están esperando. –comenzó ella a despedirse viendo en la calle el auto estacionado.

- Sí, te veré después, es bueno saber que estás bien… y que ya se te quitó lo llorona.

- ¡No soy llorona! –se enojó- ¡Es tu culpa por asustarme así! –y él se quedó callado…

- Lo lamento.

- No fue tu culpa… fue todo un accidente. Ya vete, mañana voy a visitarte.

- Que alguien te lleve.

- Claro. –y con un último abrazo y una sonrisa se despidieron de su primer trago amargo, por esta vez todo resultó bien, aunque dentro de algunos años algo cambiaría la vida de los dos para siempre separándolos definitivamente.

CoNTiNuaRá...

Hello!! Aquí estoy con una nueva historia de Lin y Sessh... espero que les guste :) es un nuevo proyecto algo diferente, donde el inicio es a la mitad de la historia (como quizás se note en la primera escena). Entonces me despido y les pido algún comentario, bueno/malo/regular, cualquier cosita porfitas . Se cuidan mucho y espero que nos estemos leyendo. Próximo capítulo... "Muerte"