Gokú hizo la supergenkidama y todo terminó

Gokú hizo la supergenkidama y todo terminó. Nuevamente su vida pacífica se había visto interrumpida por la llegada de un monstruoso ser y nuevamente millones de personas habían muerto sin siquiera saber lo que ocurría. Al menos estar en primera fila durante las peleas le servia para conocer los motivos de tantas catástrofes. Ella no gastaba su tiempo tratando de hallar causas, sino soluciones.

Sin embargo, esta última batalla había sido diferente. HABÍA MUERTO. Desde adolescente se vio involucrada en el alocado mundo de las esferas del dragón, y en todas y cada una de las aventuras con cada cosa que ocurría se sorprendía eventualmente más y más. No había aventura en la que no ocurrieran hechos inexplicables y sorprendentes.

Ella misma causó un impacto tremendo en todos sus amigos al haberse presentado, durante la batalla con los androides, con el hijo del afamado Príncipe de los Saiyajines en brazos, mismo que en su momento de villanía contribuyó a violentar la tensa paz que durante un año reinó en la tierra luego de la muerte del saiyajin Raditz.

Sin embargo, la sorpresa mayor la tuvo ella misma al darse cuenta que con la convivencia diaria, sus sentimientos por ese tirano no eran más los de ira y desprecio, o en el mejor de los casos, compasión. Lo amaba. Saber cuando exactamente había ocurrido el cambio era imposible. Ella misma no lo sabía, y por más que trataba de remembrar no podía hacerlo.

Desde la llegada de Trunks, creyó que su vida al lado de un hombre como Vegeta sería más o menos tranquila. Sabía que el Príncipe de los Saiyajines jamás cambiaría su manera de pensar y actuar. Creía conocer a la persona que cada noche dormía con ella. Pero no fue así. Y eso que creyó que ya nada la impresionaría...

Luego de la desaparición de sus amigos por quien sabe que causa durante el torneo de las artes marciales, lo vio reaparecer horas más tarde. Y desde que lo vio intuyó que algo andaba mal. Pero jamás se imaginó que su más terrible pesadilla se haría realidad: El asesino intergaláctico había vuelto. El asesino de sangre fría volvió a cobrar más y más vidas inocentes. El asesino de sangre saiyayin que creyó muerto, renació.

Nunca antes, sin importar las circunstancias se había sentido como en ese momento. Años atrás había visto morir a Yamcha a manos de esos seres que Vegeta había traído consigo, y en aquel momento perdió la conciencia, pero el sentimiento que ahora la embargaba era difícil ponerlo en palabras. No pudo evitarlo, las fuerzas le faltaron y se desmayó.

No supo cuanto tiempo permaneció inconsciente, sin embargo no debió ser mucho, ya que al abrir los ojos todos seguían en la plataforma. Pero cuando observó a su amado Príncipe formar una bola más de energía y mover su brazo hacia la dirección en la que ella y sus amigos estaban deseó jamás haber abierto los ojos. Sólo por suerte, aparentemente, la energía se había desviado menos de un metro, pero las personas que estaban cerca no tuvieron esa fortuna y murieron instantáneamente.

Después se sintió un tremendo vacío en su interior. Algo en ella se había alejado, una parte de su alma, pensó. Y lo corroboró cuando le dijeron que su hasta entonces compañero de vida había muerto. Lloró, sí. Y a pesar de su orgullo, no le importó que sus amigos tuvieran fidedignas pruebas de cuán roto estaba su corazón. Durante el entrenamiento que Goten y su hijo tuvieron para pelear contra Boo, pensó una y otra vez en Vegeta. Lo iba a extrañar. Pero luego Majin Boo llegó al Templo Sagrado. Murió. Revivió. Y escuchó a su esposo pidiendo la energía que Gokú necesitaba para realizar la Genkidama, entonces dedujo que Vegeta estaba muerto, guardaría el recuerdo de su voz por siempre y gritó, sin más reparo, cuánto lo amaba. Lo perdonó…

Pero cuando los héroes volvieron a casa, incluyendo a aquellos que creyeron jamás volverían a ver, sintió que las fuerzas le faltaban. En el mismo instante en que lo vio llegar, analizó todo con esa velocidad que impresionaba a propios y extraños.

Entendió que si Porunga lo había revivido, y el deseo solicitaba expresamente que los inocentes que murieron a manos de Majin Boo revivieran, entonces él era considerado como uno. Y llegó a esta conclusión cuando sus amigos no percibieron el ki de los villanos.

Bulma estrechó a su hijo con vehemencia al saberlo vivo y sano. Gokú de inmediato fue abrazado por su esposa e hijos. Pero allí estaba él. Verlo aparecer en el palacio de Kamisama fue maravilloso, pero también devastador. En sus labios estaba esa sonrisa altanera y soberbia que amaba y detestaba en igual medida, pero como siempre, con esa actitud hostil que lo caracterizaba.

Sin embargo, algo en él lucía diferente. Hizo un escaneo de la figura del Príncipe Saiyajin de la cabeza a los pies y concluyó que su mirada había cambiado. Tenía un "no sé qué" desconocido para ella. ¿Arrepentimiento? ¿Vergüenza? No, imposible. Llevaba años compartiendo su vida con él y así como aparecieron estas probabilidades las descartó, él no conocía semejantes emociones.

Seguía dándole vueltas al asunto cuando Majin Boo gordo apareció en escena. Ella quedó aterrada. ¿No se suponía que su Príncipe y Gokú lo habían matado? Todos se pusieron a la defensiva, excepto los recién llegados. Aclarado el punto de que él no era malo y que Mister Satán se haría cargo de él, todo volvió a quedar en calma.

Los grupos fueron dispersándose para partir a sus hogares. Ella aún se preguntaba cómo regresaría a la Capital del Oeste, pero Vegeta la sorprendió.

-Bulma, vamos a casa –dijo él. Y en esa frase compuesta por cuatro sencillas palabras expresó mucho más que una orden o un simple deseo.

Yamcha, una vez recobrado del entusiasmo de volver a la vida, ver a Gokú de regreso entre sus amigos y luego del susto con lo de Majin Boo, reparó en Bulma y sabía que Vegeta no haría nada por llevarla a su casa. Así que sin haber escuchado lo que el soberbio saiyajin le había dicho a su esposa, se acercó y le dijo:

-Sé que no trajiste ninguna cápsula con nave, ni nada. ¿Qué te parece si te llevo a la Corporación Cápsula volando? Te prometo que no volaré como un demente. Vamos –extendió su mano a la vez que le sonreía para acompañar su ofrecimiento, esperando que ella aceptara.

Bulma dudó, en otras circunstancias encantada haría sufrir a su marido con algo de celos, esa chispa siempre provocaba fuegos artificiales en la intimidad, pero ahora…

-Aléjate de mi mujer, sabandija, o te aniquilaré lentamente. Seré yo quien la lleve a nuestra casa.

Yamcha parpadeó un par de veces con sorpresa. Quiso decir algo, pero no halló las palabras. Definitivamente no quería tener ningún tipo de altercado con Vegeta, sobretodo tomando en cuenta que él generalmente cumplía las amenazas que lanzaba. Por ello, tomó la decisión de dejar a su amiga en manos de su odioso esposo, después de todo ella era la única terrícola capaz de manejar a su antojo al saiyajin. Miró a Vegeta por unos instantes y de inmediato volteó su rostro con toda la soberbia que pudo reunir. En cambio a su antigua novia le sonrió y se despidió de ella.

-Bien, cuídate entonces, Bulma. Te llamaré uno de estos días para salir, ¿de acuerdo?

-Tú también cuídate Yamcha, estaré esperando tu llamada. –respondió la mujer apenas coordinando ideas, pues la actitud de Vegeta no dejaba de sorprenderla.

Vegeta miró el intercambió verbal con total desagrado. Ese insecto, pensaba, nunca dejaría de rondar a su mujer. Quizá sería necesario ponerle un alto. Pero a pesar de todo, sabía que Bulma jamás volvería a reparar en ese débil terrícola.

Trunks observaba todo desde la primera fila y quedó tan sorprendido como su madre cuando su padre dijo que él se la llevaría a su casa. Ahora no sabía qué hacer, se sentía incómodo. Había pensado llevar en brazos a su mamá hasta la Capital del Oeste, y luego, quizá, dar un paseo y conversar antes de llegar a casa. Pero ahora comenzaba a dudar que sus planes se llevaran a cabo.

-Trunks –escuchó la fuerte y autoritaria voz de su padre, quien, por extraño que pareciera, no lo miraba a él, sino a Bulma-. Vete a casa y avísale a tus abuelos que estamos bien, aunque tardaremos un poco más en regresar.

-Entendido. Nos vemos más tarde, mamá.

-Vuela con cuidado, hijo. Y no te detengas en ningún otro lugar. Tu padre estará al pendiente de tu ki, así que mejor ni lo intentes jovencito.

Durante la conversación con su hijo, ni Vegeta ni Bulma apartaron la mirada uno del otro. Trunks, inteligente como sus progenitores, supo que lo mejor era obedecer. Ambos se veían más serios de lo normal y si se rebelaba el castigo sería severo.

-Como digas, mamá. Los espero en casa –y enseguida alzó el vuelo.

Vegeta eliminó el espacio que lo separaba de su mujer, y sin previo aviso la tomó por la cintura. Ella no se movió un solo centímetro, pero sintió escalofrío cuando escuchó la seductora voz de él al oído:

-Sujétate fuerte, sabes que no acostumbro volar con lentitud.

¡Y que lo diga! –pensó la heredera de la Corporación Cápsula. Así que, como no quería correr ningún riesgo, abrazó al saiyajin del cuello, aferrándose con fuerza.

Vegeta la levantó por completo del piso colocando su brazo bajo las piernas de ella y sin decir más, desapareció del lugar con su mujer en brazos ante la sorprendida mirada de Yamcha, Krillin y Número 18, pues estos últimos también se dieron cuenta de que algo ocurría entre ellos.

Bulma cerró los ojos. No era la primera vez que volaba en brazos de su esposo. Nadie sabía de los paseos nocturnos que daban de vez en cuando. Y lo sorprendente era que siempre eran por iniciativa de Vegeta. Nunca le avisaba, sólo entraba a la habitación luego de un arduo día de entrenamiento, que por cierto, realizaba en quien sabe donde, pues durante uno o dos días no daba señales de vida. La abrazaba y salían volando por la terraza de su habitación hacia rumbos desconocidos, o al menos para ella, porque él parecía saber a donde quería llegar. Siempre la sorprendía con lugares maravillosos. Bellezas exóticas en las que seguramente ningún humano había podido poner un pie. Ella le agradecía el gesto entregándose tantas veces como su cuerpo soportara. Y él jamás la decepcionaba.

Pero ahora todo era diferente. A pesar de que los brazos de Vegeta siempre le ofrecían protección, esta vez había una barrera. En cuanto pusieran los pies sobre la tierra, ese mono sabría quién era Bulma Briefs.

Cuando él finalmente aterrizó en una montaña cerca de la Capital del Oeste, Bulma, aún sin tocar el piso, no perdió el tiempo y trató de poner distancia física entre sus cuerpos, pero no contaba con que el agarre del Príncipe era difícil de deshacer, especialmente cuando él era el principal interesado en mantenerlo. Y entendió por qué en el momento en que sus labios chocaron con esos otros que la besaban con pasión. No le dio ni tiempo de tomar aire para, quizá, devolverlo como correspondía, con la misma intensidad.

Sólo un instante tuvo para tomar todo el oxígeno que necesitaba, pues aparentemente él también había perdido el aliento. El beso continuó enseguida y en esta ocasión Bulma participó en forma activa. Su mente se olvidó de todo. Borró el miedo, la decepción, la furia, la tristeza, la desesperación, el dolor. Con esos labios saboreando los suyos, con esa cálida boca de su marido cubriendo la suya; sintiendo que, como pocas veces, en ese beso el estaba poniendo su vida; no tuvo, ni pudo decir nada en lo absoluto. Sus manos se movieron involuntariamente del cuello a la nuca de Vegeta para tener un mejor contacto.

Él profundizó el beso. Comenzó a morder con sensualidad el labio inferior pidiéndole permiso para entrar, y en cuanto ella accedió, penetró con su lengua la boca de ella. Bulma no entendía cómo, pero su marido había aprendido a besar de maravilla. Siempre la hacía temblar de placer cuando pedía y entregaba en igual medida. Vegeta se había vuelto todo un experto, y hasta donde sabía, ella era su única compañera en toda su vida. Sus labios sólo habían probado los de ella. Sí, había tenido otras mujeres, pero con ninguna compartió un solo beso; sólo se dedicaba a satisfacer sus necesidades sexuales, siempre con el consentimiento de la hembra en turno. Algo tan íntimo y tan "estúpidamente sentimental", como él lo definiría en cierta ocasión, únicamente lo había realizado con Bulma, y lo constató, pues cuando iniciaron con su romance él era bastante torpe en eso, sin embargo, era un alumno prodigio, pues aprendió técnicas y sutilezas en al arte de besar demasiado a prisa.

A diferencia de cuando el beso fungía como preámbulo de una entrega apasionada. Vegeta no movió sus manos de donde las puso en un inicio. Él único movimiento realizado fue estrechar más el abrazo, como si quisiera fundir sus cuerpos por la eternidad.

La mente de Vegeta, el corazón y su alma, al fin habían hallado un poco de la paz que tanto necesitaban. Lo único que quería desde que había vuelto a la vida era saber que esa mujer, su mujer, la mujer que había detestado alguna vez y a la que ahora amaba como a nadie en el mundo estaba viva. Casi perdió el juicio cuando vio a Majin Boo convirtiéndola en chocolate. Pero ahora que la tenia en sus brazos de nuevo, la protegería como antes no había sido capaz de hacerlo. Esta vez ambos estaban vivos y podían continuar con su relación justo como la habían dejado.

Pero Bulma no tenía lo mismo en mente, algo, todo, había cambiado en ella. Y por lo tanto, en ambos. Y se lo haría saber a ese mono testarudo en el preciso instante en que dejara de sentir que todo a su alrededor daba vueltas.

Como era su costumbre, cuando el beso terminó Vegeta permaneció en silencio. Él no era de esas personas que repetían una y otra vez lo que sentían. En el mejor de los casos, él prefería demostrarlo. Para él, las palabras únicamente eran un medio útil para poner a las sabandijas en su lugar, y está de más decir que durante algunos años esa arma le permitió mantener al margen la atracción que sentía por su mujer. En general, él nunca consideró necesario hacerle saber a Bulma lo que sentía por ella.

Pero cuando la relación avanzó, cuando él aceptó que si se había quedado tanto tiempo en la Corporación Cápsula no era precisamente para entrenar, entendió que ya nada podía apartarlo de aquel lugar y de aquella mujer. Entendió que quizá, sólo quizá, había encontrado un hogar.

El niño era otro tema, le tenía afecto, cariño… nunca se lo diría a nadie, pero con cada avance que el chiquillo lograba hacía parecer que ser padre no era tan malo. Sabía que en un futuro se convertiría en un guerrero excepcional. Ahora mismo, siendo sólo un infante, ya lo era; ponía en alto la sangre noble saiyajin que corría por sus venas. Y eso, sorprendentemente, lo llenaba de orgullo. Por ello, años atrás. Cuando Cell asesinó a su hijo del futuro, una ira incontenible lo dominó y trató de vengar la muerte del joven.

Esos estúpidos humanos hablaban siempre de la familia y lo importante que esta era. ¡Cuánto se rió ante semejantes patrañas cuando recién llegó a la tierra! Pero pronto, antes de que él mismo se diera cuenta, se encontró envuelto en el modo de vida que tanto denigraba a los de su raza. Había detestado a Kakarotto por cometer semejante estupidez y él resultaba no tan diferente de su rival.

Pudo haber continuado con esos pensamientos durante horas teniendo a su mujer en brazos, acariciando su cabello con una ternura inusual en él, pero la voz de Bulma llamándolo por su nombre lo sacó de reflexiones. Lo sorprendió su tono de voz. Estaba enojada, muy enojada. Pero no gritaba. Tras años y años de conocer todos sus matices, sabía que cuando Bulma no sacaba a gritos su rabia, era por un motivo importante. Era este tipo de furia en ella la que él no podía controlar. Lo único que hizo fue bajarla cuidadosamente y pedirle a Dendé que los ánimos de su mujercita se calmaran.

-¿Qué sucede?

Ella fue al grano, no quería postergar más lo inevitable.

-Aléjate de mi vida y de la de Trunks para siempre.

Él se alejó, efectivamente, pero únicamente un par de pasos, los mismos que retrocedió para poder verla directamente a los ojos. No tuvo que buscar el contacto visual. Su Princesa terrícola siempre era altanera y petulante. Orgullosa, hermosa y voluble en igual medida.

Muchas veces se preguntó si un alma saiyajin habitaba el cuerpo de su mujer. Eso no sería extraño. Las Guerreras Saiyajin eran tan letales y temidas como los hombres. Arrasaban con naciones, planetas y galaxias por igual. En su lista, siempre hubieron millones de muertos, así que en el otro mundo, si acaso algún acto bondadoso hubieran cometido, tenían dos opciones: pase directo al infierno o reencarnar. El alma de Bulma definitivamente pertenecía a la de alguien que optó por la segunda opción.

Su mirada era decidida, no titubeó ni un segundo cuando repitió lo dicho mirando directamente a los ojos negros de su guerrero.

-Quiero que te alejes de la vida de Trunks y de la mía. Llévame a la Corporación Cápsula, toma todo lo que te pertenezca y sal de muestras vidas de una vez y para siempre.

-Si he de tomar todo lo mío, entonces tú y el chiquillo vendrán conmigo.

-Todos me lo dijeron en un inicio y yo no quise creerles. Me dijeron que tú jamás dejarías de ser un saiyajin, que tuviera cuidado y hasta admiraron mi valor al permitirte vivir bajo mi techo. Yo respondí: "Miren a Gokú. Él también es un saiyajin y no por ello quiere destruir todo a su alrededor. Las personas cambian. Por Kami, casi todos los que son nuestros amigos en algún momento fueron mortales enemigos. Él ha cambiado, Vegeta no es más un asesino. Nunca volverá a serlo".

-Entonces, quizá debiste casarte con ese imbécil de Kakarotto para empezar.

-Créeme que muchas veces consideré la idea. Pero espera, ahora que lo pienso, yo puedo casarme con quien se me de la gana, porque, oh sorpresa, no estoy casada. Y por otro lado, es irónico, pero aunque Gokú siempre ha tenido motivos para odiarte, él jamás ha dicho una sola palabra en tu contra. Al contrario, es él único que confió en ti cuando te quedaste a vivir en mi casa durante la amenaza de los androides. Pero bueno, no puedo culparlo, él siempre ha sido tan ingenuo…

-No pretenderás que vaya a agradecerle la confianza que depositó en mí, ¿verdad, mujer? Y en cuanto a su ingenuidad, yo diría que imbécil es el adjetivo correcto para ese soldado de clase baja.

-No espero nada de ti. Ya no puedo esperar, no quiero ver que mis esperanzas son infundadas. Y aunque me cuesta decirlo, creo que esa palabra, imbécil, también me define por haber confiado en un asesino. Por haberte entregado mi vida… y como recompensa, sólo obtuve que estuvieras a punto de matarme…

Vegeta se quedó helado. Recapituló en un segundo. Ella se había dado cuenta que aquel ataque en el torneo de artes marciales era para todo el grupo de simpatizantes de los Guerreros Z que estaban reunidos en las gradas de aquel fatídico torneo. Ella incluida. Era demasiada coincidencia que, entre tantos puntos a los cuales lanzar las bolas de energía, los receptores fueran justamente ellos. Y era cierto. Vegeta había detectado el casi nulo ki de su esposa entre la multitud. Nada mejor para demostrar su recién recobrada malevolencia que asesinándola. Para Bulma, una interferencia divina impidió que muriera a manos de su propio esposo. Lo que ella no sabía era que en el último momento, Vegeta desvió la energía con un leve movimiento de muñeca, prácticamente imperceptible. Para él sólo significaron milímetros. Para ella, la vida.

-Sé muy bien lo que hice. Y no me siento orgulloso por ello. Pero no pienses que te pediré perdón, porque no lo haré. ¿Qué… qué hay de lo demás? ¿Eso no te importó?

-Lo demás… sí, me hablaron de ello. Me dijeron que "te sacrificaste" por la Tierra. Y tengo bien presente "tu súplica" exigiendo energía… Bien, déjame decirte que tengo bastante claro que nada de eso fue por mí o por Trunks. Te lo agradezco, le devolviste la vida a toda la humanidad, pero bien sé que nosotros no significamos nada en la tuya. Y ahora que toco el tema, te recuerdo que jamás haz tratado a Trunks como lo que es, tu hijo. Nunca te dije nada porque siempre supe que ante todo eras el orgulloso Príncipe de los Saiyajines, e incluso se lo dije a nuestro hijo para que él conociera sus raíces. Para que siguiera tu ejemplo de perseverancia. Sin embargo, tuve la esperanza de que un día cambiaras aunque fuera un poquito. Quise creer que adoptarías a la Tierra como tu hogar, pues jamás tuviste uno. Pero ahora veo que mis expectativas en ti eran demasiado superiores a lo que tú pudieses llegar a ser.

-Yo… Bulma –por primera vez en su vida Vegeta se quedó sin palabras. No había nada que refutar ante semejantes acusaciones, pues todas eran reales. Pero él había cambiado, realmente lo había hecho. Tenía que decírselo, tenía que hacer algo.

-Ni siquiera puedes decir algo… no te tomes la molestia de intentarlo. Entiende, no puedo borrar de mi memoria las imágenes de esas personas asesinadas sin el mínimo motivo. Ellos no tenían por qué morir. Al verte, volví a toparme frente al Vegeta que llegó hace más de diez años a la tierra. Con el… con el… asesino que acabó con la vida de mis amigos y a quien tanto miedo le tuve. ¿Entiendes eso Vegeta? ¡Te tuve miedo! ¿Sabes lo que eso significa? ¿Tienes la más remota idea de lo que es compartir tu vida con alguien para que al final te des cuenta de que no conoces a esa persona? Bueno, aunque no espero que lo entiendas, así es como me siento…

-¿Aun… me tienes miedo? –preguntó el saiyajin con cautela. A decir verdad estaba furioso, pero se sentía impotente al ver cómo la mujer que amaba, la mujer de su vida se alejaba con cada palabra que decía.

-No, el miedo desapareció tan rápido como llegó. Cuando vi que tu mano lanzaba una bola de energía y que esa energía venía directamente hacia mí… -sacudió la cabeza como si quisiera deshacerse de ese pensamiento o de esa sensación, pero no dejó de hablar-. ¿Sabes? Recuerdo que al principio todos se asombraban al ver de qué forma te trataba y te hablaba. Todos te seguían temiendo, pero yo no. No después de que te ofrecí vivir en mi casa. No sé cómo ni por qué, pero tenía la seguridad de que jamás me harías daño. Y eso que, cada vez que podías, me amenazabas con acabar conmigo si no cerraba "mi maldita boca". Los demás ni siquiera se atrevían a respirar cerca de ti. Pero cuando vi que era tu mano la que en segundos acabaría con mi vida, desperté. Ahora sé que tú y yo no queremos lo mismo. Tú debes anhelar tu vida como guerrero, pues la sacrificaste al acoplarte a esta existencia terrícola anormal para los de tu especie. Yo sólo quiero tranquilidad. Ya he vivido todas las aventuras que la vida me ha ofrecido. Ahora necesito un hombre a mi lado, alguien que cuide de mí. Tú lo has hecho este tiempo, a tu manera, claro, pero me has regalado los años más felices de mi vida, me diste un hijo. Y yo, en compensación, te he convertido en algo que no eres y que jamás has querido ser.

-¿Y tú cómo demonios puedes suponer lo que yo quiero?

Ella sonrió con cansancio. Ya había dicho todo lo que tenía por decir. Ahora diría lo elemental

-Vegeta, esto terminó. Te devuelvo tu libertad si es que en algún momento te la arrebaté.

-¿Así de fácil es todo para ti, mujer? ¿Así de sencillo echas por tierra todos estos años que he tenido que soportarte?

Sí, hay que admitirlo, el Príncipe Saiyajin puede ser un prodigio del combate, un estratega innato en la batalla. Pero la comunicación verbal en las relaciones de pareja definitivamente no es su fuerte. Y por su parte, Bulma estaba prestando más atención a las palabras mismas que al significado de éstas, por ello, comenzaba a derrumbarse con los agrios comentarios de su interlocutor.

-¿Lo ves? No tienes que seguir soportando nada de lo que tenga que ver conmigo. Además, recuerda que tú elegiste primero. Tú elegiste regresar a tu vida como saiyajin. Yo sólo estoy actuando en consecuencia.

Él guardó silencio unos momentos tratando de procesar todo. Sabía que la decisión que Bulma había tomado era irrevocable. La conocía, ella no era de las que cambiaba de parecer cada cinco segundos. A él lo único que le quedaba por hacer era respetarla.

-Bien, si es lo que quieres, si es lo que en verdad deseas, jamás volverás a verme.

-Eso es lo que quiero. ¿Tengo tu palabra?

-No, no por el momento. Tengo asuntos que resolver antes de largarme de aquí. Te llevaré a la Corporación Cápsula. Hablaré con tu padre para que prepare una nave lo más pronto que pueda y volveré al espacio. Cuando todo este listo entonces haré los juramentos que necesites para que Trunks y tú puedan vivir en paz.

-Perfecto –dijo Bulma, y eso era todo lo que podía decir. Sintió un nudo en la garganta cuando Vegeta aceptó sin más las condiciones de ella. Todo estaba hecho y ahora sólo tendría que explicárselo a su hijo. También tenía que hallar la forma de aprender a vivir sin su otra mitad.

-Vamos, ya nos retrasamos lo suficiente.

Y nuevamente Vegeta la estrechó entre sus fuertes brazos. Jamás creyó que la muerte fuera así de espantosa. Volvería a morir a manos de Majin Boo o de Freezer. Incluso de Cell y de los Androides. Todo con tal de no sentir semejante dolor. El pecho se le estaba desgarrando. No podía estarle pasando a él. Ni siquiera en el infierno lo habían torturado de esa manera. Y lo peor era que la única persona, la única mujer a la que amaba, era precisamente quien lo estaba matando.

Pero eso jamás lo sabría ella. Sus labios estaban sellados a pesar de que tuviera el ánimo de destruir millones de planetas por ese dolor que lo carcomía. Sin embargo, a pesar de su propio sufrimiento, no pasaba por alto el de ella. Entendía que ya la había herido lo suficiente. Alejarse sería lo mejor. Con eso él podría iniciar una vida y permitirle a ella ser feliz con alguien más. Quizá con el insecto de Yamcha… ¡No! ¡Él no! Él no podría hacerla feliz. Después de todo había tenido su oportunidad y no supo aprovecharla… A decir verdad, él tampoco.

Lo único que Bulma deseaba en ese momento era llegar a su casa y echarse a llorar para sacar de su cuerpo, de su corazón, de su alma, el amor que sentía por él. Este dolor era nuevo para ella. No era como si su existencia hubiera estado carente de dolor. Sí, había sufrido, pero es que en verdad nada de lo que había vivido la preparó para afrontar esto. Cuando le dijeron que Vegeta había muerto supo que no volvería a verlo, pero era la muerte quien se lo había llevado. En este caso, eran sus propias palabras y su decisión las que lo alejaban para siempre de su vida. Lo conocía, como heredero de la Realeza Saiyajin, él jamás rompería su palabra.

¿Qué haría con su vida a partir de la partida de él? Su día quizá no cambiaría mucho. Cuidaría de Trunks, se ocuparía de la empresa de su padre, se dedicaría a hacer investigaciones sobre nuevos prototipos para sus inventos. Quizá hasta descubriría nuevas cosas y crearía otras tantas. Definitivamente saldría de compras, visitaría amigas, amigos. Haría reuniones, festejaría cumpleaños, celebraciones… Ahora tendría más tiempo para ella. Podría concentrarse en las cosas que le gustaban como… vaya, en ese momento no podía pensar en ninguna, pero sabía que al menos ya no habría ningún lunático testarudo que se quejara porque su comida estaba quemada o desabrida.

Pero ya de noche, las cosas serían completamente diferentes. No estaría él para abrazarla. No estaría él haciéndole insinuaciones sobre la manera más efectiva para disminuir el mal carácter. No estaría él para decirle en las mañanas lo mal que se veía con tal o cual atuendo, pero llegada la noche y ante la total desnudez de sus cuerpos, repetirle lo hermosa que era mientras la observaba con adoración. No tendría a quien reclamarle por entrenar sin césar y no conseguir un empleo. No tendría un pecho donde descansar cuando el día hubiera sido agotador.

Su vida no volvería a ser la misma. Es increíble cómo una persona puede influir tanto en tu existencia y no darte cuenta de ello. Ahora parecía que su vida giraba en torno a él, pero estaba segura que tras unas semanas volvería a acostumbrarse a su vida de soltera. Volvería a salir con hombres y… y extrañamente eso no le resultaba atractivo. No quería volver a empezar una relación. Las citas, las sonrisas, el coqueteo, el desconocimiento que daba paso a la interacción y al descubrimiento de hábitos agradables o desagradables. Despertar y ver el rostro de alguien más… No, ya no. Ya se sentía… No, vieja no. ¡Eso jamás! Sólo sabía que era algo mayor para pasar por eso otra vez. Además, estaba Trunks. No le daría por compañía a su hijo a un desconocido. No le impondría la presencia de alguien que desconociera por completo el origen del pequeño y de la descomunal fuerza que poseía. En resumen, en cuanto Vegeta se marchara, su destino estaba sellado. Su corazón también.

Llegaron a su casa más rápido de lo que ambos imaginaron. Definitivamente tenían muchas cosas en qué pensar. Vegeta bajó a Bulma y le pesó mucho tener que soltarla. Sabía que nunca más volvería a poner sus manos sobre ella. Ella también sintió un escalofrío que recorrió su espina dorsal. Las manos de su saiyajin sentirían a otros cuerpos, pero no más el de ella.

-Bien… Yo… Iré a ver a Trunks.

-Hablaré con tu padre.

Vegeta tenía en los labios una sola pregunta: ¿Estas segura de esto? Pero éstos no podían decirla. Se lo había repetido durante esos pocos minutos de trayecto al menos cien veces; respetaría la decisión de ella.

-Bien.

Y ese fue el último intercambio verbal que tuvieron durante dos semanas.

CONTINUARÁ…

¡HOLA!

Me complace mucho presentarles este fic como mi tarjeta de presentación en esta sección de anime, aunque ya llevo bastante tiempo leyendo estos fics.

La pareja de Vegeta y Bulma es una de mis preferidas, aunque confieso que cuando en mis años mozos me enteré que ellos terminarían juntos, pegué "el grito en el cielo", y es que no podía concebir que Bulma se quedara con alguien que no fuese Yamcha.

Es por eso que notarán que en este fic Yamcha no será el "maldito desgraciado mujeriego" que todos llegamos a imaginar. Y siendo honesta, en el anime no hay una infidelidad que se le descubra al "Lobo del desierto". Leí en una página especializada en analizar los romances ente las parejas de DBZ que, en cierto modo era normal que Bulma del futuro le contara a Trunks que se cansó de las infidelidades de Yamcha para, digámoslo así, "salvar su honor" frente a su hijo. Evidentemente ella no le diría: "Me tiré al desgraciado de tu padre, al que por cierto todo mundo odiaba, pues era un asesino, porque ya estaba cansada de salir con Yamcha, quien fue mi novio durante 15 años". Bueno, al menos este es mi punto de vista.

A mi parecer Bulma era demasiado celosa y veía "moros con tranchetes" donde no los había. Además, recordemos que el sueño de Yamcha era casarse, incluso ante la llegada de Trunks del futuro y el aviso que le dio a "Kakarotto" él se emocionó cuando Gokú hizo el comentario del próximo embarazo de Bulma. Por otro lado, si alguien era coqueta y se emocionaba con otros chicos guapos (entiéndase General Blue en Dragon Ball y Zaabon en Dragon Ball Z), esa era Bulma.

En fin, sé que conforme vaya avanzando el fic sabrán a lo que me refiero, pues estos temas están incluidos en la historia.

Muchas gracias por leer y muy pronto tendrán la actualización.

¡Hasta pronto!