"solo su existencia era la excusa suficiente para justificar la creación del mundo entero"

Edward Cullen


9_ Promesa


La canción estaba en sus acordes finales, cuando, inesperadamente, Ginny guió a Harry hacia el interior de la Madriguera, apremiándolo.

-¿Qué sucede?- esa era una de las pocas veces que deseaba quedarse bailando por siempre, ya que a pesar de tener dos pies izquierdos, Ginny le hacía sentirse un bailarín experto.

-Empiezas a ser Harry… necesitas esconderte hasta que pueda encontrar la manera de camuflarte- algunas mechones de cabello azabache se mostraban en la cabeza de su novio. Tenía que esconderlo…

-¿Crees que haya más poción multijugos?-

-No lo sé, creo que Hermione tiene en algún lado-. Una vez en la cocina de la madriguera, Harry y Ginny observaron alguna señal de Hermione. Estaba bailando todavía con Ron.

-Bueno… no los interrumpiré…-

-¿Se te ocurre algo que podamos hacer?-. Créanlo o no, Harry formuló la pregunta de la manera más inocente que se pueda hacer. Él se refería a jugar snap explosivo, o comer algo… o quien sabe.

Ginny Weasley no pensaba igual.

Con un movimiento propio de un gato, sigiloso y sensual, Ginny se acercó a su novio le pasó los brazos por el cuello, atrayéndolo a sus labios, besándolo de una manera ardiente, que dejó totalmente descolocado a Harry.

-¿Te parece si vamos a mi habitación?-

-Pero…- Ginny lo calló con otro beso sugestivo.

La familia entera estaba en el patio. Si los encontraban, ya no habría que temer a Voldemort, porque los Weasley se encargarían de él. Sin embargo, tenía algo que hacer. Desde las noches que había pasado hablándole al espejo de dos caras, esperando por Ginny, una idea se había formado en la mente de Harry. Eran de esas ideas imprecisas que se formaban en él mientras cavilaba. Pero hoy podía ser una realidad. Después de todo, era lo más honorable que podía hacer. Y sabía que ella estaría de acuerdo.

Llegaron a la habitación de Ginny en un segundo. Ser mago mayor de edad era fantástico. Tuvo todo el cuidado del mundo en cerrar mágicamente el cuarto, en crear el hechizo mufliato en el pasillo, el hechizo hermético silenciador, para que solo ellos se pudieran escuchar, y el hechizo para cerrar las cortinas. Finalmente estaban juntos. Sin posibilidades de interrupción fraternal.

A pesar de tener ese vestido tan apretado e incomodo, Ginny se las arregló para llevar a Harry a su cama y dejarlo sobre ella.

-Tienes idea de lo mucho que me gusta ese vestido- le preguntó entre besos el pelinegro.

-Tanto como para quitármelo?...-

Con deliberada lentitud, Harry pasó sus dedos por el cuello de Ginny, sus besos se perdieron al igual que sus manos camino a ese escote. El dorso de la mano izquierda le rozó la suave piel de su pequeño y seductor busto, provocándole escalofríos. Se sentía tan bien hacerle eso de nuevo. Ver cada expresión de paz y fuego en la mirada de Ginny.

-Eres terriblemente excitante…-

Harry le seguía hablando a pesar que ella apenas podía articular sonidos. Con sus manos libres haló de la cara de él para besarlo ardientemente y morderle suavemente el labio inferior. Ni siquiera se había dado cuenta cuando la tela de su vestido se había roto y de una manera muy intima le rodeaba el cuerpo con las piernas, ya no existían sus zapatos…

-Y no solo ahora, usando ese vestido tan… - Harry volvió a besarle sus pechos y sus manos rodeaban su cintura –caminando… cocinando… doblando ropa… eres terriblemente excitante- Ginny enterró sus dedos en la cabellera azabache que tanto adoraba. Perdiéndose en los ojos esmeralda que tanto anhelaba.

Harry la estaba desnudando de un modo en que no la ha­bían desnudado mucho tiempo, en lo más hondo de su vientre experimentó esa lenta, cáli­da y profunda locura del deseo. Desde sus noches en Hogwarts, desde aquella primera vez y las muchas que le siguieron. Al fin sus cuerpos lograban estar juntos. Con las primeras caricias de Harry, Ginny ya estaba com­pletamente dispuesta y no deseaba ir más despacio ni refrenarse, ¡que importaba si toda su familia estaba justo en el patio de su casa!, ¡ellos jamás se enterarían que Harry y ella hacían el amor!. ¡Ellos jamás entenderían que esta era la despedida más agridulce que existía…!

-He soñado contigo… –dijo Harry con la boca curvada en una lenta y pícara sonrisa –cada noche, desde nuestra despedida en King Cross, he pasado las noches soñando contigo- con una familiaridad desconcertante, Harry recorría la ahora pierna desnuda de Ginny, la rodilla, el muslo, solo un poco más arriba.

No solo era deseo físico, tanto que dolía, era más, siempre había sido más… y estaba conciente que ahora más que nunca debía ser parte de ella.

-He soñado con que te tocaba aquí…- sus dedos exploraban magistralmente provocándole tales placeres que era un alivio que tuvieran el hechizo mufliato. Solo Harry escucharía cada uno de sus suspiros, de sus exclamaciones de placer. Sin saber exactamente como, Harry había desaparecido la ropa de ambos, casi tan impaciente como ella.

-…Y aquí…- sus caricias casi hacían que saltara de la cama al mismo tiempo que hacían desear estar más cerca de él.

Ginny cerró los ojos incapaz de resistir el deseo. Los pensamientos simplemente le dejaron paso al instinto. Tentador, cálido y posesivo en sus caricias, Harry ingresó al cuerpo de Ginny, tentándola, acariciándola con sus manos, besándola y disfrutando de su cuerpo, como tantas otras veces lo habían hecho. Disfrutando cuando su respiración se aceleraba conforme los espasmos que la hacían sudar y sonrojarse.

Perfecta. Solo su existencia era excusa suficiente para justificar la creación del mundo entero. Un mundo mágico donde él era feliz. Un mundo donde le podría hacer el amor todos los días, sin temor a nada ni nadie. Un mundo donde ella era lo único real.

La tensión ya había pasado. Ahora se dedicaban a disfrutar los resquicios del orgasmo que acababan de disfrutar. Besándose dulcemente. La mente de Harry solo tenía una idea. Y tenía que apresurarse para llevarla a cabo. De pronto, el beso terminó. Y Harry se quedó muy quedito, solo mirándola y moviendo sus ojos, concentrándose en su rostro. Al parecer memorizándolo.

-¿Qué sucede Harry?-

-Hay algo que he querido hacer- Ginny le acarició el cabello. Sus ojos mostraban plena confianza en las decisiones de Harry –solo recuerda, que si no estás de acuerdo, me dices y me detendré de inmediato-Ahora tenía intriga. Y un poco de excitación.

-Soy tuya, has conmigo lo que desees…-

Harry colocó la palma de su mano derecha sobre el pecho de Ginny, justo sobre su corazón, ella le imitó. Juntaron sus frentes, con sus cuerpos entrelazados. Cuando Harry habló, su voz era baja y firme:

-Si algo debe perderse,entonces sea mi honor por el tuyo.Si uno debe ser desamparado,entonces sea mi alma por la tuya.Si la muerte llega pronto, entonces sea mi vida para la tuya-. Él tomó una respiración profunda y terminó, completando el encantamiento que lo hechizaría de por vida-. Soy entregado a ti.

Los ojos de Ginny se abrieron desmesuradamente. ¡Él se había entregado a ella en matrimonio!. Pocas veces tomaba en serio una clase de Runas Antiguas, pero cuando estudiaron los hechizos druidas, este ritual en particular se le quedó grabado en la memoria, no tenía idea que Harry lo conociera.

Sus ojos verdes le miraban expectantes. Definitivamente Ginny no se esperaba algo así. Sin hacerlo esperar más habló:

-Si algo debe perderse,entonces sea mi honor por el tuyo.Si uno debe ser desamparado,entonces sea mi alma por la tuya.Si la muerte llega pronto, entonces sea mi vida para la tuya-. Ella trataba de que la voz no se le quebrara, pero era muy difícil, era tan feliz-. Soy entregada a ti. (N/A1).

Estos eran los votos matrimoniales druidas, un hechizo vinculante tan antiguo como la magia misma. Con la misma decisión, los jóvenes se besaron sellando así su matrimonio. No válido ante la ley mágica moderna, o el Ministerio mismo, pero era tan válido en sus corazones que no necesitaron un juez que lo acreditara. Ellos estaban casados. Eran marido y mujer. Se besaron y sonrieron ante la locura cometida.

-Supongo que ahora seré la señora Potter- quien iba a imaginar que la independiente y tenaz Ginny Weasley estaría casada a los dieciséis años, volvió a reír ante la locura, ¡y casada con el amor de su vida!

-Siempre lo has sido Gin, siempre lo serás- sensualmente Ginny delineó con su lengua los labios de Harry. –Entonces señor Potter, le recomiendo que ahora mismo me haga el amor…-

-A sus órdenes, señora Potter-.

***

Con desgana, Ginny abandonó su diminuta cama y empezó a recobrar las prendas de vestir.

-¿Crees que ya nos extrañan?-

-Francamente, espero que ni siquiera hayan notado nuestra huida.

Ginny se acercó y le besó, lo que podía ser su último beso. Le dolió en sus labios cuando entendió lo que sucedía en la cabeza de Harry. Ellos estaban disfrutando el ahora… no podía permitirse pensar en la enorme tristeza que se estaba formando en ella. No podía permitirse llorar enfrente de él. Tenía que ser fuerte por su marido –la palabra sonaba tan bien en su cabeza, como si siempre hubiera sido así- fuerte porque no importaba lo que pasara ellos tenían este recuerdo juntos.

Harry acarició su cabello rojo y se perdió en él. Este era el momento que no tenía permitido dudar. Pero lo hizo. Dudó que pudiera irse en busca de los horrocrux. Dudó que pudiera derrotar a Voldemort y sobre todo, dudo que pudiera ver a Ginny otra vez.

Suspiraron perdidos en sus temores. Pero ninguno dijo nada.

Sonrieron para darle al otro la esperanza que ellos no sentían. La esperanza de, como decía la canción que bailaron, "De día viviré, pensando en tu sonrisas; De noche las estrellas me acompañaran, Serás como una luz, Que alumbre en mi camino, Me voy pero te juro que mañana volveré".

-Volvemos a la realidad?- preguntó Ginny con tristeza.

Un beso corto, nada más, esa fue su respuesta. Con sus manos entrelazadas, y Harry agitando su varita para quitar los hechizos en el cuarto de Ginny, se alejaron de su santuario.

¿Volver al la realidad?- pensaba Harry- eso no es posible, él estaba con su realidad. Con lo único real en su mundo.

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N/A1: del libro "El beso de Highlander" Karen Marie Moning.