LA LUNA EN EL ORÁCULO

11. En donde la profecía, una vez cumplida, deja de importar y acaba esta historia

Remus está raro.

Lily ha intentado sonsacarle qué es lo que le ocurre, pero ha sido imposible y eso le preocupa. Le preocupa porque normalmente el licántropo habla con ella y le cuenta todo. A su manera, claro, ocultando lo importante, dando por sabido obviedades que no lo son tanto y cambiando palabras para lo que en realidad quiere decir. Pero habla con ella. No se queda abstraído, golpeando la pluma seca contra el pergamino, con la mirada perdida más allá de la ventana, ni se queda en blanco ante las preguntas fáciles del profesor.

Remus está muy raro, y está así desde esa mañana, desde que lo vio por primera vez después de la pelea con Sirius y su desaparición tras la luna llena. Es el primer día que va a clases después de la transformación y es obvio que algo ha pasado, aunque su amigo no parece dispuesto a confesarse aún.

—¿Remus?

No ha hablado con ella durante el desayuno. De hecho Lily está segura de que ha bajado tarde al comedor a propósito, para no sentarse a su lado y evitar contestar a sus preguntas. Intentó hacer lo mismo cuando entró en clase, pero ella ya le había guardado un sitio a su lado y le llamó para que se sentara junto a ella.

—¡Remus!

—¿Hmm?

El chico se vuelve hacia ella y Lily tiene la impresión de que acaba de volver de un lugar muy lejano.

—¿De verdad que estás bien?

El profesor garabatea algo en la pizarra mientras los alumnos aprovechan la pequeña tregua para comentar cosas entre murmullos o echar una cabezada.

—Sí. Muy bien.

—¿Y Sirius?

Su amigo se pone a la defensiva.

—¿Q-qué pasa con él?

—¿Habéis hecho las paces?

Han hecho algo más que las paces. Remus se sonroja mientras recuerda que tuvo a Sirius en la boca, que le hizo gemir sobre aquella cama, en la Casa de los Gritos. Su pulso se acelera cada vez que recuerda los besos de antes y esa sensación al final, cuando aún tenían la respiración agitada y él le murmuró: "Sabía que eras tú. Que tú me salvarías, como la luna".

—Sí —suspira—. Hemos hecho las paces.

—Oye —Lily frunce el ceño—, si te ha hecho algo…

No puede contárselo a Lily. No puede decirle qué han hecho. No puede confesarle que al final Sirius no estaba interesado en Selene, sino en él. Que estaban haciéndolo cuando James entró y que siguieron cuando se marchó. Que, Merlín, hicieron cosas que hasta el momento hasta le había dado miedo imaginar… y no querían parar.

—¡Remus!

El licántropo vuelve con un sobresalto y deja de tocarse los labios como si Lily acabara de interrumpir una fantasía. Una muy hermosa.

—Estoy bien, Lily. De verdad. Pero no… no puedo hablar de ello. Todavía no.

Lily lo observa con el ceño fruncido. Tendrá que averiguar qué ha pasado, porque por mucho que Remus insista es obvio que ha pasado algo. Y quiere averiguar el qué.

Cuando la clase acaba, Remus recoge despacio y es el último en salir, de modo que cuando llegan al pasillo los demás ya están allí, esperando.

—Buenos días, Lily.

—Hola, Potter.

Lily ni siquiera se esfuerza en ser desagradable. Está más ocupada observando, y al hacerlo se da cuenta de que Remus no es el único que se comporta de manera extraña: Sirius también parece bastante dócil y por alguna razón no aparta los ojos del nervioso licántropo. Y James. También está bastante comedido y eso debe ser una mala señal. Seguro.

El único que parece más o menos normal dentro de esa panda de tarados es Peter. O bien no sabe nada o no le interesa lo más mínimo.

—¿Se puede saber qué os pasa? ¡Parece que vais de entierro!

Ninguno se atreve a contestar a su provocación y es demasiado.

—Eh, Lily —Potter al fin le dirige la palabra. Prefiere oír algunos de sus patéticos intentos de seducción antes que soportar ese ambiente.

—¿Qué?

—¿Por qué… por qué no nos vamos? La clase está a punto de empezar.

Ella asiente, desde luego es lo mejor, y sigue a Potter y a Pettigrew por los pasillos. Sirius y Remus se quedan rezagados y la pelirroja está segura de que lo han hecho a propósito.

—Tú lo sabes, ¿verdad?

James la mira alzando una ceja.

—¿El qué?

Lily señala hacia atrás.

—Esos dos. No hay ningún problema, ¿no?

James suspira. Peter los mira intrigado, intentando alcanzar el sentido de la conversación.

—Bueno… digamos que a partir de ahora tendremos que establecer algunos horarios para no interrumpir ciertos planes.

Lily alza las cejas sorprendida, pero cuando mira de nuevo hacia atrás ve que Remus está sonriendo y que Sirius ríe por algún chiste que seguramente no es tan bueno. Y se da cuenta de ese movimiento de su mano, rozando los dedos de Lupin, que vuelve a ponerse nervioso. Y le parece que lo comprende. Y siente una alegría especial naciendo en su pecho.

—Así que… ¿Sirius tuvo ese encuentro a la luz de la luna?

—Sí —suspira James—. Eso parece.

Más adelante se encuentran con Selene y Fannon, que los saludan con alegría. Al verlos, Sirius se pone serio y se acerca aún más a Remus sin apartar la mirada de su rival, pero Ethan parece demasiado concentrado en Selene y Sirius se relaja. Un poco.

Lily sonríe y charla animadamente con la chica. Ethan y ella hacen buena pareja y Lily se alegra por ellos. Charlan de trivialidades y entran en clase cuando el timbre da el último aviso. Sin saber por qué Lily acaba sentada al lado de James, pero se da cuenta demasiado tarde. James sonríe, pero se esfuerza en no agobiarla, seguramente preocupado por si decide marcharse.

En fin, tampoco pasa nada si se sienta a su lado por una vez. De todos modos, seguro que Sirius y Remus se han sentado juntos…

Lily busca a su alrededor, pero no los ve. El banco que suelen ocupar ella y Remus está vacío.

—¿Dónde se han metido?

James prepara su pluma y abre el tintero, listo para tomar apuntes.

—A saber.

Lily sabe que lo averiguará. Antes o después, no importa, pero lo averiguará.

Esa noche, Lily baja las escaleras en silencio, con la varita preparada. Sabe que están ahí aunque no pueda oírlos. Al volver de la ronda, Sirius estaba esperando y retuvo a Remus a su lado porque según él "tenía que decirle algo importante". Lily se despidió de ellos y subió al dormitorio para volver a bajar un par de minutos después.

No se escucha nada, pero ella sabe que todavía están ahí. Seguramente han echado algún hechizo para impedir que nadie les escuche, pero no en vano ella es la mejor bruja de su clase.

Lily murmura unas palabras y sonríe cuando la voz clara de los chicos llega claramente a los oídos.

Es su momento. Al fin sabrá qué ocurre con esos dos. O mejor dicho, lo confirmará, porque está bastante segura de saber lo que pasa. No es que sea curiosa (bueno, igual un poquito), solo que necesita saber que Remus estará bien. Con una sonrisa se retira los rizos de la cara y se sienta en la fría escalera de piedra.

—¿Por qué Stidolph?

—Tiene buena delantera —Sirius sonríe ante la cara de estupor de Remus y le da un codazo cariñoso—. Es broma, tío. ¿Por qué? Bueno, todo el mundo sabe que es la mejor en Adivinación.

—¿Ah sí? —Remus parece sorprendido.

—¿No lo sabías?

—No.

—¿Y tú por qué pensabas que estaba con ella?

—No importa.

—¡Claro que importa! ¿Qué es lo que creías? ¿Pensabas que esa chiquilla me gustaba?

—Pensaba que era por el nombre.

—El nombre —Sirius abre los ojos sorprendido—. ¿Me lo explicas?

Remus desvía la mirada nervioso.

—Aquel día James contó lo de la sesión de adivinación. Dijo que la profesora… bueno, que te había dicho algo referente a la luna.

—¿Y?

—Selene. Es…

—La diosa de la luna —Sirius lo mira completamente intrigado—. ¿Creías que iba detrás de esa chica por el nombre? ¡Vamos, Lupin, no me jodas!

Remus se muerde la lengua. Porque no puede decirle que es exactamente lo que han hecho. Y que le gustaría volver a hacerlo otra vez. Mil veces.

—No sería la primera vez que te guías por un capricho —protesta.

Realmente había pensado que era por eso, que su nombre era lo que había hecho que Sirius fuera detrás de ella.

—Selene… Ni siquiera me había dado cuenta.

Remus se queda callado, pero parece que Sirius sigue dándole vueltas a lo mismo.

—Vaya —murmura, pero se apresura a cambiar de tema—. Oye, ¿le has contado algo a Lily?

—¿Qué? ¡No! ¿P-por qué lo dices?

—Creo que sabe algo. ¿No te has dado cuenta? Hoy no ha dejado de vigilarnos. Y hace un rato, cuando habéis venido y te he dicho que tenía que hablar contigo me ha mirado con "esa" mirada.

—¿Qué mirada?

Esa. La que dirige siempre a James. La de "tócame y te mato". O "tócale y te mato", en esta ocasión. ¿Qué le has dicho?

—¡Nada!

—Remus…

—Sólo… Bueno, ella sabía que me gustabas. Yo no se lo dije, claro: lo averiguó ella sola.

—¿En serio?

—Sí.

—¿Y de lo de la otra noche?

—No le he contado nada.

—Espero que sea cierto. No tengo ganas de tenerla revoloteando a mi alrededor diciéndome qué debo y qué no debo hacer contigo.

Están sentados en un sofá frente a la chimenea, algo apartados el uno del otro. Remus se frota las manos nervioso sin atreverse a separar la mirada del fuego. Sirius, sin embargo, lo mira directamente a él, concentrado en el reflejo de las llamas sobre su pelo.

—¿Te ha dicho algo James?

Remus se sobresalta un poco por la pregunta y desvía la mirada hacia él.

—No –dice preocupado—. ¿Y a ti?

-Ni una palabra. Fue un poco bochornoso, ¿no? Que nos pillara allí, en plena faena…

—No me lo recuerdes.

Sirius suelta una risita traviesa.

—Bueno, así se guardará de molestarnos cuando vea que colgamos el cartel de "Prohibido molestar".

Remus no contesta. Sigue absorto en sus recuerdos, atrapado en ese momento sobre la cama de la Casa de los Gritos, con Sirius debajo y sus manos en su entrepierna.

—¿En qué piensas?

—E-en nada.

—Hmm —Sirius sonríe y es una sonrisa peligrosa—. ¿Sabes en qué pensaba yo? –Remus niega con la cabeza, con la boca demasiado seca para hablar—. Pensaba que para ser nuestra primera vez no estuvo nada mal —y su mano se cuela bajo la camisa del licántropo, que da un brinco en el sofá—. Y me preguntaba si tenemos que esperar a la próxima luna llena para repetirlo.

Es la primera vez que Sirius le besa desde que lo hicieron. En ese momento estaban tan descontrolados que los besos eran furiosos y posesivos, pero ahora le besa despacio, sin prisa, acariciando la cicatriz de su pecho bajo la ropa.

No es difícil dejarse llevar y Remus se pregunta si en algún momento podrá decirle que no o si es su destino seguir a Sirius siempre, dejarse guiar por sus manos fuertes y sus besos con sabor a noche.

Cuando Sirius se separa de su boca para entretenerse con su cuello Remus recupera algo de cordura y se esfuerza por articular algunas palabras.

—No podemos… Aquí no. Si baja alguien…

—He puesto un hechizo —murmura Sirius entre besos—. Si alguien se acerca lo oiremos.

—Pero no podemos hacerlo aquí —protesta.

-Tranquilo. No nos verá nadie.

Remus deja de protestar cuando la mano se cuela bajo su ropa interior. Se siente avergonzado, pero Sirius sonríe satisfecho, como si acabara de encontrar justo lo que estaba buscando.

—Estás…

—L-lo siento.

—Yo no.

Remus se muerde los labios cuando la mano empieza a moverse bajo la ropa. No le parece buena idea hacer eso allí, donde cualquiera puede verlos. Pero es incapaz de protestar, así que se agarra fuerte al brazo de Sirius y le deja seguir, encogido sobre el sofá, con la respiración agitada y las piernas un poco abiertas.

—¿Qué tal?

No puede contestar. Espera que la ligera presión de su mano sobre el fuerte brazo de su amigo sea respuesta suficiente, y parece que sí, porque Sirius acelera el ritmo y es cuestión de segundos que llegue la descarga, en mitad de un beso cargado de saliva y malas intenciones.

Dios

Sirius coge su varita y con un movimiento deja todo limpio.

—Estabas pidiéndolo a gritos —sonríe.

—No es verdad —protesta Remus sonrojado.

Pero sus quejas se pierden en la noche.

Lily tiene bastante.

Debería haberse marchado hacía rato, desde que escuchó las palabras de Sirius sobre aquella noche en la ¿Casa de los Gritos? Debería haberse ido entonces, con una imagen mental era suficiente.

Mientras sube la escalera de caracol hacia su habitación escucha la voz de Sirius en su cabeza.

Estabas pidiéndolo a gritos.

Perfecto, ahora tendrá los susurros de los chicos en la cabeza durante toda la noche. Quizá días. ¿Y qué se supone que estaban haciendo? ¿Estaban…?

Lily cierra la puerta de su habitación completamente colorada y aún sigue ruborizada cuando se cuela entre las sábanas.

—¿Evans? —Lily se sobresalta. Una de sus compañeras debe haberse despertado al oírla entrar—. ¿Dónde estabas?

—Haciendo la ronda. Será mejor que vuelvas a dormir. Es tarde.

—Hmm. Buenas noches.

—Hasta mañana.

Lily se acurruca entre las sábanas.

Tranquilo, no nos verá nadie.

Lily protesta en silencio y da un par de vueltas. Va a ser difícil dormir. Muy difícil. Por lo que ha entendido Sirius y Remus lo han hecho. Y es difícil imaginar algo así. Suponía que podían haber llegado a darse un beso, quizá dos. Pero está visto que han ido directos al grano.

—Después de todo son hombres —murmura.

Uno más que otro, claro.

Tal vez ha sido todo una señal. Lily no cree en señales, pero esta vez parece bastante claro. Todo el tema de la luna… Lily no sabe si ellos lo saben, pero hace tiempo que conoce el significado del nombre de Selene: Stidolph significa "lobo fuerte" y es mucha casualidad: el lobo, la luna…

Con los ojos abiertos Lily piensa que debería haber elegido Adivinación. ¿Qué vería la profesora Adams en su taza? ¿Unas gafas? ¿El guiño de un chico de pelo rebelde?

Sacude la cabeza enfadada con sus pensamientos, pero cuando deja de pensar en James le vuelve la imagen de Remus y Sirius sobre el sofá y no sabe qué es peor.

Una cosa está clara: va a ser una larga noche.

FIN

N/A: Y así acaba esta historia. Nos da pena llegar al final, pero nos quedamos con lo contentas que estamos de haber llegado hasta aquí, lo bien que lo hemos pasado escribiendo y publicando juntas. Esto de escribir en pareja es genial.

Muchas gracias a todos aquellos que nos habéis seguido durante estos 11 caps y a todos aquellos que se han parado a dejarnos un comentario.

Un beso enorme a todos.