Dedicado: A todas aquellas personas que siguieron fielmente está historia ya sea dejando sus hermosos reviews o simplemente siendo unos lectores de la sombras que sacaban sus conjeturas para sí mismos.

Advertencia: Sí, tiene algunas, como una que otras palabras altisonantes (¿quién mierda no las dice? ¡Uy lo siento!) Como el lemon, pero ¡bah! Cada quién lee a sus anchas, no es como si una persona menor de edad se va a limitar a leer algo así sólo porque dice "no leas" mejor disfruten la lectura y si son pequeños aún no lo lleven a cabo tan rápidamente, y otra cosa más, el capítulo es muy-extra-ultra-híper larguísimo, creo suponer que mi subconsciente le daba terror llegar al final de esta historia. Supongo que son todas las advertencias y si olvidé algo, es que soy una jodida malévola muajajaja.


Requiem æternam dona eis


Réquiem

Capítulo 9.

El momento en el que desperté, supe que este día, sería total y parcialmente diferente a los demás días. Sabía que sería para bien o para mal, para hundirme o para salir a flote, había sabido que por todo este tiempo que había pasado, dentro, sobre, a través, por encima de la oscuridad de mi vida sería para terminar algo aunque el final de este no lo sabía. Temía por eso, temía por ella y por mí, porque eso significaba quizás ser libre de las ataduras de un pasado, ser libre de las cadenas que yo mismo me había forjado, porque de alguna manera, me encantaba ser masoquista, era dulce esa sensación de auto tortura a mí mismo, y aunque lucía demacrado, y tembloroso, furioso y confundido y que la gente deseaba verme con la siempre irresistible sonrisa picaresca, lo cierto es que no entendían del todo que a veces la gente deseaba la tortura.

No es que siempre la deseará, a veces hubiese preferido hacer una máquina del tiempo, y regresar a ese mismo lugar, a esa misma fecha, sabía que podría cambiar algo, sabía que el tiempo se alargaría porque estaba consciente de aquél dicho del cual siempre recitaba 'Si te toca ni aunque te quites, y si ni te toca ni aunque te pongas' pero ¿era pedir demasiado? ¿Pedir algo más de tiempo? Yo nunca había sido un hombre de pedir algo a nadie, ni siquiera a mis hermanos, ni siquiera a nadie superior que existiese ¿acaso ese ser superior espiritual degustaba de las tristezas de los demás? Bostecé y me desemperecé de la cama, había dormido con el cobertor hasta el cuello, el día era frío pero no por ellos triste o acongojante. Simplemente era de aquellos días que quieres pasar el día en tu cama, comiendo un café o leche con chocolate y viendo una muy buena película de ciencia ficción o suspenso.

Me bajé la camisa que la traía más arriba del ombligo, el pantalón sencillo de dormir estaba arriba de mis rodillas, y las sábanas echas un lío, las dos almohadas estaban tiradas en el piso, ¿cómo es que siempre caían ahí? Me rasqué la cabeza y solté una sonrisita, la primera vez que había dormido con Serena ella había amanecido tirada en el piso, con una cara de pocos amigos, y frunciendo el entrecejo sumamente molesta, recordaba haberle dicho, ¿por qué estaba ahí? Ella había argumentado algo sobre que mis largos pies, la habían aventado y que jalaba las sábanas, eso por supuesto no le creí, aunque…reservaba mis sospechas y eso, ciertamente podría resolver ciertas cuestiones que yo creía raras e inexplicables.

Me levanté de la cama y caminé descalzo hasta las puertas del balcón, se había empañado por el calor humano que embargaba la habitación, garabateé un dibujo, no era la gran cosa y de todas formas ni siquiera supe qué intentaba dibujar, de inmediato pasé mi palma y borré lo que sea que trataba de pintar — Navidad — Suspiré al ver el lugar ajetreado, ¿por qué le gente se empeñaba en comprar las cosas a último momento? Observé a varios maridos, amantes, novios, señoras, la nevada era suave y estaba seguro que posiblemente pasaría hacer una nevada un poco más fuerte.

Gruñí al pensar siquiera que me tenía que bañar, nadie se tendría que dar cuenta que hoy no me bañé ¿verdad? La idea era tentadora; no bañarse. Hacía frío y aunque el agua podría estar hirviendo la idea de que mi cuerpo sintiera el frio invernal no le apetecía en lo más mínimo y a decir verdad ¿no es cómo si a Serena le importara que luciera bien bañado, o sí? Pensé unos segundos y suspiré.

— Bueno, creo que si tendré que bañarme, además, estoy seguro que Haruka lo notará — me acerqué al ropero, extrayendo la ropa más elegante y sencilla que pude encontrar a mi ojo crítico, tendría que comprar alguno de esos trajes de marcas reconocidas —. Aunque, ¿desde cuándo me importa lo que piense Haruka de mí? Bueno, pero si te importa lo que piense Serena.

Me quité la playera. Serena… aún seguía sintiéndome mareado y aturdido al mencionar su nombre, al recordarla, al pensar que no la había visto, al pensar que quizás ella me odiaría y torcí los labios a modo de dolor. Abrí las llaves de la ducha, odiaba bañarme en invierno, la gente no sudaba mucho en esa época, además si en el siglo XVI habían podido sobrevivir sin agua y a base de puro perfume ¿qué yo no pudiese hacer eso? Cuando el baño empezó a calentarse, sin más remedio me quité el pantalón y el bóxer quedando completamente desnudo, la piel se me erizó cuando el agua caliente hizo contacto con mi piel fría.

No había podido dormir en toda la noche, había pensado seriamente en todo lo bueno y malo que me estaba ocurriendo, había besado a Kakyuu, eso, ¿estaba bien? Comprendí que la quería enormemente pero, me daba miedo, me daba miedo amar, ¿estaba bien todo esto, Serena? Lo cierto es que no tenía la menor idea de qué le iba a decir cuando la tuviese ahí conmigo, era como si mi mente no quisiera pensar en eso, simplemente estaba excitado ante el hecho de que la vería, de que estaríamos cercas el uno del otro, ¿estaba bien todo eso? ¿Era normal sentirse así?

Salí de la ducha y maldije para mis adentros al sentir el frío de la habitación, ni siquiera me inmute a prender el calentador, me puse crema en el cuerpo, y de inmediato me puse a vestirme con unos jeans sencillos color café, una camisa ligeramente ajustada de algodón color blanco, me recargué en la cama. Estaba consciente de lo que haría, demasiado consciente, y me sorprendía que no tuviese miedo, que no me enclaustrara en la habitación, sabía lo que hacía, sabía que lo quería por muy doloroso y cruel que fuese ¿eso estaba bien?

Fijé la vista en el tocador, la luz del celular prendía y se apagaba insistentemente, se movía haciendo un ruido odioso al momento en el que este vibraba sin cesar. Mi pelo largo y húmedo, se extendió por la cama, mientras me estiraba con mucha pereza a coger el móvil. Sonreí sin pensar, era Kakyuu. Apreté el botón del habla, el sonido del viento se escuchaba, y una ligera estática embargaba el lugar de mi móvil.

— ¿Estás bien? — su voz sonaba algo preocupada, algo acelerada.

— ¿No debería de estar bien? — Reí divertido.

Hubo unos segundos de silencio — ¡Oh vamos! Ya sabes a lo que me refiero con ese 'está bien' — bufó algo molesta.

— ¿Sonará idiota si te digo, qué no siento nada? — Hablé impertérrito, y cierto o no, en esos momentos me sentía así, no escuché contestación — ¿Eso está bien, verdad? — Insistí.

— No suena nada idiota… sólo, es un poco extraño — parecía meditarlo unos segundos, como si de repente una vez más, fuera su paciente. Para mí me pareció una eternidad, pensar que quizás estaba totalmente loco de la cabeza —. Es común que la gente esté experimentado cierta adrenalina a esta situación, no todos los pacientes tienen los mismos síntomas cada persona es un mundo parcial, seguramente lo tuyo no es nada más que bloqueo temporal, Seiya.— ¿Bloqueo temporal? — Comenté extrañado — No creo que sea bloqueo temporal, ¿acaso no dije que iría a visitar a Serena?

— Si, así es — comentó con sumo cuidado, como si en verdad tratara con una persona completamente bipolar y temiera que explotara en cualquier momento —. Dijiste eso, pero no me refería al hecho de que no quieres ver a Serena, creo que ya habías pasado esa etapa ¿no es así? — Asentí aunque ella no lo hubiese notado — Creo que aún temes dejar algo, alguien, algo que en verdad te afecte demasiado, creo yo que estás pasando por una adrenalina causada por tus emociones guardadas. Guardaste eso con tanta dedicación y empeño que ahora que quieres de alguna manera encarar la situación temes que la caja de Pandora explote, pero también debes de acordarte que ante todo la esperanza está ahí escondida.— Quizás tengas la razón — razoné por unos instantes, no muy seguro de lo que toda esa bomba de información que me había soltado Kakyuu tenía pizca de ser certera. Ella gruñó ante mi respuesta poco quizás, inteligente pero ¡qué demonios! Eso es lo que yo pensaba y creía.

— Y a propósito, esto te lo digo como Kakyuu y quizás como tu doctora, Seiya, todas las cosas que quieras decirle a Serena, hazlo, y cuando me refiero a todo, es completamente a todo, a lo bueno y lo malo…— ¡Por supuesto que lo haré! — Apretó el auricular, comenté algo ofendido y arrugué la nariz — ¿Por qué tipo de persona crees con la que lías? Diré las cosas buenas y las malas…como del cual me encerré y ese tipo de cosas sin importancia — objeté.

— Pero no nada más tuyas, dile cómo te sentiste después, durante y al final de todo Seiya, es de suma importancia que le digas todo eso a Serena — dijo seria, como no dando la oportunidad de chistar con ella.

— Si creo que es importante lo diré — Dije sin más, escuché como ella suspiró y chasqueó la lengua.

— No se te olvide las rosas que le envié…— No, aunque… ¿puedo decir que son de mi parte? — Comenté burlonamente.

— ¡Por supuesto que no! Consigue tus propias rosas para Serena ¡esas son mías de mí para ella!Solté una risa divertida — Tranquila, tranquila, ya entendí, haré una nota mental de eso "no agenciarme los regalos de Kakyuu como propios" ¡ya está! — Volví a reír con ganas.

— Eso me parece mucho mejor, ah… por cierto hablaba para decirte que si quieres que pasé por ti.— ¿Pasar…por…mí? — Hablé recalcando cada palabra que decía, alzando una ceja. Escuché del otro lado como se escuchaba un 'ajá' de parte de ella, ¿estaba loca? — ¿Por qué tendrías que pasar por mí? — Gruñí disgustado.

— Dah, para ir a la casa de Haruka.

— Pero eso no tiene sentido — fruncí las cejas y me senté en mi cama.

— ¿Por qué no habría de tenerlo? — Habló dubitativa.

— ¡Ahg! Son principios… — divagué, ahora me sentía idiota hablando de ese tipo de cosas que las mujeres no debían de enterarse o al menos no de esa manera, simplemente ese tipo de cosas las hablaban con las amigas, se reían y decían "El sujeto llamado Fulanito es una persona caballerosa" sólo así lo hacían las mujeres, presumiéndose entre ellas, haciéndonos sentir (y haciéndolas sentir por supuesto) las personas más esplendidas en su fantástico mundo, y es que era cierto que –al menos- se habían encontrado el mejor hombre caballeresco que hubiesen deseado, ¿por qué Kakyuu no entendía esas reglas de hombres seductores? — Principios de hombres — asentí tranquilo ante mi inteligente respuesta.

Escuché su risotada al otro lado, fruncí los labios ¿qué le veía de gracioso en eso? — Perdóname Seiya, pero en serio tenía que reírme comentó entre risas —. Es sólo que… ¿principios de hombres?— Si, ¿algún problema con ello? — Inflé mi pecho lleno de orgullo, me miré en el espejo, y sonreí con galantería.

— Para nada, pero, ¿principios de hombres? — Volvió a echar otra risotada — Supongo que no lo dijiste en serio — Abrí la boca, ahora sí que estaba completamente irritado —. Bueno, aunque no sé cuánto te tardes con Serena, lo mejor será que te hablé — razonó unos segundos —. Cuidado que anda nevando…— ¡Oye Kakyuu! — Farfullé al descubrir que en realidad ella, había tomado eso por una cruel y extrañamente divertida broma.

— Yo también te quiero. Te marcó — había pensado detenerla pero deduje que sería en vano, escuché el sonido vacío de su auricular seguido de unas risitas — ¿Principios de hombres? Ahora resulta que ellos ¿tienen principios? — Escuché otras risitas más que fueron apagas porque había colgado el móvil.

Rodé los ojos y me miré nuevamente en el espejo — ¿Verdad que si tenemos principios? No sólo las mujeres, ¿verdad chico guapo? — Mi reflejo me regresó mi propia sonrisa encantadora y con eso me di por satisfecho — Sedúcelas y quiérelas pero jamás las comprendas — susurré, mientras me levantada de la cama e iba a cepillarme mi cabellera larga y negruzca.

Eso, quizás tendría un poco de sentido, el bloqueo. Encogí de hombros mientras me ponía un frizz para el cabello, lo único que sabía es que me sentía extraño, como si de repente me sintiera contento conmigo mismo, como si de repente supiera que pudiese ser una especie perfecta de un Dios griego, sin talón de Aquiles. Tenía un aura positiva, me agarré el pelo en una coleta, después me dirigí hacia el ropero, agarré una chamarra de plumas de ganso, siempre había pensado que ese tipo de ropa le sentaba bien a las mujeres, pero también no era ningún tonto y ese tipo de ropa mantenía mi propio calor en ella, y es que la lana me picaba en el cuerpo haciéndome unas pequeñas y asquerosas ronchas.

Me puse los zapatos que eran más unos tenis nada deportivos, desvié la vista y observé la bufanda de ella, supuse que era el momento de ponérmela en su linda presencia, de que supiera que aún me interesaba y que siempre lo haría. La enrollé en mi cuello, aún mantenía su aroma y eso era raro o ¿era simplemente mi imaginación? Agarré el celular, mi cartera e hice un mohín, sentí como si mi cartera pesara toneladas, como si de repente quemara al solo contacto de mi piel, la abrí y jalé la fotografía que se encontraba oculta detrás de unos papeles. Sonreí de lado y la acaricié, mi labio inferior tembló una fracción de segundos — ¡Dios! — Hice el cuello hacia atrás, cerrando los ojos con pesadez como si con ese simple hecho a la hora de abrirlos ella estuviera ahí, sonriéndome. Abrí los ojos, pero nadie se encontraba ahí, sólo yo.

Guardé la fotografía, estábamos abrazados en ese lugar, Taiki la había tomado después de haber ido a ese odioso lugar llamado Tuk Tok Tiki, eran de aquellas cabañas supuestamente intimas, no eran costosas y a Yaten le había parecido interesante pasar un día por la noche en algún lugar de los "plebeyos." Sí, era cierto, ahí, era ya mi prometida. Tomaba ese licuado típico del lugar que contenía casi todas las frutas exóticas y que tenía un color espantoso, yo había decidido el simple licuado de plátanos con maracuyá.

Finalmente puse la cartera en mi bolsillo trasero, observé las rosas en el florero y sonreí con ternura, ¿Kakyuu sabía que todo terminaría de esta manera? ¿Serena lo había previsto? Porque sea lo que haya pasado, lo que en aquellas líneas de desesperación, alegrías y esperanzas Kakyuu también se encontró a ella misma ¿ella lo tenía previsto? ¿Sabía todo lo que pasaría después de todo esto? Era alguna cosa extraña que había mentalizado para poder hacer reivindicarse, aunque ella no necesitaba eso, Serena siempre pensó que era su deber hacerlo, porque indirectamente había matado a mucha gente ¿estaba bien que siempre mostrara esa sonrisa?

Agarré las flores y las envolví en un papel colorido. Caminé directo hacia la salida y suspiré nuevamente, recorriendo la mirada por cada rincón del departamento, como si las risas, las alegrías, los gemidos de placer y todas aquellas veces regresaran a mí, de una manera no cronológica en mi cabeza, los aromas, los colores. Me di la vuelta y abrí la puerta, temblé unos segundos, apretando con vacilación las flores, como si mi corazón implorara que se quedará en ese lugar para siempre, sentí un nudo en la garganta ¿sería capaz de hacerlo? Me cuestioné muchas veces seguidas, alcé la vista y cerré la puerta secamente, consciente de que cerraba una parte de mi pasado.

Caminé inseguro, saludé a mis vecinos con un asentimiento de cabeza y ellos sonrieron con un "Feliz Navidad" se despidieron contentos, bajé por las escaleras, no quería bajar por el elevador. Cuando una señora regordeta entró al edificio la ventisca del aire golpeó mi cara.

— Hijo, deberías de irte en carro — Me miró, sus mejillas rojas le hacían verle un aspecto gracioso —. Hace un frío tremendo, la ciudad es un caos rotundo, con eso de la Navidad — masculló y sonreí.

— Al parecer no soy el único que ve que estas fechas no son más que puro capitalismo — la señora me observó con interés y sonrió con calidez.

— Pensé que era de las viejas raras que solía ser una especie de Grinch — Encogió de hombros y desvió su vista a las rosas — ¿Para la novia?

La miré algo dubitativo — Algo así.

— Amor de jóvenes, eso es lo único bueno de este tipo de fechas — se acercó a mí y me palmeó el pecho, puesto que estaba un poco pequeña para alcanzar mi espalda — ¿No lo crees, hijo?

— Supongo que sí — Desvié la vista y miré las flores nuevamente.

— Ánimo hijo, eres un chico guapo, y si no te acepta hay más mujeres — después meditó —. Lo bueno es que eres guapo.

Reí divertido — Ya imagino si no lo fuera…

— Entonces deberías de preocuparte por eso — rectificó —. Insisto hijo, en que vayas en carro.

— No hay problema, señora — la abracé —. A donde voy no es muy lejos de aquí de todas maneras, ¡feliz navidad!

Le señora me regresó el gesto — Sólo tú lo sabrás hijo, apropósito — cuando nos separamos empecé a dirigirme hacia la puerta de salida, me volteé para observarla —. También Navidad trae que gente extraña charle un poco ¿no lo crees hijo?

— Absolutamente de acuerdo con usted, señora — Asentí sonriente mientras salía del edificio.

Esa señora me había puesto de un buen humor, y tenía la absoluta razón en lo que había dicho, se veía buena gente, después de Navidad la invitaría a tomar una taza de café, uno nunca sabe que gente mayor siempre tiene sabios consejos. El lugar era un caos, gritos, los claxon de los carros anunciando que el embotellamiento estaba a primera hora del día, las tiendas estaban a derramarse de gente, peleándose por quién sabe qué cosas. Aceleré el paso entre la nevada tranquila pero fría del lugar, estaba a casi nada de llegar con Serena, doblé en una esquina y seguí derecho en mi camino.

El sonido de la gente y de los carros empezaba a desaparecer, las calles de esta parte del lugar estaban menos transitadas, más solitarias y privadas, giré a la derecha y nuevamente a la derecha siguiendo todo derecho, aceleré el paso aún más rápido que antes. Estaba ansioso y con miedo, con mucho miedo, llegaría atrás del edificio, no quería encararlo. Finalmente pude vislumbrarlo, me detuvo unos segundos observando cómo caía la nieve dentro y fuera del lugar, amurallado con piedras algo rústicas, tragué saliva y caminé lento.

Toqué las piedras frías por el frío, mis yemas se resbalaban por el empedrado del lugar, apreté un poco más las flores, quería huir, simplemente escapar de ahí, pero sentía un interruptor en mis piernas que siempre se mantenía adelante. Llegué a la parte principal, ni siquiera pude alcanzar a ver el nombre del lugar, era algo que no me podía permitir. Observé el lugar con meticulosidad, entrecerrando los ojos, aún seguía el árbol, aún seguía luciendo un lugar tranquilo, abrí la boca y dejé de respirar. Ahí estaba a unos cuantos pasos. Serena se encontraba allí.

— ¡Hey, señor! ¿Va a visitar a alguien? — El policía de la entrada me miró inquisitivamente en sus ojos negruzcos, lo miré por el rabillo del ojo sin poder aún hablar — ¿Me está escuchando, señor?

Finalmente asentí demasiado lento y le enseñé las flores de manera automática, creyendo que con eso era mi entrada al lugar. El policía silbó — Sígame señor, ¿sabe? No es mi común que la gente visite a la gente en esta época del año, todos están ocupados con eso de la Navidad y les parece un poco deprimente visitarlos, aunque si alguien me preguntara creo que también ellos les interesan ser visitados — asentí y caminamos hacia su cubículo, sacó un cuadernos y se llevó las manos frotándoselas — ¿A quién va a venir a visitar?

Esa pregunta me pareció distante, lo miré como no entiendo nada de lo que me decía y le volví a mostrar mis flores totalmente nervioso.

— Oiga, si no me dice a quién visita ¿cómo voy a saber yo? No soy ningún mago ni nada por el estilo — comentó cejudo —. Y si cree que porque me enseña esas lindas rosas sabré, pues está equivocado.

Reí divertido, comprendiendo mi estupidez — A… Tsukino, Serena — susurré nervioso, el policía sacó otro cuaderno dejando el que tenía en la mano en la mesa.

— Tsukino, Serena, si aquí está — razonó mientras me daba el cuaderno y su pluma —. Necesito que apunte el día, la hora y su firma, por favor, aquí mismo — señaló el lugar —. También necesito una identificación.

Asentí apuntando la hora y la fecha, me sorprendí al descubrir que Kakyuu la había visitado demasiadas veces, saqué mi cartera y le entregué una identificación — ¿Sabe en dónde se encuentra señor Kou?

¿Cómo no saberlo? Pensé si yo mismo había sido que… si yo… Le sonreí al policía y asentí. El policía no dijo nada y salí del cubículo, el lugar era bastante grande y privado como lo había recordado, lleno de flores, arboles, todo se encontraba mojado debido a la nieve. El edificio era imponente y siempre me daba escalofríos, estaba hasta al final, lejos, muy lejos y eso me reconfortaba, me puse la gorra de la chamarra y caminé hacia donde se encontraba ella. Empecé a vacilar, temblar, y ahí estaba, alzándose tan gloriosa como siempre una placa en una masa de piedras, ahí estaba…su tumba.

El pasto estaba bien cuidado, la placa dorada descansaba tranquilamente en el lugar, temblé y sonreí — Las trae Kakyuu — comente con nerviosismo, poniendo las flores en una base de metal al lado de ahí, pensé que sería más fácil, como lo había pensado mi mente, creí que sería todo tan rápido.

— No sé por dónde empezar — desvié la vista —. Si por disculparme por no haberte venido a ver — metí las manos en mis bolsillos, dejé de sentir frio, las cejas me temblaron, y un odio renació en mí — ¿Por qué? — Susurré — ¿Por qué eres tan egoísta? — Hablé entre dientes.

La respiración se me entrecortaba, caí de rodillas y miré la placa, leyendo su nombre — ¿Siempre fuiste tan cruel? — Las lágrimas corrían por mis mejillas, con la palma de la mano golpeé la plaquita — Dejaste a una persona tan importante ¿lo sabes, Serena? Eres tan egoísta que ni siquiera pensaste en el daño que causabas, en el daño que hiciste al abandonarme ¿acaso yo no valía? ¿Por qué no peleaste? ¡Maldita seas!

Solté un gemido lastimero, la gorra se me cayó, mojándome el pelo, hice un gesto de dolor, me abracé cobijándome en mi propio dolor, en mi dulce oscuridad que ella había dejado plantada en mí. Me acurruqué ante su lápida, con mi cuerpo descansando en las frías piedras que conformaban un todo. Cerré los ojos, y de una manera u otra recordé con nitidez la última vez que estuvo conmigo, sentí su calor, sus risas y sonreí con amargura al pensar que yo era el que tenía que haber estado muerto y no ella, y recordé nuevamente aquél refrán con tanta amargura que volví a soltar otro gemido lastimero.

La recordaba a mi lado aquél día, dormíamos juntos como lo habíamos estado haciendo con tanta frecuencia, enroscó su pierna con la mía y gemí con pereza — ¿Ya es tiempo?

— Sí — comentó con flojera —. Hora de trabajar — se levantó de la cama con una maraña de pelo rubio.

— Podemos fingir que hoy no hay trabajo — solté de improviso.

— Podemos, pero no debemos — acotó.

— ¡Oh vamos, Bombón! — Me levanté de la cama y la abracé por detrás — Pronto serás enteramente mía.

— ¿Acaso no lo soy? — Sonrió y me besó con ternura, dejándome con más.

— No — razoné mientras me paraba y ella me miró extrañada —. Haces lo que te plazca cuando nos casemos, seré tu amo y señor.

Ella soltó una risita — ¿Mi amo y señor? ¿Cambiara el hecho de que nos casemos?

Fruncí las cejas y me ruboricé — Tristemente para mí no, pero para ti alegremente seguirán las cosas, ah pero la gente verá lo locamente enamorada que estás de mí y que tú eres mi sierva.

— Por supuesto — rodó los ojos, se quitó la pijama, dejándome ver su ropa interior color azul, me relamí los labios y suspiré — ¿Por qué pones esa cara?

— ¿Cuál cara? — Sentí que mi sexo se contraía y maldije por ser tan débil, después sonreí lascivo — ¿No te apetece llegar tarde?

Ella alzó la ceja — ¿Sabes? — Desvió la vista, yo me sentía a morir, con esas palpitaciones en mi sexo que quemaban como el mero infierno — Las cosas del periódico… — habló con melancolía y me miró, no supe qué cara tenía en esos mismo momentos, porque ella me sonrió y se acercó para besarme, puse mis manos en su espalda desnuda y gemí suavemente. Ella besó con parsimonia mi cuello, bajó su mano hacia mi sexo estimulándolo — ¿Sabes que es tarde?

— ¿A quién le importa que sea tar…? ¡Oh Dios! — Apreté los labios, subí las manos al sujetador y se lo quité, amasé sus senos pequeños y redondos, succioné su pezón que se erguía ante mi caricia orgullosa.

Serena sacó su mano de mi bóxer y me aventó a la cama — Un poco tarde, suena razonable — sentenció quitándome el bóxer, mis ojos brillaron y los de ella también, me besó en la boca, tranquilamente ella tenía el mando en esto y esta vez era tan dulce que ella fuera mi ama y señora, con sus dedos gráciles y delgados me fue quitando la playera sin dejarme de besar salvo para zafarme la playera. Con su lengua dibujo un camino en mi pecho, me iba a erguir pero ella con su mano derecha me empujó nuevamente y con esa mano poderosa me volví a tumbar, gimiendo con esa caricia. Estimuló mi sexo con sus dedos que se habían vuelto algo expertas, respiraba agitadamente no sabía qué sentía, todo me pasaba al mismo tiempo, temblaba, sentía calor, una infinita urgencia,

Hasta que su boca se introdujo en mi genital, abrí la boca sin pensar en absolutamente nada coherente, apreté las sábanas, su lengua jugaba divertida ante el nuevo invasor de su boca, como si degustara de todo aquello, succionó suavemente haciendo un martirio perfectamente dulce y no pudo evitar soltar un gemido de gozo, sentí sus dientes que apresaban el sexo con suavidad mientras que su lengua bailaba de un lado a otro en él. Contraje los músculos lleno de placer, finalmente ella se separó, apenas si pude ver su sonrisa satisfecha, sentía que el roce que hacia su entrepierna al momento en que se acercaba a mi era un dolor eterno, me besó y yo le acaricié el trasero que se encontraba aún cubierto por sus bragas, metí la mano sintiendo como su piel se erizaba, le bajé la ropa y la única respuesta que tuve a cambio fue un sonido débil de placer.

Se hizo para atrás e introdujo mi duro sexo en su cavidad, suave, apretó los ojos y yo le acaricié la mejilla, se encontraba mojada al darme su cuerpo su bienvenida, ella llevaría el ritmo que le complacía, me sentí por unos momentos raro al hallarme debajo de ella observando su esbelto cuerpo y que Serena tuviese el control de todo. Se empezó a mover de arriba abajo con ritmo, yo puse una mano en su cadera, ayudándole en cualquier momento mientras que la otra acariciaba su cuerpo, su mano la depositó en mi pecho, cerrándolo, arañando mi pecho que me excitaba más. Los movimientos fueron más bruscos y más rápidos, sentí la necesidad de llegar aún más adentro de lo que ya estaba, no supe si Serena gritaba, gemía o me seguía arañando, sólo veía su cara extasiada, tampoco supe, lo que yo decía, hacía o dejaba de hacer, hasta que mi cuerpo se convulsionó y supe que ahí mismo me derramaría dentro de ella, los brazos de Serena los sentí laxos, mis cinco sentidos habían desaparecido y sólo sentí el sonido de nuestros corazones latiendo con rapidez.

— ¿Crees que aún lleguemos al trabajo? — Comentó sudorosa, aún montada en mí, mi cerebro no entendió nada de lo que había dicho.

— ¿Cómo aprendiste todo esto? — Sonreí.

Ella encogió de hombros — Uno va aprendiendo cuáles son tus puntos vulnerables, por cierto ¿qué significa esto? "Estoy navegando hacia las trascendentes orillas doradas del amor" cito textualmente lo que dijiste — Sonrió con ternura.

Tosí nervioso y avergonzado ¿había sido capaz de decir semejante tontería? ¡Caray! Ahora sonaba un chico romántico, demasiado — Significa que… bueno… ¿sabes que no es lindo que platique de eso cuando tú estás montada encima de mí? Me siento un poco inferior — Ella golpeó mi pecho y yo me quejé por un dolor, desvié la vista y observé algo espantado los rasguños, la miré con la boca abierta y ligeramente asustado — ¡Me arañaste con salvajismo! — Encogió de hombros mientras se salía de mí y se acurrucaba a mi lado — ¡Ah! ¡Mi cuerpo es una mina de oro!

— Claro que no — me lamió sus marcas —. Lo que vende es tu cara y dentro de mi razonamiento no quise dañarla, y deberías de agradecerme porque no lo hice.

— Supongo que… ¿gracias? — Reí divertido y le acaricié la cabeza — Y significaba lo bien que me la pasaba.

Abrió los ojos y me miró — Que maneras de expresión son las tuyas, nunca habías dicho eso.

— Pues nunca habías hecho eso tú, para empezar, y recuerda que soy un cantautor, aunque no quita el hecho de que nunca, me había pasado eso ¡Vaya! — Razoné — No sabía qué podía y hacía eso — ambos reímos — ¿Sabes? Podría ser interesante ir a aquél lugar para comer — le comenté distraídamente mientras le acariciaba ahora el vientre.

— Pero tenemos que hacer reservación para eso, ya sabes que es un lugar discreto y bonito.

— Lo sé — dije dándole la razón y después sonreí — ¿Pero es que acaso no soy Seiya Kou?

Rodó los ojos y sonrió — Supongo que con eso nos dejaran entrar — se levantó de la cama —. Iré a ducharme…sola, completamente sola — Asentí y le di una nalgada, ella me miró asombrada con la boca completamente abierta —. Esta me las vas a pagar — sacó la lengua y se fue.

Eché una risotada divertido, mientras cruzaba mis brazos y los ponía a modo de almohada detrás de mi cabeza. No comprendía hasta qué punto mi vida había dado un cambio tan drástico, yo, que hace apenas algunas meses, estaba diciendo en entrevistas que no pensaba en casarme, yo, que hace poco tiempo decía que no tendría nada de novias y eso incluía a las amantes. Escuché el sonido de la regadera correr.

Me levanté y me puse el bóxer que estaba tirado, caminé hacia el teléfono para marcar a aquél restaurante, mi vista se desvió al ver el móvil de Serena, tenía varias llamadas perdidas, de las cuáles todos decían: 'Número privado,' sentí ligeramente celos, pero encogí de hombros no dándole importancia, mi Serena jamás haría semejante cosa, de hecho estaba seguro que ella no conocería el término de infidelidad.

Marqué el número, escuché la voz de un señor, con un acento alemán muy marcado.

— Buenas tardes — sonaba déspota, como cualquier gerente de un lugar reconocido.

— Hablaba para reservar…

— Lo siento, señor — cortó mis palabras, fruncí las cejas molesto, nadie me fastidiaría mi comienzo perfecto —. Pero el restaurante se encuentra con cupo limitado hasta posiblemente el otro año.— Quizás usted no entiende con quién está hablando — hablé con una furia contenida.

No, y para ser francos no me interesa.

Abrí los ojos y apreté el teléfono, inhalé y exhalé, se creía el listo porque pensaba que tenía el control…estaba equivocado — Debería de interesarle señor, porque en cualquier momento su insolencia le costará cara, y no me refiero al simple hecho del despido, pueden quebrar así de fácil y sencillo.

El hombre vaciló unos segundos y después rió nervioso — ¿Puede ser tan gentil de decirme su nombre, señor?— Seiya Kou — pronuncié mi nombre con altivez, saboreando por primera vez el hecho de que mi nombre tenía algún rango.

Por la tarde ¿le parece perfecto? Nervioso tosió.

— Me alegra que el servicio suene más satisfactorio no me hubiese gustado que hablara pestes de ese íntimo restaurante, me alegra saber que hablando se entiende la gente — escuché un 'Jar' iracundo —. Por la tarde suena estupendo.

— De acuerdo, señor Kou, cualquier inconveniente no dude en hacérnoslo saber colgó el teléfono, no había necesidad de que me pidiera mi teléfono, se había quedado registrado en su máquina.

¡Qué tipo de gente tan mal educada! Meneé la cabeza, segundos después el teléfono sonó, dejé que timbrara dos veces y después descolgué.

Buenos días— contesté un poco feliz y menos irritado, se escuchaba estática — ¿Bueno? — La misma estática se escuchaba, como si la otra persona, quien quiera que fuese escuchaba atento mi voz, estaba a punto de colgar, cuando escuché una respiración tranquila, apunto de hablar.

Los observó — la voz grave y carente de emoción hizo que me diera un escalofrío recorriendo mi cuerpo, después, la comunicación se cortó.

Me relamí los labios, no quería pensar que me volvería en una persona paranoica, pero descolgué el teléfono y marqué a la policía del condado.

— Departamento de Policías, Berjerite al habla — por alguna extraña razón la voz de la mujer me tranquilizó.

— Perdón si sonará algo paranoico — dudé unos segundos, y rectifiqué ¿qué le diría exactamente? ¿Qué una persona enferma había conseguido mi número de casa? Quizás alguna fan demente ¿qué me diría la policía? Quizás se burlarían de mi, y ¿qué tal si se habían equivocado? — Esto es un error, lo siento — colgué el teléfono.

El sonido del agua corriendo de la ducha había cesado — ¿Serena? — Escuchaba sonidos bajos, el sonido de la nariz al ser sonada, su cuerpo estaba fláccido, la bola de la toalla en su cabello estaba desguanzada — ¿Bombón estás bien? — Me mordí el labio, ¿desde cuándo estaría ahí? ¿Por qué lloraba? Me dolía verla de esa manera deprimente, ¿cuándo me diría el por qué? Me volteó a ver, el remolino de toalla en la cabeza terminó por derrumbarse, el pelo rubio caía por la cama, escurriéndose por su cara, le temblaba los labios y las lágrimas silenciosas caían sin cesar.

— Tengo miedo…tengo miedo… tengo miedo — hipeaba, susurrando desesperadamente, caminé apresuradamente hasta ella y la abracé acunándola en mi muestra de amor.

— Yo estoy aquí — le susurré como siempre hacía para calmarla, pero esta vez no había funcionado.

— Fui una imprudente — susurró como si de repente ella se encontrara en su propio mundo, como si yo no la estuviese abrazando con fuerza —. No debía de escapar jamás, porque él me dará caza a gente mala como yo, porque él prometió encontrarme, merezco esto, la Jumeau merece estar en la vitrina por haberlos matado…

Me horroricé al escuchar eso, me desprendí de ella, la miré. Alzó su vista en mí — ¿Crees seguir a mi lado? Yo soy la muerte en vida Seiya… maté a Amy, maté a Darien, a mis abuelos, yo no quiero que nada malo te pasé, ¡soy tan insensata! — Se levantó de la cama histéricamente — Y él dará mi caza…

— Serena — susurré.

— No debí de haber jugado con fuego, Amy hubiese seguido con vida en estos momentos — aspiró con fuerza sin siquiera escucharme — ¡Amy estaría con vida! — Habló impotente.

— Serena — volví a intentar nuevamente, con suavidad.

— Soy una idiota me dejé ver en los periódicos — finalmente se detuvo con cara de miedo, se había puesto pálida, las manos le temblaban — Y él me dará caza, ¡nos cazará! — Soltó un grito agudo — Sabe en dónde estoy, porque me ha hablado, sabe con quién me encuentro porque lo ha investigado ¡sabe de nosotros! ¡Seiya! Él viene por mí.

Hice una mueca de dolor, la agarré de los hombros y la zarandeé con un poco de suavidad — ¿Quién mierda es él? ¿A quién le temes? — La voz me sonó algo chillona.

Las orbes azules de los ojos de Serena brincaban, bajó la vista no dejándome ver la expresión que hacia — A Diamante Black — se le quebró la voz, sus piernas se doblaron y se convulsionó ligeramente de miedo.

— Diamante Black — apenas si susurré, la cargué y la tendí en la cama. Su cara descompuesta por el terror, hizo que abriera mi boca. Me dirigí a la cocina, tratando de hacer un té para que le calmara los nervios.

¿La había llamado? ¿Qué demonios significaba eso? ¿Se había casado con la persona más poderosa? Diamante Black, era aquél demente, ahora comprendía porque sentía que la había conocido en algún lugar, él era tan posesivo, aunque nunca la había conocido, no dejaba que nadie la tocara, ni le hablase, sólo era una muñeca nada más, ¿qué se supone que tenía que hacer? Cuando vertí el agua en la taza mi mano me tembló, puse la bolsita del té dentro de ella, inhalé encerrándome en una careta, uno de los dos tenía que lucir que todo estaba bien, que al menos no me afectaba tanto como ella creía, y es que en parte era cierto, no me afectaba o al menos no tanto, creí que se había casado con una persona más común y normal.

Me sorprendió verla ya levantada y con su ropa puesta ¿tanto tiempo me había tardado en eso? Sus movimientos eran algo temblorosos, vestía con los capris caquis y la blusa algo holgada y escote cuadrado de un tono lila, me sonrió — Estoy acostumbrada — apenas si musitó.

Sonreí sin falsedades — Todo está bien — dije animadamente.

— ¿Aún sigues queriendo que sea la señora Kou? — Su sonrisa era rota, agarró la taza de té, tembló su mano mientras sorbía.

— ¿Por qué no habría de quererlo? — Solté una risa — No es el fin del mundo, ¿y qué que sea Black? No es como si fuera Superman, además, que él también tiene sus debilidades, ¿qué hay conque sea él?

— Es…Black — se acercó al tocador y dejó el té a la mitad.

— ¿Y? Aceptaré que no seas la señora Kou, si tú no me amas, ¿es eso?

— ¡No! — Se apresuró a decir — Es sólo que toda la gente…

— ¿No dije que iba a protegerte? — Ella asintió — Sí, tengo miedo, pensé que tu esposo sería un carpintero o algo así — encogí de hombros desviando el tema, tenía miedo, miedo de que él se la llevara, pero ¿acaso yo no puedo pelear? ¿Por qué tendríamos que depender de algún bastardo como él?

— ¿Carpintero? ¿Por qué te imaginabas que me casaría con algún carpintero?

Sonreí de lado — No lo sé, digo… no es que tuvieses muchas opciones o ¿sí?

— Tonto — hipó — Y no, no tenía muchas opciones, por eso me caso contigo.

— Eso duele — solté una risa remarcada y me acerqué a ella, abrazándola, con tanta pasión, la estreché entre mis brazos y ella me regresó el gesto —. No le tengo miedo, no me importa quién sea, pero óyeme Serena, no te lastimará jamás, te voy a proteger y juro que si hace algo, si te hace, dice, algún error o que te asuste avísame, Black, no es más que un nombre, y a mí no me da dan miedo los nombres.

— Gracias — la voz le tembló, sentí cómo sus manos temblaban en mi espalda desnuda — Iré…iré a hacer el desayuno.

Asentí mientras nos separábamos de nuestro abrazo y me dirigí hacia la ducha, abrí las llaves y sin esperar a que se calentara me metí en el agua fría. Tenía que pensar, me devanaba los sesos buscando alguna solución ¿Diamante Black? Ahora comprendía aquella obsesión de Rei con hundir aquél empresario. Me sorprendía el hecho de saber que aquella persona que lucía bondadosa, quizás algo posesivo y frío pero es que ¿acaso así no eran todos los esposos dedicados a sus amores? ¿Es que acaso no eran así los empresarios? La verdad es que estaba algo aterrado ¿qué clase de persona era él? ¿Cómo podía mantener una careta de esa manera? Era cruel, despiadado, y ¿cómo es que todos querían aspirar a ser cómo él? ¿Cómo es que podía engañar a millones de gente? Con aquella sonrisa nada frívola, sino más cálida, ¿quién en verdad era Diamante Black?

Estaba decidido a hablarle a Taiki, él posiblemente buscaría una vía legal, rápida, algo, lo que fuese, no podría mantenerla alejada, ni encerrada en algún lugar, ¿qué clase de persona sería si lo hiciera? La libertad que tanto buscaba pronto se acabaría y yo no podría depender de algún malnacido como él. Nuestras vidas no podrían depender de eso. El aroma a pan tostada llegó a mis fosas nasales, no supe en qué momento el agua fría había pasado a ser agua tibia, terminé de ducharme y aquél caso de Diamante Black, lo guardé en mi cabeza, no quería pensar en eso, al menos no hoy, ya mañana Taiki, Yaten y yo le veríamos solución a esta situación, porque siempre la había menos la muerte, de eso estaba claro.

Cerré las llaves, saqué del armario del baño una toalla y me la enrosqué en el cuerpo, el cuarto se había impregnado de jamoncillo, salí del baño, buscando ropa. Saqué un saco azul marino, la corbata de puntos negros, la playera blanca de manga larga y el pantalón formal de corte recto del mismo tono que el saco. Me vestí no importándome nada de Black, como si él hubiese sido tema pasado, después cuando fuéramos viejitos Serena y yo, nos reiríamos de esta situación demasiado absurda y tonta.

Empecé a anudarme la corbata, algo sencillo, cuando me agarré el pelo me fui directo a la cocina, tarareaba una canción que no supe de dónde era, no quise quitarle la magia, me arremangué las mangas y me senté despreocupadamente en la mesa, mirando como movía el sartén con destreza o si no era con destreza al menos aparentaba que sabía lo que hacía. Cuando giró, abrió los ojos y después sonrió — Pensé que aún te estabas bañando.

— Pues no — miré el jugo de naranja y lo sorbí, hice una cara de asco al ver lo ácido que estaba y las semillas que tenía —. Deberíamos de hablar a la gerencia…

— ¿Por qué? — Se volteó y puso el desayuno en los platos.

— Por este jugo — hablé con asquerosidad, empujando el vaso con desagrado.

— ¿La gerencia? Pero si yo lo hice ¿algún problema? — Me miró ceñuda, tosí con nerviosismo, dejé de respirar y le di un trago al jugo, sin saborear nada.

— ¿En serio? Pensé que lo había hecho la gerencia — sentí cómo mi piel se erizaba —. Para felicitarlos, por tan excelente jugo que habían hecho, pero creo que el crédito es para ti, Bombón — reí con nerviosismo.

Ella sorbió el jugó e hizo una cara graciosa — ¿Si verdad? De-li-cio-so — sonrió con falsedad —. Pero espero que para la otra, se lo pidamos a la gerencia ¿no te parece?

— Totalmente de acuerdo contigo — asentí, y solté otra risa de nerviosismo, no sabía si a Serena le había gustado su propio jugo y a juzgar por su reacción supe que lo único que la había mantenido con la cara erguida había sido su orgullo.

Me dio el plato del desayuno, y suspiré con alivio al observar un desayuno dentro de los términos decentes y es que la verdad sea dicha que ella sólo sabía hacer hot cakes y de eso estaba orgulloso de ella. El pan había pasado de ser tostado a quemado, al menos el jamoncillo lucía en perfectas condiciones lo que me hizo dudar. Ella me miró expectante y mi mente añadió "¡Qué Dios proteja mi estómago!" corté el jamoncillo, y lo mordisqueé. Forcé una sonrisa y ella asintió animadamente, comiéndolo con gran entusiasmo. Estaba completamente salado, en el siguiente mordiscó, me metí la mano en la boca sin que ella lo notara quitando una bola de sal. ¿Se podía fingir comer?

No hubo plática y eso me alegraba, no podía hablar con la lengua toda escaldada. Me había dado bastante sed, y apenas si le había sorbido al jugo ¿se vería maleducadamente ir a tomar agua? El estómago se me había revuelto, ella se tapó con la servilleta y se excusó ir por algo al cuarto, me sorprendí ver que se había comido toda la comida.

— Es ahora o nunca — susurré y rápidamente tiré la comida y el jugo, me fui directo a servir agua, nunca había pensado que el agua supiese tan bien, ella regresó sonriendo con tranquilidad, poniendo la servilleta en la mesa.

— ¿Te gustó? — Asentí sin mucho convencimiento en mis actos — Podría cocinar…

— ¡No! — Me apresuré a decir casi gritando, ella alzó una ceja y después carraspeé — Lo que quiero decir que, no me gustaría que te levantaras tan temprano, podríamos escoger buena comida, digo, mejor comida, me refiero, ya no haríamos nada ¿no crees?

Soltó un largo suspiro — Me alegra escuchar eso — sonrió con alegría y después empezó a reír —. Por un momento creí que en verdad… no lo hubiese podido soportar… la idea es estupenda.

Sonreí mostrándole todos mis dientes — Vamos — la insté —. Desearía caminar, además — alcé la vista al reloj —. Que se ha hecho tarde.

Dio una cabezada y se fue a la habitación sacando un saco de pana, trayéndome mi saco, lo agarré, me bajé las mangas, poniéndome el saco, cogí mi cartera y abrí la puerta, Serena se adelantó apretando el botón del elevador, caminé algo rápido mientras ambos esperábamos el ascensor. Desvié la vista, empecé a sentir escalofríos en la nuca, sentía como si alguien nos mirara pero nadie más estaba ahí, salvo nosotros.

— Seiya — la voz vacilante de Serena hizo que girara la cabeza, estaba de cuclillas, agarrando algo, me metí enseguida al ascensor — ¿Qué significa esto? — Se levantó y me miró nerviosa.

Me entregó una fotografía, de aquellas que salían instantáneas o quizás era profesional, no lo supe con certeza. En la foto estaba Serena, leyendo en el parque, el aire hacia que su cabello bailara al ritmo de la brisa, sonreía divertida, con un vestido juvenil, podría decir que era un buen ángulo a juzgar que eso me aterraba demasiado, no había nada más que ella, ninguna letra, ningún indicio, nada, como si alguien supiese que nosotros íbamos a bajar en ese mismo momento en el elevador. Apreté la quijada, Serena me miró aún algo temerosa, posaba sus ojos en la fotografía y después en mí, abrí las fosas nasales, ¿en qué jodidos pensaba el imbécil? La mano me tembló llenó de furia, fulminé la fotografía y la apreté, arrugándola — No mencionaremos a ese idiota — hablé serenamente, con furia en cada palabra.

— Pero…

— ¡Suficiente! — Dije con suavidad, pero imperativamente — A las personas obsesivas no se les puede tratar, y ya te dije, no le tengo miedo — el elevador se abrió y salí de ahí dando zancadas, Serena me siguió casi corriendo —. No planeo esconderme, no viviremos con miedo en nuestras vidas ¿entiendes? — Ella asintió, la fotografía se había vuelto una bola de papel, cuando vislumbré un bote de basura, alcé la vista con furia y miré para todos lados, como si creyera que los espías de Black me verían haciendo eso, para después tirar la fotografía. Serena me miraba con los ojos abiertos, después me pasé una mano por mi pelo —. Lo siento, no quería que… ¿quieres? No quiero hablar de eso, sólo que… no tenemos muchos días en los que faltamos al trabajo, ¿no lo quieres pasar bien?

— Entiendo — se enganchó a mi brazo y recargó su cabeza en mi antebrazo —. Te entiendo.

Caminamos lentamente, la gente pasaba haciendo aquellas sonrisas estúpidas de felicidad fingida hacia nosotros, realmente ese idiota había fastidiado el día.

— ¿Te conté de Lita?

— ¿Ah? — Atiné a decir — ¿Quién es Lita?

— La chica alta que trabaja en el lugar — comentó mirando a la gente y sonriéndole a pesar que algunas chicas se mostraban renuentes a su afecto, instintivamente la abracé más —. Es una chica increíblemente buena…

— ¿Lita? — Volví a preguntar confuso.

— Si, Lita — remarcó las palabras —. Bueno, el punto es que me invitó a comer un pastel casero, de hecho eso fue hace dos días…

— ¿O sea que es hoy? — Pregunté extrañado — Pero hoy quedamos de cenar, hasta la reservación hice.

— Si, pero iré con ella después de que regresemos, en serio se lo prometí, no sabes lo mucho que me ayudó…en ese tonto juego, aún no puedo superar que se haya ido la luz.

Reí con ganas, mientras ella se tensó — No es nada gracioso, tu porque ya lo has acabado muchas veces.

— ¡Oh vamos! No es la gran cosa, es sólo un juego, que tú no puedes pasar por cierto — eché la risotada nuevamente, ella me golpeó el pecho que tenía arañado y gemí suavemente —. De acuerdo, de acuerdo, no bromearé con eso más, ¿entonces iras con Lita?

— Sí, cuando regresemos, sabes que no puedo decir que no a un pastel casero.

Medité unos segundos — ¿Es aquella chica ruda que sabe cocinar rico?

— No es ruda, y sí, es ella, es una persona linda.

Lita Kino, si, mi mente la recordó al haberme ayudado a abrir la puerta del apartamento el día en que había olvidado las llaves y Serena estaba enojada conmigo y aparentemente no deseaba que estuviéramos en el mismo lugar, aquella chica tenía buenas habilidades, me burlé de mi propio chiste con oscuro secreto lascivo — ¿Segura? Digo… — bajé una mano y la entrelacé en sus dedos —, tu tampoco le puedes decir que no a una noche conmigo.

Sentí como se puso nerviosa y sonreí ante su reacción — Pero seamos honestos, el pastel tiene más peso que tú y más aún si la que cocina es Lita — meditó seriamente ¿acaso el pastel era más importante que yo? — Si, el pastel te ganó por decimales — y rió.

— ¡Ah! Ya veremos por cuánto tiempo no vas a sucumbir al placer — dije lujurioso, suavemente en su oído, sentí cómo se ponía roja y me miró de reojo soltando una risa falsa.

— Lo dudo — sentenció.

El día se me había pasado increíblemente rápido, como si no quisiera que disfrutáramos de este día, el sol lucía naranja, con destellos rojizos, habíamos pasado el día paseando, caminando sin ningún lugar fijo, sin contratiempos ni ninguna rareza, me maravillaba la pensar que pasaría el resto de mi vida con ella, sabía que éramos almas gemelas y que jamás encontraría ni la mitad de buena que ella. Sin decirnos nada caminamos hasta el restaurante, el gerente me miró nervioso al recordar nuestra plática y yo sonreí para mi propia diversión macabra.

— Por favor síganme — con su acento alemán remarcado, verlo en persona era algo extraño y hasta divertido, tenía una voz masculina impresionante pero su apariencia no era ni la mitad que tenía en su voz —. Reservarnos lo mejor, para los mejores — alguna gente nos miró emocionados susurrando mi hermoso nombre, otra gente seguía comiendo su platillo como si no fuéramos la gran cosa —. Aquí, en seguida se le traerá la carta.

La lámpara caía graciosamente, dando un aspecto más íntimo al lugar su luz era tenue, las sillas estaban hechas de madera de pino, dando el aspecto de la época victoriana, la mesa era cuadrada adornada con un fino mantel bordado a las orillas, acomodé la silla de Serena en seguida ella se sentó, me senté posteriormente.

La camarera, delgada y bonita, nos ofreció las cartas, me observó fugazmente y se puso colorada, Serena lo notó gruñendo, yo sonreí ante su gesto. Bajé la vista y observé los platillos costosos y para nada originales ¿es este el restaurante que el crítico le había dado cinco estrellas? Era lo mismo que servían en el edificio sólo que más caro. Serena escudriñó la carta y le dijo a la camarera que quería alguna ensalada bajas en grasas ¿cuándo una salada era alta en grasas? Quise reírme pero mejor me detuve ¿qué afán de comer ensaladas? ¿Acaso eso era comida? Serena nunca comía cosas de esas, me dio curiosidad.

— Traiga el vino de la casa, y también la comida especial que brinda la casa — La joven camarera asintió, llevándose con ella las cartas — ¿Por qué ensalada?

Ella se acercó a mí, mirando a todos a su alrededor — No entiendo nada de lo que dice aquí, es otro idioma, además ¿es que no venden cosas grasosas y ricas? Este restaurante es un fiasco, deberían de demandar al crítico o quizás mi paladar no es muy fino.

— Somos dos — ambos reímos —. Sinceramente no sé qué comida es la especial el día de hoy, lo importante es que estemos juntos — afirmé.

— ¿Sabes? La otra vez que estaba en mis paseos, descubrí una hamburguesería y las papas a las francesas estaban… — se mordió el labio inferior dando a entender lo ricas que estaban, o era eso, o la comida le excitaba, reí internamente ante mi chiste — Hasta felicité al chef era como estar en el gloria, y aquella malteada — se relamió los labios — ¿Podemos ir a comer mejor allá?

— Claro, después que de pretendamos comer aquí, digo, intimidé al gerente — reí divertido y ella frunció las cejas —. No me veas con esa cara, teníamos que entrar al restaurante y aquí estamos ¿no?

— Supongo que sí — relajó los músculos de los hombros, mirando el lugar, se quedó pensativa.

La camarera vino después de unos minutos, resultaba que la comida especial de hoy había sido esa insípida ensalada, lo único salvable de eso era el queso cottage, puso el vino en los hielos, había llegado con un carrito, había una copa de champagne, alcé las cejas extrañado, ella nos miró dubitativa y después suspiró mirándome con cara de "lo siento."

— Se la envían señorita…

Apreté los puños y entrecerré los ojos — ¿Quién se la envía?

— Un señor guapo — acotó —. No me dijo su nombre, sólo me dijo que le dijera que… — divagó unos segundos y después inhaló aire — Pronto la princesa regresará a la vitrina.

Abrí los ojos de par en par, Serena se quedó pálida — ¿Dónde está?

— Justo…— La camarera se giró — ahí — terminó pero su voz sonó extrañada —. Se lo juró que estaba ahí, en la esquina de la barra.

Miré a Serena espantada, yo estaba furioso, sonreí con tranquilidad a la camarera — ¿Podría darnos la cuenta?

Frunció las cejas y asintió — Por supuesto señor.

— Él está aquí…

— Y si lo está más vale que dé la cara el malnacido, esto me está empezando a fastidiar.

Serena me observó con dureza, jamás la había visto así — No lo vuelvas a decir, no sabes de lo que es capaz de hacer.

La camarera llegó más rápido de lo que había pensado, trayendo la cuenta, pagué en efectivo dejando una buena propina — Señorita, ¿por qué lado podemos salir? — Me miró confusa — No quiero salir por donde todo el mundo sale, ¿me entiende?

— Ah, entiendo, entiendo, vengan — agarró la carpetita de donde llevaba el dinero —. Por las cocinas es el único lugar.

Agarré a Serena de la mano — Vamos — le sonreí —. De todas formas ya no queríamos estar en este restaurante — apreté su mano, dio una cabezada afirmativa.

Entramos por la cocina, el chef y los pinches así como también los cocineros nos miraran ceñudos la chica dijo unas palabras rápidas y después unos gruñidos — La puerta de allá es la parte de atrás del restaurante.

— Gracias.

— Por nada — vaciló y después movió la mano —. Tengan cuidado, casi no es muy transitado esa parte de ahí.

Ambos asentimos, giré la perilla, ya era de noche, la luz de neón iluminaba el lugar, y yo qué pensaba que las partes traseras de los restaurantes era sólo un mito, que si la parte de adelante era bonito ¿por qué la trasera tendría que ser diferente? Pero era cierto, estaba solitario, di un apretón a la mano de Serena — ¿Me vas a decir dónde queda ese restaurante de cinco estrellas de hamburguesas?

Sonrió con un poco más de ánimo — ¡Sí!

Caminamos, con nuestras manos entrelazadas — Que falta de respeto — Serena se detuvo de improvisto, aquella voz…la había escuchado ¿en dónde? — ¿Te casas sin divorciarte? Es un poco cruel de tu parte…mi querida princesa Jumeau.

Serena soltó un grito agudo, soltando mi agarré, no sentía miedo, al contrario una chispa de ira renació en mí. Observé por todos lados, el lugar estaba solo — Lo siento, por no haberte enviado la carta de divorcio pero seguramente has de haber estado tan ocupado, Black, pero podemos hacer una excepción ¿quieres ir a la boda?

— No lo provoques — apenas si musitó Serena, pero no le presté atención.

— ¡Cállate niño estúpido! Contigo no estoy hablando — se escucharon las pisadas que hacían hueco en la calle vacía.

— ¿Ah no? Entonces se habla con la persona equivocada, vámonos Serena.

Se escuchó su risa, estaba caminando hacia nosotros, finalmente lo pude distinguir, las manos las tenía metida en los bolsillos, caminaba aristócratamente con su pulcro traje blanco, sus ojos azules estaban inyectados de furia contenida — Te lo dejaré sencillo, me regresas a Serena — habló con tranquilidad acercándose a mí, me miró como si fuese poca cosa, era mucho más alto que yo, sacó su mano que la tenía enguantada con piel negra —. No te hago nada y cada quien sigue su vida.

— ¿Qué te hace pensar que aceptaré? — Me erguí, aunque ni le alcanzaba a la barbilla, apreté los puños.

— Porque supongo que eres una persona inteligente — sonrió con malevolencia —. O al menos eso creo — desvió su vista a Serena y me empujó con su codo —. Vámonos ya Serena, me costaste un poco de trabajo encontrarte, no te voy a quitar mérito, querida. Pero suficiente de juegos idiotas.

Sentí que la sangre me bombeaba con rapidez ¿quién se creía? Me tembló la mano, ¿pretendía que no existía? ¿Creía que se iría así, sin más? Miré a Serena muerta de miedo, no iba a dejar que ese idiota me la arrebatara de esa manera tan fácil, no soportaba ver a Serena de esa manera, temerosa, con tristeza — ¡Maldito hijo de puta! — Jalé su hombro y le di un golpe en la quijada.

La mano me ardió pero la adrenalina y el coraje eran lo que me cegaba. Serena abrió los ojos como platos, aterrada ante todo. Diamante trastabilló y se agarró la quijada — ¿Por las malas, eh? — Caminó hacia mí, con tranquilidad — Niño, pensé que serías de esas personas inteligentes ¿sabes? — Soltó una risita macabra, pude ver su perfil, enseguida en una fracción de segundo, me golpeó en el mismo lugar que yo le había golpeado, y yo no trastabillé, caí de sentón, la quijada me ardía, sentí como la sangre se revolvía con mi saliva, respiraba con fuerza — Con fuerza niño, con fuerza, un buen golpe no se da porque sí, enfocas y golpeas ¿entiendes? Vamos párate que aún no termino contigo.

Me paré, fulminándolo con la mirada, volvió a soltar una risotada de diversión. Él bajó los brazos, provocando a que lo golpeara, me enervó ese hecho y en ese momento quise recordar las clases de defensa personal que había tomado para las admiradoras. Lo empujé con mi hombro, golpeando en su costilla, escuché un gemido — ¿Es todo? — Apenas si musitó — Porque ahora sigo yo — no supe de dónde vino aquél golpe que dio directo a la boca del estómago, volví a trastabillar sintiendo un ardor, imposibilitándome respirar como era debido, tosí secamente sacando la sangre que había hecho en mi quijada.

Serena rompió a llorar — ¡Basta ya! Diamante por… te imploro.

Diamante negó con la cabeza y chasqueó la lengua como si fuera un padre regañando a sus hijos — No, no, dos personas aquí tienen que aprender la lección, Serena. ¿Acaso creías que podrías esconderte? — Habló dulcemente, volví a toser sangre, mientras caía de rodillas, apretó los ojos tratando de recordar esas idiotas clases — Y el mocoso de aquí, ¿cree poder vencerme? Todo se paga en esta vida, Seiya, nunca tendrás a Serena, ella es mía niño bonito —soltó una risita autosuficiente — Son dos lecciones caras que se tendrán que pagar.

— Si me voy contigo ¿lo dejarás?

— ¿De qué hablas? Tu regresarás conmigo, y él se buscó eso, así que lo dejaré cuando crea que aprendió su lección — desvió la vista en mí — ¿Eso es todo? — Se burló — Escuchó que aún puedes respirar — Me empujó con su pie con aire superior tumbándome en el piso, maldije no recordando aún. Me pateó el muslo, apreté la boca no queriendo sacar ningún gemido — ¡Oh vamos! Sé que puedes hacerlo interesante.

— Diamante — lloriqueó Serena, los ojos los tenía hinchados.

— No, no, tiene que aprender su lección, después me encargaré de ti — su mirada perversa brilló en la lámpara de la calle, se relamió los labios, me retorcí ligeramente —. Niño, párate — volvió a patearme en el mismo muslo —. No seas tan flojo ¿dónde está el coraje que decías tener? Recuerdo haber escuchado algo de que la protegerías, ¡qué falso eres! Sólo eres un niño bonito, estúpido y escuálido.

Era verdad, pero mi cuerpo lo tenía tan adolorido, tenía suerte que no quisiera golpear mis costillas, cuando vi que daba otra patada, con trabajos y quejidos agarré su pierna en el aire, lo jalé con fuerza, su cuerpo ancho cayó con fuerza. Con trabajos me levanté, la pierna en la que había sido pateada me temblaba.

Me arrastré al lugar. Miré a Serena rápidamente, se había llevado las manos a la boca ¿había matado a Diamante? Después escuché un quejido — Vaya niño, eso no me lo esperaba — Sentí un retortijón en el estómago, no supe de dónde saqué fuerza, pero le di un puñetazo en la nariz, recargando todo mi peso en el brazo, dando el golpe no sólo con el puño sino con el hombro. En el mismo momento recordé que el profesor había dicho que la nariz era una parte sensible, y en ese instante, él me atestó otro golpe en la cara, tumbándome hacia atrás.

Diamante aulló de dolor, yo ni pude levantarme quedé derribado, me había abierto el labio y la parte de abajo había sido cortada debido a mis propios dientes y también era un milagro que no se rompieran los dientes. Serena se acercó a mí, me ayudó a apoyarme, solté muchas malas palabras y vi a Diamante que se agarraba la nariz, brotándole infinidad de sangre — No quiero que vuelvas a nuestras vidas Black ¿está claro?

— Entiendo — susurró —. Entiendo quién ganó y quién perdió — su inmaculado traje quedó manchado de sangre.

Sonreí con simpleza y Serena me agarró del brazo, haciendo de apoyo, ambos giramos caminando hacia el restaurante de hamburgueserías o al menos eso creía, hasta que escuché el grito de Serena.

— ¡Diamante no!

Todo había pasado con tanta rapidez en mi mente, todo era en segundos, pero a la vez como si fuese una película de terror, lenta y tortuosa. Diamante se encontraba con una sonrisa diabólica, en la mano llevaba un arma no supe de qué calibre era, ni la marca, me apuntaba a mí, directo a mi pecho, se relamió los labios — Sólo tú me perteneces — alcanzó a susurrar, cuando accionó el revólver para cargar la pistola, no supe si cerrar los ojos, o abrirlos aún más, había pasado con tanta rapidez y tan lento al mismo tiempo, cuando sentí el aire de la bala tan cerca de mí, lo único que pensé había sido en Serena, cerré los ojos y sentí que alguien me había empujado, caí al suelo y todos los golpes me habían dolido, escuché como el arma caía al piso.

— ¡No! — Gritó Diamante histérico.

Abrí los ojos, y vi a Serena como caía lentamente hacia el piso, me miraba con una sonrisa, sentí un cosquilleo en la nariz, sentí como mi cara se contraía de dolor y gruesas lágrimas caían en mi cara, me acerqué a ella, su blusa estaba llena de sangre, no me importaba si Diamante me mataba en ese momento, ya no me importaba nada. Su cuerpo temblaba, la sangre estaba en alguna parte de su vientre.

Ella se llevó las manos a su vientre — Sei-Seiya — su voz tembló y me tocó con sus sangrientas manos.

— No-no hables ¿qui-quieres? — La voz se me quebró, con cuidado me acerqué más a ella y le acaricié su cabello — Todo es-estará bi-bien, re-recuerda — hipé —. Vas a ha-hacer la-la señora Kou.

— Tengo frío — susurró —. No siento las piernas — lloró suavemente y me sonrió, acariciando mi mejilla, bajó su mano hacia la mía.

— Tienes frio, porque-porque hace frío — apreté los labios —. Todo-todo estará bien — una mujer echó un grito desgarrador y dijo algo de una ambulancia, no presté más atención —. Tendremos montones de hijos, harás esas comidas horribles, ¿no quieres terminar ese juego idiota? Además ¿no tienes esa cita con Lita? — Hablé atropelladamente, ella me miró medio sonriendo.

— Te-te amo — le tembló la voz.

— Y yo también, ¿por qué dices eso? Tenemos toda una vida y la que sigue para amarnos, todo estará bien.

Sentía su cuerpo cada vez más frío, escuchaba la sirena de la ambulancia muy a lo lejos, no supe con exactitud si se tardaría, pero eso no importaba porque todo estaría bien, todo estaría mejor, no habría qué temer.

— Seiya…prométeme que serás feliz — me apretó con debilidad.

— ¿Qué dices? — mis labios se volvieron temblorosos.

— Seiya…prométemelo — habló aún más suave, sus labios se habían puestos pálidos, la luz de las sirenas me lastimaba los ojos.

— Te lo prometo, pero todo estará bien — pude sentir su último aliento, dejó de masajear mi mano, estando inerte entre la mía — ¿Serena? — Se me hizo un nudo en la garganta, los paramédicos se acercaron.

— Tenemos tres sujetos, uno parece estar en estado de shock — apenas si escuchaba la voz del auxiliar de médico, hasta que se acercó a mí, me alumbró con una lamparita que lastimaba mi iris, después miró con avidez el cuerpo de Serena, quise preguntar que si se pondría bien, el tocó su cuello y después suspiró con pesadumbre mirando su reloj — Muerte a las 23 horas…

— ¿Qué? — Susurré — Debe de haber un error.

— Señor, por favor tenemos que curar sus heridas, ¿cómo sucedió esto? ¿Cómo se llama? — me agarró del brazo enseguida me zafé.

— Debe de haber un error, ella está viva ¿sabe?, nos vamos a casar — Negué con la cabeza, espantado —. No puede morir.

— Necesito ayuda — lo escuché decir.

Una mujer, me miró de soslayo y trató de jalar el cuerpo de Serena mientras que el otro empezó a jalarme a mí — ¿Es que acaso está loco? — Abracé a Serena — Sigue con vida, ella está viva…

— Lo siento señor — la mujer con tristeza me volvió a observar —. No había nada para salvarle, al parecer la bala llegó en un punto vital del cuerpo.

— No — la abracé —. No lo entiende, nos vamos a casar, tiene que estar bien porque su amiga Lita la espera por un pastel — asentí con suavidad completamente nervioso.

La mujer tomó mi mano y la acarició con dulzura — En serio lo siento tanto, señor — sentí que esa caricia había sido mi boleto a la realidad.

Lloré y grité con tanto dolor y pasión, apreté más a Serena, la mujer negó con la cabeza y agarró con dulzura el cuerpo inerte de Serena, desde ahí lo único que recuerdo es haberme desvanecido en una oscuridad. En una completa oscuridad borrando todo, olvidando y creyendo que Serena aún vivía y que me esperaba. Sentí frio en mi cuerpo y abrí los ojos al descubrir que aún seguía en la tumba, no supe cuánto tiempo me había mantenido así, mi pelo estaba empapado y tenía bastante frío. Tragué saliva y me levanté del lugar — Feliz Navidad, Bombón — susurré, lloré suavemente y empecé a caminar hacia el cubículo del policía.

— Caramba, señor Kou pensé que la tumba se lo había tragado — soltó una risita ante su humor negro y después tosió al ver mi cara imperturbable —. Aquí está su credencial, espero que pase una mejor Navidad.

— Yo también lo espero — susurré.

Cuando salí del lugar, me sentí algo tranquilo, era como si la pieza restante en mi laguna mental se hubiese llenado, como si hubiese casi afrontado el hecho de que Serena estaba muerta en la forma terrenal pero viva por siempre. Sonreí y comprendí que tenía que seguir mi vida para después reunirme con ella, donde quiera que ella estuviese porque estábamos destinados a estar juntos. ¿Qué había sido de Diamante? Ahora me venía a preguntar, lo cierto es que él debía de pasarla mal, después de todo, él la había matado, ¿aún seguiría sus empresas? Me había refugiado en mi pequeño mundo, y me encerré en no saber nada de lo exterior, cuando tuviese tiempo quizás mañana… investigaría lo que había sido de él.

Decidí que tenía que sacar dinero al Banco, no le había comprado ningún regalo de Navidad a Haruka ni a Michiru y quería comprarme uno de esos trajes de Giorgio que eran carísimos pero que valían la pena, además que el Banco para mi suerte no estaba lejos. Segundos después mi móvil sonó descubriendo que tenía siete llamadas perdidas.

— ¡Seiya! ¿Qué hacías? ¿Dónde estabas? ¿Por qué no contestabas a mis llamadas? — Habló desesperada.

— Claro, me la pasé bien — hablé con ironía —. Quería privacidad con Serena, eso resuelve tus millones de preguntas, de hecho ahora mismo voy al Banco.

Soltó una risita — Soné paranoica ¿cierto? ¿Todo ya está bien? ¿Al Banco? Yo también voy rumbo al Banco, sólo que ando en la acción opuesta a la tuya.

— Tú no eres paranoica, solo una chica que grita por todo — reí divertido, mientras giraba nuevamente a la derecha rumbo a la sociedad y al ajetreo de la Navidad —. Sí, tengo que sacar dinero.

— El Banco es un caos, nos veremos allá y si no, pues te desearé suerte, tengo que cambiar un vestido que al parecer me quedó corto… —Pues no le digo que no a las cosas pequeñas — dije con la mera intención de hacerla tartamudear y funcionó porque vaciló en el teléfono.

— ¡Oh! — Exclamó emocionada ¡Puedo verte! ¿Me ves tú? — Eres esa mancha roja que brinca peor que los conejos y que trata de saludarme y parece que tienes un arma letal que se le llama bolso.

¡Hey! Si esa soy yo, casi estás cerca del Banco puedo verte, ¿quieres que te alcance? — Si así lo deseas — encogí de hombros —. De todas formas tú eres la que está gastando el crédito a lo tonto — observé que estaba a unos pasos del Banco, Kakyuu se hallaba enfrente de mí del otro carril de la calle, podía verme en qué momento entraba o en qué momento no, y tenía la razón; el Banco lucía atestado de gente.

Oh que maleducado eres como siempre — su voz estaba agitada y volteé a verla, sonreí al verla en esa expresión acalorada, estaba al otro lado, esperando que los carros se detuvieran para que ella cruzara la calle y viniera a mí, después su cara se horrorizó ¡Seiya! — Gritó en el teléfono escuché ambos sonidos, la gente estaba asustado del lado de ella.

Volteé y la gente estaba tirada en el piso, abrí los ojos espantado al ver que estaban asaltando el Banco, bajé el teléfono lentamente, me arrodillé temeroso, jamás me habían asaltado, los ladrones gritaban a diestra y siniestra apuntando con las armas. Una joven se bloqueó y temblaba, el ladrón molestó le dio una cachetada dejando ver su cabello largo y rubio, caía ondulado por su cuerpo, apreté la quijada, imaginado que aquella chica era Serena, que a ella si la podía salvar. Las sirenas de la policía sonaban no tan lejos.

¡Seiya! ¿Qué haces? — La voz chillona de Kakyuu sonó en el móvil.

— Salvando a alguien — no supe si me escuchó, pero esta vez sería diferente.

Lo supe cuando vi que la fastidiaban, no cometería los mismo errores, y aunque él no era Diamante sabía que tenía que hacer lo correcto el otro asaltante le parecía entretenido estar en la bóveda, mientras que el otro hostigaba a la chica rubia…tenía los ojos azules, la misma mirada de terror, lo agarré del hombro y lo pateé, la gente mi miraba como su salvador, pero eso no me interesó, los ojos azules del ladrón me recordaron a los de Diamante, lo pateé como él me había pateado, le pegué en donde él me había golpeado, sólo enfocaba mi vista en aquellos ojos azules.

Me miró con furia, no le gritó a su compañero, lo jalé de los solapas de su camisa, y le atesté otro golpe en la mandíbula, estaba de cuclillas, él sólo me veía con recelo, hasta que sonrió con tranquilidad — ¿Terminaste? — Su voz era seca, me convenció de que era Diamante, que se burlaba de mí de alguna manera u otra, observé rápidamente, la policía se hallaba ahí, con las armas apuntando al ladrón — ¿Eso es todo lo que tienes, mocoso?

Abrí los ojos horrorizados — ¿Diamante?

Vi en sus ojos diversión — ¿Quién es ese cabrón, niño? — En mi vacilación, tomó el mando — No vale de nada que te hagas el héroe si no proteges a la gente — comentó burlón. Sacó un arma, una automática, me la reclinó en el estómago, sonreí con descaro y ni siquiera entendía el porqué —. Al menos sabes morir con dignidad, niño bonito — Me acercó más a él, lastimándome con el arma, escuchaba a los policías diciendo que bajara el arma —. Sé quién eres — me susurró en el oído —. Necesitas más coraje, crío — jaló el gatillo, sentí un dolor rápido en mi cuerpo, que abría cada parte de mí, me agarré el estómago, sus ojos azules le brillaron.

— ¿Y tú no? — Dije entre dientes me miró extrañado, quien quiera que haya sido lo alcanzaron a balacear, los policías chiflaron y miré a Kakyuu gritando de puro terror, la cara se le había contraído. Caí en el piso cerrando los ojos, sentí algo de frío y algo incrustado en alguno de mis órganos, debí de haber aprendido bien biología, hice una nota mental de eso.

Sentí que me picaban con algo en alguno de mis brazos, que estaba siendo elevado, escuchaba las voces de los paramédicos, hablando en su propia lengua de tecnicismos.

— ¿Estará bien? —Escuché la voz sin vida de Kakyuu.

— No lo sé, señorita, todo depende del diagnostico del doctor al parecer todo luce estable.

No escuché nada más y permanecí durmiendo. Todo estaba oscuro en mi cabeza, y lo raro es que sentía que caminaba a algún lugar, no sabía con certeza a dónde pero sabía que tenía y debía de ir. Era raro pensar que estaba en una especie de limbo, ¿eso no salía en las películas nada más? En aquellas en las que actuaba o en las que veía ¿mi mente se había sugestionado?

— No, no puedes hacerme esto — escuchaba la voz de Kakyuu, lloraba —. Te han sacado la bala, todo depende de que si tu cuerpo reaccioné bien a la operación ¿verdad que lucharás?

¡Vaya! ¿Me habían operado? También recordé aquellas películas en las que actué, si, en la que despertaba del coma y veía fantasmas y al final terminaba suicidándome ¡qué horrible! Ojalá y nunca me pase eso.

— Por favor Seiya, te necesito, yo te he amado siempre lo he hecho, ese beso que me diste fue tan hermoso, ¿vas a dejar que así termine en un beso? ¿Acaso no te da curiosidad saber de Diamante? — Escuché que hipó.

Miré de soslayo a donde quiera que estuviese ella, pero sabía que estaba haciendo lo correcto, ¿acaso iba a ver esa luz en el estúpido túnel? ¡Oh por Dios! Esperaba que no, eso era demasiado ¿hollywoodense? Me refiero, supongo que Dios o quien quiera que fuese tenía una imaginación mucho mejor y menos trillada ¿quién había imaginado eso? Ahora que lo pensaba era demasiado estúpido el túnel.

— Tus hermanos vendrán cuánto antes, por favor apúrate a despertar.

¡Mis hermanos! Deseaba que Yaten sentara cabeza, sabía que aquella secretaria de Kakyuu no se le hacía indiferente ¿Minako se llama, no es así? Sería un tonto si no la aceptara, y también Taiki aunque él no le sabía de un amor clandestino, me reí. Desvié la vista y vi una fuente, ¡esto sí que es originalidad! Admití entretenido.

— Seiya, lo vas a lograr.

Dejé de prestarle atención a Kakyuu, cada vez me sentía más tranquilo al pisar ese lugar. La fuente echaba más y más agua al momento en el que daba un paso.

— ¡Doctor! — Gritó agitada.

La voz de Kakyuu se apagaba conforme avanzaba, había una chica ahí, me llamó la atención, mi corazón latía rápidamente… ¡oh! Tenía un corazón, interesante…pensé más emocionado aún. Se cepillaba su pelo, la luz de dónde sea que viniese me lastimaba impidiendo ver bien a la mujer, cuando hice sombra con la palma de la mano. Observé a la joven, que se cepillaba su pelo rubio y ondulado, con un vestido de seda blanco.

— ¿Serena? — Hablé emocionado, ella dejó de cepillarse, volteó a verme y sonrió mostrándome todos sus dientes. Se paró enseguida, parecía que caminaba con suavidad, no dijo nada me agarró de las manos y me instó con ella.

— Todo estará bien — dijo cálidamente.

Asentí con tranquilidad, porque supe que ahora todo estaría bien y que nada malo pasaría, porque Serena estaba a mi lado, agarrando mi mano con suavidad y amor — Lo sé — le contesté mientras caminábamos.


¡Hola! n.n

Diablos no le pude escribir la palabra fin, me sentí rara al escribirla y al releerlo la sentí fuera de lugar, qué sé yo. La verdad es que me interesan enormemente sus puntos de vista, presiento que algunas ya se esperaban algo así pero ¿el final les gustó?

Es raro como mi mente funciona, cuando pensé en la historia sólo tenía el final, siempre me pasa lo mismo con las historias tengo que pensar en cómo llegar a ese desenlace, aunque el final de Diamante…es un personaje al cual quiero mucho, ustedes pueden imaginar qué fue de él, si en verdad era aquél ladrón, si se suicidó, si entró en un psiquiátrico eso yo no lo sé, pero sería entretenido que ustedes me dieran su punto de vista.

Quería subir esta historia en su segundo aniversario, por lo regular (como Caro siempre me dice) subo en fechas importantes cada historia o capítulo nuevo (al menos casi todos) La verdad es que me emociono porque es la primera historia que termino, uno de mis primeras historias en las cuales entré en este fandom y que algunas me brindaron su cariño y con algunas chateo muy afablemente, ahora ya me ando poniendo con sentimiento snif, snif.

En serio agradezco a todas y cada una de las lectoras, quizás tú, que acabas de encontrar esta historia me encantaría que dejarás tu review, aunque haya pasado un día, un mes, un año, o quizás más, me interesa tu opinión, saber qué pensaste de esto, juro que contesto cada review final, pero eso sí, aclarando que si es gente que no está logada en esta página dejen su MSN con espacios.

Quizás sonará estúpido pero como dicen por ahí, lo que uno escribe es terapia propia y parte de esto es parte mía enfocándome en el hecho de dejar fluir el pasado, no estancarnos, a mí en lo particular me suena difícil dejar de ser masoquista. ¿Acaso no hay más vida? Al menos yo si soy de ese pensamiento, en fin.

¡Nos andamos leyendo en mis otros proyectos!

●๋•Ashαмєd●๋•