¡Buenas! Vuelvo por fin con el epílogo... bastante largo, pero tuvo que ser así ;x; en fin, siendo lo último, espero que no sea para tanto xD

Os dejo con él :)


Fic dedicado a Chia-chan.

By Jackilyn-San.


- Between you and me -

Epílogo: 'Entre ellos'

-

Aquella sensación le hizo bombear el corazón con fuerza. Se le había atorado el habla, secado los labios, permaneciéndolos semiabiertos por la impresión. Sus ojos quedaron demasiado abiertos, sin despegar la visión que tenía en frente. Aturdida.

Nunca pensó que, al hacer una simple llamada a su abuela para saber cómo iba el equipo de tenis, ésta le informó algo que la hizo ir inmediatamente al lugar. Y milagrosamente no llegó a perderse, seguramente ante las ganas y desesperación por llegar sin retrasos.

Hasta que no lo vio no se lo había creído. Se encontró primero con unos chicos que paseaban por el lugar, preguntándoles sobre Seigaku y, sobre todo, el novato titular. Fue entonces cuando vio a lo lejos a Momoshiro junto a él. Se mordió el labio nerviosa, juntó sus manos y se fue acercando lentamente hacia ellos, llegando a apresurarse con rapidez y, una vez detrás de ellos, el cual, el menor iba siendo arrastrado por el moreno, se dio valor para llamar la atención de ambos.

Tragó y apretó fuertemente los ojos, una vez hecho, los abrió y clavó en ambas espaldas que se alejaban.

- ¡M-Momo-senpai, Ryoma-kun!-

Aquellos cuerpos dejaron de alejarse ante la voz femenina, el mayor se volteó primeramente, y el menor miraba a Momo con confusión, imitándole y observando a la jovencita tras ellos. Había levantado una ceja, interrogativo. Sakuno se percató y lo miró desconcertada. Él no la recordaba. Sino pues, la habría mirado como tal, indiferencia. Pero aquella expresión representaba la confusión.

Se fue acercando con lentitud sin despegar la mirada del joven, con ambas manos cerca de su pecho. Apretándolas contra sí. Una vez con ellos, miró a Ryoma una vez más, tragando saliva.

- R-Ryoma-kun…-

Para sorpresa de la joven, a Ryoma se le aparecieron leves tonos rojizos en sus mejillas, retrocediendo un par de pasos. Sakuno parpadeó, alargando una mano hacia él, pero Ryoma volvió a retroceder. Temblaba ligeramente.

- ¿Ryoma-kun…?- Emitió más para ella, confusa.

Si no la recordaba… ¿por qué huía de ella?

Momoshiro observó la escena, extrañado.

- ¿La recuerdas, Echizen?-

Ryoma sin mirarle, con sus ojos clavados -con cierto nerviosismo- en la joven, negó lentamente con la cabeza.

- N-no… recuerdo nada- Musitó.

- ¿Ha… perdido la memoria?-

Lo sabía, pero tenía que escucharlo de los labios de Momo, éste con dificultad, asintió. Seguidamente, recordando a qué iba con tanta prisa, se disculpó con ella y arrastró nuevamente al joven amnésico. Sakuno los siguió por inercia, realmente preocupada y queriendo hacer algo por él. Por Ryoma.

Mientras éste iba siendo arrastrado por Momoshiro, miraba de vez en cuando hacia atrás, posando sus ojos en la jovencita de trenzas.

Sentía muchísimo interés acerca de esa chica. Sus largas trenzas la hacían destacar demasiado y, opinando interiormente que le quedaban realmente bien.

Rodillas demasiado altas.

El codo, demasiado doblado. Los hombros demasiado separados.

Caderas demasiado flojas.

Pelo demasiado largo, mejor córtatelo…

Ryoma se zafó de Momo, desconcertándole. Mirando con curiosidad a la jovencita que paró al verles, intercambiando miradas con el mayor. Sin decir nada, alargó una mano y atrapó una de las trenzas, inspeccionándola detenidamente. Para él era realmente fascinante siendo una trenza tan larga.

Momoshiro paró con esperanzas que recordase algo, más le intrigaba aquel comportamiento con la jovencita.

Sakuno se sonrojó levemente. - ¿O-ocurre… algo?-

- ¡Ah, lo siento…!- Se disculpó soltando la trenza al instante.

Un acto impropio de Echizen Ryoma. Disculparse. Sakuno negó lentamente con la cabeza.

- T-tienes… el pelo muy largo-

El corazón le dio un vuelco ante el comentario. Típico que siempre le decía él para molestarla, o eso pensaba. Porque no creía que su pelo largo fuese un obstáculo para jugar al tenis.

Pero ahora sus labios temblaban ligeramente, sin salirle las palabras.

Ryoma, con la mirada en el suelo, rodó sus ojos y volvió a posarlos en ella. Sorprendentemente para Sakuno, Echizen le dedicó una sonrisa. Descolocándola.

- Te queda bien, no te lo cortes-

No fue eso lo que la dejó allí parada. Inmóvil. Nunca jamás había presenciado a Echizen Ryoma sonreír con tanta amabilidad. Tanta inocencia. En ese momento él parecía un niño desorientado, asustado por lo desconocido. Todo para él en aquellos momentos era desconocido. Los senpais, ella. El tenis.

Quedó con la boca abierta y ahogó un grito, sorprendida por el gesto del joven. Aún olvidando que tenía amnesia. Echizen parpadeó varias veces y observando el rostro de Sakuno, retrocedió nuevamente unos pasos, colocando ambas manos delante de él y moviéndolas agitadamente.

- ¡L-lo siento, yo…!-

Sakuno hizo lo mismo.

Vaya par.

Momoshiro se llevó una mano a la frente, frotándola. No podía estar ahí por más tiempo, mientras durase el partido de la Golden Pair él tenía que hacer lo que estuviera en su mano para que Echizen recuperara la memoria. Antes del partido final.

Sakuno estuvo con ellos observando como al principio, en unas canchas cercanas, Momoshiro trataba de hacer recordar al príncipe jugando al tenis. O eso intentaba.

A cada pelota que le lanzaba, el joven se tapaba el rostro con la raqueta, cerrando los ojos con fuerza. Asustado por la potencia.

Ryuzaki sentía deseos de hacerlo salir de la cancha en esos momentos, pero eso era por su bien. Por él y por el equipo. ¿Qué había estado haciendo para haber acabado así?

Veía a Momo esforzándose, frustrado de que el chico no recordara nada y, en cuanto vio a los antiguos rivales del príncipe, retrocedió unos pasos de las rejas de la cancha.

Todos podían hacer algo por Ryoma. Todos. ¿Pero ella qué podía hacer? No era buena en tenis, por lo que no podía decir que pudiera jugar con él para enseñarle. Ridículo.

Se alejó de ellos lentamente, sin hacerles percatar que se había marchado. Lentamente y con la cabeza gacha. Sintiéndose inútil.

Justo cerca de allí, encontró una expendedora de refrescos, acercándose como por inercia, se vio sacando un Ponta. Un Ponta de uva. Se quedó mirándola distraídamente, bastante decaída por no poder hacer nada.

¿Qué podría hacer por ti esta vez...Ryoma-kun?

Exhaló un leve suspiro, frotando con suavidad la lata de Ponta con sus pulgares y, seguidamente, se la atrajo hasta su rostro, presionándola hacia sus labios mientras cerraba levemente sus ojos. Se había sentado en un banco cercano de la máquina de refrescos, quedando en esa posición, sola. Todos estarían pendientes del partido de dobles, el último de la Golden Pair.

Notó sólo un poco la diferencia respecto a su –relación- con Ryoma, más en cuenta, tal vez. Pero no dejaba de ser tan distante y poco hablador. El chico de monosílabos.

Le prometió, una y otra vez, que iría a verlos en los nacionales. Y allí estaba. Mucho no había podido pasarse teniendo otras cosas que hacer. Pero a algunos, al menos, pudo acercarse y verles. Trayendo comida como compensación.

Ese día, ignorando lo que tuviera que hacer, fue a ver a Ryoma por la impresión de enterarse de que tuviese amnesia. Nada más verlo su impresión aumentó. No parecía él.

Su mirada seria y fría había pasado a ser una bastante apacible. Con sonrisas bastante adorables cuando, las de Echizen Ryoma, eran más arrogantes y presumidas. Algo digno de verse.

Recordando el rostro enrojecido del chico, no pudo evitar que se le asomara una sonrisa divertida en el rostro pero, en cuanto le llegaron los recuerdos de aquel viaje a la montaña nevada, se le entristeció. Había pasado demasiado con él en esos días. Detalles que tal vez no tengan demasiada importancia pero que para ella, eran realmente un tesoro. Porque Ryoma, siendo tan distante e indiferente con casi todo el mundo, cuando le da por algún detalle, aunque sea sin darse cuenta, era muy significativo.

Sus detalles son leves pero muy importantes y notables. Aquellos que tanto le gustan y le hacen rebosar de alegría.

Y ahora que ha perdido la memoria, él no la recordaba. Nada de lo que había pasado con ella y, su carácter había cambiado. Cierto es que lo encuentra encantador, pero Ryoma de por sí, lo era. Sea como sea. Pero si ella tenía que elegir, prefería al Ryoma de siempre. A ese Ryoma de monosílabos y detalles que la hacían feliz irremediablemente.

Se alzó del banco aún con la Ponta en manos, dispuesta a volver a la cancha para ver cómo les iba pero, nada más voltearse, lo vio a lo lejos. Acercándose con la raqueta echada a su hombro izquierdo, el semblante tapado por su gorra y flequillos. A pasos lentos y seguros.

Apretó la lata entre sus manos, mordiéndose el labio y, contemplando en silencio la cercanía del príncipe. En cuanto la pasó de largo, ella volteó rápidamente y lo llamó. Sakuno no lo miró a los ojos.

- N-no quiero que sigas así… Yo…-

Agachó más la mirada y cerró los ojos con fuerza, dándose valor para hablar.

Porque él debería saber lo que significaba para ella, él y su tenis.

- Una vez, hace mucho tiempo, me enseñaste tu tenis…- Balbuceó. – Realmente yo…-

Tragó y se humedeció el labio. Por mucho que se confesara, él se quedaría igual. Seguro la estaría mirando totalmente aturdido, desconociendo a lo que ella estuviera hablando.

- ¿Qué dices, Ryuzaki?-

Echizen medio giró hacia ella. Mostró una leve sonrisa creída sin dejar de mirarla, obviando lo que pasaba. Sakuno, sorprendida, alzó la cabeza para verlo, notando el leve sudor en su rostro, cayendo pequeñas gotas hasta perderse en su cuello. Más su respiración algo agitada, seguramente, le habían estado dando sesiones de tenis.

- Lo siento, ¿puedes guardártelo para después?-

Ryuzaki abrió levemente sus labios con intenciones de responderle, pero Ryoma interrumpió colocándole con suavidad la raqueta en la cabeza. Miró hacia otra dirección, suspiró levemente y volvió a observarla de soslayo. Sin borrar su sonrisa arrogante.

- Tengo algo importante que hacer- Dijo. – Algo que me queda pendiente y está esperando-

Ella no dijo nada, lo observaba ensimismada mientras él hablaba y, notándolo, bajó la raqueta y la golpeó con el marco detrás de las rodillas, haciendo que Sakuno se tambaleara y volviera en sí mientras ahogaba un leve gritito.

Ryoma le dio la espalda, alzando la raqueta y volviendo a colocarla sobre su hombro, ajustándose la gorra a la vez que clavaba su mirada hacia la entrada. Donde lo llevaría hacia aquel que, tras vencerlo, Seigaku sería victorioso. Campeones de los Nacionales.

Sakuno se acercó un poco y vio aquel brillo en sus ojos. Aquel que determinaba la pasión que tenía el chico por el tenis, las ganas que tenía de comenzar. La jovencita no pudo remediar esbozar una sonrisa. Definitivamente, había vuelto. El Ryoma-kun que tanto le gustaba.

Cuando Ryoma comenzó a andar dispuesto a ir a su encuentro, ella lo siguió un poco más atrás, dándose prisa para llegar a su altura.

Antes de que pudiera hacerlo habían cruzado hasta poder llegar hasta los demás y, quitándose la chaqueta de titular, se la echó encima a la joven, bajando acto seguido hacia donde se encontraban los senpais, ignorando demasiados comentarios que le parecieron poco dignas de responder.

Ryuzaki se reunió a ellos, unos asientos algo más arriba, apretando la chaqueta fuertemente contra su pecho mientras sentía su corazón bombardear con fuerza. A Momoshiro se le notaba cansado, pero orgulloso y feliz del resultado. Había hecho volver al novato de Seigaku. Y agradeció a todos aquellos que prestaron ayuda para conseguirlo.

Buena suerte, Ryoma-kun.

Deseó interiormente con todas su fuerzas, observando desde las gradas el saludo de ambos jugadores. El enigmático Yukimura Seiichi y el novato arrogante, Echizen Ryoma.

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El sonido peculiar de la campana retumbó en sus oídos, haciéndola abrir sus ojos al instante y mirándolo todo con confusión. Como analizando dónde se encontraba.

Lentamente se fue incorporando hasta quedar sentada, emitiendo un suave y poco audible bostezo a la vez que secaba las leves lágrimas producidas por tal acción. Una vez hecho, volvió a observar su alrededor, encogiéndose por la brisa que caló por su ropa. Se frotó los brazos un poco, captando dónde se encontraba.

Se irguió sacudiéndose al instante la falda y chaqueta, ambas de color verdoso. De repente, la puerta se abrió de golpe, haciéndola dar un pequeño brinco mientras se giraba. Tres chicas, más la de en medio siendo su mejor amiga, agitaban sus manos y la llamaban estruendosamente.

- Lo siento, Tomo-chan-

Ryuzaki sonrió avergonzaba al haberse quedado dormida en la azotea y, Tomoka, la tomó rápidamente del brazo y arrastró seguidas por las otras dos hacia el aula. Exclamándole mientras la regañaba por casi llegar tarde a la clase de matemáticas. Decir casi al toparse con el profesor de aquella materia justo en la puerta del aula. Las cuatro chicas, más lo sentía Sakuno, se inclinaron hacia el mayor y pidieron disculpas. Seguidamente, entraron a clase y sentaron en sus lugares.

El asiento de Sakuno estaba bastante cerca de la pizarra, unos de los lugares más próximos al profesor. Casi todos intentaban no escoger aquellos lugares pero, una vez que tomaban asiento, el tutor cambiaba a su gusto y a Ryuzaki le tocó aquel lugar. Tomoka unos asientos más atrás de la fila de su amiga y, si tenía algo que decirle, escribía alguna nota y pasaba hacia delante, pidiendo a los compañeros que se la hicieran llegar a Ryuzaki. Aunque más de una vez habían estado casi de ser pilladas por el profesor.

Sakuno sacó los materiales en su mesa y, en cuanto el profesor empezó la clase, no despegó su atención de la lección. Las matemáticas y el inglés eran las asignaturas que le costaban un poco más, por lo que, no perdía detalle de las explicaciones y tomar apuntes en todo.

Por un momento mantuvo sólo sus ojos en el profesor, pero su mente divagó a los recuerdos. Más aquel sueño que tuvo hace unos minutos en la azotea.

Lo siento, ¿puedes guardártelo para después?

Exhaló un leve suspiro, descansando su mejilla en su mano izquierda, bastante pensativa. Había pasado año y medio desde aquello y, aún se le venían imágenes, recuerdos de aquel torneo. Aunque no fuera realmente importante pero, fuera para lo que fuera, no cumplió lo que él mismo dijo. Ni siquiera esperó para contarle, sino para que él diese cuenta y recordara. La buscara y preguntara por aquello que estaba intentando decirle aquel día. Lo dejó pasar. Más cuando él se marchó, pero no lo sintió. Es decir, pensaba que se quedaría depresiva un buen tiempo ante la ausencia del príncipe, pero lo pasó bastante bien, es más, no era un adiós.

Las clases pasaron rápidamente y, al sonar el timbre, todos los alumnos sentenciaron la lección por sus cuentas, recogiéndolo todo y saliendo del aula a toda prisa. Incluso algunos, a gritos.

Sakuno, como siempre, recogió todo despacio y haciendo tiempo para que desalojaran el aula y así, poder salir cómodamente sin empujes. Tomoka, mientras bajaban las escaleras para salir, le hablaba sin parar y ella, aún sin enterarse de todo, asentía y, de vez en cuando, respondía con palabras cortas.

Un año más, es lo que le quedaba. Llevándose consigo recuerdos en los que pasó felizmente en el Seigaku. Lo extrañaría.

Rió interiormente al recordar aquellos momentos en los que Kaidou era el buchou y, Momoshiro el fukubuchou. Suplantaban perfectamente a Tezuka y Oishi. Pero lo que le hacía gracia era el temperamento de Kaidou con los novatos y, Momoshiro queriendo ser algo más amable, pero no menos duro, con ellos. Y así iban intercambiando opiniones entre ellos, estallando una pequeña pelea. Pero sorprendentemente, no duraba casi nada, Kaidou se reformaba ignorándolo y se centraba en los demás.

Sakuno iba de vez en cuando a verlos, aunque él no estuviera, no había razón por la que no debería ir. Les debía mucho.

Cierto era que se notaba todo bastante más vacío por la graduación de los senpais, pero no decayeron. Horio, Katsuo y Kachirô se convirtieron actualmente en titulares. Una sorpresa. Pero debido al incesante y duro entrenamiento, era de esperarse que tarde o temprano llegarían a ascender.

Lo mismo pasaba con ella misma, le habían comentado que si seguía esforzándose tal y como lo hacía, ascendería a titular. Pasó bastante sobre eso y, finalmente, lo consiguió.

Agarró la tira de su mochila que llevaba colgada al hombro con fuerza y, apretándola contra ella, sintiendo el mango de la raqueta que sobresalía, contra su costado. Pasaron por las canchas de tenis del club masculino, sin poder evitarlo, echó una ligera mirada, al igual que Tomoka que señalaba descaradamente a sus integrantes, y sobre todo, opinando sobre ellos. Mas no pasó los típicos comentarios hacia Horio, haciéndole enfadar.

Sakuno rió nerviosamente ante tal escena y, seguidamente, desvió la mirada hacia un punto, donde yacían los novatos que recién integraron ese año. Entristeció un poco la mirada. Ni Kaidou, ni Momo. Terminaron por graduarse y dejaron el club a cargo del resto. Una pena, pero todo llegaba a su fin. Sin embargo, no por eso dejaba de verlos algunas veces o, no los veía jugar tenis. Tan sólo no volvería a verlos participar en algún torneo junto al Seigaku.

Afortunadamente, él era de su misma edad.

- ¡Ryoma-sama!-

El joven aludido se encontraba más al fondo, dando lecciones a los más novatos y, al escuchar su nombre estruendosamente, dio un respingo, volteándose muy lentamente. Vio el miedo en sus ojos, tragando saliva. Pareció dar gracias a estar dentro de las canchas para que cierta chica no se acercara, aunque, Horio enseguida volvió a regañarla, diciéndole repetidas veces que se encontraban en medio de un entrenamiento.

Ryoma apresuró a los novatos con sólo empujarles detrás de las rodillas con el marco de su raqueta rojiza. Luego se la echó al hombro, típico en él. Observando la carrera alrededor de las canchas, la mayoría, hartos por el incesante entrenamiento. Asimismo alertó a Horio de mala gana a que se uniera a la carrera y así, él unirse al instante.

Tomoka reía y, Sakuno le siguió, pero en silencio, contemplando el entrenamiento del equipo masculino en el que, actualmente, Echizen Ryoma era el nuevo capitán. Cada vez que éste pasaba por su lado en las vueltas, quedaba visualizando su gran cambio. Y entonces, comenzó a compararlo a hace unos pocos años. Rostro más alargado, una espalda más ancha y, no teniendo la chaqueta de titular en esos momentos, podía apreciar sus brazos, notándose perfectamente lo que había hecho el tenis en él. Sin olvidar el estirón que había dado, siendo mucho más alto pero, sin sobrepasar a Momoshiro. Llegándole hasta la altura de la nariz.

Ryoma volvió a Japón a mediados del segundo curso, sorprendiéndola, pensando que se tardaría mucho más en volver. Pero no por ello le desagradó esa sorpresa, realmente agradeció el que lo hubiera hecho. Sean las razones que sean.

Y, bastante contenta, en cuento terminaron las clases ese día, se acercó en silencio hacia él mientras recogía sus cosas. Le saludó con una tímida sonrisa y entre tartamudeos, sin dejar sus típicos sonrojos, le contó que había ascendido a titular. No sin antes darle la bienvenida. Echizen había dejado lo que estaba haciendo y la miró, pestañeó y se alzó de su asiento.

- Heeh, no está mal siendo tú-

Ella levantó una ceja ante el comentario y él, sonrió de manera presumida, tomó su mochila, echándosela al hombro y, se metió las manos en los bolsillos. Luego pasó de largo dispuesto a salir del aula.

- Good luck, Ryuzaki-

Eran sus maneras de felicitar a la gente. Ya estaba acostumbrada, por lo que tan sólo sonrió.

Pero sí que notó una ligera sorpresa en los ojos dorados del joven, sin poder esperarse que ella se hubiera convertido en titular. Ni qué decir cuando Horio pasó por lo mismo. Pensó que se quedaría entre los seniors toda su vida de estudiante en el Seigaku. Tal parece que sus alardeos sobre su experiencia en el tenis llegaron a no ser simples palabrerías.

Echó una mirada a su reloj de pulsera y se horrorizó. Tomoka al verla tan pálida, le preguntó por su estado y, al no recibir respuesta, pasó una mano por delante de su rostro.

- ¿Sakuno?-

Sakuno soltó un grito, miró a todos lados y comenzó a correr. - ¡Mou, llegaré tarde a los entrenamientos!-

Tomoka parpadeó incrédula y luego rió sin remedio, agitando la mano en despedida hacia su amiga. - ¡Suerte, Sakuno!-

Horio ante el grito y viendo a Tomoka despedirse, paró de repente, curioseando. Ante ello, Ryoma vino por detrás y volvió a empujarle detrás de las rodillas con la raqueta, exigiéndole con una gélida mirada a que avanzara y no se detuviera. Horio, a regañadientes, obedeció, retomando la carrera.

Pero, él mismo miró hacia las rejas, donde se encontraba Osakada y, habiendo presenciado lo ocurrido con la chica de trenzas, exhaló un largo suspiro mientras se centraba en el entrenamiento. Mada mada dane.

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Sakuno se apartó el sudor que amenazaba por recorrer su rostro con el dorso de su mano. Sólo había llegado unos pocos minutos tarde, pero la capitana no perdonaba nada, haciéndola correr alrededor de las canchas el doble que sus compañeras.

Luego de unos partidos libres, tuvo permiso para ir a los grifos y refrescarse. Se humedeció el rostro una vez bebió del agua, secándose con la pequeña toalla que traía consigo.

Notó que el agua seguía corriendo del grifo. Extrañándose, pensando que lo había cerrado, volvió a girar la llave sintiéndolo bastante duro. Como atascado.

Tragó y miró a todos lados y, después siguió con el intento de hacer cesar el agua. No consiguiéndolo. Cualquier otro dejaría el grifo así y se marcharía, pero ella, por muy absurdo que le pareciera, no podía. Nada de malgastar el agua.

- ¿Vas a estar todo el día ahí o qué?-

Ryuzaki dio un leve respingo, abriendo sus ojos a la vez que giraba la cabeza hacia atrás, encontrándose la figura del príncipe quien la miraba impaciente con sus manos en los bolsillos.

- Ah…-

- ¿Mhf?-

Sakuno, con las manos en el grifo, sonrió nerviosamente y, tras un momento de silencio, volteó sin apartar los brazos. - ¡Ry-Ryoma-kun!- Exclamó. Y al girar medio cuerpo, sus manos fueron con ella, llevándose los dedos justo donde caía el agua, salpicando al joven medio cuerpo.

Se hizo el silencio nuevamente. A Ryoma se le ensombreció el rostro, tapándole la visera de la gorra. Ryuzaki quedó inmóvil, temblando ligeramente al ver lo que había ocasionado.

Él comenzó a levantar la mirada lentamente, notándosele la humedad en el rostro.

- ¡Lo siento!-

Le señaló el grifo aún abierto. - ¡No logro cerrarlo y…!-

Ryoma gruñó, acercándose a un lado de ella y apartándole las manos para hacerlo él mismo. En unos leves tirones, notó algo incrustado que impedía girar la llave, una pequeñísima piedra. La quitó y cerró el grifo sin problemas.

Seguidamente, la miró a ella de reojo, cayéndole leves gotas de sus flequillos.

- Torpe-

Sakuno retrocedió unos pasos. – Pe-perdón…-

Se fijó en su ropa medio mojada, y en su rostro. Sabiendo que ni siquiera estaban en verano, se alteró pasándole la toalla, pero la rechazó. Ryoma, a punto de secarse él mismo el rostro con la manga, fue impedido por ella al atreverse por sí misma. Echizen parpadeó, quitándole al rato la toalla para seguir él solo.

- ¿No pasó nada, verdad?- Le sonrió tímidamente. Ryoma le tiró la toalla, sin ser demasiado brusco, a la cara. – Moou…-

Sin decir nada más, se alejó a pasos lentos, dirigiéndose hacia los vestuarios masculinos. – Ah- Paró unos segundos. – Mañana a las cinco en el parque-

Sakuno pestañeó. - ¿Eh?-

- Llévate la raqueta. No tardes-

Apretó la toalla justo hacia su pecho sin apartar la mirada de la ancha espalda del joven que se alejaba lentamente. Y, aturdida, dio unos pasos.

- ¿Por qué?- Preguntó. - ¿Para qué…?-

Ryoma paró y la miró unos instantes por encima del hombro. Pero no respondió. Volvió a retomar su camino hacia los vestuarios, dejando a Sakuno con la duda. Ni esperando una respuesta de un sí o un no. Tampoco preguntó si tenía algo que hacer ese día, si estaba ocupada. Como si tuviera que ir a donde él dijera por obligación, no aceptando un no por respuesta.

Echizen se encogió de hombros entrando a los vestuarios, haciendo caso omiso de sus compañeros que ya casi estaban listos para marcharse. Horio, colocándose la camisa y la chaqueta negra del uniforme, miró a Echizen, extrañado por su tardanza. Pues, aún siendo muy tranquilo, a la hora de marcharse siempre trataba de hacerlo lo más rápido posible.

El trío de siempre, Horio, Kachirô y Katsuo se miraron entre sí, para luego fijarse en el príncipe.

- Ryoma-kun- Se adelantó Kachirô, abrochándose los botones de la chaqueta. - ¿Adónde has ido?-

No obteniendo respuesta, Horio prosiguió.

- Oye, Echizen- Una vez habiendo terminado, se alzó y se acercó al muchacho arrogante, ahora ignorándole. - ¿Ha pasado algo?-

- No- Negó rápidamente sin mirarle, tirando la chaqueta de titular justo en los banquillos del vestuario.

Satoshi, no muy convencido, se rascó la nuca, bastante pensativo. Y, notando el semblante de indiferencia ante todo de Ryoma, lo dejó estar, optando por cambiar de tema. Fue cuando notó su ropa algo mojada.

- Estás mojado- Dijo.

- El sudor- Contestó Ryoma.

Sin más, se dirigió a las duchas, huyendo más bien del joven de una ceja que no paraba de hacerle preguntas. Horio lo dio por perdido, suspirando largamente. Luego, ante una mirada de Kachirô y Katsuo, decidieron marcharse finalmente a sus casas.

Una vez fuera, se toparon a medio camino con Ryuzaki, ya vestida con el uniforme verdoso de la escuela. Agarraba su raqueta contra su pecho, colgándole la mochila en su hombro. Al verles salir, se aproximó a ellos y, con una tímida sonrisa, más se le notaba preocupada, les intentó formular una pregunta.

Pero el tartamudeo podía con ella. Si preguntaba cada dos por tres sobre él, pensarían mal. De ella estaba claro pero, ¿y si se meten con Echizen por su culpa?

- ¿Ryuzaki-san?- Kachirô la miró curioso, al igual que Katsuo. - ¿Ocurre algo?-

Sakuno, mirando al suelo, movió la cabeza negativamente, repetidas veces. Se sonrojó mucho más.

- Echizen aún sigue dentro- Dijo Horio, señalando con el pulgar los vestuarios. Sakuno lo miró con ojos esperanzadores, guiñando los ojos.

- ¡Gra-gracias!- Exclamó con una reverencia, corriendo hacia el lugar.

El trío la observaron, toda feliz. Pero el castaño rodó los ojos al recordar, rascándose la mejilla con su dedo índice. – Aunque no le dije que estaba… Ah, da igual-

Se llevó los brazos detrás de su cabeza y siguieron andando.

- Siendo como es, seguro que preguntará antes- Los dos morenos con él, asintieron.

-

Bajo el agua templada recorriéndole el cuerpo, escuchaba aún las voces que avisaban su marcha. Ignorando a las despedidas, trató de centrarse en las sensaciones que le proporcionaban el agua de la ducha. Relajándolo. Exhaló un largo suspiro, alzando la barbilla para sentir el golpeteo de las gotas contra su cuello, resbalándose rápidamente por su torso.

Tendría que echarles las culpas a los senpais. Principalmente a Fuji y Momoshiro.

- Se sentirá muy mal si no haces algo-

Había dicho Momo, luego, Fuji al escuchar y saber de la situación, prosiguió con la acusación.

- Pensará que la odias. Ya lo hiciste una vez, la ignoraste. Preferiste el tenis a…-

Fue cuando él mismo los interrumpió con un golpe brusco hacia la pelota. Agradeciendo que estuvieran jugando tenis, no teniendo que aguantarse las ganas de descargarse. Cuando querían, podían llegar a ser muy molestos. Demasiado. ¿Quiénes eran para meterse en sus asuntos? Sólo él decidía qué hacer. Si quería o no hacerlo.

Ryoma-kun… ¿me odias?

Sólo con recordar aquella pregunta, tuvo que hacer un esfuerzo. Él no ha llegado a odiar a nadie. Ni siquiera a su padre, sólo sentía… cierta irritación cuando lo veía actuar. No tenía pensado hacerlo tan rápido pero, el día se le echaba encima, y sólo le quedaba ese.

Si ella jugaba tenis y él también, ¿por qué no darse un partido entre ellos? Pensándolo bien, si ha llegado a titular, tendría que ser medianamente buena, a no ser que el equipo femenino fuera un fracaso. Encima, nunca ha jugado contra ella, sólo anteriormente para comprobar su fuerza, nada más.

Había accedido a regañadientes, primeramente se negó. Pero algo se formó en su estómago que no lo dejó tranquilo. Y, sin decirles a sus senpais si haría algo, lo aceptó en silencio. Aunque pensaba que Fuji lo presentía. Lo observó con diversión y cuando se encontraba con su mirada, él la ensanchaba.

Cuando salió de la ducha aún quedaban dos o tres chicos que no tardaron en despedirse tras tomar sus mochilas. Ryoma no dijo nada y se acercó a la suya, sacando el uniforme de la escuela y colocándola cerca, sobre el banquillo. Seguidamente, siguió secándose bastante ausente. Absorto a lo que ocurría allá afuera.

-

- ¿Echizen?-

La jovencita se aferró más a la raqueta, asintiendo con timidez. El chico, acompañado por otro, la miró con una ceja alzada, luego miró a su compañero.

Viendo lo tímida que se veía la muchacha, se lanzaron una sonrisa cómplice, sin ser percatados por ella. Uno de ellos se llevó una mano al mentón, haciéndose el que pensaba, intentando recordar.

- Pero Echizen buchou aún no se ha marchado- Adelantó el otro. – Sigue dentro, pero…-

El compañero sonrió con amabilidad fingida. – No te preocupes, ya está listo. Sólo recogía las raquetas y comprobaba que todo estuviera en orden- Explicó.

Ryuzaki volvió a mirarlos, con un ligero brillo en sus ojos. Seguidamente, se inclinó dándole las gracias y que con permiso iría en su encuentro.

Cuando la vieron pasar rápidamente entre ellos, se quedaron mirando. El que empezó con la broma, se rascó la nuca, torciendo el labio.

- No sé yo si hicimos bien…-

El otro le dio una palmada en el hombro, ladeando la cabeza. – Ya es tarde, qué más da- Chasqueó la lengua, mirando hacia la dirección donde salió la jovencita de trenzas. – Con un poco de suerte no se lo encuentra in fraganti-

Ambos soltaron una risita y, decidieron esperar a ver qué ocurría. Cierto era que, con sólo ver el rostro de Sakuno, habían sentido remordimientos ante aquella inocentada, pero ya estaba hecho. Además, querían ver al menos una vez en aquella situación al frío de Echizen Ryoma. Sin embargo, comenzaron a pensar que la que más saldría perdiendo, sería la muchacha.

Siendo tan tímida, terminaría muriéndose de la vergüenza y saldría corriendo. Incluso tal vez se podría plantear no querer salir de casa un tiempo.

Uno de ellos borró aquello último, era demasiado exagerado. Pero sí tal vez no dirigirle la palabra a Echizen, ni mirarlo a la cara.

Una inocentada, una inocentada. Se repitieron ambos escondiéndose en unos arbustos cerca de los vestuarios, esperando que la joven llegara y entrara. Sólo cuando vean lo que ocurriría, y notasen que Ryoma se había largado, ellos se irían como rosas. No sería inteligente que, después de lo sucedido, se dejaran ver por él. Pensaría –teniendo razón- que ellos fueron la causa del shock de Ryuzaki. Engañándola de alguna forma que la hiciera entrar tan libremente.

Asomaron la cabeza al notar que Ryuzaki había llegado y que tímidamente se disponía a llamar, para entrar confiada. Rieron por lo bajo esperando las reacciones.

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Aún no podía creerse que Ryoma la hubiera invitado, que saliera con él el día de mañana. Recalcó la palabra salir en su cabeza. Le había pedido que llevara su raqueta, por lo que, no se trataba de alguna cita. A no ser que para él, una cita con una chica, fuera sólo jugar un partido con ella.

Además que, ni siquiera le dio explicaciones de por qué lo hizo. Ni esperó a que ella dijera un sí o un no.

Decidió volver a los vestuarios, y arreglarse, después de una rápida ducha, e ir directamente a su encuentro. Pedirle explicaciones, algo que de verdad le lleve a ir al otro día verse con él. Aunque cierto es que, jugar un partido con Ryoma… sonaba tentador. Nunca antes había jugado contra él. Siempre era demostraciones y comprobando su fuerza o habilidad. Pero de eso ya hace bastante. No seguía dándole esos típicos consejos para novatos, pero sí se metía con su pelo.

- Cada vez lo tienes más largo, córtatelo-

Sakuno resopló al recordarlo. Por mucho que se quejara, no se lo cortaría, sería absurdo. No le daría el gusto.

Miró hacia delante, teniendo los vestuarios masculinos a sólo unos pasos. Tragó y se aproximó finalmente, alzando de manera temblorosa su mano izquierda a la puerta y, después de unos segundos pensándoselo, llamó suavemente con los nudillos tres veces.

Sin esperar respuesta, recordando lo que aquellos chicos le dijeron, abrió. Ryoma estaba listo. No había por qué preocuparse.

Pero se desmoronó al ver el interior. La sonrisa que radiaba en su rostro hace pocos segundos, se congeló. Sus labios temblaron en una sonrisa nerviosa, perpleja. Luego, lentamente sentía como la sangre le subía incluso por las orejas.

El joven en el interior no estaba igual. Había escuchado el ruido de la puerta al abrirse, y lo primero que pensó es que alguno del club se había olvidado alguna cosa. Pero se sorprendió al ver a la jovencita. Justo ella entrar. ¿Qué hacía allí?

Ryoma se encontraba inclinado, a medio colocarse los pantalones negros del uniforme y, con la camisa sin poner agarrada con su boca. Giró ligeramente el rostro y así la observaba, pestañeando varias veces.

Notó el tembleque del pequeño y delgado cuerpo de ella, más su rostro, sus ojos y sus labios. Definitivamente, ella no entró con las intenciones de espiar. Es más, ni se esperaba encontrarlo a medio vestir. Maldijo interiormente a que alguien le había hecho una jugarreta, engañándola con cualquier tontería. Pero Ryuzaki era demasiado confiada.

Sakuno finalmente reaccionó y, cerró con fuerza los ojos, dejando caer la raqueta al suelo. Seguidamente, gritó una disculpa para salir como un rayo por donde había venido.

Ryoma guiñó los ojos de nuevo, ajustándose los pantalones para abrochárselos y, dejando a un lado la camisa, miró por donde había salido Ryuzaki.

- Extraña…-

Dijo tan sólo, rascándose la parte derecha de la cabeza, echando un resoplido. Se fijó en el suelo donde se encontraba la raqueta en su funda, tomó la camisa y se la colocó, mientras iba abrochándosela, se acercó y agachó para mirarla. Una vez terminado, la cogió entre sus manos, examinando el objeto. Descuidada. Había pensado.

Al salir del vestuario ya preparado, cerró, asegurándose antes, después de echar la llave, que estaba bien cerrada. Luego, volteó y miró a todos lados como si pudiera dar con la mirada con la jovencita, pero no fue así. Observó de nuevo la raqueta con aquella funda con el dibujo de un osito y suspiró. Bajó la mochila de su hombro, abrió y metió aquella raqueta dentro, para luego cerrarla y echársela de nuevo al hombro.

Si al otro día había quedado con ella, se la daría, después de todo, habían quedado que tendrían que llevar ambos la raqueta. Y, sobre todo, el resto de la tarde la tendría ocupada. Maldijo ante ello, le costaría demasiado decidirse.

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Ante la petición de un partido, estuvo a punto de decir que sí, pero pudo negarse a tiempo. A esa respuesta, ambos mayores frente a él se miraron, luego al más joven. ¿Se estaba negando?

- ¿Estás enfermo chibi-suke?-

Ryoma bufó y siguió con la partida en la consola, sentado en el suelo, apoyado de espaldas a su cama. Nanjirou se frotó la barbilla interesado, sentándose en los pies de la cama. Ryoga pasó por delante de la televisión, sin importarle el que su hermano estuviera jugando y sin pedirle permiso, para sentarse cerca de la cabecera de la cama.

El menor gruñó ante el punto ganado del jugador rival tras pasar su hermano delante, pero igual siguió ignorando a ambos mayores presentes.

Karupin se encontraba recostado entre sus piernas, profundamente dormido. Ryoma, nada terminar de comer se fue directo a su habitación y, antes de la hora prevista, decidió hacer tiempo jugando a la consola.

Pero estaba visto que su hermano y padre querían incluso amargarle la partida. Porque un día no se le apeteciera jugar tenis… ¿qué tenía de malo? Bueno, no es que no quisiera… si se ponía a jugar, sudaba, se le iba el santo al cielo y perdía toda la tarde. Lo bueno es que entraría en calor, pero no aceptaría. Luego podría arrepentirse.

- Shounen… es extraño que rechaces un partido- Comentó Nanjirou. - ¿Pasa algo?-

- Acabo de comer, no se me apetece- Respondió sin más, sin mirarlos.

Ryoga volvió a dirigirle la mirada a su padre, para centrarla en la coronilla de su hermano.

- Eso es lo raro…- Dijo con desconfianza. - ¿Y cuando pase un rato?-

Ryoma pareció pensárselo. – No-

Abrió los ojos como platos, pero Nanjirou pareció divertirle mucho más. - ¿Por qué, Ryoma?-

- Tengo que salir, cosas que hacer-

Ni se daba cuenta que aquellas preguntas tenían trampa. Nanjirou rió por lo bajo, se deslizó de la cama y se agachó a la altura del joven que yacía sentado en el suelo con Karupin durmiendo en sus piernas.

- ¿Dónde, con una chica, quizás?- Inquirió canturreando.

Ryoma entrecerró los ojos ante aquella pregunta, ya notando las intenciones de su padre. Suspiró largamente aún sin apartar la mirada de la pantalla. – No-

- ¿Sólo sabes decir no?-

El joven rodó los ojos. – No-

Lo hizo adrede, sabiendo que a uno de ellos dos le irritaría sus contestaciones y eso, aunque no lo hiciera notar, interiormente le divertía.

Ryoga se frotó el pelo, harto. Se alzó y colocó delante de la pantalla, impidiéndole total visión sobre la partida. Ryoma frunció el ceño y levantó la mirada hacia él.

- ¿Qué?-

Al ver a Ryoga sentarse justo pegando la espalda contra la pantalla, pronunció más el ceño fruncido.

- Aniki…-

- Dime-

Ryoma bufó. – Molestas. Estás estorbando- Replicó. – Quítate-

Ryoga ensanchó su sonrisa arrogante, cruzándose seguidamente de brazos.

- No quiero-

Apretó el labio y ensombreció el rostro. Intentando calmarse, respiró profundamente y, dejó el mando de la consola a un lado, tomó a Karupin en brazos con suavidad -aún sin evitar que despertara-, pasó con brusquedad haciendo que Nanjirou se hiciera a un lado inevitablemente y salió de la habitación en silencio.

Nanjirou y Ryoga se miraron, luego, sin decir nada, se alzaron y persiguieron a Ryoma a todos lados que iba por la casa. A la cocina, a la salita, si se sentaba a ver la televisión, ellos hacían lo mismo, sin dejar de mirarle. Ryoma, sintiendo sus miradas, irritado se alzada de nuevo y se marchaba, siendo seguido por ellos.

Era torturante.

Nanako y Rinko observaron a aquellos tres, más viendo al menor que era el acosado. Incluso tenían la intención de colársele en el baño estuviera lo que estuviera haciendo. Y, antes de que lo hicieran, Rinko se hizo con una de sus orejas para jalar de ellos enseguida, arrastrándolos a la cocina. Luego los liberó, se cruzó de brazos y los miró con una ceja alzada. Esperando por alguna explicación.

Ambos hombres se sobaban la oreja, Nanjirou desvió su mirada, silbando distraídamente. Viendo que no tenía otra, Ryoga optó por hablar.

- No hacemos nada, mamá- Tragó al ver que el ceño se pronunciaba más. – Eh… sólo le picamos un poco-

- ¿Un poco…?-

Nanjirou se decidió a hablar. – Sólo le molestamos un poco, queremos saber una cosa. Nada más-

Rinko se volvió hacia su esposo, sin dejar aquella faceta de mujer enfadada.

- Si él no quiere deciros lo que queréis, no tenéis derecho a obligarle-

Pero parecieron no echar demasiada cuenta en los comentarios de Rinko, sus ojos se desviaban muy de vez en cuando a la salida de la cocina. Nanako sonreía comprensiva al observarlos mientras lavaba los platos. Rinko tenía que disponer de una GRAN paciencia.

- ¿Me estáis escuchando?-

Nanjirou tenía la mirada desviada y, levantó una mano, agitándola ligeramente. – Sí, sí-

A Rinko se le pronunció un tic bajo su ojo, mirando a su marido con ambos entrecerrados. Ryoga, quien había vuelto la cara y al notar el aspecto de su madre, tragó saliva y sonrió nerviosamente, tomándola por los hombros en un intento de hacerla calmar.

- Después os quejáis de que Ryoma esté siempre de mal humor- Replicó la mujer, masajeándose la sien.

En ese momento, Ryoga afirmó por milésima vez que su hermanito había salido a su madre y no a su padre. Pero… ¿era algo bueno o malo?

Al ver a Nanjirou abrir más los ojos como interesándose en algo, le siguió la mirada hacia la puerta de la cocina, viendo pasar a Ryoma despreocupadamente. Se había cambiado de ropa.

Las miradas de padre e hijo mayor se encontraron y, con un brillito en los de Nanjirou, Ryoga comprendió.

- Me voy- Anunció Ryoma.

Nanjirou se asomó un momento, agarrándose al marco de la puerta mientras observaba a su hijo menor colocarse los zapatos y, después de esconderse de nuevo –para que Ryoma no lo viese-, escuchó la puerta cerrarse.

Sin girarse, alzó un brazo e indicó a Ryoga que se acercara, éste observó a su madre a la que aún tomaba por los hombros. Rinko se olía algo.

Con cuidado, despegó sus manos de su madre y fue alejándose lentamente, siempre con una sonrisa en la boca, pero nerviosa.

- ¿Adónde vas, Ryoga…?-

Rinko volvió a cruzarse de brazos y comenzó a golpetear con su pie el suelo. Ryoga, sin dejar de alejarse, se llevó una mano a su nuca y pronunció más su sonrisa. Seguidamente agitó su mano libre, indicando que no pasaba nada. Pero era obvio que Rinko no se fiaba.

Una vez al lado de Nanjirou, en un rápido movimiento, ambos se fueron a paso ligero a la entrada ante la mirada de desconcierto de la mujer.

- ¿Qué…?-

Nanako siguió a su tía hacia el pasillo que daba a la entrada. Nanjirou y Ryoga se calzaron rápidamente y, después de que el mayor abriera la puerta saliendo por ella, Ryoga asió la misma antes de seguirle. Giró el rostro hacia su madre y prima, con una sonrisa. Luego alzó una mano mostrando la palma con sus dedos apegados.

- Perdón, sólo iremos a husmear un poco…- Comentó rodando sus ojos, pensando lo que decía. – Bueno, confirmar. Curiosear… qué más da-

Antes de que Rinko o Nanako pudieran decir algo, Ryoga cerró la puerta de golpe. La chica del pelo azul miró de reojo a su tía, quien exhalaba un largo y sonoro suspiro, llevándose su mano derecha a su mejilla. Meneó la cabeza negativamente.

- Compadezco a Ryoma- Murmuró. Nanako le dedicó una sonrisa comprensiva.

- Aunque Ryoma-san esté malhumorado, realmente está feliz de tener a Ryoga-san en casa-

Rinko esbozó una leve sonrisa ante el comentario. Ella también lo pensaba. Al principio le preocupaba que nunca lo reconociera, que lo aceptara. Pero en poco tiempo se fue acostumbrando a su presencia y ya actuaban como verdaderos hermanos. Uno molestaba y el otro gruñía. Siempre el hermano mayor haciendo rabiar al hermano menor, pero que en realidad se apreciaban.

- Vamos- Rinko dio media vuelta para volver a la cocina. – Esto da para largo- Resopló. Nanako sonrió y asintió, siguiéndola hacia la cocina.

Justo entrar en la salita, en la mesita que yacía en medio, había dos revistas. Nanako, curiosa, se acercó y tomó, enrojeciendo seguidamente hasta las orejas. Rinko volteó hacia su sobrina, extrañada al verla tan encendida, se acercó. Ella también enrojeció, pero no avergonzada. De ira.

Oh, sí. Ahora sabía por donde atacar. Pero…

- ¡NANJIROU!-

Se lo había advertido demasiadas veces, si encontraba alguna revista por la casa, se desharía de ellas. Pero aquel hombre no escarmentaba.

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Dieron un pequeño salto a medio camino nada lejos de la vivienda, mientras seguían andando a paso ligero miraron hacia atrás. El mayor de los dos tragó con dificultad.

- ¿Qué mosca le habrá picado a…?-

Paró al ver a su padre de reojo, que levantó una ceja, pensativo. Seguidamente comenzó a sudar y colocarse pálido. Tragó con dificultad.

- ¡Oh, no! ¡Mis tesoros!- Exclamó.

Ryoga tuvo que cogerlo antes de que el menor que iba unos pasos más adelante volteara y los pillara. Lo arrastró y escondieron detrás de una vivienda, tapándole con una mano la boca de Nanjirou. Éste apartó la mano rápidamente y comenzó a dramatizar. Se cogió la cabeza con ambas manos como si le fuera a estallar.

- ¡Mis tesoros! ¡Mis vidas!-

El hijo mayor comenzó a mirarlo ceñudo. Estaba exagerando. Con sólo verle y escuchar el apelativo dirigido, obvió al instante que se trataba de sus revistas verdes.

- Oyaji, exageras- Replicó.

Entonces Nanjirou lo miró por entre su brazo, sin soltarse la cabeza.

- Como no son tuyas…- Murmuró molesto. Cuando volvió a recordar las revistas y las malas intenciones de su esposa, volvió a gimotear de angustia.

- Si sigues así, chibi-suke se nos perderá…- Comentó colocándose las manos en las caderas. - ¿Qué prefieres…?-

Nanjirou permaneció en silencio, se humedeció el labio y volvió a dramatizar. - ¡Qué dilema!- Exclamó. – Oh my god!-

Ryoga suspiró, ladeando la cabeza. Él sí quería ir detrás de su hermano, lo tenía intrigado.

- Te compraré otras…- Dijo casi en un murmullo. – Pero…-

No hizo falta acabar la frase, Nanjirou se colocó firme y con una radiante sonrisa, seguidamente se adelantó unos pasos. Ryoga parpadeó.

- Let's go!-

Echizen Nanjirou nunca cambiará, se dijo Ryoga comenzando a seguirle.

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Guiñó los ojos varias veces, mirándolo todo con desconfianza. Había escuchado un ruido extraño, más bien unas voces. Un grito. Pero al girarse no había nada que desencajara. Todo normal. Se encogió de hombros y siguió caminando en silencio, con las manos en sus bolsillos y, entre su brazo izquierdo, llevaba consigo aquello.

Le había cambiado la funda porque, él siendo un chico y con algo así en la raqueta, sería humillante. Ahora que tenía, aunque sea por casualidad, la raqueta de Ryuzaki, podía hacer algo con ella.

Volvió a escuchar algo detrás de él, pero al girarse no vio nada. Entrecerró los ojos y mantuvo la mirada en cada parte, cada rincón. Algo le olía mal, se sentía como si alguien lo estuviera siguiendo. Notó algo que sobresalía de un muro, un ligero humo. Alzó una ceja interrogativo y fue acercándose lentamente. Un gato callejero saltó en ese instante, haciéndole retroceder unos pasos por lo inesperado.

De repente, alguien le tocó el hombro, exaltándole.

- ¡Ey, Echizen!-

Ryoma giró con lentitud, topándose con la figura de Momoshiro Takeshi, pero pronto su mirada se clavó en su acompañante.

Tachibana Ann le sonrió y saludó.

- Ah…- Emitió Ryoma tan sólo.

Momoshiro comenzó a hacerle muchas preguntas, pero él ni caso. Su mirada iba de él a Ann, y así sucesivamente. Al notarlo, Momo frunció el ceño.

- ¿Qué pasa?-

- Hmph. Mira que habéis tardado- Resopló.

Momoshiro enrojeció y Ann le imitó, agachando la mirada y girando el rostro hacia otro lado.

- ¡Mira quién habla!- Exclamó el moreno. - ¡Tú sí que tardas!-

Ryoma lo observó con total confusión. Pestañeó repetidas veces y torció la cabeza. Momoshiro se llevó una mano a la frente, moviendo su cabeza negativamente. Era un caso perdido. O se hacía el tonto –que era lo que él pensaba- o realmente no se enteraba de nada.

Ann, para cambiar de tema y no sentirse incómoda, se fijó en la raqueta que llevaba el príncipe consigo.

- ¿Vas a alguna parte a jugar?- Preguntó. Ryoma intentó no mostrar demasiado la raqueta. - ¿Echizen-kun?-

- No- Contestó. – Voy al encordado-

- ¿Eh? ¿Le pasa algo a tu raqueta?- Intervino Momo. – Déjamela ver, Echizen-

Pero cuando se acercó para tomarla, Ryoma retrocedió y colocó la raqueta detrás de su espalda. Miró a Momo con indiferencia y sacó su lengua de manera rebelde. – Yada-

- ¡Echizen!-

Ryoma hizo oídos sordos, apartándole la mirada. El moreno desistió y suspiró resignado.

- ¿Quieres al menos que vayamos contigo?-

- No-

Momo gruñó y Ann rió nerviosamente. Aburrido, dejó que el más joven se marchara, era como si hablase con la pared por mucho que insistiera en que le enseñara la raqueta. Había veces que lo notaba muy extraño, como ese día. ¿Qué tenía la raqueta como para no querer enseñársela?

Al doblar el muro de una vivienda se quedaron mirando perplejos a aquellos que parecían esconderse de alguien. Momo frunció las cejas y volteó el cuerpo para mirar cómo se alejaba Ryoma, luego volvió a mirar hacia los fugitivos.

- ¿Ryoga…?- Dijo Momo.

El aludido lo saludó con la mano y, sonriendo le hacía señales para que disimulara en que ellos estaban ahí. Nanjirou fumaba y los miraba por encima de sus gafas oscuras. Ann se colocó detrás de Momoshiro por inercia. Sentía que ese hombre no era precisamente un santo.

- Sé discreto, chico- Habló Nanjirou, inhalando del cigarro y expulsándolo seguidamente. – Estamos en medio de una misión-

- ¿Misión…?- Repitió Ann.

- Una misión secreta- Comentó con una sonrisita bobalicona.

- Sólo estáis siguiendo a Echizen, ¿para qué?-

Ryoga se rascó la cabeza y se asomó por el muro para ver aún la silueta de su hermano menor.

- Una larga historia. Es sólo curiosidad, lo noto extraño-

¿Extraño? Comprendió que no sólo era él quien lo pensaba. Y, sobre todo, tenía una ligera idea de lo que sería.

Enseguida Nanjirou cortó toda conversación que tuvieran y se interpuso entre ellos, mirando hacia la lejanía a su hijo menor. Se ajustó las gafas negras y, con un movimiento de cabeza, indicó a Ryoga que eran su momento de proseguir con la dichosa misión.

Sin dejar que Momo y Ann dijeran algo más y, con una pequeña despedida de Ryoga, vieron a ambos hombres salir discretamente de su escondite, pasándose de coche en coche para esconderse y, vigilar al menor. Momoshiro trató de impedirles pero se alejaron antes de que pudiera decir algo, por lo que, indicó a Ann que lo siguiera. Él también quería ver qué iría a hacer Ryoma. Era todo un misterio. ¿Qué tenía la raqueta?

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Casi pegó el rostro a la pecera, maravillándose de los peces en su interior. Se separó y rió entre dientes observando a uno en especial. Inflando los mofletes tal como lo hacía el pez globo.

En un despiste de la pecera, miró hacia la salida del pequeño acuario, viendo pasar a alguien conocido. Sin pensárselo y, despidiéndose del dueño de la tienda, salió a paso rápido, mirando hacia la dirección donde el muchacho, ahora capitán, se alejaba distraídamente.

Apunto estaba de alzar su mano y gritar para llamar su atención, pero ciertas presencias que se desplazaban de coche en coche agachándose se lo impidió. Los miró curiosamente, se llevó un dedo bajo su barbilla inocentemente y se acercó a ellos, inclinándose.

- ¿Qué hacéis, nya?-

Momoshiro dio un respingo, el único, y vio a Kikumaru Eiji mirándolos infantilmente. Se pasó una mano por el pelo y suspiró, tranquilizándose.

Eiji miró hacia donde estaba Ryoma y luego volvió a centrar su mirada en ellos.

- ¿Por qué seguís a ochibi?- El pelirrojo torció la cabeza sin dejar de mirarlos. - ¡Ah, ya sé!- Se incorporó dando una palmada. – Mira que es fácil preguntar en vez de estar persiguiendo porque…-

Cuando estuvo a punto de gritar a Echizen, Momo lo atrajo hacia ellos y le hizo callar de in mediato. Kikumaru parpadeó. - ¿Qué… pasa?-

- Es una larga historia…- Momo resopló.

Nanjirou gruñó sin mirarlos.

- Mocosos, callaos. Esto no os incumbe, es un problema familiar- Refunfuñó tirando el cigarro y pisándolo al instante para luego, viendo la oportunidad, salir hacia unos coches más adelante seguido por Ryoga.

Aunque Momoshiro hizo caso omiso, arrastró a Eiji y tomó a Ann de la mano para seguirlos. Ante ello, Nanjirou trató de ignorar tras chasquear la lengua en desagrado.

Ann trató de ignorar y esconder su cara de la gente que los observaba como si fueran bichos raros. Esto no debería de estar pasando.

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Nanjirou se humedeció el labio y los apretó de seguida, tratando de evitar un sonoro gruñido. Se escondieron detrás de una furgoneta blanca, por ello, estaban más ocultos. Escuchó la leve risita divertida de uno de los que yacían detrás escondidos. Ryoga a su lado, frotándose la frente.

Primeramente iban a ser sólo ellos DOS. ¡¿Qué hacían todos esos mocosos acoplados?! Ni él les pidió permiso para que se unieran. ¿No tenían nada mejor que hacer?

Lo peor fue que, tras dar una ligera mirada hacia atrás, aparte del nuevo que se había unido, el pelirrojo, Eiji, había alguien más. Entrecerró sus ojos al observarlo, desconfiado. El joven al verlo, ensanchó su sonrisa.

- Qué divertido- Dijo riendo suavemente.

- ¡Fuji-senpai!- Momoshiro tragó. - ¿Desde cuándo…?-

- Salía de esa tienda- Señaló una herboristería. – Y os vi escondiéndoos de coche en coche…-

- ¿Y…?- Inquirió Nanjirou.

- Se me ocurrió que podía ser divertido…- Abrió sus ojos, asomando la cabeza levemente por un lado del camión. - …Perseguir a Echizen-

Ryoga ladeó la cabeza y, viendo otra oportunidad, palmeó el hombro izquierdo de su padre y así, volvieron a adelantarse otros coches, seguidos al instante por los demás.

¡Tan sólo eran dos! Pareció exclamar Nanjirou. Cuanto más se les uniesen, más visibles serían, haciéndose más sospechosos, evidentes. La gente los observaba mientras murmuraban en voz baja lo que podrían estar haciendo. Y no decían nada agradable. Viendo al cabecilla que los indicaban, con ese aspecto tan sospechoso. Gafas oscuras, kimono negro y, que a veces mandaba miradas no muy amables a sus seguidores.

Las chicas asustadizas retrocedían al ver a Nanjirou pero, con una radiante sonrisa y disculpas de Ryoga, olvidaban todo lo visto.

Pasaron por un parque, casi todo los bancos ocupados por parejas y, Ryoma pasando bastante desinteresado y tranquilo, sin echar ninguna mirada a nada. Nanjirou volvió a chasquear la lengua. El chico pasaba de todo y ya no tenía doce años. Demonios.

- Ah, ¿no son esos los de Seigaku?-

Su joven amigo, quien comía takoyaki gustosamente, se fijó dónde señalaba el mayor. Los miró a ellos, luego donde estaban tan interesados. Sus ojos color almendrados brillaron en intensidad y su sonrisa, algo manchada por la salsa del takoyaki, se ensanchó. Sonrió de oreja a oreja, emocionado.

- ¡Es Koshimae!-

Pero al ver de nuevo las posiciones de cada uno, se extrañó.

- ¿Pero qué hacen los otros…?-

Shiraishi resopló, tomándole una ración de takoyaki, retomando su camino, desinteresado.

- No es de nuestra incumbencia, Kin-chan-

Kintarou no hizo caso, no habiendo más comida, tiró la cajita en una papelera cerca y, arrastró a Shiraishi consigo hasta donde se encontraban los ex titulares del Seigaku. Sin preguntar si podían unírseles a lo que estuvieran haciendo, se agachó, obligando a Shiraishi, junto a ellos con una gran sonrisa en sus labios.

Nanjirou lo había visto y… no estaba nada contento. ¿Dos más?

Momoshiro se sorprendió al verlos.

- ¿Qué hacéis en Tokio?- Fue lo primero que le salieron de los labios. Shiraishi suspiró.

- Por el capricho de alguien…-

Y no, no se estaba refiriendo a Kintarou.

- Tsk, mocosos y más mocosos. Nos estáis entorpeciendo el espionaje cada vez más- Se quejó el mayor Echizen.

Kuranosuke se disculpó, sonriendo nerviosamente. Luego tomó a Kintarou del brazo con intenciones de sacarlo del tumulto, pero el pelirrojo se negó en rotundo. Se movió y forcejeó al sentirse más jalado por Shiraishi, ante ello, éste desistió y volvió a disculparse con Nanjirou por la infantilidad de Kin-chan.

Nanjirou se encogió de hombros, esperando que el semáforo en el que estaba Ryoma, se pusiera en verde y, después de él haber cruzado, lo harían ellos a toda velocidad para esconderse entre los coches de en frente. Sólo espero que sean los últimos.

- ¡Ah, chicos!-

Nanjirou maldijo por lo bajo, golpeando repetidas veces su frente contra el metal del coche. El chico presente los miró con confusión, con una sonrisa desconcertada. Luego, echando una rápida mirada a su alrededor, la posó en el semáforo, encontrándose con la figura de Ryoma. El joven se temió lo peor.

- Oishi…- Susurró Eiji. – No es lo que…-

- ¡Cielos, otra vez!- Lamentó. - ¿Acaso no aprenderéis que…?-

Enseguida, notando que la voz de Shuichiro era demasiado alta, Kikumaru lo jaló del brazo y lo agachó junto a ellos. Ryoga agradeció que estuvieran tras ese gran camión, había visto que Ryoma había girado un poco al haber escuchado algo. Pero de seguida, al ver el semáforo cambiar al verde, se desinteresó de lo que pudiera ser y siguió su camino.

Ya eran nueve personas las que perseguían cautelosamente al joven Echizen. Oishi lo lamentaba pero era empujado por Eiji. Más de una vez se preguntaba que, siendo tantos escondidos en un solo coche… ¿cómo es que Ryoma no se daba cuenta?

Suspiró, se podía oler que, el joven tenista lo supiera todo y lo dejaba estar. Aunque eso era muy poco probable, sabiendo cómo era Echizen.

Pasaron por algunos institutos; Fudômine, Saint Rudolph, etc. A éste último se habían topado con Yûta, quien se quedó perplejo por lo que estaban haciendo, más notando a su hermano entre ellos. Aunque él prefirió estar al margen de eso, no quería problemas.

Absortos con lo que estaban haciendo, que no se percataron de la presencia de alguien cerca de ellos. Justamente en una cafetería, en unos asientos fuera del local. No estaba solo. Delante, a sus lados, yacían dos hermanos. Ni sabía qué demonios hacía allí. El mayor de los hermanos hablaba animadamente y pedía cosas que ni llegó a captar y luego, fijándose en la figura del lado derecho, los ojos de ella brillaban con intensidad, sonriéndole.

No sabía qué hacía él allí.

Al mirar entre ambas figuras, podía verse la carretera, coches pasar, más algunos aparcados. Se fijó en la figura de Echizen pasar de largo, no le dio mucha importancia. Pero en cuanto vio a aquel bulto de gente, moviéndose descontroladamente y escondiéndose de coche en coche, levantó una ceja sin saber qué pensar. Se imaginaba otro tipo de espionaje a Ryoma.

Lo compadecía.

Si pensaba que Fuji sería más respetado y serio, se equivocaba. Lo vio entre ellos y una ligera gotita resbaló por su mejilla.

- ¿Tezuka?-

La voz de Chitose Senri lo sacó de su atención hacia aquella anormalidad. Kunimitsu se aclaró la garganta y volvió a colocarse firme.

- Dime-

Chitose le volvió a sonreír amigablemente.

- ¿Qué hay de los consejos a mi hermanita?- Inquirió el de piel morena pasándole una mano por la cabeza a su hermana pequeña. Chitose Miyuki.

Tezuka la miró de nuevo, a lo que ella sonreía esperanzada. Su pregunta, ¿no su hermano también jugaba tenis? ¿Por qué tenía que ser él el que le enseñara?

- No-

Chitose lo miró suplicando, juntando ambas palmas por delante de su rostro.

- ¡Por favor!-

- ¿No juegas tenis…?

- Pero yo últimamente tengo mucho trabajo…- Comentó rodando sus ojos disimuladamente.

¿Acaso él no? Tezuka suspiró cansado. Iba a volver a negarse y sintió un roce en su brazo, al girar el rostro, se encontró con la mirada de la pequeña Miyuki. Ella infló los mofletes, ambos ligeramente sonrojados. ¿Qué? Quiso decir él. Odiaba aquellas miradas, menos de una niña, ¿por qué? Si seguía diciendo que no, temía que se pusiera a llorar y le echaran la culpa de alguna tontería que se creyeran los demás. Todos con malos pensamientos.

- No siempre podré…-

- ¡Gracias!-

Miyuki se abrazó a su brazo y Chitose rió divertido. Con una simple mirada le agradeció el detalle. El ex capitán resopló, no tenía otra. Tal vez fuera incluso entretenido.

-

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Nanjirou iba por el tercer cigarro desde que estaban ahí. Miraba desesperado al local, escondidos detrás en una pared. Cerca de un restaurante chino. Los demás se miraban entre sí y luego la hora que era.

Ryoma llevaba más de media hora en el local de Haritatsu. ¿Tanto se tardaba en arreglar una maldita raqueta?

Ann miró al cielo. Luego se giró hacia Momoshiro, mostrándole su reloj de pulsera para indicarle una vez más lo tarde que se estaba haciendo.

Shiraishi y Kintarou, ante los berrinches de éste último, tuvieron que marcharse antes, no iban a quedarse tanto tiempo en Tokio. ¡Quería al menos saludar a Koshimae! Había exclamado, pero por un favor que le pidió Ryoga, desistió. Él se encargaría de mandarle saludos de su parte.

Momoshiro se desesperaba, se rascaba la cabeza y luego, mirando por milésima vez a Ann, desistió finalmente.

- Creo que ya va siendo hora de volver… éste sólo ha ido a arreglar la raqueta-

- Ya dije que no sería bueno ir tras él…- Recordó Oishi, frotando sus manos.

No era tan tarde, pero esperar le estaba impacientando. No podía quedarse en el mismo sitio tanto rato. Nanjirou, en cuanto había visto a su hijo entrar al local de Haritatsu, se desanimó un poco. Pensaba que iría a jugar con alguien especial. Si había negado un partido con ellos, quería reservarse. Aunque se desvaneció aquel pensamiento al ver las vestimentas de Ryoma. Nada deportiva, ropa normal. Por lo que le pareció más raro si llegó a negarse.

Pero reconoció que se estaba hartando de esperar.

Cinco minutos, quince minutos…

Se arrancó el cigarro de los labios y lo tiró al suelo para luego pisotearlo con molestia. Se estaba irritando.

- ¡Este estúpido hijo!- Estalló. - ¿Cuánto tiempo piensa estar más ahí dentro?-

- Oyaji, será mejor volvernos a casa- Opinó Ryoga, mirando el reloj. – Recuerda lo que prometiste a mamá- Lo miró de reojo y Nanjirou, al recordarlo, tragó saliva. – De camino a casa te compraré esas revistas si quieres-

La sonrisa se volvió a formar en el rostro de Nanjirou. Ignorando completamente al local de Haritatsu, dio media vuelta y comenzó a andar estúpidamente. Pareciendo dar un baile entre zancadas y brincos.

Y eso que se quejaba del frío, excusas. Se dijo Ryoga, ladeando la cabeza. Luego miró a Momo, Ann, Fuji, Eiji y Oishi.

- No diré lo siento. Vosotros decidisteis venir con nosotros, así que…- Hizo un gesto con la mano, en despedida. – Good bye-

Ann tomó a Momo de la mano y lo arrastró seguidamente por el mismo camino que Ryoga y su padre –ya que era el único camino para salir de aquel callejón-. Oishi los siguió sin pensárselo, Eiji fue detrás y, Fuji, dando unos pasos siquiera, volvió a girarse sobre sus pies y miró una vez más hacia el local. Sus ojos se abrieron muy levemente, se cerraron al acto y sonrió profundamente.

- ¿Fuji?-

Syusuke miró hacia delante. – Ah, sí. Ya voy- Sonrió y les siguió más atrás, sin decir palabra.

Sabiendo más que todos.

-

-

Lo había notado todo el tiempo. Unas presencias, al principio pocas, luego fueron aumentando. Escuchaba voces, cuchicheos a sus espaldas. Cuando miraba hacia atrás no veía nada, por lo que prefirió centrarse en su camino y ya vería qué hacía.

Aunque no los viera, sabía que había alguien siguiéndole.

Fue llegar al local de Haritatsu que, tras hacerle el pedido e ignorar las preguntas de por qué su raqueta ahora es de un color rosa/violeta, se acercó a una de las ventanas, abriendo con sus dedos entre las persianas echadas, mirando a través de ellas. Se sorprendió y, por dentro se había enojado. Su padre, hermano… ¡y senpais! ¿Por qué le habían seguido?

Decidió esperar a que el viejo terminara con su trabajo, sólo respondiendo a las preguntas referidas al tenis, nada más. Pero de vez en cuando, echaba alguna que otra mirada al exterior por la ventana. Aún seguían allí.

Haritatsu terminó después de veinte minutos ahí esperando, entreteniéndose con la televisión que tenía cerca. Viendo un partido amistoso de tenis.

Pagando y dando un leve y vacilante gracias, fue directo para salir, acordándose en la situación en la que estaba. Sin decir nada al anciano, se acercó de nuevo a la ventana y los vio todavía ahí plantados. Haritatsu se acercó y los vio, más a Nanjirou entre ellos. Ladeó la cabeza y sin decirle nada, dejó que el chico se quedara allí hasta que quisiera.

Luego de un rato, notó que su padre se retiraba seguido de Ryoga, luego Momo y Ann. El último, Fuji Syusuke.

Ryoma se quedó fijo al verle parar y girarse. Mirar hacia su dirección. Sintió sus ojos clavársele en los suyos y tragó saliva. Había sonreído luego para, después de una llamada de Eiji, marcharse junto a ellos.

Echizen suspiró largamente, dejó pasar un poco más. Observó la hora y decidió que era el momento. Iría por otro camino, distinto al que siempre solía tomar. No quería volver a toparse con alguno de ellos y que retomaran el espionaje.

Se volvió hacia Haritatsu al llegar a la puerta, inclinó la cabeza muy levemente, y salió del local.

Observando a todos lados, no vio nada sospechoso, sin embargo siguió su camino con desconfianza.

No era la hora de volver a casa, no ahora. Hasta que no lo encuentre, aunque le costase… por ser él. Insistiría más.

Mada mada dane.

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Buscó por todas partes, cada vez más desesperada. Ni se había percatado, siendo extraño, de que había perdido la raqueta. Recordó al instante ante aquel incidente que había dejado caer el objeto al suelo y luego, salió corriendo como le permitieron sus piernas. Se sentía avergonzada, engañada. ¿Qué pensaría Ryoma de ella? ¡Que había entrado con todo el descaro para verle… cambiarse!

Aquello volvió a su mente y gimoteó de horror. Se encendió todo su rostro, lagrimeando levemente. Aquello no podía estar pasando. Sólo tenía aquella raqueta, ¿qué haría? Pensaba que se había quedado allí, donde la dejó caer. Suspiró resignada. Dentro de pocos minutos tenía que estar en el parque para encontrarse con él. Si no veía su raqueta, le contaría que… estúpidamente la dejó caer y no volvió a por ella. Ryoma seguro que la vería aún más imbécil. Eso era lo que ella pensaba.

Se tiró sobre la cama boca abajo entre suspiros. ¿Qué hacer?

Echó otra mirada a su reloj en la repisa. Las cinco menos cuarto. En quince minutos tendría que estar allí y ni siquiera aún se había vestido. Ni duchado. Sacudió la cabeza. Se alzó de golpe y se fue a dar una ducha rápida, sin raqueta, ¿cómo jugarían tenis? Aún así se colocaría traje deportivo, el que llevaba para el club de tenis, de titular. Le parecía bonito.

Una vez fuera, miró el reloj que marcaban las cinco menos cinco. Tragó saliva. Pero no se alteró para nada, él debería de recordar lo que pasó el día anterior. ¿Asistirá igualmente?

Cuando volvió de aquel shock el día anterior se metió en su cuarto y no salió. Sólo para las comidas. Se sentía muy avergonzada y, peor aún, no podía quitarse de la cabeza aquella imagen de Ryoma-kun.

Y volvió a aparecérsele, maldiciéndose por haber logrado olvidarse de ello en la mañana.

Suspiró resignada y se terminó de vestir, sin olvidarse de atarse las dos trenzas, ahora más largas. Su abuela no estaba, sus padres tampoco. Se encogió de hombros, le vendría bien salir después de todo.

Así pues, sin prisas pero tampoco yendo con lentitud, salió de su casa en camino hacia el parque. Cada vez que sentía acercarse hacia su destino, comenzaba a colocarse nerviosa. Por ello, respiró profundamente repetidas veces en un intento de calmarse.

Por encima se había colocado, además de la sudadera que correspondía al uniforme titular, una chaqueta para abrigarse mejor del frío.

Alzó la mirada y paró ante un semáforo. Nada más cruzar se encontraría al lado del parque, por ello, volvió a tragar con dificultad. Y, a pesar del frío, sentía un calor interior debido al nerviosismo. Más sus manos cubiertas en un sudor frío. Ciertamente se estaba retrasando, de las cinco que debería de estar allí, pensaba que pasaban de las cinco y media. No reparó demasiado en ello, no le echaba demasiada importancia. Si él fue quien la invitó, si es importante, si es más o menos importante… él seguiría allí esperando. A no ser que cambiara de opinión por lo ocurrido ayer. Si pensaba mal de ella…

¡Mou!

Meneó el rostro de un lado a otro, sacándose esas ideas. Sin darse cuenta, se había introducido en el parque. Niños jugaban a la pelota, madres paseaban a sus bebés en el carro, sentándose en un banco cercano y así pasar la tarde, hablando entre ellas.

Sakuno se llevó las manos al pecho, temerosa. Buscó con la mirada al joven por el parque. Se sorprendió al hallarlo alejado del bullicio de niños, sentado en un banco con las manos en los bolsillos. En su interior se formó ligeramente -desapareciendo algo de aquel nudo por la intranquilidad al no encontrarlo- un cosquilleo, alivio y felicidad al ver que asistió al encuentro.

A unos metros, se pensó en acercarse. Reunió valor y así lo hizo, parándose a unos pasos cerca de donde estaba sentado.

- Esto…-

Su voz salió muy débil, pero aún así el muchacho alzó la mirada al poder escucharla. Inevitablemente el rostro de Ryuzaki se coloreó entero de rojo. ¡¿Por qué demonios se le venían las imágenes del chico del día anterior?!

Bajó ante ello la cabeza y escondió su rostro con sus flequillos castaños. Ryoma parpadeó sin comprender.

- P…perdón por llegar… tarde-

Todo dicho sin mirarlo y con un tono de voz bastante bajo, haciendo que Ryoma hiciera un esfuerzo para poder entenderla. Él suspiró.

- Era típico de ti- Respondió.

Echizen se alzó tomando dos objetos a su lado. Sakuno no se fijó, tan sólo en la presencia del chico al levantarse. Se sentía impotente. Pequeña. Ryoma había crecido demasiado o le pareció que era ella la que había empequeñecido.

Lo vio volver inclinarse hacia el banco y tomar la gorra para colocársela, a ello, se fijó por fin en los objetos que tenía en su otro brazo. Dos raquetas. Y al ver una de ellas abrió sus ojos demasiado. ¡Una era suya!

Ryoma al sentir la mirada de Sakuno, alzó ambas raquetas y le mostró la de ella con la funda del osito. Antes de que pudiera preguntarle cómo y por qué la tenía él, éste se adelantó.

- Dejaste la raqueta tirada en el suelo- Comentó. – Torpe, descuidada, irresponsable…-

Sakuno enrojeció de nuevo, avergonzándose por la razón por la que lo hizo. ¿Acaso él no lo recordaba o le daba igual? Será que los chicos son más desvergonzados.

Sintió el roce de la raqueta contra su brazo y, finalmente aceptó el objeto tomándolo y agradeciendo en silencio el que lo haya recogido por ella.

- Ryo…Ryoma-kun- Susurró, sin mirarle. – A-anou… lo de ayer… yo…- Tragó pesadamente y cerró los ojos. - ¡Me… me dijeron que estabas visible y…!-

Ryoma le cortó la frase con un empuje con su raqueta detrás de las rodillas de la chica. Algo típico últimamente.

- Vamos- Murmuró liberando seguidamente un bostezo.

Ryoma comenzó a andar sin decir palabra, sin prisa. Haciéndola ver que le siguiera. Ryuzaki se aferró a su raqueta y caminó por detrás de él observando la ancha espalda del joven. Le había interrumpido, como no queriendo escuchar lo demás. ¿Le habría molestado?

Aceleró unos pasos para mirarle el rostro de perfil. Una expresión de indiferencia, despreocupado. No tenía pinta de estar incómodo o molesto por algo.

Pudo tranquilizarse un poco, pero su inquietud seguía ahí. Y si él no la dejaba expresarse, ¿cómo haría para sacar todo aquello que tenía dentro?

Pasando entre el parque para salir al otro lado, Sakuno topó su mirada con un puesto de crepes. Sus ojos pasaban de la figura masculina al puesto repetidas veces. No, no se parece a una cita.

Ryuzaki resopló y por ella misma, sin decir nada, se acercó al puesto y se quedó mirando los sabores. Ryoma había notado que se alejaba y, al seguirle con la mirada, guiñó los ojos fijándose en el puesto de crepes y en la chica de trenzas. Permaneció unos segundos quieto en el sitio, mirando a todos lados cuando por fin se acercó a hacia la joven a pasos lentos. Colocándose detrás de ella.

Sakuno movía la cabeza de lado a lado pero con lentitud, mirando con detenimiento cada uno de los distintos sabores que podía elegir. Ni se percataba de la cercanía del príncipe tras ella, quien la miraba distraídamente. Si Sakuno giraba el rostro hacia la derecha, él curiosamente hacía lo mismo, igual pasaba cuando giraba al lado opuesto. Así hasta que una de aquellas veces, ella se detuvo a la derecha y le dio por mirar hacia arriba y él, al percatarse, posó sus ojos en la joven, pestañeando con total ignorancia. Después de unos segundos de silencio, Sakuno enrojeció y se desplazó más a la izquierda mientras apretaba mucho más la raqueta. Ante ello, le apuntó con ella sin darse cuenta.

- ¿Q-qué… qué estás… ha-haciendo…?- Preguntó entrecortadamente con el rostro enteramente rojo. La mano que sostenía la raqueta estaba temblando ligeramente.

Ryoma alzó una ceja, desconociendo el por qué de la reacción de la fémina. - ¿Hum?- Interrogativo, se llevó una mano detrás de la cabeza. – Eso debería de decirlo yo-

Suspiró cansadamente y se fijó las crepes. Sakuno lo observó y, dándose cuenta de lo que hacía –apuntando al chico con la raqueta- la bajó rápidamente. Luego, se acercó de nuevo, parándose en el puesto y, mirando al muchacho de reojo. Le pareció interesado en comer alguna, más lo notaba pensativo. Sonrió divertida.

- Ne, Ryoma-kun-

Ryoma la miró de reojo y ella, le señaló algunos sabores. - ¿Huh?-

- ¿Quieres alguno?-

El joven siguió la señal de su mano y quedó unos segundos en silencio. Su expresión se tornó aturdida, pero luego se notó el interés nuevamente, viéndole hacer muecas extrañas ante sabores ó rellenos… algo poco peculiar. Sonrió de nuevo y ante el movimiento de una de las manos del joven, la siguió. Señalaba justo uno simple, chocolate y nata.

Sakuno asintió comprendiendo y, ante una llamada al dependiente, pidió el de Echizen y uno con relleno de fresa para ella. Cuando por fin pudo hallar su monedero, el hombre le negó con una mano mientras le sonreía y luego le indicó con un movimiento de su barbilla tras ella. Ryoma estaba algo más alejado, una mano en su bolsillo, la raqueta sujeta entre su brazo y cadera y, por último, comiéndose tranquilamente la crepe.

- ¿…Él ha pagado?-

El hombre asintió sonriendo. – Mientras buscabas el monedero, supongo-

Sakuno se inclinó al señor despidiéndose y dándole unas leves gracias. Acto seguido fue rápidamente donde el príncipe, éste sin decir nada, comenzó a andar, dejándole con la palabra en la boca. Ryuzaki infló un poco los mofletes, apresurándose para quedar justo al lado del chico mientras comía.

Misterioso. Pero, eran aquellos pequeños detalles los que a ella le sonsacaban una radiante sonrisa. Nunca él decía nada, lo hacía y ya está. Sin dar explicaciones o sin pedir permiso.

Salieron finalmente del parque dejándolo bastante atrás, caminando en silencio. Aunque tuviera en mente que tenían ambos la raqueta y que seguramente lo que harían sería jugar un partido… ¿para eso nada más habían quedado?

Tuvo incluso que negarle a Tomoka salir ese día… si llegaba temprano a casa, tal vez la llamaría. Y si aún daba tiempo iría con ella a algún sitio, o simplemente la invitaría a casa. Dudaba un poco, pero que justo ese día le dijera de salir y que ambos llevaran las raquetas, era sospechoso. Sabiendo quién era él, no podría tratarse de algo así.

Le hizo feliz… muy en su interior. Trataba más con él, más que antes, pero no creyendo que fuera lo suficiente como para creer en lo que no debería.

Sólo pensaba en una cosa que podía incluso ser cierta. Amiga. Ella había salido alguna que otra vez con Ryoma, pero con los senpais de compañía. Contempló lo voraz que era Momo al comer… sin esperarse a Ryoma siendo algo parecido a él. De una hamburguesería iban a una heladería, Ryoma siempre pedía uno bastante grande, haciendo todo lo posible para que pagase Momo o algún otro. Sakuno nunca terminaba pagando, por supuesto. Aunque ella misma se ofreciera, se lo negaban.

Entre tantas salidas similares, pudo entablar alguna que otra conversación con el príncipe, sonsacándole sorprendentemente más palabras de lo que había escuchado. Como aquel día cuando lo visitó sobre su lesión.

Recordó el colgante, preguntándose si lo llevaría aún puesto o… se hartó de él y lo dejó en el olvido por su habitación. Mientras se terminaba la crepe, miró de reojo al joven que, con un último bocado, se terminó el suyo. Guiñó los ojos al notarle algunos restos en las comisuras de los labios. Rebuscó en los bolsillos de su chaqueta, sacando un pañuelo y alzándoselo al joven para quitarle aquellas manchas. Por ello, Ryoma paró y la observó sorprendido, extrañamente sin decir o hacer nada, mientras observaba cómo ella le frotaba los labios con el pañuelo. Siempre con una sonrisa en la boca.

Al reaccionar tomó aquella mano y la apartó, se sentía como si fuera un niño pequeño siendo limpiado por su madre. Y eso no le agradaba demasiado. Él cumpliría los quince años en ese mismo año. No era un niño que necesitara del cuidado –tan exagerado- de una madre.

Sakuno lo miró perpleja, y Ryoma alzó los ojos mirando detrás de ella en la lejanía, al otro lado de la carretera. Divisó una figura que le pareció lo más inoportuna. Notando que se acercaba, se alteró, tragó saliva y jaló a Ryuzaki para esconderse detrás de un muro, entre dos locales. Sakuno no tuvo ocasión de decir nada. Quedaron esperando en silencio, y observó al joven que miraba hacia el lado opuesto al de ella con seriedad y nerviosismo. Temiéndole a algo. Lo imitó pues, veía pasar gente -para ella desconocida- y luego, agrandó sus ojos al reconocer a Ryoga. El menor de los Echizen se adelantó un poco para asomarse y ver que se haya alejado lo suficiente, pero no soltaba la mano de ella. Tan ensimismado que no se daba cuenta.

Le vio suspirar con gran alivio tras apoyar su espalda en la pared. Sakuno miró hacia la gente que pasaba absorta a lo que pasaba y seguidamente se centró en el joven. De él, bajó hacia sus manos, quien el chico tomaba la suya con firmeza. Enrojeció.

Se humedeció el labio y tragó, moviendo la mano apresada por la del chico, haciéndole notar la unión. Ryoma pestañeó, mirándola de reojo y luego en las manos que se movían a sus costados.

- A-anou…- Sakuno tartamudeó. – Las… las manos…-

Su mano grande podía ocupar toda la suya y Ryoma lo había hecho notar con alzarla y hacerlas visibles ante él… y ella. Le mantuvo la mirada de soslayo, mientras él pasaba sus ojos de las manos a ella, pareciendo no importarle. No incomodarle.

- Ah- Dijo. – Ya veo-

Abrió uno por uno y lentamente sus dedos hasta liberar la femenina. Sakuno no perdió detalle. El joven se veía más fresco que una rosa quien, después de una última mirada y haberla soltado, metía aquella mano en el bolsillo de nuevo y le dio la espalda, indicándole que prosiguieran. Después de volver asegurarse de que realmente había perdido de vista a Ryoga. Sakuno no dejaría de repetirlo, le encantaría tener un hermano tan atento como Ryoga, aquellos tratos hacia su hermano pequeño demuestran que lo aprecia. Aunque en esos momentos podía entenderse que… estando con una chica y que justo aparezca Ryoga y los vea, éste pensará siempre lo que no debe. Ryoma lo sabía, por ello, había optado con urgencia esconderse de él.

Se abrazó a sí misma mientras lo seguía sin saber a dónde la llevaba. Observaba el suelo sin decir palabra, clavando de vez en cuando sus ojos en los talones del chico sin estar muy pendiente. Siempre era así cuando estaba a solas con él, cero conversación. Como ella misma no era de hablar mucho –por su timidez- prefirió caminar y abstenerse a comenzar a hablar.

-

-

Giró sus ojos de lado a lado reconociendo el lugar y afirmando en su interior que ya estaban llegando. Subieron por unas largas escaleras, mientras él miraba hacia arriba levantando un poco la visera de su gorra. Le pareció ver a alguien. Pero no echó demasiada importancia.

Nada más llegar, Ryoma paró, echando otra ojeada al sitio y entonces, sintió un leve empuje en su espalda. La joven iba tan despistada y en sus pensamientos que ni se percató que Ryoma dejó de caminar. Chocando contra la ancha espalda del príncipe.

Echizen se giró medio cuerpo y la mira de soslayo, le indicó con la barbilla que mirara y, así haciéndole entender que habían llegado a su destino.

La vio mirarlo todo con curiosidad, seguidamente resopló, como resignada. El muchacho alzó una ceja y miró las pistas de tenis callejeras que tenían delante, ahora mismo, desalojadas.

- Vamos- Dijo en un murmullo sin mirarla.

Sakuno asintió en silencio y le siguió a unos banquillos cercanos a las canchas. En esos momentos, cuando se disponía a quitarse la chaqueta azulada, escuchó murmullos que se aproximaban. Dejó la chaqueta junto a la de la joven en un rincón del banco, cercano y a la vista donde se dispondrían a jugar. Seguidamente, ella descubrió su raqueta de la funda, colocando ésta en el mismo sitio de las prendas y, en cuanto quiso centrarse en el objeto, se quedó mirándolo extrañada. Rozó sus dedos las redes de la raqueta, notándolas más firmes y fuertes, como nueva.

Tragó saliva y pensó lo primero que se le vino a la mente. Observó de reojo al joven que se entretenía con las cuerdas de su raqueta. Él había recogido la suya ayer, ¿acaso tuvo la molestia de llevarlo al encordado? Sería demasiado pedir.

Suspiró y, seguidamente, volvió a sentir que su rostro se encendía enteramente. Ryoma, sin pudor, comenzaba a quitarse los pantalones largos oscuros que había llevado puesto. Ella por acto reflejo, ahogó un grito y le dio la espalda. Ya van dos en la que le hacía pensar que los chicos no sentían vergüenza a desnudarse delante de la gente. Aunque en ese momento sólo estuviera ella.

- ¿Qué pasa?-

Sakuno se humedeció los labios y optó por girarse un poco, suspiró aliviada al ver que había terminado, quedándose con unos pantalones cortos también negros. Si sigo así, moriré de un ataque. Relajó los hombros cuando aquellas voces se hicieron notar más.

- ¿Eh, hay más gente aquí?-

Ambos jóvenes del Seigaku voltearon y encontraron con otras dos figuras. A ojos de Ryoma eran desconocidos y, para Sakuno, simplemente juraba que los había visto en alguna parte. Uno de los chicos llevaba gafas, algunas pecas en las mejillas, pelo corto y color oscuro. El compañero, era castaño. Éste paró al llegar y los observó aturdido, más se centró en la joven de trenzas.

- ¿Kenzo-senpai?-

El chico nombrado no respondió, sus ojos quedaron clavados en la joven, quien comenzaba a inquietarse, apartando repetidas veces la mirada del chico recién llegado.

- Shunsuke…- Susurró.

- ¿Hum?-

- Qué linda…-

¿Qué?

Ryoma frunció las cejas, miró de reojo al jovencita que se movía inquieta y mirando a todos lados.

- ¿Eh, qué?-

El chico llamado Kenzo se acercó más seguido de Shunsuke. Se le apareció una sonrisa bastante estúpida para la vista del príncipe.

- Una vez tuvimos oportunidad de conocernos…- Comentó. Shunsuke se ajustó las gafas no comprendiendo a Kenzo y, ante una ligera mirada a Sakuno y, luego fijándose en Ryoma, tragó saliva.

- Esto… Kenzo-senpai-

- Calla Shunsuke, estoy ocupado, ¿no lo ves?-

Sakuno retrocedió un poco, aferrándose a la raqueta. Kenzo al percatarse, pensó que la estaba incomodando por lo que, optó por colocarse firme y… serio. Aclaró su garganta y se puso las manos en las caderas, mirándola con una sonrisa de arrogancia.

- No temas bella dama, yo…-

Y giró sus ojos hacia el acompañante de Ryuzaki, parando su frase y alzando una ceja interrogativo. Lo miró de arriba abajo, luego a Sakuno a su lado. Clavando sus ojos en el emblema de la escuela en la camiseta de la chica –cuando apartó la raqueta unos momentos-, justo en el pecho. Ella, sintiendo la mirada, no pensando que se fijaba en dicha insignia, se volvió a cubrir avergonzaba emitiendo un leve gritito. Kenzo tragó saliva y retrocedió unos pasos incrédulo. Seguidamente, apuntó descaradamente con su dedo índice hacia el rostro del príncipe.

- ¡Ah, Echizen Ryoma!- Exclamó. - ¡El novato de Seigaku!-

Ryoma suspiró cansado.

- Capitán- Corrigió. – Ahora capitán. Han pasado varios años, ¿no crees?-

Se encogió de hombros y se cruzó de brazos mientras lo observaba seriamente.

- Por cierto, ¿quiénes sois?-

Parecía que a Kenzo se le desencajaba la mandíbula al escucharle. Cierto es que a él se le pasó por un momento quién era él, ¡pero era por quedarse embobado con la chica!

- ¡¿Cómo que quiénes somos?!-

Mientras soltaba algunas exclamaciones más. Sakuno se dedicó a observarlos a ambos con detenimiento. Acto seguido se le vino a la mente un partido amistoso de dobles. Momo y Ryoma contra estos dos chicos. Fueron totalmente patéticos pero, ella deseaba en ese día que al menos marcaran algún punto para no verlos desilusionados. No entendía por qué, ni les conocía. Finalmente sólo dieron con uno, y de suerte. Pero bastó para hacerles entrar en razón y decidir que sería mejor jugar tenis que verlo. Desistieron a la recopilación de datos.

En cuanto Sakuno explicó al príncipe de dónde lo conocían Kenzo subió su ego, riendo estruendosamente con la cabeza en alto.

- Hmph. Bueno, da igual- Ryoma miró de reojo a Sakuno. – Vamos, Ryuzaki-

Kenzo lo volvió a señalar, esta vez a su espalda.

- ¡Ni te creas que te escaparás, Echizen!- Gritó. - ¡Aquella vez prometí que quería revancha, ya va siendo hora!-

Era el colmo, Ryoma cada vez se impacientaba más. Medio giró hacia él con la raqueta sujeta en su hombro.

- No tengo tiempo-

Pero parecía que no le escuchaba, seguía gritando. - ¡Un partido de dobles! ¿Dónde está ese tal Momoshiro?-

Echizen ordenó a Sakuno que no se detuviera. – No ha venido-

Kenzo se irritó y, de tanto gritar, jadeaba, con todo el rostro rojizo por el enfado. Miró a Shunsuke y éste ladeó la cabeza, indicándole que desistiera. Pero su senpai era más tozudo.

- ¿Eres un cobarde o qué?-

Kenzo tragó saliva al verlo girar con una mirada demasiado sombría y fría. Tal vez no haya sido buena idea provocarlo, si llegara a aceptar el partido… él no acabara en buen estado. Kenzo y Shunsuke se habían graduado de sus escuelas, pero seguían jugando tenis en sus ratos libres. Y allí estaban, sin poder haberse imaginado que se encontrarían justo con Echizen Ryoma.

- De acuerdo-

La voz del príncipe sonó bastante dura. Sakuno se colocó nerviosa y, sin comprender por qué aceptó si ni siquiera estaba Momo-senpai con ellos. ¿Acaso…?

Dio un respingo al sentir la mirada de Echizen sobre ella. – Ryuzaki, prepárate-

Casi sintió que el mundo se le venía abajo. Deseó desaparecer en esos momentos. ¿En qué estaba pensando Ryoma? ¿Ella… ser su pareja de dobles?

Cerró fuertemente los ojos para abrirlos al instante. - ¿Qué…?-

- Lo que has oído-

Indicó que le esperara y se acercó a Kenzo, mostrándole el extremo del mango de su raqueta. Kenzo miró a Sakuno y luego a él. - ¿Eh? ¿Utilizarás a esa monada como pareja?- Se quejó.

Ryoma no hizo caso y preguntó de nuevo qué elegiría, Shunsuke tuvo que decidir por él. Ellos se ganaron el servicio.

Ryoma se colocó en posición, sería él el primero en recibir el servicio de Kenzo. Mientras éste rebotaba la pelota, miró de reojo a la jovencita, notándola bastante tensa. Apretó los labios volviendo a centrarse en Kenzo, ignorando el hecho que estuviera diciendo chorradas aún sin sacar. No era realmente lo que él quería, pero el paleto de Kenzo lo había provocado de una manera estúpida.

En el primer juego, Ryoma descargó su molestia, Sakuno apenas había tocado la pelota. Él no era de dobles, decía ella. No era compatible con Momo, con ella lo sería menos. Por eso, hacía todo lo posible por llegar a la pelota antes que Sakuno.

Cambio de lugar y, el servicio para la joven de trenzas. Ésta tragó temerosa. Observó rápidamente toda la pista desde su lugar, con la pelota y raqueta en mano, preparándose para hacer el primer servicio.

Sintió una ligera mirada del joven, impaciente por que comenzara. Ryuzaki humedeció sus labios y lanzó la pelota hacia arriba con intenciones de golpearla, pero debido a sus nervios y bajísima confianza en sí misma no llegó a darle. La pelota cayó al suelto rebotando. Ella permaneció con la posición de haberla golpeado y, notándosele cómo poco a poco se le iba coloreando de nuevo el rostro de rojo. A Ryoma se le apareció una venita en la sien.

- …Vale darle a la pelota-

Sakuno se inclinó repetidas, disculpándose avergonzada. Echizen suspiró largamente, sabía que estaba nerviosa, pero no debería de estarlo. Eso pensaba él. No era un partido oficial, ¿de qué tiene miedo?

Ryuzaki volvió a colocarse en posición y con más concentración pudo hacer el saque, comenzando otra pequeña guerra de remates de pelotas. Sakuno pocas veces llegó a golpearla, el príncipe estaba demasiado metido en el partido. Siempre pasaba así.

Al cuarto servicio volvió a darle a la pelota, pero, el príncipe se inmiscuyó. No se dio cuenta, ni ella tampoco. La pelota le dio de lleno en la coronilla, aunque no se quejó por el golpe, giró la cabeza lentamente hacia Ryuzaki, mirándola de manera acusadora.

- ¿…Qué estás haciendo?-

- ¡Lo… lo siento!-

La pareja rival reía a carcajadas muy de vez en cuando, diciendo comentarios provocantes hacia Echizen. Ganaban puntos, pero era un partido de dobles. Ryoma notaba que eran mejores que aquella vez, pero no lo suficiente como para ganarle un partido a él… ¿en sencillos?

A cada fallo de la jovencita, se le baja más la moral, pensando negativamente en que le pudiera estar fastidiando a Ryoma en el partido. Pensará dónde queda la titular del club femenino. Agarró con fuerza el mango de la raqueta con ambas manos mientras caminaba al cambiar de lugar. Ryoma a su lado la miró de soslayo, resopló y se sujetó la visera de la gorra.

- Hoy el sol brilla muy fuerte- Dijo.

Sakuno alzó la mirada para verle. - ¿Eh?-

No era verano, en todo caso el sol podría impedirle mejor visión.

Ryoma se quitó la gorra y, sin despegar la mirada de ella –girándose hacia su dirección- se la colocó a la joven, seguidamente le propinó una leve palmada en la cabeza. Sakuno guiñó los ojos, mirándole aturdida mientras se llevaba las manos hacia la gorra. El chico mostró una muy leve sonrisa.

- Esto no es oficial- Comentó refiriéndose al partido. – No tienes por qué dar todo de ti. Ni tampoco, sentirte presionada-

Su voz sonaba tranquila, tal parecía que su enfado se había disipado.

- Estate atenta, ésta vez sí que dejaré que recibas la pelota-

Sakuno quedó con la boca abierta, incrédula y ligeramente sonrojada. Antes de que pudiera decir algo, Ryoma tiró de la visera hacia abajo, descendiendo un poco la gorra de su cabeza. Seguidamente, él se fue a colocar a su sitio en silencio.

Mou. Ryuzaki infló los mofletes girándose hacia la dirección donde se fue el joven, acomodándose la gorra en su cabeza. Enseguida su semblante cambió, una sonrisa bastante pronunciada se figuró en su rostro. Notaba bastante cambiado al príncipe… bueno, sólo un poco.

- ¿Cómo, ya habéis tenido suficiente?-

Kenzo y Shunsuke se encontraban al lado de una expendedora de refrescos, tomándose alguna bebida. El primero se giró hacia el chico con notable enfado.

- ¡Qué pasa, ¿acaso no puedo ir a tomar un refresco mientras charloteáis?!-

- Hmph. Ya, mada mada dane-

Sakuno sonrió nerviosamente. Efectivamente, sólo le veía algo diferente. Ryoma siempre sería Ryoma.

A los pocos minutos prosiguieron con el partido. Sakuno iba más animada y le daba a la pelota sin dudarlo, aunque no faltaban aquellas veces en las que se despistaba y, si no dejaba sin querer la pelota pasar, intentaba darla demasiado tarde. Una de aquellas veces que se dirigía hacia ella, utilizó el impulso de su cuerpo corriendo hacia la pelota, dándole con fuerza pero haciéndola caer de bruces al suelo. Kenzo la devolvió. Ryoma observaba sorprendido a la chica y, enrojeció levemente al verla tirada teniendo la falda levantada por la caída. No se fijó en la pelota, no se percató que se dirigía hacia él.

- ¡Echizen, diablos!-

Ryoma reaccionó, pero no a tiempo. La pelota le golpeó el rostro cayendo hacia atrás al suelo. El silencio les invadió.

- ¿¡Ryoma-kun!?-

El chico, tirado en el suelo, frotó la parte golpeada, entre nariz y cejas. Vaya mierda. Chasqueó la lengua y se incorporó quedando sentado. La muchacha se acercó con preocupación.

- ¿Estás bien?-

No podía mirarla. Tan sólo asintió en un murmullo. Celestes. Ante el recordatorio en su mente, se frotó el rostro con fuerza, alzándose rápidamente para confusión de Ryuzaki.

- ¿Todo bien…Echizen?- Preguntó Shunsuke, acomodándose las gafas.

Ahora se arrepentía de hacerle prestado su gorra a la chica. Él miró hacia otro lado.

- Ah, hn- Asintió.

Quedaba un último juego, Ryoma tenía el servicio. Se colocó en su lugar y se frotó la nariz con el pulgar antes de coger una pelota con su mano derecha. Si ganaban ese juego, serían los vencedores. Pero extrañamente para los presentes, él estaba algo cambiado en ese último juego. Como ido. Pareciendo un principiante en el tenis. Sakuno lo miró preocupada por lo que pudiera pasarle. ¿Se encontrará mal? Decía.

Ryuzaki se esforzaba por devolver las pelotas que Ryoma dejaba pasar, a algunas no llegó a tiempo. Se quedaron en cuarenta iguales. Si lograba meter dos puntos, ganarían. Ryoma podía tener la oportunidad de hacer el twist serve, por lo que la dejó más perpleja. Él no dejaba aquella ocasión mientras pudiera aprovecharla.

La pareja rival gana punto, cuando luego Sakuno o Ryoma lo devolvían. Se quedaron en el sexto deuce. Permanecieron jadeando unos segundos antes de que Ryoma volviera a sacar, éste se hizo con el punto luego de unos remates.

Un punto más, un punto más…

Aquello le pareció eterno, Sakuno veía pasar la pelota de Ryoma a Kenzo, y viceversa, algunas que otras veces a Shunsuke. Pero éste no enviaba la pelota hacia ella, sino a por el príncipe. Ryoma devolvió la pelota con una dejada, pensando que no serían capaces de golpearla. Kenzo se colocó tozudo y aceleró hacia la red, llegando a darle con el marco de la raqueta, haciendo un globo.

Echizen siguió la dirección de la pelota, lejos de él. Hacia Ryuzaki. La chica estaba en posición, viendo la pelota en lo alto, acercándosele.

- ¡Ryuzaki…!- Avisó.

Sakuno reaccionó, nunca tiene demasiadas oportunidades de realizar un smash por lo que vio una buena ocasión. Sobre todo ahora, siendo el punto de partido. Se acercó apresurada sin despegar la mirada de la pelota y, agarrando firmemente la raqueta, dio un salto golpeando con fuerza la esfera amarilla hacia el equipo contrario. Quienes ninguno se movieron del sitio, dejando que entrara justo entre ellos.

Echizen tuvo que apartar la mirada ante el salto, nuevamente la falda se le había volado. ¿Por qué no se ponía shorts como Ann?

Cuando Sakuno vio que había entrado y eran ganadores comenzó a dar pequeños brincos mientras sonreía de felicidad.

- ¡Hemos ganado, Ryoma-kun!- Exclamó con alegría.

Ryoma pestañeó al observarla, seguidamente, sonrió un poco.

- Hai, hai…-

Kenzo y Shunsuke se acercaron bastante cansados, al igual que ellos. Kenzo apareció muy serio pero, al llegar al lado de ambos jóvenes, sonrió. Le tendió la mano a Ryoma y éste tan sólo la observó.

- ¿Hn?-

Kenzo ladeó la cabeza apartando la mano.

- Ha sido entretenido- Dijo.

- …Supongo- Susurró el príncipe.

El castaño se cruzó de brazos, mirándole.

- Que sepas que has ganado porque te di ventaja al tener a esta chica como pareja de dobles- Refunfuñó. Shunsuke sabía que no era así. - ¿Qué, os apetecería repetirlo en otro momento?-

Ryoma quedó pensativo y, después de lanzarle una rápida mirada a la chica de trenzas –dejándola con la duda-, suspiró.

- Quién sabe, ya veremos…- Se encogió de hombros y les dio la espalda mientras se dirigía hacia el banco donde yacían sus cosas.

Sakuno les sonrió y les hizo una reverencia, agradeciendo el entretenimiento del partido. Seguidamente, Shunsuke miró su reloj de pulsera y palmeó el hombro de su senpai, sacándole de su ensoñación –mirando a Ryuzaki-.

- Senpai, tenemos que irnos- Dijo. Kenzo frunció las cejas y comprobó él mismo la hora.

- Demonios- Gruñó frotándose el pelo, exasperado. – Bueno- Se volvió hacia la chica y le cogió ambas manos sin permiso. – Fue un gusto jugar contigo. Tal vez seas tú el…-

Shunsuke le jaló del brazo al notar que decía tonterías e incomodaba a la muchacha, separándole de ella finalmente. Kenzo se molestó, pero no dijo nada más, adelantándose él primero. Justo al dar unos pocos pasos, alzó un brazo girándose mientras andaba de espaldas.

- ¡Ya nos veremos!- gritó. Pero tropezó por las escaleras al estar andando sin mirar atrás.

- ¡Ah, ¿estará bien?!-

Shunsuke se adelantó y miró por ella, haciéndole una seña de que estaba bien.

- No es nada, él es duro- Rió. Alzó una mano y se despidió de ella. – Hasta otra-

- Ah, hai-

Una vez los perdió de vista, se giró hacia el príncipe y se dirigió hacia él. Ya se había colocado el pantalón de nuevo, y en esos momentos estaba sentado, secándose el rostro –después de habérselo humedecido en un pequeño bebedor- con un pañuelo.

Sakuno se quedó mirándole mientras permanecía de pie a su lado, aún preguntándose el motivo por la que le invitó a salir. ¿Era realmente esto lo que quería?

Sintiendo una mirada sobre él, alzó la cabeza apartándose el pañuelo.

- ¿Hum? ¿Qué ocurre?-

Sakuno permaneció en silencio sin dejar de mirarle, extrañando a Ryoma cuanto más cambiaba su semblante, observándole frustrada. Ryoma guiñó los ojos.

- ¿…Ryuzaki?-

- ¿Por qué…?-

El chico arqueó una ceja. - ¿…Qué?-

- ¿Por qué… me has dicho que quedáramos hoy?-

Nunca pensó que ella se preguntara algo tan… absurdo. Si no quería ir con él, podría no haber ido, -ya que él ni siquiera esperó a que se negara-.

Sakuno siguió hablando. – Hoy…- Bajó más la mirada. - …Hoy es un día especial- Dijo, entristeciendo la mirada. – Podría haberme… escaqueado, iba a quedar con Tomoka-chan-

Jugó distraídamente con las redes de su raqueta, esta vez sin mirarle. Ryoma aún no respondía, atento a lo que ella decía.

- Pero le dije que no- La notó temblar un poco. – Nunca antes… habías tenido la iniciativa de hacer planes- Comentó, alzando sus ojos para volver a clavarlos en el chico. - ¿Sabías… que hoy era un día especial… para mí?-

El silencio duró unos minutos, Ryoma no apartaba sus ojos de ella, quien también le mantenía la mirada, esperando por una respuesta. Se estaba impacientando, sabiendo que diría un no.

La tarde cayó sobre ellos, apareciendo un color anaranjado y rojizo en el cielo. El frío acrecentó sobre esas horas, haciendo que al menos ella se abrazara a sí misma.

Y entonces, Ryoma rompió el silencio con un suspiro cansado, apartando la mirada. Sakuno tragó saliva. Lo sabía.

- Ne, ¿podrías acercarme mi chaqueta?-

Desconcertada, clavó sus ojos en la prenda azulada, luego volvió a mirar al joven.

- Está… justo a tu lado- Respondió.

Era absurdo si lo tenía cerca, ¿qué tan difícil era alargar su mano y cogerlo él mismo?

- Pásamela- Insistió con un gruñido.

Sin más que decir, cogió la chaqueta y se la acercó –pensando aún que él mismo podría haberla cogido-. Ryoma la cogió sin decir nada y comenzó a buscar en los bolsillos.

Hasta que él no sacó aquello que tuviera guardado, ella no apartó la mirada. Siempre esperando curiosamente por lo que pudiera estar buscando el joven.

Pestañeó varias veces al ver una especie de bolsita con un lacito rosado. Aquello no iba con un chico como él.

Cuando estuvo a punto de preguntar de qué se trataba, Ryoma le había lanzado el paquete, pudiendo tomarlo al vuelo por acto reflejo.

Sakuno pasó su mirada de la bolsita al príncipe, incesantes veces.

- Ábrelo y punto-

- ¡Ah, hai!-

Con la mirada penetrante que le lanzó el muchacho, se apresuró a obedecerle sin rechistar. Observó unos momentos el paquete, color beige y con un lacito rosado. Un regalo. Eso parecía. ¿Qué más podría ser? Pero viniendo de alguien como Echizen Ryoma, podría llegar a confundirla demasiado. Sin más, lo abrió con cuidado, metiendo una mano en el interior y sacando lo que había dentro. Se lamió los labios con urgencia sin despegar los ojos de tal objeto.

¿Qué…?

Lo palpó con sus dedos, sin creérselo. O analizando de qué pudiera tratarse, a qué fuera debido aquello.

- Happy birthday, Ryuzaki-

Lo miró sorprendida al escucharle, abriendo demasiado sus ojos. ¿De verdad él… lo sabía? Es decir, sí lo sabía, pero… nunca antes había recibido un regalo por parte de él. Desde aquello en las montañas nevadas, acababa con felicitarla en un murmullo para luego marcharse. Eso al menos, la hacía feliz. El regalo es lo de menos, pero si llegaba el caso que le ofreciera algo, pensaba que le daría un ataque. Le confundía.

Se centró de nuevo en el obsequio. Unos coleteros para el pelo, teniendo dibujados pétalos de flor de cerezo. Eran más grandes de las que ella acostumbraba a llevar, pero tenía que reconocer que eran bastante atractivas a la vista. Blancas y con los pétalos rosados. La tela que contenía aquellos dibujos –los pétalos- era gruesa, unida a la gomilla, formando leves arrugas. Eran un par.

Sakuno despegó muy lentamente la vista del regalo y la posó en el joven. Él la miraba, mientras permanecía apoyado en sus piernas con sus brazos doblados. Sintió sus manos temblar ligeramente, obligándose a morderse el labio.

- Esto…-

Ryoma suspiró largamente agachando la cabeza, posando su mirada en el suelo. – No soy bueno… eligiendo regalos-

En silencio, la joven apretó más su labio, escondiendo su rostro con sus flequillos mientras se giraba, permaneciendo de perfil y con la cabeza baja. Luego, dejó la bolsita y la raqueta en el banco, quedándose con ambos coleteros. Ryoma parpadeó, sólo girando un poco para ver qué hacía. Sakuno tomó una de sus trenzas y quitó aquella simple gomilla rojiza, colocando una de las de pétalos de cerezo, haciendo lo mismo con la otra.

Ryuzaki se giró del todo hacia él y sonrió bastante agradecida y sonrojada. Se colocó las trenzas por delante para mostrárselas puestas. Ryoma la miró y sonrió desde su posición.

- Heeh, no está mal-

Sakuno se llevó una mano al mentón, mirándole tímidamente. – Muchísimas gracias, Ryoma-kun- Agradeció el obsequio. – Realmente… me ha hecho muy feliz-

- …Fue algo muy simple-

- ¡N-no…!-

Ryoma la miró perplejo.

- El que te hayas acordado… y encima haber tenido la molestia de… ir a comprar algo…- Sonrió. – Me hace feliz-

Echizen guiñó los ojos y se rascó detrás de la cabeza, apartando la mirada lentamente. Pareciendo querer esconder su vergüenza.

- Además…- Prosiguió. – Es algo… de lo que siempre podré llevar encima- Ensanchó su sonrisa.

Ryoma murmuró, algo inaudible. Acto seguido estornudó. Sakuno se acercó a él preocupada, sacando del bolsillo de su sudadera otro pañuelo. - ¿Estás bien…?- Preguntó. – Está empezando a refrescar más…-

Mientras permanecía inclinada hacia él, miró un poco hacia atrás, hacia el cielo.

- Deberíamos…-

Pero un agarre a su camiseta la interrumpió, girando su rostro hacia el joven. Ryoma había jalado de la prenda de la chica e hizo que se inclinara más hacia él, aprovechando para presionar sus labios con los suyos. Ryuzaki agrandó sus ojos, incrédula. Enseguida se le coloreó el rostro enteramente de rojo. Observaba sin saber qué pensar, qué hacer, al joven con ambos ojos cerrados mientras la besaba. No pudo más que aceptar, cediendo sin poder evitarlo e intentar corresponderle. Era la primera vez… que alguien se lo hacía a ella.

Y agradeció sin dudarlo que ese alguien, fuera él. Sus labios eran cálidos, que en pocos segundos había disipado el aumento de frío que había sentido hace pocos minutos.

Ryoma movió sus labios sobre los de ella, besándola más profundamente, mientras ella optó por sujetarse a sus hombros. A los pocos segundos, ella fue quien tuvo que romper el beso, necesitando aire. A la separación se fijó en el pecho de él, el cual subía y bajaba agitado, encontrándose con aquel colgante. Aún hoy día llevándolo. Interiormente, sonrió.

Echizen la soltó y dejó que se apartara, mientras él, la miraba con una sonrisa presumida. Ella hacía lo mismo, pero con una expresión de confusión. Enrojeció al ver que la sonrisa del chico se ensanchaba.

- ¿Qué… qué significa esto…?- Preguntó entrecortada.

- Quién sabe- Respondió en un murmullo.

Sakuno lo miró con una ceja alzada. - ¿Q-qué?- Pestañeó. – Cuando una persona… besa a otra...- Traga. – Quiere decir… que está interesada en ella-

Ryoma la miraba con la misma expresión, como si no entendiera lo que estuviera diciendo.

- Ryoma-kun…- Nombró en un susurro. - ¿Quiere decir que…?- Bajó la mirada apartándosela de él. - ¿Quiere decir que… tú… lo estás?-

Él permaneció en silencio, observándola. Luego se fijó en el cielo mientras se apoyaba en el respaldo del banco, echando los brazos por encima del respaldar. Sus ojos dorados resaltaron, mezclándose con el anaranjado del atardecer.

Mostró una pequeña sonrisa sin apartar la mirada del cielo.

- Podría, ¿verdad?- Susurró.

Sakuno volvió a mirarlo, sorprendida. - ¿Qué…?-

Finalmente Ryoma, después de lanzarle una sonrisa poco peculiar en él, se alzó, permaneciendo de pie delante de ella.

- Si Ryuzaki no tiene a nadie que… le impida…-

Pareció costarle, hablando con lentitud, pensándose qué decir exactamente. Sakuno sabía que en aquellas situaciones le sería difícil. De hecho, nunca se lo hubiera imaginado.

En esos momentos lo observaba y escuchaba con total atención, llevándose una mano al pecho, sintiéndolo bombear con demasiada fuerza.

Quiso reír en esos momentos, ¿ella alguien más? La verdad es que, desde los doce años, siempre ha estado atenta a todo lo que él hiciera. Y él parece que ni se ha percatado de ello.

- ¿Qué opinas…Ryuzaki?-

Ella sonrió entrecerrando los ojos, ablandando la mirada. Sin poder remediarlo, asomó lágrimas en sus ojos, amenazantes por deslizarse por sus mejillas. Sin pensárselo, se lanzó hacia él, abrazándole con fuerza mientras escondía el rostro en su pecho.

Ryoma guiñó los ojos incrédulo. Aquello lo había cogido por sorpresa, apareciéndole leves tonos rojizos en sus mejillas.

- ¡Ah, espe…! ¡…Ryuzaki!-

- ¡No tengo a nadie!- Exclamó.

Ryoma se humedeció el labio.

- …Siempre fue…- Sakuno tragó. – Siempre fue… Ryoma-kun-

Escondió su rostro entre sus flequillos mientras se le asomaba una sonrisa. Pasó seguidamente sus manos por la espalda femenina, manteniendo el abrazo. Así, al menos no sentía demasiado el frío. Como aquella vez. Las imágenes vividas en esos días en las montañas nevadas invadieron su mente. Recordándolo todo. Sobre todo, el primero que tuvo con ella.

La tomó de los hombros y la separó un poco.

- Ne, no es el primero que tienes, que lo sepas-

El rostro de Ryuzaki se tornó más rojo, emitiendo un leve gritito de exclamación. El chico se rascó distraídamente la mejilla.

- Ah, claro. Estabas dormida aquel día…- Susurró más para sí.

- ¿!EH!?-

Echizen meneó la cabeza y se apartó, cogió sus cosas y se alejó unos pasos, para girarse hacia ella.

- Por cierto-

Sakuno, estando algo petrificada, reaccionó de nuevo a la voz del joven. Éste volvió a sonreír, ensanchándola en una bastante arrogante.

- ¿Te gusta el color celeste?- Preguntó.

Sakuno arqueó una ceja. - ¿Qué…?-

Ryoma mostró su dedo índice y le indicó el lugar, en cuanto ella siguió la dirección, justo en su falda, pestañeó. Al cabo de unos segundos pudo captar la indirecta, volviendo a enrojecer al mirarlo a la cara.

- ¡Ryoma-kun!-

Pero él ya se estaba dando prisa para alejarse de ahí, Sakuno tomó sus cosas con rapidez y corrió tras él, con los mofletes inflados por el pique.

- ¡Mou, Ryoma-kun no baka!-

Llegando a las escaleras, él la esperaba abajo con las manos en los bolsillos.

- Mada mada dane-

¡Mouu!

Pero por mucho que se molestara por aquellos piques que le producía el príncipe, si con un simple detalle le subía los ánimos, ahora estando con él, le hacía bastante feliz.

Él había encontrado el significado a aquellas confusiones, siempre le pasaba con ella. Cuando alguna otra se le acercaba, no sentía ningún interés. Ryuzaki es Ryuzaki.

Todo comenzó a florecer desde aquel incidente en el que se perdió junto a ella. Los dos solos. Todo lo que pasó aquel día, quedaba sellado. Ninguno contaba nada.

Todo quedaba entre él y ella. Por fin Echizen Ryoma no se consideraba un niño.

-

-

Alguien frotó sus ojos, mirándolos desde la lejanía con incredulidad. Cerró la mandíbula al tenerla abierta por la impresión. Seguidamente, sonrió sin poder remediarlo.

- Huh, chibi-suke… ha crecido- Se llevó una mano a la barbilla. – Ya era hora-

Rió divertido y se fue por el lado opuesto al de la pareja, con pasos ligeros.

- Oyaji…- Miró al cielo con una sonrisa en la boca. – Se pondrá contento- Rió. – Pobre chibi-suke-

Fin.


Eso es todo... espero que haya sido de vuestro agrado. Intenté hacerlo más... un poco de comedia, pero será deprimente xD al menos espero que haya sido entretenido.

En el principio del epílogo era aquella parte del manga, cuando Ryoma pierde la memoria. Sakuno, desafortunadamente, llega tarde. Por lo que no logra verle en ese estado. Pero por algo están los fics u.ú lo adapté como quise XD que por supuesto, Sakuno lo estaba reviviendo en sueños.

No me quiero imaginar lo pesado que sería Nanjirou en el caso que su hijo pequeño... se echara novia. En fin, lo más seguro que Ryoma quiera no decírselo a su padre, pero ahí está Ryoga para fastidiar, ¿ne? :)

Bueno, una vez más, gracias por vuestros comentarios y por seguirme hasta aquí x).

Un saludo.


Between you and me. Terminado 23/08/08. 23:43 pm.

Atte. Jackilyn-San.