Hola!! Lo prometido es deuda, he aquí el último capítpulo de Como críos! (Espero que nadie me mate después de leerlo, pero es que me gustan este tipo de historias) Por cierto, no tengo ni idea de como una fangirl como yo ha acabado haciendo un Allena, la verdad...

Lamento el retraso, pero es que mi pueblo ah estado de fiestas y claro... no tenía la mente como para escribir ¬¬U Ahora que he terminado CC quizá pueda ponerme por fin con Vampire (para más información, mirar mi perfil , donde tb he subido imágenes)

Bueno, muchas gracias a todos por seguir este fic hasta el final (este el capítulo más largo que he escrito de entre todos mis fics, que conste) Espero que os gute (lo he pasado mal escribiéndolo, la verdad)

Y muchas gracias para los que dejais reviews!! Os adoro!! Gracias a Ichi - Ichi, SeikaDragon, Yami RosenkreuZ, Ariane De Virgo, Shiji, laurita92, Alun Ory MIRC, Countess Erzsebet, x Souseiseki x, dagmw, ALEXIELLUST, Ankoku Miharu, NIKONIKO-CHAN, Mariaafp yyyyyy Hikari Rahel

DGM no me pertenece


"Con lo bonito que ha amanecido el día, como es que ha acabado así?" – pensaba Lenalee mientras recorría los pasillos de la Orden como alma que lleva el diablo.

En efecto, aquel día claro de postal se había vuelto gris, amenazando de tormenta. Parecía como si reflejara su estado de ánimo.

Estaba desesperada. Quería encontrar a Allen a cualquier precio. Su instinto le decía que algo iba realmente mal y, el hecho de no haber encontrado ni una sola señal de vida por parte del más joven de los exorcistas desde hacía horas, solo hacía que angustiarla aún más.

- "Por favor, que alguien le encuentre y que esté bien. Por favor, por favor…"- rogaba incansablemente mientras comprobaba todas y cada una de las habitaciones que le había correspondido rastrear. –"Por favor, que no le haya pasado nada a Allen-kun. Que Allen-kun esté bien… Si Allen-kun no está… si él no está yo…-

El sonido de un intento de comunicación por parte de su gólem la exaltó. Rápidamente giró la cabeza a la espera de nuevas noticias.

- Le he… encontrado.- anunció una voz grave. A Lenalee le dio un vuelco el corazón y salió corriendo hacia el lugar que indicaba el propietario de la voz.

KYUKYUKYUKYUKYUKYUKYUKYUKYUKYUKYUKYU

Lavi se encontraba buscando a su pequeño amigo por todos y cada uno de los rincones de la enorme biblioteca. Como él era el que mejor conocía aquel lugar (y el que menos posibilidades de perderse tenía) le tocó a él rastrear por esa zona.

Suspirando, resignado, empezó a llamar a Allen a gritos, aprovechando que ahora nadie le regañaría por ello.

Sin embargo, no podía dejar de darle vueltas a la cabeza a lo ocurrido. Durante unos segundos había sido él. No fue ni un exorcista ni un Bookman, fue él mismo. Su verdadero yo, su verdadero nombre (el cual el viejo panda se negó a revelarle).

Que habría pasado si no hubiera logrado regresar? Habría sido capaz de elegir otro destino diferente al que tenía ahora? Acaso… habría podido ser libre?

Lavi se sacudió la cabeza, intentando sacar esas ideas de ella. Desde cuando se había vuelto tan quejica? Él es quien es y lo que es. Y punto. Eso fue lo que eligió.

No obstante, no dejó de darle vueltas a la posibilidad de conseguir la libertad. Y si Allen aún pudiera gozar de ella? Por lo que se había insinuado, cuanto más tardaran en revertir los efectos de la Inocencia, más recuperaría la persona en cuestión su "yo" del pasado.

Quizá, si tardaban lo suficiente, Allen podría quedarse como un niño y empezar de nuevo…

Lavi volvió a desechar la idea. Allen decidió de motu propio unirse a la Orden. Eligió su propio camino, al igual que él en su momento.

Además, aunque se quedara como niño, Allen tenía la Inocencia en su cuerpo, por lo que sería incapaz de escapar de su destino como exorcista.

Lavi volvió a suspirar, mientras paseaba por las distintas estanterías de la biblioteca. Debía de ser horrible saber que no existía manera alguna de lograr la libertad…

De repente, un sonido de ondas estáticas le sacó de su ensimismamiento. Su gólem se puso delante de él.

- Lo he… encontrado.- anunció una voz bien conocida para él.

Bueno, era hora de traer de vuelta a su Allen.

KYUKYUKYUKYUKYUKYUKYUKYUKYUKYUKYUKYUKYU

- Tsk!- Kanda estaba hastiado. Hasta cuando van a tener que estar buscando a ese maldito criajo!! (Nunca mejor dicho)

Recorría las diferentes puertas que era capaz de ver con los ojos, como esperando a que se abrieran solas, pues a él no le hacía ni pizca de gracia tener que ir abriéndolas todas, una por una- Y todo para buscar a un estúpido Moyashi con un estúpido cuerpo de un estúpido crío y con su estúpida mentalidad infantil!!-

Sí, desde luego, Kanda ya estaba empezando a cansarse y el dolor de cabeza que tenía no lo estaba mejorando mucho. Según Komui, no era más que una secuela por la exposición a la Inocencia.

Lo que más le molestaba no era eso, sino el hecho de que él fuera al único que le doliera, y tan solo por unos minutos de diferencia! Ahora que se paraba a pensarlo, teniendo en cuenta que el Moyashi llevaba varias horas más que ellos en ese estado…

Kanda sonrió maliciosamente. Ya verás el dolor de cabeza que tendrá mañana por la mañana el tipejo. Eso le ganaría un par de días o quizá más sin tener que aguantar su presencia.

Aunque, pensándolo mejor, comparado con el revuelo que harían Lenalee, Lavi y gente como Jerry si al Moyashi le pasara algo, prefería tener que aguantar a este último.

Y tampoco era plan de desearle mal así por que sí. Que no soportaba al chaval era un hecho, pero no hasta el punto de odiarle (aunque nunca lo reconocerá)

Dejando escapar un suspiro de derrota, Kanda se dirigió a la zona de entrenamiento. Luchando contra la tentación de quedarse a entrenar y olvidarse del asunto del Moyashi, Kanda fue registrando todas las diferentes salas.

Solo de pensar de lo que Lenalee y Lavi podrían hacerle si le descubrían entrenando en vez de buscar a Allen…

Un escalofrío le recorrió la espalda. Kanda Yuu no les tenía miedo a ese par de maníacos cuando se ponían en modo "protector". Era solo que le inquietaban. Y mucho.

Otro escalofrío le sacó de sus pensamientos. Vale, eso no era normal. El japonés no sentía escalofríos por algo tan trivial como la locura de sus amigos, por lo que buscó otro posible origen para ello.

No muy lejos de él había una puerta entreabierta. Kanda la reconoció enseguida. La puerta iba a dar a una pequeña habitación de entrenamiento en desuso. Por el vaivén de la puerta pudo deducir que una corriente de aire la empujaba (el mismo aire que seguramente provocó sus temblores).

Contemplando la posibilidad de que el enano se hubiera refugiado allí, Kanda se adentró en la sala que estaba casi a oscuras. La única luz provenía de la ventana que, por lo que pudo ver Kanda, estaba rota. Eso explicaba la repentina corriente de aire.

Tanteando con las manos, empezó a buscar un interruptor en la pared o algún mecanismo para alumbrar aquel lugar. De repente, se paró en secó. Le pareció oír algo.

Concentrándose todo lo que podía, intentó aislar el nuevo sonido que acababa de percibir del ruido que hacía el viento al pasar por los restos de la ventana, lo cual fue toda una hazaña pues se estaba preparando una tormenta.

Y allí estaban de nuevo. Un sonido débil, casi imperceptible, de una voz rota. Acaso eran sollozos?

- Oi, Moyashi! Estás ahí?- gritó. En ese momento le pareció oír lo que, inconfundiblemente, fue un grito ahogado. Acostumbrándose cada vez más a la oscuridad, logró discernir un pequeño bulto al otro lado de la sala.

Con cuidado, pues recordaba que en algún lugar de la sala debían empezar unas escaleras para bajar a donde estaba Allen, se fue acercando a donde estaba este. Con la mirada empezó a buscar a su gólem, pues debía comunicar al resto de sus compañeros el hallazgo. Cuando por fin logró encontrar un interruptor, su gólem apareció ante él.

- Conéctame con el resto.- ordenó. De pronto oyó los ya conocidos sonidos que hacían los gólem cuando establecían comunicación. – Lo he… encontrado.- esto último lo dijo casi en un susurro, pues acababa de accionar la luz y lo que se había encontrado le dejó en estado de shock completo.

Apenas podía oír los sonidos que llegaban de su gólem, ni siquiera las molestas interferencias que tanto odiaba normalmente. Era incapaz de apartar la vista de la persona que tenía ante él.

-…da….nda…. Kanda! – el sonido de su propio nombre le hizo recuperarse un poco.

- Q-Que?-

- Kanda, menos mal! Pensé que la comunicación se había cortado!- oyó decir a Komui, a través de su gólem.- Trae a Allen de vuelta al despacho, por favor.-

- Será mejor que vengáis vosotros, con Miranda.-

- Kanda, pasa algo?- confía en Komui para notar al instante cuando algo no iba correctamente.- Donde estáis?-

- En… en los terrenos de entrenamiento… En una sala que está abandonada.-

- Entendido. Ahora vamos para allá.-

- … Daros prisa.- respondió Kanda, casi en un susurro. La mala suerte quiso que Komui ya hubiera cortado la comunicación cuando dijo aquellas palabras.

El japonés volvió a centrar su atención en Allen, sin saber qué hacer. En esos momentos, se sentía incapaz de moverse si quiera. Y es que, delante de él, estaba la imagen más desoladora que había visto jamás.

Sangre.

Todo estaba manchado de aquel líquido rojizo. Las paredes (y, para su horror, algunas de las manchas ya estaban resecas), el suelo, la ropa de Allen, su cara, su brazo… Dios! Su brazo!!

- Pero que?- el japonés se acercó un poco más. Sus temores se confirmaron al comprobar que el brazo izquierdo del chico, el de la Inocencia, estaba lleno de múltiples cortes, algunos bastante profundos y unos pocos peligrosamente cerca de la muñeca. En la mano derecha, que también estaba llena de cortes, descansaba un pequeño trozo de cristal que pertenecía, indudablemente, a la ventana. – Que demonios has hecho!?- preguntó, alarmado, pues Allen apenas había reaccionado por su presencia.

Lentamente, el pequeño fue levantando la cabeza. Kanda se quedó helado de nuevo. Desde el suelo, Allen le lanzaba una mirada desenfocada. En su cara se podía ver el rastro de lágrimas, mezclado con salpicaduras de sangre.

Sin embargo, lo que más asustó a Kanda fueron los ojos. Aquellos ojos, normalmente llenos de alegría y amabilidad, ahora eran fríos y estaban vacíos. El color plateado característico de Allen había dejado paso a un gris más propio de una persona ciega que de un niño pequeño.

- Que qué he hecho? Por qué preguntas eso?- preguntó el pequeño. Su voz estaba quebrada y su tono era distante, como si alguien hubiera hablado por él.

Kanda no sabía como reaccionar. Que había sido de aquel niño inocente e ingenuo que todos conocían y adoraban?

- Como que por qué? Por qué motivo te has... te has cortado!?-

Allen le siguió mirando como si se tratase de una marioneta, sin ningún tipo de señal de vida. Confundido por la pregunta, ladeó la cabeza.

- Que hay de malo en eso?-

La naturalidad y tranquilidad con la que había respondido habían sorprendido a Kanda. Como que qué había de malo? Acaso no era consciente de lo peligroso que era aquello? Acaso no sabía que podía morir si seguía así?

Ese último pensamiento golpeó con fuerza a Kanda. Y si era eso lo que buscaba el Moyashi? Pero… por qué?

Kanda se disponía a empezar a preguntarle cosas a Allen pues, a pesar de su estado, parecía que sería capaz de aclararle algunas dudas. Además, cuanto más hablara con él, menos oportunidades tendría de hacerse daño a sí mismo.

Sin embargo, antes de que abriera siquiera la boca, Allen había empezado a hablar de nuevo.

- Que hay de malo en querer deshacerte de una deformidad? De semejante abominación? Su existencia me ha seguido desde que nací. Desde que nací…- continuó Allen, sin hacer ningún caso a los movimientos de la otra persona con la que compartía la estancia. Kanda se había puesto tenso al oír hablar de esa forma a Allen, que parecía estar dirigiéndose más a sí mismo más que a él. – He sido un monstruo desde que nací.-

- Moyashi…-

- Un monstruo. Un ser maldito. Por eso mamá y papá se deshicieron de mí. Todo por culpa de este brazo. Este brazo…- Allen empezó a derramar lágrimas amargas, mientras miraba su brazo ensangrentado. Para sorpresa de un petrificado Kanda, una sonrisa adornó la cara de Allen. Aunque no compartía la dulzura que se acostumbraba a ver en la cara del joven.- Pero ahora estará todo bien… - continuó Allen, con los ojos desorbitados por la "alegría"- En cuanto me deshaga de este problema, todo estará bien. Mamá y papá volverán a por mí en cuanto me deshaga de este brazo.-

Antes de que Kanda pudiera siquiera asimilar lo que significaban esas palabras, Allen levantó la mano derecha, agarrando con tanta fuerza el trozo de cristal roto que su mano empezó a sangrar de nuevo. Su cara denotaba una gran determinación y ni siquiera pestañeó ante las nuevas heridas.

Anticipándose al movimiento del pequeño, Kanda por fin logró reaccionar. Haciendo uso de la agilidad que había obtenido tras tantos años de entrenamiento, logró coger la muñeca de Allen a medio camino de su objetivo. Con la mano libre le arrebató el cristal de un tirón y lo lanzó al otro lado de la habitación.

- Que se supone que ibas a hacer, pedazo de imbécil!?- le regañó Kanda, más asustado que enfadado. Fulminó a Allen con la mirada, pero su semblante volvió a cambiar casi al instante. Los ojos vacíos del pequeño ahora estaban desorbitados por el miedo y su cara había perdido el poco color que tenía. Estaba aterrorizado. – o-oi, Moyashi…- Kanda, alarmado, trató de calmar al pequeño poniendo su otra mano sobre el hombro de este. Eso no hizo más que empeorar las cosas.

- Nooo!! Suéltame!! Suéltame!!- empezó a gritar a pleno pulmón Allen. También trataba de zafarse de él mediante patadas y fuertes tirones de sus brazos, que seguro le estaban lastimando más a él que a Kanda. Si no le soltaba pronto era probable que se dislocara el hombro.

- Moyashi!! Tranquilízate!!-

- Suéltame!!-

- Moya… Allen!!-

- SUELTAME!!-

Una cegadora luz verde empezó a emanar del cuerpo de Allen. Antes de que Kanda o Allen pudieran comprender lo que pasaba, una enorme fuerza empezó a presionar al japonés.

Kanda intentó soportar el embiste de aquella energía, pero pronto quedó claro que era inútil. Su cuerpo se llenó de numerosos cortes, antes de salir despedido con enorme potencia hacia el otro lado de la habitación.

Su choque contra la pared nunca llegó. En su lugar pudo notar como algo blando frenaba su golpe.

- Yuu! Estás bien?- La voz de Lavi le llegó por su espalda. Al parecer, el pelirrojo había llegado justo a tiempo para coger a Kanda en pleno vuelo.- Que ha pasado?-

Sin embargo, Kanda no le hizo caso. En cuanto se recuperó, volvió a mirar hacia el lugar donde estaba Allen. Lavi también miro hacia allí y lo que vio le dejó boquiabierto.

- Pero que…-

En ese momento, Allen se miraba atemorizado la mano izquierda, o lo que antes era su mano izquierda, pues ahora era una garra con afiladas cuchillas como dedos. Con los ojos como platos, empezó a gritar.

- Allen!- Lavi quiso llegar hasta donde estaba su amigo e intentar tranquilizarle. Sin embargo, el fuerte agarre de su muñeca por parte de Kanda se lo impidió. – Yuu, que está pasando?- preguntó, desesperado.

- El Moyashi no está en sus cabales. Ha intentado lastimarse a sí mismo. N-no se que hacer.- admitió Kanda, apesumbrado.

Lavi le lanzó una mirada empática a Kanda, y después volvió a mira a Allen, que se sostenía con fuerza el brazo izquierdo, como si quisiera rasgarlo con sus uñas.

- Un monstruo! En realidad sí que soy un monstruo! Aquella gente tenía razón. Tenía razón!!- Allen volvía a soltar todas aquellas frases más para sí mismo que para el resto. Parecía estar en plena discusión con su subconsciente.

- Q-Que gente, Allen?- Lavi intentó establecer una conversación con el chico, mientras se acercaba a él lentamente. Había visto más casos como este, en el que, debido a algún trauma, las personas perdían el juicio y empezaban a hablar consigo mismos, encerrados en su propio mundo, a modo de defensa. Quien habría pensado que Allen había sido uno de ellos?

- Todos!! Toda la gente!! Mis padres, que me insultaron desde que nací y me abandonaron en la calle. La gente que pasaba a mi lado y me lanzaban miradas de asco o me apedreaban!- soltó Allen, sin apenas tomar aliento.- Tenían razón. Todos tenían razón! Debía haberme muerto cuando nací! Debí morir en el parto!! Así nadie habría sufrido. Nadie habría tenido que cargar con una existencia maldita como la mía. Puede que ni siquiera yo mismo…-

Entonces, Allen se hizo un ovillo. Kanda y Lavi palidecieron al ver que, con la fuerza de su movimiento, se cortó varios pelos de su melena. Si no tenía cuidado, podría decapitarse por la posición en la que estaba ahora, con la mano de la Inocencia peligrosamente cerca de su cabeza y cuello.

Pero eso no era lo único que había helado a ambos exorcistas. Los dos sabían que el pasado de Allen no había sido precisamente bonito, pero nadie se podía imaginar hasta que punto había tenido que sufrir el chico. Lo que más les sorprendía era como había logrado llegar a ser la persona fuerte y alegre que todos conocían.

El sonido de un sollozo alarmó a los dos, que dirigieron su atención hacia la nueva presencia que ninguno de los dos había logrado detectar. Estaban demasiado concentrados en Allen.

Lenalee estaba allí, con lágrimas en los ojos y con las manos tapándose la boca, tratando de reprimir un grito. Ninguno sabía el tiempo que llevaba allí, pero estaba claro que había oído más que suficiente.

Lenalee no se lo podía creer. No podía. Todas esas cosas horribles que estaba diciendo Allen la estaban minando por dentro. Claramente, lo peor vino cuando oyó de la boca del propio Allen su deseo de morir.

No podía tolerarlo. Sentía que se derrumbaba. Pero no podía hacerlo. Ahora no. Allen le necesitaba. Si no lograban tranquilizarlo… Si no lograban recuperar a su Allen…

- Allen!-

Antes que ninguno de los otros chicos se lo impidiera, Lenalee echó a correr en la dirección de su amigo.

Allen, que había oído el grito de alguien, levantó ligeramente el rostro. Lo que vio todavía lo asustó más. Una borrosa figura se acercaba a él a una velocidad asombrosa.

Y si había venido para hacerle daño, como el resto? Y si, esta vez era la definitiva y acaban con su vida?

No… Por qué? Por qué nadie le deja en paz? Por qué no tenía derecho a vivir a pesar de ser tan diferente a los humanos? Él no quería morir. No quería…

Y aquella figura se aproximaba aún más!! No! Aléjate! No me hagas más daño!!

- NO TE ACERQUES!!- bramó Allen.

Una nueva corriente de energía surgió de su cuerpo pillando desprevenida a Lenalee, que ya estaba a escasos metros del niño. No le daría tiempo a reaccionar.

Lenalee se tapó la cara con los brazos, tratando de aguantar el golpe lo mejor que pudiera. No obstante, ese golpe no llegó a impactar contra ella, aunque sí que podía oír el ruido que provocaba las ondas de choque de la energía.

Lenalee abrió los ojos y separó sus brazos de la cara para ver mejor. Delante de ella estaba Lavi, con su Inocencia invocada, bloqueando la energía de Allen. Kanda también se había acercado a ellos, resguardándose de las ondas reflejadas por el martillo de Lavi, que rebotaban por toda la estancia, destruyéndola.

- Lavi…-

- Lenalee, como se te ocurre!?- le gritó, enfadado, Lavi.

- Yo solo quería ayudarle…-

- Maldita sea, Lenalee. Ahora Allen no es consciente de sus actos. Como crees que se sentiría Allen si te hubiera hecho daño? Crees que eso le habría ayudado?-

Lenalee se mordió el labio. Lavi tenía toda la razón pero, aún así, al ver a Allen en ese estado…

- No le podemos dejar así…- murmuró Lenalee. Después levantó la mirada y miró a Lavi directamente a los ojos. Por sus mejillas recorrías decenas de lágrimas.- Tenemos que ayudarle Lavi. Tenemos que ayudar a Allen.- Dijo angustiada, mientras se aferraba a la túnica de Lavi.

Este también parecía estar confuso. Miró a Kanda buscando apoyo pero este tampoco sabía lo que hacer. Mierda! Nunca en toda su vida se había sentido tan inútil.

- No… no sé lo que hacer, Lenalee. No sé como calmarle…-

- Tiene que haber alguna manera. Al fin y al cabo, algo o alguien ya logró rescatarle de ese estado.- razonó Kanda. Al notar las miradas de sus dos compañeros, se aclaró.- Quiero decir, de qué otro modo si no habríamos conocido al Moyashi tal y como es ahora? Tuvo que recibir ayuda de algún modo en su verdadera niñez...-

- Yuu, los tratamientos psicológicos tardan años en hacer efecto. De verdad crees que nosotros podríamos hacer algo en tan poco tiempo?- Kanda se encogió de hombros. Esa era la única esperanza a la que podían aferrarse.

- Yo voy a intentarlo.-

- Lenalee!-

- No, Lavi, escúchame!! Me da igual que pienses que es peligroso! Lo único que me importa ahora es recuperar a Allen, entiendes? Solo quiero que Allen vuelva…- declaró al joven entre sollozos. Los dos chicos la miraron sin saber bien qué decir. Aunque no lo dijeran en voz alta, ambos compartían ese deseo.

El repentino cese del ataque del pequeño les pilló a todos desprevenidos. Un silencio casi sepulcral le siguió.

- Allen!!-

Sin embargo, no fueron capaces de moverse del sitio, aunque ya pudiesen hacerlo. Los tres se habían quedado expectantes a ver el próximo movimiento del pequeño.

Para su horror, Allen empezó a temblar convulsivamente, Lenalee ahogó un grito cuando Allen empezó a toser sangre.

Su Inocencia ya no estaba activada, dejando ver el brazo herido. Pero la atención de Allen se centraba en la otra mano, donde podía ver un pequeño charco de sangre que había escupido al toser.

Un profundo y punzante dolor en el pecho volvió a aparecer, obligándole de nuevo a toser y a doblarse sobre su cintura. Allen empezó a devolver sangre de nuevo.

- Allen!!- gritó Lenalee, mientras volvió a acercarse de nuevo al pequeño, esta vez con suma cautela.

- Mierda, esto es lo que le pasa por mantener tanto tiempo invocada la Inocencia en ese estado.-

- Allen, estás bien?- preguntó, tímidamente, Lenalee, tratando de acariciar la cabeza de Allen con su mano.

Allen, por su parte, al oír que alguien se dirigía a él, levantó un poco la vista y se horrorizó. Aquella figura había levantado la mano. Le había levantado la mano! Allen cerró los ojos, esperando el golpe.

Su actitud no pasó desapercibida por sus amigos, que le miraron con profunda lástima. El pequeño estaba aterrorizado ante la sola idea de que alguien se acercara a él.

La mano de Lenalee tembló ligeramente en el aire. Que era lo mejor? Si tocaba a Allen este seguramente se asustaría pero, si no lo hacía, tampoco habría ninguna posibilidad para intentar calmarle. Armándose de valor, Lenalee se posó suavemente en la cabellera de Allen y empezó a acariciarle dulcemente.

El pequeño se sorprendió. No solo el esperado y predecible golpe no llegó, sino que, en su lugar, sentía una suave y reconfortante sensación en el pelo.

Abrió los ojos nuevamente y, por primera vez, pudo ver el rostro de la figura que había ante él. Una chica joven le sonreía a través de un rostro lleno de lágrimas. Por qué lloraba? Por qué le sonreía si estaba claro que sus ojos no participaban en esa sonrisa? Por qué le acariciaba cuando lo más normal era que le apaleara?

Quién era esa chica?

- Wau, Lenalee, creo que has conseguido calmarle un poco. Puede que ahora sea más fácil…- comentó Lavi, impresionado, mientras se acercaba a la chica por detrás. Kanda había preferido quedarse atrás. Lo último que necesitaba Allen era estar rodeado de extraños. Además, alguien debía explicarle la situación a Komui cuando se dignara a aparecer.

Lenalee asintió, esperanzada. Sin poderlo evitar, trató de usar la otra mano para abrazar a Allen.

Pero este no lo vio así. Una nueva figura había aparecido y mucho más alta e imponente que la anterior. Pero lo que más temía eran las palabras que había pronunciado esta. Qué es lo que sería más fácil? Por qué necesitaban calmarle?

Y entonces entendió. Entendió por que le habían acariciado en vez de golpearle. Le esperaba algo peor que unos simples golpes. Le esperaba algo que le dejaría malherido por varios días, sin tener fuerzas siquiera para poder moverse. Por qué' Por qué tenía que volver a pasar por ese infierno? No quería que le hicieran eso!! Prefería mil veces los golpes y las pedradas!

Al notar que la otra mano de la chica se acercaba peligrosamente a su cintura comprendió que no tenía escapatoria. Con toda la fuerza que pudo, apartó las manos de la chica de un golpe, que le miró, sobresaltada.

Lenalee no se lo podía creer. Hasta hace unos segundos Allen estaba más calmado y, de repente, se había vuelto a alterar. Lo que más la desconcertó era la mirada que le estaba lanzando el pequeño, donde se podía apreciar un enorme terror mezclado con un gesto de dolor, como si le hubieran traicionado.

El golpe de Allen la pilló desprevenida y este, aprovechando su única oportunidad, salió corriendo hacia el otro lado de la pared. Sin embargo, estaba muy débil y no llegó lejos. Se dejó caer contra la pared y resbaló contra el suelo. Su mente se nublaba por momentos pero estaba decidido. No iba a volver a pasar por aquel humillante calvario. Antes se mordería la lengua.

Los tres exorcistas contemplaron con temor los vanos intentos de Allen de escapar de ellos. El corazón se les sobrecogió cuando se chocó contra la pared y empezó a resbalarse hasta el suelo.

Lo último que vieron de Allen fue como volvía a hacerse un ovillo, esta vez sujetándose con fuerza las rodillas, mientras no paraba de temblar.

- Pero que?- Lavi no podía creer lo que había visto. Pero no podía ser. Allen había estado relativamente bien hasta que le había odio hablar y había notado la mano de Lenalee en su cintura. Lavi repasó sus palabras, en busca de algún indicio que le mostrara la razón del comportamiento de Allen. La reacción de Allen le había pillado por sorpresa. Parecía como si temiese más una caricia que un golpe. Pero… por qué?

Que podía significar que resultara más temible una simple caricia?

Y entonces, ató cabos. Miró a Allen, con los ojos como platos. No podía ser. Era imposible!

Pero, la reacción de Allen…

- Allen…- dijo casi en un susurro, con una voz tan tomada y quebrada que asustó a sus otros dos compañeros.

Lenalee le miró, sin comprender, pero el gesto de profundo dolor y tristeza de Lavi le dijeron que, sea lo que fuere que había descubierto, no era algo. Y Lenalee sintió miedo. Mucho miedo. Por primera vez sentía que la pérdida de Allen podía hacerse una realidad y no solo uno de sus temores.

Sin hacer caso del grito de Lavi, Lenalee se abalanzó contra Allen. Sin esperar el permiso del pequeño alzó su cuerpo y le abrazó. Le abrazó con todas sus fuerzas, como si temiera que, si lo soltaba, jamás volvería a ver a Allen.

Allen estaba aterrado. Acaso ya se habían cansado de intentar llevárselo por las buenas. Ahora intentarían hacerlo por las fuerza! El agarre de la chica era tremendamente fuerte, pero él no se había rendido, todavía no. Empezó a patalear y a golpear con sus brazos a la chica, que no lo soltaba. De repente fue incapaz de usar sus brazos. La otra figura se los había agarrado.

- Allen, tranquilízate!!- le gritó esta.

Sí, y que más. Aunque no podía usar sus brazos seguía pudiendo usar sus piernas, que intentaban alcanzar algún punto sensible de la chica y obligarle a que le soltara. Viendo que no tenía ningún resultado hizo lo único que le quedaba por hacer. Mordió a la chica, con fuerza. Pudo notar el sabor de la sangre en su boca.

- Lenalee!!-

- Estoy bien, Lavi.- aseguró Lenalee, que ni siquiera había parpadeado ante el dolor. No era su cuerpo lo que estaba lastimado. - Suéltale, solo le estás poniendo más nervioso.-

- Pero, Lenalee… Si lo hago…-

-Por favor.- rogó esta. Sin estar muy convencido, Lavi soltó los brazos de Allen que se pusieron en los hombros de Lenalee, intentando distanciarse.

Lenalee hizo todo lo contrario Colocando suavemente una de sus manos sobre la cabeza de Allen, acercó su cuerpecito más al suyo. Dulcemente, volvió a acariciar sus cabellos.

- Está bien, Allen. Ya todo está bien. No tienes por qué tener miedo. Yo no te haré daño, te lo juro.- gruesas lágrimas recorrieron las mejillas de Lenalee, mientras posaba su cabeza sobre la de Allen. Este seguía mordiéndola, pero ya había dejado de aplicar fuerza.- Te dije en su momento que te salvaría las veces que hiciera falta, recuerdas? Pues pienso mantenerlo, Allen. Te salvaré siempre. Siempre estaré a tu lado. Siempre te protegeré de aquellos que quieran hacerte daño. Te lo prometo… Así que… por favor…- su voz se quebró debido a sus pequeños sollozos. Era incapaz de expresar con palabras el anhelo real que sentía por el joven. Solo quería, solo rogaba, que Allen fuese capaz de comprender sus palabras. Y aceptarlas.

Todo era un caos en la mente del pequeño. Por qué una desconocida lloraba por él? Por qué le hacía aquellas promesas, unas promesas de tanto significado para alguien como él, si apenas sabía quien era? Es que no le importaba que fuese un monstruo?

Su madre se deshizo de cualquier sentimiento hacia él nada más verle, por qué esta extraña era tan diferente?

Allen notó como una parte de él deseaba creer las palabras de la joven sin embargo, la experiencia le había enseñado que la mayor parte de las veces, aquellas promesas no eran más que palabras vacías. Esta chica no tenía por qué ser diferente. En cuanto pasara un poco de tiempo se cansaría de él, se hartaría de su aspecto, como todo el mundo. Y eso era algo que no podría soportar. Si volvían a deshacerse de él las personas en las que había depositado su confianza, quedaría destrozado. Su existencia se hundiría aún más en la oscuridad.

Sin embargo, era incapaz de ignorar la calidez de la chica. No solo su cuerpo, su abrazo, sus caricias… sino también la calidez de su voz, de sus palabras.

Parpadeó varias veces y vio con claridad por primera vez lo que le rodeaba. Estaba en una sala destrozada acompañado de tres personas. La chica que le abrazaba y otros dos chicos. Ambos le estaban mirando con claros gestos de preocupación en sus caras. Serían capaces de hacerle daño estas personas?

Bajo un poco la mirada y se encontró con el hombro ensangrentado de la chica, gracias a una herida que sus propios dientes le habían producido. Un nuevo sentimiento cruzó su mente. Era arrepentimiento? Se lamentaba por haber lastimado a aquella desconocida?

Lentamente, Allen llevó una de sus manos hasta la herida y la repasó con los dedos. La chica no se sobresaltó por el dolor sino que aumentó la firmeza de su abrazo.

- Está bien, Allen. Ya no me duele.-

Allen no se lo podía creer. Aquella chica no solo le había leído el pensamiento sino que le había perdonado dulcemente sin que él hubiera siquiera pronunciado ninguna palabra de disculpa. Allen notó como las lágrimas se concentraban en sus ojos pero, al contrario de otras veces, amargas y llenas de resentimiento, estas eran de alivio. Alivio por encontrar a alguien capaz de encender una luz y guiarle entre tanta oscuridad. Alivio por encontrar a alguien que quisiese estar a su lado.

Que más daba si el resto del mundo estaba en su contra si había una sola persona decidida a dar la cara por él. El corazón de Allen latía frenéticamente. Sus pequeños brazos se abrazaron al cuello de la chica con fuerza.

- Lo siento.- oyó murmurar Lenalee en su cuello. Como si esa hubieran sido las palabras que había estado deseando oír durante toda su vida, dejó escapar un suspiro de profundo alivio. Sus lágrimas ya no eran de pena sino de alegría. Allen le había aceptado. Le dejaría estar a su lado.

Pronto, la sala se llenó de sollozos por parte tanto de Lenalee como de Allen, que lloraba desconsoladamente en el cuello de Lenalee, liberando toda la tensión que había acumulado.

Los dos se quedaron así, llorando en su propio mundo. Pero no les importó, pues era el mundo de los dos.

El repentino sonido de unos pasos y el peso de una prenda de ropa sobre los hombros del pequeño sacaron a Lenalee de su ensimismamiento. Alzando un poco la vista pudo ver a Kanda, que le había colocado la túnica a Allen. Su gesto estaba mucho más relajado que antes, y también el de Lavi, que les observaba desde la lejanía.

Pero, lo que sorprendió a Lenalee fue la presencia de otras dos personas. Cuando habían entrado Komui y Miranda (esta, por cierto, estaba justamente detrás de Kanda)? Ambos estaban inspeccionando la estancia con gesto serio. Miranda estaba al borde de las lágrimas. Parecía que había aún más gente esperando en la puerta, por el jolgorio que se oía, pero Lavi y Kanda habían evitado que entraran.

Agradeciendo el gesto, Lenalee les lanzó una sonrisa y le indicó a Miranda que era el momento justo.

- Time Record!-

Lenalee sintió como cambiaba el peso que había contra su cuerpo, pero no le importó. Los pequeños brazos que se habían aferrado a su cuello se habían convertido en fuertes brazos que la inundaban en un firme y cálido abrazo. El cuerpo de Allen había dejado de temblar. Todo acabó en cuestión de unos segundos.

Lenalee no quería romper el contacto que tenía con Allen. Nunca antes se había sentido tan unida a él y no quería deshacerse de esa sensación tan pronto. Sin embargo, era hora de recuperar al Allen de siempre. Poco a poco se fueron separando.

Lenalee recibió una visión que casi le deja si aliento. Un Allen moreno, con el pelo largo y sin la cicatriz, le estaba dirigiendo una dulce sonrisa. Sentía como su cara se ruborizaba al notar como los dedos de este le limpiaban los rastros de lágrimas del rostro.

Su corazón dio un vuelco cuando, sin previo aviso, Allen juntó su frente con la de ella. Lenalee podía jurar que oía los latidos de su corazón en sus oídos.

- Gracias.- dijo Allen, suavemente. Lenalee se sintió llorar de alegría una vez más. Del cuerpo de Allen desapareció todo brillo y, cuando se separó de nuevo de Lenalee, allí estaba, el Allen de corto pelo níveo que todos conocían. Ambos se miraron directamente a los ojos. Y Allen le dedicó una de sus raras y hermosas sonrisas auténticas, llena de cariño.- Muchas gracias, Lenalee.-

Sin poder añadir nada más, sus ojos se cerraron y se desplomó en el suelo. La oscuridad le había engullido, pero no le importaba. Tenía una luz a su lado que siempre se encargaría de mostrarle el camino.

Antes de perder el conocimiento, antes de perder todo recuerdo de lo que había acontecido, su alma realizó un deseo:

Una vez más. Sólo una vez más, dejadme confiar en alguien con todo mi corazón.