PEREZA
Dedicado a Ariadna Azul. Con mucho cariño…
Simplemente, Camus no podía creerlo. Al ver a Milo recostado en su cama, con una actitud de "no me interesa absolutamente nada de lo que tengas que decirme", sintió que la indignación se apoderaba de él, pero en vez de elevar su cosmoenergía y realizar la Aurora Execution como un justo merecido, respiró profundo y le preguntó a su amigo.
—¿Puedo hacerte una pregunta, Milo?
—Adelante —dijo el santo de Escorpión con voz soñolienta.
—¿Por qué no aceptaste la propuesta del Gran Patriarca para entrenar al pequeño huérfano ruso-japonés, que envió esa Fundación?
Camus hizo una pausa y continuó.
—Milo, tú sabes muy bien que no vamos a durar para siempre. Pronto vendrán nuevas guerras y si llegamos a morir, tenemos que dejar una nueva generación de guerreros entrenados, para que el Santuario de Atenea no se quede sin defensores que afronten futuras batallas…
—¿Tan pronto piensas en morir, Camus? Vamos, sólo hay una vida y pese a nuestro destino, debemos disfrutarlo lo mejor que se pueda.
—Eres increíble…
El santo dorado de Acuario sentía la suave brisa entrar por las falsas puertas abiertas de la octava casa. Era una sensación de paz y tranquilidad, una que no sentía desde hacía tiempo, sobre todo, después de la batalla contra los Titanes. Pero ahora, Camus sólo pensaba en una opción para compensar esa desidia de su amigo, a pensar en el futuro y empezar el camino para escoger a su futuro sucesor.
—Te has quedado callado —sonrió Milo— ¿Puedo seguir descansando tranquilamente, sin oír reproches de tu parte?
—Sigue ahí, no te preocupes. Pero, compensaré la falta que le hiciste al Gran Patriarca, para evitarte problemas.
—¿Y qué harás? ¿Llenar alguna tinaja sagrada con tu apreciada sangre?
—Nada de eso— Camus disimuló su rabia —Me ofreceré como maestro de ese niño.
—¿En serio? Pero eso significa que tendrás que irte del Santuario y volver a tus tierras de entrenamiento… ¡Romperás la promesa que le hiciste a Atenea!
—Ella entenderá. Nos vemos pronto, Milo.
El santo de oro se retiró de la habitación, dejando a su compañero bastante pensativo. Sobre todo porque, si el Gran Patriarca acepta la propuesta de Camus, no lo volvería a ver durante un largo, largo tiempo…
El pequeño de cabellos rubios y ojos azules, aguardaba impaciente, protegiéndose del hielo solamente con un abrigo que le dio uno de los aldeanos que lo llevaron al sitio donde entrenaba su futuro maestro. Pese a que había vivido en Siberia hasta la trágica muerte de su madre Natassia, nunca imagino que existiera un lugar que fuese tan, tan frío, como ese punto. Y la verdad, estaba empezando a desanimarlo, tanto física, como espiritualmente.
De pronto, vio una silueta en medio del viento helado, que se acercaba a él. Era un hombre alto, de cabello índigo, ojos azules y parecía estar muy tranquilo, pese a que el frío arreciaba en ese lugar. Finalmente, llegó hasta donde estaba el niño, que seguía viéndolo, pasmado.
—¿Así que tú eres el pequeño huérfano que envió la Fundación Graude, como aspirante a santo de Atenea?
—Sí, soy yo.
—Entiendo… ¿Cuál es tu nombre?
—¿El mío, señor? Hyoga.
—Bien. Mi nombre es Camus y de ahora en adelante, seré tu maestro.
Nota: Después de más de un año sin actualizar, por fin les traigo el último capítulo de "Siete Pecados". Definitivamente, no salió como lo tenía planeado, así que me disculpo si no era lo que esperaban. De paso, les agradezco mucho que hayan seguido mi historia, a través de los conteos, los comentarios y añadirlo a sus favoritos. Dedicado a todos los fans de Saint Seiya, con mucho amor.
Gracias por su paciencia y comprensión. Hasta una próxima vez.