Deja que tu Campo Florezca

Leave Your Field to Flower

Escrito por: Emma Grant

Traducido por: PerlaNegra

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Tercera Parte

Harry se presentó en el grupo, pero cuidadosamente evitó el contacto visual con todos, Draco incluido. No habló, ni tampoco respondió cuando Rosemary se dirigió directamente hacia él. Draco lo observó todo el tiempo, inseguro de qué pensar. Harry probablemente estaba loco, pero no parecía ser peligroso. Tal vez hasta hubiera algo de verdad en lo que decía recordar.

Draco había pasado un montón de tiempo pensando en el hecho de que Harry recordara que ellos habían sido enemigos en la escuela. Creía que eso debía significar algo, como también tenía que significar el hecho de que Harry lo hubiese buscado a él. No parecía haberse acercado a nadie más. Quizá era la manera de Harry de tratar de hacer las paces por no haberse llevado bien con él en el pasado. Era la única cosa que tenía sentido.

Y así, Draco obtuvo el valor para invitar a Harry a tomarse un trago con él y los demás después de la reunión. No estaba seguro de que Harry fuera a aceptar venir, pero sí lo hizo.

Harry guardó silencio mientras todos hablaban acerca de cómo habían sido sus días durante la semana anterior, de lo mucho que despreciaban las reuniones (excepto Neville, ya que para él éstas siempre parecían ser todo un acontecimiento), y de quién creían ellos que ganaría el partido de críquet del sábado.

—Creo que yo no fui fanático de los deportes —dijo Fred a la mitad de su tercera pinta—. Me lleva siglos entender qué es lo que está pasando.

—¿En serio? —preguntó Seamus—. Yo podría jurar que recuerdo haberlo visto antes. Y mi abuelo dice que me encantaba cuando era niño.

—Yo todavía sigo sin entenderlo —dijo Neville con un suspiro—. Y lo he intentado.

—¿Qué, cuando no estás en la luna por Luna? —dijo Fred, dándole un codazo—. ¿Cuándo vas a pedirle que salga contigo?

—Está media loca —añadió Seamus con un resoplido—. Seguramente dirá que sí.

Neville negó con la cabeza, tenía las mejillas encendidas.

—Deberías hacerlo; ¿sabes? —dijo Harry—. Tú salías con ella antes de… el desastre.

Todos se voltearon a verlo.

—¿Lo dices en serio? —preguntó Neville. Sus mejillas sonrosadas habían empalidecido considerablemente.

—Sí. —Había resignación en la voz de Harry, como si deseara no haber dicho nada pero al mismo tiempo supiera que ya no podía contenerse—. Durante un par de años, en realidad. Hasta apostaría que el bebé es tuyo. —Le tomó varios tragos largos a su pinta, como si no se hubiera percatado del impacto de lo que acababa de revelar.

Neville estaba mirando inexpresivamente a la nada, y nadie supo qué decir. Él había estado miserablemente enamorado de Luna durante más tiempo del que podía recordar, a pesar de que ella apenas parecía reconocer la realidad. Era casi una crueldad sugerir que podía haber habido algo entre ellos.

—Está loco, Neville —dijo Draco al fin—. No creas una palabra de lo que dice.

Harry observaba fijamente sus manos y no dijo nada.

Neville levantó la mirada. —Pero... ¿y si fuera verdad? Explicaría lo que siento por ella; ¿o no? Luna está completamente fuera de este mundo y ni aún así puedo evitarlo. —Todos se quedaron en silencio durante varios segundos, y entonces Neville apuró su pinta y se levantó—. Me voy a hacerlo. Necesito encontrarla antes de que mi valentía líquida se evapore.

Lo observaron irse, y luego todos se voltearon hacia Harry.

—¿Entonces tú realmente recuerdas? —preguntó Seamus.

Harry se encogió de hombros, todavía sin levantar la mirada. —Algunas cosas. A veces no estoy seguro de qué es verdad y que no.

—¿Te acuerdas de mí? —La expresión de Fred era la más seria que Draco podía recordar haberle visto nunca.

Harry lo miró y su rostro se suavizó. —Sí, claro. De ti y de todos tus hermanos y de tu hermana y de tus padres. Tu familia fue muy buena conmigo.

—¿Tenía… tenía una hermana?. ¿Y más hermanos aparte de Percy?

Harry sonrió. —Sí. Así es.

Y entonces Seamus y Fred empezaron a bombardear a Harry con preguntas, tan rápidamente que apenas tenía tiempo de contestarlas todas. No habló sobre magia, ni magos ni nada más allá de lo ordinario… sólo cosas que tenían sentido, cosas que realmente parecían poder haber sido reales. Draco se sorprendió deseando preguntar también, pero no lo hizo. Sólo escuchó, y observó.

La cara de Harry resplandecía mientras hablaba, y estaba sonriendo mientras describía al hermano gemelo de Fred y todas las travesuras en las que se habían visto inmiscuidos, a la comida preparada por su mamá, a la colección de chatarra que su papá poseía, y a un hermano llamado Ron que había sido el mejor amigo de Harry. Le contó a Seamus cómo habían vivido en el mismo dormitorio durante sus años de escuela, junto con Neville, Ron y un chico llamado Dean Thomas que había sido el mejor amigo de Seamus. Comenzó a relatar historias acerca de sus días de escuela y de cómo los fines de semana jugaban un deporte que era algo parecido al fútbol. Fred y Seamus se empaparon de todo eso con los ojos enormemente abiertos y grandes sonrisas, luciendo como si creyeran cada palabra.

Y entonces, Draco se percató de que nadie lo mencionaba a él. Harry había hablado sobre los grandes amigos que habían sido todos ellos y de las fechorías que habían hecho juntos, pero estaba claro que Draco no había sido parte de eso. Había pasado los últimos meses construyendo fantasías en su mente de cómo habría sido su vida y quienes habrían sido sus amigos, pero de acuerdo con Harry, no había sido de esa manera en absoluto. Y quizá no fue así. Por lo que Draco pudo averiguar, él había sido algún tipo de patético solitario, que pasaba su tiempo libre garabateando los márgenes de sus cuadernos y deseando tener amigos.

Comenzó a enfurruñarse, pero nadie pareció darse cuenta. Todos estaban demasiado ocupados rememorando sobre cosas que ni siquiera recordaban.

—Se está haciendo tarde —espetó por fin, y todos se giraron a verlo, sorprendidos—. Tengo que levantarme temprano. Los veré la próxima semana.

Todos se despidieron de él y emprendió su camino a casa, refunfuñando durante todo el trayecto. Antes ya se había sentido solo, pero nunca de esa manera… como un paria dentro de la única familia que había conocido. Si no podía tener a este grupo, entonces no le quedaba nada. No tenía ninguna razón para quedarse ahí. ¿Pero a dónde más podría ir?

Abrió el cerrojo de la puerta del edificio y caminó hacia la oscura entrada, estremeciéndose. Estaba a medio camino rumbo las escaleras cuando notó que alguien estaba parado y apoyado contra la pared.

—Harry —dijo, sintiendo pánico y alivio al mismo tiempo—. ¿Cómo entraste aquí?

—¿Cómo crees tú?

Draco entrecerró los ojos. Estaba empezando a cansarse de todas esas tonterías acerca de la magia, y anhelaba olvidarlo lo más pronto posible. —¿Qué estás haciendo aquí?

Harry se incorporó y caminó hacia él. —Quería hablar contigo de nuevo, pero te fuiste.

—Eso sí es interesante, porque allá estabas haciendo un magnífico trabajo ignorándome.

—¿Qué se suponía que debía decir?. ¿Que tú y yo nos liábamos a puñetazos en la escuela?. ¿Que nos odiábamos tanto que no podíamos permanecer en el mismo lugar sin hechizarnos el uno al otro?. ¿Que tú ayudaste al mago que precisamente nos quería matar a todos?

—Sí, todo eso —exclamó Draco—. ¿Por qué no lo dijiste? Así ellos se habrían dado cuenta que en realidad estás más loco que una cabra, en vez de tragarse cada una de tus putas palabras.

—Siento mucho si he destrozado tus ilusiones acerca de tu pasado, pero eso es lo que sucedió. Si vas a ayudarme a arreglarlo, necesitarás saberlo todo.

Draco se cruzó de brazos. —Aún si yo te creyera; ¿por qué debería de ayudarte?. ¿Por qué no se lo pides a los otros, a uno de tus amigos?

—Porque ellos no… mira; ¿qué tienes que perder? Si estoy equivocado, no habrá ningún daño. Tú sólo tendrías una aventura con un loco. Pero si tengo razón…

—¿Seré otra vez el compinche de un mago malo y destruye-mundos? No, gracias.

—Tú no eras su compinche. Eras solamente uno de tantos que creían que él estaba haciendo lo correcto. Y creo que también lo hiciste por fastidiarme, aunque sea un poco.

—Mi pequeño universo de maldad giraba alrededor tuyo; ¿no?

Harry suspiró. —No lo sé, para ser honestos. Pero gastabas muchísimas energías tratando de llamar mi atención. Yo siempre creí… —Bajó la voz hasta enmudecer.

—¿Creíste qué? —preguntó Draco, y entonces lo vio claro—. Ah. Ya veo. Y tú… ¿también querías llamar mi atención?

Harry se encogió de hombros. —A veces. Cuando no estaba tratando de convencerme a mí mismo que era heterosexual.

—¿Y ahora?

—No quería que pensaras que estoy aquí solamente para meterme dentro de tus pantalones. Porque no se trata de eso.

Draco sintió un jalón en el estómago, algo que no había sentido en un largo tiempo. —Supongo que pudiste haberme dicho que éramos pareja en la escuela si eso fuera todo lo que estabas queriendo obtener.

—¿Y que un día tú te enteraras de que todo era mentira y me odiaras todavía más?

—Oh, por… yo no te odio. —Draco se acercó un paso hacia él y lo miró directamente a los ojos—. Realmente sí crees todo esto; ¿verdad?

—Sí. —La voz de Harry había disminuido hasta convertirse en un susurro—. Me gustaría tener la oportunidad de convencerte.

Draco se acercó dos pasos más, y ambos quedaron frente a frente. —¿Convencerme de que te deje meterte en mis pantalones? —Harry se sonrojó y Draco no pudo evitar sonreír con suficiencia—. No tendrás que trabajar muy duro para convencerme, te lo puedo asegurar.

—¿A pesar que crees que estoy loco?

—Los locos también pueden follar; ¿o no?

—Supongo que sí.

Se quedaron mirando el uno al otro bajo la tenue luz, y Draco tuvo que morderse las ganas de besarlo. —¿Puedes darme una mínima prueba de todo esto?. ¿Algo aparte de tus extravagantes historias, que me ayude a creer que pudo ser verdad?

—¿La magia no es prueba suficiente?

—Necesito algo más tangible.

Harry asintió. —Hay un lugar al que puedo llevarte. No estoy seguro de que vaya a convencerte, pero vale la pena el intento.

—¿Cuándo podemos ir?

—Ahora —dijo Harry, y le ofreció el brazo. Cuando Draco lo miró inexpresivamente, Harry sonrió—. Toma mi brazo y agárralo fuerte. Confía en mí.

—Ese es el problema; ¿no? —masculló Draco, pero cogió a Harry del brazo. Un momento después sintió una rara sensación, como si estuviera siendo exprimido por algo, pero no incómodamente. De hecho, resultó extrañamente familiar, como algo en lo que hubiera soñado alguna vez.

Y entonces estaban de pie dentro de lo que parecía ser un pub vacío. La barra y las mesas estaban cubiertas de una capa de polvo, lo suficientemente gruesa como para ocultar su acabado; y había botellas de cerveza mohosas a medio tomar, como si los clientes se hubieran levantado y salido de ahí una vez para nunca regresar. Todavía había farolas colgadas en las paredes cuyas flamas continuaba iluminando tenuemente. Draco se preguntó porqué la persona que las había llenado no se molestaba en limpiar un poco el lugar.

—¿Dónde estamos? —preguntó, moviéndose para asomarse por una de las sucias ventanas. La oscura calle de afuera estaba mojada, y había gente caminando por ahí. Nadie le echaba más que una rápida mirada a la ventana del pub.

—En Londres.

—¡Londres!. ¡Está a cientos de kilómetros!

—Probablemente más.

Draco se volteó para encararlo. —¿Me has teletrasportado tan lejos para mostrarme un viejo y abandonado pub?

—No exactamente. —Harry hizo señas hacia la parte trasera del pub. Caminaron a través de un corredor abovedado, por una escalera y hacia afuera de un pequeño patio. La pared de ladrillo del fondo tenía un enorme hoyo en ella que había sido hecho a la fuerza, y más allá se podía mirar otra calle.

Traspasaron por el agujero hacia lo que parecía ser un pueblo fantasma. La serpenteante callejuela estaba flanqueada por tiendas, pero todas estaban vacías. No había nadie en la calle, no había nadie en ningún lado. Era como si todos simplemente se hubieran olvidado que existía ese lugar, todos al mismo tiempo. Draco pasó saliva.

—Se llama Callejón Diagon —dijo Harry, apuntando con una mano hacia la calle adoquinada—. Era el centro comercial de nuestro mundo, donde las brujas y magos venían a realizar sus compras, a veces desde cientos de kilómetros de distancia.

Era distinto a todo lo que Draco hubiese visto antes, y al mismo tiempo… Quizá había soñado al respecto. —¿Y ahora?

Harry suspiró. —Ahora está abandonado. Hay docenas de lugares como este alrededor de Bretaña, todos de ellos desiertos. Todos han olvidado.

—¿Todos?. ¿Hay más Supervivientes?

Harry asintió. —No todos estábamos en Hogwarts ese día. Pero todos, en el mismo momento, brujas y magos por doquier, simplemente… olvidaron.

—¿Qué les sucedió?

—No lo sé. Algunos podrían estar en hospitales, otros podrían estar vagando por las calles. He encontrado noticias que informaron de un incremento en casos de amnesia hace ocho meses, por todo el país.

Draco pensó en el vagabundo que veía por la ventana de Rosemary. —¿Cuántos Supervivientes hay ahí afuera?

—Miles —respondió Harry—. Muchos más de los que sería capaz de encontrar.

Continuaron caminando calle abajo, deteniéndose afuera de cada tienda. Harry le explicaba lo que uno podía haber comprado ahí mientras Draco presionaba la nariz contra la ventana intentando mirarlo todo. Había librerías, tiendas que ofrecían la ropa más extraña que nunca había visto, tiendas llenas de jaulas para animales, y tiendas con sustancias identificables exhibidas en las ventanas. Había una tienda dedicada completamente a las escobas, y Draco se dio cuenta que le costaba dejar de admirarlas.

—Extraño volar —dijo Harry, mirando la exposición con gran nostalgia.

—¿Qué, en una de ésas? —preguntó Draco, incrédulo.

Harry se rió. —A ti también te encantaba. Eras jodidamente competitivo.

Continuaron caminando, y entonces Harry se detuvo enfrente de una tienda que lucía un poco siniestra. El desgastado letrero encima de la puerta proclamaba Ollivander: fabricantes de excelentes varitas desde el 382 a. C.

—Vamos a esa —dijo Harry, y le dio vuelta al picaporte. La puerta se abrió con un crujido, y entraron a una tienda que parecía estar llena de estantes repletos de cajas que llegaban hasta el techo.

Harry condujo a Draco directamente a los estantes y sacó una caja de ellos. Se la pasó a Draco con una sonrisa. —Adelante.

—No va a morderme; ¿verdad? —preguntó Draco, levantando la tapa con cuidado. Adentro, había un palito de madera aproximadamente de unos treinta centímetros de largo, suavemente pulido.

—Es una varita —susurró Harry, mirando por encima del hombro de Draco—. Todos teníamos una. No sé de qué estaba hecha la tuya, pero apostaría que podemos encontrar una buena sustituta.

Draco metió la mano dentro de la caja y sacó la varita. Se sentía bien entre sus dedos, lisa y sólida. —Esta no —dijo, volviendo a ponerla en su lugar—. No me gusta el color.

Harry bufó, pero sacó otra caja. —Prueba esta, entonces.

Abrieron tantas cajas que Draco perdió la cuenta, pero a Harry no parecía importarle. Draco no sabía porqué estaba siendo tan quisquilloso… después de todo, sólo eran pulidos pedazos de madera. Pero cada vez que cogía una varita, tenía el extraño sentimiento de que esa no era la correcta.

Después de lo que podía haber sido una hora, abrió una caja y sonrió. La varita dentro lo atrajo enseguida, y se deslizó dentro de su mano como si estuviera hecha a su medida. La levantó y agitó en el aire, y una lluvia de chispas verdes eructaron de la punta rociando el piso a su alrededor.

—Muy bien —dijo Harry, luciendo muy aliviado—. Esa es.

Draco no podía quitarle los ojos de encima. —¿Cómo se usan?

—Yo confiaba en que pudieras recordar algo —dijo Harry.

Draco desvió su mirada lejos de la varita. —Voy a tener que empezar desde el principio; ¿cierto?. ¿Aprender todo de nuevo?

Harry sonrió. —Entonces ya me crees; ¿verdad?

Draco no estaba seguro cuándo había pasado con exactitud, pero sí. De alguna manera, todo parecía cobrar sentido ahora. O quizá finalmente había conseguido volverse loco. En cualquier caso, se dio cuenta que no le importaba. —Tan segurísimo que ha sacudido mi realidad actual, así que... ¿por qué no?

—Efectivamente. ¿Qué más te gustaría ver, entonces?

—¿No necesitamos encontrar una varita para ti?

Harry metió la mano bajo su camisa y sacó otra varita. —Vine aquí en cuanto me liberaron del hospital. Había comenzado a preguntarme si realmente estaba loco, pero entonces llegué aquí y lo encontré todo abandonado. Fue entonces cuando me di cuenta que yo era el único que había quedado. Pero conseguí otra varita, y podía continuar haciendo magia, así que me aferré a la esperanza de que podría encontrar a varios más para mostrarles todo esto. Para ayudarles a aprender todo de nuevo.

Draco observó de nuevo su varita, abrumado. Había un mundo entero del que Draco había sido parte una vez, donde él había crecido, y ahora había desaparecido. Todo lo que quedaba eran tiendas vacías, mostradores empolvados y deteriorados, todo había estado lleno de personas hacía menos de un año. Y Harry era el único que recordaba como había sido todo.

—Gracias por mostrármelo.

Harry sonrió. —Limpiaré un poco. —Agitó su varita y todas las varitas que Draco había descartado se guardaron en sus cajas, y cada caja voló de regreso a su posición anterior en los estantes.

—Sorprendente —dijo Draco, sacudiendo la cabeza—. Pero por alguna razón… no.

Harry se rió. —Así que ahora necesitaré un poco más para impresionarte; ¿no?

—Bueno, todo lo que yo puedo hacer es encender una patética lucecita —dijo Draco, agitando su varita de nuevo para producir las chispas.

—Es un buen comienzo —dijo Harry, e hizo también algunas chispas con la suya, rojas y doradas. Empezaron a lanzarse chispas el uno al otro durante varios minutos, y Draco se descubrió sonriendo de una manera en la que no había sonreído por meses. Bañaba a Harry con chispas y Harry le devolvía el ataque, hasta que colapsaron encima del mostrador muertos de la risa.

Se miraron fijamente el uno al otro, ninguno parecía muy seguro de qué decir. Harry levantó su mano para quitarse el desordenado cabello de los ojos, y Draco vislumbró lo que parecía ser una cicatriz en su frente, una que no había notado antes.

—¿Qué? —preguntó Harry cuando Draco se incorporó del mostrador y se paró ante él, moviéndole el cabello para echar otro vistazo—. Ah, mi cicatriz… ¿la recuerdas?

—No lo sé —respondió Draco. Y no lo sabía, pero algo revoloteó en su mente, casi como un sueño. Soltó el cabello de Harry y estaba a punto de dar un paso atrás, cuando Harry lo tomó de la mano. Sus ojos estaban oscurecidos y su mirada era intensa, y Draco se congeló.

¿Era una idea estúpida? Seguramente… pero había pasado mucho tiempo desde que había sido tocado por nadie que no fuera un médico. De hecho, ni siquiera sabía si había tenido sexo antes. Debía haberlo hecho… tenía al menos veinte años, de acuerdo con los médicos. Pero quizá no recordaría qué hacer, y Harry creería que era un completo idiota. Y claro, ahora iba a trabajar de manera muy cercana a Harry, y eso complicaría las cosas significativamente. Después de todo lo que había pasado, y de todo lo que había descubierto esa semana; ¿no sería eso un error?

¿Por qué coño estaba tan nervioso? Nunca había sido tan crítico con él mismo como ahora.

—Prácticamente puedo ver tu cerebro trabajando —susurró Harry, y lo jaló para acercarlo—. ¿Estás preocupado por…?

Y entonces Draco se decidió: se inclinó sobre Harry para besarlo, interrumpiéndolo. Harry hizo un sonido de sorpresa, y Draco estuvo impresionado de descubrir que estaba temblando. Pero sus labios estaban suaves y se abrieron bajo los de Draco sin oponer resistencia.

Definitivamente, eso era familiar… tenía que haber besado mucho en el pasado, porque parecía ser muy bueno haciéndolo. Harry no era tan bueno besando, pero aparentemente estaba feliz de dejar que Draco se hiciera cargo, lo que a Draco le gustó. Hizo algo con su lengua que ni siquiera había sabido que sabía hacer, y Harry dejó escapar un sonidito de placer que fue como una reacción en cadena que atravesó el interior de Draco.

Oh, sí. ¿Por qué había estado preocupado?

Acercó a Harry hacia él, con una mano alrededor de su nuca, y sintió las manos de Harry tocándolo en los costados, torpemente, como si no estuviera muy seguro de qué hacer con ellas.

—¿Está bien? —susurró Draco justo encima de sus labios.

Harry tenía los ojos cerrados, y continuaba temblando. —Sí. Quiero decir… si está bien para ti.

Draco presionó su creciente erección contra la cadera de Harry y trazó la curva de su labio inferior con la lengua. —¿Qué piensas tú?

—De acuerdo —dijo Harry, tragando saliva—. Bien.

Draco lo besó de nuevo y lo oprimió contra el mostrador. Sus manos se abrieron camino bajo la camisa de Harry para poder tocar su tibia piel, y Harry brincó.

—Tienes las manos frías.

Draco colocó sus palmas abiertas sobre el pecho de Harry y sonrió travieso. —Oh. Lo siento.

Harry se rió, trató de zafarse y terminó sentándose encima del empolvado mostrador, exactamente donde Draco lo quería. Cerró los ojos cuando Draco le levantó la camisa y comenzó a plantarle besos a lo largo de su estómago, tomando a Draco del cabello cuando su boca se movió más abajo.

Diez minutos antes de eso, Draco no hubiera podido decir si alguna vez había hecho una mamada o no, pero ahora estaba seguro que era jodidamente brillante haciéndolo. Consiguió desabrochar los vaqueros de Harry con una sola mano y bajarlos lo suficiente como para liberar su erección. La sola vista le provocó que la boca se le hiciera agua.

Oh, sí… eso era algo que tenía que haberle encantado hacer en el pasado. Un momento después ya tenía la erección de Harry en la boca, tan rápido que pareció tomar a Harry por sorpresa. Harry jadeó y su miembro se puso aún más duro, situación que mandó un pequeño hormigueo a los testículos de Draco.

Era como si tuviera algún extraño instinto que le dijera cómo chupar pollas, como si supiera exactamente qué hacer y cuándo hacerlo. Harry estaba casi acostado sobre el mostrador, justo en la orilla, jadeando cada vez que la lengua de Draco lo acariciaba, tenía las rodillas abiertas y su desnudo trasero ensuciándose con el polvo del mostrador. Draco chupó su erección lo más lejos que pudo llegar, y aún más de lo que alguna vez creyera posible, y Harry aulló y arqueó las caderas hacia arriba, corriéndose.

Durante un mísero segundo Draco creyó que se ahogaría… pero logró tragar sin ni siquiera pensarlo, chupando fuertemente la punta de esa polla mientras Harry terminaba de eyacular. Había tragado aún antes de se enterara de qué era lo que había pasado. Maldición… era bueno haciendo eso.

—Joder —jadeó Harry mientras Draco se ponía de pie y limpiaba su boca.

Draco sonrió. —¿Eso quieres hacer?

Las mejillas de Harry se sonrosaron aún más. —Yo… eh…

—Estaba bromeando —dijo Draco, aunque no era cierto. Era claro que tenía que darle más tiempo a Harry para pensar en hacer aquello.

Harry se bajó del mostrador y abrochó sus pantalones, y sin decir una sola palabra, acercó a Draco y acunó su erección por encima de su ropa.

—Sí, eso bastará —dijo Draco, alzando el tono de su voz casi cómicamente—. Oh, Dios.

La mano de Harry consiguió entrar en sus pantalones y lo acarició fuerte y rápido, y fue tan intenso que Draco apenas podía estar de pie. Harry lo besó, y en menos de un minuto Draco se estaba corriendo, gimiendo dentro de la boca de Harry y colapsando contra él.

Por lo que tendría que trabajar en su resistencia. Claro, había pasado mucho tiempo desde que había tenido sexo con alguien más que no fuera él mismo.

Harry sacó su pegajosa mano, y entonces cogió su varita y la agitó. Draco sintió un extraño cosquilleo en sus partes bajas, y alarmado, puso las manos encima de su miembro.

—Disculpa —dijo Harry, levantando las manos—. Es un hechizo de limpieza. Debí haberte avisado. Es curioso… por un momento olvidé que no lo recordabas.

—Claro —dijo Draco, sin muchas ganas de irse todavía—. Espera; ¿cómo que no lo recordaba?. ¿Tú y yo habíamos hecho esto antes?

Harry lo miró fijamente durante un momento, y luego asintió. —Una vez. Pero creo que en ese tiempo los dos pensamos que había sido un error. Nunca hablamos al respecto, pero… —Se encogió de hombros.

—¿Por qué no me lo dijiste antes?

—¿Qué podía decir? Fue cosa de una sola noche, ocurrida hace un par de años ya.

Draco sonrió presuntuoso. —¿Así que fue por eso que te acercaste primero a mí, no?

—No —replicó Harry, pero tenía las mejillas encendidas—. Bueno, quizá tuvo algo que ver. Quiero decir, si tú no podías recordar lo mucho que me odiabas, pensé que tal vez… podría gustarte.

La sonrisa presuntuosa de Draco se suavizó. —Sí me gustas. Aún cuando creía que estabas loco, pensaba que eras sexy.

—Je. Gracias.

Se quedaron de pie por un momento, sintiéndose incómodos y sin hablar.

—¿Y qué sucederá ahora? —preguntó Draco al fin.

Harry se encogió de hombros. —Bueno, si quieres venir a mi casa, no está lejos de aquí.

—No, me refiero a esto. —Draco levantó su nueva varita mágica y la agitó en dirección de una larguirucha silla parada en la esquina, la cual brincó medio metro por los aires. Aterrizó haciendo un fuerte sonido y una de sus patas de madera se quebró—. Mierda.

—Enseñarte algunos hechizos básicos, supongo —dijo Harry, observando la silla un tanto precavidamente—. Solíamos comprar todos nuestros libros escolares en una librería que está en esta misma calle. Me imagino que puedes comenzar con hechizos de primer grado, y partiremos de ahí. Encantamientos, pociones, transformaciones, hechizos de defensa… podemos omitir las otras cosas. No eran muy útiles de todas formas.

—De primer grado —repitió Draco. Empezaría desde cero, reaprendiendo cosas que probablemente había asimilado de pequeño, los hechizos más básicos. Cosas que le había llevado años dominar, la suma total de los conocimientos de la mayor parte de su vida.

La enormidad de eso lo golpeó en el estómago, y sintió que las rodillas le temblaban. Dejó caer su varita y se desplomó sobre el suelo, parpadeando para evitar dejar salir ardientes lágrimas que habían venido de la nada.

Había tenido una vida. Había tenido padres que lo amaban, y había sabido cosas, y probablemente había sido feliz, algo que no había sido desde que despertó en el hospital hacía ocho meses, incapaz de recordar ni su propio nombre.

Y él había ayudado al hombre que le hizo eso. Voluntariamente había colaborado a arruinar su propia vida, y las vidas de todos los Supervivientes. Se conocía lo suficientemente bien como para saber que generalmente era un tío egoísta… ¿así que por qué había estado de acuerdo con eso?. ¿Por qué no se había salido de eso?

—Te ayudaré —dijo Harry, su voz no era más alta que un susurro.

—¿Por qué? —respondió Draco, incapaz de mirarlo a los ojos—. No me lo merezco.

—Claro que sí. Todos lo merecemos.

La mano de Harry apareció frente su cara, extendida hacia él. Draco la miró durante un momento antes de tomarla, permitiendo que Harry le ayudara a levantarse.

—Comenzaremos mañana, a la hora que salgas de trabajar.

Draco lo miró. —¿Podemos comenzar hoy mismo?

—¿Hoy?

—Creo que no quiero quedarme solo ya tan pronto. Si no te molesta a ti.

Harry le sonrió y apretó su mano. —Ven conmigo.

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Draco se estiró y se rodó, y sólo abrió los ojos cuando se dio cuenta que la cama estaba vacía. Haciendo bizcos, logró abrir los ojos y echó un vistazo alrededor de la habitación. —¿Harry?

—Estoy haciendo el desayuno —fue la respuesta.

Draco se levantó y se rascó el estómago desnudo, alcanzando entonces su varita que descansaba sobre la mesita junto a la cama. Un par de rápidos accios después, y sus calzoncillos y su camiseta estaban en sus manos. Se vistió.

Caminó a tropezones hasta la cocina y encontró a Harry sentado en el sofá con sus pies arriba de una mesita, leyendo el Times. —Nunca pensé que lo diría, pero realmente extraño a El Profeta —dijo, negando con la cabeza.

El concepto de un periódico mágico todavía continuaba siendo un poco extraño para Draco, aunque habían encontrado un arruinado ejemplar en un cubo de basura la semana anterior. Draco no lo había soltado hasta después de seis horas, y había leído cada una de las palabras impresas en él. —Pensé que estabas haciendo el desayuno.

Sin levantar los ojos del periódico, Harry apuntó su varita por encima de su hombro y rebanadas de pan botaron de la tostadora, volando hasta un plato vacío que esperaba por ellas en la mesa. Una tetera comenzó a hervir, y mantequilla y mermelada salieron traqueteando del refrigerador para aterrizar con un patinazo junto a las tostadas.

Draco sonrió. —Tienes que enseñarme a hacer eso.

—Lo haré —dijo Harry, doblando el periódico y dejándolo a un lado—. Haz hecho un progreso enorme en tan solo dos semanas. Mucho mejor de lo que me había esperado.

—Tengo el presentimiento de que siempre me subestimaste.

—Nunca lo hice; ¿sabes?

Se sentaron a la mesa a desayunar, y Draco deseó no tener que ir a la librería esa mañana. Pero habían acordado que la manera más sencilla de introducir a los otros era manteniendo la fachada por el momento, y por eso continuaban yendo a sus poco importantes trabajos y a la terapia de grupo; y mientras tanto, se habían apoderado del apartamento que estaba en el segundo piso de una tienda llamada Sortilegios Weasley y que Harry dijo había pertenecido a Fred y a su hermano. Pasaban sus tardes estudiando magia y explorando el Callejón Diagon, y Draco se había empapado de todo lo más que podía, lo más rápido que lograba hacerlo.

Pero por alguna razón, no era suficiente.

—Creo que ya deberíamos acercarnos a Hermione —dijo Draco con la boca llena de tostada—. Es una chica escéptica, pero también es muy inteligente. Aprendería rápido, y pronto sería capaz de ayudarnos a enseñarles a los demás cuando los traigamos aquí.

—¿Estás criticando mis métodos de enseñanza?

—Oh, por favor. Necesitamos empezar a encontrar a todos esos Supervivientes que andan vagando por ahí y haciendo Merlín sabe qué, y…

—Lo sé, lo sé —dijo Harry con una sonrisa—. De todas maneras, sería bueno tener alguien más con quien charlar aparte de ti.

—Bueno, charlar no es lo que mejor hacemos tú y yo; ¿no?

Harry agitó su varita y una pieza de tostada se lanzó hacia la cabeza de Draco.

—¡Eso no es justo! —exclamó, levantando las manos para interceptarla—. Yo todavía no puedo hacer eso.

—Te motivará a aprender; ¿no?

—Realmente eres un profesor de mierda. Vamos, déjame hablar con Hermione hoy. Le diré que los invitamos a ella y a Percy a cenar, y tú los podrás parecer hasta aquí.

—Aparecer.

—Lo que sea.

Harry respiró profundamente, y luego exhaló antes de levantar la vista. —¿Estás seguro de que te sientes listo para traer a los otros aquí?

Draco picoteó su tostada. —No. Una parte de mí quisiera esconderse aquí y nunca más regresar allá de nuevo. Pero nos va a llevar décadas reconstruir todo esto. Probablemente ni siquiera vivamos lo suficiente para verlo ocurrir, pero entre más pronto iniciemos, más de mi antigua vida regresará. Lo necesito. Necesito saber de dónde vengo y quién era, aún si no me va a gustar.

Harry se quedó en silencio durante un momento. —Nunca podremos volver a estar como estábamos antes. Ni siquiera estoy seguro de desearlo. —Lo miró a los ojos—. Pero es un buen comienzo. Es mucho más de lo que había esperado, la verdad.

Draco sonrió. —Yo también.

Se miraron el uno al otro durante un momento, y Draco sintió un estremecimiento de emoción, algo que nunca había sentido antes. Bajó la vista hacia su taza de té.

—¿Qué tal una rápida lección de hechizos antes de ir a trabajar? —preguntó Harry, girando su varita entre los dedos.

Draco levantó la mirada, arqueando una ceja. —¿Qué tal un rápido polvo? —Previsiblemente, Harry se sonrojó y Draco sonrió. Alejó su silla de la mesa y le hizo señas a Harry para que se acercara.

Harry también sonrió y se puso de pie. —Eres insaciable.

—No te he escuchado quejarte.

Harry se deslizó sobre su regazo y lo besó. —Definitivamente no.

Draco permitió que Harry lo besara, sintió el peso de su cuerpo oprimiendo el suyo y rápidamente se olvidó de que tenía que ir a trabajar.

Finalmente, felizmente, tenía algo mejor que hacer.

FIN


Tengo que mencionar que Emma ha dejado abierta la posibilidad de continuar con la historia, es por eso que ha dejado a posta muchas incógnitas sin resolver. Ella dice que si tiene el tiempo y el ánimo adecuado, la continuará convirtiéndola en un fic largo. ¡Esperemos que sí!

Un beso enorme a todos y gracias por acompañarme con su lectura :-)