I. Oye, Nana
Disclaimer: Nada me pertenece (a excepción de la historia, of course) ,de ser así, Takumi habría sido atropellado por un camión. O un tren. O algo que le dejase sin vida.
Siete años. Cuatro meses. 18 días y una horas hacia que Nana había llegado a Inglaterra para morir.
Siete años, cuatro meses y 18 días. Y aún se preguntaba por qué contaba el tiempo si se juró no volver. Algunas veces, como aquella – envuelta en una toalla blanca alrededor de su cuerpo denudo y delgado – se pregunta si realmente quiere seguir en un país extranjero al que jamás perteneció. No es que lamente – porque ella nunca se lamenta. Nunca, jamás de los jamases - su decisión, pero no termina de estar a gusto. Porque les echa de menos y más ahora, que es Navidad y Trafalgar Square se ve adornado por una pista de hielo y un árbol de Navidad gigante. La gente ríe ahí, y cada vez que se ve obligada a ir al pub donde canta todas las noches – el vestido rojo asustado, la décima pinta la que le invitan, y el de dónde eres guapa, también forman parte de su trabajo, y no se queja, pero no deja de preguntare qué pasaría si Ren siguiese a su lado, sino se hubiese ido- le parece oír la risa clara y sincera de Hachiko, y casi la puede imaginar agarrándose del brazo de Nobu mientras intenta no caerse pisando la nieve helada. Llevaría un falda sesentera y el pelo vete tú a saber de qué color. Reiría, porque en Navidad se ríe y no se llora y porque Hachi con Nobu sería feliz, mucho más feliz que con el hijo de puta que tiene por marido. Pero Nana no ha olvidado que Hachi estaba embarazada cuando ella dejó Tokio, ni que ese hijo era de Takumi y no de Nobu. De Takumi y no de Nobu. ¿Y ves?, otra vez vuelve a pensar en ellos y les recuerda constantemente. ¿Será feliz Hachiko? Seguro que sí. Se lo hizo prometer, eso de que seria feliz. Al menos tiene a alguien que finge que la quiere. ¿Y Nobu?, ¿será feliz Nobu? ¿Seguirá con la actriz porno aquella cuyo nombre no quiere recordar? Era preciosa joder, mucho más preciosa que ella, que ahora lleva el pelo largo hasta la cintura, teñido de un rubio platino más propio de estrellas como Britney Spears que de amantes del punk. También se pregunta por Yasu. ¿estará con Miu o seguirá enamorado de ella como hace siete años? No le habrá crecido el pelo, eso seguro, y casi consigue reírse de verdad frente al espejo, y no con esa media sonrisa seductora que le lanza a los espectadores cuando el piano empieza a sonar y es una vieja balada inglesa lo que canta.
Oh, dios, su nueva vida está basada en las mentiras y no sabe cuánto tiempo podrá sostenerse. Vino a Inglaterra a morir, y cuando encontró por fin aquel invierno la playa en la que quería que acabase su vida, no tuvo valor. Siempre fue una cobarde y mierda, se había dado cuenta demasiado tarde. Ren fue más listo y se percató mucho antes. Por eso le cambió con Reira que no ocultaba su cobardía y su debilidad, Reira que al igual que Hachi, era capaz de admitirse a sí misma que sólo buscaba que la quisieran. No importaba quién, no importaba cómo. Sólo que la quisieran como Takumi nunca la supo querer. Y otra vez vuelven al origen: Takumi.
¿Cómo se podía llegar a odiar tanto a una misma persona? Él era la heroína que mató a Sid tras la muerte de Nancy. El amor insano. El veneno y, oh, joder, cómo le odiaba. Tantas veces había deseado su muerte… que le devolviera lo que le quitó: Hachiko, Ren, su grupo, su voz… Todo. Y a lo mejor ella podía volver a ser feliz. Porque ella se lo merecía ¿verdad? No como él. Él no se merecía nada. Ni siquiera la mirada de admiración de Hachi el día en que se conocieron.
Maldito día en el apartamento 707. Maldito día. Casi tan maldito como cuando recibió es estúpida, insultante… y desesperante carta. La abandonada en el escritorio que Nana mira con odio. Tsk. Se levanta y se queda desnuda en la habitación. Afuera se ve el Támesis y a lo lejos el London Eye, nieva sobre el agua y en la orilla se vuelve a renovar el manto blanco que se empezaba poner gris sucio. Como el pelo de Shin cuando no lo llevaba azul, cuando le conoció y descubrió que no sólo Ren podía tocar el bajo como un jodido dios pagano. ¿Quién enseñaría a aquel chavalillo de 16 años todo lo que sabía? Ahora que lo pensaba, Shin era un niño perdido en la guerra, el que no encuentra a su madre y busca desesperadamente un osito de peluche manco al que agarrarse. Necesitaba mucho más cariño y protección que ella, y jamás se lo ofreció. Ni siquiera se lo había planteado. Pobre chico triste y roto. Quiso ser fuerte para ellos, para Hachi, pero no lo consiguió.
Sigue desnuda y se acerca a su escritorio a grandes zancadas, con el pelo rubio y lacio haciéndole cosquillas en al espalda. Es una musa perdida y no lo sabe. Sobre su libro de partituras de los Sex Pistols – Porque les sigue amando, siempre, constantemente, porque ella es Nancy y Ren fue Sid, y Reira jamás podrá cantar punk, y ella sí. O eso cree. – descansa una carta escrita en japonés. Es de un bufete de abogados y lo único que dice es que su madre ha muerto y que le dejó cosas. Cosas. Su madre. La misma que la abandonó hace… ¿cuánto? ¿Veintidós años? Le dejó cosas. La convocan en la notaria el día 26 de diciembre. 11:30. El mundo se ha debido de volver loco
Y si fuese por ella no iría, pero Dan, su nuevo amante, la convenció. También nevaba ese día, y entre las sábanas deshechas Nana quería tener a Ren desnudo a su lado. Como la primera vez.
- Tienes que volver a Japón.
- No quiero volver.
- Es lo único que te queda.
- ¿No me vas a decir que me quedas tú?
- No te voy a mentir. No tienes nada, Nancy.
Por supuesto que se hacía llamar Nancy, ¿qué otro nombre si no? Según su nueva identidad también había huído de Japón y de un pasado tormentoso: prostitución, maltratos, un padre alcohólico… algunas de las cosas eran ciertas y las otras… las otras las inventaba sobre la marcha. Nadie la reconocía como Nana Oosaki. Nadie. Aunque sonara de vez en cuando una de sus canciones en el metro, nadie se daba la vuelta y decía.: ¡eh, es la cantante de los Black Stones! Y a veces quería que así fuera. Sólo para no caer en el olvido.
Cantar sigue siendo lo único que la hace feliz y no tiene quejas respecto a eso. Lo hace cada día, cada noche, en cada instante. Canta y así, se siente incompletamente llena. Aunque le faltan ellos. Le falta algo. Quizás por eso se dejó convencer por el guapísimo Dan, en la noche londinense, embriagados por el olor a tabaco, alcohol y sexo. "Tienes que volver a Japón" No se quejó ni se lo tomó en serio hasta que a la mañana siguiente se encontró un sobre con un billete de avión en primera directo a Tokio en el primer vuelo de madrugada del día 24. Llegaría ahí a eso de las 6 de la tarde. Y entonces fue consciente de que todo – y todo es todo – se iba a la mierda.
Mira de soslayo su maleta a medio hacer sobre la cama. Preguntándose qué llevar. En Tokio en diciembre hay sol, y buena temperatura. En Tokio en diciembre hay festivales de fuegos artificiales sobre el río. Y cuando piensa en eso quiere llorar otra vez hasta olvidarse de la aquella madrugada a la orilla del río, disfrazados, justo cuando todo empezaba a desmoronarse. "Al menos sé feliz", le había dicho – exigido, casi - a Hachi cuando vio el anillo de compromiso en sus dedos. Días después la propia Nana luciría un anillo igual para afianzar su compromiso con Ren. Cuando aún se querían, claro. Y absurdamente todavía lo llevaba: el aro fino y el diamante enorme. Era lo único que conservaba de Nana Oosaki. Eso, y el tatuaje de su brazo derecho. Una flor de Ren, porque no era capaz de olvidarle. Nunca lo fue. Ni siquiera cuando la abandonó para ir a buscar un sueño. Ni siquiera cuando ella se fue con el corazón roto y al borde de la locura, consiguió deshacerse del fantasma de su primer amor.
Se termina de vestir y no se molesta en recogerse el pelo, porque le gusta que el frío y húmedo aire inglés le hiele las puntas y lo esparza tras ella: es una sensación de libertad que sólo había conocido aquí. Luego cierra las maletas y echa un último vistazo a su habitación mientras coge el billete y el pasaporte con su nueva imagen fotografiada.
Cuando pisa la calle la recibe el sonido de los claxon y Londres empieza a despertarse a las 6 de la mañana. Londres. Londres. Londres. Y luego camina, pasos cortos, con calma, despidiéndose de la ciudad del underground, porque sabe, o más bien intuye, que su estancia en Japón no será corta. Baja hasta la estación de metro y mierda, sí, otra vez es Zero lo que suena. Disfruta del bajo de Shin unos minutos, entre los codazos por meter el billete en la máquina. Y mientras baja al tercer piso es la desesperación de la guitarra de Nobu. Y después – dos minutos para que pase el próximo tren, destino aeropuerto – la furia en la batería de Yasu. El calvito sabía cómo tocar. Y se olvida casi de que es su voz la que dice I'm finding my way, porque la que canta es Nana y no Nancy. Es el retrato de Dorian Grey en un archivo mp3.
Es su pasado quien habla y no su presente. Así que agradece cuando el vagón abarrotado apenas le deja meter la maleta y arrinconarse al fondo, ahogando la música entre los murmullos de la gente, hasta llegar a la última parada, quince minutos después.
El tren va mucho más rápido que aquel que cogiera hace 9 años para mudarse a Tokio. El mismo tren en el que conoció a Hachiko y que tardó cuatro horas en llegar a destino. La recuerda con cariño, su inocencia e ingenuidad, emocionada, que se trasladaba a la capital con su novio, que estudiaba artes, ¡qué maravilloso es! ¿Qué edad tienes? ¿Adónde vas? ¿eh, qué? ¡A Tokio! ¡¿Como yo?! ¿Tú también tienes veinte años? ¡Increíble! Yo nací en Noviembre. ¿Tú? Oh, vaya, eso es culpa del Gran Rey, ¿El Gran Rey? Pues el Rey Demonio, el causante de todos los males! ¡Crees en el horóscopo? ¡Yo sí! ¡Dicen que este es un gran año para mí! ¿Tú crees que lo será?
Hachi habló más que nunca aquel viaje: sus planes, su infancia, su familia, su novio, sus amigos, su novio, sus exnovios, su novio, sus estudios, su trabajo, su novio... La envidiaba porque aquella chica de pueblo tan enamorada tenía todas sus esperanzas y ella no tenía nada. Pero pobre Hachi, el Gran rey finalmente la castigó, porque aquel iba a ser el peor año de su vida. Siempre puso demasiada fe en lo sobrenatural y en lo que se ve inalcanzable e incomprensible. ¿Cuánto tiempo has tardado en darte cuenta de que el Rey Demonio es Takumi?
Al igual que entonces, Nana está bebiendo cerveza. Pero no tiene a nadie que le invite a brindar esta vez:
- ¿Para qué?
- ¿Cómo que para qué? ¡Pues para celebrar el aprobado de mi novio!
- ¿Y eso que tiene que ver conmigo?
- … Pues entonces… ¡Para celebrar nuestro encuentro casual!
- Ah. Buena idea. Que dos chicas de la misma edad vayan a Tokio en el mismo tren, es una casualidad muy rara.
- ¡Bien!
- Hay otra coincidencia. ¿Sabes? Yo también me llamo Nana.
A veces se olvida de que Hachiko sólo es un apodo, un amuleto contra la mala suerte de una chica demasiado supersticiosa. Nana significa siete.
El número de su vida.
707 el piso que compartieron.
7 años que no se ven.
"Pasajeros, el vuelo 7 está a punto de salir hacia Tokio."
Nana. Siete. Hachiko. Ocho.
Si me dejáis reviews seré feliz. De todos modos. Gracias por leer, de verdad, Gracias